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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 73

Bajo la mano de Dios

(7)

  Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios (2 Ti. 3:16), y toda la Biblia es un libro de vida. ¿Cree usted verdaderamente que Gn. 31, el capítulo que vamos a examinar en este mensaje es el aliento de Dios? Cuando yo era joven, pensaba que cada palabra y cada frase contenida en Efesios ciertamente era inspirada por Dios, pero no valoraba Génesis 31 de la misma manera. ¿Cree usted que este capítulo contiene la Palabra de vida? Este capítulo no menciona la vida. Menciona el hurto de ciertos ídolos de una casa y contiene una conversación diplomática. ¿Es ésta la palabra de vida? Si queremos ver de qué manera Génesis 31 es la palabra de vida, debemos considerarlo a la luz de toda la Biblia.

  En Génesis 28 mientras Jacob caminaba hacia la casa de Labán, tuvo un sueño. La importancia de ese sueño radica en que revela que Dios anhela tener una casa sobre la tierra y que Su intención era convertir a quien había llamado en una piedra, el material para Su edificio. ¿Es el Jacob revelado en Génesis 31 el material adecuado para la edificación de la casa de Dios? No, cuando él recibió el sueño, no era un caballero sino un hombre artero. ¿Cree usted que un hombre astuto como Jacob podía convertirse en el material precioso para la edificación de la casa de Dios en la tierra? Si usted contesta afirmativamente, da a entender que usted reconoce que se parece a Jacob. Todos somos como Jacob. Sin embargo, el Jacob sagaz es designado como material para la edificación de la casa de Dios. Este capítulo revela que por medio de la disciplina de Dios, este hombre suspicaz puede convertirse en material para la morada de Dios. Este capítulo es la continuación del relato que describe cómo Dios quebranta a Su escogido. Este capítulo es sin duda la palabra de vida pues nos da una visión de la disciplina que Dios aplicó a Jacob.

  Jacob vivió con Labán veinte años. En Génesis 31:7 Jacob dijo que Labán había cambiado su salario diez veces. El número diez representa la consumación de cierta prueba. Jacob parecía decir: “Labán no ha cambiado mi salario nueve veces sino diez. El me ha perjudicado hasta el colmo”. El número veinte, el doble del número de consumación, se compone de dos multiplicado por diez. Dios puso a Jacob bajo la mano de Labán durante veinte años a fin de que Jacob fuese probado al máximo. No obstante, después de estos veinte años, vemos en Génesis 31 que Jacob todavía no era una persona totalmente transformada. Podríamos considerar que eso es algo desalentador, y decir: “Si el proceso de transformación no puede concluirse en veinte años, ¿entonces cuánto tiempo se necesitará? El Señor podría regresar antes de completarse este proceso”. No obstante, si usted compara el Jacob de este capítulo con el Jacob de algún capítulo anterior, verá que sin duda él ha experimentado algo de transformación. Después de pasar veinte años con Labán, se produjo un gran cambio en Jacob. Al principio de estos veinte años, él era una persona que suplantaba, pero al final de ese lapso, había sido transformado por lo menos hasta cierto punto. Cuando leemos el capítulo treinta y uno, vemos que el Jacob astuto había sufrido un cambio notable. No obstante, aunque tenía algo de transformación, en este capítulo él sigue siendo bastante natural.

