Mensaje 57
Si entramos en las profundidades del libro de Hebreos, veremos que este libro en su totalidad se resume en dos asuntos: entrar hasta dentro del velo y salir del campamento. Debemos entrar más allá del velo y salir del campamento. Detrás del velo se encuentra un solo lugar: el Lugar Santísimo. Cuando estamos detrás del velo, nos hallamos en el Lugar Santísimo. En el Lugar Santísimo, en este lugar único, encontramos solamente un solo mueble: el Arca del Testimonio, el cual es un símbolo completo de Cristo. Dentro de este mueble encontramos tres elementos preciosos: el maná escondido, la vara que reverdeció y las tablas de la ley. Esta breve introducción, la cual nos abre un amplio panorama, nos explica el significado de la frase “hasta dentro del velo”. Estar dentro del velo es estar en el Lugar Santísimo, es decir, en una esfera donde participamos de Cristo y disfrutamos del maná escondido, de la vara que reverdeció y de la ley de vida, lo cual redunda en la expresión corporativa de Dios. Esto es lo que da consumación al propósito eterno de Dios.
Hebreos 13:13 dice: “Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando Su vituperio”. Tanto en este libro como en la tipología, el campamento simboliza la religión como una organización humana y terrenal. Salir del campamento, por tanto, significa salir de la organización humana de la religión. Mientras que el campamento representa la organización humana, la ciudad representa la esfera terrenal. En el libro de Hebreos, tanto la puerta como el campamento representan la religión judía con sus dos aspectos, el terrenal y el humano. El judaísmo es tanto terrenal como humano. Toda religión es tanto una organización humana como una esfera terrenal que mantiene a la gente alejada de la economía de Dios.
Por una parte, la economía de Dios sólo se cumple detrás del velo; y por otra, hay muchos asuntos religiosos que se están llevando a cabo en el campamento. Lo único que se encuentra en el campamento son cosas religiosas. Aunque muchos de los elementos que están en el campamento pueden estar relacionados con la Biblia, Dios no está allí. En el campamento, esto es, dentro del sistema de la religión, no se encuentran los ángeles, la iglesia, el Salvador, los que han sido salvos, ni Cristo ni la sangre rociada. Al contrario, lo que encontramos allí es un monte que arde en fuego y que está lleno de oscuridad y tinieblas; encontramos un torbellino que no tiene rumbo ni quietud, y el sonido aterrador de la trompeta con la voz que habla palabras de advertencia. Éste es el cuadro que este libro nos presenta de la religión judía. En los mensajes anteriores vimos, por un lado, un cuadro muy vívido de lo que se halla detrás del velo y, por otro, las cosas religiosas que se hallan en el campamento. Ahora nos toca decidir dónde queremos estar: detrás del velo detrás o dentro del campamento. No podemos ser imparciales o neutrales.
El libro de Hebreos nos instruye y exhorta a acercarnos al Lugar Santísimo y a entrar dentro del velo. El camino que nos conduce al Lugar Santísimo es un camino nuevo y vivo, que ya ha sido abierto. Es por eso que este libro primero nos conduce al Lugar Santísimo y luego nos guía a salir del campamento. Según nuestra propia lógica, primero deberíamos salir del campamento y después entrar detrás del velo. Pero esto es sólo matemáticas humanas. No obstante, según las “matemáticas” divinas, primero tenemos que ir más allá del velo y sólo entonces podemos salir del campamento. Todo aquel que ha salido del campamento ha tenido que experimentar primero lo que está detrás del velo. Tal vez cuando usted empezó a venir a las reuniones de la iglesia, todavía no había salido del campamento. Simplemente estaba entrando más allá del velo para ver si le gustaba lo que experimentaba. Sin embargo, fue lo que usted probó lo que finalmente lo atrajo, lo cautivó y le dio fuerzas para salir del campamento. No ha habido nadie que haya salido del campamento sin antes cruzar el velo. Aunque el Señor Jesús primero salió fuera de la puerta y luego entró más allá del velo, nuestra experiencia es completamente distinta. Nosotros primero entramos al Lugar Santísimo, donde somos fortalecidos y animados a salir del campamento, y después salimos de toda organización religiosa. Cuanto más nos internamos detrás del velo, más lejos nos encontramos del campamento.
