Mensaje 82
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En este mensaje seguiremos hablando de la experiencia de Bet-el. En Gn. 35:14 vemos que en Bet-el Jacob finalmente erigió una columna de piedra como lo había hecho después de recibir el sueño la primera vez que estuvo allí (Gn. 28:18). En ese entonces, la columna de piedra se llamó la casa de Dios (Gn. 28:22). Si Jacob no hubiera llamado a esta piedra la casa de Dios, nunca nos daríamos cuenta de que esta columna de piedra tenía como fin la edificación de la casa de Dios. Pensaríamos simplemente que era una roca. Pero ahora sabemos que esta piedra puede convertirse en casa. Esto indica que la columna se convertirá en un edificio, la casa de Dios.
En el libro de Génesis vemos dos clases de columnas: la columna de piedra (Gn. 28:18; 35:14) y la columna de sal (Gn. 19:26). ¿Qué clase de columna desea ser usted? Obviamente, todos deseamos ser columnas de piedra. La columna de piedra denota la edificación con fortaleza. Salomón erigió dos columnas en el pórtico del templo (1 R. 7:21). La primera columna fue llamada Jaquín, que significa “El establecerá”, y la segunda, Boaz, que significa “en ella está la fuerza”. La columna de piedra no denota simplemente edificación, sino edificación con fuerza. La columna de sal indica vergüenza, pues una columna de sal es inútil para el propósito de Dios. La mujer de Lot, que era uno de los llamados de Dios, se convirtió en columna de vergüenza. Ella debió haber sido material de edificación, pero debido a su degradación, se convirtió en material de vergüenza.
En el transcurso de este estudio-vida, hemos visto repetidas veces que casi todo lo que contiene este libro constituye una semilla de la verdad, la cual se desarrolla en los demás libros de la Biblia. La manera de estudiar Génesis consiste en comparar todos estos puntos con los subsecuentes libros de la Biblia. La manera de estudiar el libro de Apocalipsis es exactamente lo opuesto, o sea, compararlo con los libros que lo preceden. Si usted desea entender Apocalipsis, debe devolverse a los libros anteriores. En este mensaje vamos a seguir el desarrollo de la semilla de la columna.
Después de que Salomón construyó el templo, añadió adrede dos columnas. Según nuestro concepto natural, pensamos que él primero debía construir las columnas, y luego el templo. Pero él construyó dos columnas y las puso enfrente del templo después de acabarlo (1 R. 7:15-22). Si hubiéramos podido ver ese templo, nuestros ojos se habrían fijado en estas dos columnas antes de ver el templo. El tamaño de estas columnas aparentemente era desproporcionado en comparación con el templo. El tamaño exagerado de las columnas es significativo. Indica que las dos columnas del templo son como una enorme pancarta. Hoy en día, cuando nos acercamos a cierto edificio, vemos una pancarta que informa lo que es el edificio. Del mismo modo, en frente del templo se hallaban dos columnas que decían: “Dios establecerá” y “en ella está el poder”. Estas dos columnas declaran a todo el universo, incluyendo a la humanidad, a Satanás y a todos los ángeles caídos, que el Señor establece y que la fortaleza está en el edificio. La Biblia recalca que la primera columna se llama Jaquín y la segunda Boaz. Ya hicimos notar que Jaquín significa “El establecerá”, y que Boaz significa: “En ella se halla la fortaleza”. Esto revela claramente que la edificación de la casa de Dios depende totalmente de la columna. Esta es la razón por la cual Jacob no construyó la casa de Dios, sino que sólo estableció una columna.
