Mensaje 20
(3)
Agradecemos al Señor por lo que nos ha ido mostrando con respecto al reposo sabático. Dios nunca podría hallar pleno reposo en los cielos, debido a que ése no es el lugar donde Él cumple Su propósito eterno. El pleno reposo de Dios está en la tierra con el hombre. Por muy maravillosos que sean los ángeles, Dios no tiene reposo con los ángeles que están en el cielo, sino con el hombre que está en la tierra. Por esta razón, el Señor Jesús nos enseñó que orásemos así: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:10). Finalmente, la Biblia revela que el pleno reposo de Dios, Su completo reposo sabático, será en esta tierra con una entidad viviente compuesta de todos Sus redimidos.
A partir de Génesis 2, el tema del reposo sabático tiene un desarrollo progresivo. En Génesis 2 observamos que el primer reposo sabático que Dios tuvo fue inmediatamente después de haber obtenido a un hombre en la tierra que le expresara conforme a Su imagen y le representara con Su autoridad. Inmediatamente después que logró obtener a tal hombre en la tierra, Dios reposó. Ése fue el primer reposo sabático de Dios. El segundo reposo sabático que Dios obtuvo, fue con los hijos de Israel. Después de que los hijos de Israel tomaron posesión de la buena tierra de Canaán y edificaron sobre ella el templo, el cual fue llenado de la gloria shekiná de Dios, Él obtuvo un segundo reposo sabático en la tierra. El hecho de que se hubiera edificado el templo sobre la buena tierra y que éste hubiera sido lleno de la gloria de Dios, significaba que Dios había obtenido para Sí un pueblo sobre la tierra, que podía ser Su morada, esto es, el lugar donde Él podía habitar, expresarse a Sí mismo y ejercer Su señorío. Éste fue el segundo reposo sabático con el hombre en la tierra. Por consiguiente, en el Antiguo Testamento encontramos dos relatos sobresalientes con respecto al reposo sabático de Dios: el primero se halla en Génesis 2, y el segundo, en 1 Reyes 8.
Como vimos en el mensaje anterior, cuando el Señor Jesús, vino a la tierra, fue también el reposo sabático de Dios. Después del Señor Jesús, tenemos la iglesia como el reposo sabático para Dios. Cristo es la Cabeza y la iglesia es Su Cuerpo. Cuando leemos Hechos 2 acerca del Día de Pentecostés, vemos que la gloria de Dios llenó el templo una vez más, y Él nuevamente pudo obtener para Sí una morada en el hombre sobre la tierra para Su reposo. Podríamos decir que éste es el tercer reposo sabático. Dios había obtenido a un hombre en la tierra. Si bien es cierto que Dios obtuvo cierto reposo con personas como Noé, Abraham y el propio Señor Jesús, en este mensaje necesitamos concentrarnos en los tres reposos sabáticos principales: el primero, después que el hombre fue creado a imagen de Dios y le fue dado señorío; el segundo, cuando se terminó de edificar el templo sobre la buena tierra y éste fue lleno de la gloria de Dios; y el tercero, cuando la iglesia, como el nuevo hombre, fue edificada con personas que tenían la imagen de Dios.
Los primeros dos reposos sabáticos, el reposo que vino después de la creación del hombre y el reposo posterior a la edificación del templo, ambos eran cuadros o figuras, ya que ninguno de ellos era el verdadero reposo de Dios. En realidad, el primer reposo sabático que Dios obtuvo en el hombre sobre la tierra, ocurrió cuando la iglesia fue edificada. La iglesia no es una figura del reposo sabático de Dios, sino Su reposo en realidad. El reposo sabático con Adán y con el templo edificado, eran solamente tipos; pero la edificación de la iglesia no es un tipo, sino el cumplimiento de dichos tipos.
