Mensaje 81
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Vamos a seguir examinando la experiencia de Bet-el. En este mensaje llegamos a la promesa de Dios.
Es posible que conozcamos la palabra promesa. Sin embargo, en este pasaje de la Palabra, la promesa de Dios no es algo común. El Dios que da la promesa en el capítulo treinta y cinco es el Dios que todo lo provee (v. 11). Debemos prestar atención a la revelación de los títulos de Dios dada en el libro de Génesis. En el capítulo uno Dios se revela solamente como Elohim; en el capítulo dos vemos el título Jehová (o el Señor en algunas versiones). Elohim es el título de Dios como Creador en relación con Su creación, y Jehová es el título usado en conexión con el hombre, y revela la manera en que Dios se relaciona con él. El título el Dios que todo lo provee, no aparece antes de Génesis 17:1, donde Dios le dice a Abraham: “Yo soy el Dios que todo lo provee; anda delante de Mí y sé perfecto” (heb.). Anteriormente no sabíamos qué significaba este título. Pensábamos que significaba solamente que Dios lo era todo para nosotros. Indudablemente es correcto decir que la capacidad de proveer que tiene Dios significa que El lo es todo para nosotros. En cualquier caso, ¿con qué propósito se revela este título de Dios? He dado muchos mensajes en el pasado sobre este título divino, expresando que denota lo rico que es Dios y el hecho de que El es nuestro suministro suficiente. El lo es todo y, por ende, suple todas nuestras necesidades. En cierto sentido, esto era correcto. Dios todo lo provee. Ahora bien, ¿para qué nos abastece? ¿Nos abastece con el único fin de que seamos salvos o espirituales? No. Si queremos ver el propósito que tiene Dios al presentarse como el Dios que todo lo provee, debemos leer Gn. 35 y compararlo con Gn. 17.
Al revelarse Dios como aquel que todo lo provee, El tiene en la mira Su edificio. Así como Elohim está relacionado con la creación, el Dios que todo lo provee está relacionado con el edificio de Dios. No trate de entender la Palabra santa según su imaginación. Interprete la Biblia con la Biblia misma comparando un pasaje con otro. ¿Cómo sabemos que Elohim está relacionado con la creación? Todos los estudiosos de la Biblia concuerdan en que la primera vez que un asunto se menciona en la Biblia establece un principio en cuanto a dicho asunto. La primera mención de Elohim se encuentra en Génesis 1, donde Dios es revelado al crear. Por consiguiente, esto establece el principio según el cual Elohim alude básicamente al Dios que crea, al Creador.
El significado del título El-Shadai, el Dios que todo lo provee, se revela claramente en Génesis 17:1, donde vemos mencionado por primera vez este título. Antes de ese momento, Abraham había sido llamado por Dios a convertirse en el padre de los muchos llamados de Dios. Dios no deseaba que Abraham cumpliera esto valiéndose de su fuerza natural, y sólo le dio un hijo cuando se le hubo agotado la fuerza natural. Sin embargo, Abraham no entendió a Dios correctamente, ni tuvo fe en cuanto a esto, sino que accedió a la propuesta de su esposa de engendrar un hijo utilizando su capacidad natural, con una concubina. Esta acción ofendió a Dios, quien no habló con Abraham durante trece años. No se imagine que Dios no puede ser ofendido, o que El siempre es paciente con usted. La Biblia no dice en ninguna parte que Dios sea el Dios de toda paciencia. En el caso de Abraham, Dios se ofendió, no porque Abraham hubiese pecado, sino porque se apoyó en su propia fuerza natural. En la economía de Dios, nada ofende más a Dios que la utilización de la fuerza natural de uno. Cuando los llamados de Dios usen su fuerza natural para cumplir el propósito de Dios, El se ofenderá. En cierto sentido, el uso de la fuerza natural es un insulto para Dios. Dios no necesita la ayuda de nosotros. Al ejercer uno su fuerza natural da a entender que uno puede ayudar a Dios, lo cual a su vez indica que Dios no es todopoderoso y necesita que uno lo ayude. Cuando Dios volvió a hablar a Abraham, después de trece años, le dijo: “Yo soy el Dios que todo lo provee”. Si usted lee dicho capítulo detenidamente, verá que Dios todo lo provee para que nosotros produzcamos los materiales para Su casa.
