Mensaje 99
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En este mensaje llegamos a Gn. 49:8-15, la sección más difícil de este capítulo. Si queremos entender estos versículos, necesitamos un espíritu fuerte y una mente clara.
Como se mencionó en el mensaje anterior, los doce hijos de Jacob se dividen en cuatro grupos de tres. Esta no es una opinión mía, sino que corresponde perfectamente con el orden que aparece en la Biblia. Los libros de Moisés revelan que los doce hijos de Jacob se clasifican de tres maneras diferentes: según el nacimiento, según la bendición y según la ubicación en el campamento. Consideremos primero el orden según el nacimiento. Los doce hijos de Jacob nacieron de cuatro madres. La primera era Lea, la esposa legítima de Jacob. Los primeros cuatro hijos, Rubén, Simeón, Leví y Judá, nacieron de Lea. La segunda madre era una sierva llamada Bilha. El quinto hijo de Jacob, Dan, y el sexto, Neftalí, nacieron de ella. El séptimo y el octavo hijos de Jacob: Gad y Aser, nacieron de otra sierva, Zilpa. El noveno y el décimo hijos: Isacar y Zabulón también nacieron de Lea. Finalmente, José, el undécimo, y Benjamín, el duodécimo, nacieron de Raquel. Este es el orden según el nacimiento.
Ordenados según la bendición, los primeros tres hijos, Rubén, Simeón y Leví, están en el mismo orden que por nacimiento. Luego vienen Judá, Zabulón e Isacar. Por tanto, los primeros dos grupos, según el orden de bendición, incluyen a los seis hijos de Lea. No obstante, en el orden conforme al nacimiento, Isacar precede a Zabulón, pero en el orden conforme a la bendición, Zabulón viene antes que Isacar. El tercer grupo incluye a Dan, Gad, Aser y Neftalí. Según el nacimiento, el orden era Dan, Neftalí, Gad y Aser, pero según la bendición es Dan, Gad, Aser y Neftalí. Más adelante, veremos que Gad fue trasladado de este grupo y reemplazó a Leví en el grupo donde estaba Rubén en el orden de acampar. El cuarto grupo se compone de los hijos de Raquel: José y Benjamín, quienes están en el mismo lugar en orden de bendición y de nacimiento (en la distribución del campamento, José se convirtió en dos tribus: Efraín y Manasés).
En el libro de Números vemos el orden en que acampaban. Este libro revela que las doce tribus de Israel acampaban alrededor del tabernáculo. En aquel entonces ellos eran ejércitos y acampaban como tales. Al formarse alrededor del tabernáculo, las tribus iban del oriente, al sur, al occidente y, por último, al norte. Conforme al orden en que acampaban, Judá, Isacar y Zabulón se establecían en el oriente, hacia el [nacimiento del] sol; Rubén, Simeón y Gad, en el sur; Efraín, Manasés y Benjamín, en el occidente; y Dan, Aser y Neftalí en el norte. Gad estaba ubicado con Rubén y Simeón, porque Leví había sido elevado y llevado al tabernáculo, el centro del campamento. Efraín, Manasés y Benjamín equivalían a José y Benjamín. Por medio de Efraín y Manasés, José se convirtió en dos tribus y así pudo heredar la doble porción de la tierra.
