Mensaje 41
En este mensaje hablaremos de dos asuntos de suma importancia: el nuevo pacto y el testamento nuevo. En griego se usa la misma palabra tanto para pacto como para testamento. Se traduce pacto o testamento, dependiendo de si la persona que consuma el pacto aún vive o ha muerto. Si la persona aún vive, el pacto sigue siendo un pacto; pero si ha muerto, entonces el pacto inmediatamente se convierte en un testamento. Un pacto es un acuerdo que contiene algunas promesas para llevar a cabo ciertas cosas a favor de las personas con quienes fue hecho el pacto, mientras que un testamento es un documento que contiene ciertas cosas ya cumplidas y legadas al heredero. El nuevo pacto que fue consumado con la sangre de Cristo no es solamente un pacto, sino también un testamento en el cual nos han sido legadas todas las cosas logradas por la muerte de Cristo. La palabra testamento es equivalente a la palabra moderna legado, lo que se da por herencia. Por lo general, cuando un padre se entera de que pronto va morir, prepara un testamento en el que adjudica sus bienes a sus hijos. Un testamento sólo se hace efectivo después de que el testador muere. Resumiendo, las palabras pacto y testamento significan lo mismo; la única diferencia es que, mientras que el testador vive, lo llamamos pacto, y cuando éste muere, lo llamamos testamento, legado. La Biblia se compone de dos legados: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Por consiguiente la Biblia no es principalmente un libro de enseñanzas, sino un testamento.
El nuevo pacto que el Señor Jesús estableció, es superior al antiguo pacto hecho por medio de Moisés. En el antiguo pacto, todo era sombra de la realidad, mientras que en el nuevo pacto todo es realidad. Todo lo que comprendía el antiguo pacto fue cumplido y hecho realidad en el nuevo pacto. Es por eso que el nuevo pacto es un mejor pacto (7:22; 8:6).
El nuevo pacto fue establecido sobre mejores promesas (8:6), las cuales fueron dadas en Jeremías 31:31-34. Estas mejores promesas, como vimos en mensajes anteriores, incluye cuatro asuntos muy importantes, que son: la ley interna de vida, la bendición de tener a Dios como nuestro Dios y de ser Su pueblo, la capacidad de conocer al Señor subjetivamente, y el perdón de nuestros pecados. Entre estos cuatro asuntos, el más importante es la ley interna de vida. El antiguo pacto fue efectuado con una ley de mandamientos externos, mientras que el nuevo pacto ha sido establecido con la ley interna de vida. El antiguo pacto sólo consistía de mandamientos, mientras que el nuevo pacto está relacionado con la vida.
Hebreos 9:23 dice: “Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que éstos”. El tabernáculo y todas las cosas relacionadas con él eran rociados y purificados con la sangre de toros y machos cabríos (9:21-23). Esta figura nos muestra que las cosas celestiales necesitaban ser purificadas por la sangre de mejores sacrificios, los sacrificios de Cristo (7:27; 9:14, 28; 10:10, 12, 14). El cielo y todas las cosas que estaban en el cielo fueron contaminadas por la rebelión de Satanás y de los ángeles caídos, quienes siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Así que, todas las cosas celestiales necesitaban ser purificadas. Cristo llevó a cabo esta purificación con Su propia sangre, cuando entró en el cielo mismo (9:12).
