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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 72

Bajo la mano de Dios

(6)

11) La piedra sobre la cual se vertió aceite, y la casa de Dios

  El sueño de Jacob es el punto más crucial de todo el libro de Génesis (Gn. 28:10-22). Ni siquiera Génesis 1:26 es tan crucial como el sueño de Jacob, descrito en el capítulo veintiocho. Uno de los aspectos más destacados de este sueño es la piedra. Después de un largo viaje, Jacob, cansado y solitario, tomó una piedra, hizo de ella su almohada, y durmió al aire libre. Tal vez haya sido la primera vez en la historia que un hombre usara una piedra como almohada. ¿Ha apoyado usted alguna vez su cabeza sobre una piedra? Yo nunca lo he hecho. Primero, Jacob puso esa piedra por cabecera; en segundo lugar, la erigió como columna (Gn. 28:18). Una almohada sirve para descansar, y una columna, para edificar. ¿Se da cuenta usted de que algún día su almohada se convertirá en columna? Más adelante veremos lo que es una almohada. En Gn. 28:22 Jacob dijo: “Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios”. Aparte de la piedra, de la columna y de la casa, estaba el aceite que se vertió sobre la piedra (28:18). ¿Cómo pudo Jacob, un vagabundo solitario, traer aceite consigo? No lo sé. No obstante, en la madrugada derramó aceite sobre la piedra. Por lo tanto, este sueño contiene cuatro elementos fundamentales: la piedra, la columna, la casa y el aceite. Estos cuatro elementos forman los factores básicos que componen la Biblia.

  Ya hemos dicho varias veces que Dios tiene la intención de hacer del hombre Su expresión corporativa. En el libro de Génesis no vemos que Dios haya obtenido esa expresión. En Génesis 1:26, que constituye una declaración del propósito de Dios al hacer el hombre, vemos que el hombre fue hecho a Su imagen. Sin embargo, allí no vemos que Dios haya obtenido Su expresión. Dios no logró Su expresión ni con Adán ni con Abel ni con Enós ni con Enoc ni con Noé ni con Abraham ni con Isaac. Cuando llegamos a Jacob, vemos que él era un suplantador, uno que tomaba por el calcañar, un joven muy astuto. A la luz de toda la Biblia, sabemos que este joven suplantador fue escogido por Dios y predestinado para obtener la primogenitura. Antes de la fundación del mundo, en la eternidad pasada, Dios lo predestinó para que tuviera la primogenitura. Como hicimos notar, la primogenitura incluye tres cosas: expresar a Dios como sacerdotes, representarlo como reyes, y ser herederos Suyos. Esta primogenitura tiene como fin exclusivo la expresión corporativa de Dios en la tierra. Los acontecimientos descritos en Génesis 28 se produjeron aproximadamente veintidós siglos después de ser creado el hombre. Dios llamó a Abraham aproximadamente dos mil años después de crear a Adán, y el período que separa a Abraham de Jacob fue de unos doscientos años. Durante este largo período, Dios no consiguió lo que deseaba.

  Jacob, quien suplantaba y que por esta razón tuvo problemas, tuvo un sueño durante su viaje solitario. Lo que vio era un sueño; todavía no era un hecho, porque él seguía siendo un suplantador. En lo profundo de su ser, es probable que todavía se siguiera asiendo del calcañar de Esaú. ¿Cómo podría este suplantador ser la casa de Dios? Era imposible. Por consiguiente, en aquel tiempo, el sueño de Jacob no fue más que un sueño. Por ejemplo, ahora nos resultaría imposible a nosotros aterrizar en la luna, pero podemos soñar con eso. Esto puede ser un sueño, pero no es un hecho. Necesitamos sueños en nuestra vida espiritual. Anteriormente he tenido muchos sueños, y me gustaría tener otro ahora. Si usted no ha tenido ningún sueño desde que fue salvo, debe de estar en una situación muy lamentable. ¿Cuántos sueños ha tenido usted desde que fue salvo? Toda visión espiritual es un sueño.