El libro de Hebreos nos muestra primeramente que el Cristo celestial está detrás del velo, en el Lugar Santísimo (6:19-20). Es allí donde se encuentra nuestro Sumo Sacerdote (4:14; 7:26) como el Ministro celestial (8:2) y como el Mediador del nuevo pacto (8:6; 9:15; 12:24). Como nuestro Sumo Sacerdote, Él está allí intercediendo por nosotros y ministrándonos todas las riquezas de Dios. Como el Ministro celestial, Él desempeña Su ministerio más excelente por nosotros, y como el Mediador del nuevo pacto, Él está ejecutando todos el contenido del nuevo pacto para nuestro disfrute. Todo esto es muy superior a que lo que Él hizo por nosotros en la tierra cuando vivió en la carne.
Después de mostrarnos el Cristo celestial que se encuentra detrás del velo, el libro de Hebreos nos anima a entrar hasta dentro del velo (10:19-20, 22). Dentro del velo, podemos poner los ojos en Él (12:2) y podemos considerarle (12:3; 3:1). Necesitamos tener contacto directo con Él. Ya que Él se encuentra detrás del velo, nosotros también debemos entrar hasta dentro del velo para poder verle, poner nuestros ojos en Él y considerarle, a fin de recibir Su transfusión e infusión. Por supuesto, sólo podemos hacer esto al ejercitar nuestro espíritu. Como hemos visto, nuestro espíritu está unido al Lugar Santísimo celestial. Cuando nos volvemos a nuestro espíritu y lo ejercitamos, entramos hasta dentro del velo. Es allí donde participamos del ministerio celestial del Cristo celestial. Es allí también donde somos saturados y empapados de todas las riquezas divinas que hacen de nosotros la reproducción corporativa del Hijo primogénito de Dios para Su expresión. Es allí donde recibimos la gracia y somos fortalecidos para salir del campamento y seguir a Jesús en el camino de la cruz.
Después de que los hijos de Israel adoraron al becerro de oro (Éx. 32), Moisés se fue a un lugar fuera del campamento, donde todo aquel que buscaba al Señor iba para reunirse con él, porque tanto la presencia como el hablar del Señor estaban allí (Éx. 33:7-11). Del mismo modo, nosotros debemos salir del campamento, donde está la adoración de ídolos, para disfrutar la presencia del Señor y para oír Su hablar. Todas estas cosas son necesarias para tener una vida de iglesia apropiada y práctica.
La religión, llámese judaísmo, catolicismo o protestantismo, la cual el Señor rechaza, constituye un campamento, una organización humana, a la cual el Señor ha renunciado. La gran Babilonia mencionada en Apocalipsis 17 es también una ciudad mundana, una esfera terrenal, de la cual el pueblo de Dios debe salir (Ap. 18:4).
El diablo ha inyectado la religión en nuestra propia sangre. Debido a esto, el campamento no solamente está fuera de nosotros, sino profundamente arraigado en nosotros. Desde el día en que Eva comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, la religión ha estado en la sangre del hombre. Cuando la serpiente tentó a Eva, no le pidió hacer nada inmoral; antes bien, le habló de una manera religiosa, diciendo: “¿Es cierto que Dios ha dicho: No comeréis de ningún árbol del huerto?” (Gn. 3:1). Vemos aquí que la serpiente incluso habló de Dios. Esto es la religión. Es como si la serpiente hubiera dicho: “Eva, yo sé que tanto tú como tu esposo aman a Dios. Así que no he venido a hablarte acerca de las diversiones mundanas, sino a conversar contigo acerca de Dios”. Hablar acerca de Dios es uno de los aspectos de la religión. ¿Sabe usted en qué consiste la religión? Consiste simplemente en hablar acerca de Dios. Quizás algunos digan: “Pero, ¿no es de todos modos maravilloso que la gente hable acerca de Dios? ¿Por qué están ustedes en contra de eso? En la religión se enseña a la gente a conocer a Dios. Allí no se habla de fornicar ni de juegos de azar, sino del Dios verdadero”. Sin embargo, como se revela en Génesis 3, la religión empezó cuando la serpiente habló a Eva acerca de Dios. Eva contestó a la serpiente diciendo: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto, ha dicho Dios: No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis” (Gn. 3:2-3), a lo cual la serpiente respondió: “¡Ciertamente no moriréis! Antes bien, sabe Dios que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal” (Gn. 3:4-5). Conocer el bien y el mal es algo que también se relaciona con la religión. La religión, por tanto, enseña a la gente a conocer de Dios y a conocer el bien y el mal. Finalmente, Eva comió del árbol del conocimiento y, de este modo, la religión fue inyectada en la sangre del hombre.
