Mensaje 30
El libro de Hebreos es un libro que trata de la madurez. A fin de proseguir hacia la madurez, tenemos que cruzar el río. Cada vez que enfrentamos un obstáculo o nos sintamos incapaces de seguir adelante, ése es el momento en que tenemos que cruzar un río. Al igual que los hijos de Israel cruzaron el mar Rojo y el río Jordán, también nosotros debemos cruzar un río tras otro.
¿Qué significa madurar? Con los años hemos aprendido que si estamos centrados en nosotros mismos y nos comportamos de forma individualista, aún somos inmaduros. Si solamente nos esforzamos por ser santos, espirituales y victoriosos, también somos inmaduros. La verdadera madurez no sólo es un asunto de nuestro espíritu, sino también de nuestra vida de iglesia. La vida de iglesia es una señal de que hemos llegado a la madurez. Después de más de cincuenta años de observación, puedo testificar que fuera de la vida de iglesia no existe la verdadera madurez. Sólo en la vida de iglesia se halla la verdadera madurez.
Los creyentes hebreos a quienes fue dirigido este libro, estaban titubeando en su vida cristiana. Ellos estaban dudando si debían seguir adelante o regresar. En ese momento, este libro se escribió para animarlos a que avanzaran.
La mejor forma de avanzar es olvidarnos de todo. Una vez que nos olvidemos de todo, podremos avanzar. Por lo general, pasamos mucho tiempo pensando en nuestras circunstancias, en nuestro pasado, en nuestro futuro y en todo lo relacionado con él, pero no invertimos ni una hora de nuestro tiempo en avanzar. Muchas veces algunos queridos santos han venido a mí para hacerme preguntas relacionadas con del pasado, el presente y el futuro, y muchas otras cosas más. Finalmente, todos han llegado a conocerme como una persona que nunca contesta a sus preguntas, sino que siempre da una palabra de consejo. Por lo general les digo: “Sigan adelante. No permanezcan hablando de las cosas del pasado ni las estén recordando. Olvídense también del presente y no se preocupen por el futuro. Si ustedes realmente desean seguir adelante, deben simplemente proseguir”. Aquellos que progresan más son aquellos que no recuerdan nada. Imaginémonos a un atleta mientras corre. Él no tiene tiempo para pensar en otras cosas, sino que su único pensamiento es el de correr la carrera.
Aquí vemos un principio fundamental: Si alguno se ha caído en la pista o se ha salido de la carrera y luego lo animan a que continúe, no debe vacilar ni debe comenzar a hacer preguntas, sino simplemente proseguir. Algunos jóvenes, cuando se les anima a seguir adelante en el Señor, se ponen a pensar si deben hacer algo antes de continuar. Se preguntan si el Señor los perdonará o si Él está contento con ellos. Si usted es así, le será difícil seguir adelante en el Señor. Si usted está muy en serio con el Señor, simplemente siga adelante en Él. No se ponga a pensar si Él lo perdonará o si está contento o no con usted; no pierda su tiempo pensando en cosas como éstas hasta que haya llegado a la meta y obtenido el premio. No se quede pensando si está mal o bien; simplemente siga adelante.
