Mensaje 15
En este mensaje llegamos a la tercera comparación presentada en el libro de Hebreos, en la que vemos que Cristo, como Apóstol, es superior a Moisés. Al comienzo de esta epístola, vimos la comparación entre nuestro Dios y el Dios de los judíos. Después, en los capítulos 1 y 2, vimos los dos aspectos de la comparación entre Cristo y los ángeles. Cristo, tanto como Hijo de Dios y como Hijo de Hombre, es superior a los ángeles. El tercer aspecto del cual se jactaba la religión judía era Moisés, su líder más prominente. Más adelante, hablaremos acerca de la cuarta comparación, la comparación entre Cristo y Aarón, la cual nos muestra que Cristo como Sumo Sacerdote es superior a Aarón.
Cristo, en calidad de Apóstol y Sumo Sacerdote, es superior tanto a Moisés como a Aarón. Estos dos títulos de Cristo se mencionan en He. 3:1 donde se nos dice que debemos considerar “al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra confesión, Jesús”. Jesús es nuestro Apóstol y nuestro Sumo Sacerdote. Como Apóstol Él fue tipificado por Moisés y como Sumo Sacerdote fue tipificado por Aarón. El Apóstol es Aquel que nos fue enviado de Dios y con Dios (Jn. 6:46; 8:16, 29). El Sumo Sacerdote es Aquel que regresó a Dios de entre nosotros y con nosotros (Ef. 2:6). Cristo, como el Apóstol, vino a nosotros con Dios para compartir a Dios con nosotros a fin de que pudiéramos participar de Su vida, naturaleza y plenitud divinas. Cristo como Sumo Sacerdote fue a Dios con nosotros para presentarnos delante de Él a fin de que cuidara cabalmente de nosotros y de todo nuestro caso. Como Apóstol Él es tipificado por Moisés, quien vino de Dios para servir a la casa de Dios (He. 3:2-6), y como Sumo Sacerdote es tipificado por Aarón, quien fue a Dios llevando la casa de Israel y sus asuntos (4:14—7:28).
Puede ser que ustedes ya sepan que Jesús es nuestro Sumo Sacerdote, pero dudo que muchos de los que leen este mensaje hayan escuchado que Jesús es también el Apóstol. Jesús fue el primer Apóstol en el Nuevo Testamento. Es por eso que reitero que el libro de Hebreos tiene características muy peculiares. En primer lugar, nos dice que el Señor Jesús fue designado por Dios para ser el Heredero de todas las cosas (1:2). Luego nos dice que Él es también el Capitán de la salvación (2:10). Los aspectos de Cristo como el Heredero de todas las cosas y el Capitán de la salvación, no se revelan tan claramente en ningún otro libro de la Biblia como en éste. Incluso en ningún otro libro del Nuevo Testamento se habla de Cristo como el Sumo Sacerdote. Ahora vemos que Cristo es el Apóstol. La palabra apóstol en griego significa enviado, alguien que es enviado por una autoridad superior a él. Jesús es Aquel que fue enviado por Dios. Dios lo envió a nosotros.
Moisés fue un tipo de Jesús como el Apóstol, el Enviado. Cuando los hijos de Israel sufrían bajo la persecución y la tiranía de faraón, Dios se apareció a Moisés y lo envió a los hijos de Israel y a Faraón. De este modo, Moisés llegó a ser un apóstol del Antiguo Testamento. Moisés era el enviado de Dios, el apóstol que sacaría a los hijos de Israel de Egipto y los conduciría por el desierto a fin de que ellos fueran constituidos como la casa de Dios y formados como la habitación de Dios en la tierra. La habitación de Dios estaba simbolizada por el tabernáculo que los hijos de Dios erigieron en el desierto. El tabernáculo era apenas un símbolo; no era la verdadera habitación de Dios. En aquella época, la verdadera habitación de Dios en la tierra eran los hijos de Israel. Ellos habían sido formados y constituidos como la casa de Dios por medio de Moisés, el apóstol de Dios. Éste es un cuadro muy claro. Al leer la Biblia debemos tener tal visión celestial, una revelación en el espíritu. Sin esto, jamás podríamos comprender el verdadero significado de todas las historias del Antiguo Testamento.
No obstante, hay una diferencia de grado entre Moisés y Cristo. A pesar de todos los aspectos en que Moisés prefiguró a Cristo, él seguía siendo solamente parte de la casa, mientras que Cristo es el Constructor de la casa de Dios (3:3).
