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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 96

LOS TRASPASOS DE PRIMOGENITURA QUE CONSTAN EN LAS ESCRITURAS

  Génesis es un libro de semillas. En este mensaje, que constituye un paréntesis en nuestro estudio-vida, examinaremos otra semilla: la del cambio de primogenitura.

  Quizá usted jamás se haya imaginado que la primogenitura pudiera ser traspasada. La primogenitura es la porción especial asignada al hijo primogénito. En casi todos los grupos étnicos, y particularmente en la antigüedad, el primogénito de una familia heredaba una porción especial. Entre los judíos de antaño, esta porción generalmente era una porción doble de la tierra. Según la Biblia, la primogenitura incluye la doble porción de la tierra, el reinado y el sacerdocio. El sacerdocio conduce la gente a Dios, y el reinado trae a Dios a la gente. El libro de Génesis revela que la primogenitura puede ser traspasada del primogénito al segundo hijo. En este libro hay por lo menos cuatro casos de traspasos de primogenitura: de Esaú a Jacob (Gn. 25:22-26, 29-34); de Zara a Fares (Gn. 38:27-30); de Rubén a José (Gn. 49:3-4; 1 Cr. 5:1); y de Manasés a Efraín (Gn. 48:12-20).

  Además, en el Nuevo Testamento, la primogenitura pasó de Israel a la iglesia. En el capítulo quince de Lucas, el Señor Jesús indica por medio de la parábola del hijo pródigo que los recaudadores de impuestos y los pecadores son como el segundo hijo, y que los fariseos que se consideran justos a sus propios ojos, son como el primer hijo (Lc. 15:1-2, 11, 25-28). No obstante, en Mateo 21:28-32, el Señor traspasa la primogenitura de los judíos a los recaudadores de impuestos y las rameras. Aquí el Señor revela que los publicanos y las prostitutas son como el primogénito que al principio no obedeció a la palabra de su padre, pero más adelante se arrepintió y la obedeció. Entonces el Señor comparó a los fariseos con el segundo hijo, que dijo que cumpliría la palabra de su padre, pero que en realidad la desobedeció. Originalmente, los judíos eran el primer hijo. Al principio del ministerio del Señor, ellos todavía eran los primeros. Pero al final del ministerio del Señor Jesús, él traspasó la primogenitura de los judíos a la iglesia. Las palabras que dijo en Mateo 21:28-32 fueron pronunciadas hacia el final de Su ministerio. En esos versículos, el Señor comparó a los publicanos y las rameras con el primogénito. La iglesia se compone de los pecadores que fueron redimidos y regenerados. En la economía de Dios, son ellos los que reciben la primogenitura. Por consiguiente, Hebreos 12:23 habla de la iglesia de los primogénitos.

I. DE ESAU A JACOB

  En Gn. 25:22-26, 29-34 vemos el traspaso de primogenitura de Esaú a Jacob. Esaú era el primogénito (v. 25), pero Jacob estaba predestinado para recibir la primogenitura (v. 23). El traspaso de primogenitura de Esaú a Jacob revela que recibir la primogenitura depende de la predestinación, y no de nuestro nacimiento natural. Usted quizá sea un Esaú por nacimiento, pero eso no significa que esté predestinado para recibir la primogenitura. Esto depende exclusivamente de Dios, no de nosotros. Al considerar los cinco casos en que hubo un traspaso de primogenitura, debemos adorar a Dios por Su intervención, y decir: “Oh Señor, te agradezco por Tu providencia. Todo depende de Tu predestinación providencial”.

  Jacob, quien fue predestinado para obtener la primogenitura, era muy codicioso e hizo todo lo posible por conseguir la primogenitura él mismo. Cuando Jacob y Esaú todavía estaban en el vientre de su madre, luchaban por la primogenitura. Yo creo que esta lucha fue iniciada por Jacob. No obstante, según lo dispuesto por Dios, Esaú era más fuerte. Si usted lee la Biblia detenidamente, verá que Esaú, un cazador, era fuerte y de gran estatura física. Por el contrario, Jacob, quien permanecía en casa con su madre, debe de haber sido más bien pequeño. No creo que un joven robusto se quedara siempre en casa con su madre. Por ser más pequeño y más débil que Esaú, Jacob no pudo obtener la primogenitura combatiendo por ella con su fuerza física. Aunque Jacob luchó por ganar la primogenitura en el vientre, Esaú lo venció, nació primero y recibió la primogenitura. La lucha de Jacob fue en vano.