Génesis 17 y 35 armonizan entre sí por lo menos de tres modos. Primero, ambos capítulos revelan que Dios todo lo provee. Dios reveló este título divino tanto a Abraham como a Jacob. Segundo, en ambos capítulos se produce un cambio de nombre; el nombre de Abram fue cambiado por Abraham, y el nombre de Jacob fue cambiado por Israel. En la vida espiritual el cambio de nombre significa transformación, y no solamente cambio de etiqueta. Usted dirá: “Witness Lee, usted ha hecho algo equivocado. De ahora en adelante, usted ya no es Witness Lee sino Carlos Ford”. Este cambio de nombre no significa nada. Según la Biblia, el cambio de nombre denota un cambio del ser. Anteriormente usted era Abram, pero ahora es Abraham. Antes usted era un Jacob suplantador, mas ahora es Israel, un luchador de Dios. Este es el cambio del ser, de constitución, y no sólo de nombre. Por consiguiente, el capítulo diecisiete habla de la transformación de Abraham, y el capítulo treinta y cinco, de la de Jacob.
Tercero, en ambos capítulos vemos la promesa de Dios. La promesa que hizo Dios a Abraham la repite a Jacob. La promesa que Dios hace a Jacob en el capítulo veintiocho era indefinida. En 28:14 Dios dijo: “Será tu descendencia como el polvo de la tierra”. De haber estado yo en el lugar de Jacob, habría dicho: “Señor, no quiero que mis descendientes sean el polvo de la tierra. Prefiero tener unos cuantos reyes en vez de millares de partículas de polvo”. En el capítulo veintiocho, la promesa de Dios habla de polvo, pero en el capítulo treinta y cinco, Su promesa habla de reyes y de naciones (v. 11). Una nación denota un reino. La promesa que Dios da en 35:11 es una repetición de la promesa dada en 17:6. En ambos casos El prometió que se producirían naciones y reyes. En el sueño de Jacob en Bet-el, Dios le dijo que su simiente sería como el polvo. Pero ahora, en la experiencia de Bet-el en el capítulo treinta y cinco, la promesa de Dios ha progresado. Aquí no se menciona el polvo. En lugar de polvo, se habla de naciones y reyes. La promesa de este capítulo está centrada en ser fructíferos y en multiplicarse para producir naciones y reyes. Por tanto, Génesis 17 y 35 son paralelos en tres aspectos: la revelación del título divino, el Dios que todo lo provee; el cambio de nombres humanos; y la promesa de multiplicarse para producir naciones y reyes.
Ahora podemos ver el propósito del título “el Dios que todo lo provee”. El Dios que todo lo provee tiene en mira la edificación de Su casa. Todos debemos recibir este mensaje. El Dios que todo lo provee tiene como fin la edificación de Bet-el. El es el Dios que todo lo provee, por causa de la vida de iglesia, por causa de la edificación de Su casa en la tierra. Ustedes no pueden experimentar individualmente al Dios que todo lo provee. Si usted desea experimentar al Dios que todo lo provee, debe estar en Bet-el, la casa de Dios, la vida de iglesia.
Esta verdad queda demostrada en nuestra experiencia. Antes de entrar en la vida de iglesia, muchos de nosotros experimentamos a Dios en alguna medida. Pero como todos podemos testificar, no le experimentamos como el que todo lo provee. Yo experimenté a Dios en varios aspectos, pero no lo experimenté como el Dios que todo lo provee sino hasta que entré en la vida de iglesia. Pero después de estar en la vida de iglesia por muchos años, puedo decir: “Aleluya, ¡qué experiencia tan grande tengo en la vida de iglesia del Dios que todo lo provee!” El Dios que todo lo provee es demasiado vasto para ser experimentado por unos cuantos creyentes individuales. Como individuos, somos demasiado limitados. La inmensidad de Dios requiere una entidad corporativa. Necesitamos la casa para experimentar este aspecto Suyo.
