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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 71

Bajo la mano de Dios

(5)

  La historia de Jacob que aparece en Génesis 30 y 31 es muy interesante. Basándonos en los dos principios de que la Biblia no desperdicia ninguna palabra y toda la Biblia es la Palabra de vida, debemos acudir al Señor para poder ver la vida contenida en este relato. He dedicado mucho tiempo a este pasaje de la Palabra. Hace muchos años, tomaba este relato como una simple historia. Pero después de llegar a comprender que todo lo que contiene la Biblia es la Palabra de vida, empecé a buscar la vida contenida en esta sección de la Palabra. Después de ser iluminado, vi que este relato está lleno de vida.

  Los puntos principales contenidos en Génesis Gn. 30:25-43 y Gn. 31:1-16, 38-42 pueden ser clasificados bajo los tres títulos siguientes: la opresión de Labán, el engaño de Jacob y la bendición de Dios. En este relato, las tres personas más prominentes son Labán, Jacob y Dios. Dos de estos personajes son visibles y uno invisible. Labán, la primera persona, presionó a Jacob, mientras que Jacob, el segundo personaje, engañó a Labán. No obstante, ninguno de los dos pudo tomar una decisión final. Esto fue efectuado por el tercer personaje, la persona invisible, Dios mismo. Por mucho que Labán oprimiera a Jacob, de todos modos perdería, y aunque Jacob engañó mucho a Labán, no fueron esos engaños los que lo enriquecieron. Ni Labán ni Jacob tuvieron la última palabra; la tuvo Dios, el Señor de todo. Si queremos ver la vida que hay en esta sección de la Palabra y recibir el suministro de vida que contiene, debemos prestar atención a estos tres personajes. Si los vemos, valoraremos esta sección de la Palabra.

  Ya dijimos que Abraham representa una vida justificada por Dios y en comunión con El, y que Isaac representa la vida que disfruta la gracia de Dios. En Jacob vemos el tercer aspecto de la vida espiritual: la transformación. Jacob, un hombre que estuvo bajo la mano transformadora de Dios, representa la vida de transformación. La presión que ejerció Labán sobre Jacob provenía de la soberanía de Dios. Jacob necesitaba la mano opresora de Labán, y Dios usó dicha mano para transformarlo.

  Al leer el relato de la vida de Jacob, no considere que es algo dirigido a los demás. Léalo para usted mismo, porque usted es el único Jacob. Aun las hermanas son Jacob. Muchas hermanas tienen maridos como Labán, pero ellas, las esposas artificiosas, son como Jacob. Por ser tan artificiosas, recibieron de Dios maridos como Labán para presionarlas. No obstante, también podemos decir que muchos maridos como Jacob se han casado con esposas como Labán. Casi todos los maridos son engañosos. El hermano casado aparenta ser un caballero, pero en realidad es un astuto Jacob. Todos los maridos son sagaces en el trato con sus esposas. Pero por muy engañosos que seamos, Dios sigue ejerciendo Su soberanía. El relato de Jacob es nuestra biografía y nuestra autobiografía. Lo narrado en la Biblia es nuestra biografía, y lo que sucede en nuestro diario vivir es nuestra autobiografía. Estamos escribiendo nuestra autobiografía día tras día. En nuestra relación con los demás, somos artificiosos; cuando sufrimos por obra de los demás, somos oprimidos.

  Jacob fue escogido para ser la expresión de Dios. ¿Cómo podría un suplantador llegar a ser la expresión de Dios? No habría sido por una corrección externa, sino solamente por el proceso de transformación. ¿Cómo se puede llevar a cabo la transformación? Sólo al estar puestos, por el arreglo soberano de Dios, en ciertas circunstancias y bajo la mano de ciertas personas. El tiene la soberanía para disponer nuestro entorno. Quisiera decirles a los hermanos y hermanas que se van a casar pronto: Hermanos, no se imaginen que ustedes están a punto de casarse con una buena hermana. No, ustedes se van a casar con un Labán opresor. Hermanas, estén preparadas. Ustedes no se van a casar con un gigante espiritual sino con un astuto Jacob. Dios rige soberanamente en este asunto.