En el mensaje anterior consideramos el primer grupo según el orden en que se dio la bendición en Génesis 49, a saber: Rubén, Simeón y Leví. En ese mensaje vemos principalmente el traspaso de la primogenitura y la transformación de la disposición natural. La característica más destacada del primer grupo es que revela que nuestra condición y nuestra disposición naturales pueden ser cambiados. En este mensaje llegamos al segundo grupo, que se compone de Judá, Zabulón e Isacar. Los versículos del 8 al 15 son muy difíciles de entender. Si queremos entender el capítulo cuarenta y nueve, debemos conocer bien la letra de la Biblia. Además, debemos conocer la historia de los hijos de Israel; debemos experimentar a Cristo y la vida de iglesia, y debemos entender las alegorías de la Biblia. Si usted no comprende las alegorías de las Escrituras ni sabe interpretar la poesía de la Biblia, ¿cómo podría entender una porción como el capítulo cuarenta y nueve de Génesis? En el versículo 9 Judá es comparado primero con un cachorro de león y luego con un león adulto, y el versículo 11 habla de una vid escogida y de atar un pollino a la vid. Los que se oponen a usar alegorías para interpretar la Biblia, no entiende este pasaje cuando lo leen. El versículo 13 afirma que Zabulón tendrá un puerto de naves y habitará en puertos de mar; el versículo 14 dice que Isacar es un asno fuerte que se recuesta entre los apriscos de las ovejas; y en el versículo 15 leemos que Isacar vio que “el descanso era bueno, y que la tierra era deleitosa”. ¿Qué significa todo eso? Puesto que es tan difícil, son pocos los cristianos que lo entienden completamente. Sólo puede entenderse valiéndose de alegorías.
No obstante, no resulta fácil valerse de alegorías para interpretar la Biblia. Si queremos entender una porción como Génesis 49:8-15, necesitamos varias cosas: conocer los textos bíblicos, conocer la historia de los hijos de Israel, experimentar a Cristo y la vida de iglesia, comprender las alegorías y saber aplicar los tipos a la situación actual. Cuando tenemos todo esto, podemos ver el verdadero significado de este pasaje.
La Biblia es muy económica; no desperdicia ni una sola palabra. La profecía con bendición de Jacob que consta en el capítulo cuarenta y nueve es una poesía. La poesía es el género literario más elaborado y más cargado de significado. La profecía con bendición de Jacob es majestuosa y llena de grandeza.
Al considerar estos versículos, debe grabarse en nosotros el hecho de que en el primer grupo, compuesto de Rubén, Simeón y Leví, Cristo todavía no ha venido. No vemos a Cristo ni en Rubén ni en Simeón ni en Leví. Lo que vemos en Leví es el hecho de que es incondicional, intenso y fiel. Por estas características, el Señor le dio el sacerdocio. Aunque Leví tenía el sacerdocio con el Urim y el Tumim, no vemos a Cristo en él. Cristo aparece solamente en Judá. Judá tipifica a Cristo. De hecho, podríamos sustituir el nombre de Cristo por el de Judá en esta profecía. Jacob tenía doce hijos, pero Cristo sólo vino de Judá. En Apocalipsis 5:5 a Cristo se le llama el León de la tribu de Judá. Por consiguiente, Cristo pertenece a Judá porque procede de dicha tribu. Si queremos entender los versículos del 8 al 12, debemos aplicar estos versículos a Cristo y substituir el nombre de Judá por el de Cristo.
Todos podemos testificar por experiencia que antes éramos Rubén. ¿Acaso no era usted un Rubén pecador antes de ser salvo? ¿No era, como Rubén, uno que hervía de lujuria? También éramos Simeón, éramos naturales y estábamos llenos de nuestras tendencias naturales. Todo lo que hacíamos concordaba con nuestra lujuria y nuestras inclinaciones. Pero alabamos al Señor porque fuimos salvos y llegamos a ser un Leví. Ahora estamos calificados para entrar en la presencia de Dios, y recibir la visión de Dios y Su revelación con el Urim y el Tumim. Además, como sacerdotes, podemos conducir a otros a la presencia de Dios y saber lo que desea el Señor en cuanto a ellos. ¿No ha experimentado usted algo parecido? Usted quizá sea el menor de los santos, pero día tras día se acerca a la presencia del Señor. Mientras usted permanece en la presencia de El, se da cuenta de que algo resplandece en su interior y lo ilumina. Estos son el Urim y el Tumim. A veces usted conduce personas al Señor y ora por ellas. Usted quizá diga: “Oh Señor, recuerda a mi padre, a mi cuñado y a mi cuñada”. Este es el sacerdocio. Ni Rubén ni Simeón tenían esta función. Sólo se le asignó a Leví. También nosotros la tenemos hoy en día. Ya no somos ni Rubén ni Simeón, sino que somos el Leví de hoy.