En el capítulo veintiocho, Jacob aún era un suplantador. Pero este suplantador recibió la visión y también la interpretación de la misma. El interpretó su visión, su sueño, al erigir una columna y llamarla la casa de Dios. Esta interpretación fue mucho mejor que la interpretación que hizo Daniel de los sueños de Nabucodonosor. Daniel simplemente interpretó, pero no estableció nada ni actuó. Pero Jacob no sólo interpretó su sueño verbalmente, diciendo: “Esta es la casa de Dios”, sino que también erigió una columna y la llamó la casa de Dios. ¿Cómo pudo Jacob, un suplantador que no se había arrepentido, que no era regenerado ni transformado, haber hecho semejante cosa? Cualquiera que sea el caso, lo hizo, y todos debemos decir: “Gracias, Jacob, por abrir los cielos para que veamos la casa de Dios”.
Un suplantador abrió los cielos para que se edificara la casa de Dios. Creo esto porque la Biblia lo enseña. No confío en mis opiniones, pues según mi concepto, un suplantador no podría hacer esto. Fácilmente creería que una persona piadosa como Daniel, un hombre que oraba cada día, podía haber interpretado un sueño espiritual. Pero no me parece ni justo ni lógico que un suplantador hiciese esto. Sin embargo, él lo hizo espontáneamente. Todo este asunto está relacionado con la gracia. Como lo indica Romanos 9:11: “No por las obras sino por el que llama”. Romanos 9:13 añade: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”. La gracia no es cuestión de equidad. No interrogue a Dios, diciendo: “Dios, ¿por qué aborreces a Esaú? En mi opinión Esaú es mejor que Jacob. No es justo que ames a Jacob y aborrezcas a Esaú”. A esto Dios contestaría: “Yo simplemente amo a Jacob y aborrezco a Esaú. ¿Qué tienes que decir al respecto? Cuando Yo aborrezco, estoy en la posición de aborrecer, y cuando amo, tengo la gracia de amar”. ¿Quién es usted, Esaú o Jacob, un buen hombre o un suplantador? Todos debemos confesar que somos Jacob, que tomamos por el calcañar, que somos suplantadores. La iglesia está llena de tomadores de calcañares. Si usted no toma calcañares, perderá la gracia de Dios. Nosotros somos verdaderamente personas que se asen del calcañar, pero lo somos en gracia. Nadie puede negar esto. Yo puedo gritar y declarar: “Alabado sea el Señor porque soy un agarrador de calcañares en gracia. La gracia me hace diferente”.
En el capítulo veintiocho Jacob era un suplantador, pero cuando llegamos al capítulo cuarenta y ocho, vemos que este suplantador fue totalmente transformado en un hombre de Dios. Este hombre de Dios es una columna. En cierto sentido, la casa de Dios fue establecida con esta columna. Cuando usted entra en el templo universal de Dios, lo primero que ve es este Dios-hombre, este Israel firme delante del edificio de Dios. Después de que Jacob fue transformado en Israel, permaneció delante del edificio de Dios como una pancarta de la casa de Dios.
Cuando llegamos al Nuevo Testamento, vemos que el Señor Jesús vino por medio de la encarnación. Su encarnación fue la erección de un tabernáculo (Jn. 1:14). Este tabernáculo, que fue erigido para que Dios morase entre los hombres, fue un precursor del templo. Cuando uno ve un muchacho, sabe que de él vendrá el adulto. Del mismo modo, cuando uno ve el tabernáculo, se da cuenta de que el templo vendrá. Jesús como tabernáculo fue el indicador de que el templo de Dios estaba a punto de aparecer. Esta es la razón por la cual el Señor cambió el nombre de Simón, el representante del primer grupo de discípulos, por Cefas, que significa piedra (Jn. 1:42). En Mateo 16:18, después de que Pedro hubo contestado la pregunta del Señor: “¿Quién decís que soy Yo?”, dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, y el Señor respondió: “Tú eres una piedra”. El Señor parecía decir: “Yo soy Cristo, la roca, y tú eres una piedra que debe ser edificada sobre Mí para construir Mi iglesia”. Más adelante, Pedro dijo en su primera epístola: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual” (1 P. 2:5). Considere también el caso del apóstol Pablo. Primero él se oponía al edificio de Dios, y hacía todo lo posible por perseguirlo, perjudicarlo y aniquilarlo. Pero mientras iba en camino a Damasco para perseguir a la iglesia, fue cautivado por el Señor y se convirtió no solamente en material para el edificio, sino también en un sabio arquitecto (1 Co. 3:10).