  Dios nos escogió, pero nosotros somos suplantadores, personas que toman por el calcañar y que necesitan ser transformadas, sea que nos guste o no. He oído a muchas personas entre nosotros decir: “Señor Jesús, te amo”. ¿Sabe usted lo que significa decirle eso al Señor? Significa que usted acepta lo que El está haciendo con usted. Cuando usted dice: “Señor Jesús, te amo”, en realidad usted está diciendo: “Señor Jesús, soy uno contigo y estoy dispuesto a que me toques”. Es probable que usted no se haya dado cuenta de lo que implica decir: “Señor Jesús, te amo”. Supongamos que una mujer joven le dice a un joven que ella lo ama. Esto tiene muchas repercusiones y no debe decirse a la ligera. Al pronunciar estas sencillas palabras, ella se entrega a él. Del mismo modo, cuando decimos: “Señor Jesús, te amo”, somos cautivados por El y nos lanzamos al proceso de transformación. Muchos de nosotros podemos testificar que no teníamos problemas antes de empezar a amar al Señor. Pero desde que empezamos a decir: “Señor Jesús, te amo”, hemos afrontado problema tras problema. No obstante, estos problemas no nos matan. A veces podemos estar sumergidos en tantos problemas que deseemos morir. Pero en ese momento, el Señor dirá: “Quizá quieras morir, pero Yo no te dejará morir. Te haré vivir para que seas transformado. No te predestiné para que murieras, sino para que fueses conformado a la imagen del Hijo primogénito de Dios”. Si examinamos esta porción de la Palabra con esta luz, nos daremos cuenta de lo llena de vida que está.

8) La opresión de Labán

  Consideremos ahora la opresión de Labán (Gn. 30:25-43; 41:1-16, 38-42). En el capítulo veintinueve, Labán recibió a Jacob y le dio hospedaje (29:14). Más adelante, Labán quizá haya descubierto que Jacob era bastante inteligente y que le podía ser de gran provecho. Afectando amabilidad, Labán le dijo a Jacob: “¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu salario” (29:15). Labán parecía decir: “Jacob, no es justo que te quedes conmigo sin recibir salario. Dime qué paga quieres”. Es posible que Labán se haya dado cuenta de que Jacob se había enamorado de su hija Raquel, y que haya pensado: “Jacob, no te daré a mi hija por un bajo precio. Tú la amas, y yo te la daré, pero debes pagar el precio”. Labán fue sabio y conocía el corazón de Jacob, pero no se lo dijo. Cuando Labán le preguntó qué iba a cobrar, Jacob contestó: “Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor” (29:18). Ya hemos hecho notar que el amor ciega a la gente y la vuelve insensata. El amor que Jacob sentía por Raquel lo hizo insensato, y ésta fue la razón por la cual él mismo se comprometió a trabajar siete años para conseguirla. Yo, en el lugar de Jacob, no habría trabajado más de doce meses. Labán quedó satisfecho con la oferta de Jacob. No obstante, cuando transcurrieron estos siete años, Labán no hizo nada para propiciar el matrimonio de Jacob con Raquel. Esto significa que él no tenía ningún interés en ello. Por lo tanto, Jacob se vio obligado a decirle: “Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella” (29:21). Sin embargo, Labán le trajo a Lea en lugar de darle a Raquel. Cuando Jacob se dio cuenta, Labán se justificó diciendo que no se acostumbraba en ese país dar a la menor antes de la mayor (29:26). En cuanto a Raquel, Labán dijo: “Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años” (29:27). Aquí vemos la presión de Labán. Si usted recuerda su pasado, verá que también ha sido presionado, quizá por su cónyuge.