Moisés, como aquel que Dios envió para cuidar de la casa de Dios, fue fiel a Dios en toda Su casa. Esto tipifica a Cristo, quien como el Apóstol enviado por Dios para Su casa es fiel a Dios, quien lo constituyó como tal (v. 2).
En 3:5 vemos que Moisés era un “siervo, para testimonio de lo que se iba a decir”. Moisés era un testimonio. Esta palabra indica que Moisés era como una fotografía. Una fotografía suya es un testimonio de lo que usted es. Supongamos que nunca hayamos visto a una persona, pero tenemos una fotografía de ella. Esa fotografía viene a ser su testimonio. De igual manera, Moisés era un testimonio, una prefigura, una fotografía, un tipo del Apóstol verdadero, típico y genuino que fue enviado por Dios.
Cristo no es sólo parte de la casa, sino que además es el Constructor de la casa (vs. 3-4). Moisés tenía la naturaleza humana, la cual era apropiada para el edificio de Dios, pero no poseía la naturaleza divina, la cual lo capacitaría para ser un constructor. El Señor Jesús, en cambio, posee dos naturalezas: la humana, la cual es el buen material para edificar la habitación de Dios, y la divina, la cual es el elemento del Constructor. En Su humanidad, Jesús es la piedra útil para la habitación de Dios. Él es la piedra de fundamento (Is. 28:16), la piedra angular (Mt. 21:42; Hch. 4:11), la piedra cimera (Zac. 4:7) y la piedra viva (1 P. 2:4), que hace de todos nosotros piedras vivas (1 P. 2:5). En Su humanidad Él es el buen material para el edificio de Dios, y en Su divinidad Él es el Constructor. Moisés era un apóstol enviado de parte de Dios para edificar la casa de Dios sobre la tierra, y Cristo era también el Apóstol que fue enviado para hacer lo mismo. Sólo que Cristo no es simplemente parte del edificio, sino también el Constructor. Ésta es la diferencia entre Cristo y Moisés.
En Hebreos 2 Cristo es el Hijo primogénito, y nosotros somos los muchos hijos, aquellos que conforman la iglesia. En dicho capítulo Cristo es el Capitán, el Hijo primogénito y el Sumo Sacerdote, a fin de que Sus muchos hermanos lleguen a ser la iglesia. En cierto modo, el tercer capítulo es distinto, pues aquí se presenta a Cristo como el Apóstol y a la iglesia como la casa de Dios. En Hebreos 2 Cristo es el Primogénito, el Capitán y el Sumo Sacerdote, y Sus hermanos son la iglesia. En Hebreos 3 Cristo es el Apóstol, y Sus hermanos son la casa de Dios. Así pues, la iglesia cumple dos funciones: con respecto a Cristo, la iglesia es Su Cuerpo, y con respecto a Dios, la iglesia es Su casa. Por un lado, Cristo es la Cabeza, y la iglesia es el Cuerpo de la Cabeza. Ésta es la primera función que cumple la iglesia. Por otro lado, Dios es el Padre, y la iglesia es Su casa. Ésta es la segunda función que la iglesia cumple. Tal como Cristo es la Cabeza y la iglesia es Su Cuerpo, de la misma manera, Dios es el Padre y la iglesia es Su casa. Como Cuerpo de Cristo, la iglesia es un organismo vivo y, como casa de Dios, la iglesia es una casa viviente, no una casa física.
Todos los que estudian el idioma griego saben que la palabra griega que aquí se traduce “casa” bien podría traducirse como “familia” o como “los miembros de una familia”. Así pues, la casa de Dios no denota un edificio físico, sino una casa viviente. La casa de Dios es Su familia, y Su familia es Su casa. La casa de Dios es Su familia, ya que los miembros de Su familia son Su morada. Supongamos que una familia tiene una casa. La familia es una cosa y la casa es otra; la familia es una entidad viviente, mientras que la casa es algo físico. Pero tanto la familia de Dios como la casa de Dios son vivientes.
