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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 94

La madurez: el aspecto reinante del Israel maduro

(1)

  En el último mensaje hicimos notar la diferencia que existe entre la transformación y la madurez. La transformación es el cambio metabólico de la vida, y la madurez es la plenitud de vida. La madurez es la última etapa de la transformación. Mientras somos transformados, somos llenos de vida. Cuanto más transformados somos, más nos llenamos de vida. Nadie puede llenarse de vida sin ser transformado. La medida en que una persona se llena es proporcional al grado de su transformación. Cuando estemos completamente transformados, estaremos plenamente llenos de vida.

  Del capítulo veinticinco al capítulo treinta y dos, no vemos ningún cambio en la vida de Jacob. Según el capítulo veinticinco, Jacob empezó a suplantar desde antes de nacer. La transformación de Jacob empezó desde el momento en que Dios lo tocó. Esto sucedió en el capítulo treinta y dos. Aunque en los capítulos del veinticinco al treinta y dos no vemos ninguna transformación, ningún cambio de vida, estos capítulos están llenos de disciplina. Recuerde que Jacob pasó veinte años sometido a Labán. En esos años, él sufrió golpe tras golpe. Después de esos años de quebrantos, una noche, en Peniel, el Señor se le apareció y tocó la parte más fuerte de Jacob, su muslo, y Jacob quedó cojo. Esto marcó el comienzo de la transformación de Jacob, y el proceso de transformación pasó del capítulo treinta y dos al capítulo treinta y siete. En estos capítulos vemos un cuadro de la manera en que Jacob fue transformado. No obstante, después de que Jacob perdió a José en el capítulo treinta y siete, no vemos ningún otro cambio en su vida. Esto se debió a que en ese entonces su transformación estaba casi terminada. Por consiguiente, la madurez de Jacob empieza en el capítulo treinta y siete.

  Existen tres períodos distintos en la vida de Jacob: el de quebrantamiento, el de transformación y el de madurez. Si usted compara estos tres capítulos, el veintisiete, el treinta y siete y el cuarenta y siete, verá la disciplina, la transformación y la madurez. En el capítulo cuarenta y siete la madurez de Jacob llega a la cumbre y es plenamente manifestada. En este mensaje consideraremos la manifestación de la madurez de Jacob.

2) La manifestación de la madurez

a) No reprendió a nadie después de oír que José vivía todavía

  La primera señal de la madurez de Jacob se ve en el hecho de que él no reprendió a sus hijos cuando recibió la noticia de que José vivía y estaba en Egipto (Gn. 45:21-28). Ellos habían conspirado para matar a José, lo habían vendido como esclavo, y habían mentido a su padre al respecto; pero Jacob no los reprendió. Si él no hubiese sido maduro, les habría dicho: “¿Qué me habéis hecho? ¿Acaso no sabéis que casi me matasteis?”. Pero según el capítulo cuarenta y cinco, Jacob no reprendió a nadie.

  En Génesis 45:26-27 se mencionan el corazón y el espíritu de Jacob. Algunos cristianos piensan que el espíritu y el corazón son la misma cosa, pero nosotros sabemos por la verdadera luz bíblica que el corazón es el corazón, y el espíritu es el espíritu. El versículo 26 afirma que “el corazón de Jacob se afligió”, y el versículo 27 declara que “el espíritu de Jacob revivió”. Cuando Jacob oyó las buenas nuevas acerca de José, su corazón se pasmó. Algunas versiones afirman que su corazón se enfrió. La palabra hebrea significa “quedar pasmado”, sin sentimiento ni sentir. Aunque el corazón de Jacob quedó pasmado, su espíritu revivió.

  Debemos ser como Jacob. En ciertas situaciones, nuestro corazón debe estar frío, y nuestro espíritu debe ser revivido. Hace poco, muchos jóvenes se han “embriagado” de Cristo. No obstante, quisiera hacerles estas preguntas: “¿Está su corazón frío? ¿Ha sido usted revivido en su espíritu o en su corazón? No estoy seguro de que hayan sido revividos en el espíritu. Quizá su entusiasmo sea una mezcla del espíritu y el corazón. Esta mezcla indica que no ha habido una separación entre el alma y el espíritu. Según Hebreos 4:12 el espíritu debe dividirse del alma. Un santo maduro es aquel que ha sido vivificado y se entusiasma en el espíritu, pero es frío en el corazón. Nosotros debemos ser ardientes en el espíritu, pero fríos en el corazón. Nuestro espíritu debe ser una estufa llena de fuego ardiente, pero nuestro corazón debe ser un refrigerador.

