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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 90

TRANSFORMADO

(10)

  Jacob partió de Bet-el después de haber permanecido allí largo tiempo (Gn. 35:16). Aparentemente, alejarse de Bet-el no fue un paso positivo. Pero el hecho de que Jacob saliera de Bet-el no significa que abandonaba la casa de Dios, sino que seguía adelante en su experiencia espiritual. El había llegado a Bet-el, allí había permanecido y había hecho ciertas cosas, pero necesitaba seguir adelante.

  Vimos que Génesis es un libro de semillas y de cuadros. Debemos entender el significado de todas estas semillas y todos estos cuadros. El cuadro de Abraham, Isaac y Jacob, describe nuestra vida espiritual. La experiencia de estos tres hombres es el cuadro de la vida espiritual de una persona que sigue al Señor.

6) Es tocado más profunda y más personalmente

a) Muere Raquel

  Mientras Jacob se alejaba de Bet-el, experimentó un quebranto muy profundo y personal: Raquel su esposa amada, murió al dar a luz a Benjamín, el último hijo de Jacob (Gn. 35:16-20). Esta experiencia estaba relacionada con la muerte y también con el nacimiento, fue una pérdida y al mismo tiempo una ganancia. Jacob perdió a Raquel y ganó a Benjamín. Si usted tuviera que escoger, ¿preferiría preservar a la madre o ganar al hijo? El concepto cristiano popular consiste en conservar tanto a la madre como al hijo. Pero en la economía divina, si uno quiere retener a este último hijo, debe perder a la madre. Sin pérdida, no puede haber ganancia, y sin muerte no puede haber nacimiento. El nacimiento procede de la muerte, pues fuera de la muerte no hay resurrección. Si Raquel no hubiera muerto, Benjamín jamás habría podido nacer.

  Raquel representa la preferencia natural de Jacob. Jacob tenía cuatro esposas, pero Raquel fue la elegida natural y original del corazón de Jacob. El fue obligado a aceptar a Lea y también fue presionado a tomar a las dos siervas, Bilha y Zilpa. No obstante, Lea y las dos siervas no eran las elegidas del corazón de Jacob. Si usted lee Génesis detenidamente, se dará cuenta de que el corazón de Jacob estaba fijo en Raquel; él no tenía interés en ninguna de las otras tres. Recuerde lo que hizo Jacob cuando temía un ataque de Esaú y sus hombres. El puso a las dos siervas y sus hijos al frente, seguidas por Lea y sus hijos en el medio, y a Raquel y a José al último (Gn. 33:1-2). El hecho de que Jacob pusiera a Raquel y a José al último para protegerlos en caso de ataque, revela que su corazón estaba ligado a Raquel.

  En la Biblia todo tiene un propósito. La muerte de Raquel se relata aquí en el capítulo treinta y cinco con un propósito definido. Mientras Jacob iba de viaje, seguramente estaba contento de que Raquel estaba nuevamente encinta. Quizá él esperaba que su esposa amada le diera otro varón. No obstante, al dar a luz a su segundo hijo, ella murió, y la preferida de Jacob, el deseo de su corazón, le fue arrebatada.

  Antes de la experiencia de Bet-el, Dios toleró la elección natural de Jacob, permitiéndole obtener lo que deseaba su corazón. Pero después de la experiencia de Bet-el, su predilección natural le fue quitada. Muchos de nosotros podemos testificar que antes de experimentar la vida de iglesia, teníamos nuestros conceptos naturales, nuestra preferencia natural y nuestros deseos naturales. Dios impartió Su bendición a todos éstos. Considere por ejemplo el nacimiento del primer hijo de Raquel. Cuando José nació, Jacob se alegró mucho y posiblemente dijo: “Así bendice Dios el deseo de mi corazón. Dios ha bendecido lo que yo escogí”. Pero después de la experiencia que Jacob tuvo en Bet-el, perdió su elección natural.

  Después de experimentar la vida de iglesia, debe uno dejar su elección natural. Antes de entrar en la iglesia, usted todavía tenía su preferencia natural, y Dios la toleraba. Después de que usted experimente en cierta medida la vida de iglesia, Dios ya no tolerará aquello. Espero que eso no atemorice a los jóvenes ni les impida tener la experiencia de Bet-el. Algunos al oír esto, quizá digan: “Si eso sucede, nunca iré a Bet-el, me quedaré al otro lado de Bet-el y no iré más lejos. Entonces no perderé mi predilección natural”. Efectivamente, después de que usted haya tenido alguna experiencia en Bet-el, perderá su elección natural, pero ganará a Benjamín, quien tipifica a Cristo.

