Mensaje 53
En este mensaje trataremos un tema muy interesante: el contraste entre el cuadro del antiguo pacto y la escena del nuevo pacto (He. 12:18-24). Sin duda, Pablo tenía un espíritu y una mente extraordinarios. Él era un hombre muy brillante. Al igual que los escritores de hoy en día incluyen ilustraciones en sus libros, Pablo nos proveyó algunos cuadros descriptivos en 12:18-24. Las dos escenas descritas en estos versículos no sólo nos presentan una comparación, sino también un panorama claro de la situación de ambos pactos: el antiguo y el nuevo.
Si leemos estos siete versículos cuidadosamente, podemos ver que seis elementos corresponden al antiguo pacto, mientras que ocho elementos corresponden al nuevo. Seis es el número representativo de la antigua creación, la cual fue hecha en seis días (Gn. 1), y ocho es el número de la resurrección, ya que el Señor Jesús resucitó en el primer día de la semana (Jn. 20:1), que era el octavo día. Los seis elementos del antiguo pacto indican que dicho pacto estaba del lado de la antigua creación, y los ocho elementos del nuevo pacto denotan que éste se halla del lado de la resurrección. El número ocho representa un nuevo comienzo después que se ha finalizado un primer período de tiempo. Una semana es el primer período, y el primer día de la siguiente semana, esto es, el octavo día, representa un nuevo comienzo. De ahí que el número ocho signifique resurrección, es decir, un nuevo comienzo. El nuevo pacto significa, por tanto, un nuevo comienzo después de que se concluye el período del antiguo pacto.
El antiguo pacto pertenecía a la ley y tenía la posición de una concubina. El nuevo pacto, por su parte, pertenece a la gracia y tiene la posición de una esposa. Sara, la esposa de Abraham, simboliza la gracia en resurrección, y Agar, la concubina, simboliza la ley, la cual está relacionada con la carne. Pablo deja esto muy claro en Gálatas 4, donde nos dice que estas dos mujeres, Sara y Agar, representan dos pactos: Agar representa el antiguo pacto, y Sara, el nuevo pacto. En otras palabras, Agar simboliza la ley, y Sara, la gracia. Nosotros, los cristianos, no somos hijos de Agar sino de Sara. Somos hijos de la gracia. Estas dos mujeres también simbolizan dos montes: Agar representa el monte Sinaí, y Sara representa el monte de Sión, la Jerusalén celestial, que es nuestra madre.
Ahora veamos los seis elementos del antiguo pacto, presentados en los versículos 18-21. Esto corresponde al lado de la ley.
El versículo 18 dice: “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego”. El primer elemento que vemos en este cuadro del antiguo pacto es el monte que ardía en fuego (Éx. 19:11-12, 18). ¿Les agrada este monte? Yo prefiero un monte lleno de árboles y de corrientes de agua, no uno que arde en fuego. Esto me espantaría. Aquí, Pablo parecía estar diciendo: “Hermanos hebreos, ¿todavía queréis regresar al antiguo pacto? ¿No sabéis que dicho pacto corresponde al monte que arde en fuego?”. Después de referirse a tantos asuntos en los capítulos anteriores, él les presentó este cuadro.
El segundo elemento en el cuadro del antiguo pacto es la oscuridad (v. 18; Dt. 5:23). Por lo general, cuando hay fuego, hay también luz y resplandor. Pero la Biblia dice que mientras el fuego ardía en el monte de Sinaí, había oscuridad. Esta oscuridad se debía a dos cosas: la densa nube en el aire, y el espeso humo que subía de la tierra. La nube y el humo produjeron una densa oscuridad. Esta descripción nos muestra la situación negativa del antiguo pacto.
El tercer elemento en este cuadro del antiguo pacto es las tinieblas (v. 18, Éx. 20:21; Dt. 5:22). ¿Cuál es la diferencia entre la oscuridad y las tinieblas? Según mi entendimiento y experiencia, la oscuridad es objetiva, mientras que las tinieblas son subjetivas. Cuando la oscuridad está lejos de nosotros sigue siendo oscuridad, pero cuando entramos en ella, se convierte en tinieblas para nosotros. Las tinieblas, por tanto, son una atmósfera en la que uno mora. Si entramos en la oscuridad y permanecemos allí, dicha oscuridad se tornará en tinieblas para nosotros. La oscuridad no era simplemente algo objetivo a los que estaban en el antiguo pacto, sino que llegó a ser las tinieblas en las que ellos moraban.