  Cuando tenemos poco tiempo en la vida espiritual, somos revividos principalmente en el corazón, y estamos fríos en el espíritu. Cuanto menos tiempo tenga usted en la vida espiritual, más se avivará en el corazón y en el espíritu. Pero cuando crece, se enfría en el corazón y revive en el espíritu. En el capítulo cuarenta y cinco vemos que Jacob era un santo maduro. Por consiguiente, la Biblia afirma que su corazón estaba frío, y que su espíritu revivió. Esto fue una manifestación de su madurez. Esta afirmación acerca del corazón y del espíritu se puede encontrar solamente en la Biblia, pero no en ningún otro escrito.

  Puesto que el corazón de Jacob se enfrió y su espíritu revivió, él no culpó a nadie ni a nada. En su corazón no hubo ningún sentimiento ni reacción. Su vida anímica estaba totalmente adormecida, y su corazón era como la madera. Puesto que el alma y el espíritu de Jacob habían sido divididos, las buenas nuevas acerca de José dieron por resultado el avivamiento de su espíritu y no la emoción de su corazón.

  No se imagine que intento apagar el entusiasmo de los jóvenes. No, los jóvenes deben ser entusiastas. Los niños son niños, los padres son padres, y los abuelos son abuelos. ¡Cuán infantil sería ver a un abuelo emocionarse fácilmente! El niño es el que debe entusiasmarse. Si no lo hace, puede estar enfermo física o mentalmente. Los niños que tienen buena salud siempre se emocionan.

  Cuando regresé de un viaje que hice a Europa recientemente, traje unos recuerdos para dos de mis nietos. A uno de ellos, de siete años, le di un cascanueces, y al otro, un niño de menos de cuatro, le di un automóvil de juguete. Estos muchachos estaban tan emocionados que a duras penas podían comer, dormir o quedarse tranquilos. El muchacho mayor hasta llevó su cascanueces a la escuela para mostrarlo a su maestro y a sus compañeros de clase. Nos alegró mucho ver el entusiasmo en nuestros nietos, pues eso indica que están sanos y activos. Ahora bien, supongamos que traigo un regalo a uno de los ancianos, y que, en su entusiasmo, lo enseña a los demás ancianos. Si hace eso, dudaría que fuese un hermano apto para ser anciano. Una persona mayor no debe entusiasmarse así. Eso no sería correcto; mientras que los jóvenes, por ser tales, deben emocionarse.

  Jacob, por no emocionarse, no culpó a los demás por la pérdida de José. Nadie puede aprender eso con simples enseñanzas. Educar en cuanto a esto no trae resultados. Si le enseño a mi nieto de siete años a no culpar a su hermano, eso no servirá de nada. En cuanto le dé la espalda, acusará a su hermano menor. Por tener una edad en que uno echa la culpa a otros y por tener una vida que acusa, no se le puede impedir que culpe a los demás. Por supuesto, esto no significa que no debemos educar a nuestros hijos. Debemos disciplinarlos. Pero aprender a no culpar a los demás, depende del crecimiento en vida, y no de las enseñanzas externas.

  En el capítulo cuarenta y cinco de Génesis, vemos a un santo que no presumía ni fingía ni actuaba. Por haber llegado a ser maduro, su corazón estaba frío, y no culpó a los demás. Algunos pensarán que el versículo 26 indica que el corazón de Jacob tuvo una fuerte conmoción al oír las buenas nuevas y que se heló con la noticia. No lo creo. Cuando una persona joven recibe una noticia sorprendente, su mente, su parte emotiva y su voluntad seguirán activas. No están frías en lo más mínimo. He visto a algunos que han recibido una fuerte conmoción, pero su alma seguía muy activa. Cuando Jacob, un anciano, recibió la buena noticia con respecto a José, no reaccionó; su corazón permaneció frío. Esta es una señal de la madurez en vida de Jacob.