(1) Produjo a Cristo, como Hijo de aflicción (Benoni), y como Hijo de la diestra (Benjamín)

  Dice el versículo 35:18: “Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín”. A este hijo se le dieron dos nombres, uno por parte de su madre y otro por parte del padre. Benoni significa “hijo de aflicción”. Raquel le dio este nombre porque ella estaba en sufrimiento y en aflicción. Pero Jacob le cambió inmediatamente el nombre por Benjamín, que significa “hijo de la diestra”. En este universo, hay una sola persona que es tanto el Hijo de aflicción como el Hijo de la diestra, y es Cristo. Por una parte, Cristo es Benoni, y por otra, es Benjamín. Cristo es una persona maravillosa que tiene estos dos aspectos. Nadie ha sufrido tanto como Cristo, y nadie ha sido tan exaltado como El. Isaías 53:3 lo describe como “varón de dolores”; Hechos 2:33 dice que El fue “exaltado a la diestra de Dios”; y Hebreos 1:3 declara que “se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Primero Jesús fue el hijo de aflicción, el hijo de sufrimiento. Raquel no fue la única en experimentar este dolor; María, la madre de Cristo, también lo experimentó. Según Lucas 2:35, su alma fue traspasada por los sufrimientos de su hijo. Sin embargo, después de treinta y tres años y medio Cristo llegó a ser, en resurrección y ascensión, el Hijo de la diestra de Dios. Por consiguiente, nadie puede negar que Benjamín tipificaba al Cristo sufrido y exaltado.

  Supongamos que usted fuese Jacob. ¿Habría estado dispuesto a ganar a este Cristo a costa de perder lo que su corazón deseaba? Cuando usted permanezca en la iglesia, experimente a Bet-el, erija una columna y se vierta sobre ésta en libación, no tendrá ninguna alternativa. Raquel debe morir para que Benjamín nazca. ¡Aleluya, Raquel se ha ido y Benjamín ha venido!

  Hace más de cincuenta años oí mensajes y leí libros en cuanto a expresar a Cristo y manifestarle. Pero me molestaba no saber cómo exaltar a Cristo ni cómo expresarle. Durante muchos años no hallé la manera. Algunos decían que para expresar a Cristo, debemos crucificarnos. Pero, ¿cómo puede una persona crucificarse a sí misma? Resulta imposible que alguien se clave a sí mismo en la cruz. Finalmente, descubrí que la manera de exaltar a Cristo y expresarle está en la vida de iglesia. Mediante la vida de iglesia “Raquel” tendrá un parto maravilloso y alentador y morirá para que se produzca el Cristo maravilloso. He intentado todas las maneras de exaltar y expresar a Cristo, y puedo testificar firmemente que ningún método ha sido eficaz. Pero después de llegar a la iglesia y de permanecer en ella cierto tiempo, mi “Raquel”, mi elección natural, fue eliminada y surgió Benjamín.

  Ciertamente el relato bíblico de la muerte de Raquel y del nacimiento de Benjamín es admirable. ¡Qué relato tan asombroso! ¿Por qué la muerte de Raquel no se produjo antes de la experiencia de Jacob en Bet-el? Ciertamente esto fue arreglado por Dios. Por la mano de Dios, la muerte de Raquel se produjo inmediatamente después de la maravillosa experiencia que tuvo Jacob en Bet-el. En el versículo 16 Jacob posiblemente rebosaba de gozo por la experiencia de Bet-el. Además esperaba ansioso el nacimiento de otro hijo de Raquel su esposa amada. Sin embargo, mientras nacía este hijo, moría Raquel, la predilecta de Jacob. Aunque Raquel llamó a su segundo hijo Benoni, un nombre que expresaba aflicción, Jacob cambió inmediatamente ese nombre por Benjamín, un nombre de aliento. El hecho de que Jacob cambiara el nombre de su hijo demuestra que no estaba desilusionado ni desanimado por la pérdida de Raquel. En lugar de estar decepcionado, estaba lleno de confianza, fe y esperanza. Jacob parecía decir: “No, su nombre debe ser Benjamín; él no es hijo de aflicción, sino hijo de mi mano derecha”. ¡Cuánta fe y esperanza tenía Jacob! No obstante, si este suceso se hubiera producido antes de la experiencia de Jacob en Bet-el, él habría dicho: “Amén, su nombre debe ser Benoni, porque es un hijo de aflicción. Esta experiencia es sin duda dolorosa”. Pero Jacob había llegado a ser una persona transformada después de su experiencia en Bet-el.