El nuevo pacto fue consumado con mejores sacrificios y con la sangre que habla mejores cosas. Cristo se ofreció a Sí mismo como el único sacrificio (9:14; 10:12). Este único sacrificio, visto en sus muchos aspectos, puede ser considerado como muchos sacrificios. Cristo es el eterno Hijo del Dios viviente, quien se encarnó para ser el Hijo del Hombre, y se ofreció a Dios por medio del Espíritu eterno. Por esta razón Sus sacrificios, los cuales son Él mismo, son mejores que los sacrificios animales. Aquellos sacrificios fueron sombras que nunca pudieron quitar los pecados (10:11). No obstante, los sacrificios de Cristo son verdaderos y quitaron el pecado de una vez para siempre (9:26). Así que, Él obtuvo una redención eterna para nosotros (9:12). El versículo 22 dice que “sin derramamiento de sangre no hay perdón”. Sin perdón de pecados es imposible que los requisitos de la justicia de Dios sean satisfechos para que el pacto sea puesto en vigencia. Sin embargo, la sangre de Cristo fue derramada para el perdón de pecados, y el pacto fue establecido con Su sangre (Mt. 26:28). En 12:24 se nos dice que la sangre de Cristo “habla mejor que la de Abel”. La sangre de Cristo habla a Dios pidiendo perdón, justificación, reconciliación y redención. Además, esta sangre preciosa habla a Dios en nuestro favor, diciendo que por medio de la sangre (como lo revela este libro), el nuevo pacto, el cual es eterno, ha sido establecido. De ahí que sea llamada la sangre del pacto eterno (10:29; 13:20).
En el antiguo pacto el sumo sacerdote era un hombre mortal, y el ministerio que desempeñaba era una sombra de los bienes venideros. Pero en el testamento nuevo, el Sumo Sacerdote es el eterno Hijo de Dios con un ministerio más excelente (8:1-13) que no puede ser interrumpido por la muerte. Su ministerio corresponde al sacerdocio real y divino en los cielos, y tiene como fin impartirnos, por medio de Su intercesión, la vida divina junto con todas sus riquezas como nuestra provisión diaria, a fin de introducirnos en Su perfección y glorificación.
Las promesas de Dios son Su palabra mediante la cual Él nos habla. Dios nos habla diferentes clases de palabras. Por ejemplo, Él puede mandarnos a hacer algo en particular. Ése mandato es una palabra de Dios, pero no es una promesa Suya. Sólo cuando Dios habla de tal manera que promete que nos dará algo o que hará algo por nosotros, o que incluso será algo para nosotros, podemos referirnos a ello como una promesa. Como hemos visto, en Jeremías 31:31-34 Dios prometió que haría un nuevo pacto con nosotros, el cual incluye cuatro asuntos muy importantes. Todas las promesas de Dios están aseguradas por Su fidelidad (He. 10:23; 11:11). La fidelidad de Dios es lo que garantiza cada una de Sus promesas.
Dios estableció Su pacto sobre Sus promesas (8:6). Una promesa es un simple ofrecimiento que aún no ha sido confirmado. Según la Biblia, después de que Dios hizo Su promesa, Él la selló con un juramento. Él juró por Su Deidad que Su promesa había sido confirmada. Una vez que Su promesa fue confirmada por Su juramento, de inmediato llegó a ser el pacto sellado por Dios. Hebreos 6:16 dice que el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Si leen el Antiguo Testamento detenidamente, descubrirán que todas las promesas que Dios hizo fueron selladas con Su juramento. El hecho de que Sus promesas hayan venido a ser un pacto significa que éstas de ningún modo pueden ser alteradas. Una vez que las promesas son confirmadas con el juramento de Dios y llegan a ser inalterables, es imposible que Dios se retracte o cambie de parecer. La promesa ha sido sellada; por ende, ya no es una promesa sino un pacto confirmado por el juramento de Dios.
Después de que Dios hizo Sus promesas en el Antiguo Testamento y las confirmó con Su juramento (Gn. 22:16-18; Sal. 110:4), el Señor Jesús vino y cumplió todo lo que Dios había prometido. Mediante la obra que el Señor llevó a cabo en la tierra, todas las promesas de Dios vinieron a ser hechos consumados. Por ejemplo, en Jeremías 31 Dios prometió perdonar nuestros pecados, y el Señor Jesús cumplió esta promesa al hacer propiciación por nuestros pecados en la cruz. Antes de que el Señor Jesús muriera en la cruz, sólo se trataba de una promesa, pero después de Su muerte, esta promesa vino a ser un hecho consumado. De manera que, el perdón de los pecados ya no es una simple promesa, sino un hecho histórico consumado. El pacto que Dios prometió hacer fue consumado como el nuevo pacto mediante la muerte del Señor y con Su sangre (9:18-23; Mt. 26:28; Lc. 22:20). Por medio de Su muerte, todas las promesas vinieron a ser hechos consumados.
