Mensaje 17
Tengo un sentir muy claro de que necesitamos dedicar un mensaje al hecho de que la buena tierra sirve para el cumplimiento del propósito de Dios. El asunto de la buena tierra ha sido un gran enigma para la mayoría de los que leen y enseñan la Biblia. Son muchos los libros cristianos que hablan acerca de la buena tierra. Si lee estos libros, usted descubrirá que todos los que leen y enseñan la Biblia concuerdan en que la buena tierra no es meramente una franja de terreno en Palestina. En la Biblia la buena tierra es un símbolo, una figura que representa algo más que un simple territorio. Incluso la interpretación más pobre que se ha hecho de la buena tierra es aquella que afirma que la buena tierra es la región a la que entran los cristianos después de cruzar el río Jordán, el río de la muerte; lo cual concuerda con el principio de que la buena tierra no es meramente una franja de terreno en Palestina, sino que más bien se trata de un símbolo con un significado espiritual, santo y celestial. Es muy difícil entender cabalmente el significado espiritual de la buena tierra. Yo llevo muchos años estudiando este tema. Desde mi juventud tuve mucho interés por conocer su verdadero significado, pero lamentablemente no recibí mucha ayuda al respecto. Ahora en este mensaje haré lo posible por darles a conocer lo que el Señor nos ha mostrado en cuanto al verdadero significado de la buena tierra.
En la Biblia la tierra siempre representa al pueblo genuino de Dios. El mar, por el contrario, representa al mundo que ha sido corrompido, contaminado y estropeado por Satanás. En otras palabras, la tierra siempre representa al pueblo de Dios, y el mar, a la gente mundana, a las personas que han sido contaminadas, corrompidas, arruinadas y usurpadas por Satanás.
En segundo lugar en la Biblia, la tierra es una figura, un símbolo, de Cristo. Cristo mismo es la buena tierra. Cuando estudiamos Génesis 1:9 en nuestro Estudio-vida de Génesis, dijimos que la tierra, la cual emergió de las aguas de la muerte en el tercer día, era un tipo del Cristo resucitado, quien se levantó de la muerte al tercer día. Como vimos en ese estudio, todas las clases de vida, incluyendo la vida vegetal, la vida animal y la vida humana, provinieron de la tierra. Incluso el hombre fue hecho del polvo de esa tierra resucitada. Desde el punto de vista de la medicina, nuestro cuerpo físico contiene los mismos elementos que se encuentran en la tierra. Tanto en nuestro cuerpo como en la tierra se encuentran elementos tales como el cobre, el hierro y el azufre. Así que el hombre proviene de la tierra, la cual es una figura de Cristo. Esto significa que Cristo es el origen de todas las clases de vida. Por esta razón, Cristo como la buena tierra, la tierra que emerge de las aguas de la muerte, la misma que se elevó y quedó rodeada por las aguas de la muerte, está representado por la tierra de Canaán. Como veremos más adelante, la tierra de Canaán es una tierra elevada que está rodeada de agua. Esta tierra es un cuadro de Cristo.
En la Biblia el polvo de la tierra es un tipo de nosotros los elegidos de Dios. Dios nos escogió para que fuéramos la tierra en la cual Él mismo pudiese sembrarse y crecer en nosotros (Mt. 13:3, 23). Somos la tierra de Dios y con el tiempo llegaremos a ser Su campo, Su labranza, donde Cristo es cultivado (1 Co. 3:9). Este asunto es muy significativo y trascendental.
Dios tomó un poco del polvo de la tierra que había resucitado de las aguas de la muerte y lo usó para formar al hombre (Gn. 2:7). Así pues, el hombre fue hecho de la tierra y con el propósito de expresar a Dios. El cuerpo del hombre fue hecho del polvo de la tierra resucitada, pero el hombre mismo fue hecho a imagen de Dios con el propósito de expresarlo (Gn. 2:7; 1:26-28). Además de haber sido hecho a imagen de Dios para expresarlo, a este hombre de polvo se le confió la autoridad de Dios para que ejerciera el señorío de Dios y formara Su reino sobre la tierra. Por tanto, la expresión y el reino de Dios están estrechamente relacionados con la tierra. El hombre provino de la tierra resucitada y vivió sobre esta tierra para expresar a Dios y representarlo, hasta convertirse en la expresión y el reino de Dios. Esta expresión, junto con el reino, es la meta de Dios, y nosotros tenemos que entrar en ella.