  No obstante, Jacob se rehusó a abandonar la lucha. Yo creo que él permanecía con su madre principalmente para conspirar con ella y tratar de conseguir la primogenitura. Es posible que la madre de Jacob haya accedido finalmente a ayudarle a obtener la primogenitura. Para suplantar a su hermano y conseguir la primogenitura, Jacob hizo dos cosas. La primera fue colocar a Esaú en una situación donde éste estuviera dispuesto a venderle la primogenitura (vs. 29-34). Jacob era extremadamente sutil y suspicaz; era muy hábil. Por su astucia, él se ganó la cooperación de su madre, y Rebeca, quien era más perspicaz que Isaac, se puso del lado de Jacob. Este astuto Jacob incitó a Esaú a venderle la primogenitura.

  Jacob probablemente observó las actividades de Esaú durante cierto tiempo. Quizá haya observado que después de cazar, Esaú siempre regresaba con mucha hambre, pues la caza abre el apetito. Por esta razón, un cazador disfruta de una buena comida después de cazar. Todo el que termina una faena agotadora, como por ejemplo un trabajo arduo o un deporte intenso, desea después una comida abundante y nutritiva. Jacob analizó la situación, las circunstancias, la mentalidad de Esaú y el apetito que éste tenía después de cazar. Quizá Jacob haya pensado: “Ah, ya sé cómo conseguir la primogenitura. Mientras Esaú salga de cacería, le prepararé una sopa”. Génesis 25:29 afirma: “Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado...”. Esaú tenía hambre, y el potaje estaba listo. Esaú dijo a Jacob: “Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado” (v. 30). A lo cual Jacob contestó: “Véndeme en este día tu primogenitura” (v. 31). Cuando una persona tiene hambre, está dispuesta a comer lo que sea y a pagar el precio que sea por la comida. Por lo tanto, Esaú dijo: “He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?” (v. 32). Esaú parecía decir: “La primogenitura es algo para el futuro. ¿De qué me sirve ahora? Mientras que aquí está un tazón de potaje enfrente de mí, el cual es tangible, presente y práctico. ¿Quién sabe cuándo recibiré la primogenitura? No sé cuando vendrá. Por ahora, necesito algo palpable y práctico”. Por tanto, Esaú estuvo de acuerdo con la propuesta de Jacob y le vendió su primogenitura. Por una parte, tener derecho a la primogenitura depende de la predestinación de Dios, pero por otra, obtenerla o no, depende de nuestra actitud y nuestras acciones. La actitud de Esaú fue lamentable, y su acción insensata. El cometió un error garrafal al aceptar la propuesta de Jacob. Pero, en términos modernos, él firmó el contrato y renunció a su primogenitura.

  Aunque Esaú había vendido la primogenitura, no estaba facultado para ceder la bendición correspondiente a la primogenitura. Esta bendición no estaba en sus manos; estaba en manos de Isaac su padre, el representante de Dios. Por consiguiente, lo segundo que hizo Jacob para obtener la primogenitura fue engañar a su padre y hacer que le diera la bendición de la primogenitura (27:18-29). Probablemente la maniobra de Jacob con Esaú fue algo que inició Rebeca, quien aparentemente había arreglado la situación. Jacob fue el aprendiz, y su madre fue la maestra. Después de que Esaú fue inducido a venderle la primogenitura a Jacob, Rebeca esperó el momento oportuno para ayudar a Jacob a conseguir de Isaac la bendición de la primogenitura. Eso tenía que suceder antes de la muerte de Isaac, pero no podía ser demasiado temprano. Si hubiera sido antes, la vista de Isaac todavía habría sido aguda. Por consiguiente, Rebeca esperó hasta que los ojos de Isaac se estuviesen apagando. Cuando Rebeca oyó que Isaac estaba a punto de bendecir a Esaú, le dijo a Jacob: “Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando” (27:8). Rebeca parecía decir: “Este es el momento de engañar a tu padre”. Jacob obedeció a su madre y engañó a Isaac, y éste lo bendijo ciegamente. Como resultado, Jacob obtuvo no solamente la primogenitura, sino también la bendición correspondiente.

  Sin embargo, las maniobras de Jacob no eran necesarias. Si él no hubiera manipulado ni engañado, Dios habría hallado la forma de darle la primogenitura. Aparentemente, la manipulación y el engaño de Jacob lo ayudaron a conseguir la primogenitura. En realidad, eso le causó sufrimientos. Desde el momento en que Jacob engañó a su padre, jamás volvió a ver a su madre. Aunque Rebeca amaba a Jacob, lo perdió por ser tan astuta, y nunca lo volvió a ver. Jacob tuvo que huir a la casa de Labán y sufrió sujeto a él durante veinte años. No aprenda de Rebeca. Si usted lo hace, sufrirá.