  Jóvenes, no intenten imitar esta madurez. No tienen necesidad de fingir. Ustedes son jóvenes, no son ni padres ni abuelos. Por consiguiente, no traten de comportarse como un abuelo. No actúen como si estuvieran fríos en el corazón y avivados en el espíritu. Me agrada ver alegres a mis nietos, porque ese comportamiento es genuino, natural y espontáneo; no es fingido. Los jóvenes no se deben molestar por este mensaje sobre la manifestación de la madurez. Repito una vez más que los jóvenes deben ser entusiastas. Si un joven no lo es, no es normal. No intenten ser más maduros de lo que son. Todo lo que hace la presunción es matar.

b) Ofreció sacrificios a Dios en Beerseba antes de ir a ver a José

  Leemos en Génesis 46:1: “Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac”. En Génesis 35:1 Dios le pidió a Jacob que se levantara y subiera a Bet-el e hiciera un altar allí para El. No obstante, en 46:1 Jacob fue a Beerseba para ofrecer sacrificios por su propia iniciativa. Este versículo no dice que él ofreció un sacrificio; sino que “ofreció sacrificios”. El fue a Beerseba con el propósito de ofrecer sacrificios a Dios. Este versículo no nos dice que Jacob oró, alabó, ni agradeció a Dios, sino que le ofreció sacrificios. El lo hizo para tener una verdadera comunión con Dios. Si queremos usar la terminología del Nuevo Testamento, diremos que Jacob ofreció el Cristo que había experimentado en muchos aspectos para la satisfacción de Dios. Esta es la adoración que Dios desea recibir de nosotros. Sin embargo, esta adoración está relacionada con nuestro crecimiento en vida. Cuando estemos maduros, adoraremos frecuentemente a Dios de esta manera. Dios no le pidió a Jacob que fuese a Beerseba y ofreciera sacrificios. Jacob fue allí por su propia voluntad a fin de ofrecer a Cristo para la satisfacción de Dios.

  Dice en el siguiente versículo: “Y habló Dios a Israel en visiones de noche”. Observe que este versículo no habla de una visión, sino de visiones. En aquella noche en Beerseba, Dios se apareció a Jacob por lo menos dos veces y le habló. Cuando somos jóvenes en vida, a menudo decimos: “Señor, ¿cuál es Tu voluntad? Por favor dime lo que quieres que yo haga”. Pero en el capítulo cuarenta y seis, Jacob no dijo eso. En lugar de pedir orientación a Dios, ofreció sacrificios para satisfacerlo. Entonces, durante la noche, Dios se le apareció. Aquí vemos la clase de comunión que un santo maduro en vida tiene con Dios. No hay ni oración ni alabanza ni acción de gracias ni búsqueda, sino la ofrenda de Cristo a Dios para la satisfacción de Dios. En esta clase de adoración, Jacob tuvo comunión con Dios, y Dios se le apareció. Ciertamente, ésta es otra manifestación de la madurez de Jacob.

  No podemos imitar el grado de vida de Jacob. Nuestro grado de vida siempre se relaciona con nuestro crecimiento en vida. Si no tenemos el crecimiento, simplemente no podremos tener la medida. Usted puede fingir, actuar o presumir, y todavía no tener el grado de vida que trata de imitar. Por consiguiente, todos debemos crecer. Cuando alcancemos cierto grado de vida, tendremos espontáneamente la manifestación de la vida correspondiente a ese grado de vida.

c) No mostró ningún entusiasmo ni liviandad cuando vio a José

  Vemos otra señal de la madurez de Jacob en el hecho de que no mostró ningún entusiasmo ni nada inapropiado de sí cuando vio a José (46:28-30). Jacob no estaba emocionado, porque su corazón se había enfriado. Está bien que los jóvenes se entusiasmen, pero no debe haber ninguna liviandad en su entusiasmo. Debe haber cierto grado de control. A veces mis nietos son tan descuidados en su emoción que se vuelven destructivos. Uno de ellos se emocionó tanto que se puso a saltar sobre los muebles. Los niños que muestran un descuido deben ser disciplinados. En todo caso, ustedes jóvenes deben ser entusiastas, y las iglesias y los locales de reuniones que tienen muchos jóvenes deben ser lugares de entusiasmo. Aun pueden estar tan emocionados que las paredes no puedan contenerlos.

  Cuanto más entusiastas sean los jóvenes, mejor; pues cuanto mas se entusiasmen, más rápido crecerán. Jamás he visto a un niño frío crecer. Los niños deben ser activos y entusiastas. Esto indica que están vivos, y son sanos y normales. Disfruto del entusiasmo de los jóvenes porque es una señal de que son normales. Esto me asegura que crecerán. No obstante, en su entusiasmo, no debe haber ni soltura ni desorden. En medio de su entusiasmo, su espíritu dirá: “Ten cuidado. No hagas demasiado ni vayas demasiado lejos”. Este control está bien.