Dios lleva todo a cabo de manera gradual y de forma progresiva. Podemos ver esto en el relato de la creación en Génesis 1. ¿Por qué Dios no creó todas las cosas en un sólo día? Él pudo haber concluido todo en unos pocos minutos. En lugar de eso, leemos que en el primer día, Dios simplemente dijo que fuera la luz, y luego, en el segundo día, creó la expansión. Si nosotros hubiéramos estado presentes, probablemente no hubiésemos sido tan pacientes y le habríamos dicho a Dios: “Dios, ya hay luz, pero hace falta el aire”. A veces somos más rápidos que Dios mismo. Pero a menudo, la manera en que Dios actúa es completamente opuesta a la nuestra, pues Él siempre actúa de manera progresiva. Un día, Dios se hizo hombre, se sembró en la humanidad, y a partir de la muerte y la resurrección de ese hombre se produjo la iglesia. Dios no lo hizo todo en un solo acto. Aunque Dios se sembró a Sí mismo en nosotros como la semilla, la cosecha aún no ha llegado. Hasta el día de hoy todo lo que hemos recibido, obtenido y ganado, constituye la semilla, no la cosecha. Dios es paciente. Aunque la semilla fue sembrada hace casi dos mil años, Él no culminó Su labor en esa sola ocasión. Cuando Dios se sembró en la humanidad, empezó una era maravillosa, la era del Nuevo Testamento. Antes de que el Señor Jesús viniera, Dios nunca se había sembrado en la humanidad. Adán y los hijos de Israel eran solamente tipos. Dios jamás se sembró en Adán ni en los hijos de Israel, debido a que ellos eran sólo tipos. La iglesia es el único y verdadero suelo en el que Dios mismo se ha sembrado.
Consideremos las leyes naturales que rigen el crecimiento de una semilla. Si uno siembra una semilla, no debe esperar obtener una cosecha a la mañana siguiente. Ni siquiera un hongo crece tan rápido. Las mejores cosechas requieren siempre mucho tiempo. Basándonos en las leyes de la naturaleza, la vida requiere de tiempo para crecer; por ende, cuanto más alta sea la categoría de vida, más demorará en crecer. Un perro puede alcanzar su pleno crecimiento en menos de un año, pero un ser humano requiere de al menos dieciocho años para llegar a ser adulto. Los padres no esperan que sus hijos crezcan tan rápido como los perros. Sin embargo, todos los pastores, predicadores y ministros son unos soñadores, pensando que los cristianos pueden crecer de la noche a la mañana. Necesitamos tiempo para crecer, tiempo para desarrollar, para madurar.
Dios se sembró en una parte de la humanidad que se convirtió en la iglesia y que incluye a todo aquel que ha recibido al Señor Jesús. Pero después de haber recibido al Señor Jesús, existe un problema, éste es, ¿cómo permitimos que el Señor Jesús crezca en nosotros? En la parábola del sembrador en Mateo 13, se mencionan cuatro clases de suelo. Si bien cada tipo de suelo recibió la misma semilla, el resultado fue distinto en cada caso. ¿Fue usted regenerado? ¿Recibió al Señor Jesús? ¿Cuál será el resultado de ello? Esto es precisamente lo que los cristianos han perdido de vista. Es cierto que la vida de iglesia es un reposo sabático para Dios, pero aún no es un reposo sabático con madurez. Es bueno, pero no en todo el sentido de la palabra, es decir, aún no es lo suficientemente bueno. La vida de iglesia es maravillosa en lo que respecta a la semilla, pero aún no hemos llegado a la etapa de la cosecha. La vida de iglesia hoy, constituye un reposo para Dios, pero dicho reposo aún no es completo, perfecto ni maduro. Por lo tanto, falta otra etapa del reposo sabático: la era de la cosecha, cuando el Señor Jesús regrese. Cuando el Señor Jesús venga por segunda vez, ése será el tiempo de la cosecha. Es maravilloso ver el crecimiento de los cultivos, pero esto nunca es tan maravilloso como la cosecha. Sin duda alguna, la vida de iglesia constituye un verdadero reposo para Dios, debido a que Dios se ha sembrado a Sí mismo como la semilla en el campo, donde está creciendo ahora. No obstante, debemos recordar que aún no estamos en la etapa de la cosecha. ¿Habrá usted madurado cuando llegue el tiempo de la cosecha? Si usted le pregunta a los agricultores, ellos le dirán que siempre hay cierta parte de los cultivos que aún no ha madurado cuando llega el tiempo de la cosecha. El reposo actual, que se halla en la vida de iglesia, es el verdadero reposo, pero no es el reposo perfecto o maduro. Dicho reposo lo tendremos en la próxima era. En 1 Corintios 3 vemos el crecimiento de la labranza, y en Apocalipsis 14 vemos la siega de dicha cosecha.
