Mensaje 80
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Vimos que muchas semillas cruciales de la verdad están sembradas en el libro de Génesis. La casa de Dios, Bet-el, es una de ellas. No obstante, pocos cristianos saben en qué consiste experimentar la casa de Dios. Indudablemente, muchos saben que, según el Nuevo Testamento, la casa de Dios denota la iglesia (1 Ti. 3:15). Sin embargo, ¿dónde está la vida práctica y adecuada de iglesia? Hay millones de cristianos en la tierra, pero pocos experimentan la verdadera vida de iglesia. Muchos se sientan simplemente en la congregación durante el culto dominical y escuchan a un ministro o a un pastor. Pero ésa no es la vida práctica y apropiada de iglesia que revela la Biblia. La Biblia enseña que en la verdadera vida de iglesia todos los salvos deben ser miembros que viven y actúan. Todos los miembros del Cuerpo de Cristo deben ejercer su función. Los miembros no solamente ejercen su función, sino que también viven juntos para expresar a Dios en Cristo diariamente de una manera viva. Esta es la vida práctica de iglesia revelada en la Biblia. Las verdades relacionadas con esta vida fueron sembradas en Génesis.
Antes del capítulo treinta y cinco, Dios era llamado el Dios de cierta persona, por ejemplo, el Dios de Abraham o el Dios de Isaac. El era el Dios de individuos. Pero en 35:7, tenemos “El-bet-el”, el Dios de la casa de Dios. Ya deja de ser simplemente el Dios de algunos individuos; ahora es el Dios de un cuerpo, de una entidad colectiva: la casa de Dios. Muchos cristianos solamente experimentan a Dios como su Dios individual. Pocos le experimentan como el Dios de la casa de Dios. ¿Qué tanto ha experimentado usted de Dios como el Dios de una entidad corporativa? Todos debemos experimentar a Dios de esta manera, pues El no es sólo el Dios nuestro individualmente, sino el Dios de la casa de Dios. Existe una gran diferencia entre ambas cosas.
En Génesis 35 vemos un cambio crucial y radical. No obstante, son pocos los hijos de Dios que dan importancia a ello. Leen este capítulo repetidas veces sin reconocer el cambio radical que contiene. Antes de este capítulo, Dios era el Dios de algunos individuos. El era el Dios de Abel, el Dios de Enós, el Dios de Enoc, el Dios de Noé, el Dios de Abraham y el Dios de Isaac. Pero aquí El deja de ser solamente el Dios de unos individuos, para ser El-bet-el, el Dios de la casa de Dios. En hebreo “El” significa Dios. En el título “El-bet-el”, la palabra hebrea que significa Dios se usa dos veces, tanto al principio como al final. En cierto sentido, el Dios de la casa de Dios es doble. Debemos reconocer que todavía no tenemos mucha experiencia de esto; aún así, le damos gracias al Señor porque después de entrar en la vida de iglesia, hemos experimentado el hecho de que Dios es el Dios de nosotros como cuerpo, como entidad colectiva. En la vida de iglesia experimentamos a Dios de manera corporativa y no sólo individualmente. Todos podemos testificar que el Dios que experimentamos en la vida de iglesia es mucho mejor y más dulce que el Dios que experimentamos en nuestra vida individual. Esta es la razón por la cual nos gusta dedicar más tiempo a la vida de iglesia. Individualmente, podemos experimentar al Dios de Abraham o al Dios de Isaac, pero no al Dios de Bet-el. Sólo podemos experimentar al Dios de la casa de Dios en la vida de iglesia. Hace muchos años, ustedes se habrían extrañado al oír hablar del Dios del Cuerpo. No obstante, esto no es nada extraño para nosotros ahora. Conocemos esta experiencia y la apreciamos mucho más que la experiencia individual que tenemos de Dios.