  Quizá usted se haya preguntado cómo revela este capítulo lo natural que era Jacob. Jacob tenía miedo de Labán, probablemente porque se había dado cuenta de que no lo podía vencer. Jacob reconoció que no podría lograrlo. Esta es la razón por la cual huyó de él. Si hubiera sido valiente y hubiera tenido la certeza de poder vencer a Labán, no habría huido. Por el contrario, él habría dicho: “Labán, me has tratado duramente. Ahora me voy. Hasta luego”. Jacob no se atrevió a hacer esto, sino que se escabulló. Mientras Labán perseguía a Jacob, Dios le habló en un sueño la noche antes de que lo alcanzara, en el cual le dijo: “Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente” (v. 24). Labán era más astuto que Jacob, pero en aquella ocasión, Dios le obligó a ser honesto. Labán también le contó a Jacob lo que Dios le había dicho: “Poder hay en mi mano para haceros mal; mas el Dios de tu padre me habló anoche diciendo: Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente” (v. 29). Si yo hubiese estado en lugar de Labán, jamás le habría contado eso a Jacob. No obstante, Labán fue lo suficientemente necio como para decírselo. Jacob dijo, después de reprender a Labán por inspeccionar sus posesiones: “Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y te reprendió anoche” (v. 42). Jacob parecía decir: “Labán, tienes poder en tu mano, pero yo tengo a Dios conmigo. Tu poder no puede vencer a mi Dios”. Jacob se fortaleció ante Labán, por lo que éste le había contado. Esta fue una reacción del hombre natural de Jacob. Si Jacob hubiese sido verdaderamente espiritual, cuando Labán relató su sueño, habría dicho simplemente: “Alabado sea el Señor. Oh Señor, gracias”. Jacob pudo haber dicho: “Labán, puesto que el Dios de mi padre te ha hablado, ya no necesito decir nada. Que El sea alabado”. Pero aun si Jacob hubiese dicho eso, habría expuesto la cola de su hombre natural. Si no hubiera quedado ni la cola del hombre natural, él no habría dicho otra cosa que: “Alabado sea el Señor, tío Labán”. Y luego se hubiera vuelto al Señor y habría dicho: “Oh Señor te alabo, cuánto te agradezco porque estoy en Tus manos”. Después de oír como Dios habló a Labán, y le exhortó a no hacer ningún mal a Jacob, éste tuvo el valor de reprender a Labán cara a cara, recordándole cómo él había inspeccionado sus pertenencias, cómo lo había obligado a cargar con la pérdida de todo lo robado, y cómo había cambiado su salario diez veces (vs. 36-41). Jacob parecía decir: “Mira lo que me has hecho. Te serví durante veinte años y me has cambiado el salario diez veces. Ahora has registrado todas mis cosas y no has encontrado nada. ¿Qué significa esto?” Aunque eso tiene apariencia de franqueza, es la franqueza del hombre natural. Aquí Jacob es revelado no como un hombre malo ni como un hombre astuto sino como un hombre natural. Esto indica que Jacob todavía no había sido completamente transformado.

  Antes del capítulo treinta y dos, la Biblia no menciona ninguna ocasión en la que Jacob hubiera orado. En Génesis 32:3-4 Jacob mandó mensajeros a Esaú, indicándoles que se dirigieran a Esaú como señor. Los mensajeros volvieron adonde estaba Jacob, y dijeron: “Vinimos a tu hermano Esaú, y él también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él” (32:6). Cuando Jacob oyó esta noticia, tuvo miedo y oró al Señor al respecto. El temía que Esaú planeara matarlo a él y a su familia, y eso lo obligó a orar. Según el relato de Génesis, ésta es la primera vez que vemos a Jacob orar. Antes de eso, Jacob no oraba porque siempre se salía con la suya. Cuando huyó de Labán, usó su habilidad, y habló a sus esposas con un tono persuasivo y las convenció de que se pusieran de su lado en contra de su padre. Jacob no era un buen guerrero como Esaú, pero indudablemente sabía usar las palabras.

  El relato de Génesis 31 expone nuestra situación, pues nos presenta un cuadro exacto de lo que somos. Esta es ciertamente la palabra de vida. Este capítulo no menciona la palabra de vida, pero aquí se encuentra la vida misma contenida en el Evangelio de Juan, el evangelio de vida. En Juan 10:10 el Señor Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. La manera de tener una vida abundante se encuentra en Génesis 31, y no en Juan 10. Génesis 31 es una revelación de nuestro ser.