Todos nosotros podemos participar del reposo en su etapa de crecimiento, pero si hemos de participar o no en el reposo en la etapa de la cosecha, eso dependerá completamente de la madurez que logremos alcanzar. Observen la situación actual: aunque millones de cristianos son salvos, tan sólo una pequeña minoría ha venido a la vida de iglesia a disfrutar de las riquezas de Cristo. Este reposo es para todos los cristianos, pero no todos han entrado en él. Éste fue precisamente el motivo por el cual se escribió el libro de Hebreos. El propósito de este libro era alentar a quienes habían sido salvos, a que no abandonaran la vida de iglesia, sino que más bien se empeñaran, se esforzaran y procuraran diligentemente entrar en la vida de iglesia porque ella constituye el reposo sabático actual. Hoy en día el reposo sabático no lo podemos encontrar en ninguna religión, organización ni grupo libre. El reposo actual, en su etapa de crecimiento, es la verdadera vida de iglesia donde se encuentran las riquezas de Cristo, y se debe animar a todos los cristianos auténticos a que se esfuercen diligentemente por entrar en dicho reposo. Si no son diligentes, ellos errarán el blanco, al igual que la mayoría de los hijos de Israel que salieron de Egipto. Por lo menos dos millones de los hijos de Israel que salieron de Egipto durante el éxodo, murieron en el desierto, y tan sólo un número muy reducido entró en el reposo. Esto fue un cuadro tipológico, pero hoy, en la era de la iglesia, vemos el cumplimiento de ese tipo. A pesar de que millones de personas han sido salvas, ¿dónde se encuentran? Se encuentran en Egipto o vagando por el desierto. Cuando el libro de Hebreos fue escrito, los creyentes hebreos estaban en peligro de convertirse en un pueblo que vagaba por el desierto y que a la postre caería muerto allí. Por consiguiente, este libro fue escrito para alentarlos a que, con toda diligencia, procuraran entrar en el reposo sabático actual. ¡Cuánto necesitan los cristianos recibir esta clase de aliento hoy!
Hoy en día nos encontramos en la vida de iglesia, el reposo sabático en la etapa de crecimiento, pero la pregunta es cómo estamos creciendo. ¿Estamos creciendo apropiadamente? ¿Estamos creciendo de modo que continuamente cooperamos con la gracia del Señor? La manera en que crezcamos durante el reposo actual, determinará si hemos de participar o no del reposo venidero. Hablando más concretamente, el reposo sabático de la era venidera será el premio que recibiremos por haber crecido apropiadamente durante el reposo sabático actual. De forma real y de manera práctica, el reposo venidero, el reposo en madurez, será la recompensa que recibirán los que crezcan apropiadamente durante el presente reposo sabático. En otras palabras, si durante el reposo en la etapa de crecimiento usted no crece lo suficiente, no entrará en el reposo venidero, el reposo de madurez. La línea de pensamiento aquí es muy lógica; ésta es la sabiduría de Dios. Dios es sabio al usar el reposo venidero como una recompensa que nos motiva a disfrutar el reposo presente. Si perdemos el reposo actual, ciertamente sufriremos la pérdida del reposo venidero.