No obstante, con esto no desconocemos el aspecto de experimentar a Dios de manera individual. Hoy día todavía existe este aspecto. No olvide jamás que las verdades bíblicas presentan dos aspectos. Esto también se aplica a experimentar a Dios, pues experimentar a Dios tiene un aspecto corporativo y también un aspecto individual. Muchos cristianos ahora no experimentan a Dios en absoluto o sólo lo experimentan a un nivel individual. No le experimentan de manera corporativa. Sin embargo, en todas las reuniones de la vida de iglesia, experimentamos a Dios colectivamente.
Quisiera dirigir una palabra franca a algunos de ustedes. Ustedes se reúnen con nosotros semana tras semana, pero no tienen una experiencia corporativa de Dios. Por ejemplo, ustedes oran a diario en su vida privada, pero nunca oran en las reuniones de la iglesia. En las reuniones ustedes son espectadores, como si estuvieran observando un juego de pelota; miran a los demás jugar, pero no participan. Inclusive, algunos critican a los que participan, diciendo que son demasiado osados o demasiado activos. ¿Pero usted qué? ¿Está aquí para criticar, para ser espectador o para participar en la vida de iglesia? Esto indica que entre nosotros, algunos no valoran la experiencia que se tiene de Dios corporativamente. Algunos entre nosotros todavía no oran en las reuniones. Si alguien le pide a usted que ore, siempre encuentra pretextos. Esto demuestra que considera a otros como sacerdotes y a usted mismo como una persona común. Al actuar así, establece una jerarquía de clero y laicado. A los ojos de Dios, ésta es una herejía. Todos debemos orar para derrocar el sistema de clérigos y laicos.
He observado que la reunión de oración que se hace en Anaheim es mucho mejor que la de cualquier otra iglesia. He visitado casi todas las iglesias y puedo testificar que la reunión de oración de Anaheim es la mejor. La razón es sencilla: no hay clero ni laicado en nuestra reunión de oración. Aunque muchos oran, nadie termina una oración solo, pues se puede necesitar muchos de nosotros para concluir una sola oración. En el método viejo y tradicional, cuando alguien oraba, no terminaba una sola oración sino dos o tres de una vez. La gente o bien no oraba o hacía varias oraciones seguidas. Pero en Anaheim, después de que alguien hace una corta oración, otra persona lo sigue. De este modo, muchos funcionan conjuntamente ofreciendo una sola oración. Así se experimenta a El-bet-el, la experiencia que tenemos de Dios corporativamente.
Génesis 35 es un cambio radical de experimentar individualmente a Dios a experimentarle corporativamente. Antes de este capítulo no se menciona a El-bet-el. Elohim fue revelado en el capítulo uno, y Jehová en el capítulo dos. Más adelante, Dios le dijo a Jacob que El era el Dios de Abraham y el Dios de Isaac. Pero como destacamos ya, en el capítulo treinta y cinco vemos un nuevo título divino: “El-bet-el”, el Dios de la casa de Dios.
Más adelante en este mensaje veremos el significado de lo que dijo Dios a Jacob acerca de su nombre, que ya no debía ser Jacob sino Israel. Dios le dijo a Jacob: “Israel será tu nombre” (v. 10), y Jacob parecía decir a Dios: “Tu nombre es El-bet-el”. ¿Quién es usted ahora, Jacob o Israel? ¿Qué significa Israel? Contestar que significa luchador de Dios es bastante doctrinal. Israel es el pueblo que constituye la iglesia, y El-bet-el es la vida de iglesia. Nosotros constituimos la iglesia, los que estamos en la vida de iglesia. Esta no es una doctrina, sino una experiencia. El pueblo que conforma la iglesia es un pueblo lleno de Dios, y la vida de iglesia es la vida corporativa de Dios. Quienes constituyen la iglesia son un pueblo lleno de Dios, y viven juntos para disfrutarlo y expresarlo. Este es el Israel de El-bet-el.
