Mensaje 24
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La Biblia, y especialmente el Nuevo Testamento, presenta una revelación completa. En el Nuevo Testamento vemos cómo el Salvador vino, fue revelado a nosotros y logró la redención por nosotros, y también vemos cómo podemos creer en Él, recibir la salvación y ser regenerados. El Nuevo Testamento también nos dice que quienes hemos sido salvos conformamos la iglesia y que podemos vivir la vida de iglesia hoy en día sobre la tierra. Además de todo esto, el Nuevo Testamento nos hace una advertencia: después de ser salvos y regenerados, debemos asirnos a la gracia de Dios y disfrutar de todo lo que Dios ha preparado para nosotros en Su gracia, ya que, si no nos asimos de la gracia de Dios ni disfrutamos de Sus riquezas, sufriremos pérdida y seremos castigados. La advertencia que nos hace el Nuevo Testamento es muy clara y definitiva, y también nos motiva a ganar el premio. Y para ganar este premio debemos pagar el precio. Así pues, delante de nosotros tenemos un premio o un castigo. El hecho de recibir un premio o un castigo no depende en absoluto de nuestra salvación, sino de cómo vivimos y laboramos después de ser salvos. Si vivimos y laboramos de la manera apropiada que Dios ha ordenado, ciertamente recibiremos un galardón. Pero si descuidamos la gracia de Dios, sufriremos pérdida, y nos esperará cierto castigo. Como decíamos en mensajes anteriores, el Evangelio de Mateo nos dice que cuando el Señor Jesús regrese, Él nos recompensará conforme a nuestros hechos (16:27). Las parábolas de Mateo 25 también nos dejan muy claro este asunto.
En el libro de Hebreos encontramos cinco advertencias, cada una de las cuales son iguales en naturaleza. En las siete epístolas mencionadas en Apocalipsis 2 y 3 también encontramos algunas advertencias. Las siete advertencias de Apocalipsis 2 y 3 son iguales en naturaleza a las cinco advertencias del libro de Hebreos. Por tanto, podemos decir que en total hay doce advertencias, cinco en el libro de Hebreos y siete en Apocalipsis 2 y 3. Por supuesto, en cada una de estas advertencias hay cierta promesa, y si prestamos atención a ellas, recibiremos un premio. La primera advertencia que nos hace Hebreos se encuentra en 2:1-4, y nos dice que “es necesario que con mayor empeño atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que vayamos a la deriva”, y añade que no debemos descuidar “una salvación tan grande”. La segunda advertencia la hallamos en Hebreos 3:7—4:13, y nos exhorta a no dejar de alcanzar el reposo sabático prometido, sino que “procuremos, pues, con diligencia entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”. En cierto modo, los mensajes que hemos dado acerca del reposo sabático venidero han estado basados en la segunda advertencia. La tercera advertencia tiene que ver con el hecho de llegar a la madurez (5:11—6:20), y nos dice que no debemos ser como la tierra que produce “espinos y abrojos”, porque “es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es ser quemada”. En la cuarta advertencia se nos dice que nos acerquemos al Lugar Santísimo y que no retrocedamos al judaísmo (10:19-39). Y en la quinta advertencia nos anima a correr la carrera con perseverancia y a no caer de la gracia (12:1-29). Los arminianos se basan en estas cinco advertencias para decir que una persona salva puede perderse de nuevo. Pero si estudiamos cuidadosamente estos pasajes de la Palabra, veremos que no se refieren al hecho de que uno pueda perderse, sino a la recompensa, ya sea positiva, la de obtener un galardón, o negativa, la de recibir un castigo.