Después de Su muerte y Su resurrección, el Señor ascendió al cielo y nos dejó el pacto que consumó por medio de Su muerte. Cuando Él nos dejó este pacto, éste inmediatamente vino a ser un testamento, un testamento nuevo legado a nosotros (9:16-17). En este testamento, los hechos consumados han dejado de ser simples hechos y se han convertido en legados. Así pues, primero tenemos las promesas; segundo, las promesas vinieron a ser hechos; y tercero, los hechos se convirtieron en legados. Mediante la muerte y la resurrección del Señor, todas las promesas fueron cumplidas y vinieron a ser hechos consumados. Luego, después de que el Señor nos dejó el nuevo pacto, éste inmediatamente se convirtió en un testamento que contiene todos los hechos consumados como nuestros legados. Después de consumarlo todo, el Señor ascendió al trono celestial donde ahora está sentado descansando. Él, como nuestro Sumo Sacerdote en los cielos, es el Fiador de este mejor pacto (7:21-22).
De manera que, para que el testamento nuevo fuera consumado eran necesarias cuatro etapas: primero, la palabra de Dios; segundo, la promesa de Dios; tercero, el nuevo pacto; y por último, el testamento nuevo. Hoy en día, no sólo contamos con la palabra de Dios, la promesa de Dios y el nuevo pacto, sino también con el testamento nuevo. Por consiguiente, la Biblia es un testamento que no sólo contiene palabras, promesas y hechos consumados, sino también legados. Además de esto, el Señor en resurrección está cumpliendo todo lo que Él nos legó. Lo único que nos queda por hacer es darle gracias por todos estos legados. Si hacemos esto y abrimos nuestro ser a Él para que haga todo lo que desea hacer, habrá una reproducción masiva del prototipo, o sea del Hijo primogénito, para que Dios obtenga una expresión corporativa de Sí mismo. Ésta es la visión celestial que todos debemos ver.
Hemos visto que después de que el Señor nos dejó el nuevo pacto, éste llegó a ser el testamento nuevo, el cual contiene todos los hechos consumados que nos fueron dados como legados. El testamento nuevo del Señor es ejecutado por el Cristo resucitado, quien es el Mediador celestial (9:15; 12:24). Mientras el Señor está reposando en Su trono en los cielos, Él está preocupado por todos los herederos de este testamento nuevo. A Él le preocupa si ellos serán lo suficientemente sabios y diligentes para hacer suyos estos legados, o si confían en su propia inteligencia y están tratando de hacer algo más. Debido a esta preocupación, Él intercede para que nosotros tengamos la plena comprensión de cada uno de los legados contenidos en Su testamento. Si nuestros ojos se abrieran para ver en qué consiste el testamento que el Señor nos legó, nos volveríamos locos y diríamos: “¡Cuán deplorable ha sido la condición del cristianismo por más de diecinueve siglos! Son muy pocos los cristianos que han descubierto estos legados”. Todos los cristianos entienden la salvación de Dios de una manera muy superficial, conforme al concepto natural humano, y no han visto que en realidad se compone de legados. ¿Había usted escuchado que el perdón de los pecados es un legado? ¿Alguien llegó a enseñarle que la impartición de la vida divina, el segundo nacimiento, y el hecho de haber sido crucificado juntamente con Cristo son también legados? De hecho, nosotros fuimos crucificados antes de nacer. Esto lo efectuó Cristo en la cruz y es uno de los muchos legados que se encuentran en el testamento. La perfección y glorificación en la que entraremos también son legados. En el testamento nuevo, todo es un legado que ya ha sido consumado. Es por eso que al final del testamento nuevo, en el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan a menudo emplea verbos en tiempo pasado. Por ejemplo, en Apocalipsis 20:10 Juan dijo que “el diablo, que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre”, y en el 21:2 él dijo: “Vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido”. Estos versículos están escritos en pasado porque todo lo que menciona el testamento es un legado, y no una promesa.