Según Hebreos 6, para seguir adelante no se necesita echar otro fundamento. Supongamos que algunos hermanos comienzan a construir un salón de reuniones nuevo y echan los cimientos, y que después se desaniman y detienen la obra. Una vez que ellos vuelvan a animarse a continuar la obra, ¿deberán empezar de nuevo echando otra vez los cimientos? ¡Por supuesto que no! Eso sería una necedad. Si ellos hicieran esto varias veces, el edificio quedaría compuesto sólo por cimientos. No habría paredes, ni techo ni ninguna edificación, sino sólo muchos cimientos. Aunque sería muy tonto hacer tal cosa, esto es precisamente lo que muchos cristianos, incluyéndome a mí mismo, hemos hecho durante nuestra vida cristiana. En los primeros años de mi vida cristiana, yo puse muchos cimientos. Después de haber sido reavivado, gradualmente comenzaba a apagarme de nuevo. Luego, cuando me volvía a sentir motivado, a propósito regresaba al punto de inicio, y me arrepentía y confesaba una vez más. Esto es lo que significa ser “renovados para arrepentimiento”, lo cual equivale a poner de nuevo “el fundamento del arrepentimiento”. Después de algún tiempo, cuando volvía a distraerme, regresaba al comienzo y confesaba una vez más. Finalmente, me sentí cansado de esto, pero no sabía qué hacer. Un día, mientras leía Hebreos 6, me di cuenta de cuán tonto había sido. No era necesario que me arrepintiera de nuevo de las mismas cosas que ya me había arrepentido antes, ni que regresara al comienzo y volviera hacer otra confesión cabal. Todo lo que necesitaba hacer era seguir adelante.
La mayoría de los que llaman avivamientos en el cristianismo actual, lo único que hacen es motivar a la gente a que vuelva a comenzar de nuevo y ponga un fundamento sobre otro. Viene un predicador reconocido y logra excitar a la gente, pero después de pocos meses, la gente empieza a decaer, y es entonces cuando viene otro predicador para avivarla de nuevo. Cada vez que la gente es reavivada, pone otro fundamento. La mayoría de los cristianos ponen el mismo fundamento una y otra vez. Es por eso que necesitamos Hebreos 6.
Debemos dejar de poner más fundamentos y simplemente seguir adelante. No debemos quedarnos pensando en si el Señor nos perdonará o no, sino simplemente proseguir hasta la meta. Una vez que usted haya sido animado a seguir adelante en el Señor, no necesitará dedicar tanto tiempo a arrepentirse. En los avivamientos actuales del cristianismo se le ha dado demasiada importancia al arrepentimiento. Casi todos los predicadores han desarrollado una habilidad particular: la de incitar a las personas a que se arrepientan. Es por eso que ahora yo siento que tengo el deber de decirles que no necesitan invertir tanto tiempo arrepintiéndose. El Señor está harto de su arrepentimiento. En cierto modo, Él está asqueado con tantas oraciones de arrepentimiento. Lo que Él desea es vernos seguir adelante, y no que nos estemos arrepintiendo de las mismas cosas una y otra vez. Seguir adelante simplemente significa cruzar el río, cruzar de un lado al otro, de una etapa a otra, de una posición a otra. No hablemos o razonemos tanto; simplemente, sigamos adelante. Abandonemos nuestros conceptos, opiniones, doctrinas y enseñanzas pasadas, y más bien prosigamos. Cuanto más rápido avancemos, mejor.
Si hemos de seguir adelante, debemos dejar atrás la palabra de los comienzos de Cristo (6:1). Esto significa que debemos salir de la etapa de los fundamentos, de la etapa de la leche y de la etapa de bebé. Como hemos visto en el mensaje anterior, la palabra de los comienzos de Cristo es leche para los que aún son bebés en Cristo. A fin de seguir adelante, debemos dejar atrás las doctrinas que recibimos al principio y no debemos alimentarnos más de comida para bebés. Debemos avanzar de la etapa de bebés a la etapa de la madurez, ingiriendo el alimento sólido, el cual es la palabra de justicia (5:13-14) que nos es ministrada en este libro.