Ahora sería oportuno reflexionar sobre lo que Pablo dijo en 1 Corintios 9:24-27. El versículo 24 dice: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio? Corred así, para ganar”. Aquí la palabra ganar no se refiere a la salvación, debido a que ésta ya la hemos obtenido. Más bien, se refiere al hecho de ganar un premio. “Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (v. 25). La corona a la que hace alusión este versículo es una recompensa, un premio, por haber acabado la carrera. Los versículos 26 y 27 añaden: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. La expresión ser reprobado, según el versículo 27, no se refiere a ser reprobados con respecto a la salvación, sino con respecto a obtener el premio. Luego, 1 Corintios 10:1 continúa la línea de pensamiento del capítulo 9 (cabe señalar que el texto original griego no se dividía en capítulos ni versículos), y el versículo 5 dice: “Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto”. Este versículo comienza con una palabra muy importante: “pero”. En cierto modo, todos los hijos de Israel se hallaban en una carrera. Cuando salieron de Egipto y cruzaron el mar Rojo, ellos estaban corriendo la carrera, pero muchos de ellos, la abandonaron. En el cuadro que el apóstol nos presenta aquí, vemos que Pablo, mientras corría la carrera, temía que él mismo pudiera quedar postrado en el desierto y perder el premio. ¿Qué significa esto? Sencillamente significa perder el reposo venidero durante el milenio.
Nuestro sabio Padre usa el reposo venidero del milenio como un incentivo para que corramos la carrera hoy de una manera apropiada. ¿Cómo está corriendo usted la carrera? No la corra descuidadamente, pues, si lo hace, es probable que no madure lo suficiente. Tal vez usted se encuentre en este momento en la vida de iglesia y esté disfrutando del reposo actual, el reposo de crecimiento, pero ¿participará usted del reposo venidero, el reposo de madurez? Todos nosotros debemos ser cuidadosos con relación a este asunto. Mientras Pablo corría la carrera en los primeros días de su ministerio, cuando escribió 1 Corintios, él no estaba seguro de haber alcanzado el premio.
Encontramos un concepto muy similar en Filipenses 3:12-13, una epístola escrita por Pablo en la etapa final de su ministerio. En Filipenses 3:12 él dice: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya haya sido perfeccionado; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. Pablo aquí estaba diciendo que Cristo lo había asido a él con un propósito, y que él aún no había logrado asir aquello para lo cual él había sido asido por Cristo. Cristo nos ganó con el propósito de que nosotros lo ganáramos a Él, y ahora estamos en el proceso de ganarlo a Él. ¿Hemos ganado a Cristo de manera plena? No, aún no lo hemos ganado plenamente. Él nos ganó para que nosotros, a su vez, pudiéramos ganarlo a Él de manera plena. Incluso cuando Pablo escribió el libro de Filipenses, él todavía se encontraba en el camino, pues no había ganado a Cristo en plenitud. En los versículos 13 y 14 Pablo añade: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. La expresión “a lo alto” del versículo 14 significa de arriba, es decir, celestial; así pues, el llamamiento a lo alto equivale al llamamiento celestial que Dios hace en Cristo Jesús. En estos versículos, vemos que Pablo todavía proseguía. Incluso cuando escribió la epístola de Filipenses, él aún no estaba seguro de haber obtenido el premio.
Sin embargo, en 2 Timoteo 4:6-8, Pablo estaba seguro de haber alcanzado el premio, pues dijo: “Porque yo ya estoy siendo derramado en libación, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su manifestación”. Pablo escribió estas palabras poco antes de su martirio. ¿Podremos nosotros afirmar lo mismo al finalizar nuestra vida? ¿Podremos decir que peleamos la buena batalla, que acabamos la carrera, guardamos la fe y que, por ende, nos está guardada la corona de justicia? Este versículo no habla de la corona de gracia, sino de la corona de justicia. Pablo sabía que el Señor, el Juez justo, le daría una corona de justicia en aquel día, en conformidad con Su justicia divina. ¿A qué se refería cuando dijo: “En aquel día”? Al reposo de la era venidera, que es el reposo de madurez. Pablo dijo que esta corona no solamente le sería dada a él, sino también a todos aquellos que aman la manifestación del Señor.