¿Alguna vez ha predicado a las personas acerca de los legados que les pertenecen? La mayoría de los predicadores dicen: “Si usted cree, Dios perdonará Sus pecados y experimentará un segundo nacimiento”. En lugar de eso, debemos decirle a la gente: “Tengo un testamento para ustedes; se trata del testamento que Dios nos ha legado. Este testamento especifica claramente que todos sus pecados fueron perdonados, mucho antes de que ustedes los cometieran. Asimismo, este testamento declara que vuestro nuevo nacimiento, justificación, santificación, perfeccionamiento y glorificación ya fueron cumplidos por Él. Cada uno de estos asuntos son legados que se incluyen en este testamento. ¿Aceptan este testamento? Si están dispuestos a aceptarlo, lo único que tienen que hacer es dar gracias al Señor y recibirlo”. Todo aquel que acepte este testamento de esta manera, inmediatamente recibirá el perdón de sus pecados, experimentará un nuevo nacimiento, será justificado, santificado, perfeccionado, glorificado, ¡y hasta será la Nueva Jerusalén! De ahora en adelante, debemos disfrutar y participar de todos los legados que se hallan en este testamento nuevo que el Señor nos ha dado. Si vemos esto, nuestra vida cambiará radicalmente. Si ven en qué consiste el testamento nuevo, no volverán a orar más como mendigos.
Muchos cristianos entienden Efesios 5:19-20 así: “Orando continuamente a Dios, con ayuno y gran súplica, haciendo peticiones a nuestro Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Pero lo que dicen estos versículos es: “Hablando unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo a nuestro Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. En estos versículos no encontramos súplicas sino alabanzas y acciones de gracias, debido a que el Señor ya lo ha cumplido todo. El Padre nos lo prometió todo y el Señor Jesús lo consumó todo. Todos los hechos descritos en el testamento nuevo como legados para nosotros. Por consiguiente, no necesitamos rogar, sino más bien dar gracias y alabar al Señor por todos estos legados, y disfrutarlos. Si conocemos la economía de Dios, alabaremos al Señor y le agradeceremos por todo lo que Él realizó y nos legó. Suponga que un familiar suyo le deja como herencia una casa en su testamento. Usted no necesita rogar para que le entreguen la casa. Tan pronto usted se entera de que le han dado una casa como herencia, todo lo que tiene que hacer es dar gracias y aceptarla. En esto consiste la vida cristiana apropiada. No necesitamos rogar ni suplicar, sino simplemente recibir y dar gracias al Señor por lo que Él ya nos dio de una forma tan extraordinaria, en la forma del testamento nuevo.