En Gálatas 2:9 Pablo dijo que Jacobo, Cefas y Juan eran considerados como columnas. En aquel tiempo, ellos eran respetados por los santos como columnas. Las columnas mencionadas en 1 Reyes 7:21 se refieren a la edificación del templo de Dios, que consta en el Antiguo Testamento, pero las columnas de Gálatas 2:9 aluden a la edificación de la casa de Dios, que aparece en el Nuevo Testamento. Muchos cristianos se dan cuenta de que Pedro y Juan fueron discípulos y apóstoles, pero pocos entienden que también fueron columnas. No sólo fueron discípulos llamados por el Señor y apóstoles que hacían discípulos, enseñaban y edificaban a otros, sino que también fueron columnas, pancartas del edificio de Dios en el Nuevo Testamento. Si usted pudiera acudir a Pedro, Juan y Jacobo, ellos no le declararían a usted ninguna doctrina ni religión. Igual que las columnas erigidas en frente del templo que no declaraban religión ni enseñanza ni mandamientos sino al templo, asimismo ellos declararían la casa de Dios. Cuando alguien veía las dos columnas delante del templo, sabía inmediatamente que el templo estaba allí. Del mismo modo, cuando vemos a Pedro, a Jacobo y a Juan, vemos allí la edificación de la casa de Dios. Muchos cristianos ven cosas a través de cristales teñidos. Cuando usted les habla de Pedro, piensan simplemente que es un apóstol. ¿Tiene usted el concepto de que Pedro es una columna? Durante años, cada vez que pensaba en Pedro y en Juan, los consideraba apóstoles y no columnas firmes. Sin embargo, hace poco el Señor revolucionó mi concepto. Ahora, cuando pienso en Pedro, Jacobo y Juan, pienso en tres columnas grandes que se yerguen frente a mí. Cuando vemos estas columnas, no pensamos ni en religión ni en doctrina, sino en la casa de Dios. Estas columnas se yerguen en el universo proclamando a Bet-el, el templo de Dios.
No se imagine que estoy interpretando la Biblia con alegorías en cuanto a las columnas. Las letras D-i-o-s componen la palabra Dios, y las letras p-e-r-r-o se leen “perro”. Esta no es una alegoría, sino una lectura. Dios, quien es el mejor linotipista, ha imprimido algunas palabras muy claras para nuestra comprensión. Primero, en Génesis 19:26, El imprimió una columna negativa, la columna de sal. Al mencionar esta columna negativa, Dios nos está preguntando si queremos convertirnos en columna de sal. En el capítulo veintiocho, tenemos la columna de piedra, y en 1 Reyes 7, tenemos dos columnas en frente del templo. En Gálatas 2:9 se vuelven a mencionar las columnas, esta vez en relación con el templo de Dios en el Nuevo Testamento. En Apocalipsis 3:12 el Señor habla nuevamente de la columna, diciendo: “Al que venza, Yo lo haré columna en el templo de Mi Dios”. En este versículo, la columna no se refiere al templo del Antiguo Testamento ni al del Nuevo Testamento, sino a la Nueva Jerusalén en el reino venidero y en la eternidad. El templo de Dios se produce en tres etapas, tres dispensaciones: la del Antiguo Testamento, la del Nuevo Testamento y la del reino en la eternidad. En 1 Reyes 7 se habla de la etapa del Antiguo Testamento; en Gálatas 2:9 se alude a la etapa del Nuevo Testamento; y en Apocalipsis 3:12 se hace referencia al edificio de Dios que existirá en la era del reino en la eternidad. Esta es la manera que tiene Dios de componer las letras. Juntamos las letras D-i-o-s y tenemos la palabra “Dios”. De la misma manera, cuando juntamos 1 Reyes 7:21, Gálatas 2:9 y Apocalipsis 3:12 podemos decir: “Ahora entiendo por qué Jacob erigió una columna al interpretar la visión que tuvo de Bet-el, la casa de Dios. La columna es un indicador, una pancarta, que designa la casa de Dios”.