¿De qué manera la casa de Dios es viviente? Es viviente en el nombre del Padre y en la vida del Padre. Cuando decimos que la casa de Dios es viviente en el nombre del Padre, queremos decir que es viviente debido a que tiene la realidad del Padre. Esta casa es una entidad viviente compuesta de los muchos hijos de Dios, quienes poseen la vida y la realidad del Padre. ¡Esto es maravilloso! Donde está la casa de Dios, allí también está la familia de Dios; y donde está la familia de Dios, allí también está Dios el Padre con Su vida y Su realidad. Esto es similar a la iglesia como el Cuerpo de Cristo. No podemos desligar a Cristo de los miembros del Cuerpo, ya que Él, por ser la Cabeza del Cuerpo, mora en cada uno de los miembros del Cuerpo. No debemos pensar que Cristo es un miembro separado del Cuerpo, ya que Él está presente en cada uno de los miembros de Su Cuerpo. De la misma manera, la casa de Dios es la familia de Dios. El Padre no es un miembro separado de la familia, sino que se halla en todos Sus hijos. Esto es Bet-el, la casa de Dios, la misma casa que Jacob vio en su sueño (Gn. 28). Por esta razón, dondequiera que la iglesia esté, allí también estará Bet-el, la casa de Dios con el Hijo del Hombre, Jesucristo, quien es la escalera celestial. Tal iglesia es la puerta del cielo, a través de la cual las personas que están en la tierra pueden comunicarse con el cielo. Aun en este mismo momento, hay una comunicación entre los cielos y la tierra. Cuando estamos en la vida de iglesia apropiada, estamos en la puerta del cielo. Si usted tiene visión espiritual, podrá ver los ángeles que ascienden y descienden por la escalera celestial.
¿Quién es el que forma, edifica y establece esta casa y cuida de ella? Jesucristo, el Apóstol enviado de Dios, es quien ha venido estableciendo y edificando esta casa. Él no sólo está construyendo la casa, sino que además la lleva adelante. Ésta es una casa móvil; es una casa portátil; es una casa viviente y que anda. ¿Cree usted que el cristianismo organizado actual y su sistema pueda ser tal casa? ¿Puede el cristianismo andar o moverse? Somos una entidad viviente que camina y se mueve. Estamos caminando juntamente con el Apóstol. La casa de Dios es un Cuerpo corporativo. Si hemos de disfrutar al Apóstol y si hemos de disfrutar al Padre y la realidad del Padre, tenemos que estar en la casa. Lamentablemente, en la religión no se les dice a las personas que tienen un Apóstol. Pero nosotros debemos saber que tenemos un Apóstol. Nuestro Capitán de Salvación y nuestro Sumo Sacerdote es el Apóstol, Aquel que fue enviado por Dios para cuidar de la casa de Dios. Por lo tanto, mientras usted no esté en la casa, no podrá disfrutar al Señor en Su aspecto de ser el Apóstol. Tal vez llegue a disfrutarle en otros aspectos de Su persona, pues Él es muy grande, bondadoso y más que misericordioso, y hará muchas cosas por usted. Pero en lo que respecta a la iglesia como la casa del Padre, usted no podrá disfrutarle como el Apóstol.
Por eso no creo que debemos ser cristianos individuales. En el momento en que usted se aísla, está acabado. Si usted está solo, es una piedra separada y como tal no tiene nada que ver con la casa. Debemos estar en la iglesia. Muchos de nosotros podemos testificar cuánto disfrute, bendición y gracia hemos experimentado desde que entramos a la iglesia. Y aún veremos que acontecerán muchas cosas maravillosas a la casa de Dios y en la casa de Dios.
Muchos de nuestros jóvenes se sienten muy animados a predicar el evangelio más elevado; después de lo cual es posible que no se sientan capaces de esperar ni un solo minuto. Quieren que se les diga cuál es el siguiente paso que deben tomar. Jóvenes, el siguiente paso que deben tomar es entrar a la casa y deben permanecer en ella. Luego el paso que sigue es avanzar junto con la casa. No podemos predicar el evangelio elevado si no tenemos la casa. Para predicar el evangelio de la manera más alta debemos tener la iglesia como la casa del Dios viviente. Entonces podremos declarar a los que son más pensadores: “Vengan y vean, aquí encontrarán el verdadero significado de la vida. Vengan y vean la vida que tantos filósofos han estado buscando en el pasado sin poder encontrarla. Vengan y vean la vida de iglesia”. Debemos tener la vida de iglesia. No podemos predicar el evangelio elevado si no tenemos un modelo. Las personas desean ver algo práctico; a ellas no les interesa escuchar de algo que sucederá en el futuro, sino de algo que pueden disfrutar ahora mismo. Si les hablamos así, nos preguntarán: “¿Dónde está aquello de lo cual me hablan?”. Entonces nosotros podremos contestarles: “Vengan y vean”. Si nuestra vida de iglesia no está en el nivel más elevado, no habrá ninguna posibilidad de predicar el evangelio elevado. En cierto sentido, lo que predicamos es la vida de iglesia. Nosotros simplemente necesitamos traer a las personas para que vean y prueben. Entonces ellas dirán: “Ahora sé”. Es sencillo predicar el evangelio cuando tenemos un modelo que presentar. Todo vendedor sabe que es difícil vender un producto si no se tiene una muestra. La mejor manera de vender algo es mostrárselo a la gente.