  Jóvenes, les aliento a emocionarse. Yo soy un hombre mayor, pero no me gusta estar en una reunión de personas mayores, prefiero asistir a la reunión de los jóvenes y permanecer en una iglesia llena de jóvenes. Quizá no hayan experimentado transformación ni madurez, pero están llenos de vida. La presencia de la vida me asegura que el crecimiento, la transformación y la madurez vendrán después.

d) No pidió nada después de llegar a Egipto

  Después de llegar a Egipto, Jacob no pidió nada. Pero cuando era joven, pedía adondequiera que iba. No sólo rogaba, sino que suplantaba a los demás y les robaba. Jacob quería tenerlo todo para sí. Si él se hubiera alojado en la casa de usted, lo que usted tuviese en el bolsillo acabaría en el de él tarde o temprano.

  Jacob en su juventud le robó a su padre, a su hermano, a su tío y aun a sus esposas. Finalmente, cuando él era viejo, le robaron a él y lo privaron hasta de sus hijos. Pero cuando llegó a la madurez, no pidió nada. Conforme a su posición después de llegar a Egipto, él estaba facultado para exigirlo todo. Sin embargo, no pidió nada. Esta es una señal evidente de madurez. Una persona madura no es exigente. En lugar de pedir, de solicitar, Jacob extendió sus manos para bendecir a los demás. Si nosotros mendigamos, pedimos y exigimos, eso demuestra que somos jóvenes en vida. Nosotros como santos no debemos tener exigencias para con otros. En todo caso, eso no puede ser un asunto fingido, sino que es el resultado del crecimiento en vida.

  En todas las familias, los niños son mucho más exigentes que los demás. Por el contrario, el abuelo no exige nada y da continuamente. Los niños pequeños piden dulces, galletas y juguetes todo el día . Mis nietos piden constantemente cosas a su abuela. Cuanto más joven es usted, más exige. Usted puede exigir cosas a los ancianos, a los hermanos y hermanas, y nunca exigirse nada a usted mismo. Eso demuestra que es como un niño. Un niño no hace otra cosa que exigir. Aunque el Señor puede tardar en contestar mi oración, las oraciones de los niños son contestadas inmediatamente. Pedir muchas cosas indica que quien lo hace es joven.

  La oración excesiva también puede ser una señal de falta de madurez. Algunos santos jóvenes, pensando que los ancianos no son humildes ni lo suficientemente diligentes, oran por ellos de manera infantil. Si uno no ora de esta manera por los ancianos, demuestra que ha crecido. Al orar uno de manera impropia por los ancianos da a entender que es joven. Cuanto más ora usted por ellos, menos maduro es. Si usted no ora por los ancianos, entonces debe de ser adulto.

  Muchas oraciones que se hacen por la iglesia también son infantiles. Algunos santos oran: “Señor, no me atrevo a hablarte de la iglesia. No obstante, Señor, Tú conoces la situación. Oh Señor, haz algo al respecto”. En realidad, esta clase de oración condena a la iglesia. Cuando usted ora de esta forma, acusa a la iglesia. Orar así equivale a pedir al Señor que discipline a la iglesia. Usted ora tanto por la iglesia porque a sus ojos, la iglesia no satisface sus requisitos. No obstante, Pablo no oró por la iglesia de esta manera. Hace cincuenta años, yo también oraba de una manera que culpaba, rogaba, exigía y acusaba. Sin embargo, el Señor es mi testigo de que durante los últimos seis meses no he orado por los ancianos de Anaheim. Esto no significa que sean perfectos, sino que yo no exijo nada de ellos y que ellos no me molestan interiormente.

  No intente imitar esta característica de madurez. No diga: “El hermano Lee nos dijo que durante seis meses él no ha orado por los ancianos. De ahora en adelante, yo tampoco oraré por ellos”. Si usted es capaz de dejar de orar por los ancianos durante seis meses, esto indica que usted ha crecido. Esto revela que no está rogando ni exigiendo nada.