Hace poco tuvimos una maravillosa reunión de oración aquí en Anaheim. Creo que esa reunión quedará como algo memorable por la eternidad. Todo lo que se declaró en la oraciones fue único. Oramos acerca de la mujer que tiene dolores de parto y acerca del hijo varón prevaleciente y victorioso. ¡Aquello fue maravilloso! Nunca podríamos orar de esta manera solos en nuestro cuarto; para esto debemos estar en la iglesia. Todos los santos locales que no pudieron estar en esta reunión de oración se perdieron de mucho. Esta es una experiencia, no de Elohim ni de Jehová, sino del Dios que todo lo provee. En esa reunión de oración, yo estaba por encima del tercer cielo disfrutando al Dios que todo lo provee. La vida de iglesia es el único lugar donde podemos percibir la completa suministración de nuestro Dios.
Cuando escucho las críticas de algunos opositores, no siento ningún rencor hacia ellos; más bien me inspiran lástima. ¡Cuánto se pierden! Su religión tradicional los detiene y los aparta del mover actual de Dios. ¡Qué Dios tan vasto experimentamos en Su mover actual! Esta no es una enseñanza ni una comprensión doctrinal, sino la experiencia que tenemos de Dios en la vida de iglesia. El Dios que lo suministra todo se revela para que se edifique Bet-el, y es experimentado en la vida de iglesia.
“La iglesia” es la expresión neotestamentaria correspondiente a “la casa de Dios”, del Antiguo Testamento. En 1 Timoteo 3:15 Pablo dijo: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”. Para nosotros hoy, Bet-el no es historia; es la iglesia del Dios viviente. El Bet-el del Antiguo Testamento es un tipo de la experiencia práctica de la vida de iglesia. ¡Cuánta pobreza hay en el cristianismo actual! Los cristianos en su mayoría piensan que Bet-el es historia. No se dan cuenta de que la vida de iglesia hoy en día es Bet-el. Ellos no entienden esto porque no tienen la vida de iglesia. ¡Alabado sea el Señor porque en el recobro del Señor tenemos la vida de iglesia!
En la vida de iglesia nuestra experiencia del Dios que lo suministra todo crece día tras día y minuto a minuto. Nuestra vida de iglesia en Anaheim se ha incrementado considerablemente en los últimos dos años. Si usted compara el enero de 1977 con el enero de 1975, verá la diferencia. Sin duda alguna, 1977 será un gran año en el recobro del Señor. En octubre de este año habrá una conferencia internacional de iglesias en Taipei. Sólo el Señor sabe lo que sucederá en esa ocasión, o aun en la semana que viene. Creo que están a punto de suceder cosas muy importantes. La vida de iglesia sigue adelante; avanza día y noche. Muchos de nosotros podemos testificar que la vida de iglesia se ha agrandado desde esta tarde. ¡Aleluya, el Dios que todo lo provee tiene como fin la vida de iglesia, el Bet-el actual!
En Padan-aram Dios no le dio a Jacob ninguna promesa (31:3). ¿Por qué Dios no le dio ninguna promesa allí? Obviamente no fue porque Dios hubiera cambiado, pues El nunca cambia. Jacob no recibió ninguna promesa en Padan-aram porque ése no era el lugar apropiado. En Padan-aram Jacob no estaba en la posición adecuada para recibir la promesa de Dios. Si queremos recibir la promesa de Dios, debemos estar en el lugar apropiado. Afirmo enfáticamente que hay muchas cosas que pueden ser recibidas sólo en la vida de iglesia. Fuera de la vida de iglesia, no se tiene la debida posición para recibir estas cosas.
Finalmente, Jacob salió de Padan-aram y fue a Sucot, que significa “cabaña” (33:17). En Sucot, que estaba en el límite de la buena tierra, Jacob edificó una casa para sí mismo y cabañas para su ganado, pero no erigió altar para Dios. Más adelante, Jacob fue de Sucot a Siquem. Vimos que en Siquem construyó un altar. No obstante, este altar fue edificado en el lugar que lo satisfacía a él, mas no a Dios. Por tanto, Dios cambió las circunstancias de Jacob para que fuese motivado y tuviera la carga de levantarse y subir a Bet-el. Ni en Sucot ni en Siquem recibió Jacob la promesa de Dios.