  El versículo 21 afirma que Jacob había sido verdaderamente transformado: “Y salió Israel, y plantó su tienda más allá de Migdal-edar”. Aquí, después de la muerte de Raquel y del nacimiento de Benjamín, Jacob es llamado Israel por primera vez. El versículo no dice que Jacob viajó, sino que fue Israel el que lo hizo. Para entonces Jacob había llegado a ser una persona transformada. Anteriormente su nombre había sido cambiado de Jacob a Israel (32:27-28; 35:10), pero nunca había sido llamado por su nuevo nombre.

(2) Raquel dio a luz a José, un nazareo, quien tipifica a Cristo

  Jacob tuvo doce hijos: seis de ellos nacieron de Lea, incluyendo a Leví, quien tenía el sacerdocio, y a Judá, a quien correspondía el reinado; otros dos, José y Benjamín, nacieron de Raquel; dos más, Dan, el peor de todos, y Neftalí, uno de los mejores, nacieron de Bilha; y los dos últimos, Gad y Aser nacieron de Zilpa (vs. 22-26). Benjamín y José, los dos hijos de Raquel, tipifican a Cristo. José nació primero, pero en tipología, es la continuación de Benjamín. El relato del nacimiento de José no da indicios de que tipifique a Cristo. Pero como vimos, el nacimiento de Benjamín revela claramente que éste tipifica a Cristo. Benjamín, el hijo de aflicción, el hijo de la mano derecha, es seguido por José. Desde el capítulo treinta y siete hasta el final de Génesis, se nos relata la vida de José. José, un nazareo, uno que fue apartado para Dios, es indudablemente una figura de Cristo (49:26 “apartado” en hebreo es la misma palabra que “nazareo”).

  José tipificaba a Cristo como el hijo de aflicción y también como el hijo de la mano derecha. Después de su sufrimiento y exaltación, José se sentó al lado del faraón en el trono. Cuando llegamos al relato de José, vemos que en todos los aspectos, él tipifica a Cristo. Por ahora, un solo caso es suficiente como ejemplo. Cuando José estaba encarcelado, tenía dos compañeros (40:1-4). Más adelante, uno de estos compañeros se salvó y el otro murió (40:20-22). Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz, lo acompañaban dos ladrones, uno de los cuales fue salvo y el otro se perdió (Lc. 23:32-33, 39-43). ¡Cuán maravillosa es esta figura! José sufrió como hijo de aflicción en la primera parte de su vida. Durante la segunda parte de su vida, él fue exaltado como hijo de la diestra. El fue exaltado al trono, a la diestra del faraón, y recibió poder para administrar la provisión de vida a todo el pueblo. No obstante, como hicimos notar, en tipología, José es la continuación de Benjamín, el hijo de aflicción que llegó a ser el hijo de la diestra.

  Benjamín y José fueron hijos de Raquel, la predilección natural de Jacob. Según lo dispuso Dios, las cosas naturales no están mal. Dios estableció el matrimonio. La vida matrimonial, siendo algo natural, fue ordenada por Dios. No diga jamás que las cosas naturales no son buenas. Si usted afirma eso, entonces debe dejar de comer, pues la comida es un artículo natural necesario, ordenado por Dios. A menudo los jóvenes dicen: “¿Por qué tenemos que ocuparnos de la comida y el vestido? ¿Por qué necesitamos dormir? Si Dios nos hubiera creado sin necesidad de comer, de vestirnos ni de dormir, la vida sería maravillosa. Además, ¿a quién le gusta estar en frente de un horno caliente, y quién disfruta lavar platos? ¡Ojalá estas cosas no existieran. Quisiéramos vivir sin todas esas cosas”. No obstante, Dios estableció que tuviéramos la necesidad de casarnos, comer, dormir y vestirnos. Estas cosas son naturales, y aún así fueron ordenadas por Dios.