En 1 Reyes 7:21 sólo había dos columnas; en Gálatas 2:9 había tres nada más. ¿Cuántas columnas habrá en la era venidera? El número no será escrito por el Señor, sino por usted y por mí. Nadie sabe cuántas columnas habrá. Sólo afirmamos: “Puede ser todo aquel que quiera”. Todo el que quiera podrá ser columna en el templo de Dios. La puerta está abierta. A diferencia de algunas universidades famosas, que sólo aceptan un número limitado de estudiantes, no habrá ninguna limitación en el número de las personas que desean ser o pueden convertirse en columnas del templo de Dios en la era venidera. El número es indefinido, pueden ser mil o un millón. Si el número se limitase a dos, ninguno de nosotros tendría oportunidad. No tendríamos esperanza alguna de ser columnas. Pero el número es ilimitado: es “todo aquel que quiera”. ¿Está usted dispuesto a ser columna? Yo sí. ¡Cuánta misericordia nos tiene el Señor!
Considere el tamaño del Lugar Santísimo en el tabernáculo. Era un cubo de diez codos por cada lado (Éx. 26:8, 16). El Lugar Santísimo del templo era un poco más grande, pues era un cubo de veinte codos por cada lado (1 R. 6:20). Pero considere el tamaño del Lugar Santísimo de la Nueva Jerusalén venidera. Toda la ciudad, la cual medirá doce mil estadios de longitud, de anchura y de altura (aproximadamente dos mil ciento ochenta kilómetros, es decir, la distancia que separa a Los Angeles de Dallas) será un Lugar Santísimo agrandado (Ap. 21:16). Dos columnas eran suficientes para el Lugar Santísimo pequeño. Pero, ¿cuántas columnas se necesitarán para el Lugar Santísimo ensanchado? La respuesta es: “todo aquel que quiera”. Hay lugar para usted. Si usted no desea ocupar ese lugar, habrá un lugar vacante en la eternidad.
He leído y estudiado la Biblia por más de cincuenta años. La Biblia es demasiado profunda, y nadie la puede entender plenamente. Creo que lo que les estoy ministrando en este mensaje proviene de lo profundo de dicho libro. En el Antiguo Testamento dos columnas designan el templo de Dios, y en el Nuevo Testamento, tres columnas declaran el edificio de Dios. Pero las columnas del reino venidero y de la Nueva Jerusalén en la eternidad serán innumerables. Hoy en día todo aquel que quiera puede ser una de estas columnas.
Examinemos ahora cómo convertirnos en columnas. Creo que todos nosotros, jóvenes o viejos, anhelamos saber eso. Si ustedes desean saber cómo ser una columna, deben considerar cinco casos diferentes: el de la mujer de Lot, la cual se convirtió en columna de sal; el caso donde Jacob estableció la columna en Bet-el; el caso donde Salomón construyó las dos columnas; el caso de Pedro, Jacobo y Juan, quienes fueron columnas de la iglesia neotestamentaria; y el caso de la iglesia en Filadelfia, en donde vemos que todo aquel que quiera puede ser una columna. ¿Está usted en la posición de la mujer de Lot? A esta pregunta, ustedes deberían contestar firmemente: “¡No!” Pero, ¿es su posición la de Jacob, la de las dos columnas del templo, la de las tres columnas del Nuevo Testamento, y la de la columna de los que estaban en Filadelfia en Apocalipsis 3:12? A esto debemos contestar: “Sí”, pues nuestra posición debe concordar con cada uno de estos cuatro casos. Primero, ustedes deben tomar la posición de Jacob; luego la de las columnas de Salomón, luego la de las tres columnas, y por último la posición de Filadelfia. Si desean ser una columna en la Nueva Jerusalén venidera, deben escapar del lugar de la mujer de Lot. Mientras que ustedes permanezcan allí, no podrán ser la columna de piedra. Recuerden la advertencia que hizo el Señor en Lucas 17:32: “Acordaos de la mujer de Lot”. En la actualidad muchos cristianos se encuentran en la posición de la mujer de Lot. Ocurre lo mismo con algunos de nosotros. Parece que a muchos no les preocupa si se convierten en columna de sal o en columna de piedra. Pero debería preocuparles. Si ustedes no se preocupan ahora, se preocuparán algún día. En ese entonces no sólo se arrepentirán de su indiferencia, sino que también la lamentarán.