Jacob erigió un altar en Bet-el (vs. 6-7). El tuvo una experiencia progresiva del altar. Cuando recibió la visión en Bet-el (Gn. 28:18-19), no levantó ningún altar. El interpretó correctamente su sueño, pero sólo erigió una columna. Durante los años que Jacob pasó en Padan-aram, no construyó ningún altar sobre el cual pudiese ofrecer algo a Dios. Por el contrario, usó muchas tretas para suplantar a Labán. Después de salir de Padan-aram, Jacob primero regresó a la parte oriental del Jordán, a Sucot (Gn. 33:17). En 33:17-18 la Biblia no dice que Sucot estuviera “en la tierra de Canaán”, como lo hace con respecto a Siquem. En Sucot Jacob construyó una casa para sí y cabañas para su ganado, pero no erigió altar para Dios. Esto revela que se ocupaba de sí mismo y de su ganado, mas no de Dios. Finalmente, Jacob salió de Sucot y permaneció en Siquem en la tierra de Canaán, donde plantó su tienda y erigió un altar (Gn. 33:18-20). Jacob llamó a ese altar “El-Elohe-Israel” que significa, el Dios de Israel. Este altar fue construido para el Dios que Jacob experimentaba personal e individualmente. Al llamar el altar El-Elohe-Israel, en realidad lo llamaba el Dios de sí mismo. Muchos cristianos son semejantes a él. Buscan experiencias espirituales para sí mismos de modo individual. Han aprendido a experimentar a Cristo y a confiar en Dios de manera individual. Para ellos Dios no es El-bet-el, sino El-Elohe-Israel. Sin embargo, pocos cristianos se preocupan por otro aspecto de Dios: el Dios de la casa de Dios. Casi todos los que buscan a Dios se preocupan por que Dios sea su Dios. Algunos de ellos dicen: “¿No era acaso Dios el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? ¿Qué hay de malo en decir que Dios es mi Dios? Oh, este Dios maravilloso es mi Dios”. Es posible que el libro de Génesis que ellos tienen no tenga más de treinta capítulos. Ellos deberían proseguir hasta el capítulo treinta y cinco y ver que Dios deja de ser simplemente el Dios de algunos individuos, y que es el Dios de la casa de Dios.
En Bet-el, en el capítulo veintiocho, en Padan-aram y en Sucot, Jacob no tenía ningún altar; en Siquem edificó un altar. Era bueno construir un altar en Siquem, pero este altar no fue construido en la casa de Dios, la vida de iglesia, sino que fue erigido en un lugar alejado de la vida de iglesia. Si usted observa un mapa, verá que Siquem no está lejos de Bet-el. La palabra Siquem significa hombro, lo cual denota fuerza. Cuando Jacob llegó a Siquem, fue fortalecido, pues Siquem era un lugar de fortaleza. Del mismo modo, cuando llegamos a nuestro “Siquem”, nosotros también somos fortalecidos. Casi todos los avivamientos que ocurren en el cristianismo actual se llevan a cabo en “Siquem”. Estos avivamientos sólo fortalecen a la gente. Muchos cristianos necesitan un “Siquem”, un avivamiento una vez al año para ser fortalecidos. Ninguna persona activa en avivamientos se preocupa por la vida de iglesia. Sólo les interesa fortalecer a la gente para que siga la vida cristiana. Ellos no dicen nada que tenga que ver con la iglesia.
El altar construido en Siquem fue llamado El-Elohe-Israel, que es el nombre de Dios en relación con un individuo, y no El-bet-el, el nombre de Dios que se relaciona con una entidad corporativa. Algunos dirán: “¿Acaso no es bueno ser fortalecido en Siquem?” Observe lo que le sucedió a Jacob en el capítulo treinta y cuatro. Después de establecerse en Siquem, tuvo que afrontar algunos problemas. El tenía una tienda donde morar y un altar sobre el cual ofrecer sacrificios a Dios. Puede ser que Jacob hubiese quedado satisfecho, pero Dios no lo estaba. Por consiguiente, necesitaba la experiencia del capítulo treinta y cuatro. Llegaron los problemas, y ellos hicieron que Jacob perdiese la paz. Después, en 35:1, Dios pudo decir: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar” a Dios. Dios parecía decir a Jacob: “No quiero que permanezcas en Siquem. No es bueno que seas solamente fortalecido en la vida cristiana. Una vida fortalecida jamás me satisfará. Yo deseo la vida de iglesia. No deseo tu fortaleza, sino Mi casa. No quiero que permanezcas en Siquem, sino que subas a Bet-el”. Después de llegar a Bet-el, Jacob hizo un altar y lo llamó El-bet-el.