El fundamento ya fue puesto, y no hay necesidad de ponerlo otra vez (6:1). El fundamento se compone de seis asuntos: el arrepentimiento de obras muertas, la fe en Dios, la enseñanza de bautismos, la imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno (vs. 1-2). En esto consiste el fundamento de nuestra vida cristiana, el cual fue puesto desde el comienzo, en el momento en que fuimos salvos. Debido a que ya fue puesto, no es necesario volverlo a poner. Si caemos después de haber sido salvos, no tenemos que retroceder y volvernos a arrepentir de las mismas cosas que ya nos arrepentimos. Hacer esto, sería retroceder y echar otro fundamento. Si hemos caído, y después volvemos y deseamos seguir adelante en el Señor, no necesitamos arrepentirnos otra vez de las mismas cosas pasadas. Sencillamente, debemos seguir adelante. Usemos nuevamente el ejemplo de la obra de construcción. Si la construcción de un salón de reuniones se interrumpe después de haber echado el cimiento, no es necesario poner otro fundamento de nuevo para continuar con la obra de edificación. Todo lo que deben hacer los obreros es seguir edificando sobre el fundamento que ya existe. Otro ejemplo que podemos usar es el de la carrera. Si un atleta cae después de haber iniciado la carrera, no necesita volver a la línea de partida, sino simplemente continuar desde donde se cayó. Nuestra vida cristiana es como un proyecto de construcción y como una carrera. Si nos caemos después de haber empezado, no tenemos que volver a empezar de nuevo, sino simplemente continuar desde donde nos caímos.
El versículo 4 dice: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo”. Muchos maestros cristianos malinterpretan este versículo y muchos predicadores lo aplican incorrectamente. Según ellos, Hebreos 6 dice que si llegamos a pecar después de haber creído en el Señor, es imposible que nos arrepintamos y seamos perdonados. Pero eso no es lo que este versículo quiere decir. Lo que quiere decir es que después de habernos arrepentido, y luego ser animados a seguir adelante en el Señor, no tenemos que arrepentirnos otra vez. A los ojos del Señor, es imposible hacer esto. Una vez que el cimiento ha sido puesto, es imposible volverlo a echar. Aquellos que una vez son iluminados y gustan del don celestial, y son hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustan de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, ya pusieron el fundamento, en el momento en que creyeron. Si ellos recaen y vuelven a atrás, no hay necesidad de que echen otra vez el fundamento; sólo necesitan seguir adelante, ser perfeccionados, madurados. No es necesario que se arrepientan de nuevo, porque es imposible que sean renovados otra vez para arrepentimiento. El versículo 1 indica que esto no es necesario; el versículo 4 dice que esto es imposible; y los versículos 7 y 8 nos muestran que no es correcto. Por consiguiente, este versículo no quiere decir que si un creyente peca, es imposible que sea perdonado. Más bien, quiere decir que un cristiano que haya recaído, no tiene que volver a arrepentirse de lo mismo que se arrepintió al principio. A los ojos de Dios, esto es imposible.
El don celestial mencionado en el versículo 4 se refiere a las cosas celestiales que Dios nos dio cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor, cosas tales como Su perdón, justicia, vida divina, paz y gozo. La palabra griega traducida “palabra” en el versículo 5 es réma, que significa la palabra que Dios habla para el momento. Aquí la buena palabra de Dios, se refiere a la palabra de los comienzos de Cristo, la cual se menciona en el versículo 1 y era la leche que los creyentes hebreos gustaron cuando creyeron en el Señor. Ahora ellos tenían que avanzar a la palabra más profunda, la palabra de justicia (5:13), la cual no está relacionada principalmente con la obra redentora de Dios, sino con el camino de Su economía, y que era el alimento sólido por medio del cual ellos podían alcanzar la perfección, la madurez (v. 1).
La palabra poderes del versículo 5 se refiere al poder divino, y el siglo venidero se refiere al siglo del reino venidero. El poder divino del reino venidero restaura, renueva y aviva las cosas que se han envejecido (Mt. 19:28). Todos los creyentes, al ser regenerados (Tit. 3:5), gustaron de este poder divino y fueron restaurados, renovados y avivados.
La mayoría de los maestros cristianos afirman que aquellos que recayeron son cristianos falsos. Pero, ¿cómo podemos decir que alguien que fue iluminado, gustó del don celestial, fue hecho partícipe del Espíritu Santo, gustó de la buena palabra de Dios y de los poderes del siglo venidero, es un cristiano falso? Debido a que la mayoría de los maestros cristianos no han visto la verdad en cuanto a la recompensa y el castigo, yerran gravemente en este pasaje. Según el contexto, no cabe duda de que aquellos que recaen son verdaderos cristianos. Ellos no perecerán jamás, pero, como revela el versículo 8, sufrirán cierto castigo. Así que, necesitan volverse al Señor y seguir adelante. Para seguir adelante, no es necesario que ellos regresen al principio y echen otra vez el fundamento. Y aun si ellos regresaran para echar otra vez el fundamento, sería imposible que lo lograran, ya que nada de esto tendría valor alguno para Dios.