¿Cómo estamos creciendo hoy? ¿Cómo estamos corriendo la carrera? La respuesta a estas preguntas habrá de determinar nuestro futuro. ¿Participará usted del reposo de madurez durante el milenio? Muchos cristianos piensan equivocadamente que, siempre y cuando sean salvos, participarán en el reino durante el milenio. Aunque ésta fue la enseñanza que recibí por muchos años, después de profundizar más en la Biblia descubrí que este concepto no era acertado. Mientras que la salvación se obtiene por fe, el hecho de reinar con Cristo por mil años no tiene que ver con nuestra salvación, sino con el premio que nos motiva a correr la carrera de manera apropiada. Esto nos muestra la sabiduría del Padre.
¿Acaso no es la vida de iglesia el reposo actual? Sí, y nosotros alabamos al Señor porque la vida de iglesia es el reposo en su etapa de crecimiento, el cual nos conduce al reposo en su etapa de madurez. Pero si hemos de participar de ese reposo venidero o no, eso depende de cómo crezcamos hoy. Esto es muy lógico. Nuestro Padre es muy sabio. Hasta un padre terrenal puede decirle a sus hijos: “Hijos, si les va bien en la escuela este año y pasan todos sus exámenes finales, habrá un gran premio para ustedes. Pero si no aprueban sus exámenes, habrán de sufrir, y los encerraré todo un día en un pequeño cuarto oscuro. Y mientras ustedes estén en ese cuarto oscuro, sus hermanos y hermanas que han pasado los exámenes finales estarán disfrutando de un premio especial y de todo un día de reposo”. Yo sé de algunos padres que acostumbran hacer esto. Tal vez un padre de familia tenga cinco hijos: uno de ellos recibe el mejor premio, otro recibe un premio no tan bueno, y un tercero, que a duras penas logró aprobar, recibe el premio más pequeño. Los dos restantes, quienes, por traviesos no aprobaron sus exámenes finales, son encerrados en un cuarto pequeño y oscuro. ¿No es éste un padre bueno, sabio, justo y amoroso? Ciertamente lo es, ya que él intenta motivar a todos sus hijos a desempeñarse lo mejor que puedan. Según el Nuevo Testamento, nuestro Padre celestial actúa de la misma manera. Nuestro Padre, un Padre lleno de amor, es sabio; Él sabe cómo motivar a Sus hijos para que crezcan. Muchos versículos del Nuevo Testamento aluden a este asunto, y más adelante, en los siguientes mensajes, los abarcaremos.
Pablo, era un apóstol, pero aun así continuaba corriendo la carrera. Pese a que él era tan fiel y desempeñaba una labor tan excelente y maravillosa para el Señor, todavía temía ser reprobado. ¿Piensa usted que Pablo tenía temor de perder su salvación? Claro que no. Como ya hemos visto, ser reprobado no significaba perder la salvación, sino perder el premio. Incluso cuando escribió la Epístola a los Filipenses, Pablo no estaba seguro de haber ganado el premio. Fue solamente al final mismo de su vida, cuando estaba a punto de morir como mártir, que Pablo pudo declarar: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia”. Fue hasta entonces que Pablo tuvo la seguridad de decir eso. Debemos prestar mucha atención a estos pasajes. Sin embargo, muy pocos cristianos prestan atención a versículos como éstos; lo único que les interesa son los “dulces” espirituales. Por tanto, les pido que lean y oren repetidas veces estos versículos de 1 Corintios, Filipenses y 2 Timoteo, que profundicen en ellos y sean plenamente iluminados por ellos. Puede ser que estos versículos no nos parezcan muy dulces, pero ciertamente son muy nutritivos. En realidad, son alimentos muy saludables. Por un lado, todos debemos sentirnos entusiasmados de que por estar en la vida de iglesia hoy, estamos en el reposo en su etapa de crecimiento, disfrutando de las riquezas de Cristo. Por otro lado, debemos estar atentos a la manera en que estamos creciendo, corriendo la carrera y peleando la batalla, ya que esto es lo que determinará si hemos de participar en el reposo venidero, el reposo en su etapa de madurez. ¡Que la gracia del Señor sea con nosotros en este asunto!