Nada compromete tanto a una persona como un testamento y nada queda tan sólidamente establecido como en un testamento. Nadie puede alterarlo. Todo lo que se le confiere a alguien por medio de un testamento es irrevocable; debe ser entregado a la persona a quien le fue legado. Si nuestros ojos fueran abiertos y viésemos que tenemos tal testamento, nos volveríamos locos y alabaríamos al Señor. La gente no necesita esperar a que acontezca su segundo nacimiento, ya que esto forma parte del testamento. Todo lo que tiene que hacer es aceptar que la regeneración es un legado y decir: “Gracias Señor por este nuevo nacimiento tan maravilloso. Señor, te doy gracias por la impartición de la vida divina, la cual Tu cumpliste durante Tu resurrección”. La elección divina es otro legado en este testamento, la cual se llevó a cabo antes de la fundación del mundo. Ya que en Efesios 1:4 se nos dice claramente que esto es un legado, no necesitamos arrodillarnos y orar, diciendo: “Oh Dios, ten misericordia de mí. Soy un miserable pecador y el infierno es mi destino. Oh Dios, por favor dígnate a escogerme”. ¡Cuán insensato es orar en esta forma! Simplemente debemos decir: “Padre, te doy gracias por Tu elección, la cual ya consumaste y me legaste”. Tanto la elección como la predestinación de Dios son legados del testamento nuevo, que ya nos fueron entregados. Incluso Romanos 8:30 dice ya fuimos glorificados. La glorificación, a la cual entraremos en el futuro, es también uno de los legados del testamento nuevo. A los ojos de Dios, este hecho ya ha ocurrió.
Necesitamos tener la visión celestial para ver que todas las bendiciones que Dios nos ha dado son legados. ¿Necesita usted paz? Ésta ya nos ha sido legada. El Padre prometió darnos paz, el Hijo hizo la paz y ahora ésta es uno de los legados del testamento nuevo. Simplemente debemos dar gracias a Dios por ella y recibirla. Ésta es la nueva manera de participar de las bendiciones de Dios. No sea más un pobre mendigo; usted es un glorioso heredero. Un heredero no tiene necesidad de mendigar, sino que simplemente recibe todos los legados con acción de gracias. Cuando mis ojos fueron abiertos y vi este asunto de los legados del testamento nuevo, mi concepto cambió totalmente. Es por eso que ya no mendigo, sino que cada vez que oro, lo hago con el entendimiento de que todo me fue legado hace diecinueve siglos y medio en el testamento divino, y que gracias a ello puedo abastecerme de todo lo que necesite. Por lo tanto, podemos declarar confiadamente: “¡Alabado sea el Señor! Esto es mío y lo recibo”.
El testamento nuevo fue puesto en vigencia por el Cristo resucitado, quien es el Mediador, el Ejecutor en los cielos. Hoy en día, el Cristo resucitado está intercediendo por nosotros para que este testamento se haga efectivo para nosotros. Este testamento, este legado, fue confirmado y ratificado por la muerte de Cristo, y es ejecutado y puesto en vigencia por Cristo en Su resurrección. La promesa del pacto de Dios está asegurada por la fidelidad de Dios; el pacto de Dios está garantizado por la justicia de Dios, y el testamento es puesto en vigencia por el poder de resurrección de Cristo. Cristo está ahora en el trono intercediendo por nosotros para que conozcamos el contenido de este testamento. Todos los cristianos en todo el mundo que buscan del Señor, están hambrientos y sedientos. Si usted les habla acerca de este testamento y de todos los legados que incluye, ellos recibirán esta palabra con gozo. Estarán dispuestos a consagrarse a dicho testamento y ser consumidos por él. Este testamento fue dado al pueblo del Señor hace más de diecinueve siglos, pero muy pocos se han percatado de ello. Por Su misericordia, el Señor nos ha llevado a conocer plenamente este testamento, y ahora Él está haciendo que Su recobro avance rápidamente. El Intercesor celestial está motivándonos y vigorizándonos cada día con Su “pum, pum, pum” celestial, a fin de que podamos participar de todas las riquezas de este testamento. Es por eso que los cristianos en el recobro del Señor son tan dinámicos.
Todas las promesas que Dios nos ha dado han venido a ser hechos consumados en el nuevo pacto, y el nuevo pacto ha sido legado a nosotros como el testamento nuevo. Ahora, en resurrección, el Cristo ascendido que se halla sentado en el trono celestial, está ejecutando todo lo que nos ha legado. El punto más importante en este asunto es la función innata y automática de la ley de la vida divina. ¡Alabado sea el Señor!