El término recayeron del versículo 6 se refiere al hecho de que los cristianos hebreos se desviaron de la fe cristiana pura al volver a su vieja y tradicional religión judía. En principio esto puede ser aplicado a cualquier cristiano que se desvíe del camino correcto de Dios.
Este versículo también dice: “Crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a la ignominia”. Las palabras crucificando y exponiéndole modifican al predicado renovados. Renovar para arrepentimiento significa repetir el arrepentimiento que ya se ha hecho; esto no es necesario. Hacerlo significa crucificar de nuevo al Hijo de Dios y exponerlo a la ignominia. Si tratáramos de repetir nuestro arrepentimiento inicial estaríamos echando otra vez el fundamento. A los ojos de Dios esto sería equivalente a crucificar al Señor de nuevo. El Señor ya fue crucificado por nosotros, y este hecho nosotros lo aceptamos cuando nos arrepentimos por primera vez. Si tratamos de repetir nuestro arrepentimiento inicial, estaríamos crucificando de nuevo al Señor y lo expondríamos a ignominia. Nunca debemos hacer esto.
No es correcto echar otra vez el fundamento del arrepentimiento. Es un desperdicio que alguien haga esto. No solamente sería incorrecto que los hermanos echaran otra vez el fundamento del salón de reuniones, sino que además sería un desperdicio hacerlo.
Ahora podemos leer los versículos 7 y 8, que dicen: “Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos para los cuales es labrada, participa de la bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es ser quemada”. Aquellos que repiten una y otra vez su arrepentimiento inicial, son como la tierra que bebe la lluvia que cae sobre ella sin producir ninguna hierba provechosa. La “lluvia” mencionada en el versículo 7, se refiere a las cinco categorías de cosas buenas mencionadas en los versículos 4 y 5. Producir hierba es un ejemplo de ser perfeccionados, madurados. Los creyentes, como la tierra, son cautivados por causa de Dios para producir a Cristo, como la hierba, y así ser perfeccionados, madurados. Al producir a Cristo ellos participan de la bendición de Dios. Cristo es la hierba apropiada; si en vez de producirlo a Él producimos espinos y abrojos, eso sería un desperdicio.
Un pecador incrédulo es una verdadera maldición, pero los cristianos que producen espinos y abrojos, están próximos a ser maldición. En un sentido estricto, los espinos y los abrojos que se mencionan en el versículo 8 se refieren a las cosas tradicionales de la antigua religión de los creyentes hebreos. La palabra griega traducida “reprobada” puede traducirse también “descalificada” “considerada indigna”, “rechazada” o “desechada”. Si un creyente no es perfeccionado, madurado, sino que recae en las cosas viejas, será reprobado, considerado indigno, por Dios. Los creyentes, una vez salvos, nunca pueden ser una verdadera maldición. Sin embargo, si no cultivan a Cristo, sino que se aferran a las cosas que no agradan a Dios, ellos están próximos a sufrir la maldición de padecer el castigo gubernamental de Dios. Esto debe relacionarse con la disciplina o castigo, mencionada en 12:7-8. Estar próximo a ser maldecido es muy diferente de sufrir la perdición eterna, lo cual es la verdadera maldición.
La tierra nunca podría ser quemada, pero lo que produce sí podría serlo. Los creyentes nunca podrían ser quemados, pero todo lo que ellos produzcan que no concuerde con la economía de Dios será quemado. Los creyentes son la tierra cultivada de Dios. Todo lo que ellos cultiven que sea madera, heno y hojarasca, será quemado (1 Co. 3:9, 12). Cuando la tierra es quemada, no es destruida sino juzgada.