  En el traspaso de primogenitura de Esaú a Jacob, vemos que la primogenitura depende de la providencia de Dios. Nosotros también vemos que nunca debemos hacer maniobras ni engaños tratando de conseguir la primogenitura. En otras palabras, no hay necesidad de luchar por la primogenitura. Además, no debemos cometer el descuido de vender nuestra primogenitura. Si bien es cierto que no podemos obtener la primogenitura por nuestros propios esfuerzos, sí podemos venderla si es nuestra. Jacob obtuvo la primogenitura, mas no por sus acciones, mientras que Esaú la perdió por su error.

II. DE ZARA A FARES

  En Génesis 38:27-30 vemos el traspaso de primogenitura de Zara a Fares. Este caso presenta el hecho de que conceder la primogenitura no depende de las acciones del hombre. Zara intentó salir primero del vientre, y sacó la mano, de tal suerte que la partera ató a su mano un hilo de grana, diciendo: “Este salió primero” (v. 28). Sin embargo, las acciones humanas no pueden dominar, dirigir ni determinar la primogenitura. Aunque la partera jamás pensaba que Fares nacería en primer lugar, así sucedió (v. 29). Cuando salió, la partera dijo con sorpresa: “¡Qué brecha te has abierto!” (v. 29). Aquí el hebreo es muy difícil de traducir. Puede ser traducido: “¡Cómo te has abierto paso!” o “¡qué brecha has hecho, que la brecha sea sobre ti!”, o también “¡qué brecha hiciste por ti mismo!”. La partera tuvo que reconocer que a Fares le correspondía la primogenitura. Por consiguiente, la primogenitura no se obtiene por la acción del hombre.

III. DE RUBEN A JOSE

  El tercer caso del traspaso de la primogenitura, de Rubén a José (49:3-4; 1 Cr. 5:1), contiene una seria advertencia. Rubén, el primogénito, perdió la primogenitura por haberse contaminado. Dios se había propuesto dar la primogenitura a Rubén, el primogénito, pero éste la perdió al contaminarse. La primogenitura fue transferida de Rubén a José, quien huyó para no contaminarse precisamente de esa manera (39:7-12). Dios es justo; El quitó la primogenitura de uno que se había contaminado, y la dio a otro que había huido de esa contaminación. (Aunque la primogenitura pasó de Rubén a José, éste sólo recibió la doble porción de la tierra, mas no recibió el sacerdocio ni el reinado. Leví recibió el sacerdocio, y Judá el reinado.)

  No piense que la fornicación es algo insignificante. Dios la aborrece. Vivimos en la era de Sodoma. El mundo de hoy, incluyendo a Estados Unidos, especialmente Suecia y Francia, es Sodoma. Muchos hombres y mujeres viven juntos sin estar casados. Indudablemente, eso traerá el juicio de Dios. En la Biblia Dios trajo un juicio especial sobre Sodoma porque los que allí moraban habían caído en una lujuria totalmente desenfrenada. Nada ofende a Dios más que esta complacencia en la lujuria. No obstante, muchos jóvenes, y también muchachas de hoy, no tienen ningún recato ni pudor. Caer en fornicación siempre causará pérdidas. Dios no tendrá que juzgarlo a usted deliberadamente, pues le vendrá espontáneamente un castigo natural. El caso de Rubén revela que aunque uno haya sido predestinado para recibir la primogenitura, la puede perder al caer en fornicación.

  Todo cristiano que cometa fornicación perderá su primogenitura. Esta incluye el pleno disfrute de Cristo con el sacerdocio y el reinado. Tener la primogenitura consiste en tener el derecho y la posición de disfrutar a Cristo plenamente. También consiste en tener el derecho de ser sacerdotes y reyes. Si perdemos nuestra primogenitura, dejamos de disfrutar a Cristo. El cristiano que comete fornicación pierde este disfrute inmediatamente. Este pecado le impedirá al creyente ser sacerdote y rey. Además, ningún fornicario entrará en el reino milenario para disfrutar plenamente de Cristo y ser sacerdote de Dios y correy de Cristo (1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:5). Sólo los vencedores participarán de este deleite, serán los sacerdotes de Dios y los correyes de Cristo. Presten atención: la contaminación puede hacerles perder su primogenitura.