Sólo en Bet-el Dios dio Su promesa a Jacob (35:11-12). La promesa del capítulo treinta y cinco es más sólida que la promesa que recibió Jacob en el sueño (28:13-14). Antes de entrar en la vida de iglesia nunca recibimos una promesa sólida por parte de Dios. Las promesas más firmes siempre son dadas en la vida de iglesia. Nuestra experiencia después de entrar de la vida de iglesia es que casi todos los días son días de promesa. Esto significa que casi cada día está lleno de esperanza. Fuera de la iglesia, no tenemos esperanza. ¿Tenía usted esperanza antes de entrar en la vida de iglesia? No, sólo teníamos desilusión y desaliento. Pero ahora en la vida de iglesia todo es muy definido y significativo. A mañana, tarde y noche tenemos esperanzas. Estas esperanzas son las promesas que recibimos día tras día.
Todas las promesas que Dios da y que nosotros recibimos en la vida de iglesia tienen como fin el edificio de Dios. No están destinadas a nuestra pequeña choza o cabaña. Anteriormente algunos de nosotros deseábamos construir una pequeña choza de santidad, y algunas hermanas esperaban construir la pequeña cabaña de una buena vida matrimonial. Muchas esposas que no disfrutaban de la vida matrimonial han buscado una vida matrimonial feliz en el cristianismo. Aun después de entrar en la vida de iglesia, muchas hermanas todavía sienten en lo profundo de su ser la esperanza de encontrar en la iglesia la vida matrimonial feliz que han anhelado. Su intención no es edificar la casa de Dios, sino edificar la pequeña cabaña de su vida matrimonial. No obstante, muchos de nosotros hemos experimentado que cuando intentamos construir una cabañita para nosotros mismos, Dios la derriba. En mis muchos años de experiencia, he visto que Dios primero vuela el techo y luego las paredes. Después, no quedó nada de mi cabaña. Pero no se imagine que todos los santos de la iglesia se sienten miserables porque la cabaña de su vida matrimonial ha sido destruida. Llevamos una vida matrimonial mucho mejor, no en nuestra choza, sino en la casa de Dios. Hoy en día, en la vida de iglesia, puedo dar testimonio y jactarme delante del enemigo por la vida matrimonial maravillosa que yo tengo en la iglesia. Si usted no tuviera la vida de iglesia, ¡qué vida matrimonial tan miserable tendría! Cuando intentamos construir una choza para nosotros mismos, no tenemos éxito. Pero cuando introdujimos nuestra vida matrimonial en la iglesia, nos encontramos en una mansión. Alabado sea el Señor porque estamos aquí por causa de la casa de Dios.
Antes de entrar en la vida de iglesia, yo también intenté construir una casita de paciencia. Como muchos de ustedes ya saben, soy una persona activa. Una persona activa necesita mucha energía para ser paciente. Hasta me molesta cuando llamo a alguien, y el teléfono suena ocupado. Cuando era joven me di cuenta de que perdía la paciencia fácilmente; así que intenté construir una casita de paciencia. También hice todo lo posible por construir casas de santidad y de victoria. Anhelaba vencer mi mal genio. Una persona activa es impaciente, y la impaciencia hace perder la calma. Me daba cuenta de que era impaciente, que estaba vencido y que no era santo. Traté de construir casas de paciencia, santidad y victoria, pero no logré edificar ni siquiera una de ellas. Cuando entré en la vida de iglesia, no me olvidé enseguida de estas casas. Persistí en mi intento de edificarlas. Sin embargo un día vi que era insensato construir estas pequeñas casas, pues ya tenía una casa grande: la vida de iglesia. Mientras estamos en la vida de iglesia, la paciencia, la santidad y la victoria nos pertenecen.
