Mensaje 68
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En este mensaje llegamos a un punto crucial en la vida de Jacob: su sueño en Bet-el (Gn. 28:10-22). Todos nosotros conocemos la historia del sueño de Jacob, pero no creo que conozcamos el verdadero significado de ello. Si queremos conocer el significado de este sueño, debemos entender la razón por la cual Jacob lo tuvo, dónde y cuándo. ¿Por qué no tuvo él ese sueño cuando estaba con sus padres? Cuando encontremos la respuesta a esta pregunta, veremos el significado que ese sueño tiene para todos nosotros.
Jacob tuvo este sueño mientras seguía vagando solitario (28:10). Jacob había nacido en una buena familia. Tenía un padre excelente, una madre amorosa y un hermano interesante. Antes de la fundación del mundo, Dios lo escogió y lo predestinó para que tuviera la primogenitura. Vemos en la historia de Jacob la intención de Dios y el deseo del hombre. Dios deseaba que Jacob fuese el primero, y Jacob también deseaba ser el primero, y no el segundo. Por tanto, el deseo de Jacob correspondía a la intención de Dios. Esto indica que si tenemos un deseo que corresponda a la intención de Dios, ese deseo debe de originarse en Dios y no en nosotros mismos. Dios desea darnos la primogenitura, y nosotros también deseamos ser los primeros. Este deseo no es erróneo; es totalmente correcto. No obstante, debemos aprender la lección de no valernos de nuestra habilidad natural, ni de nuestra fuerza natural, para cumplir la intención de Dios y satisfacer nuestro deseo. Nuestra fuerza natural y nuestra habilidad natural presentan un problema.
Cuando leemos el libro de Génesis dentro de la Biblia en conjunto, vemos que Dios deseaba dar la primogenitura a Jacob y que Jacob deseaba conseguirla. No obstante, la fuerza natural de Jacob debía ser quebrantada. Por consiguiente, Dios dispuso en Su soberanía que él fuese el segundo. Dios había determinado que Jacob fuese el primero, pero hizo que naciera en segundo lugar para que aprendiera que su hombre natural no valía la pena y que debía ser aniquilado. Dios desea darnos la primogenitura, pero nuestro hombre natural no está facultado para recibirla. Debemos ser transformados. Como Dios sabía que Jacob necesitaba transformación, hizo que éste fuera el número dos y no el número uno. Sin este arreglo soberana, el hombre natural y la fuerza natural de Jacob jamás habrían quedado expuestos. Si Dios hubiera puesto a Jacob antes de Esaú, Jacob habría pensado que él era muy espiritual. No habría luchado, porque ya habría sido el primero. Pero Dios sabía lo que había en Jacob y puso a Esaú en primer lugar, a fin de que el hombre natural de Jacob quedase expuesto. Cuando Jacob todavía estaba en el vientre de su madre, luchó por salir primero. Eso fue lo que Dios dispuso.
Todo lo que nos sucede concuerda con lo que dispuso Dios. No piense que usted es demasiado pequeño para ser digno del arreglo soberano. Dios tiene un propósito para con nosotros: darnos la primogenitura. Puesto que nuestro hombre natural no es apto para ello, debemos ser transformados. El no lo hace simplemente con Su mano creadora, sino por un largo proceso que puede ser llevado a cabo únicamente a través de todas las circunstancias de nuestra vida. Como ya dijimos, Dios usó a Isaac, a Rebeca y a Esaú para disciplinar a Jacob. Aunque estas tres personas jamás se reunieron para discutir la manera en que Jacob debía ser quebrantado, actuaron en una buena coordinación con este propósito, porque todo estaba bajo la mano soberana de Dios. Dios hizo lo necesario para que Esaú naciera primero. El también determinó que Esaú fuera físicamente fuerte, pero no tan hábil en su intelecto. Esaú no era muy hábil intelectualmente, pero sí podía valerse de su fuerza física para vencer a Jacob. Además, Dios hizo los arreglos necesarios para que Jacob tuviese un padre que sólo supiera comer y disfrutar. Aun cuando Isaac se dio cuenta de que algo no estaba bien cuando Jacob se le presentó haciéndose pasar por Esaú, sólo se preocupó por su comida. Esta fue la razón por la cual había quedado ciego. Isaac era neutral, pero Rebeca, quien era muy perspicaz, estaba parcializada, pues favorecía mucho a Jacob, su hijo preferido. Estas tres personas colaboraron para que Jacob se alejara de su madre amorosa y de la casa de su padre y llegase a ser un peregrino solitario.