e) No hizo nada para sí mismo mientras vivió en Egipto

  Cuando Jacob fue a Egipto, no emprendió ninguna actividad para sí mismo. Esto también es una evidencia de su madurez. No se imagine que Jacob era perezoso, estaba cansado o le faltaba energía para actuar. Si no podía hacer nada, habría pedido a sus hijos que obrasen para él, pero no actuó así. El estaba plenamente satisfecho y descansaba totalmente en la providencia de Dios. El no dependía de sus propios esfuerzos. En la experiencia que él adquirió en el transcurso de los años, había llegado a saber que su destino estaba en las manos de Dios, y no en las suyas. Cuando Jacob estaba a punto de bendecir a los dos hijos de José, se refirió a Dios como Aquel que lo había apacentado durante toda su vida (Gn. 48:15-16). Las palabras de Jacob en 48:15 y 16 se refieren al Dios Triuno. Aquí vemos al Dios Triuno en la experiencia de Jacob, y no en doctrina. En estos versículos, Jacob dijo: “El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Angel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes”. Aquí vemos una triple mención de Dios: El Dios en cuya presencia anduvieron Abraham e Isaac, el Dios que mantuvo a Jacob toda su vida y el Angel que lo libertó de todo mal. El Dios en cuya presencia anduvieron Abraham e Isaac debe de ser el Padre; el Dios que lo pastoreó toda la vida debe de ser el Espíritu; y el Angel que lo redimió de todo mal debe de ser el Hijo. Este es el Dios Triuno en la experiencia de Jacob.

  Jacob experimentó el cuidado providencial y pastoril de Dios. Pastorear incluye alimentar. El pastor satisface todas las necesidades de las ovejas, las cuales sólo comen y descansan. Toda la provisión para la supervivencia de ellas proviene del pastor. El ejemplo del pastor presenta de una forma maravillosa la comprensión que tuvo Jacob de que su destino y existencia estaban totalmente en manos del Dios que pastorea. Por consiguiente, después de haber madurado y de llegar a Egipto, no hizo nada para sí mismo. Esta es otra señal de la madurez de vida.

f) Bendecía a la gente constantemente

  Ahora llegamos a la señal más importante de la madurez de Jacob: él bendecía a los demás. Lo primero que hizo Jacob al llegar a Egipto fue bendecir al faraón (47:7, 10). El faraón era la persona de mayor autoridad en la tierra, pero él se encontraba bajo la mano de bendición de Jacob. Según Hebreos 7:7: “El menor es bendecido por el mayor”. Por consiguiente, el hecho de que Jacob bendijera al faraón demuestra que era mayor que éste. Después de que Jacob fue presentado al faraón, no le habló de manera cortés ni diplomática. El extendió su mano y lo bendijo. Esto va en contra de la cultura y la religión humanas. Al salir de la presencia del faraón, Jacob lo volvió a bendecir.

  La bendición es la superabundancia de la vida, la superabundancia de Dios por medio de la madurez en vida de alguien. Si queremos bendecir a los demás, debemos estar llenos hasta el borde de la vida para que ésta se derrame y llegue a ellos. Jacob rebosaba así de vida y bendijo al faraón y a los dos hijos de José (Gn. 48:8-20).

  El padre de Jacob, Isaac, bendijo ciegamente. Pero la bendición que pronunció Jacob sobre sus dos nietos, Efraín y Manasés, estaba llena de significado. Sus ojos físicos estaban apagados por la vejez, pero su espíritu estaba lúcido (48:10). José presentó sus dos hijos a Jacob, poniendo a Manasés, el primogénito, a la diestra de Jacob, y a Efraín a la izquierda. José esperaba que Jacob pusiera su mano derecha sobre la cabeza de Manasés y su izquierda sobre la de Efraín. Sin embargo, Jacob sabía perfectamente en su interior lo que estaba haciendo; así que cruzó las manos y puso la mano derecha sobre la cabeza de Efraín. José no estaba contento con eso y dijo: “No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza” (48:18). Con todo, Jacob se rehusó y dijo: “Lo sé, hijo mío, lo sé”. Jacob puso sus manos intencional e inteligentemente. A diferencia de su padre Isaac, no obró ciegamente. Por su madurez y por ser uno con Dios en vida, él tenía un espíritu despejado. En su espíritu, él sabía que la voluntad de Dios era establecer a Efraín por encima de Manasés.

  Más adelante veremos que la vida madura de Jacob estaba llena de bendiciones. Jacob bendijo a sus doce hijos, y estas bendiciones fueron profecías relacionadas con el destino de las doce tribus de Israel. Jacob estaba tan lleno de vida que derramó bendiciones a todos aquellos que encontraba. Esta es la manifestación más marcada de la madurez en vida de Jacob.

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