Después de escapar de la posición de la mujer de Lot, debemos llegar a Bet-el. Durante los últimos cincuenta años, hemos sentido la carga por parte de Dios en cuanto a Bet-el. Sencillamente, no podemos apartarnos de la iglesia. Hemos sido censurados por esto, y se ha dicho que somos demasiado extremistas en cuanto a la iglesia. Nos acusan de exagerar el asunto de la iglesia y de no preocuparnos por la predicación del evangelio, por la enseñanza de la Biblia ni por otras obras cristianas. Mi respuesta a esta acusación es: “No me he entregado lo suficientemente a la iglesia; no estoy lo suficientemente ‘loco’ por la iglesia”. No se imagine que éste es un concepto mío. Si lee el Nuevo Testamento, descubrirá que las columnas —Pedro, Jacobo y Juan, así como Pablo— estaban “locos” por el edificio de Dios. En el transcurso de los años, muchos han discutido conmigo diciendo: “¿Acaso no es suficiente que prediquemos el evangelio, ganemos almas, enseñemos la Biblia y le ayudemos a la gente a amar al Señor?” Mi respuesta es: ¿Dónde está la iglesia? En Mateo 16:18 el Señor dijo: “Edificaré Mi iglesia”. ¿Dónde se halla esta iglesia edificada? ¿Es posible que la palabra del Señor no se cumpla? ¿Dónde, con quién y de qué manera edificará El Su iglesia? Este es el momento de edificar la iglesia. Aquí y ahora, con nosotros, el Señor está edificando Su iglesia. Muchos cristianos dedican su atención al estudio de la profecía. La mayor profecía es la que profirió el Señor en Mateo 16:18: “Edificaré Mi iglesia”. No se preocupe por Israel, por el anticristo, por el imperio romano restaurado, ni por los diez cuernos. Pongan más bien toda su atención en la declaración del Señor en Mateo 16:18. En el transcurso de los siglos, y aun hoy, esta iglesia todavía no ha sido edificada. Por esta razón, sentimos esta carga.
Si ustedes desean ser una columna de piedra, deben estar en Bet-el. Bet-el es el único lugar. El lugar de la mujer de Lot es la posición precisa para convertirse en columna de vergüenza, y Bet-el es el lugar apropiado para convertirse en una columna del edificio. Cuando algunos cristianos oyen esto, dicen: “Hermano Lee, ¿quiere decir usted que sólo los que están en la iglesia pueden llegar a ser columnas de piedra? ¿Qué podemos decir de los que no estamos en la iglesia?” A esto respondo: “La manera más segura de convertirse en columna es entrar en la iglesia”. Todos sabemos que necesitamos tener una póliza de seguros. Usted puede tener la suerte de no accidentarse jamás, pero de todos modos es prudente tener el seguro. Cuando los que están fuera de la iglesia discuten conmigo acerca de esto, les digo a menudo: “Amigo, yo tengo paz. No me preocupa realmente si mi camino es correcto o equivocado. Sólo sé que mientras permanezca en él, tendré paz. ¿Qué dice de usted? Mientras usted argumenta conmigo, ¿tiene paz?” Muchos han contestado: “No, no tengo paz”. Entonces he contestado: “¿Por qué yo tengo paz, y usted no? Porque usted no está en el camino. Por favor, no discuta conmigo”. A todos nuestros amigos cristianos, yo les diría: “Vengan a Bet-el y entren en la iglesia. Esta es la mejor compañía de seguros. Aquí todos estamos asegurados”. Resulta significativo que en los capítulos veintiocho y treinta y cinco, Jacob erigió una columna en Bet-el, en la casa de Dios. Hoy en día, la casa de Dios es la iglesia. En 1 Timoteo 3:15, Pablo dijo: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”. Si ustedes desean ser una columna de piedra, deben estar aquí en Bet-el.
