Mensaje 60
En este mensaje veremos algunos principios relacionados con el alimento espiritual. El alimento espiritual que comamos depende totalmente de la distancia que exista entre nosotros y el Señor. Esta distancia es la que determina cuánto alimento espiritual podemos comer. Si estamos lejos del Señor no podemos participar de ningún alimento espiritual. Mientras los hijos de Israel estuvieron en Egipto, ellos no comieron del maná porque éste era el alimento espiritual que Dios daría a Su pueblo en el desierto. Aquellos que estaban en el desierto, estaban más cerca de Dios que aquellos que aún permanecían en Egipto, pues, para ese tiempo, Dios ya no estaba en Egipto sino en el desierto. Así que, si alguien quería participar del alimento espiritual, es decir, del maná celestial, tenía que salir de Egipto e ir al desierto. En tanto que los israelitas permanecieran en Egipto, no tendrían alimento espiritual alguno. Aún más, si algún israelita estaba en el desierto, tenía que estar cerca del campamento de los hijos de Israel para poder participar del maná. Mientras estuviera lejos del campamento, le sería muy difícil disfrutar del maná celestial. De manera que todo aquel que quisiera comer del maná, tenía que acampar con los hijos de Israel. Esto nos muestra que la distancia que exista entre nosotros y el Señor es muy crucial en lo que se refiere a nuestro disfrute del alimento espiritual.
El maná descendía cerca del campamento, y sólo aquellos que habían salido de Egipto y estaban en el campamento del pueblo de Dios tenían el privilegio de disfrutarlo. Después de que los hijos de Israel hubieron disfrutado del maná, Dios les mandó que le presentaran como ofrenda un gomer de maná (Éx. 16:33). Dios les había enviado el maná a ellos, y ahora ellos tenían que ofrecerle a Dios una porción de ese maná. ¿Qué es el maná escondido? El maná escondido es simplemente la mejor porción del maná que Dios les había dado, la cual era ofrecida a Dios. Se trataba de una porción especial de maná. Una vez que el maná era presentado a Dios, dejaba de ser el maná visible, y venía a ser el maná escondido, pues, después de ser presentado a Dios, era colocado en la urna de oro y puesto dentro del Arca en el Lugar Santísimo, en lo más recóndito del tabernáculo. Inicialmente, el maná estaba al descubierto, al aire libre, es decir, estaba disponible para cualquiera. Pero después de que la mejor porción del maná era presentada a Dios y puesta dentro de la urna, quedaba escondida en la sección más recóndita del tabernáculo, el Lugar Santísimo, donde era colocada delante del testimonio de Dios. Así pues, entre los hijos de Israel se encontraba el tabernáculo; dentro del tabernáculo estaba el Lugar Santísimo; dentro del Lugar Santísimo estaba el Arca; dentro del Arca estaba la urna de oro; y dentro de esta urna estaba el maná escondido. Por consiguiente, el maná estaba totalmente escondido. De esta manera la mejor porción del maná llegó a estar escondida.
Supongamos que usted fuera un israelita que salió de Egipto y ahora se encuentra acampando entre el pueblo de Dios. Si bien usted tiene el privilegio de comer del maná visible, no tiene derecho a disfrutar del maná escondido. Debido a que usted se encuentra muy lejos de la cámara más secreta del tabernáculo, no tiene derecho a disfrutar del maná escondido. ¿Dónde se encuentra Dios? Él se encuentra en el Lugar Santísimo, en lo más recóndito del tabernáculo. Por supuesto, comparado con los egipcios y los demás pueblos que están en el desierto, usted se encuentra más cerca de Dios. Pero, si está fuera del atrio del tabernáculo, usted aún no está lo suficientemente cerca de Él. Aun si usted entra en el atrio, todavía no se encuentra en el Lugar Santo, mucho menos en el Lugar Santísimo. Ahora bien, si usted es un sacerdote, puede estar en el Lugar Santo y encontrarse más cerca de Dios que los levitas, quienes sirven en el atrio. No obstante, aunque usted ministre como sacerdote en el Lugar Santo, aún no se encuentra en el Lugar Santísimo. Por consiguiente, todavía existe cierta distancia entre usted y Dios. Si usted desea disfrutar del maná escondido, no debe haber distancias entre usted y Dios; cualquier distancia que haya entre usted y el Señor debe ser eliminada.