  Durante los años de mi ministerio, he visto muchos problemas entre cónyuges, y en muchos casos me han pedido que sea mediador entre el esposo y la esposa. Las hermanas que me ha pedido que intervenga entre ellas y sus esposos han esperado que después de que yo ore por sus maridos, éstos se conviertan en ángeles. Muchos de nosotros todavía tenemos este concepto. Algunas hermanas quizá piensen: “Es lamentable la condición de mi marido. Ciertamente si los ancianos y las hermanas notables oran por él, el Señor lo convertirá en un ángel. Si mi marido no puede ser un anciano de la iglesia, por lo menos podría ser un diácono”. El Señor ciertamente contestará esta oración, pero no lo hará según nuestro parecer, sino como a El le plazca. El camino del Señor no es mágico. No espere que en un día su marido se convertirá en un ángel ni que usted podrá testificar al respecto en la siguiente reunión de la iglesia.

  Muchos de ustedes han estado en la vida de iglesia durante muchos años. Quizá usted haya orado por sí mismo, pidiendo al Señor que lo transforme. ¿Ha sido usted transformado? Usted debe reconocer que todavía sigue en una condición muy natural. En las reuniones todos aparentamos ser transformados, pero ¿cómo se comporta usted en la cena con su esposa? Muchos de nosotros debemos admitir que somos exactamente iguales al Jacob de Génesis 31. Alabo al Señor porque se ha producido un cambio significativo en muchos santos en el transcurso de los años. No obstante, ¿dónde está usted ahora, en Génesis 48 ó en Génesis 31? Usted debe reconocer que, a lo sumo, se encuentra en el capítulo treinta y uno. No podemos obtener la madurez de vida, la transformación de vida, de un día para otro, ni siquiera en un plazo de algunos años. Esto es un asunto que dura toda la vida; no crece como los hongos.

  Si usted estudia la biografía de Jacob, se dará cuenta de que aun estando cuando él en el vientre de su madre, Dios empezó a quebrantarlo. La vida natural de Jacob se dio cuenta de que había dos personas en el vientre. Aun cuando hizo lo imposible por nacer primero, Dios permitió que su hermano saliera antes que él. Desde entonces, en los subsecuentes capítulos, vemos la lucha de Jacob. Sin embargo, al final del libro de Génesis, se acaba la lucha de Jacob. Cuando Jacob adoró a Dios, las manos que antes suplantaban ahora se apoyaban sobre el extremo de su bordón, la señal de su vida peregrina sobre la tierra (He. 11:21). Al final de Génesis, Jacob había sido totalmente transformado. Su transformación terminó solamente al final de su vida. La transformación requiere toda una vida. No se imagine que se puede terminar en unos cuantos años. Yo creo que cada día y a cada hora se produce algo que propicia nuestra transformación. No obstante, esto requiere mucho tiempo. El relato acerca de Jacob ocupa más de la mitad de los cincuenta capítulos de este libro. Y es el largo relato de una vida que va siendo transformada. El Señor Jesús nos puede salvar instantáneamente; podemos consagrarnos rápidamente, y hasta podemos entrar muy pronto en la vida de iglesia. Pero se necesita mucho tiempo para la transformación. Debemos pasar por muchos altibajos. A veces, en un solo día podemos pasar por tres altibajos. Este es nuestro ser natural, nuestra vida natural.

  Jacob es el prototipo que hallamos en la Biblia en cuanto a la elección y la transformación que Dios efectúa. Romanos 9 nos lo dice. Sin embargo, a lo largo de las generaciones, pocos cristianos han visto esto, pues pensaban que los capítulos acerca de la historia de Jacob eran simplemente narraciones interesantes. Pocos cristianos ven estos capítulos como el relato del modelo de una vida transformada.