  ¿Qué significa un sueño? El principio básico de un sueño es que en él sucede algo imposible. Nuestra salvación fue un sueño, el sueño inicial de nuestra vida espiritual. Nosotros fuimos salvos aun cuando era imposible. Nuestra entrada en la vida de iglesia también fue un sueño espiritual. Todo aquel que ha entrado en la vida de iglesia ha tenido un sueño en el cual se ha producido algo imposible. Me gustan estos sueños celestiales.

  Ya vimos que en el sueño celestial de Jacob se revelan cuatro cosas: la piedra, la columna, la casa y el aceite. No encontramos ninguna de estas cuatro cosas antes de Génesis 28. Por ejemplo, no se había mencionado ninguna piedra, además de la piedra de ónice, en 2:12, en los veintisiete capítulos y medio precedentes. Pero sí se mencionan ladrillos, los usados para construir la ciudad diabólica de Babel y su torre demoníaca (11:3). Cuando estudiamos el capítulo once, hicimos notar que los ladrillos representan la obra humana, el resultado del esfuerzo humano con el barro. La religión es representada por los ladrillos, pues toda religión es el esfuerzo que hace el hombre con el barro. La humanidad es barro, y la religión trabaja con la humanidad a fin de producir ladrillos. No se menciona ninguna columna antes de Génesis 28. Cuando la Biblia habla de la ciudad de Babel y su torre, no menciona ninguna columna. No se imagine que la Biblia es un libro común. En absoluto. Por el contrario, es única. En el templo construido por Salomón había dos grandes columnas (1 R. 7:21). En Gálatas 2:9 vemos que Pedro, Jacobo y Juan eran columnas de la iglesia. Además, en Apocalipsis 3:12, vemos que los vencedores serán como columnas en el templo de Dios. Antes del capítulo veintiocho no se mencionan ni la columna ni la casa ni el aceite. Abraham, Isaac y Jacob vivían en tiendas. Sin embargo, Jacob, después del sueño que tuvo en Bet-el, no habló de una tienda, sino de la casa de Dios.

  Como dijimos en otra parte, en la Biblia la piedra siempre tiene como fin el edificio. Cuando Pedro vino por primera vez al Señor, el Señor cambió su nombre de Simón a Cefas (Jn. 1:42), diciendo: “Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)”. Después de unos tres años, el Señor les preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mt. 16:13). Después de que Pedro contestara: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, el Señor Jesús le dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:16, 18). Al decir eso, el Señor le recordó a Pedro lo que El había hecho hacía tres años al cambiarle el nombre, de Simón a Cefas. Más adelante Pedro, al escribir su primera epístola, dijo: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual” (1 P. 2:5). En este versículo Pedro menciona la piedra y la casa. En 1 Corintios 3 Pablo también sostuvo este concepto, diciendo a los creyentes de Corinto que ellos eran edificio de Dios (1 Co. 3:9). En 1 Corintios 3:10 Pablo nos dice que debemos mirar cómo edificamos. Debemos tener cuidado con la manera en que edificamos y con los materiales que usamos, pues nuestra obra será probada por el fuego. Si edificamos con oro, plata y piedras preciosas, nuestra obra permanecerá. Por tanto, vemos que en 1 Corintios 3 Pablo también habla de piedras para el edificio de Dios. Cuando llegamos al libro de Apocalipsis, al final de la Biblia, vemos una ciudad edificada con piedras preciosas. Según el principio bíblico, una ciudad siempre es el agrandamiento de una casa. Cuando una casa es agrandada considerablemente, se convierte en una ciudad. No habrá templo en la Nueva Jerusalén, porque el templo habrá sido agrandado hasta ser una ciudad. Esa ciudad será una casa ensanchada y edificada con piedras preciosas. ¡Cuán coherente es la Biblia! En todos estos pasajes de la Palabra vemos que la piedra es el material con el que se edifica la casa de Dios.