  Igual que todos los hombres, Jacob necesitaba una esposa. Cuando llegó a casa de su tío Labán en Padan-aram, la primera persona con quien se encontró fue Raquel (29:9-11), e inmediatamente la escogió a ella. Ciertamente esto fue arreglado providencialmente por Dios. Al mirar a Raquel, Jacob probablemente dijo: “Escojo a ésta”. Jacob amaba a Raquel y aceptó servir a Labán siete años por ella (29:18-20). Dios intervino al hacer que Jacob encontrara primero a Raquel, y también al permitir que Labán lo engañara. Labán había prometido dar a Raquel a Jacob, pero en la boda, le dio a Lea en lugar de Raquel (29:21-25). El engaño de Labán le impidió a Jacob obtener a la que había escogido. Entonces Jacob estuvo dispuesto a servir a Labán otros siete años por Raquel. El estuvo dispuesto a soportar aquello para conseguir lo que él había escogido. Mientras Jacob trabajaba esos años por Raquel, cada vez que la veía, seguramente suspiraba por ella. Pero no la podía tener. Ninguno de nosotros habría sido tan paciente, pero Jacob esperó con paciencia todo ese tiempo, y finalmente Raquel le fue concedida.

  Este relato está lleno de significado espiritual. Dios ha determinado que tengamos nuestra elección natural. Sin embargo, bajo Su providencia se nos debe impedir durante cierto tiempo llegar a obtenerla. Por una parte, Jacob quedó impedido, pues no pudo conseguir aquello que prefería naturalmente; y por otra, se le permitió tenerla. Esto significa que aunque Dios haya determinado algo para nosotros, no nos permitirá conseguirlo por nuestros medios ni cuando a nosotros nos parezca. Indudablemente Dios había destinado a Raquel para Jacob. No obstante, El no permitió que éste la obtuviese a su manera ni cuando él quisiera. Jacob quería tener a Raquel inmediatamente. Después de obtenerla, Jacob indudablemente deseaba conservarla el resto de su vida. Pero en cierto momento, fue como si Dios dijera: “Jacob, te quitaré a Raquel”. No digo esto en vano. Yo sé que eso es verdadero en mi experiencia personal.

  Dios nos ha designado para que tengamos nuestra elección natural, pero no como nosotros queramos ni cuando lo deseemos. Usted puede preguntarse por qué Dios nos molesta así. El hace eso con el único propósito de producir a Cristo. Dios ha determinado que usted tenga una esposa, pero no le permitirá obtenerla por sus propios medios ni en el momento que usted lo desee. Su propósito no es hacerlo sufrir a uno. Dios no es cruel. Su propósito es producir a Cristo. Dios también lo diseñó a usted para que coma, pero no para que lo haga a su manera. Aun en esto, el propósito de Dios consiste en producir a Cristo.

  Algunos de ustedes saben que me gustan mucho los postres y particularmente los helados. No obstante, Dios me ha puesto bajo la mano controladora de mi querida esposa. Cuando consigo un helado, no es a mi manera ni cuando yo quiero. Mi esposa puede testificar que me encanta comer helado al mediodía, pero ella me dice que debo esperar hasta la cena. Con eso he aprendido la lección de no conseguir mi elección natural a mi manera ni cuando yo lo deseo, sino a la manera de Dios y cuando El lo desee. Su propósito en eso no consiste en hacerme sufrir, sino en producir a Cristo. Cuando mi amada esposa me dice que debo esperar hasta la cena para comer helado, yo simplemente regreso a mi estudio. Jamás me peleo con ella por eso. Este ejemplo de mi experiencia nos muestra el principio.

  Supongamos que por ser yo un hombre y al tener la fuerza de pelear, yo diga a mi esposa: “Esta es mi casa, ésta es mi familia, y tú eres mi esposa. ¡Sírveme helado ahora mismo! Me rehuso a esperar hasta la cena”. Si yo viviese así, Cristo no podría ser producido. No habría lugar para Benjamín ni para José.

  Hace poco, alenté a los jóvenes a que obtuvieran una educación superior. Ahora muchos tienen esta ambición. Yo conozco a algunos jóvenes que aman al Señor y que tomaron la decisión de conseguir una buena educación. Obtuvieron el título que deseaban, no conforme a su método ni cuando a ellos se les ocurrió, sino como Dios lo dispuso y cuando El lo permitió. Aparentemente, esto les causó algunos sufrimientos. Pero el propósito de Dios no es hacernos sufrir, sino producir a Cristo, producir a Benjamín y a José.