No obstante, y a pesar de haber sido un Leví durante años, puedo testificar que experimenté poco a Cristo. Por tanto, además de la experiencia de Leví, necesitamos la experiencia de Judá, es decir, necesitamos experimentar a Cristo. Es bueno entrar en la presencia del Señor para recibir iluminación, revelación y visión, y es bueno llevar a otros allí. Aun así, seguimos necesitando a Cristo como el cachorro de león, el León de la tribu de Judá. ¿Le ha experimentado usted alguna vez como el león fuerte? Como león joven, Cristo lucha y pone Su mano sobre la cerviz de Sus enemigos. Poner la mano sobre la cerviz de nuestros enemigos significa vencerlos, someterlos y ganar la victoria sobre ellos.
Dice en el versículo 8: “Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán a ti”. Aquí vemos que los hermanos de Judá lo alabarán y que los hijos de su padre se inclinarán ante él, es decir, sus hermanos lo alabarán y lo adorarán por su victoria. ¿Se refiere esto en realidad a Judá o a Cristo? Se refiere a Cristo. Repito: podemos sustituir a Judá por Cristo, y declarar: “Cristo, Tus hermanos te alabarán, y los hijos de Tu Padre se inclinarán ante Ti.
Leemos en el versículo 9: “Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío”, y el versículo 8 declara: “Tu mano en la cerviz de tus enemigos”. Debemos ver el cuadro descrito aquí. El león vive en los montes. Cuando él busca alguna presa, baja del monte. Mientras acecha su presa, se agazapa. Después de atrapar a su presa, la lleva consigo al monte. Por tanto, las palabras: “De la presa subiste, hijo mío”, indican que el león sube al monte para devorar su presa. Después de comerla, el león no se agazapa, sino que se recuesta, se echa. Esto indica que después de comer su presa, queda satisfecho y se recuesta para descansar.
Debemos aplicar este cuadro a Cristo. Primero Cristo era el león joven que se encorva esperando su presa. Después de atraparla, El la lleva cautiva a los cielos donde la disfruta. Esto nos recuerda Efesios 4:8, donde dice: “Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio”. Los que estaban bajo cautiverio fueron la presa de Cristo. Ahora, después de disfrutar la presa que El capturó, queda satisfecho y descansa en los cielos. En otras palabras, esto significa que Cristo está sentado ahora en el trono en los cielos. No obstante, según la poesía del versículo 9, después de devorar Su presa, El quedó satisfecho y se recostó para disfrutar Su descanso.
¿Ha visto usted alguna vez tal visión o experimentado a tal Cristo? ¿Ha experimentado usted a Cristo como a un cachorro de león? ¿Lo ha conocido como el león satisfecho que se recuesta para descansar? Hace años, cuando yo era joven, me trastornaban muchas clases de enemigos. Pero un día vi que mis enemigos ya se habían convertido en una presa para mi Cristo. Mi ira, mis problemas, mis debilidades y los demás enemigos fueron la presa de Cristo. El fue a la cruz y los cautivó, y en resurrección llevó a los cielos a quienes estaban bajo cautiverio, para deleitarse. Ahora que está en los cielos, El ha dejado de luchar; El está recostado. Está reclinado descansando, y yo le experimento como el león que reposa. El se reclina, y yo también descanso. ¿Por qué debería yo estar molesto por algo? Lo único que necesito es disfrutar a este Cristo victorioso, satisfecho y reposado.