Este pasaje de Hebreos 6 es una palabra de justicia, no una palabra azucarada que a muchos cristianos les gustaría oír. No sé cómo será la quemadura que se menciona en este pasaje de la Palabra de Dios. Lo único que sé es que la Palabra pura de Dios lo dice. Lo dicho en Hebreos 6 es similar a lo que nos dice 1 Corintios 3:12-15, con respecto a aquel creyente que edifique con madera, hierba y hojarasca, quien será salvo “aunque así como pasado por fuego”. Esto no es una palabra de gracia ni de vida, ni tampoco la buena palabra, sino una palabra sobria y solemne, una palabra de justicia.
El escritor no empezó este libro instando a los creyentes hebreos a seguir adelante, sino que antes de decirles “vayamos adelante a la madurez”, él usó cinco capítulos para abarcar muchos asuntos maravillosos. La manera de ir adelante a la madurez se encuentra en estos cinco capítulos.
Si queremos ir adelante a la madurez debemos participar con Cristo en Sus logros (1:9; 3:14). Somos compañeros Suyos y participamos de Su unción. La forma de participar con Él en Sus logros es mediante la fe. No necesitamos entender mucho, sino simplemente creer en la palabra que nos trae las buenas nuevas y decir: “Alabado sea el Señor, soy Su compañero. Tengo la posición y el derecho de participar juntamente con Él de Su unción”. No diga que no siente que participa de Su unción. Cuanto más usted diga esto, menos lo sentirá. La fe llama las cosas que no son como si fuesen. Creemos en lo que dice la palabra de Dios, sea que lo sintamos o no. La palabra de Dios dice que somos compañeros de Cristo, y a eso nosotros debemos decir: “Amén. Yo soy compañero de Cristo”. La Palabra de Dios también nos dice que Él fue ungido y que nosotros, Sus compañeros, participamos de Su unción. A esto también debemos decir: “Amén. Yo participo de Su unción”.
Si queremos ir adelante a la madurez debemos procurar con diligencia entrar en el reposo sabático prometido (4:9, 11). Como hemos visto, el reposo sabático que aún queda para el pueblo de Dios es la vida de iglesia. No debemos preocuparnos tanto por el reino venidero, sino simplemente entrar en la vida de iglesia hoy. No diga: “Oh, en los años pasados he sido tan descuidado. Espero que todavía pueda entrar en el reino en el futuro”. En lugar de eso, olvídese de su pasado, despreocúpese del futuro y entre en la vida de iglesia hoy. El enemigo es muy astuto. Temo que muchos de ustedes aún sigan hablando de su pasado y guardando expectativas con respecto al futuro. Olvidémonos de ambas cosas y seamos diligentes en participar hoy en la vida de iglesia y en la carrera.
También debemos acudir al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar gracia (4:16). Para crecer en vida, para ir adelante a la madurez, necesitamos tanto de la misericordia como de la gracia de Dios. Nosotros mismos no podemos darnos el crecimiento. Es sólo el gran alcance de la misericordia de Dios y Su gracia suficiente lo que nos puede llevar a la madurez. Y la forma de recibir misericordia y hallar gracia es acudir al trono de la gracia. Gracias a Dios, Su trono para nosotros hoy es el trono de la gracia. Todos nosotros debemos practicar acudir al trono de la gracia para “recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Si hemos de crecer hasta alcanzar la madurez, tenemos que dejar atrás el alimento para infantes, que es la palabra de los comienzos de Cristo, y alimentarnos de la palabra sólida, la palabra de justicia, a fin de disfrutar a Cristo como nuestro Sumo sacerdote según el orden de Melquisedec (5:9-10, 14). Ya recibimos a Cristo como nuestro Redentor y Salvador, y Él entró en nosotros para ser nuestra vida. Este Cristo que recibimos como nuestra vida es también nuestro Sumo Sacerdote celestial según el orden de Melquisedec, cuya función no es ofrecer sacrificios por el pecado, sino ministrarnos las riquezas de Dios como nuestro suministro. A fin de crecer a la madurez necesitamos disfrutar a este Cristo que nos ministra a Dios para que podamos participar de las riquezas del elemento divino. Éste es el alimento sólido, y no el alimento para bebés. La mayoría de los cristianos siguen alimentándose de alimento para bebés, y no desean el alimento sólido ni experimentan a Cristo como su Melquisedec. Este libro nos anima a que avancemos y recibamos el alimento sólido, y a que disfrutemos al Cristo celestial, de modo que recibamos el rico elemento de Dios para crecer hasta la madurez.