  Todos debemos comprender que no estamos en nuestras propias manos, sino en las del Señor. Puesto que somos Sus escogidos y lo amamos, estamos en Sus manos. El nos llevará a Bet-el, y allí permaneceremos bajo Su mano. Tarde o temprano viajaremos y cuando El lo desee, Su mano nos quitará aquello que deseábamos, lo que habíamos elegido, a fin de que Benjamín sea producido.

  El libro de Génesis culmina en el hecho de que José se sentó en el trono con poder y autoridad para distribuir el suministro de vida a todo el pueblo. Esto es resultado directo de la experiencia que tuvo Jacob con relación a Raquel. Sin esta experiencia, Benjamín y José no habrían llegado a existir. Repito que la consumación del libro de Génesis procede de la relación de Jacob con Raquel. La experiencia adecuada de Jacob con Raquel significa que nuestra elección natural, aun siendo ordenada por Dios, no nos es dada de la manera que preferimos ni cuando lo deseamos, sino como y cuando Dios quiera. Sea cual fuere nuestra elección, bien sea el matrimonio, el alimento o el vestido, nos la concederá el Señor como y cuando El quiera. Aun mientras uno se viste, debe decir: “Señor, ¿cuál es Tu camino? ¿Cuál es Tu momento?” Jóvenes, tanto sus necesidades diarias como lo que los satisface ha sido determinado por Dios. Pero no esperen conseguir nada valiéndose de su propio método ni cuando a usted le parezca. Esto jamás produciría a Cristo. Si ustedes desean que Dios los use para producir a Cristo, sus necesidades no deben ser satisfechas como a ustedes les parezca ni cuando ustedes lo deseen, sino como Dios quiera y cuando El lo desee.

  La Biblia no afirma que Jacob se hubiese lamentado después de la muerte de Raquel. Jacob entendía claramente que la pérdida de su esposa era obra de Dios. En lugar de estar desanimado, cobró aliento y cambió inmediatamente el nombre de su hijo de “hijo de aflicción” a “hijo de la diestra”. En este asunto Jacob no fue débil, sino muy fuerte, pues sabía que la muerte de Raquel provenía de la mano de Dios. Vemos esto confirmado en el hecho de que el Espíritu Santo lo llamó Israel en el versículo 21. Esto demuestra que él fue plenamente transformado.

  Antes del capítulo treinta y cinco Jacob había pasado por muchos quebrantos, particularmente en los veinte años que vivió con Labán. Sin embargo, esas heridas no fueron tan profundas ni tan personales como la pérdida de su esposa amada. Este golpe fue hondo y personal y conmovió las profundidades de su ser. Después de que usted haya conocido la vida de iglesia hasta cierto punto, también tendrá esta experiencia. Algo sucederá que lo conmoverá profundamente. Lo que escoja su corazón le será quitado para que surja Cristo como Benjamín y como José. Alabado sea el Señor por este cuadro y por esta palabra. Creo que muchos de nosotros necesitamos este mensaje ahora mismo.

b) La deshonra de la concubina de Jacob, la sierva de Raquel, cambió la primogenitura

  La pérdida de Raquel no fue la única cosa dolorosa que le sucedió a Jacob mientras se alejaba de Bet-el. Rubén le causó una pena profunda a Jacob al deshonrar a la concubina de éste (v. 22). Esto también fue una experiencia que destrozó el corazón de Jacob. El versículo 22 contiene palabras muy significativas: “Lo cual llegó a saber Israel”. Usted se preguntará cómo una acción tan inmoral se pudo producir en esta familia piadosa. No obstante, sucedió.

  La deshonra de la concubina de Jacob por parte de Rubén causó un cambio de primogenitura (1 Cr. 5:1; Gn. 48:22). Rubén nació de Lea y era el primogénito. Como tal, él era quien heredaría la primogenitura. Pero el hecho de que deshonrara a la concubina de Jacob, le hizo perder la primogenitura, y ésta pasó a José.

  Después de que se le puso fin a la relación entre Jacob y Raquel, uno de los hijos de ésta recibió la primogenitura. Esto es muy significativo. Jacob sentía en lo profundo de su corazón que su esposa era Raquel, y no Lea. Por consiguiente, para Jacob, el primogénito no debía haber sido Rubén, sino José. El hecho de que Rubén fuese el primogénito era obra de Dios, pero no concordaba con el deseo que tenía Jacob en su corazón. Dios había determinado el matrimonio de Jacob con Lea y el nacimiento de Rubén. No obstante, el corazón de Jacob estaba apegado a Raquel y a José. Para él, José era en realidad el primogénito. Dios es justo. Después de obligar a Jacob a casarse con Lea y a producir el primogénito por medio de ella, Dios finalmente aflojó la mano y soltó a Rubén. Este cayó, y la primogenitura fue reasignada.