Yo conozco la condición de los hermanos y hermanas, especialmente la de los jóvenes. En el mensaje anterior, ustedes descubrieron que son Leví. Sin embargo, es posible que la semana pasada, hayan sido perturbados por algún enemigo. Quizá un enemigo se infiltró por medio de su compañero de cuarto, de sus padres, de su cónyuge o de su propia tendencia. Sin embargo, yo espero que después de que ustedes lean este mensaje, puedan decir también que son Judá. Inmediatamente después de Leví, aparece Judá. Esto significa que Cristo vino. Hoy en día, nuestro Cristo ha dejado de ser el león joven; El es el león que descansa reclinado. Cuando el apóstol Juan lloraba porque nadie era apto para abrir el manuscrito del misterio de Dios, un anciano le dijo: “No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos” (Ap. 5:5). Este versículo no dice que nuestro Cristo vencerá, sino que ya ha vencido. El capturó la presa y la devoró. ¡Aleluya, todos los enemigos fueron devorados por Cristo! Hoy en día, Cristo no es el que lucha, sino el que está recostado, el que descansa sentado en los cielos. Si usted llega a ver esto, se olvidará de sus enemigos, su ira y los trastornos causados por los padres y los hijos, y dirá: “¡Aleluya, Señor, te adoro y te alabo! Tú eras el león joven y el guerrero; pero ahora descansas en los cielos como león victorioso, y yo participo de todo lo que has logrado”.
Nótese que, según el hebreo, el versículo 9 reza: “Se encorva, se echa como un león y como una leona”. ¿Por qué habla este versículo primero de un león y luego de una leona? El león joven lucha, gana la victoria, y el hecho de que se recueste es señal de que el león combatiente obtuvo la victoria, devoró la presa y ahora descansa satisfecho. Aquí tenemos, primeramente el león joven y luego al león echado. ¿Qué significa la leona? Significa que el león está a punto de producir muchos cachorros. Por tanto, Cristo no sólo es el león que lucha y el león que descansa, sino también la leona que se reproduce. Cristo es nuestra leona madre, y nosotros somos Sus cachorros. En el mensaje anterior, vimos que llegamos a ser sacerdotes. En este mensaje, debemos ver que también llegamos a ser cachorros. Cuando el enemigo lo perturba, usted debe darse cuenta de que usted es un cachorro de león. Deje que el enemigo nos desafíe en todo lo que quiera. No sólo somos sacerdotes, sino también leones. Cristo es la leona fértil que nos ha engendrado como sus muchos cachorros.
Dice en la última parte del versículo 9: “¿Quién lo despertará?”. En algunas versiones reza: “¿Quién se atreverá a despertarlo?”. Es decir: “¿Quién se atreverá a desafiarlo?”. Hoy en día, no sólo Cristo es el león, sino que también nosotros somos leones.
En el versículo 10 leemos: “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán [lit., obedecerán] los pueblos”. Este cetro denota el cetro del reinado o del reino. Dice en Salmos 45:6: “Cetro de justicia es el cetro de tu reino”. El cetro es un símbolo del reinado, y se refiere a la autoridad de Cristo como rey. Así que, en el versículo 10 el cetro se refiere al reino de Cristo, a Su reinado. Ya que el cetro nunca se apartará de Judá, el reinado jamás se le quitará a Cristo.
La poesía hebrea se escribe en pares; de tal modo que “el legislador” es sinónimo en este versículo de “el cetro”. Indudablemente, este cetro es Cristo. Cristo es el que da la ley, pues El tiene la vara de autoridad y el cetro. El es el legislador que tiene la autoridad. El legislador tiene el cetro del reinado.
Este versículo afirma que el legislador no será quitado de entre sus pies. Las palabras “entre sus pies” son un giro poético que denota descendientes o posteridad. Por tanto, se refiere a la descendencia de Judá. Esto significa que la tribu de Judá siempre tendrá reyes. Según 1 Crónicas 5:2, Judá tiene el reinado, y los príncipes salen de su descendencia.
Esta autoridad seguirá hasta que venga Siloh. La palabra Siloh significa “el que trae la paz”. Los maestros bíblicos destacados, en su mayoría, están de acuerdo en que Siloh se refiere a Cristo en Su segunda venida. Cuando Cristo venga por segunda vez, vendrá como príncipe de paz, como el que trae la paz. En ese entonces, toda la tierra se cubrirá de paz.