Jacob fue dos veces a Bet-el. Según lo que he experimentado, eso indica que todos llegamos a la iglesia dos veces. La primera vez llegamos en un sueño, y la segunda, llegamos en realidad. En 1925 tuve un sueño claro, pero tardé siete años para entrar en la realidad y la factibilidad de la vida de iglesia (en 1932). Muchos han tenido una experiencia similar. Cuando usted entró por primera vez en la iglesia, durante cierto tiempo aquello fue como un sueño. Usted puede haber estado en un sueño durante muchos años. Pero después de esos años, dejó de ser un sueño, y usted pudo decir: “Estoy en la vida de iglesia en realidad y en la práctica. Los últimos años han sido un sueño. Doy gracias al Señor por guardarme en este sueño, pero ahora tengo una experiencia tangible”. Primero, Jacob tuvo el sueño. Más de veinte años después, fue introducido en la experiencia.
Si ustedes comparan los capítulos veintiocho y treinta y cinco, verán una gran diferencia entre ellos. Todo lo que contiene el capítulo veintiocho ha sido un sueño, y es bastante difuso; nada queda definido. Pero en la experiencia del capítulo treinta y cinco, todo está definido y es práctico. De todos modos, agradecemos al Señor porque el sueño del principio era un verdadero cuadro. Todo lo que palpamos en la realidad es igual a lo que vimos en el sueño; no hay ninguna diferencia. Lo único en que difieren es que el sueño es algo difuso mientras que la realidad es definida. Necesitamos tanto el sueño como la práctica. Alabamos al Señor porque hoy en día estamos en la práctica de la vida de iglesia.
En la aplicación práctica de Bet-el en el capítulo treinta y cinco, Jacob no sólo levantó una columna, sino que derramó una libación sobre ella. En el capítulo veintiocho, no derramó ninguna libación; solamente vertió el aceite. Pero aquí, antes de verter el aceite, derramó la libación. Esta experiencia es muy subjetiva. En Bet-el tenemos primeramente el sueño y luego la realidad. En la realidad levantamos una columna y nos derramamos sobre ella. Esto tiene mucho significado. Jacob no derramó la libación sobre sí ni sobre la tierra, sino sobre la columna. Veremos más detalles al respecto en otro mensaje.
En conformidad con Génesis 28:18, Jacob “tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por columna” (heb.). La columna fue la piedra que él usó como cabecera. Esta piedra describe a Cristo como nuestro descanso. Jacob no recibió este sueño cuando estaba en casa, sino cuando viajaba como peregrino. Así como Jacob, también nosotros somos peregrinos. Mientras viajamos por nuestro camino, recibimos la visión de la iglesia. Todo aquel que emprende este camino de peregrino se fatiga y necesita descanso. ¿Dónde podemos encontrar este descanso? La respuesta la da el Señor en Mateo 11:28: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. Cristo es la piedra sobre la cual podemos apoyar nuestra cabeza fatigada para hallar reposo. El Cristo sobre el cual descansamos constituye la columna. Nosotros mismos no somos el material para edificar la columna. El material es el Cristo sobre el cual descansamos y a quien experimentamos. El Cristo forjado en nuestro ser constituye la columna.