  Esto debería servirle a uno de consuelo. Tal vez uno se preocupe por el hecho de que Dios elimina por completo lo que uno escoge naturalmente, lo que desea con el corazón. Pero a la larga Dios lo pondrá todo en orden. Con la pérdida de Raquel, Jacob obtuvo un segundo hijo, el cual tipificaba a Cristo; y con la deshonra causada por Rubén, se reasignó la primogenitura. No debemos preocuparnos por lo que nos acontece. Por el contrario, debemos creer que todas las cosas suceden por la intervención de Dios. La deshonra de la concubina de Jacob por parte de Rubén fue algo vergonzoso, pero hasta este hecho fue usado para traer un resultado positivo. La primogenitura no debía asignarse a Rubén, pero por nacimiento le correspondía a él. Por tanto, Dios permitió providencialmente que Rubén cayera para que la primogenitura fuese trasferida a la persona debida. ¡Cuán maravilloso es esto! En todo caso, nunca se valga de la providencia de Dios como pretexto para decir: “Hagamos males para que vengan bienes”.

7) Entró en la comunión

  Después de experimentar estos golpes más profundos y personales, Jacob entró en una comunión plena con el Señor en Hebrón (v. 27). La comunión que tuvo en Hebrón denota intimidad, paz, satisfacción y gozo. Es maravilloso estar en la vida de iglesia. Sin embargo, al principio de nuestra experiencia en la vida de iglesia no tenemos una comunión plena, ya que ésta se encuentra en Hebrón. Muchos de los que están en la vida de iglesia hoy no se hallan en una condición espiritual íntima, pacífica, satisfactoria y alegre. Aunque usted esté en la vida de iglesia, necesita peregrinar y sufrir heridas profundas y personales hasta llegar a Hebrón y entrar en plena comunión con el Señor. En esta comunión, usted tendrá alegría, satisfacción y paz plenas e intimidad entre usted y el Señor.

  Dice en el versículo 27: “Después vino Jacob a Isaac su padre a Mamre, a la ciudad de Arba, que es Hebrón, donde habitaron Abraham e Isaac”. Abraham había llegado a Siquem (12:6), había pasado por Bet-el (12:8) y había morado en Hebrón (13:18; 18:1); Isaac había pasado casi toda su vida en Hebrón. Así, Jacob siguió los pasos de Abraham y llegó a Siquem (33:18), pasó por Bet-el (35:6) y moró en Hebrón. Todos debemos llegar a Hebrón. Aunque estamos en la vida de iglesia, no tenemos descanso, ni completa paz, ni satisfacción, ni gozo, ni intimidad hasta que avancemos y peregrinemos en nuestro espíritu hasta Hebrón. Aquí en Hebrón, disfrutamos de una intimidad maravillosa con el Señor. Hebrón también es el lugar donde maduramos en vida. En 37:1 Jacob empezó a madurar porque estaba en Hebrón.

8) Cortados los lazos que lo unían a su padre

  En los versículos 28 y 29 se menciona la muerte de Isaac. Cuando Jacob estaba en Hebrón, fue cortado su último lazo terrenal, el vínculo filial. Algunos dirán: “Todos debemos honrar a nuestros padres. ¿Por qué dice usted que el lazo fue cortado cuando el padre de Jacob murió?” Por una parte, es bueno tener a nuestros padres con nosotros; pero por otra, toda relación constituye un lazo. Después de que Jacob llegara a Hebrón y entrara en el reposo pleno, Dios quitó a su padre y lo dejó completamente libre de todo lazo terrenal. Al final del capítulo treinta y cinco vemos a una persona completamente transformada y libre. Jacob está ahora en Hebrón, en el descanso, la alegría, la satisfacción y la intimidad plenas, y en comunión con el Señor. En Hebrón nada separa a Jacob del Señor. Allí él puede cantar: “Nada se interpone entre tú y yo, Señor, nada”. En Jacob vemos a una persona totalmente quebrantada y calibrada por el Señor. Todo vínculo fue cortado y ahora él tiene plena libertad para disfrutar de una comunión íntima con el Señor en Hebrón.

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