  Labán era hábil y astuto, y Jacob no lo pudo vencer. Jacob dijo en dos ocasiones que Labán le había cambiado diez veces el salario (31:7, 41). Jacob se quejó ante Labán, diciendo: “Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces” (31:41). Además Jacob le dijo: “Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías” (31:42). Jacob parecía decir: “Labán, no sólo he trabajado catorce años por tus hijas, y seis años por tu ganado, sino que ni siquiera estás dispuesto a darme mis esposas ni mis hijos ni mis rebaños. Has intentado retenerlo todo”. ¡Cuánto debió de haber sufrido Jacob bajo la mano opresora de Labán!

  Labán oprimió a Jacob de muchas maneras. Lo obligó a trabajar para él catorce años por sus dos hijas y luego lo hizo laborar seis años por su rebaño (31:41). Vimos que le cambió el salario a Jacob diez veces, probablemente reduciéndolo en cada ocasión. Cuanto más exigía Labán de Jacob, menos le pagaba. Labán también le cobraba a Jacob cualquier oveja arrebatada por las fieras o robada (31:39). ¡Cuán injusto era eso! No obstante, Labán pensaba que aquello era justo y parecía decir: “Cuida mis ovejas. Debes reemplazar cualquiera oveja que arrebaten las fieras o que sea hurtada”. ¿Podría usted trabajar bajo una mano tan opresora? No obstante, Jacob fue paciente y soportó la opresión de Labán durante veinte años. Es posible que de vez en cuando Labán lo haya amenazado diciendo: “Si no quieres trabajar para mí conforme a mis exigencias, entonces vete. Yo me quedaré con mis hijas, mis nietos y mis rebaños”. Jacob tenía temor de esta posibilidad. El se había engrandecido considerablemente, pero todavía le temía a Labán. Cuando escapó, tuvo temor de decirle a Labán que se iba, ante la posibilidad de que éste le quitara sus esposas, sus hijos y sus rebaños. Labán había nacido allí, pero Jacob era un extranjero. Un nativo puede fácilmente relacionarse con un extranjero. Labán posiblemente amenazó a Jacob con la retención de todas sus pertenencias. No obstante, Jacob soportó esta situación. Aparte de todo eso, Labán hizo que Jacob se consumiera por el calor en el día y por la helada en la noche (31:40). En esa difícil situación, Jacob pudo decir: “El sueño huía de mis ojos” (31:40). Mientras Jacob apacentaba el rebaño de Labán, se encontraba al aire libre, y no tenía donde dormir. No había sombra para guarecerse del calor durante del día ni tenía abrigo alguno que lo protegiera de las heladas de la noche. En esa región, la temperatura era caliente durante el día y fría en la noche. Mientras Jacob sufría calor y frío, el sueño huía por estar bajo la opresión de Labán. Finalmente, como destacamos antes, Labán intentó retener a las mujeres de Jacob, a sus hijos y sus rebaños (30:26; 31:14-15, 42). Ninguno de nosotros estaría dispuesto a trabajar para una persona como Labán, pero Jacob lo hizo durante veinte años. En ese lapso, él estuvo bajo la mano opresora de Labán.

  Si leemos este relato con esta luz, diremos: “Señor, cuánto te adoro. Desde el día en que empecé a amarte, las cosas me han sucedido de la misma manera y conforme al mismo principio”. Considere retrospectivamente los años que ha pasado en la vida de iglesia y recuerde las veces en que ha estado bajo presión. Así como la vida natural de Jacob necesitaba un Labán opresor, nuestra manera de ser natural también necesita presión. La mano aplastante de Labán no vino por azar, sino por la soberanía de Dios. Isaac, Rebeca y Esaú fueron usados por Dios para llevar a Jacob al horno de la transformación, y Labán fue el fuego que ardía en ese horno. Estas personas fueron usadas por Dios para transformar a Jacob. No se queje de su situación. En ocasiones, mientras me quejaba, vi repentinamente la luz, y era como si Dios me dijera: “¿Por qué te quejas? ¿Acaso no te das cuenta de que esto es lo que he dispuesto para ti? A tu esposa, tus hijos y todos tus hermanos de la iglesia Yo los he puesto ahí. Es una insensatez quejarte”. Su cónyuge y sus hijos son exactamente lo que necesita su manera de ser. Nosotros podemos equivocarnos, pero Dios jamás comete errores. Todo se encuentra en la mano del Señor, y no hay necesidad de quejarse. En lugar de quejarnos, debemos decir simplemente: “Gracias, Señor, por este buen Labán”.