  ¿Qué es la casa de Dios? La casa de Dios es simplemente la satisfacción de Dios, Su descanso y Su expresión. El tipo de casa en que usted vive expresa la clase de persona que es usted. Si usted es una persona desaseada, tendrá una casa sucia, y si es una persona pulcra, su casa estará limpia. Hace diez años me llevaron a una sección de la ciudad de San Francisco donde supuestamente vivían hippies. No podía creer que la gente pudiera vivir en un entorno tan sucio. En aquella ocasión no vi ningún hippie, pero sí pude observar, por la condición de sus viviendas, que ellos eran desaseados y descuidados. Nuestra casa es nuestra expresión. Si usted visita una casa en la cual vive una familia japonesa, sabrá al recorrerla, que allí viven japoneses. Sucede lo mismo con la vivienda de un escocés. Igualmente, la casa de Dios es Su expresión. Finalmente, la casa de Dios será agrandada hasta convertirse en una ciudad, y esa ciudad tendrá la misma apariencia que El. Según Apocalipsis 4:2 y 3, Dios tiene la apariencia del jaspe, y según Apocalipsis 21:11, la Nueva Jerusalén en su totalidad también tendrá la apariencia del jaspe. Esto significa que la ciudad tendrá la apariencia de Dios y será Su expresión. Podemos incluso decir que esta ciudad será el agrandamiento de Dios.

  La piedra y la casa son elementos muy cruciales, pero aún así, se necesita el aceite. En tipología, el aceite representa a Dios que llega al hombre. Dios es Triuno: el Padre es la fuente, el Hijo es la corriente, y el Espíritu es el fluir que llega a nosotros. El hecho de que Jacob derramara aceite sobre la piedra indica que el Dios Triuno fluye y llega al hombre. Dios está en los cielos, pero también ha sido derramado sobre el hombre. Cuando el Dios Triuno llega al hombre, hace de éste Su casa. Antes de que se vertiera el aceite sobre la piedra, ésta era simplemente una piedra. No obstante, después de que el aceite fue vertido sobre la piedra, ésta se convirtió en la casa de Dios.

a) Sin hogar y sin reposo

  En Génesis 28 Jacob se encontraba sin hogar y sin reposo (v. 10). Cuando el hombre no tiene casa, Dios tampoco tiene casa (Is. 66:1). Por tanto, en Génesis 28 tanto Jacob como Dios se encontraban sin hogar. Del mismo modo, cuando el hombre tiene sed, Dios también tiene sed, y cuando el hombre no está satisfecho, Dios tampoco lo está. Cuando el Señor Jesús vino al pozo de Sicar (Jn. 4), El tenía sed, y una mujer sedienta vino a El. Tanto la mujer samaritana como el Señor Jesús tenían sed. Cuando el hombre no tiene morada ni descanso, Dios tampoco tiene morada ni descanso. Génesis 28 muestra que ni Dios ni el hombre tenían dónde morar. ¿Cuál es la verdadera casa del hombre? Por la eternidad, la casa del hombre será Dios. Si usted no tiene a Dios, no tiene casa. Una persona que no ha sido salva no puede sentirse en casa, pues la verdadera casa del hombre es Dios. ¿Cuál es la casa de Dios? El hombre. La casa del hombre es Dios, y la casa de Dios es el hombre. Cuando el hombre se separa de Dios, tanto Dios como el hombre quedan sin morada. Por ejemplo, un divorcio afecta tanto al esposo como a la esposa. No podemos decir que la esposa se divorcia y el marido no. Por tanto, cuando el hombre no tiene dónde morar, tampoco Dios tiene morada, pero cuando nosotros estamos en casa, Dios también tiene casa. Cuando Dios viene a ser nuestra casa, nosotros nos convertimos en Su casa. Aquella noche en Génesis 28, Jacob estaba separado de Dios, y tanto él como Dios se encontraron sin morada. Por no tener casa, Jacob tampoco tenía descanso. Una persona sin hogar carece de descanso. El hogar es agradable porque nos trae reposo. Frecuentemente, después de un largo viaje, digo al regresar a casa: “Alabado sea el Señor, porque estoy en casa”. Esto significa que puedo descansar. Pero aquella noche, Jacob y Dios se encontraban sin hogar y sin reposo.