Antiguamente, viajar de Beerseba hasta donde vivía Labán era una gran empresa. El hecho de que Jacob dejara a su madre, a su padre y el entorno en el cual había sido criado y que emprendiera un viaje tan largo, no era un asunto insignificante. Habiéndose convertido en un caminante solitario, él debe de haber sufrido mucho durante ese viaje.
Si usted considera su pasado desde la perspectiva adecuada, verá que su experiencia fue idéntica a la de Jacob. Entre nosotros, pocos fueron salvos cuando se encontraban en una casa buena bajo el cuidado de una madre amorosa. La mayoría de nosotros fuimos salvos cuando estábamos solos y en una situación de sufrimiento. Algunos habían perdido a su madre, su padre, su prometido, su cónyuge o sus hijos y habían quedado solos. En principio, cuando muchos de nosotros fuimos salvos, estábamos sufriendo y estábamos solos. En los años en que estábamos bajo el cuidado de nuestra cariñosa madre, el sueño celestial no llegó. ¿Cuándo le llegó a usted el primer sueño de los cielos? Todos nosotros hemos recibido este sueño. El primer sueño de nuestra vida espiritual fue nuestra salvación. Como veremos, cada visión espiritual es un sueño. ¿En qué clase de situación se encontraba usted cuando tuvo su primer sueño? Muchos de nosotros podemos testificar que esas circunstancias no eran placenteras. Algunos sufrían, otros estaban solos y otros se encontraban en dificultades. Fuimos obligados a sufrir, a andar errantes y a convertirnos en solitarios. Según entendemos, cuando habíamos perdido todo en la tierra y cuando sufríamos y estábamos solos, nos llegó el primer sueño celestial.
Refiriéndose a Jacob, Génesis 28:11 dice: “Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar”. Jacob estaba en el desierto y no tenía ninguna morada. Necesitaba algo en donde apoyar su cabeza durante el sueño, y tomó una piedra y la puso de almohada. ¿Cuál es el significado de eso? Eso significa que todas las acciones humanas habían desaparecido. No había ni casa, ni morada, ni nada hecho por el hombre. Todo lo que había allí era hecho por Dios. Cuando Jacob se encontraba en casa, la situación era muy distinta, pues allí todo era hecho por el hombre. Pero esa noche en el desierto, no había nada hecho por el hombre. Todo lo que había en ese entorno había sido hecho por Dios. Si usted examina su experiencia pasada, verá que el primer sueño de su vida espiritual llegó cuando casi todo lo hecho por el hombre había sido crucificado y desechado. Lo único que quedaba eran los cielos y la tierra creados por Dios. Cuando Jacob estaba en su hogar, moraba en una casa hecha por el hombre y descansaba sobre una almohada hecha por el hombre. Pero en el desierto, tuvo que descansar sobre una piedra, algo creado por Dios.
Si yo hubiese estado en el lugar de Jacob, habría sido más inteligente, y habría usado madera o barro en lugar de una piedra. No creo que habría podido descansar sobre una piedra. Sin embargo, Jacob no usó ni madera ni lodo. Como veremos, el hecho de usar una piedra como almohada tiene mucho significado. Si usted hubiera sido Jacob, ¿habría usado barro o una piedra? Yo habría hecho una almohada de barro y habría recostado mi cabeza en ella. Pero eso habría sido algo hecho por el hombre; mientras que la piedra que Jacob usó a su cabecera fue algo creado y preparado por Dios.
Como lo pueden testificar casi todos los llamados, antes de ser salvos, se vieron obligados a sufrir, a estar solos y a encontrarse en un entorno en el cual todo lo que fue hecho por el hombre era vano. Para ellos, todo lo fabricado por el hombre les fue inútil, así que confiaron en lo que Dios creó, en las cosas que El hizo. Fue en esa ocasión cuando llegó el sueño de los cielos.