Ahora examinemos la cuarta advertencia. Hebreos 10:26 dice: “Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados”. ¿Qué significa “pecar voluntariamente”? Para entender esto debemos regresar al versículo 25 como lo indica la palabra porque al comienzo del versículo 26. El versículo 25 dice: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Pecar voluntariamente, según se menciona en el versículo 26, equivale a dejar de congregarse, como lo indica el versículo 25. Esta advertencia debía ser tomada muy seriamente por los creyentes hebreos. Cuando se escribió el libro de Hebreos había muchos creyentes hebreos que estaban en el borde entre el judaísmo y la iglesia, no sabían si abandonar la iglesia y regresar al judaísmo, o renunciar al judaísmo y adherirse a la iglesia. ¿Dónde está la iglesia? La iglesia está dondequiera que nos congreguemos, ella está en cada una de las reuniones que tienen los creyentes de Cristo. El hecho de que los creyentes hebreos dejaran de asistir a las reuniones de los creyentes en Cristo significaba que habían abandonado la iglesia. Si aquellos tambaleantes cristianos hebreos abandonaban las reuniones de la iglesia, eso equivalía a pecar voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad. El escritor parecía decirles: “En esta epístola os he presentado el conocimiento de la verdad. Debéis asistir a todas las reuniones de la iglesia, pues, de lo contrario, estaréis pecando voluntariamente. Si pecáis voluntariamente abandonando las reuniones de la iglesia y regresando al judaísmo para seguir ofreciendo sacrificios por el pecado, debéis entender que ya no queda más sacrificio por el pecado, ya que todas esas ofrendas son tipos que han caducado”. Esto es lo que realmente significa la frase: “ya no queda sacrificio [...] por los pecados”. Esto no quiere decir que si llegamos a pecar no seremos perdonados, o que no haya más remisión por nuestros pecados. Más bien, quiere decir que los tipos habían caducado y que ya habían sido reemplazados con Cristo, y por tanto, que los creyentes hebreos debían permanecer en la iglesia y no abandonar las reuniones. No obstante, si ellos abandonaban la iglesia y regresaban al judaísmo para seguir ofreciendo sacrificios por los pecados, estarían pecando voluntariamente y ofreciendo sacrificios en vano, pues tales sacrificios por el pecado no tienen más cabida en la economía de Dios.
El escritor les advirtió a los creyentes hebreos que ya no quedaba más sacrificio por los pecados, “sino una terrible expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (10:27). Si los creyentes hebreos abandonaban la iglesia, sufrirían el castigo preparado para los adversarios.
Los versículos 28 y 29 añaden: “El que desecha la ley de Moisés, por el testimonio de dos o tres testigos es condenado a muerte sin compasión. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por común la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ultraje al Espíritu de gracia?”. ¿Qué significa pisotear al Hijo de Dios? Significa que si los creyentes hebreos regresaban al judaísmo para seguir ofreciendo sacrificios por los pecados, y ponían su confianza en esos sacrificios, ellos de hecho estarían pisoteando al Hijo de Dios, es decir, lo estarían menospreciando. Los sacrificios que se ofrecían por el pecado eran un tipo de Cristo. Ya que Cristo vino a cumplir y a reemplazar los sacrificios por el pecado, los creyentes hebreos debían permanecer con Él y no regresar al judaísmo para ofrecer más sacrificios por los pecados. Si ellos volvían al judaísmo estarían teniendo por común la sangre del pacto, considerándola igual a la sangre de las ovejas y de los toros. Por tanto, los creyentes hebreos fueron advertidos a no regresar al judaísmo para volver a ofrecer los sacrificios por los pecados. Si ellos hacían eso, estarían menospreciando al Hijo de Dios en quien habían creído y cuya sangre los había santificado, y estarían teniendo Su sangre por común, igual que la de los sacrificios de animales. Al hacer esto, ellos también estarían ultrajando al Espíritu de gracia. El Espíritu de gracia estaba obrando y moviéndose en ellos, y los estaba ungiendo; por ende, ellos debían hacerle caso. Por eso, el escritor les advirtió diciendo: “Pues conocemos al que dijo: ‘Mía es la venganza, Yo daré el pago’. Y otra vez: ‘El Señor juzgará a Su pueblo’. ¡Terrible cosa es caer en manos del Dios vivo!” (vs. 30-31). Éste no es el juicio del Señor sobre los incrédulos, sino Su juicio sobre “Su pueblo”, es decir, sobre Sus creyentes, quienes han sido salvos.