El versículo 10 también declara: “A él se congregarán [lit., obedecerán] los pueblos”. Los pueblos son las naciones. En la segunda venida de Cristo, todas las naciones se someterán a El, y le obedecerán. Isaías 2:1-3 y 11:10 indican que desde el principio del milenio, cuando venga el Señor por segunda vez, todas las naciones obedecerán a Cristo. Vendrán a El para recibir las instrucciones de Dios.
Leemos en el versículo 11: “Atando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto”. Es muy difícil entender este versículo. En la Biblia el asno o pollino representa a alguien que labora mucho, especialmente en el transporte. El Señor Jesús montó un asno al entrar en la ciudad de Jerusalén (Mt. 21:5, 7). Un asno es usado normalmente como medio de transporte, pero en el versículo 11 el asno no labora, sino que está atado a la vid. Esto significa que el trabajo estaba terminado, que se había llegado al destino, y que el descanso había empezado. No piense que la palabra “atar” en este versículo es negativa; es muy positiva. Cualquier asno usado en un viaje largo disfrutaría ser atado a una vid. Cuando una persona que monta un asno lo ate a algo, aunque sea a un palo, el asno estará feliz. En el lenguaje poético del versículo 11, el hecho de atar el asno alude al descanso. Según este versículo, hasta el asno ha cesado de trabajar. Este asno no está atado a un palo, sino a una vid fructífera llena de verdor.
Si observamos este cuadro, veremos que la labor está terminada y que la cosecha ha venido. Sabemos que este versículo se refiere a la cosecha, porque habla del vino, el producto de la vid, el cual alude a las riquezas de la cosecha. La parte final del versículo 11 añade: “Lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto”. Esto indica abundancia de vino. El vino es tan abundante que no sólo se bebe, sino que también se lava la ropa en él. Apocalipsis 6:6 habla del hambre, diciendo: “No dañes el aceite ni el vino”. Esta advertencia indica la escasez de vino durante el período de hambre. Pero en Génesis 49:11 hay abundancia de vino. La expresión “la sangre de uvas” se refiere al jugo de la uva. ¿Ha visto usted alguna vez un país con tantas riquezas que sus habitantes lavan su ropa en jugo de uvas? Estados Unidos es un país rico, pero no tanto. ¡Qué cuadro más hermoso tenemos en el versículo 11! Este cuadro muestra que la labor está terminada y que el descanso en el disfrute de las riquezas ha empezado, incluso para los asnos. Ese no es el momento de plantar la semilla, sino de cosechar. El versículo 11 es una descripción poética del milenio, la era venidera de los mil años. En esa era se dejará de laborar, y en vez de trabajar, habrá descanso. Si usted prefiere trabajar, debe atar a su asno. No lo desate. Según Levítico 23, en la fiesta de los tabernáculos, no se permitía que nadie trabajara. El trabajo estaba prohibido porque todo se había cumplido. Lo que quedaba era disfrutar el producto de la rica cosecha. La fiesta de los tabernáculos tipifica el milenio. Durante el milenio ya no habrá labor, porque toda labor habrá concluido en las dispensaciones anteriores. Los asnos, los que laboran, serán atados. En lugar de laborar, prevalecerá el rico disfrute de una cosecha abundante. Habrá tanto vino que lavaremos nuestros vestidos en él.
Leemos en el versículo 12: “Sus ojos, rojos del vino, y sus dientes blancos de la leche”. En la Biblia el vino representa el gozo de la salvación de vida que Dios trae. El primer milagro que el Señor efectuó fue convertir el agua vino (Jn. 2:1-11). Este vino representa no sólo la redención, sino también la salvación de vida, y la salvación en vida. Cuando tenemos la salvación de vida, esta salvación se convierte en el vino que continuamente nos trae regocijo. Junto con el vino, tenemos la leche. La fuente del vino es la vid, y la fuente de la leche es los apriscos de las ovejas, mencionados en el versículo 14. La leche representa el nutrimento de vida que nos satisface.