b) La piedra

  Vimos que Jacob tomó una piedra y la puso por cabecera. Durante años no entendía qué significaba eso. Aunque no podemos entenderlo según lo dicho externamente, sí lo podemos entender conforme a nuestra experiencia interior. Antes de ser salvos, no teníamos reposo. Siempre sentíamos que estábamos en el aire o en el fondo del mar. No había nada firme que nos sostuviera o nos mantuviera. Por muy rico que usted haya sido, su dinero no podía apoyarlo. Por el contrario, lo privaba de la paz y del descanso. Antes de ser salvos, no teníamos un apoyo sólido, independientemente de si éramos viejos o jóvenes, hombres o mujeres. Sin embargo, un día fuimos salvos y algo sucedió dentro de nosotros. Lo que hemos experimentado en lo profundo de nuestro ser produjo algo que se convirtió en nuestro sólido apoyo. Quizá hayamos pasado por dificultades después de ser salvos. No obstante, en lo profundo de nuestro ser, sentimos la seguridad de que había una roca sólida sobre la cual podíamos descansar. Esta roca sólida es la naturaleza misma, el elemento mismo, de Cristo, forjado en nuestro ser.

  Nosotros fuimos hechos del polvo de la tierra (2:7). Romanos 9 indica que somos vasijas de barro, y no de piedra. Si yo hubiera estado en el lugar de Jacob, me habría hecho una almohada de barro y habría descansado sobre ella. No obstante, a los ojos de Dios, el lodo jamás puede ser nuestro descanso. Nuestra vida humana, nuestra vida y ser naturales no pueden ser nuestro descanso, no importa cuánta sea nuestra educación ni cuál sea nuestra posición. Si no tenemos la naturaleza divina en nosotros, somos simplemente barro. El barro no puede ser un apoyo sólido. Ninguno de nosotros encontró descanso antes de ser salvo. En aquel día, algo divino, algo de Cristo, fue forjado en nosotros y se convirtió en el apoyo sólido dentro de nosotros. Este es nuestro descanso, nuestra almohada. Nuestra almohada es el elemento divino, Cristo mismo, forjado en nuestro ser. Al emprender nuestro viaje humano, de repente tuvimos un sueño en el cual Cristo mismo fue forjado en nosotros. La naturaleza de Cristo es la roca que se forjó en nuestra naturaleza de barro. Por consiguiente, tenemos una roca sobre la cual podemos reclinar la cabeza.

  A menudo los incrédulos han dicho de los cristianos: “He observado que en tiempos difíciles ustedes tienen paz por dentro. ¿Por qué yo no la tengo?” La razón por la cual los incrédulos no tienen paz es que no tienen el elemento divino en ellos. Sólo tienen el barro, el elemento humano caído. Si usted desea conocer lo malo que es el barro, derrame agua sobre él. En breve, se convertirá en lodo. No obstante, cuanto más vierte usted agua sobre una piedra, más limpia y brillante se vuelve. Deje que vengan las dificultades; ellas son agua que limpia. Cada problema por el cual pasa un cristiano es semejante al agua que limpia. Le doy gracias a Dios porque he sido limpio por las dificultades muchas veces. Esté preparado a ser limpiado. Desde el día en que fuimos salvos, hemos tenido una piedra sobre la cual podemos reclinar la cabeza. Por muy profunda y oscura que sea la noche, podemos apoyar la cabeza sobre esta piedra. Dudo que otro escrito cristiano mencione que la piedra de Génesis 28 representa el elemento divino, forjado en nuestro ser para convertirse en la almohada de nuestra vida humana. Los incrédulos no tienen esta almohada. Su almohada es el barro vil de la naturaleza humana. Sin embargo, nuestra almohada es una piedra, el elemento divino, Cristo mismo, quien ha sido forjado en nosotros. Cuanto más dificultades enfrentamos, más necesitamos esta almohada. Aparentemente, una piedra no sirve para descansar. Pero según nuestra experiencia, nos proporciona un buen descanso. Esta piedra no es el Cristo objetivo, el Cristo que se encuentra lejos de nosotros, sino el Cristo que ha sido forjado en nuestro ser, el Cristo subjetivo sobre el cual podemos reclinar la cabeza. Este es el Cristo que se convierte en nuestra experiencia, Aquel cuyo elemento divino ha sido forjado en nosotros. Este Cristo es la almohada de nuestra vida humana. ¡Alabado sea el Señor por esta almohada!