Ahora llegamos a la quinta advertencia, la cual se encuentra en Hebreos 12. El versículo 5 nos dice: “Habéis olvidado por completo la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: ‘Hijo Mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por El’”. La palabra disciplina en este versículo denota cierto castigo. El versículo 6 añade: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo hijo que recibe”. Azotar significa castigar con un látigo. La mayoría de nosotros recibimos cierta clase de azotes de nuestros padres cuando éramos niños. De la misma forma nuestro Padre azota a Sus hijos. El versículo 7 añade: “Es para vuestra disciplina que soportáis; Dios os trata como a hijos. Porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?”. Un padre azota a Sus propios hijos, no a los hijos ajenos. El hecho de que Dios nos azote no significa que perdamos nuestra seguridad eterna. Cuanto más un hijo recibe disciplina de sus padres, más seguro se sentirá. El versículo 8 dice: “Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos y no hijos”. Temo que si Dios Padre no me disciplinara, eso significaría que soy bastardo y no hijo. El versículo 9 dice que “tuvimos a nuestros padres carnales que nos disciplinaban, y los respetábamos, ¿Por qué no nos someteremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?”. Someternos al Padre de los espíritus nos da más vida. En el versículo 10 leemos: “Porque ellos, por pocos días nos disciplinaban como les parecía, pero Él para lo que es provechoso, para que participemos de Su santidad”. Participar de Su santidad significa participar de Su naturaleza santa. Esto alude al crecimiento en vida. La disciplina que recibimos de nuestro Padre nos ayuda a crecer.
Ser disciplinado no significa perder la salvación. Tal vez un padre le diga a su hijo: “Si no te portas bien, te impondré un castigo”. Eso no significa que el hijo haya sido condenado a muerte. Cuando un padre disciplina a su hijo no le causa la muerte. No piense que el hecho de ser castigados por nuestro Padre celestial afecta nuestra salvación eterna. Al contrario, cuando Él nos disciplina, nuestra salvación eterna se hace aún más segura, porque al hacerlo Él nos trata como a hijos, a quienes Él ama, y no como a bastardos.
¿Cree usted que nuestro Padre nos disciplina únicamente en esta era, y no en la era venidera? Ya que muchos de nosotros hemos recibido la influencia de enseñanzas erróneas, debo decir una vez más que si no nos conducimos debidamente, nuestro Padre nos castigará ya sea en esta era o en la era venidera. No pensemos que después de que el Señor regrese y nos resucite, espontáneamente todo estará bien y no habrá más disciplina o castigo. Ésta es una enseñanza incorrecta. Como vimos en el mensaje anterior, tanto Mateo como Lucas nos dicen expresamente que cuando el Señor regrese, castigará a algunos de Sus siervos perezosos durante la próxima era. Esto nos lo revela claramente la Palabra pura. ¿Prefiere usted ser disciplinado ahora, o ser castigado después? A mí no me gusta ninguna clase de castigo. Así que, por la misericordia y la gracia del Señor, yo prefiero comportarme apropiadamente. Sin embargo, si he de ser castigado, prefiero que esto suceda en esta era, y no en la era venidera.
Los versículos 15 y 16 dicen: “Mirad bien, no sea que alguno caiga de la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que a cambio de una sola comida entregó su primogenitura”. ¿Qué significa caer de la gracia de Dios? Significa que ya tenemos la gracia y que debemos ser diligentes para no perderla, y que no debemos caer de esta gracia que ya estamos disfrutando. Si los creyentes hebreos regresaran al judaísmo, habrían caído de la gracia que todos los creyentes de Cristo estaban disfrutando. Así que, ellos tenían que estar atentos y no permitir que brotara ninguna raíz de amargura que los pudiera estorbar. Esto indica que algunos judaizantes los estaban perjudicando con la amargura de sus enseñanzas judías. En la vida de iglesia de vez en cuando suceden cosas semejantes.
El versículo 16 dice que Esaú entregó su primogenitura a cambio de una sola comida. La primogenitura en Cristo, que incluye el reinado en el reino venidero, es algo de gran valor que ha sido destinado a los creyentes. Pero es posible que nosotros vendamos nuestra primogenitura por sólo un poco de disfrute de las cosas materiales, así como Esaú vendió la suya por el disfrute de un plato de comida. Si los creyentes hebreos abandonaran la gracia en Cristo por un bocado de comida del judaísmo, ellos perderían su primogenitura en Cristo. Perder la primogenitura en Cristo no significa perder la vida eterna, sino el derecho que nos brinda la vida divina, que es el disfrute del reino venidero como premio.