9) Los ardides de Jacob

  A pesar de las presiones y amenazas que Jacob recibió por parte de Labán, seguía utilizando sus ardides (39:31-43). Un día Jacob le dijo a Labán que quería regresar a su país y le pidió que le diera sus esposas y sus hijos por los cuales había servido durante tantos años (30:25-26). Labán contestó: “Halle yo ahora gracia en tus ojos, y quédate; he experimentado que Jehová me ha bendecido por tu causa” (30:27). Labán aparentaba ser una persona amable, pero era astuto. La gente astuta siempre se presenta amable. Todo el que es amable con usted es astuto pero el que es osado con usted es honesto. Labán fue muy hábil en la manera de tratar a Jacob, pues le dijo que había descubierto que al tenerlo consigo, había recibido la bendición del Señor. Cuando Labán le dijo a Jacob: “Señálame tu salario, y yo lo daré”, Jacob contestó: “Tú sabes cómo te he servido, y cómo ha estado tu ganado conmigo. Porque poco tenías antes de mi venida, y ha crecido en gran número, y Jehová te ha bendecido con mi llegada; y ahora, ¿cuándo trabajaré también por mi propia casa?” (30:28-30). Jacob parecía decir: “He trabajado aquí muchos años, y todavía no puedo proveer para las necesidades de mi propia casa. ¿Cuándo podré abastecer a mi propia familia?”. Labán, al darse cuenta de que la ida de Jacob quitaría la bendición de Dios sobre él, parecía decir: “Quédate conmigo, no me preocupa el salario que te tenga que pagar. Dime simplemente lo que quieres; mientras yo esté bajo la bendición de Dios, todo estará bien”.

  Ahora vemos que Jacob, quien había sido oprimido por Labán, tenía la oportunidad de robar los bienes de Labán y de enriquecerse. Cuando Labán le preguntó qué salario debía darle, Jacob le dijo: “No me des nada; si hicieres por mí esto, volveré a apacentar tus ovejas. Yo pasaré hoy por todo tu rebaño, poniendo aparte todas las ovejas manchadas y salpicadas de color, y todas las ovejas de color oscuro, y las manchadas y salpicadas de color entre las cabras; y esto será mi salario. Así responderá por mí mi honradez mañana, cuando vengas a reconocer mi salario; toda la que no fuere pintada ni manchada en las cabras, y de color oscuro entre mis ovejas, se me ha de tener como de hurto” (30:31-33). Jacob parecía decir: “Tío Labán, prométeme una sola cosa y me quedaré. Toma de tu rebaño todas las ovejas manchadas y salpicadas de color y todas las ovejas de color oscuro y deja a todas las blancas a mi cargo. De ahora en adelante, las ovejas manchadas, salpicadas de color y de color oscuro serán mías”. Labán pensó que ésta era una sugerencia excelente, pues él sabía que las ovejas blancas sólo podían producir ovejas blancas y que no podían reproducir ninguna oveja manchada, salpicada de color, u oscura. Por lo tanto, Labán apartó de sus ovejas todas las que no eran perfectamente blancas y las dio a sus hijos (30:34-35). El rebaño que le quedó a Jacob era totalmente blanco. Labán pensaba que una vez más, Jacob había caído en su trampa, “y puso tres días de camino entre sí y Jacob; y Jacob apacentaba las otras ovejas de Labán” (30:36). Como veremos, esto le dio a Jacob la oportunidad de engañar a Labán.