Cuando alguien se está muriendo de hambre, la piel que rodea los ojos toma un color gris verdoso. No obstante, en este versículo, los ojos no son de color gris verdoso, sino “rojos del vino”. Además, los dientes son “blancos de la leche”. El calcio contenido en la leche produce dientes sanos que tienen el debido color. Estas figuras acerca de los ojos y de los dientes indican que cuando los asnos sean atados y la labor haya terminado, el producto de la rica cosecha será más que suficiente. Será tanto que el pueblo aun lavará sus vestiduras en vino. Y ellos tendrán ojos rojos del vino. También sus dientes serán fuertes y blancos.
Este descanso y este deleite dependen de Cristo como el león que lucha, descansa y se reproduce. Este león nos ha producido a nosotros sus cachorros. Puesto que la labor terminó, ya no necesitamos trabajar; sólo debemos descansar y disfrutar del rico producto de la buena tierra. Hoy en día disfrutamos del vino y de la leche. Cuando la gente nos mire, debe ver que nuestros ojos son rojos y nuestros dientes blancos. Este es un cuadro de la vida de iglesia hoy en día y del milenio en la era venidera.
En la vida de iglesia hoy, todos los asnos deben ser atados. A menudo en las reuniones los hermanos y hermanas traen consigo un asno que labora. Esto indica que todavía laboran y viajan y que todavía no han llegado a la meta, a su destino. Sin embargo, todos estos asnos deben ser atados. Puesto que nosotros ya hemos entrado en el descanso y hemos llegado a nuestro destino, no debería haber ni labor ni viaje. Ya llegamos a nuestro destino, a nuestra meta, al lugar donde podemos disfrutar del suministro ilimitado de vino y de leche. ¿Todavía necesita usted un asno que labora? Algunos de los santos de más edad siempre llevan consigo un asno. Parece que todavía están viajando y siguen laborando. Después de oír uno de mis mensajes, esperan laborar y viajar aún más. Pero el versículo 11 afirma que debemos atar nuestro asno a la rica vid. Esto significa que debemos dejar de trabajar y de viajar. Hoy en día en la vida de iglesia estamos en la meta, el destino. Aquí no hay ninguna labor; sólo descanso y deleite. Espero ver a todos los asnos atados. En lugar de laborar, vaya a casa a lavar su ropa en vino. Luego vaya a la reunión siguiente con ojos rojos y dientes blancos. Venga lleno de leche, lleno de gozo y de nutrimento.
Después de Judá viene Zabulón. En el versículo 13 dice: “Zabulón en puertos de mar habitará; será para puerto de naves, y su límite hasta Sidón”. Este versículo afirma que Zabulón es un puerto para naves. Aquí el medio de transporte cambia de asnos a naves. No podríamos entender la poesía de este versículo si no nos valemos del Nuevo Testamento. El cumplimiento de este versículo se halla en Mateo 4:15, donde leemos: “Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles”. Cristo empezó Su ministerio en Zabulón, en Galilea, y fueron los galileos los que llevaron las buenas nuevas de Cristo a toda la tierra. Los discípulos galileos eran un puerto de naves. Extendieron las buenas nuevas de Cristo como el león que lucha, que descansa y que se reproduce, a todo el mundo, representado por Sidón.
Leemos en Deuteronomio 33:18: “Alégrate, Zabulón, cuando salieres”. Según este versículo, Zabulón tenía que salir. Y, en efecto, lo hizo. Todos los galileos salieron llevando las buenas nuevas de la victoria de Cristo y la palabra del Cristo victorioso, del Cristo que descansa y se reproduce. Estos galileos salieron con la victoria, la satisfacción y la productividad de Cristo. Estas son las buenas nuevas.