En el cristianismo actual resulta muy difícil obtener la constitución de la columna porque a muy pocos se les ha enseñado a experimentar a Cristo subjetivamente. Cuando ustedes estaban en el cristianismo, ¿les explicaron cómo experimentar al Cristo que se forja en ustedes? Hace poco, les dije a algunos hermanos y hermanas que quienes estamos en la iglesia no sólo debemos amar al Señor y vivir para El, sino que también debemos vivir por El. Oh, hay un abismo de diferencia entre vivir para Cristo y vivir por Cristo. Si usted vive para Cristo, obra para El, pero sigue siendo usted mismo y Cristo no es forjado en usted. Pero vivir por Cristo significa que Cristo es forjado en nosotros. Al forjarse Cristo en nuestro ser, nos convertimos en material para el edificio. La piedra de la columna es primeramente Cristo. Después de eso, Cristo es experimentado por nosotros y forjado en nosotros. Ahora esta piedra no es simplemente Cristo, sino Cristo dentro de nosotros. Cristo es forjado en nuestro ser, y llegamos a ser uno con El. De esta manera, nos convertimos en el material con el que se construye la columna.
Esta experiencia solamente es posible en la vida de iglesia. Por lo menos, podemos decir que la mayor posibilidad de tener esta experiencia se halla en la vida de iglesia. Esto se debe a que fuera de la iglesia, en la religión supuestamente cristiana, muy pocos saben que deben dejar que Cristo sea forjado en ellos. Tengo la plena seguridad de que desde ahora en los mensajes se nos instruirá sobre la manera de vivir por Cristo. La obra que Cristo efectúa en nosotros es la verdadera transformación. Cuando se nos añade el elemento de Cristo, llegamos a ser el material con el que se construye la columna. Todo esto se produce en Bet-el, el lugar donde estaba Jacob.
En 1964 fui invitado a hablar a cierto grupo en Dallas. Mis anfitriones, quienes estimaban mi ministerio, fueron muy amables conmigo. Ellos me dijeron tanto directamente como con sugerencias que la gente de Dallas no estaba preparada para oír hablar de la iglesia. Dijeron: “Hermano Lee, compréndanos por favor, y no diga nada acerca de la iglesia”. No les prometí acceder a su petición. Por el contrario, les dije: “Me doy perfecta cuenta de la situación. Pero les aseguro que mientras más les hable a ellos de Cristo y les ministre a Cristo como vida, más desearán tener a la iglesia. Inclusive si no digo ni una sola palabra sobre la iglesia y sólo ministre a Cristo como vida, de todos modos tendrán el deseo de tener la iglesia”. En el último mensaje, sentí la carga de hablar acerca de la iglesia. Cuando me levanté y pedí a la gente que leyera Romanos 12, se decepcionaron. Pero dije para mí: “No me preocupa si los ofendo o no, pues si no comparto mi carga, no puedo vivir”. Entonces compartí con firmeza acerca de la iglesia, y ellos se ofendieron por ello. Más adelante, me enteré de que cierto hermano, quien todavía no había entrado en la vida de iglesia, había asistido a esa última reunión. Muchos estaban orando por él. Durante esa reunión, que fue la única reunión a la cual él asistió, fue cautivado con la vida de iglesia. A pesar de que yo había ofendido a aquella gente, el Señor ganó a este hermano. Ahora este hermano se ha convertido en una columna.