No es necesario inculcarle a nadie la religión, ya que todos somos religiosos por nacimiento. Es por eso que cada vez que predicamos de una manera religiosa somos bien aceptados. Pero si predicamos el evangelio conforme a la revelación del Lugar Santísimo, la gente gritará: “¡Crucifícale!”, tal como lo hicieron con el Señor Jesús. Debido a que nacimos y fuimos criados en la religión, la religión no solamente está presente en nuestros conceptos sino también en nuestra persona; la llevamos en la sangre. Por lo tanto, cada día debemos salir de la religión, fuera del campamento.
En cierto sentido, la religión se asemeja a la economía de Dios. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento encontramos versículos que parecen apoyar a la religión. Sin embargo, debemos interpretar estos versículos a la luz de la revelación básica de la Biblia, es decir, a la luz de la economía de Dios, según la cual Dios se imparte en el hombre para obtener Su expresión. A Dios no le interesa la religión; lo que a Él le interesa es Su economía. Su deseo es impartirse en el hombre. Mientras que Dios desea forjarse en el hombre, muchos cristianos no saben de otra cosa que su religión. No saben nada con respecto a la economía de Dios, ni lo que significa que el Dios Triuno se imparta en nuestro ser. Por haberse convertido en una religión, el cristianismo se encuentra muy lejos de la economía de Dios. Pero a nosotros, en el recobro del Señor, no nos interesa nada que provenga de la religión. Lo único que nos interesa es que el Dios Triuno se imparta en nosotros.
Pasar más allá del velo significa entrar en el Lugar Santísimo, donde el Señor está entronizado en gloria, y salir del campamento significa salir de la religión, de donde el Señor fue arrojado. Esto significa que debemos estar en nuestro espíritu, donde ahora, en nuestra experiencia, está el Lugar Santísimo propiamente dicho, y fuera de la religión, donde hoy en día está el verdadero campamento. Cuanto más estemos en nuestro espíritu, disfrutando al Cristo celestial, más saldremos del campamento de la religión, siguiendo a Jesús en Sus sufrimientos. Estar en nuestro espíritu y disfrutar al Cristo glorificado nos capacita para salir del campamento de la religión y seguir al Jesús rechazado. Cuanto más permanezcamos en nuestro espíritu para tener contacto con el Cristo celestial, quien está en la gloria, más saldremos del campamento de la religión e iremos al humilde Jesús para sufrir con Él. Al tener contacto con Cristo en los cielos y al disfrutar Su glorificación, recibimos energía para tomar el angosto camino de la cruz en la tierra y para llevar el vituperio de Jesús. Primero, este libro nos presenta una visión clara del Cristo celestial y del Lugar Santísimo celestial, y luego nos muestra cómo andar en la tierra en el camino de la cruz, es decir, cómo ir a Jesús fuera del campamento, fuera de la religión, llevando el vituperio de Jesús. Seguir a Jesús fuera del campamento y llevar Su vituperio, equivale a tomar el camino de la cruz.
El Lugar Santísimo, el camino de la cruz (lo cual vemos representado en la frase: “Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando Su vituperio”), y el reino, son tres asuntos cruciales presentados en este libro. El Lugar Santísimo nos capacita para seguir el camino de la cruz, el cual nos conduce al reino en su manifestación. Si queremos entrar en el reino en su manifestación tenemos que seguir el camino de la cruz, y para seguir el camino de la cruz debemos entrar en el Lugar Santísimo detrás del velo. El Lugar Santísimo es muy crucial para nuestro andar cristiano.
Si queremos entrar dentro del velo debemos entrar en nuestro espíritu (4:12). Pasar más allá del velo equivale a estar en nuestro espíritu, y estar fuera del campamento equivale a estar fuera de todo lo que proviene de la religión. No debemos permanecer en ningún campamento, sino entrar en nuestro espíritu. Si usted permanece en el campamento de la religión, todavía se encuentra acampando fuera de su espíritu. Pero nosotros ya no estamos acampando, ya que estamos en el Lugar Santísimo. Era como si el escritor les estuviese diciendo a los creyentes hebreos: “Hermanos, salid del campamento de vuestra mente y entrad en vuestro espíritu”. Hoy nosotros también debemos ejercitarnos para entrar en nuestro espíritu. No debemos permanecer en el campamento de nuestra mente, ya que tenemos una mentalidad religiosa. Más bien, debemos una y otra vez entrar hasta dentro del velo, al entrar en nuestro espíritu.