Lo que hasta ahora hemos hablado de manera breve combina tres elementos: la tierra, Cristo y la humanidad. Cuando la tierra, Cristo y la humanidad se combinan, el resultado es la expresión y el reino de Dios, donde se encuentra la gloria y la autoridad divinas. Ésta es la esfera en la cual todos debemos entrar, el ámbito al cual todos debemos llegar. Es aquí donde encontramos nuestro reposo y satisfacción. Es aquí donde Dios es plenamente expresado y donde Él encuentra Su morada, Su habitación.
Apocalipsis 21:1 dice: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía”. Aquí vemos que el cielo viejo y la tierra vieja pasarán y que habrá un cielo nuevo y una tierra nueva. En el cielo nuevo y la tierra nueva estará la Nueva Jerusalén, y dentro de ella fluirá Dios en Cristo como agua viva, la cual simboliza al Espíritu que fluye. Si examinamos Apocalipsis 21, veremos allí un cuadro de la tierra, que es Cristo, y de todos aquellos a quienes Dios escogió, regeneró, santificó y glorificó. La combinación de la tierra, Cristo y nosotros dará por resultado la expresión de Dios con el reino de Dios. Ésta es nuestra buena tierra, en la cual todos debemos procurar entrar. En ella es donde obtenemos reposo y satisfacción.
De toda la revelación que nos provee la divina Palabra de Dios, podemos ver que en la eternidad pasada Dios planeó expresarse a Sí mismo. Éste es el propósito eterno de Dios: expresarse a Sí mismo de una manera concreta y real mediante una entidad corporativa compuesta de muchos seres humanos. Éste es el propósito eterno de Dios. Fue para cumplir este propósito que Dios creó los cielos y la tierra.
Satanás, el enemigo de Dios, intervino y dañó la creación de Dios, especialmente la tierra. Es por eso que Dios tuvo que juzgar la tierra con agua (Gn. 1:2). La tierra entera quedó bajo las aguas de juicio. Estas aguas eran una especie de muerte que cubría toda la tierra. Entonces Dios vino y levantó la tierra que había sido cubierta por las aguas de la muerte, haciendo que ésta emergiera de las aguas de la muerte en el tercer día. Muchos maestros de la Biblia concuerdan en que éste es un cuadro del Cristo resucitado. La tierra que se elevó sobre las aguas en el tercer día es un tipo del Cristo resucitado, quien es el origen de todas las clases de vida. Luego, del polvo de esa tierra, Dios hizo al hombre a Su propia imagen para que éste lo expresara y representara. En aquel tiempo la tierra se podía ver en Adán, puesto que él había sido hecho del polvo de la tierra. También se podía ver a Cristo, por cuanto Adán fue hecho a imagen de Cristo. Génesis 1:26 dice que el hombre fue hecho a imagen de Dios, y Colosenses 1:15 dice que Cristo es la imagen del Dios invisible. Por tanto, el hombre fue hecho a imagen de Cristo y llevaba Su imagen. Si usted hubiese visto a Adán, habría visto la imagen de Cristo. Así pues, en Adán, un hombre, podemos ver tanto el polvo de la tierra como la imagen de Cristo. Por consiguiente, en Adán vemos tres elementos: la tierra, Cristo y el hombre. Estos tres elementos se combinan para ser la expresión de Dios y el reino de Dios. Aquello era una miniatura de lo que Dios se había propuesto obtener.
Satanás, conociendo el pensamiento central de Dios, se introdujo con el propósito de dañar al hombre. Cuando el Señor Jesús se hizo carne (Jn. 1:14), Él vino para llegar a ser polvo. El hecho de que viniera a unirse al hombre, implicaba que venía a unirse a la tierra. Después que Adán fue arruinado, el hombre finalmente llegó a ser carne (Gn. 6:3), y Dios tuvo que venir a juzgar esa carne. Al juzgar la carne, Dios también juzgó la tierra, ya que no podemos separar la carne, es decir la humanidad, de la tierra (Gn. 6:12-13). A los ojos de Dios y conforme al concepto divino, el hombre siempre ha estado vinculado a la tierra. Cuando el hombre es juzgado, la tierra es juzgada, y cuando la tierra es juzgada, el hombre es juzgado. Dios siempre juzga a estas dos entidades juntas. Así, pues, por medio del diluvio Dios juzgó la carne y la tierra.