Permítanme compartir con ustedes algo que he experimentado a menudo. Cuando he estado a punto de perder la calma, pienso en la iglesia e inmediatamente mi ira desaparece. Quizá pensaba: “Estoy a punto de perder los estribos con los ancianos”. Mas por la misericordia del Señor, pensaba en la iglesia, y mi ira se desvanecía. No siempre es necesario llegar a experimentar la vida de iglesia. Un solo pensamiento acerca de la vida de iglesia puede poner fin a nuestra ira. Ustedes dirán: “Hermano Lee, ésta es una superstición. ¿Cómo puede un simple pensamiento acerca de la vida de iglesia erradicar la ira?” No sé cómo explicarlo, pero sí sé que me ha sucedido que aun un solo pensamiento acerca de la iglesia puede hacerlo victorioso a uno. Si usted vive verdaderamente en la vida de iglesia, ¡qué santidad y victoria tan grandes tendrá! Cuando usted entre en la Nueva Jerusalén, ¿seguirá buscando santidad, humildad y paciencia? No, cuando llegue a la Nueva Jerusalén, todo este vocabulario habrá desaparecido. No habrá paciencia, lo único que quedará será Dios mismo como el Dios que lo suministra todo. Hoy en la vida de iglesia tenemos una miniatura de la Nueva Jerusalén. Los demás cristianos no experimentan la santidad como nosotros. No estamos edificando nuestras chozas o cabañas. Nos dedicamos de lleno a construir solamente la casa de Dios. Esta casa es una morada. Tanto nosotros como Dios moramos aquí. ¡Alabado sea el Señor porque hoy estamos en la vida de iglesia experimentando a Dios corporativamente!
La promesa dada en Génesis 35:11 por el Dios que todo lo provee, tiene como fin principal que nosotros seamos fructíferos y nos multipliquemos. Esto es semejante a la predicación del evangelio. Puede haber una similitud entre esta promesa y la predicación del evangelio, pero la predicación del evangelio hoy en día es una forma de llevar fruto. La predicación del evangelio puede ser una actividad exterior, mientras que la fructificación es el reboso interior de vida. Ser fructífero y multiplicarse significa engendrar hijos, producir algo a partir de las riquezas de la vida interior. Esto sólo se puede producir por medio del reboso de la vida interior rica.
Supongamos que todos somos “monos” y que Dios dijera: “Monos, fructificad”. Si tal fuese el caso, se producirían muchos monos. Por supuesto, Dios no desea esta clase de multiplicación. Dios desea la multiplicación de Israel, y no de Jacob. Ya vimos que el nombre Israel contiene la expresión hebrea El que se traduce Dios. Nuestra multiplicación debe ser la multiplicación de Dios. La multiplicación de un “mono” no es la multiplicación de Dios porque un “mono” no tiene la esencia ni el elemento de Dios. Le falta “El”. Pero Israel contiene una parte de Dios. Debemos ser transformados para poder multiplicarnos. Antes de que Abram fuese Abraham, Dios nunca le pidió que fuese fructífero. Si Dios hubiese dicho eso antes de que fuese Abraham, se habría multiplicado el hombre natural, y no el hombre transformado. Sólo después de la circuncisión de Abraham y después del cambio de nombre, le prometió Dios que sería fructífero en gran manera (17:6). Sucede lo mismo con Jacob. En el capítulo veintiocho Dios no le prometió a Jacob que sería fructífero y que se multiplicaría. Allí El sólo le dijo que su simiente sería como el polvo. Pero vemos algo diferente en el capítulo treinta y cinco. Aquí, Dios le prometió a Israel que sería fructífero, que se multiplicaría, y que de él saldrían naciones y reyes. Esta no es la multiplicación de un “monos”, sino de Israel.
Muchos cristianos al predicar el evangelio, han producido “monos”, que no son útiles para la vida de iglesia. ¿Desea usted tener una multiplicación de “monos”? No. Debemos tener la multiplicación de Israel. Para lograr eso, necesitamos ser transformados de Jacob en Israel, porque sólo Israel puede producir Israeles. Por consiguiente, la promesa dada en este capítulo se basa en la transformación de Jacob. Esto también es indispensable para la edificación de la casa de Dios.