Esto mismo se aplica a nuestra experiencia espiritual. Cuando no buscábamos al Señor estábamos en oscuridad, pero cuando empezamos a buscar las cosas espirituales, de inmediato sentimos en lo más profundo de nuestro ser que estábamos en tinieblas. Antes de ser vivificados estábamos en oscuridad; pero después de que fuimos avivados sentimos que estábamos en tinieblas. Si los creyentes hebreos hubiesen regresado al antiguo pacto donde había oscuridad, esa oscuridad se habría convertido en tinieblas para ellos.
El siguiente elemento es el torbellino (v. 18). Un torbellino es una especie de viento sin rumbo determinado y sin quietud. Durante el tiempo que pasé en el cristianismo no tuve dirección ni tranquilidad. Tampoco los judaizantes tenían dirección ni tranquilidad. Con ellos, sólo estaba el torbellino.
El cuadro del antiguo pacto también incluye el sonido de la trompeta (v. 19; Éx. 19:13, 16, 19; 20:18). El sonido de una trompeta denota alarma. La religión hace muchas advertencias tales como: “No hagas esto o te irás al infierno”, o “Ten cuidado o perderás tu salvación”. En la religión se escucha más a menudo la alarma de la trompeta que un mensaje positivo. La religión siempre está diciéndole a la gente: “¡Ten cuidado! ¡No hagas eso!”, porque en la religión siempre hay muchas más cosas que no debemos hacer que aquellas que sí podemos hacer. El sonido de la trompeta es una señal de la pobreza de la religión. La religión no puede brindarnos nada positivo; lo único que puede ofrecernos es advertencias negativas. Todas las religiones, incluyendo el budismo, el catolicismo y el protestantismo, hacen lo mismo: nos hacen advertencias y nos dicen las cosas que no podemos hacer.
El sexto elemento en el cuadro del antiguo pacto era la voz aterradora que les hablaba (v. 19; Dt. 4:12; Éx. 19:19). Al final lo que las personas tienen en la religión es la voz aterradora en lugar de las alabanzas de júbilo al Señor. Sin embargo, en la iglesia siempre escuchamos alabanzas al Señor.
Todos los elementos que vemos en el cuadro del antiguo pacto pertenecían a la antigua dispensación y eran temporales, no permanentes. Así como la antigua creación un día pasará, del mismo modo todos los elementos del antiguo pacto, que pertenecen a la antigua creación, ya pasaron.
Ahora llegamos a la escena del nuevo pacto, que está en el lado de la gracia (vs. 22-24). Esta escena comprende ocho elementos distribuidos en cuatro pares. Es muy significativo que estos elementos se nos presenten en grupos de dos. Los seis elementos del antiguo pacto se nos presentan por separado, mientras que los seis elementos de la palabra del fundamento en Hebreos 6 se distribuyen en tres pares. Aquí, en el capítulo 12, encontramos ocho elementos del nuevo pacto distribuidos en cuatro pares.
El primer par se compone del monte de Sión (v. 22; Sal. 2:6; Ap. 14:1) y la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial (v. 22; 11:10, 16; Ap. 22:2). Aquí no vemos fuego, sino un monte hermoso con una ciudad gloriosa, la Jerusalén celestial, la cual es la habitación de Dios y el centro de Su administración universal.
El segundo par se compone de las miríadas de ángeles, esto es, la asamblea universal (v. 22; Ap. 5:11), y de la iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos (v. 23; 2:12; Lc. 10:20). La palabra griega traducida “asamblea universal” también puede traducirse “reunión de festejo”. La palabra griega panéguris, significa “reunión universal”, “asamblea total” o “plena”, y se usa para denotar un grupo de personas reunidas para celebrar un festival público, tal como los juegos olímpicos. ¡Toda la era del nuevo pacto es un festival, y las miríadas de ángeles, quienes son los espíritus ministradores que sirven a los herederos de la salvación (1:14) bajo el nuevo pacto, forman una reunión universal que celebra el festival maravilloso de “una salvación tan grande” (2:3), “el juego” más grande y más emocionante del universo! Lo que el Señor dijo en Lucas 15:7 y 10 tal vez indique esto.
Como hemos visto, la palabra griega que usó el apóstol Pablo para referirse a la “asamblea universal” se usaba comúnmente para describir los juegos olímpicos, que eran los juegos populares, la mayor y más importante atracción en los tiempos de la antigua Grecia. Cuando se celebraban los juegos olímpicos, se congregaba una gran multitud. Del mismo modo, hoy en día acuden grandes multitudes a los juegos de fútbol americano en Estados Unidos. El apóstol Pablo usó el contexto de los juegos olímpicos para mostrarnos que en este universo se está llevando a cabo un juego. Los espectadores de este juego son las miríadas de ángeles, y el juego es la carrera mencionada al principio de este capítulo (v. 1). Nosotros, no los ángeles, somos los que podemos participar en este juego. Lo único que los ángeles pueden hacer es ser espectadores que aclaman y festejan. En Lucas 15:7 y 10, el Señor Jesús dijo: “Os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”. Cada vez que un pecador se salva, los ángeles exultan. Tengo la plena convicción de que los ángeles en el cielo están también muy emocionados por lo que está aconteciendo hoy en el recobro del Señor. Nosotros estamos participando en el juego más grande, y los ángeles son nuestros espectadores.