Zabulón salió, pero Isacar se quedó en sus tiendas (Dt. 33:18). Por tanto, Zabulón se regocijó por su salida, e Isacar se regocijó en sus tiendas. Uno tenía que salir, y el otro tenía que quedarse.
Leemos en Génesis 49:14: “Isacar, asno fuerte que se recuesta entre los apriscos”. Eso está relacionado con el pollino y el asno mencionados en el versículo 11. Dicho pollino está atado a una rica cosecha. Por tanto, el asno fuerte está recostado y descansa aquí. Isacar no trabaja, sino que está recostado, es decir, está reclinado y descansa entre los apriscos. ¿Son ustedes el Isacar de hoy? ¿Está usted recostado o laborando? Algunos piensan que yo siempre estoy trabajando. Pero se equivocan. No se dan cuenta de que mi trabajo es estar reclinado. Hay un himno que dice que mientras laboramos, descansamos. Si no laboro, no tengo reposo alguno. Cuanto más laboro, más descanso. Al trabajar, estoy recostado. En el recobro del Señor, no se necesitan asnos que laboran, sino asnos fuertes. Pero éstos deben recostarse, no trabajar. Según el cuadro descrito en este versículo, Isacar está recostado entre los apriscos. El asno fuerte no hace nada, mientras que las ovejas producen la leche. Puedo testificar que yo soy un asno fuerte que se recuesta y que mira a las ovejas producir leche. Mientras usted produce la leche, yo descanso.
En el versículo 15 leemos que Isacar “vio que el descanso era bueno y que la tierra era deleitosa”. El vio que era bueno descansar y vio cuán agradable era la tierra. Isacar, el asno fuerte, descansa y disfruta de la tierra deleitosa y rica, la cual es Cristo. En un momento así, él baja su hombro para llevar las cargas y por tanto se convierte en un siervo tributario. Esto significa que él sirve a fin de tener algo que ofrecer al Señor. Servir en tributo significa dar un pago como ofrenda. Si no experimentamos esto, no podemos entender a qué se refiere. En la experiencia cristiana, los verdaderos cristianos no laboran como asnos diligentes, sino que descansan como asnos fuertes. Mientras descansan, disfrutan las riquezas de Cristo. Por disfrutar de estas riquezas, están dispuestos a bajar su hombro, tomar la carga y servir en tributo al rey. En la vida adecuada de iglesia, no laboramos como asnos comunes. Nosotros nos recostamos para descansar y disfrutar la obra que Cristo terminó y también Sus riquezas. Con este deleite estamos dispuestos a inclinar nuestro hombro y a levantar una carga pesada, que sirve para obtener algo que podamos rendir como tributo a nuestro maestro, nuestro rey. Esto se cumplirá plenamente en el milenio, pero tenemos un anticipo de ello en la vida de iglesia hoy en día.
En la vida de iglesia experimentamos a nuestro Cristo como al león que lucha, descansa y se reproduce. Por Su obra victoriosa, tenemos un rico producto, una cosecha rica. Por tanto, no hay necesidad de laborar. Sin embargo, tenemos que predicar las buenas nuevas acerca de Cristo; pues Zabulón, el puerto de naves, difunde las buenas nuevas del león de la tribu de Judá. También tenemos la experiencia de Isacar. No estamos trabajando, sino descansando y disfrutando las riquezas de Cristo. Mientras descansamos y disfrutamos así a Cristo, estamos dispuestos a inclinar nuestro hombro para llevar una carga pesada y rendir tributo, que es la obra asignada por nuestro Rey y Maestro, a fin de darle tributo a El. Por tanto, la vida de iglesia actual es una miniatura del reino venidero. Si usted ora pidiendo luz acerca de los puntos que abarcamos en este mensaje y los asimila, verá que en esta porción de la palabra tenemos un cuadro del milenio venidero. Este cuadro revela que ahora participamos de una miniatura del milenio. Al observar este cuadro, nos damos cuenta de cuál debe ser nuestra condición hoy en día.