En el mensaje anterior les relaté que muchas de las enfermeras del mejor hospital de Pekín fueron atraídas a la vida de iglesia. Eran enfermeras que tenían un alto nivel educativo y profesional. A menudo ellas venían con sus uniformes blancos a las reuniones de la iglesia inmediatamente después que salían del trabajo. Esto causó gran impresión en algunas personas, quienes les preguntaron: “¿Qué es lo que las ha cautivado? A ustedes no les importa salir a comer ni hacer otras cosas. No hacen más que asistir a esas reuniones. ¿Cuál es la razón?”. Como resultado de ese testimonio, muchos otros fueron atraídos.
Debemos tener la vida de iglesia más elevada, que sea una vida que atraiga a las personas. Debemos darles a conocer cuál es la verdadera humanidad y la genuina sociedad humana. La vida de iglesia debe ser la mejor de las sociedades, la vida comunitaria más elevada. Pueden estar seguros de que un día, esto será una realidad. Yo confío plenamente en la vida del Señor. Un día no muy lejano, el mundo entero verá esto y la religión se sorprenderá. Para entonces ellos verán la diferencia. Quizás hoy en día nos critiquen y se opongan a nosotros, pero el tiempo demostrará que tenemos la razón.
Hemos sido difamados con diversos apelativos. Incluso hay algunos que nos califican de secta. Hace poco recibí una carta de un hermano, quien se encontraba en un buque de la marina. Él había conocido a otros cristianos a bordo y descubrió cuán envenenados estaban en contra de nosotros. Pero dejemos que pase el tiempo y ya verán. No se dejen afectar por los rumores. No hay otro grupo sobre la tierra hoy que sea tan fundamentalista como nosotros. Nadie honra los oráculos divinos tanto como nosotros. Nadie cree en el Dios Triuno de una manera tan práctica como nosotros. Nuestra fe no es solamente en términos doctrinales; pues eso sería una feria de vanidad. En cuanto a esto, somos muy prácticos. Si vamos a creer en la justificación por la fe, ésta debe ser práctica y aplicable a nuestra experiencia. Creemos en todos los asuntos que la Biblia nos presenta, en términos de nuestra experiencia. No queremos tener doctrinas vanas. ¿De qué sirven las doctrinas vanas? De nada. Nosotros nacimos en la feria de las vanidades doctrinales y no encontramos nada allí excepto terminología. Yo mismo nací en ese ámbito y me tomó más de veinte años deshacerme de todas estas vanidades. Todo aquello en lo que creamos hoy debe ser algo que podamos experimentar. Ciertamente creemos en el Dios Triuno: en el Padre, el Hijo y el Espíritu; y creemos tal y como está escrito en la Palabra pura, y no según la tradición.
El Señor está aquí entre nosotros cubriéndonos. Todo el que se oponga a este testimonio carece de fundamentos válidos y tarde o temprano se hará evidente su necedad. El tiempo dirá y demostrará quién tiene la razón. Este testimonio no es algo nuevo, pues ha sido probado por más de cincuenta años. Y dondequiera que este testimonio ha llegado, nada ha podido prevalecer contra él. Si usted les preguntara a los misioneros que han ido a Taiwán, ellos le dirían que ninguna otra obra en Taiwán ha podido oponerse a la obra realizada por este testimonio. Todos los misioneros han admitido que ésta es la obra más prominente de toda la isla. En 1968 más de ciento treinta hermanos y hermanas estadounidenses vinieron a Taiwán de visita. Durante su estadía conocieron a un misionero que hablaba en contra nuestra. Aún cuando no le simpatizaba nuestro testimonio, tuvo que admitir que nuestra obra era la más prevaleciente de toda la isla. ¿Por qué prevalece esta obra? Porque se trata del testimonio del Señor. No depende de nosotros, sino del Señor. No obstante, nosotros tenemos que ser uno con Él. No debemos aferrarnos a nada más.