  Después de este sueño, Jacob erigió la piedra como columna (28:18). La piedra sobre la cual reclinamos la cabeza debe convertirse en un material con el que edificamos. Antes de entrar en la vida de iglesia, no entendíamos eso. Pero ahora, después de entrar en la iglesia, nos damos cuenta de que la piedra sobre la cual apoyamos la cabeza para descansar debe convertirse en una columna, o sea que la piedra debe convertirse en el material del edificio de Dios. Alabado sea el Señor porque fuimos salvos y estamos descansando. Sin embargo, ¿qué diremos del descanso de Dios? El no puede descansar hasta que la piedra sobre la cual apoyamos la cabeza haya sido erigida a fin de ser una columna para Su edificio. Dios no alzará esta columna; debemos hacerlo nosotros. Nuestra almohada debe ser erigida para ser una columna. En otras palabras, la experiencia que tenemos de Cristo debe convertirse en una columna.

  Aparte de nosotros, no creo que los demás cristianos sepan que la experiencia que tienen de Cristo debe ser erigida como una columna. Antes de entrar en la vida de iglesia, no erigimos ninguna columna. Pero después de entrar en la vida de iglesia, día tras día, erigimos la experiencia que tenemos de Cristo para hacer una columna. Ya no es simplemente una almohada sino una columna. No es simplemente cuestión de descanso, sino del edificio de Dios para reposo Suyo. ¿Es el Cristo que usted ha experimentado simplemente su descanso, o es el material con el que se edifica la casa de Dios? La respuesta puede ser demostrada por nuestra experiencia. Primero, reclinamos la cabeza sobre Cristo y hallamos reposo. Finalmente, convertimos la experiencia que tenemos de Cristo en una columna, en el material del edificio de Dios. Todo lo que hemos experimentado de Cristo debe convertirse en el material con el que se edifica la casa de Dios. En otras palabras, lo que ha sido nuestra almohada debe convertirse en una columna. ¿Qué tiene usted ahora, una almohada o una columna?

  Entre la mayoría de los cristianos no hay ninguna edificación, porque sólo tienen, cuanto mucho, una almohada mas no una columna. Antes de entrar en la vida de iglesia, nosotros también teníamos solamente una almohada para descansar. Pero al poco tiempo de entrar en la iglesia, alzamos la experiencia que teníamos de Cristo como una columna y se convirtió en material útil a la casa de Dios. Hace cuarenta y cinco años, mi almohada fue erigida como una columna; ya no es simplemente una almohada bajo mi cabeza, sino una columna de la edificación de la casa de Dios. Una almohada sirve para nuestro reposo, pero Dios necesita una casa en la cual descansar. ¿Cómo puede edificarse esta casa? Simplemente al convertirse nuestra almohada en columna. Primero tenemos la piedra, luego el edificio.