  En este engaño Jacob tomó “varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo así lo blanco de las varas” (30:37). Entonces Jacob tomó las varas que había descortezado y las ponía delante del ganado en los canales de los abrevaderos del agua donde venían a beber las ovejas, “las cuales procreaban cuando venían a beber” (30:38). En Génesis 30:39 vemos que “concebían las ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos colores”. Entonces Jacob separó sus ovejas de las de Labán. Además, cuando las ovejas más fuertes estaban en celo, “Jacob ponía las varas delante de las ovejas en los abrevaderos, para que concibiesen a la vista de las varas. Pero cuando venían las ovejas más débiles, no las ponía; así eran las más débiles para Labán, y las más fuertes para Jacob” (30:41-42). En consecuencia, las ovejas manchadas, salpicadas de color y oscuras eran más fuertes, y el ganado blanco era más débil. No creo que el plan de Jacob haya producido los resultados; fue simplemente fruto de la astucia de su mente. No obstante, sea que el truco haya funcionado o no, los resultados se vieron, y Jacob pensó que su plan había tenido éxito.

  Cuando Jacob vio que el semblante de Labán no era para con él como había sido antes, el Señor le dijo: “Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (31:2-3). Según 31:4-5, “envió, pues, Jacob, y llamó a Raquel y a Lea al campo donde estaban sus ovejas”, y les dijo que el semblante de su padre había cambiado para con él. Después de esto, él contó un sueño que tuvo cuando las ovejas estaban en celo. En este sueño, él veía que “los machos que cubrían a las hembras eran listados, pintados y abigarrados”, y él oyó al ángel de Dios decir: “Alza tus ojos, y verás que todos los machos que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho” (31:10-12). Cuando leí este sueño anteriormente, dudaba que fuese cierto. Pensaba que Jacob estaba mintiendo porque no quería divulgar su engaño a sus esposas. Finalmente, descubrí que el sueño no era una mentira, pues al contarlo, Jacob dijo que el ángel de Dios había dicho: “Soy el Dios de Bet-el, donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto” (31:13). Estas palabras no podían ser falsas; por tanto, el sueño debe de haber sido auténtico. Mientras Jacob engañaba a Labán con sus varas descortezada, Dios le habló en un sueño, en el que le dijo que mirara los machos que cubrían a las hembras y que estos machos eran listados, pintados y abigarrados. De esta manera, Dios le indicó a Jacob que El no adquirió estas ovejas por su engaño sino por la soberanía de Dios. Es el mismo principio que operó en la primogenitura que Jacob obtuvo. Aunque Jacob hacía todo lo posible por obtenerla, en realidad le fue dada. Aparentemente, Jacob consiguió la primogenitura con sus artimañas, pero en realidad, le fue dada por la soberanía de Dios. Igualmente parecía que Jacob había obtenido las riquezas de las ovejas con su engaño; en realidad, estas riquezas venían por la soberanía de Dios.

  Surge una dificultad en esta sección de la Palabra. En el capítulo treinta leemos que solamente las ovejas blancas se apareaban delante de las varas, pero en el sueño, vemos que eran los machos listados, pintados y abigarrados los que cubrían a las hembras, y no los machos blancos. ¿Cómo podemos reconciliar esto? De dos maneras. La primera consiste en decir que el sueño fue una mentira, con lo cual no estoy de acuerdo; y la segunda, en que esto es fruto de la soberanía de Dios. De acuerdo con esto, Dios transformó las ovejas blancas en ovejas listadas, pintadas y abigarradas de la misma manera en que tornó las maldiciones de Balaam en bendiciones (Nm. 23:11-12; 24:10). No obstante, por muchas explicaciones que demos a este caso, no creo que las ovejas listadas, pintadas y abigarradas fueran concebidas por el artilugio de Jacob sino por la soberanía de Dios. En el capítulo treinta y uno, el sueño de Jacob revela que el Dios soberano fue El que en realidad produjo estos resultados. Compare eso una vez más con el caso de la primogenitura que Jacob consiguió. Si Dios no hubiese obrado soberanamente en esa situación, y no le hubiera dado a Jacob la primogenitura, éste jamás la habría conseguido mediante sus tretas. Vemos el mismo principio aquí. Jacob no se enriqueció por sus engaños sino por la soberanía de Dios.