Yo traje a algunas personas al Señor antes de llegar a la vida de iglesia, pero ninguna de ellas entró luego en la vida de iglesia. Las traje al cristianismo, pero, por mucho que intenté, no las pude traer a la vida de iglesia. No obstante, después de haber entrado en la vida de iglesia, centenares de personas que fueron traídas al Señor al principio de mi predicación, no sólo fueron salvas, sino que también entraron en la vida de iglesia. Ustedes dirán: “Hermano Lee, antes de entrar en la vida de iglesia, usted era Jacob, y por tanto, produjo otros Jacob”. Esto es cierto. No obstante, después de entrar en la vida de iglesia y de experimentar la transformación, casi todos los que traje al Señor, se convirtieron en material para la edificación de la iglesia local, la edificación de la casa de Dios. Existe una gran diferencia entre la predicación del evangelio y esta clase de multiplicación. No sólo predicamos el evangelio al llevar a cabo ciertas actividades, sino que también experimentamos la vida de iglesia a fin de producir el fruto apropiado para la vida de iglesia.
Observe que el versículo 11 no dice que esta multiplicación tiene como fin Bet-el; se refiere más bien a la multiplicación para producir naciones y reyes. Esto revela, o por lo menos implica, que la vida apropiada de iglesia debe de ser el reino. El resultado de nuestra multiplicación debe ser la vida de iglesia, y esta vida debe ser el reino.
Existe un problema con la interpretación de la frase “conjunto de naciones” que aparece en el versículo 11. ¿Cuántas naciones salieron en realidad de Jacob? La nación de Israel es la única que salió de él. No obstante, en hebreo la palabra traducida “conjunto” significa multitud. Además, en Génesis 17:5, Abraham es llamado el “padre de muchedumbre de gentes [o de naciones]”. ¿Cuáles son las muchas naciones de las cuales Abraham es padre? No creo que Dios cuente las naciones árabes, porque éstas descienden de Ismael. Sólo una nación, la nación de Israel, procede de Abraham. Necesitamos toda la Biblia para desarrollar cualquiera de las simientes mencionadas en el libro de Génesis. Indudablemente, Israel era una nación, un reino. La iglesia, el milenio, y la Nueva Jerusalén en la eternidad también serán reinos.
Aún hoy en día, la vida de iglesia debe ser una nación, un reino. Nuestra multiplicación debe producir naciones. Eso significa que todos los frutos que llevamos deben producir la vida de iglesia, la cual será un reino genuino de Dios con reyes. No estamos aquí solamente por causa de la vida de iglesia, sino también por causa del reino. En cuanto a la iglesia, no necesitamos mucha disciplina, pero en lo que al reino respecta sí la necesitamos.
Al final del evangelio de Marcos, el Señor dijo a sus discípulos: “Id por todo el mundo y proclamad el evangelio” (Mr. 16:15), y en la conclusión de Lucas, leemos: “Que se proclamase en Su nombre el arrepentimiento para el perdón de pecados a todas las naciones” (Lc. 24:47). Pero en Mateo 28:19, el Señor dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”. El evangelio de Mateo trata del reino, y en dicho evangelio la vida de iglesia actual es el reino. Mateo 16:18-19 así lo indica: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”. En estos versículos las palabras iglesia y reino son intercambiables. Esto revela que la iglesia es el reino y que el reino es la iglesia. La vida de iglesia actual debe ser el reino. Puesto que en el cristianismo no se ve el reino, podemos decir que en el cristianismo no se halla la iglesia apropiada. En el cristianismo no hay ni discipulado, ni disciplina. Debemos llevar el fruto que consiste en discípulos verdaderos, aquellos que se someten a la disciplina divina para que la vida de iglesia sea verdaderamente el reino. En la vida de iglesia actual es necesario que se nos discipline. Si usted no acepta que se le discipline ahora, ¿cómo puede esperar regir durante la era del reino? Si usted nunca ha recibido disciplina bajo la autoridad de Dios, no sabrá cómo gobernar a las naciones. La vida de iglesia es una preparación para el reino, y en ella somos disciplinados para ser los correyes de Cristo.