Este principio también se aplica hoy en día. Si usted desea otra visión celestial, debe pasar por sufrimientos. Cuando los hermanos le causan dificultades o cuando su esposa lo mortifica, la visión celestial vendrá una vez más. Si usted está siempre contento y en una situación agradable, quizá no reciba ningún sueño. La mayoría de las visiones celestiales llegan cuando uno padece o cuando lo tratan mal. Casi todas las visiones que he recibido han llegado en tiempo de sufrimiento. A nadie le gusta sufrir. No obstante, cuando nos llegan los sufrimientos bajo la mano soberana de Dios, no los podemos rechazar diciendo: “Sufrimientos, no os quiero. ¡Alejaos de mí!” Cuanto más digamos eso, más pronto nos vendrán los sufrimientos.
He aprendido en mi propia experiencia que la visión no suele llegar cuando estamos alegres, sino cuando sufrimos. Cuando estamos contentos en la maravillosa vida de iglesia, puede ser que el sueño celestial no venga. Pero cuando los hermanos, las hermanas y los ancianos nos perturban, llegan los sueños. Si usted no ha recibido una visión celestial desde que fue salvo, esto demuestra que no ha sufrido. Sin sufrimiento, no puede haber sueño. Pero cuando somos privados de tantas cosas hechas por el hombre y cuando somos llevados al lugar donde hay únicamente cosas hechas por Dios, es decir, cuando somos apartados de lo que proviene del hombre y ponemos nuestra confianza en lo que viene de Dios, llega la visión. Es así como llega la visión celestial.
Considere la experiencia de Jacob. El había sido escogido y predestinado por Dios. Aún así, luchaba por conseguir lo que Dios deseaba darle, y por esta razón, se vio en dificultades. Entonces Dios soberanamente intervino y lo obligó a abandonar su casa, llevándolo de este modo a una situación de soledad, lejos de la ayuda humana. Suponga que usted es Jacob, y que debe dejar su casa y a su familia y quedarse solo. ¿Cómo se sentiría? Si yo hubiese sido Jacob, habría estado completamente desanimado. Fue en este momento preciso cuando llegó el sueño.
Dice en Génesis 28:12: “Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella”. El centro de este sueño era una escalera. En este sueño ¿descendió la escalera de los cielos? No, la escalera ya estaba en la tierra, y Jacob sólo necesitaba verla. Antes de recibir el sueño, él no veía la escalera. Esto significa que todo lo que nosotros necesitamos para recibir la primogenitura estaba allí mucho antes de que fuéramos salvos. El problema era que no lo veíamos. Necesitábamos recibir una visión para verlo. No piense que en el sueño Jacob vio la escalera descender como Pedro vio el lienzo bajar de los cielos (Hch. 10:9-16). Jacob no vio descender nada; él vio algo que ya estaba en la tierra. No leemos que la escalera llegaba a la tierra, sino que “estaba apoyada en tierra” y que “su extremo tocaba en el cielo”. Era una escalera que ya estaba en la tierra y no una escalera que descendía de los cielos.
¿Qué diremos de los ángeles de Dios que se mueven por la escalera? Cuando leía acerca de ellos hace años, siempre pensaba que descendían y ascendían, pero el versículo dice que los ángeles subían y descendían. Esto significa que los ángeles estaban allí antes de que Jacob tuviese el sueño. Cuando él los vio, primero subían y luego descendían. Si Jacob hubiese visto la escalera bajar de los cielos y los ángeles de Dios descender en ella, este sueño habría sido considerado una respuesta al deseo o a la oración de Jacob. Si Jacob hubiera dicho: “Oh Dios, estoy solo y deseo recibir una visión de los cielos”, y una escalera hubiera bajado de los cielos por la cual descendían ángeles, esto habría sido la respuesta a dicha oración. Pero no fue esto lo que sucedió. Sin necesidad de orar, Jacob vio repentinamente una escalera apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo. El hecho de que los ángeles ascendían y descendían por esta escalera indica que el sueño no fue una respuesta a la oración de Jacob, sino que había sido planeado de antemano por Dios.
No se imagine que su salvación fue una respuesta a sus oraciones. Antes de que usted orase, la salvación estaba allí esperándole. Usted no tuvo que orar primero para que luego descendiera la salvación de los cielos y cayera sobre usted. No, antes de ser salvo, la salvación lo estaba esperando, pero usted tuvo que abandonar su casa y toda situación hecha por el hombre y ser introducido en un entorno solitario. Entonces sus ojos fueron abiertos y vio lo que ya estaba allí.