12) Las circunstancias de Jacob cambian

  En el capítulo treinta y uno las circunstancias de Jacob cambian repentinamente. Sus primos lo envidian (v. 1), y el semblante de su tío cambia para con él (v. 2). Este cambio redundó en el bien de Jacob. En dicho capítulo Jacob está en medio del proceso de transformación. Dios prepara soberanamente todas las cosas para nuestra transformación. Debemos creerlo. En Génesis 31 nada se dejó al azar; todo fue planeado de antemano. Por la soberanía de Dios, Labán tuvo muchos hijos. Anteriormente, yo pensaba que habría sido mejor para Jacob que Labán no hubiese tenido hijos ni hijas. Sin embargo, Labán tuvo muchos hijos. En el transcurso de los veinte años que estuvo Jacob con Labán, éste y sus hijos consideraron a Jacob de beneficio para ellos. Labán reconoció que la estancia de Jacob con él había sido una bendición (30:27). No obstante, Génesis 31:1 afirma que “oía Jacob las palabras de los hijos de Labán, que decían: Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre, y de lo que era de nuestro padre ha adquirido toda esta riqueza”. Este es un hecho. Según el relato de Jacob, Dios le reveló en un sueño cómo había tomado las ovejas de Labán y se las había dado a él (31:11-12). En el transcurso de los años, los hijos de Labán vieron los rebaños de su padre disminuir y los de Jacob aumentar. Llegó el momento en que, por tener envidia de Jacob, no pudieron tolerar más esa situación. Esto no fue una casualidad. Al mismo tiempo, “miraba también Jacob el semblante de Labán, y veía que no era para con él como había sido antes” (v. 2). Durante los últimos veinte años, el semblante de Labán quizá haya sonreído a Jacob porque éste le era una fuente de ganancias. Pero después de que Labán se dio cuenta de que Jacob había dejado de ser una ganancia, su semblante cambió para con él. Cuando alguien vea que usted ya no le produce tanta ganancia, el semblante de esta persona cambiará para con usted. No se imagine que la gente es realmente buena con usted. Todo el mundo es egoísta y vive para sí. Jacob, después de permanecer con Labán catorce años, le dijo que iba a marcharse (30:25-26). En realidad, es posible que no haya tenido intención de irse. Quizá ésa no haya sido más que su técnica para conseguir algo de Labán. Este vio claramente que la bendición de Dios estaba con Jacob y no quería que se marchara. Por consiguiente, negociaron y se pusieron de acuerdo sobre las condiciones con las cuales Jacob podría quedarse más tiempo con Labán. No obstante, después de varios años, Labán se dio cuenta de que todo el incremento se encontraba en el lado de Jacob, y por tanto, cambió de semblante para con él. También esto lo había planeado Dios de antemano. Ya era tiempo de que Jacob regresara, y por esta razón, Dios permitió que sus primos expresaran esta actitud y que Labán cambiara de semblante.

  Jacob debe haber considerado seriamente si se quedaba o se marchaba. En ese momento, Dios intervino y le dijo a Jacob: “Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (v. 3). Si Jacob hubiese sido una persona completamente transformada, habría alabado inmediatamente al Señor y le habría dicho que confiaba en Su clara orientación. Pero Jacob no oró, sino que llamó a sus dos esposas adonde estaba su rebaño, pues no se atrevió a hablar con ellas en presencia de su tío. Pero después de hablarles acerca del cambio de circunstancias, ellas aceptaron dejar a su padre (vs. 4-16). Estos cambios en las circunstancias de Jacob fueron predispuestos por Dios.

13) Jacob huye de Labán

  Todos los cambios en el entorno de Jacob indicaban que él debía regresar a casa. Efectivamente Jacob se marchó, pero no con nobleza. ¿Cree usted que Jacob huyó de Labán de manera correcta? No, él se escabulló. Sin embargo, ¿qué habría sucedido si él no hubiera actuado así? Labán habría ejercido su poder para retener a sus hijas, a sus siervas y a todos los hijos de Jacob. Es probable que le hubiera dicho a Jacob: “Jacob, si quieres irte, vete, pero debes dejar a todas las personas y todo lo demás conmigo”. Jacob se escabulló porque temía eso.