Los versículos 28 y 29 dicen: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos la gracia, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con piedad y temor; porque nuestro Dios es fuego consumidor”. Ya que estamos en el proceso de recibir tal reino inconmovible, debemos aferrarnos a la gracia y no caer de ella. El versículo 29 nos dice que nuestro Dios es fuego consumidor. Aunque ciertamente nuestro Dios es amor, aquí se presenta como fuego consumidor. Ésta es una seria advertencia.
En estos siete mensajes hemos visto lo que significa entrar en el reposo sabático. ¡Cuánto necesitamos entrar al reposo sabático prometido! Nuestro Cristo ha realizado tantas cosas. Como el libro de Hebreos nos lo dice en varias ocasiones, Cristo está sentado en los cielos. Estar sentado implica descanso. Hoy Cristo está sentado en los cielos disfrutando de un reposo sabático porque Él realizó todo lo necesario para producir la iglesia, la cual le trae a Dios satisfacción y reposo. Debemos escuchar la advertencia de no abandonar la vida de iglesia. Si abandonamos la vida de iglesia, comenzaremos a vagar por el desierto. La mayoría de nosotros podemos testificar que antes de venir a la vida de iglesia andábamos vagando por el desierto, yendo de un grupo cristiano a otro, y no encontramos reposo hasta que llegamos al hogar, a la vida de iglesia. Aquí, en la iglesia, hemos hallado reposo. Ya que los creyentes hebreos estaban vagando, el escritor los animó a entrar en este presente reposo sabático, que es la vida apropiada de iglesia. Como hemos mencionado, sabemos que la iglesia es el reposo sabático de hoy, porque ella es la casa de Dios, donde el Hijo de Dios anuncia al Padre a Sus hermanos, y porque es en medio de ella que el Hijo canta alabanzas al Padre. Debemos sentirnos muy animados de poder estar en la vida de iglesia, que es el Sábado actual.
Este reposo nos conducirá al reino. La vida de iglesia nos alimentará, nos fortalecerá, nos edificará y nos hará aptos para entrar en el reposo venidero, que será en la era del reino. El reino requiere de personas que hayan alcanzado la madurez. Aunque tenemos la semilla de vida dentro de nosotros y estamos creciendo, necesitamos madurar. ¿Dónde podemos madurar? En la iglesia. La iglesia es el terreno apropiado, es la labranza apropiada, donde podemos crecer hasta la madurez. En la iglesia disfrutamos los beneficios del reposo actual, el reposo de la etapa del crecimiento. La iglesia también nos llevará al reposo de la cosecha. Por esta razón, el escritor les dijo a los fluctuantes creyentes hebreos que dejaran de vagar, ingresaran en la vida de iglesia y entraran en el reposo sabático actual, el cual los conduciría a un mejor reposo en el reino milenario. Si ellos no entraban en la vida de iglesia, serían como sus padres que vagaron por el desierto, quedaron allí postrados y finalmente murieron. ¡Cuánto necesitamos ser diligentes para entrar en el reposo sabático y estar en la vida apropiada de iglesia hoy! Nunca antes vi tan claramente Hebreos 4:9 como en estos últimos días. Espero que, por la misericordia del Señor, todos evitemos el castigo y obtengamos el premio en la era venidera.
La vida de iglesia es también un refugio. Debemos escapar del judaísmo, del protestantismo, de la mundanalidad y del desierto, y huir al refugio de la vida de iglesia. No piense que el cielo es su refugio. El cielo está demasiado lejos como para ser un refugio para nosotros; hoy nos enfrentamos con una situación angustiosa en el mar tormentoso. Para nosotros, la vida de iglesia es una cuestión de vida o muerte. Si usted piensa esperar hasta ir al cielo para encontrar refugio, es posible que se ahogue antes. Acuda a la vida de iglesia para encontrar refugio. Hebreos es un libro maravilloso que contiene muchos conceptos nuevos. Tal vez usted, que lee este mensaje, nunca antes llegó a oír que la vida de iglesia es un refugio. Sin embargo, muchos de nosotros hemos experimentado la vida de iglesia en este aspecto. Supongamos que no existiera la vida de iglesia en los Estados Unidos. ¿Qué habría sido de nosotros? Tal vez la mayoría de nosotros nos habríamos ahogado en medio del mar tormentoso. ¡Aleluya por el refugio que hemos encontrado en medio de la tormenta! La vida de iglesia es nuestro refugio hoy.