La experiencia que tuvo Jacob del altar fue gradual. En Padan-aram y en Sucot no hubo altar. El altar de Siquem fue erigido para el Dios que experimentaba individualmente; no fue un altar relacionado con experimentar a Dios corporativamente. Experimentar a Dios a nivel individual es bueno pero no suficiente. Debemos pasar de la experiencia individual a la experiencia corporativa.
Un altar sirve para la consagración. Es probable que todos ustedes se hayan consagrado al Señor. Pero ¿dónde ocurrió esa consagración, en Siquem o en Bet-el? ¿Era ésa una experiencia de El-Elohe-Israel o de El-bet-el? Antes de entrar en la vida de iglesia, me había consagrado más de una vez. Sin embargo, la consagración que hice después de entrar en la vida de iglesia fue mucho más elevada que cualquier consagración anterior. Mi consagración antes de la vida de iglesia me sirvió solamente a mí; tenía un propósito: ser santo, espiritual, victorioso y acepto a Dios. No obstante, después de entrar en la vida de iglesia, mi consagración fue algo distinto. Cuando usted vive en el nivel individual, no necesita mucha consagración. Pero después de casarse, se da cuenta de que su esposa le causa problemas y que usted necesita consagrarse por causa de esta nueva situación. Usted quizá diga al Señor: “Señor, antes de casarme, me consagré a Ti para ser santo, espiritual y victorioso. Ahora que estoy casado, debo consagrarme a Ti con relación a esto. A mí me gustan las ventanas abiertas, pero mi esposa las prefiere cerradas. Necesito una consagración que concuerde con esta situación”. Esta consagración es nueva y diferente. Más adelante, usted tiene hijos, y esto requiere una consagración más profunda. Cuando usted entra en la vida de iglesia, no sólo tiene una persona que le causa problemas sino centenares de ellas. Muchos temen venir a Anaheim, pues piensan que es un lugar demasiado grande y que los ancianos aquí son muy serios y estrictos. Prefieren ir a una localidad más pequeña. Esto indica que cuando uno entra en la vida de iglesia, necesita una consagración más profunda. Cuando usted se casa, necesita consagrarse; cuando tiene hijos, necesita una consagración más profunda; y cuando entra en la vida de iglesia, particularmente en Anaheim, necesita una consagración mucho más profunda. Sin la consagración máxima, usted no podría soportar la vida de iglesia que existe en Anaheim. Usted pensará: “¡Cuán difícil es estar en Anaheim! Hay policías por todos lados. No me puedo adaptar a esto”. Puesto que usted no se puede acoplar a esta situación, debe construir un altar para estar al nivel de esta situación. Como todos sabemos, en frente del templo había un altar, y nadie podía entrar en el templo sin antes pasar por el altar. Usted debe pararse en el altar y ofrecerse sobre él como sacrificio. Entonces, después de ser resucitado, tendrá vía libre para entrar al templo.