En este mensaje no tengo interés de explicar lo que significa el maná escondido, porque cuanto más explique al respecto más confundidos estarán. Más bien, quisiera hacerles esta pregunta: ¿qué tan cerca están ustedes del Señor? ¿Aún existe alguna distancia entre ustedes y Él? Si es así, tal vez puedan disfrutar del maná visible, pero no podrán comer del maná escondido. Si queremos participar del maná escondido, no debe haber ninguna distancia entre nosotros y el Señor. Este asunto de la distancia descubre nuestra verdadera condición. Tal vez no sepamos lo que significa el maná escondido, pero sí sabemos que tan lejos nos encontramos del Señor. ¿Dónde está usted? ¿Se encuentra en Egipto? ¿Se halla en el desierto o en las cercanías del tabernáculo? ¿Está en el atrio, en el Lugar Santo o en el Lugar Santísimo? Si son sinceros, algunos tendrían que reconocer que están en el “atrio” de la vida de iglesia. Aun en la vida de iglesia existen tres secciones: el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Inclusive en el Lugar Santísimo existen pequeñas secciones. Si usted se encuentra en el atrio o en el Lugar Santo de la vida de iglesia, todavía no puede tener ningún contacto con el maná escondido. Sólo podrá comer de los sacrificios del altar o de los panes de la proposición que están sobre la mesa, pero aún no se encuentra donde está el maná escondido.
Después que los hijos de Israel entraron en la buena tierra, ellos comieron lo que la tierra producía. En el Antiguo Testamento se nos dice claramente que todos los hijos de Israel podían participar de los productos de la buena tierra cada vez que quisieran. Sin embargo, los que se encontraban fuera de los límites de la tierra no tenían derecho a disfrutar los productos de esta tierra. Así que nuevamente vemos el factor de la distancia. Cuando los hijos de Israel se reunían a comer durante las tres fiestas anuales, ellos no comían de los productos en general, sino de la porción especial de los productos que ellos habían apartado para dicha fiesta. En cualquier otra época del año, los israelitas podían disfrutar de la porción común; pero durante las fiestas, ellos disfrutaban de la porción especial, del diezmo más excelente, debido a que estaban más cerca de Dios. Esto se debía a que se hallaban congregados cerca de la morada de Dios, donde disfrutaban de la mejor porción de los productos de la buena tierra, la cual ellos habían ofrecido a Dios (Dt. 12:17-18; 14:22-23). Después vemos que tenían que dar otro diezmo de sus productos a los sacerdotes y levitas que servían en el atrio o en el Lugar Santo, quienes estaban aun más cerca de Dios que el resto del pueblo. Por consiguiente, cuanto más cerca un israelita estuviera de Dios, mejor era su disfrute del alimento espiritual. De acuerdo con Números 18:26-28, después que los sacerdotes y levitas recibían el diezmo, debían también ofrecer el diezmo del diezmo al Señor. Luego, la porción más excelente, que se ofrecía a Dios como ofrenda elevada, era dada al sumo sacerdote que ministraba a Dios en el Lugar Santísimo. Ya que él era la persona más cercana a Dios, tenía el derecho de disfrutar de la porción más excelente de los productos de la buena tierra.