A diferencia de Juan 1:51, el versículo 12 no indica que Jacob hubiese visto que los cielos se abrían. Jacob no vio que los cielos se abrían, porque éstos ya estaban abiertos antes de que él llegase a ese lugar. ¿Cuándo le fueron abiertos los cielos a usted para su salvación? ¿Tuvo usted que ayunar, orar y clamar al Señor para que fuesen abiertos los cielos y después usted vio repentinamente los cielos abiertos? No, los cielos jamás se han cerrados para los escogidos de Dios. Los cielos están abiertos para nosotros, pero nosotros necesitamos ir a Bet-el. Quizá no queramos ir allí, pero no tenemos otra alternativa. Así como Jacob, nosotros fuimos obligados a ir allí. Muchos de nosotros llegamos a la vida de iglesia porque no teníamos otra alternativa. Fuimos obligados a venir. Usted quizá diga: “Si yo pudiera, me saldría de la vida de iglesia”. Pero, alabado sea el Señor, usted no puede. Quizá usted haya dicho: “No me gusta la situación prevaleciente en la vida de iglesia. Me quiero apartar”. Sin embargo, alabado sea el Señor porque eso es imposible. Todos fuimos obligados a ir a Bet-el, el lugar donde vemos la escalera que ya existe. No necesitamos rogar ni esperar que los cielos se abran. Cuando nuestros ojos son abiertos, vemos que la escalera ya está aquí. Esta es una visión celestial, un sueño celestial. En dicho sueño no vemos descender una escalera; vemos que la escalera ya está aquí.
Cuando llegamos al Nuevo Testamento, vemos que la escalera que vio Jacob es Cristo. En Juan 1:51 Jesús dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. Cristo es quien trae los cielos a la tierra y quien une la tierra con los cielos. Primero El trae los cielos a la tierra, y luego El une la tierra con los cielos. Génesis 28:12 dice que la escalera estaba “apoyada en tierra”. Según nuestro concepto, Cristo se fue lejos de la tierra; pero según Dios, Cristo está apoyado en la tierra, y nadie puede quitarlo de allí. Durante diecinueve siglos y medio, la gente ha hecho todo lo posible por sacudir esta escalera, pero no lo ha podido lograr. No se imagine que Cristo está descendiendo. No, El ya está apoyado sobre la tierra.
Según su sentir, su más íntima percepción, ¿dónde se encontraba Cristo cuando usted fue salvo, en el cielo o en la tierra? Según el concepto natural de usted, El estaba en los cielos, pero según su sentir interior, Cristo estaba en frente de usted, pues El estaba apoyado en tierra. Todos nosotros hemos experimentado esto. No obstante, la influencia de la religión nos obligó a sucumbir a nuestras ideas en lugar de creer lo que experimentamos. En la experiencia que tuvimos de la salvación, Cristo estaba sobre la tierra.
Nuestro Cristo, quien es la escalera que trae los cielos a la tierra y une la tierra con los cielos, está ahora en los cielos y también en la tierra. Cristo ha estado apoyado en tierra y toca los cielos para llegar a nosotros y atraernos a El. Como ya lo mencionamos, en el sueño de Jacob los ángeles de Dios ascendían y descendían sobre la escalera. Los ángeles están esperando para ascender. Creo que cuando un pecador recibe al Señor Jesús y es salvo, muchos ángeles ascienden a los cielos y llevan las buenas nuevas. Primero los ángeles ascienden con alegría a los cielos, e inmediatamente descienden con buenas dádivas para el nuevo creyente. El tráfico no empieza en los cielos, sino en la tierra, y luego de los cielos vuelve a la tierra. Del mismo modo, cuando nos arrepentimos y decimos: “Señor, quiero más de Ti y deseo ser ganado más por Ti”, los ángeles, quienes en realidad son mensajeros, llevan las nuevas a los cielos.
Cristo, el Enviado, el que trae los cielos a la tierra y une la tierra con los cielos, está aquí en la tierra ahora mismo. A menudo en mi cuarto he sentido que Cristo está ahí. Tan pronto le respondo, parece que los ángeles, moviéndose más rápidamente que un cohete, ascienden a los cielos para dar las nuevas. Muchos de nosotros podemos testificar que en algunas ocasiones pasamos un rato muy maravilloso con el Señor y que no pudimos encontrar las palabras para describir lo que sucedió. Esto es una prueba evidente de que los ángeles estaban allí ascendiendo y descendiendo. Entonces mientras seguimos disfrutando de un buen rato con el Señor, avanzamos un poco más con El, y los ángeles ascienden gustosamente a los cielos para dar las noticias, y descienden inmediatamente con más buenas dádivas para nosotros.