El comienzo del capítulo 6 es una conclusión contundente que nos anima a practicar todo lo que oímos en los cinco capítulos anteriores. Si hacemos esto y seguimos adelante, llegaremos a la meta y maduraremos. ¡Cuán sencillo es! Sigamos adelante todos.
Ahora llegamos al punto culminante de todo lo que hemos abarcado en estos mensajes: huir en busca de refugio con el ancla y el Precursor (6:9-20).
El versículo 18 dice que hemos “huido en busca de refugio, para echar mano de la esperanza puesta delante de nosotros”. ¿Había escuchado que el Nuevo Testamento nos dice que huyamos al refugio? La palabra griega traducida “huido en busca de refugio” significa huir desesperadamente; huir intensamente. La palabra griega no denota refugio y simplemente podría haberse traducido “huido”. Sin embargo, se trata de la misma palabra usada en Hechos 14:6, donde el apóstol Pablo tuvo que huir de la persecución que tuvo en cierta ciudad. Aunque no es incorrecto añadir la frase “en busca de refugio”, tal vez sería mejor no usarla.
No sólo somos aquellos que cruzan ríos, sino también aquellos que huyen. ¿De qué huimos? De todo lo que no sea Cristo y la iglesia. Debemos huir del mundo, del judaísmo, del catolicismo, del protestantismo y aun de nosotros mismos. Debemos huir de los grandes centros comerciales, de la corriente de esta era, de la religión, de nuestros viejos conceptos y de toda tradición. Debemos huir de todo lo que nos aleja y nos impide seguir a Cristo. He consultado distintas traducciones de este versículo, y algunas dicen: “huido del mundo”. Debemos huir de nuestra antigua posición, ambición y egocentrismo. Debemos huir de todo. El escritor de este libro indudablemente quería que los creyentes hebreos huyeran del judaísmo, su antigua religión. Habría sido peligroso que ellos continuaran permaneciendo en ella, y por tanto tenían que huir. La palabra griega traducida “huido” implica huir a un lugar seguro. Es por eso que los traductores añadieron la frase “en busca de refugio”. El escritor parecía decirles: “Creyentes hebreos, vosotros os encontráis en una situación muy peligrosa, por lo que debéis huir en busca de un lugar seguro”.
¿Dónde está este lugar seguro, esta seguridad, al cual debemos huir? Está en nuestro espíritu, en la iglesia y en los lugares celestiales. ¿Qué se encuentra en los lugares celestiales? El Lugar Santísimo que está dentro del velo. Los creyentes hebreos estaban en peligro de quedarse en el campamento. Por tanto, tenían que huir hasta dentro del velo. Era como si el escritor les estuviera diciendo: “Huyan hasta dentro del velo, huyan al Lugar Santísimo, entren en su espíritu. No permanezcan en su alma vacilante. Escapen de su mente errante y huyan a su espíritu donde puedan estar a salvo”. Aunque es difícil saber a ciencia cierta a qué se refiere este refugio, podríamos decir que representa los lugares celestiales donde el Señor Jesús está hoy.