¿Qué significa el altar? Un altar se usa para ofrecer sacrificios. Algunos han dicho: “La vida de iglesia es buena, pero no soporto a los hermanos encargados”. Otros han dicho: “Yo aprecio la vida de iglesia, pero no aguanto a las hermanas que toman el liderazgo. Son demasiado santas. Su santidad me abruma”. ¿Entonces adónde debe ir usted: de regreso a Siquem o a Padan-aram? La única alternativa que usted tiene es subir al altar de Bet-el y ser sacrificado. El altar en Siquem es un altar individual, pero el altar de El-bet-el es un altar corporativo. Es el altar de la casa de Dios, y usted debe presentarse sobre él por causa de la casa de Dios. Yo he hecho esto muchas veces. Hace años fui inmolado. Ahora nadie me ofende. Uno no puede ofender a una persona que ya fue inmolada. Si usted no recibe este mensaje ni edifica un altar en El-bet-el, no permanecerá en la iglesia. Algún día usted se apartará o se volverá indiferente. Cuando esté contento, vendrá a las reuniones, pero cuando no lo esté, no vendrá. Parece que la iglesia es la iglesia, que usted es usted, y que usted y la iglesia no tienen ninguna relación entre sí. Si usted no se vuelve indiferente, se apartará por causa de alguna ofensa. La iglesia está llena de gente que ofende. Hace mucho fui inmolado por la vida de iglesia en la China continental. Por lo tanto, ninguno de ustedes me puede aniquilar. No puedo ser ofendido por ustedes. Esta es la experiencia del altar construido en Bet-el. Si usted todavía puede ser ofendido, significa que no tiene un altar en Bet-el a pesar de que tenga uno en Siquem. Tener un altar en Bet-el significa tener una consagración con miras a la vida de iglesia. Usted necesita ofrecerse a sí mismo intencional y definidamente al Señor por el bien de la vida de iglesia. Si usted hace eso, jamás será ofendido y estará listo para las pruebas y los sufrimientos. Todos necesitamos este altar. Esto es lo que se experimenta en Bet-el, en la vida de iglesia.
Si usted lee nuevamente los capítulos del veintiocho al treinta y cinco, y presta atención al altar, observará la progresión desde una situación donde no hay altar hasta el altar más elevado, el altar de El-bet-el. Necesitamos una consagración definida y específica por causa de la vida de iglesia. Debemos decir: “Señor, ahora deseo consagrarme total e incondicionalmente a Ti, no para ser santo ni espiritual ni victorioso, sino para experimentar Tu casa y permanecer en ella”. En 1 Timoteo 3:15 Pablo le dijo a Timoteo: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente”. Debemos experimentar a Dios en Su casa y actuar en Su casa. Esto requiere una consagración clara y un altar especial. El altar común y ordinario que experimentamos antes no es suficiente para ello. Todos necesitamos la máxima consagración en el altar de Bet-el.
En los siglos pasados, varios maestros cristianos escribieron muchos libros sobre la consagración. No obstante, hasta donde sé, ninguno de ellos alienta a los cristianos a consagrarse en pro de la casa de Dios. La señora Hannah W. Smith en su famoso libro The Christian’s Secret of a Happy Life [La clave para que el cristiano lleve una vida feliz], recalca bastante la consagración, pero solamente con miras a una vida cristiana feliz. Ella considera la consagración como la clave de una vida cristiana feliz, pero no dice nada acerca de la vida de iglesia. La convención de Keswick, en la cual participó la señora Smith, también puso mucho énfasis en la consagración. En realidad, al principio los mensajes dados en la convención de Keswick se centraban en la consagración. Sin embargo, que yo sepa, no se mencionó nada acerca de la consagración con miras a la vida de iglesia. En casi todos los avivamientos cristianos, se hace hincapié en la consagración, pero muy pocas veces oímos hablar de la consagración con miras a la casa de Dios. Puesto que los cristianos no han visto la vida de iglesia, construyen todos sus altares en “Siquem”. No obstante, en el recobro actual del Señor, debemos edificar nuestro altar en Bet-el. Necesitamos la máxima consagración por el bien de la vida de iglesia a fin de cumplir el propósito eterno de Dios y satisfacer el deseo de Su corazón.
Jacob experimentó también un avance en la aparición de Dios. Dios se le apareció en un sueño en el capítulo veintiocho, pero esa aparición no fue física. Nada de lo que vemos en un sueño es material. Puede ser correcto, pero no es concreto. Nabucodonosor vio en un sueño una imagen enorme de un cuerpo humano (Dn. 2:31), pero esa imagen no era física como un cuerpo humano real, y las dos piernas de hierro vistas en el sueño no eran sólidas como lo fueron las dos secciones del imperio romano. Aunque Nabucodonosor vio estas cosas en sueño, no las experimentó. Del mismo modo, Jacob experimentó la aparición de Dios sólo en sueños, mientras que en Bet-el, experimentó la aparición física de Dios. El Señor habló a Jacob cuando éste estaba en Padan-aram (31:3), pero eso no fue una aparición sólida del Señor. En Génesis 35:1 el Señor habló con él, pero aquello tampoco fue una aparición física. Sólo en El-bet-el Jacob experimentó la aparición de Dios materialmente. Este es el progreso que Jacob experimentó en cuanto a la aparición de Dios.