Es muy significativo que Pablo mencionara las miríadas de ángeles junto con la iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos. Nosotros somos los primogénitos, y los ángeles son los espectadores; nosotros somos los corredores, y ellos son los observadores. En un juego de fútbol, los espectadores siempre se muestran más emocionados que los jugadores. Aunque nosotros no siempre estemos tan entusiasmados, los ángeles sí lo están mientras nos observan. En 1 Pedro 1:12, que habla de las “cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”, da a entender que los ángeles están ansiosos por contemplar el “juego” del evangelio. No creo que los ángeles estén muy interesados en el cristianismo, que está en una condición tan deplorable. Allí no se está llevando a cabo prácticamente ningún juego porque no hay ninguna carrera. No obstante, es en la vida de iglesia donde verdaderamente se está llevando a cabo el juego. Siempre que nos sintamos emocionados por lo que acontece en la vida de iglesia, con seguridad los ángeles están aún más emocionados. La vida de iglesia ha proporcionado mucha emoción a los ángeles.
El propósito de Dios en el universo consiste en obtener un grupo de personas como nosotros. Los ángeles han estado esperando esto por mucho tiempo. Si no hubiera juegos deportivos en Estados Unidos, muchos norteamericanos estarían esperando y preguntándose cuándo habría uno. De igual forma, por muchos siglos los ángeles, quienes vieron la gente en el catolicismo adorar ídolos y encender veladoras, han estado observando y esperando ver un grupo de personas que verdaderamente busquen a Jesús. Cada vez que ellos ven esto, se regocijan con alabanzas.
El tercer par en la escena del nuevo pacto incluye a Dios, el Juez de todos (v. 23; Gn. 18:25; Sal. 94:2), y a los espíritus de los justos hechos perfectos (v. 23). En este par vemos al justo Dios como el Juez y a los espíritus de los justos, que representan a los santos del Antiguo Testamento, hechos perfectos mediante su fe en los tipos de Cristo.
El cuarto par se compone de Jesús, el Mediador del nuevo pacto (v. 24; 8:6; 9:15) y de la sangre rociada que habla mejor que la de Abel (v. 24; 9:12, 14; Gn. 4:10). Como hemos visto, Jesús es el Mediador del nuevo pacto. Aquí la palabra griega traducida “nuevo” significa fresco o joven con respecto a calidad. En este par, no sólo tenemos al Mediador, al Redentor, del nuevo pacto, sino también la sangre del nuevo pacto.
En este libro la sangre de Cristo ocupa un lugar particularmente sobresaliente e importante. Es la sangre del pacto eterno (13:20), con la cual fue establecido el nuevo y mejor pacto (10:29). Por medio de esta sangre, Cristo entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo y obtuvo una redención eterna para nosotros (9:12). Por medio de esta sangre, Cristo limpió los cielos y todas las cosas que en ellos hay (9:22-24). Esta sangre nos santifica (13:12; 10:29), purifica nuestra conciencia para que sirvamos al Dios vivo (9:14), y habla por nosotros mejor que la sangre de Abel (12:24). En esta sangre tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo (10:19). No debemos considerar esta sangre como algo común, como lo es la sangre de los animales; si lo hacemos, sufriremos el castigo de Dios (10:29).
La sangre de Cristo no solamente redime, santifica y purifica, sino que también habla. Es la sangre que habla, y habla mejor que la de Abel. La sangre de Abel habla a Dios acusando y pidiendo venganza (Gn. 4:10, 15), mientras que la sangre de Cristo habla a Dios pidiendo perdón, justificación, reconciliación y redención. Además, esta sangre preciosa habla a Dios en nuestro favor, diciendo que por medio de la sangre (como lo revela este libro), el nuevo pacto, el cual es eterno, ha sido establecido, y que en este nuevo pacto Dios debe darse a Sí mismo y todas Sus bendiciones a los que creen en Cristo, quienes reciben este pacto por fe.
Ya que los ocho elementos del nuevo pacto están del lado de la resurrección, todos ellos son eternos, es decir, existen para siempre. Así como el cielo nuevo y la tierra nueva aún permanecerán después de que pase la vieja creación, del mismo modo estos ocho elementos permanecerán por la eternidad.