c) El aceite derramado sobre la piedra

  Jacob no sólo alzó la piedra como columna, sino que también derramó aceite sobre ella (28:18). Muchos cristianos hablan del bautismo del Espíritu Santo. No necesitamos hablar mucho al respecto. Cuando usted alce su almohada para que se convierta en una columna, el aceite será vertido sobre ella. ¡Qué maravillosa experiencia del aceite hemos tenido desde que entramos en la vida de iglesia y nuestra almohada fue erigida y se convirtió en una columna! ¡Qué maravillosa experiencia más grandiosa del Espíritu Santo! Puedo testificar que cuando digo: “Almohada, álzate”, experimento el derramamiento del Espíritu Santo. He experimentado el bautismo del Espíritu Santo muchas veces. Cuando su almohada sea erigida, el aceite será derramado. No digo eso en vano. Esto puede ser demostrado con nuestra experiencia. Cuando decimos: “Señor Jesús, te amo”, puede ser que estemos entusiasmados. No obstante, cuando vamos más allá, y decimos: “Señor Jesús, amo a Tu iglesia”, nos entusiasmamos tanto que a duras penas nos podemos contener. Algunos cristianos nos condenan diciendo que hacemos de la iglesia algo más importante que Cristo. ¿Por qué hablamos tanto de la iglesia? Porque cuanto más hablamos de ella, más nos entusiasmamos. A todos los estadounidenses les gustan los postres, como por ejemplo los helados, las tortas y los pasteles. La vida de iglesia es como un postre. Si usted quiere solamente a Cristo sin la iglesia, su comida será como unas rebanadas de pan. Es sólido, pero no es un postre. La vida de iglesia es el mejor postre, un postre aun más grande que la comida. Esta es la razón por la cual a quienes están en la iglesia les gusta decir: “Amén, Señor. Te amo a Ti y amo a la iglesia. Soy incondicional para con Cristo y para con la iglesia. Me consagro a Cristo y a la iglesia”. Cuando la almohada es erigida como una columna, es plenamente bautizada. Este es el verdadero bautismo del Espíritu Santo. En Juan 1 también tenemos el bautismo, la piedra y el sueño de Jacob (vs. 33, 42, 51).

d) La casa de Dios

  Después de que el aceite fue derramado sobre la columna, ésta se convirtió en la casa de Dios. Cuando decimos: “Señor Jesús, te amo y amo a la iglesia”, el resultado es la casa. Antes de entrar en la iglesia, éramos individualistas. Pero desde que entramos en la iglesia y empezamos a dar testimonio de cuánto amamos a la iglesia, descubrimos que cada vez que somos individualistas, perdemos el postre. En lugar del postre, tenemos una medicina amarga. Cuando usted disfruta de la vida maravillosa de iglesia, tiene postre todos los días. Pero cuando tiene una pequeña medida de individualismo, empieza a probar la medicina amarga. Ni siquiera tiene uno que ser individualista. Si simplemente dice que no le agrada cierto hermano, sentirá un sabor amargo. Si usted dice: “La vida de iglesia es maravillosa, pero no me cae bien esa hermana”, no habrá postre. A veces, tenemos una medicina azucarada. No obstante, al rato, el azúcar se diluye y gustamos la amargura.

  La auténtica experiencia de Cristo nos convierte en material de edificación, y este material tiene su consumación en la edificación de la casa de Dios. Allí Dios halla reposo y satisfacción, y allí también nosotros encontramos descanso y satisfacción. El sueño de Jacob se cumplió primeramente cuando los hijos de Israel erigieron el tabernáculo después de ser libertados de Egipto. Esa fue la primera casa que Dios tuvo entre los hombres, el primer cumplimiento del sueño de Jacob. El tabernáculo indicaba que Dios y el hombre habían hallado reposo, y que la morada de Dios sobre la tierra era la satisfacción y el descanso para Dios y para el hombre. Después de que los hijos de Israel construyeron el templo en la buena tierra, Dios tuvo una casa más sólida en la tierra. Luego, en el Nuevo Testamento, vemos a la iglesia como la casa de Dios (1 Ti. 3:15). Finalmente, en el cielo nuevo y en la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será la morada eterna de Dios (Ap. 21:1-3). Allí Dios y nosotros tendremos un reposo eterno y disfrutaremos de una satisfacción eterna. Ahora todos estamos en el cumplimiento del sueño de Jacob. No sólo tenemos la piedra y la columna, sino también la casa. De hecho, somos la casa (He. 3:6). Esta casa se compone de lo divino y lo humano; está compuesta del Dios Triuno y los seres humanos. Aquí vemos que la casa se convierte en el reposo de Dios y del hombre. Ahora no estamos solamente en el sueño sino en el cumplimiento del mismo. Alabado sea el Señor por la piedra, la columna, la casa y el aceite. En la vida de iglesia experimentamos estos cuatro elementos.

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