Muchos de nosotros podemos atestiguar que antes de entrar en la vida de iglesia experimentamos en alguna medida la aparición de Dios. Dios en efecto se nos apareció, pero esta aparición no fue tangible. Sin embargo, después de entrar en la vida de iglesia y de estar allí por un tiempo, podemos testificar que aquí la aparición de Dios no sólo es real sino también concreta. Si alguien se aparta de la vida de iglesia después de haber estado en ella cierto tiempo, nunca podría negar que mientras estuvo en la vida de iglesia, experimentó la aparición de Dios de una manera concreta. Antes de entrar en la vida de iglesia, la aparición de Dios era bastante difusa. Pero la aparición de Dios en la iglesia es siempre concreta. Es tan sólida que casi la podemos tocar. La más elevada experiencia de la aparición de Dios se produce en la iglesia.
Existe también una progresión en la bendición de Dios. En la visión de Bet-el (Gn. 28:13-15), en Padan-aram y en Siquem (Gn. 31:3; 35:1), Jacob no recibió la bendición de Dios. Dios bendijo a Jacob en Peniel, aunque allí no lo bendijo de manera sólida (32:29). Jacob no recibió la bendición concreta de Dios porque todavía no se hallaba en el lugar donde Dios deseaba que estuviese. En Peniel vemos que Dios bendijo a Jacob, aunque no vemos de qué manera. Pero en el capítulo treinta y cinco, en Bet-el, la bendición fue muy concreta. Allí Dios bendijo a Jacob, diciendo: “Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra” (vs. 11-12). Estos son los puntos concretos de la bendición que Dios dio en Bet-el.
En Bet-el Jacob experimentó su nuevo nombre. Su nombre fue cambiado en Peniel (32:28, 30), pero él experimentó su nuevo nombre en Bet-el (35:10). En Bet-el todo el ser de Jacob fue cambiado, y él llegó a ser una nueva persona: Israel. Por muy buenos que hayamos sido como cristianos antes de entrar en la vida de iglesia, no éramos nuevos. Pero después de estar en la vida de iglesia, algo dentro de nosotros requería que fuésemos nuevos. Tuvimos que ser un nuevo marido, un nuevo padre de familia, un nuevo hijo. Todos experimentamos esta exigencia interior a diario. Nos dimos cuenta de que a partir de ese momento, debíamos ser otra persona. Esta es la experiencia de transformación.
La vida de la iglesia es una vida de transformación. En la iglesia, todos estamos en el proceso de renovación. Somos renovados día tras día (Ro. 12:2; 2 Co. 4:16). No somos corregidos, pues eso no significa nada; somos renovados. La iglesia es el nuevo hombre (Ef. 2:15), y la vida de la iglesia es la vida del Israel transformado. Es una nueva vida con una nueva persona y un nuevo ser. Aquí en Bet-el experimentamos la nueva vida, la cual es Dios en Cristo. Aquí en la vida de iglesia, somos renovados cada día. Cuanto más permanecemos en la vida apropiada de iglesia, más renovados somos. La edad de uno puede seguir aumentando, pero el ser de uno se sigue renovando. Los hermanos de edad avanzada deben ser más nuevos, más activos, más fuertes y más lozanos. Al compartir, deben tener más convicción y ser más vigorosos que los jóvenes.
Espero que todos los puntos de este mensaje se conviertan en experiencias prácticas. En la vida de iglesia necesitamos la consagración más elevada, la consagración para la casa de Dios, y no para el enriquecimiento personal. Si éste es el caso, entonces tendremos la aparición de Dios de una manera concreta y disfrutaremos de Su plena bendición. Entonces nos renovaremos continuamente cada día. Esta es la experiencia que se tiene en Bet-el, la experiencia de la vida de iglesia.