Las cosas mencionadas en los versículos 18 y 19 son terrenales y materiales, y representan el lado de la ley donde todos, incluso Moisés, estaban aterrados y temblando (vs. 19-21). Las cosas mencionados en los versículos 22-24 son celestiales y espirituales, en contraste con las cosas terrenales y materiales mencionadas en los versículos 18 y 19. Estas cosas representan el lado de la gracia, donde los primogénitos y los espíritus de los hombres justos son salvos por gracia. Los que estaban bajo el antiguo pacto se acercaban a la ley, mientras que nosotros los cristianos, quienes estamos bajo el nuevo pacto, nos acercamos a la gracia. Por lo tanto, no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia (Ro. 6:14). Este pasaje (vs. 18-24), tal como Gálatas 4:21-31, nos muestra que no estamos bajo la esclavitud de la ley, sino bajo la libertad de la gracia para ser los herederos, los que reciben la herencia. ¡Esta es nuestra primogenitura! No debemos abandonar esto apartándonos de la gracia (v. 15), sino que debemos tener la gracia (v. 28). Las cosas que están del lado de la gracia son celestiales, pero no todas están en los cielos ahora. Muchos primogénitos de la iglesia todavía están en la tierra, mientras que los espíritus de los hombres justos, los cuales son los santos del Antiguo Testamento, están en el Paraíso, donde está Abraham (Lc. 16:22, 23, 24, 26), adonde el Señor Jesús y el ladrón que fue salvo fueron después de morir en la cruz (Lc. 23:43).
Ninguna de las seis cosas mencionadas en el lado de la ley es placentera. Primero, hay un monte que ardía en fuego. ¿Quién podía acercarse a tal lugar? Luego tenemos la oscuridad, las tinieblas y el torbellino. Por último tenemos el sonido aterrador de una trompeta y la solemne y amonestadora voz que hablaba. Todo esto nos presenta un cuadro espantoso. Sin embargo, en el lado de la gracia todo es placentero. Las ocho cosas aquí mencionadas pueden ser consideradas como cuatro pares. El alto monte de Sión y la bella Jerusalén celestial son el primer par, y denotan la habitación de Dios y el centro de Su administración universal. ¡Qué lugar tan hermoso! Los ángeles jubilosos que celebra, íntimamente relacionados con los herederos de la salvación a quienes ellos ministran (1:14), y los primogénitos bienaventurados de la iglesia forman el segundo par de la escena. ¡Qué demostración tan maravillosa de una reunión angélica! Ellos celebran el hecho de que los herederos humanos, la iglesia de los primogénitos, participen de la salvación, en las bendiciones del nuevo pacto. Dios, el Juez de todo, y los espíritus de los hombres justos, o sea, los santos antiguotestamentarios (sus cuerpos, no resucitados, no fueron dignos de ser mencionados en esta porción), conforman el tercer par, lo cual muestra que Dios, siendo justo, justifica a los santos justos de antaño debido a la fe que tenían. El amado Señor Jesús, el Mediador del nuevo pacto, que es un mejor pacto, y Su preciosa sangre rociada, la cual habla mejor que la de Abel, componen el último par, lo cual indica que un mejor pacto fue establecido con la mejor sangre de Jesús, que Jesús murió y legó a Sus creyentes este nuevo pacto como un testamento nuevo, y que ahora Él es el Mediador y Ejecutor de este testamento nuevo, y como tal conduce a los creyentes a conocer en su experiencia todos los hechos benditos contenidos en él. ¡Qué escena tan agradable! ¡Qué contraste con la escena del lado de la ley, donde no se menciona a Dios ni al Salvador, ni siquiera se menciona a los ángeles! Con razón no se ve ninguna persona salva allí. En la escena de la gracia está el Dios que justifica, el Salvador, quien es el Mediador de Su testamento nuevo, y también Su sangre que habla, los ángeles ministradores con la asamblea (la iglesia) de los salvos, y los espíritus de los santos justificados. Por el lado de la ley, la escena termina con el sonido aterrador de una trompeta y con las palabras de advertencia. Por el lado de la gracia, la escena finaliza con un Mediador compasivo y un hablar que vindica a los creyentes. Después de ver tal contraste, ¿quién sería tan insensato para abandonar la gracia y volverse a la ley? Las ocho cosas que están del lado de la gracia no solamente son celestiales y espirituales, sino también eternas. Por lo tanto, aunque el cielo sea conmovido (v. 26), estas ocho cosas, las cuales son eternas, permanecerán (v. 27).