Permítanme compartir con ustedes un testimonio de lo que le sucedió a uno de nuestros opositores. En 1958 fui invitado a un centro espiritual de Inglaterra. No fui allí para recibir ni dar ayuda, sino para enterarme de la situación. El líder de aquel lugar me honró alojándome en una casa especial y asignando a una persona para que me atendiera. Durante un mes este líder me pidió que ministrara en todas sus reuniones, no solamente en las reuniones de la conferencia, sino también en las reuniones regulares. Durante mi estadía pude percibir que lo que se hacía en aquel lugar no buscaba el beneficio de la iglesia, sino el beneficio de ese ministerio en particular. Durante los veinte o treinta años que precedieron a 1958, este ministerio había prevalecido en aquel lugar y muchos admitían que se trataba de un ministerio muy espiritual. Después de estar allí por un mes, este líder me llevó a su centro de retiros en Escocia. Allí permanecí con él durante una semana con el propósito de conversar con él extensamente y cara a cara sobre la economía del Señor, sobre lo que el Señor está haciendo hoy. La opinión de este líder era que el Señor usaría su ministerio para establecer otros centros ministeriales en toda la tierra. Yo le dije que la economía del Señor consiste en establecer iglesias locales de ciudad en ciudad. Aunque éramos buenos amigos, no pudimos concordar en esto. Él descubrió que en este asunto yo era más que obstinado; y yo me di cuenta de que él no estaba dispuesto a cambiar en lo más mínimo. No hubo discusiones entre nosotros, pero interiormente comprendimos que había una gran discrepancia entre nosotros en la manera en que concebíamos la economía del Señor. Así pues, regresamos de su casa de retiros de Escocia a Inglaterra. Antes de mi partida me pidió que diera un mensaje más en una de sus reuniones regulares. Yo no estaba seguro de qué iba a compartir hasta que subí al estrado y entonces recibí el mensaje. En ese mensaje le dije a toda la audiencia que ningún ministerio debe existir para sí mismo, sino que debe ser para el beneficio de las iglesias locales. Yo fui muy enfático al decir: “Consideren el ministerio del apóstol Juan. Aunque éste era el ministerio más espiritual de esa época, no era en sí mismo un candelero. Examinen las iglesias locales que Apocalipsis describe: casi todas eran un caos; sin embargo, las iglesias locales eran los candeleros”. En ese mensaje hice especial hincapié en que las iglesias locales no deberían existir para el ministerio, sino que el ministerio debería existir para las iglesias locales.
Este querido hermano, que era el líder de aquel lugar, se involucró en el gobierno de Dios. Ofender a Dios en lo que concierne a Su gobierno divino es algo muy grave. Si este testimonio es en verdad el recobro del Señor, entonces es algo que es del gobierno divino. Si alguien se opone a este testimonio sin que nada le suceda, entonces eso demuestra que este testimonio no significa nada. Pero debemos estar advertidos que este testimonio sí es el recobro del Señor y todos debemos ser muy cuidadosos al respecto. ¡Cuán grave es ir en contra del recobro del Señor!
Este querido hermano que me invitó a Inglaterra, había sido invitado primero por nosotros a venir a Taiwán. La primera vez vino en 1955 y después volvió en 1957. Durante su primera visita él no tocó el tema de la iglesia, pero en su segunda visita lo hizo intencionalmente. Esto dio pié a un agudo debate entre él y nosotros. El debate se suscitó entre este hermano y los hermanos responsables en la isla de Taiwán. Durante las primeras dos reuniones, como yo estaba traduciéndole, no participé en el debate. Sin embargo, intervine en la tercera reunión. Aunque teníamos una buena amistad con este querido hermano, incluso una amistad íntima, diferíamos en nuestros conceptos respecto a la economía del Señor. Este hermano partió de Taiwán en abril de 1957. Cuando lo visité en Inglaterra dieciséis meses después, en agosto de 1958, me confesó que desde el momento en que su avión despegó de Taipéi a Hong Kong, cesó el fluir en su interior y que no había vuelto a sentirlo desde entonces. El mismo día en que me confesó esto, me contó que esa madrugada le había clamado al Señor y le había preguntado por qué se había cortado el fluir.
Cristo, quien es tipificado por Moisés, fue fiel a Dios al cuidar de la casa de Dios (v. 2). Hebreos 2:17 nos dice que Él es fiel como Sumo Sacerdote. Ahora aquí se nos dice que Él es fiel como el Apóstol que nos fue enviado de parte de Dios.
Moisés era solamente parte de la casa, mientras que Cristo es tanto la casa como el Constructor de la misma. Por tanto, Cristo es estimado digno de mayor gloria y honra que Moisés (3:3). Necesitamos ver que Cristo como el Constructor de la casa tiene más gloria y honra que Moisés. Por tanto, Cristo es muy superior a Moisés.