De la misma manera, si nosotros queremos ser alimentados por Dios, debemos encontrarnos dentro del ámbito en el que Dios alimenta a su pueblo. De otro modo, no podremos disfrutar de ningún alimento espiritual. Sólo si permanecemos dentro de este ámbito, tendremos el privilegio de disfrutar el alimento espiritual. No obstante, si nos quedamos cerca de los límites de esta región, sólo tendremos acceso al alimento espiritual que es común a todos. Pero si acudimos al centro de dicha región, es decir, si nos acercamos a Dios mismo, ciertamente disfrutaremos de la mejor porción de este alimento espiritual. Si yo fuera un israelita que está en la buena tierra, tendría el derecho de disfrutar de la porción común de los productos de la buena tierra. Pero si buscando a Dios acudiera al templo durante las fiestas anuales, ciertamente estaría más cerca del Señor y tendría el privilegio de disfrutar de algo mejor tres veces al año. Ésta no sería una porción común, sino una porción especial de los productos de la tierra. Luego, si yo fuera un levita que ministra en el atrio o un sacerdote que sirve en el Lugar Santo, podría disfrutar la mejor porción de los productos de la tierra cada día. Finalmente, si yo fuera un sumo sacerdote que ministra en el presencia de Dios, muy cerca de Él, tendría el derecho de disfrutar una porción mucho mejor, la porción más excelsa, de los productos de la buena tierra. Por lo tanto, la porción del alimento espiritual que nos corresponda, depende de la distancia que exista entre nosotros y el Señor.
Algunos pueden pensar que el maná escondido fue guardado sólo como un recordatorio, y no para ser comido. Ciertamente este argumento sería válido si no tuviéramos Apocalipsis 2:17, un versículo en el que el Señor promete que ese gomer de maná que se guardaba en la presencia de Dios como un recordatorio, sería dado a los vencedores. Ésta no fue una promesa hecha a los cristianos mundanos, quienes pese a que son salvos aún permanecen en Egipto, ni tampoco fue dada a aquellos que están vagando en el desierto. Más bien, fue una promesa hecha a los vencedores de la iglesia en Pérgamo. La iglesia en Pérgamo se había unido en matrimonio con el mundo. Era una iglesia que había regresado a Egipto, y había hecho la casa de Dios más mundana que la casa de los egipcios. Así que la promesa de comer del maná escondido fue dada a los vencedores que estaban en tal iglesia mundana. Esto quiere decir que si nosotros vencemos la atracción del mundo, podremos estar en la presencia de Dios y tener el privilegio de comer del maná escondido. Este maná ha permanecido escondido durante muchos siglos. Pero ahora el Señor parece decirnos: “Puesto que has aborrecido al mundo, la condición mundana, la iglesia mundana y todos los lazos entre la iglesia y el mundo, y puesto que estás tan cerca de Mí, Yo te daré a comer del maná escondido que ha estado guardado en Mi presencia”. Antes de que el Señor hiciera esta promesa a los vencedores en Apocalipsis 2:17, Él dijo: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Espero que todos nosotros tengamos oídos para oír esto.
Durante casi veinte siglos, Cristo ha sido el maná visible que desciende del cielo. Pero, conforme a Su economía, Dios ha guardado y sigue guardando una poción especial de Cristo en Su presencia, y todo aquel que permanezca alejado de Dios no tendrá derecho a participar de ella. Muchos cristianos han disfrutado a Cristo como su maná visible. Si usted estudia la historia y lee las biografías de los santos, descubrirá que muchos de ellos disfrutaron a Cristo como su maná visible. Pero la porción más excelente de Cristo ha estado guardada en la presencia de Dios y permanece ahí hasta ahora, para que puedan disfrutarla aquellos que se resisten a seguir la corriente de la iglesia cuando ésta se vuelve mundana y se casa con el mundo. A los ojos de Dios, se ha celebrado un matrimonio espiritual entre la iglesia degradada y el mundo. Aunque Cristo debe ser el único esposo de la iglesia, hoy en día la iglesia se encuentra casada con el mundo, y se ha olvidado de que Cristo es su esposo. Para aquellos queridos creyentes que están en desacuerdo con ese matrimonio y permanecen firmes en la presencia de Dios, el Señor ha prometido concederles el privilegio de comer de esta porción de Cristo que ha estado guardada en la presencia de Dios. Dicha porción es el maná escondido.