Muchos cristianos no logran entender por qué el escritor de Hebreos menciona el espíritu en 4:12. Mientras compara a Cristo con el judaísmo, inesperadamente dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu”. Hoy entendemos que este versículo nos muestra la clave para experimentar a Cristo: nuestro espíritu, el cual está unido al Lugar Santísimo. Por lo tanto, debemos discernir entre nuestro espíritu y nuestra mente, o sea nuestra alma, a la cual le gusta tanto “acampar”. No debemos seguir acampando en nuestra mente sino volvernos a nuestro espíritu. El Señor Jesucristo está con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). La gracia también está en nuestro espíritu (Gá. 6:18). Hemos visto que debemos tomar la gracia, pero ¿adónde debemos acudir para tomar esta gracia? Debemos acudir a nuestro espíritu. El Lugar Santísimo, la economía de Dios e incluso el cumplimiento de dicha economía, tienen que ver con nuestro espíritu. Lo que necesitamos hoy es pasar más allá del velo al entrar a nuestro espíritu.
Supongamos que algunos hermanos jóvenes están peleando entre sí. Esto sería un ejemplo de un campamento salvaje. No piense que lo que ellos necesitan es que vengan personas religiosas a enseñarles cómo comportarse, cómo ser pacientes y cómo acampar según la religión. Esto sólo les enseñaría a permanecer en el campamento de su alma religiosa. No es así como se entra hasta dentro del velo. Lo que estos hermanos necesitan hacer es volverse a su espíritu. Una vez que se vuelvan a su espíritu y reciban la gracia, disfrutarán a Cristo como su maná escondido, participarán de Él como la vara que reverdeció y le experimentarán como la ley de vida que les regula. Entonces ellos no necesitarán que nadie les enseñe a ser pacientes, humildes y condescendientes.
La economía de Dios es la impartición del Dios Triuno en nuestro ser. Esto edifica el Cuerpo de Cristo, ya que produce los materiales útiles para la edificación de la iglesia. Dicha impartición ocurre detrás del velo, en el Lugar Santísimo, el cual está unido a nuestro espíritu. ¡Qué gran diferencia hay entre esto y la religión! Si experimentamos a Cristo intrínsecamente, descubriremos que todavía tenemos mucho del elemento religioso en nuestra sangre. Entonces, de manera espontánea, comenzaremos a aborrecer este elemento religioso y repudiaremos nuestro yo, que tanto se aferra al campamento. Todos necesitamos entrar hasta dentro del velo para que el Señor pueda conducirnos a esta experiencia.
Si somos fieles al Señor y entramos hasta dentro del velo día tras día y semana tras semana, descubriremos que la mayor parte de nuestro pasado religioso permanece aún en nosotros. Los hermanos que anteriormente estuvieron en el judaísmo encontrarán que el elemento religioso judío aún permanece en ellos, y aquellos que fueron presbiterianos o bautistas del sur descubrirán que todavía llevan estos elementos del campamento en su sangre. Es probable que muchas veces usted haya medido o evaluado la condición de la vida de iglesia basándose en su pasado religioso, y haya comparado la vida de iglesia con el elemento de su campamento. Pero cuanto más nos internemos detrás del velo y recibamos la transfusión e infusión del Cristo celestial, más diremos: “¡Pasado religioso, aléjate de mí!”. No obstante, aunque al parecer hayamos desechado completamente el elemento del campamento, algo de él todavía se adhiere a nosotros. Es por eso que necesitamos seguir entrando detrás del velo y seguir saliendo del campamento.
Uno de los elementos del campamento religioso más controvertidos es la práctica de hablar en lenguas. Aquellos que anteriormente estuvieron en grupos donde se promueven las lenguas, a menudo preguntan: “¿Qué piensan del hablar en lenguas en la vida de iglesia? ¿Qué importancia le dan ustedes a este don? ¿Acaso no creen que tenga alguna utilidad?”. Es probable usted mismo haya hecho este tipo de preguntas muchas veces. ¡Cuán difícil es abandonar nuestro pasado religioso! No digo que sea incorrecto hablar en lenguas. Nosotros estamos de acuerdo con todo lo que traiga provecho a la economía de Dios, es decir, con todo lo que contribuya a que el Dios Triuno se imparta en nosotros y edifique el Cuerpo de Cristo. No nos interesa ninguna clase de religión, ya sea fundamentalista, pentecostal o carismática. Lo único que nos interesa es lo siguiente: que el Dios Triuno se imparta en nuestro ser, y nos transforme y edifique como Su expresión corporativa, a fin de que terminemos esta era y podamos introducir el reino. Esto solamente puede realizarse si entramos hasta dentro del velo y experimentamos el Arca del Testimonio de Dios, junto con el maná escondido, la vara que reverdeció y la ley de vida. Al experimentar estas cosas recibimos el suministro, el poder y la fuerza que necesitamos para salir de todo campamento. Mi verdadera carga en cada uno de estos mensajes sobre Hebreos es que todos podamos entrar hasta dentro del velo y salir del campamento. Ésta es la meta y la conclusión final de este libro.