IV. DE MANASES A EFRAIN

  Ahora llegamos al cuarto caso: el traspaso de primogenitura de Manasés a Efraín (48:12-20). Manasés era el primogénito (v. 14). Cuando José trajo a Manasés y Efraín a Jacob para que éste los bendijera, intentó manipular la bendición de la primogenitura conforme al nacimiento natural (vs. 13-17). No obstante, Efraín recibió la bendición de la primogenitura porque Jacob intercambió sus manos al bendecirlos (vs. 14,17-20). Tengo la convicción de que la acción de José en esta situación le recordó a Jacob la manipulación que él había hecho en su juventud. El quizá haya recordado como había manipulado a su hermano para obtener la primogenitura y engañado a su padre para recibir su bendición. Mientras Jacob cruzaba su mano derecha y la colocaba sobre la cabeza de Efraín, el segundo hijo, posiblemente pensó: “Jacob, no necesitabas fraguar nada. Efraín no ha hecho nada, y aun así tú pones la diestra sobre él. ¿Por qué intrigaste tanto cuando eras joven?”. Yo creo que mientras Jacob invertía la posición de sus manos, sin duda tenía sentimientos profundos. Si José y sus hijos no hubiesen estado presentes, Jacob quizá habría expresado sin inhibición su remordimiento. Usted pensará que tiene razón al manipular ciertas situaciones. Pero después de unos cuantos años, se sentirá avergonzado de lo que hizo y dirá: “¡Qué vergüenza me da haber hecho todo eso!”.

  Debemos creer que Jacob no guió sus propias manos. Ciertamente fueron guiadas por el Espíritu. La dirección del Espíritu fue una bendición para Efraín; pero fue una reprimenda para Jacob. Quizá el Señor le haya dicho: “Jacob, no necesitabas hacer nada. Mira a Efraín. Aunque no ha hecho nada, recibe la primogenitura. ¿Por qué intrigaste tanto y te causaste tanto sufrimiento?”. Igual que Jacob, yo hice ciertas cosas cuando era joven, pero más tarde lamenté haberlas hecho. Jóvenes, ustedes deben tener en cuenta que la bendición no está en sus manos, sino en las manos de los mayores. El hecho de que crucemos nuestras manos y pongamos nuestra derecha sobre la cabeza de usted no depende de usted, sino de nosotros. Si usted desea recibir la bendición, necesita a los mayores; si se aparta de ellos, perderá la bendición. Los mayores no lo bendecirán a menos que usted los honre. Jóvenes, ustedes no pueden seguir adelante sin la bendición de los mayores. Necesitan desesperadamente la ayuda de ellos.

V. DE ISRAEL A LA IGLESIA

  Ahora llegamos al último caso de transferencia de primogenitura en las Escrituras: el traspaso de la primogenitura de Israel a la iglesia. Esto es muy importante. En Exodo 4:22 el Señor dijo a Moisés: “Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito”. Israel era el primogénito de Dios, pero Israel perdió la primogenitura a causa de la incredulidad (Mt. 21:32; Ro. 11:20). Según Lucas 15, al principio del ministerio del Señor, todavía se consideraba a Israel, representado por los fariseos, como el hijo primogénito, y a los recaudadores de impuestos y pecadores como el segundo hijo. Pero según el disfrute de Lucas 15, fue el hijo menor el que recibió la primogenitura, pues fue éste quien disfrutó del becerro engordado, que es Cristo. Esto indica un traspaso de primogenitura. Así vemos que los fariseos perdieron el disfrute de Cristo, mientras que los publicanos y pecadores arrepentidos obtuvieron este deleite. Esto significa que ellos consiguieron la primogenitura.

  Al final del ministerio del Señor, en Mateo 21, El dio a entender que los publicanos arrepentidos, las rameras y los pecadores, de los cuales la iglesia estaría compuesta, serán el hijo primogénito, y que los fariseos incrédulos, que representan a Israel, serían el segundo hijo. Dice en Mateo 21:32: “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no lo creísteis; pero los recaudadores de impuestos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle”. Debido a la incredulidad, Israel, el hijo primogénito, fue arrancado, y el segundo hijo fue injertado en la primogenitura. Por consiguiente, los pecadores que se han arrepentido y han creído, se han convertido en los constituyentes de la iglesia, y ella hoy es llamada la iglesia de los primogénitos (He. 12:23). Nosotros en la iglesia somos un grupo de hijos primogénitos y poseemos, por ende, la primogenitura. Esta primogenitura nos da el derecho de disfrutar a Cristo al máximo, de ser sacerdotes de Dios y correyes de Cristo. Tenemos la primogenitura, pero el Nuevo Testamento nos advierte de la posibilidad de perderla (He. 12:16-17). Tenga cuidado: la primogenitura se puede perder.

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