¿Cómo puede percibir usted si alguien se ha convertido en una columna? En la vida de iglesia vemos que si ciertos hermanos están lejos, todo va cuesta abajo. Pero si están presentes, son columnas que sostienen todo el edificio. El Señor no se preocupa por los que se ofenden; El se preocupa por los que se convierten en columnas. Las columnas sólo pueden ser perfeccionadas en Bet-el. En otras palabras, las columnas sólo pueden ser erigidas en Bet-el. Ninguna columna de la casa de Dios ha sido levantada fuera de Bet-el. Si el hermano a quien conocí en Dallas no hubiera entrado en la iglesia y se hubiera quedado en una denominación, no podría haber sido perfeccionado para ser una columna. El fue perfeccionado en Bet-el, en la vida de iglesia. Después de experimentar nosotros a Cristo de manera subjetiva y después de entregarnos definida e incondicionalmente a la vida de iglesia, nos vemos ante la inmensa necesidad de ser perfeccionados.
Examinemos las columnas mencionados en Gálatas 2:9. Cuando el Señor llamó a Pedro, éste era un pescador. El era basto, agreste e imperfecto. Pero después de que el Señor pasara tres años y medio obrando en él, fue perfeccionado, y en el día de Pentecostés, fue levantado como columna. Cuando Pedro se levantó a hablar el día de Pentecostés, quizá los ángeles se hayan regocijado y hayan dicho: “Este es Boaz. Es la señal de que el edificio del Señor viene”. Si usted lee el libro de Hechos, verá que Pedro era una columna erguida frente al templo neotestamentario de Dios.
Jóvenes, les digo esto con el corazón. El recobro del Señor se está extendiendo, y tengo la seguridad de que se extenderá rápidamente. Pero la rapidez con que se extienda depende de las columnas. Creo que habrá iglesias en todas las ciudades importantes de este país, y en todos los países importantes de la tierra. Por esta razón, se necesitan columnas. Espero que ustedes jóvenes vean eso. Si ustedes lo ven, dirán: “Señor, no puedo negar que me has designado para Tu camino y que yo he oído Tu palabra actualizada. Me doy cuenta de que debo experimentar a Cristo de manera subjetiva, y que debo ser perfeccionado en la vida de iglesia en Bet-el. Señor, ten misericordia de mí y concédeme la gracia que necesito”.
Jóvenes, mi carga es que ustedes se den cuenta de que su responsabilidad es inmensa. Si en los años venideros muchos de ustedes son perfeccionados como aquellos que han llegado a ser columnas, el recobro del Señor se extenderá rápidamente. ¡Cuánto ha hecho el Señor por medio de quienes son ahora columnas! ¿Qué creen ustedes que podría hacer el Señor, si tuviese otros cien hermanos así?
La carga que tengo no es simplemente compartir un mensaje. Mi carga es ayudarles a ustedes a ver que hoy en día todos tenemos la oportunidad de oro de ser perfeccionados y ser columnas. Puesto que estamos en Bet-el, nuestra oportunidad es mucho más grande que la que tuvo Pedro. El estaba en los evangelios, al principio del Nuevo Testamento, pero nosotros estamos al final, en Apocalipsis 3:12. Creo que la oportunidad que tenemos ahora es única en la historia. Nunca antes ha habido una vida de iglesia como la que hay ahora en Anaheim, y nunca antes el ministerio de la Palabra de Señor ha sido tan resplandeciente y rico. No ejercite su mente ni se aferre a su opinión. Sus opiniones no lo conducirán a ninguna parte. Abandone sus opiniones, ame al Señor, tómelo como su vida y como su persona, y viva por El en la vida de iglesia. Aprendan de quienes han llegado a ser columnas. Ellos han ingerido todo lo relacionado con la iglesia y con este ministerio, lo han absorbido y se han empapado de ello. Síganlos en no saber nada y en empaparse a diario de la vida de iglesia y de la Palabra de Dios. Si ustedes hacen esto, creo que en pocos años, muchos de ustedes se convertirán en columnas. Entonces, adondequiera que vayan, la columna, la pancarta del edificio de Dios, lo acompañará. Todos estamos en la iglesia y bajo este ministerio. Hoy tenemos ciertamente una oportunidad de oro dispuesta por el Señor.