Cuando entramos detrás del velo al introducirnos en nuestro espíritu, gustamos de la dulzura del Cristo celestial y somos fortalecidos para salir del campamento y dejar atrás la tierra y su encanto. A medida que pasemos tiempo detrás del velo, nuestro espíritu será lleno de la gloria del Cristo celestial y nuestro corazón, estando fuera del campamento, será liberado de la usurpación de los deleites terrenales. Además, detrás del velo podremos contemplar al Cristo glorificado, lo cual nos motivará a seguir a Jesús en Sus sufrimientos, fuera del campamento. Contemplar Su rostro en el cielo es lo que nos capacita para seguir Sus pasos sobre la tierra. Cuando entramos dentro del velo, recibimos una suministración del poder de Su resurrección (Fil. 3:10), la cual nos fortalece para andar por el camino de la cruz, fuera del campamento. También de este modo participamos en el ministerio del Cristo celestial y somos perfeccionados para ministrarlo a los espíritus sedientos que han salido del campamento. Es aquí donde disfrutamos de lo mejor del Señor y somos enriquecidos para satisfacer las necesidades de los que se encuentran fuera del campamento.
Los versículos 20 y 21 dicen: “Ahora bien, el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, en virtud de la sangre del pacto eterno, os perfeccione en toda obra buena para que hagáis Su voluntad, haciendo Él en nosotros lo que es agradable delante de Él por medio de Jesucristo; a Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Al entrar dentro del velo y al salir del campamento somos perfeccionados en toda buena obra. De este modo, Dios está haciendo en nosotros lo que es agradable delante de Él por medio de Jesucristo, para que podamos hacer Su voluntad. Dios realiza en nosotros “así el querer como el hacer, por Su beneplácito” (Fil. 2:13). Desde el principio hasta el fin, este libro nos presenta un Cristo celestial. Solamente aquí, con la expresión “haciendo Él en nosotros [...] por medio de Jesucristo”, este libro implica que Cristo mora en nosotros. Por medio del Cristo que mora en nuestro ser, Dios obra en nosotros para que podamos hacer Su voluntad.
El versículo 20 dice que el Señor Jesús es el gran Pastor de las ovejas. Aquí las ovejas son el rebaño, es decir, la iglesia. Esto confirma la perspectiva de que lo presentado en este capítulo, lo cual incluye la experiencia del Cristo inmutable como nuestra ofrenda por el pecado por medio de quien fuimos redimidos, y la de Él como nuestro gran Pastor, que ahora nos alimenta, se dio para la vida de iglesia.
El versículo 20 también nos habla del “pacto eterno”. Este libro no trata de las cosas temporales, tales como las cosas del antiguo pacto, sino de las cosas eternas, las cuales están más allá del límite del tiempo y del espacio, tales como la salvación eterna (5:9), el juicio eterno (6:2), la redención eterna (9:12), el Espíritu eterno (9:14), la herencia eterna (9:15) y el pacto eterno (13:20). El nuevo pacto no es solamente un mejor pacto (7:22; 8:6), sino también un pacto eterno. Es eternamente eficaz debido a la eficacia eterna de la sangre de Cristo, con la cual fue puesto en vigencia (Mt. 26:28; Lc. 22:20).
Este libro concluye con una bendición: “La gracia sea con todos vosotros. Amén”. Necesitamos la gracia para que todas las cosas reveladas en este libro sean reales para nosotros, y para que participemos de ellas. Para tener gracia (12:28) necesitamos acercarnos al trono de la gracia y hallar gracia para el oportuno socorro (4:16). Cuando tocamos el trono de la gracia en el Lugar Santísimo al ejercitar nuestro espíritu, disfrutamos al Espíritu de gracia (10:29) y así nuestro corazón es confirmado por la gracia (13:9). Disfrutando de esta gracia corremos la carrera puesta delante de nosotros (12:1), para alcanzar la meta de la economía de Dios.