Según el contexto de Hebreos 6:9-20, el escritor, al usar la palabra ancla, dio a entender que todos estamos en un mar tempestuoso. Puesto que estamos navegando en un mar tempestuoso, necesitamos un ancla. Sin duda, el refugio al cual debemos huir debe ser nuestro albergue. Este albergue está en nuestro espíritu, en la vida de iglesia y en el Lugar Santísimo de los lugares celestiales donde se halla el Señor Jesús. Además, si hemos de permanecer en este albergue, necesitamos un ancla. El ancla es nuestra esperanza (vs. 18-19), la cual se compone de dos cosas inmutables, la promesa de Dios y Su juramento (vs. 12-18). La promesa de Dios es confirmada por Su juramento. La promesa de Dios es Su palabra, y Su juramento es Su confirmación final. Mediante la promesa y el juramento de Dios, los cuales son inmutables, tenemos fe y paciencia, las cuales producen nuestra esperanza, que es el ancla de nuestra alma. Nuestra esperanza, la cual es un ancla segura y firme, ya ha entrado en al Lugar Santísimo detrás del velo y se aferra a él, y por eso ahora podemos entrar en el espíritu (10:19-20). Es por medio del ancla de la esperanza que nos asimos del Lugar Santísimo. Sin ella, podríamos naufragar (1 Ti. 1:19).
Debemos huir de cualquier situación en la que nos encontremos. Cada situación es como un mar tempestuoso. ¿Es usted rico? Sus riquezas son un mar tempestuoso. ¿Es usted pobre? Su pobreza es también un mar tempestuoso. Cuando decimos que toda situación es como un mar tempestuoso queremos decir que dichas situaciones pueden estorbarnos e impedirnos entrar en el reposo de hoy. Éste es el peligro. Considere el cuadro de los hijos de Israel cuando salieron de Egipto. Aunque en ese momento eran como dos millones, solamente dos de ellos entraron en el reposo. Los demás fueron distraídos. ¿No enfrentamos nosotros la misma posibilidad hoy? Cualquier cosa puede impedirnos seguir adelante. Incluso su posición como anciano de la iglesia puede estorbarle. Ancianos, ustedes tienen que huir de esa posición. Somos aquellos que huyen. De hecho, debemos huir de nuestro propio país y localidad. El escritor se incluyó también en este asunto de huir, cuando dijo “hemos huido” en el versículo 18. Después de mencionar tantas cosas positivas en los capítulos anteriores, él concluyó con la palabra huir.
El escritor ahora nos dice que Cristo no sólo es el Autor de nuestra salvación, sino también nuestro Precursor. Como Precursor, el Señor Jesús fue el primero en pasar a través de un mar tempestuoso y entrar en el albergue celestial para ser nuestro Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. Como Precursor, Él es el Autor de nuestra salvación (2:10). Como Precursor, abrió el camino a la gloria, y como Autor, entró en la gloria, en el Lugar Santísimo, hasta dentro del velo. A fin de entrar al Lugar Santísimo hasta dentro del velo, el Señor Jesús huyó de todo. Él huyó de Su madre y de Sus hermanos (Mt. 12:46-50). Huyó del judaísmo y entró más allá del velo. Aquí no se nos dice que Jesús entró en los cielos, sino que entró “hasta dentro del velo”. Él entró en la presencia de Dios. El Señor huyó de todo para entrar en la presencia de Dios más allá del velo, donde hemos anclado nuestra esperanza con plena seguridad (vs. 19, 11).
Después de abarcar tantos mensajes en este estudio-vida de Hebreos, debemos prestar atención a una sola cosa: huir. Debemos huir de todo porque todo representa un peligro. Huya de sus viejos conceptos. Huya de su falta de vida de iglesia. Sin la vida de iglesia, usted se encuentra en un mar tempestuoso sin un refugio seguro. Su mente errante es un mar tempestuoso. Huya a su espíritu y a la vida de iglesia para que pueda encontrar refugio. En realidad, huir equivale a cruzar el río. Me preocupa que muchos de los que lean este mensaje no huyan ni crucen el río. Huyamos a nuestro espíritu y a la vida de iglesia. Huyamos hasta dentro del velo, hasta el Lugar Santísimo.