  La manera de marcharse de Jacob fue incorrecta, pero Dios permitió que sucediera así. Jacob, siendo todavía inmaduro, tenía un punto débil. ¿Por qué no puso Jacob su confianza en Dios? Puesto que Dios es poderoso y todo lo puede, Jacob debió confiar en El en cuanto a la protección de sus esposas y sus hijos. Es fácil hablar de la confianza que debemos tener en Dios, pero no es fácil practicarla. La confianza en Dios no es un asunto doctrinal. Si usted hubiese estado en el lugar de Jacob, ¿se habría atrevido a presentarse delante de Labán y decirle: “Tío Labán, me voy”? No es fácil hacer esto, pues se necesita la madurez de vida y cierta medida de fe. Si queremos tener la medida necesaria de fe, necesitamos crecer en vida. No obstante, Jacob carecía de esto. Yo no censuro a Jacob, sino que lo comprendo. Con frecuencia también nosotros hemos sido puestos en situaciones donde no teníamos otra alternativa que escapar o escabullirnos. Sería fácil reprender a Jacob por no haberse despedido de Labán públicamente de una manera honorable y noble. No obstante, si nos examinamos a nosotros mismos, veremos que en muchas ocasiones hemos hecho cosas sin avisar a nuestro cónyuge.

  En este capítulo se nos dice que Jacob engañó, o robó, el corazón de Labán (v. 20). Mientras Jacob robaba el corazón de Labán interiormente, Raquel hurtaba los ídolos de la casa exteriormente (v. 19). Inclusive entre los que temían a Dios todavía había ídolos. Estos no eran los ídolos del templo sino ídolos caseros, ídolos que ellos adoraban en casa. Raquel los robó porque los consideraba muy importantes, y por esta misma razón, Labán los buscaba. No se imagine que Jacob tenía una familia justa porque él era un santo a quien Dios había llamado. Aparentemente algunos de nosotros tenemos una familia digna, pero Dios sabe que seguimos teniendo algunos ídolos caseros. Si la Biblia no hubiese mencionado estos ídolos, nadie habría creído que Labán o Jacob tuviese ídolos en su familia. No obstante, hasta la debilidad de Jacob al robar el corazón de Labán fue permitido por Dios.

  Todos cometemos errores, pero Dios jamás se equivoca. Sin lugar a dudas, la huida de Jacob no fue nada noble, pero hasta eso fue hecho con el permiso de Dios. No lamente sus errores, pues aun éstos colaboran para su transformación. Ninguno de nosotros es totalmente honesto, noble, fiel ni justo. Sólo el Señor Jesús lo es. Todos tenemos nuestros puntos vulnerables, nuestras debilidades naturales. Jacob huyó de Labán porque era débil en la fe y en la disposición a sacrificarse. Quizá Jacob debía haber dicho: “Por mucho que pierda, aun mi vida, debo ser honesto delante de Dios”. Es fácil decir eso, pero intente practicarlo. Cuando llegue el momento, usted también huirá y robará el corazón de la otra persona. Todos nuestros errores, aun nuestras malas acciones, se encuentran bajo la soberanía de Dios, y El usa todo ello para transformarnos. Por supuesto, no les estoy alentando a cometer errores. Espero que ustedes no cometan ningún error. Hace cuarenta años, yo exhortaba a la gente a no cometer errores. Pero ya no hago eso, porque me doy cuenta de que es una insensatez. Por mucho que les aliente a no cometer errores, ustedes seguirán cometiéndolos. Nadie desea cometer equivocaciones. Puedo testificar que día tras día y año tras año, he orado al Señor para que me guarde de cometer errores. Aborrezco los errores y no tengo ninguna intención de cometerlos, pero sigo cometiendo errores garrafales. ¿Entonces de qué sirve exhortar a los demás a no cometer errores? Si yo fuese un maestro de ética, les recomendaría que no erraran. Pero yo no soy un maestro de ética. Soy alguien que les ayuda a ser transformados.

  Dios usará nuestros errores para transformarnos. Puedo testificar que si no hubiera cometido ciertos errores, no habría sido tan transformado como lo estoy ahora. La transformación más grande en mi vida ha surgido de mis equivocaciones. No hay nada que me moleste más que mis errores. Cada vez que pienso que tengo razón, el Señor me permite cometer un error. Nuestros errores son los que más nos ayudan a ser transformados. No estoy diciendo que debemos hacer males para que venga bienes. En absoluto; si usted comete errores adrede, éstos no lo ayudarán en su transformación. Lo deprimirán y lo condenarán. Sin embargo, al hacer todo lo posible por evitar errores, podemos orar: “Oh Señor, guárdame en Tu presencia y jamás permitas que me equivoque. Señor, temo y tiemblo en Tu presencia”. Inclusive cuando oremos así, después de cierto tiempo, podemos cometer un error, y el Señor lo usará en Su soberanía para nuestra transformación.