  Jacob había sido escogido por Dios y se encontraba bajo Su bendición. El no tenía necesidad de emplear sus estratagemas para enriquecerse, pues estaba bajo la bendición de Dios, y por esta razón, Dios le había concedido Su bendición. Aparentemente, Jacob obtuvo estas riquezas por el éxito de su ardid, pero en realidad, le fueron dadas por la soberanía de Dios, por la mano de bendición. Este mismo principio es válido en lo que a nosotros se refiere hoy. Nosotros también fuimos escogidos por Dios y nos hallamos bajo Su bendición. No necesitamos esforzarnos ni engañar para conseguir la bendición de Dios. Dios nos concederá la bendición que necesitamos. Con todo, después de ser salvos, todos hemos luchado y engañado para conseguir la bendición. En muchos casos parecía que la bendición ha venido por nuestros esfuerzos y ardides; pero en realidad, la bendición vino mediante la soberanía de Dios. Lo mismo sucede con todo lo pertinente a nosotros. No debemos pensar que toda bendición proviene del éxito de nuestros esfuerzos. Por el contrario, debemos ser conscientes de que toda bendición, sea espiritual o material, viene mediante la soberanía de Dios.

10) La bendición de Dios

  Ahora debemos considerar la bendición de Dios. Dios bendijo a Labán por causa de Jacob (30:27, 30). Dios preservó a Jacob, mediante Su bendición, de la opresión de Labán (31:7-12, 16, 42). Debemos postrarnos para adorar a Dios y aprender la lección de no preocuparnos por las presiones que los demás ejerzan sobre nosotros. Como pueblo escogido de Dios, nos encontramos bajo Su bendición. Aunque los demás ejerzan presión sobre nosotros, no debemos engañarlos. Cuanto más ardides usemos, más presión sufriremos. En todo caso, sea que engañemos o no, la bendición nos pertenece porque estamos destinados a recibirla.

  Jacob empezó a utilizar sus tretas desde que estaba en el vientre de su madre y sólo cesó cuando fue transformado. Sólo al llegar a los últimos capítulos de Génesis, nos damos cuenta de que Jacob dejó de valerse de su astucia. Después de ser transformado en príncipe de Dios, Jacob dejó de utilizar estratagemas. Del mismo modo, sólo después de que Dios haya obrado en nosotros y nos haya transformado, dejaremos de engañar.

  Como ya mencionamos, en este relato existen tres personajes principales: la parte opresora, la parte artificiosa y la parte que bendice. Dios pudo haberle dicho a Labán: “Labán, usaré tu opresión como medio para transformar a Jacob, Mi escogido. No le puedes robar Mi bendición. Cuanto más lo oprimas, más lo bendeciré”. Además, Dios pudo haberle dicho a Jacob: “Jacob no te enriqueciste gracias a tus engaños, sino a Mi bendición soberana. Tú pusiste las ovejas blancas delante de las varas descortezadas, pero el sueño muestra que el resultado no vino de tus engaños. A Mis ojos, las ovejas blancas en realidad eran listadas, pintadas y abigarradas. Lo que te enriqueció fue Mi bendición soberana, no tus engaños. Todos debemos aprender a no temer a las circunstancias ni a las presiones, y a no engañar. Aunque usted siga engañando a los demás, un día su naturaleza artificiosa será quebrantada.

  Jacob era astuto, pero Dios siguió bendiciéndolo. En el sueño, Dios no lo reprendió, sino que lo consoló diciendo: “Yo he visto todo lo que Labán te ha hecho” (31:12). Dios vio los sufrimientos y la aflicción de Jacob a manos de Labán y parecía decir: “Yo soy el Dios de Bet-el, el Dios de tu padre. Yo te cuidaré”. Cuando leemos este relato, vemos que Dios no se preocupó por lo que hiciera Jacob; lo único que le interesaba era Su propósito. Todo lo que Dios hizo tenía como fin la edificación y la transformación de Jacob.

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