Visto desde la perspectiva adecuada, los ángeles de Dios ascienden y descienden. No necesitamos orar ni ayunar. Sólo debemos ser obligados por la mano de Dios a abandonar todo lo humano y a entrar en una esfera en la cual recibamos un sueño y en la cual se abran nuestros ojos ciegos. Entonces diremos: “Amén, Señor Jesús, la escalera está aquí, y los ángeles ascienden y descienden sobre ella”. Cuando fuimos salvos, sucedió algo parecido. No obstante, no tuvimos las palabras para explicarlo. Hoy en día, Cristo, la escalera, el centro del universo, está aquí. Esta escalera ha estado apoyada en tierra y espera que la volvamos a ver y a tocar una y otra vez. Cuando recibamos la visión, quizás no tengamos la comprensión ni las palabras para describirla, pero percibiremos una escalera delante de nosotros. Cuando disfrutamos de una experiencia espiritual, sentimos en nuestro interior que algo que está ante nosotros o en nosotros nos une a los cielos, y que si lo tocamos, tocamos los cielos. Este es Cristo. Frecuentemente, cuando tenemos una experiencia profunda en la vida de iglesia, sonreímos y decimos: “¿Por qué no vi eso antes? ¡Cuán necio fui yo! Esto ha estado apoyado en la tierra y llega a los cielos, y cuando lo toco, me lleva a los cielos y me une con ellos”. Esta es la escalera. Como veremos en el mensaje siguiente, esta escalera produce a Bet-el, la casa de Dios, la puerta de los cielos. En la terminología actual, produce la iglesia.
El sueño que tuvo Jacob en Bet-el no procedía de él, sino de Dios. Jacob lo había perdido todo y estaba completamente desilusionado. El se había convertido en un caso desahuciado y no tenía hogar. No obstante, para su sorpresa y en medio de su desilusión, llegó ese sueño. ¿Qué es este sueño? Es simplemente una visión, algo que él vio. En nuestra experiencia, la escalera estaba allí, pero no la veíamos. Ahora que podemos ver, observamos la escalera que siempre había estado allí. Este es el significado del sueño de Jacob.
Toda experiencia espiritual es un sueño. Me es imposible determinar cuántos sueños he tenido a lo largo de los años. Entrar en la vida de iglesia es un sueño, conocer la factibilidad de la iglesia también es un sueño. Hemos dicho con frecuencia: “Esta experiencia es tan maravillosa que debe de ser un sueño. ¡Qué sueño más grandioso he tenido!” Cuanto más soñemos, mejor, pues cuanto más sueños recibamos, más tocaremos y disfrutaremos la escalera.
El centro de todo sueño espiritual es Cristo como la escalera, Aquél que trae los cielos a la tierra y une la tierra con los cielos. Cuando sentimos en lo profundo de nosotros que hemos sido introducidos a los cielos y que hemos sido unidos con los cielos, que somos uno con ellos, y que ellos son uno con nosotros, experimentamos a Cristo. No debemos intentar vencer el pecado ni las debilidades. La experiencia adecuada en vida consiste en recibir un sueño de Cristo como la escalera celestial, la cual ha estado apoyada en tierra y nos conduce a los cielos. No procure dominar el pecado ni vencer la debilidad de usted. Cuando usted toque esta escalera, estará en los cielos, los cielos serán suyos, y habrá mucho tráfico entre la tierra y el cielo, y entre el cielo y la tierra. Usted tendrá lo que necesita, y todas las cosas estarán debajo de sus pies. Esta es la experiencia de Cristo como la escalera celestial.
No ore pidiendo que la escalera descienda a usted. Independientemente de si usted ora o no, siempre y cuando sea un escogido de Dios y su deseo corresponda a la intención de Dios, tarde o temprano será llevado a Bet-el, y allí recibirá un sueño. El propósito de este sueño es llevarnos a ver a Cristo como la escalera. Esta escalera celestial da como resultado Bet-el, la casa de Dios, la iglesia. Aquí, en 28:10-22, vemos al Cristo que produce la iglesia. Este es verdaderamente un sueño.