14) Labán persigue a Jacob

  Ya vimos que Labán persiguió a Jacob y lo alcanzó (vs. 22-55). Labán podía perjudicar a Jacob, pero Dios le advirtió en un sueño que no le hiciera nada (v. 24). Aunque Labán no podía hacer nada, hizo lo que todos los seres humanos hacen: se quejó. El expresó su ira al quejarse por la huida de Jacob (vs. 26-29). Quejarse es la mejor manera de desahogar la ira. Luego, Labán acusó a Jacob de haber robado sus ídolos (vs. 30-35), y cuando éstos no fueron hallados, Jacob reprendió a Labán por su mal trato (vs. 36-42). Después de eso, Labán fue subyugado y, como era astuto, cambió de actitud e hizo un pacto de paz con Jacob. Este es un buen ejemplo de diplomacia humana.

  Este capítulo revela que no se puede confiar en ningún hombre. En el capítulo veintisiete Rebeca, la madre de Jacob, pensaba que Labán sería una protección y que ayudaría a su querido hijo Jacob. Por consiguiente, ella mandó a Jacob a casa de su hermano. Pero considere lo que hizo Labán a Jacob. No se puede confiar en ningún ser humano, ni aun en nuestros parientes más cercanos. Jamás confíe en un ser humano. Si nosotros nos damos cuenta de que somos los llamados de Dios y de que estamos pasando por Su proceso de transformación, debemos ser conscientes de que todo está en las manos de Dios. No significa esto que nadie sea digno de fiar. Si bien es cierto que no debemos confiar en ningún ser humano, debemos agradecer al Señor porque todos los que nos rodean están bajo la mano soberana de Dios por nuestro bien. Usted pensará que tiene un tío fiel y en quien puede confiar. No obstante, este tío no le ayudará en su transformación. Si leemos este capítulo repetidas veces, podemos ver que no debemos confiar en nadie ni culpar a nadie. Si nuestro tío es honesto o no, debemos decir: “Alabado sea el Señor. Dios es soberano. Yo no estoy en la mano de mi tío, sino en la mano soberana de Dios. Aun mi tío, en quién no se puede confiar, está en la mano de Dios por causa de mi transformación”. Todos debemos ver eso y saber que nada de lo que nos rodea es digno de fiar. No confíe en nada ni en nadie ni en ningún asunto. Todas las cosas y las personas que están a nuestro alrededor constituyen un instrumento que Dios usa en Su soberanía para transformarnos. Si por el bien de su transformación, usted necesita una persona honesta, Dios le dará una persona honesta. Pero por lo general necesitamos a un Labán, y unos primos como los hijos de éste. No se queje; más bien agradezca al Señor por todos, y dígale: “Señor, te agradezco por todos mis primos; y te agradezco por mi tío y también por mis debilidades”. Alaben al Señor porque hasta nuestras debilidades son un medio que El usa para transformarnos.

  En la escena descrita en este capítulo, la persona crucial es el Dios invisible con Su mano invisible. Este capítulo no es simplemente una historia de la vida humana, sino la revelación del Dios que transforma y Su mano transformadora. Todos debemos ver a Dios revelado en este capítulo. El personaje crucial no es ni Labán ni Jacob, sino el Dios escondido que prepara soberanamente nuestras circunstancias para nuestra transformación. En este capítulo Dios está escondido pero alerta, y sabe en qué momento exacto debe intervenir y hablar a Jacob o a Labán. El cumple todo lo que desea hacer. Por consiguiente, aquí la persona crucial es el Dios soberano y transformador. Si vemos este cuadro, descansaremos en El, y creeremos que está bien lo que somos y adondequiera que vayamos porque nos encontramos bajo la mano soberana del Dios que nos transforma.

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