Después del diluvio el arca encalló en el monte Ararat, exactamente el mismo día del mes en que el Señor Jesús fue resucitado de los muertos: el decimoséptimo día. El Señor fue crucificado en el decimocuarto día del mes, el día de la Pascua, y tres días después fue resucitado. Del mismo modo, el arca fue “resucitada” de las aguas de la muerte en el decimoséptimo día del mes. Conforme al relato de Génesis, esto ocurrió en el séptimo mes del año, el cual se cambió en el tiempo de la Pascua y se convirtió en el primer mes del año, según el calendario sagrado judío. En otras palabras, el Señor Jesús fue resucitado en el mismo día y mes en que el arca resucitó de las aguas de la muerte.
Después que Noé y sus siete acompañantes salieron del arca, ellos vivieron en la nueva tierra. El pueblo resucitado habitó en la nueva tierra y, una vez más, aquella tierra vino a ser un tipo del Cristo resucitado. El hecho de que Noé y las otras siete personas que fueron resucitadas vivieran en la nueva tierra, significaba que ellos vivían en Cristo. Hoy día todos estamos viviendo en Cristo.
Sin embargo, esta situación tan placentera no duró mucho tiempo, ya que Satanás nuevamente se introdujo para corromper y contaminar a la humanidad. Tal como se revela en Génesis 10, Satanás usó al padre de Nimrod, Cus, para edificar la ciudad de Babel. El hecho de que Satanás lograra corromper y contaminar a Cus y a Nimrod quiere decir que Satanás nuevamente corrompió al linaje humano. A los ojos de Dios, aquella humanidad contaminada se hizo uno con la tierra de Caldea. A los ojos de Dios, la humanidad siempre está vinculada a la tierra. Si usted lee la historia de Israel conforme al relato bíblico, verá que Dios siempre consideró a Israel y la tierra como una sola entidad. Algunos versículos se refieren tanto a la tierra como al pueblo debido a que Dios siempre consideró a ambos como uno solo (Is. 1:7-9, 27). Si la gente que vive en los Estados Unidos es corrupta, eso significa que los Estados Unidos es corrupto. Si las personas que moran en cierto territorio están contaminadas, a los ojos de Dios, eso significa que dicho territorio, dicha tierra también está contaminada. No podemos desvincular a las personas de la tierra que ellas habitan.
En tiempos de Babel, el hombre se hizo uno con la tierra de Caldea. Dios entonces intervino y llamó a Abraham a salir de la tierra corrupta de Caldea, lo que significa que lo llamaba a salir de la humanidad corrupta. Dios sacó a Abraham de aquella tierra y lo condujo a una tierra elevada, a la buena tierra de Canaán. La tierra de Canaán es una tierra elevada. De acuerdo con la geografía, la tierra de Canaán está rodeada de agua; está rodeada por el mar Mediterráneo, el mar Muerto y el río Jordán. Esto significa que es una tierra que emerge de las aguas de la muerte y se eleva sobre ellas. Ésta es la tierra que simboliza a Cristo junto con el pueblo apropiado de Dios. A los ojos de Dios, Él siempre considera la buena tierra, a Cristo y a Su pueblo genuino como una sola entidad.
Abraham entró a la buena tierra de Canaán. Más tarde, cuando sus descendientes cayeron alejándose de esta buena tierra, Dios los rescató sacándolos del lugar donde habían caído y los trajo de regreso a la buena tierra. ¿Cuál fue la consumación máxima de los hijos de Israel al entrar a la buena tierra? Fue el templo. Por un lado, el templo era la expresión de Dios y, por otro, representaba el reino de Dios, Su gobierno y administración. En el templo se puede ver la expresión de Dios y el reino de Dios. En el templo Dios y todo Su pueblo lograron hallar reposo y satisfacción. La buena tierra es una combinación de la tierra apropiada y el pueblo apropiado junto con la morada de Dios que ha sido edificada para expresar a Dios y ejercer Su autoridad en el universo. Ésta es la buena tierra.
Así pues, en el Antiguo Testamento podemos ver una miniatura de la buena tierra: una tierra elevada rodeada por las aguas de la muerte y ocupada plenamente por la morada de Dios. En aquella tierra se encontraba la expresión y la administración de Dios. Éste es el cuadro en miniatura que nos presenta el Antiguo Testamento. El cumplimiento de esta figura se encuentra en el Nuevo Testamento. Finalmente, en el Nuevo Testamento, Dios obtendrá una tierra nueva. Él no sólo obtendrá una franja de tierra, sino toda una tierra nueva, una tierra resucitada que se eleva por encima de toda muerte. En la tierra nueva el mar ya no existirá, ni la muerte, ni la noche (Ap. 21:1, 4, 25). Todo el mar, la muerte y la noche habrán desaparecido para siempre, y sólo existirá una tierra seca, diáfana y limpia con un río puro que fluye en medio de ella. La Nueva Jerusalén estará allí. Aquello será la habitación, expresión y administración eterna de Dios. Allí, Dios será plenamente expresado y Su autoridad será completamente ejercida. Esto será el cumplimiento del tipo de la buena tierra. ¿Dónde está entonces nuestra buena tierra? Está allí en la tierra nueva.
Alabamos al Señor porque la vida de iglesia hoy es un anticipo de la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. La vida de iglesia hoy está en la tierra nueva. La ciudad de Anaheim puede ser vieja, pero nosotros estamos en una tierra nueva y elevada. Éste es un anticipo de la Nueva Jerusalén que está por venir. ¿No estamos hoy en la Nueva Jerusalén? Ciertamente lo estamos. Por cierto aún no la gustamos plenamente, pero es un hecho que gozamos de un anticipo de la Nueva Jerusalén: la vida de iglesia. Ésta es nuestra buena tierra hoy en día. Aquello que el pueblo judío poseía era solamente un tipo, una figura anticipada, de la buena tierra. Pero es en la Nueva Jerusalén donde obtendremos el cumplimiento de lo que la buena tierra tipifica y el disfrute completo de ella. El disfrute que tenemos en la vida de iglesia hoy es real, pero no es un disfrute completo. Aquello que disfrutamos hoy no son tipos sino la realidad misma, pero ésta es sólo un anticipo. En naturaleza el anticipo que recibimos tiene el mismo sabor que aquello que disfrutaremos después en plenitud. Por consiguiente, a modo de anticipo ya estamos en la Nueva Jerusalén y en la tierra nueva.
Muchos de nosotros habitábamos en la región de la vieja religión. Algunos estuvimos en el catolicismo y otros en el judaísmo. Mientras ustedes estuvieron en aquella región vieja, en su Caldea, ¿tuvieron acaso la sensación de hallarse en la Nueva Jerusalén? ¿Llegaron a sentir que estaban gustando de la Nueva Jerusalén? En la Nueva Jerusalén principalmente gustamos del agua viva y del árbol de la vida. Allí principalmente disfrutamos del agua viva como nuestra bebida y del árbol de la vida como nuestro alimento. ¡Cuánto hemos disfrutado esta bebida desde que vinimos a la vida de iglesia! El agua que bebemos en la vida de iglesia es mucho mejor que cualquier otra bebida terrenal. Ninguna otra bebida de la tierra puede compararse con lo que bebemos en la vida de iglesia. Aún más, día tras día estamos disfrutando al Señor Jesús como nuestro árbol de vida. ¿Quién podría estar más complacido y gozoso que nosotros? Ciertamente nosotros gustamos de un anticipo de la Nueva Jerusalén. ¿Había usted disfrutado de esto cuando estaba en el judaísmo? ¿Llegó a gustar de la Nueva Jerusalén cuando estaba en el catolicismo encendiendo velas y confesándose a los sacerdotes? ¿Disfrutó de esto mientras estaba sentado en las bancas de las llamadas denominaciones protestantes? ¿Pudo disfrutar esto cuando formaba parte de los grupos libres donde le era tan fácil disentir de los demás? ¿Dónde puede usted gustar de la Nueva Jerusalén? Únicamente en la vida de iglesia apropiada. Para nosotros la vida de iglesia es la buena tierra. En esta buena tierra tenemos la morada, el reposo, la expresión, la autoridad, el reino y el señorío de Dios. Es en la vida de iglesia donde todos podemos descansar. Día tras día, estoy descansando; no estoy trabajando. Mientras trabajo, disfruto del reposo. Por eso estoy muy lejos de sentirme cansado o exhausto; porque no estoy trabajando, sino que estoy descansando. Cada célula de mi cuerpo y cada gota de mi sangre está en reposo. ¡Oh, qué disfrute es éste!
La vida de iglesia es nuestro verdadero reposo y deleite. Ciertamente estamos en la buena tierra, la tierra que fluye leche y miel. La leche y la miel son productos que se derivan de dos clases de vida: la vida animal y la vida vegetal. Esto simboliza las riquezas contenidas en la vida de Cristo. La vida de Cristo es la vida animal, con la cual se logra la redención, y también es la vida vegetal, la vida necesaria para la regeneración. Ahora, nosotros estamos disfrutando de la vida representada por la leche y miel que fluye en la buena tierra.