En un folleto titulado: “Ministramos al templo o ministramos a Dios”, el hermano Nee nos dice que debemos ministrar a Dios, y no a ninguna cosa aparte de Él, por buena que sea. Sin embargo, observemos la situación que predomina entre los cristianos hoy. La mayoría de ellos, en lugar de ministrar a Dios, se encuentran ministrando a otras cosas. Viajan a otros países como misioneros, predican el evangelio, ganan almas para Cristo y enseñan la Biblia. Hay muchas obras cristianas como éstas, que se realizan en nombre de Dios, pero que no son Dios mismo. Todos los que participan en tales obras tienen derecho de disfrutar a Cristo como el maná visible. Sin embargo, la porción más excelente de Cristo aún permanece oculta en la presencia de Dios, pues ha sido reservada especialmente para aquellos que sirven exclusivamente a Dios mismo.
Hoy en día nos encontramos en la misma situación de la iglesia en Pérgamo. El cristianismo se ha alejado de la presencia de Dios. No solamente la cristiandad apóstata se encuentra lejos de Dios, sino también el cristianismo fundamentalista. En el cristianismo se hacen muchas cosas para Dios, pero ninguna de ellas es Dios mismo. Por consiguiente, hay una porción especial de Cristo en la presencia de Dios, que ha sido reservada para aquellos queridos creyentes que venzan la situación de la iglesia en Pérgamo. Si queremos vencer la condición de la iglesia en Pérgamo es necesario que nos apartemos de las prácticas que promueve el cristianismo actual y que permanezcamos en la presencia de Dios, ministrándole directa y exclusivamente a Él, y a nada mas. Es aquí donde podemos disfrutar del maná escondido, la porción especial de Cristo. Es aquí donde disfrutamos algo de Cristo que ninguno que se encuentra lejos de Su presencia puede disfrutar.
Consideremos el servicio relacionado con el tabernáculo en el Antiguo Testamento. Los levitas servían en el atrio, y los sacerdotes servían tanto en el atrio como en el Lugar Santo. En el Lugar Santo ellos ponían los panes de la proposición sobre la mesa, preparaban las lámparas y quemaban el incienso. Pero cuando el sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo, prácticamente no había nada más que hacer. Aquí, en el Lugar Santísimo, el sumo sacerdote ministraba directamente en la presencia de Dios. Es aquí, en el Lugar Santísimo, donde aquel que ministra disfruta del maná escondido. ¿Qué es el maná escondido? Es aquella porción de Cristo que disfrutamos en la presencia de Dios, sin ninguna distancia que nos separe de Él.
Todos podemos testificar que en muchas ocasiones nos hemos percatado de que no estamos muy cerca del Señor. Con todo, a pesar de la distancia entre nosotros y el Señor, pudimos disfrutar algo de Él. No obstante, también pudimos percibir que nuestro disfrute del Señor no era tan rico. En otras ocasiones sentimos que estábamos más cerca del Señor y que nuestro disfrute de Él era más rico. Algunos jóvenes incluso pueden sentirse tentados a ir al cine. Si un joven va al cine, él puede, en cierto modo, seguir disfrutando a Cristo mientras está ahí. Mientras ve la película, es posible que Cristo lo incomode preguntándole: “¿Qué estás haciendo aquí? Sal inmediatamente y no regreses más”. ¿Qué clase de experiencia es ésta? Es una experiencia de Cristo como la porción más disponible del maná visible. En ocasiones, cuando dos esposos cristianos discuten entre sí, tienen la sensación de que aun mientras discuten pueden disfrutar a Cristo. Mientras un hermano argumenta con su esposa, tal vez el Señor le diga: “¡Basta ya! ¿Qué crees que estás haciendo? Lo único que haces es empeorar la situación. No sigas argumentando. Vete a tu recámara, arrodíllate y ten comunión conmigo en oración”. Esto también es disfrutar a Cristo como el maná visible. Pero en otras ocasiones, cuando no existe ninguna distancia entre nosotros y el Señor, podemos disfrutar a Cristo de la manera más íntima y secreta. Éste es el disfrute del maná escondido, es decir, el disfrute de Cristo como la porción más escondida.
Muchos de nosotros que en el pasado cooperamos en diferentes obras cristianas, fuimos iluminados y sentimos que no debíamos seguir participando en tal obra. Finalmente, renunciamos a todo ello y escogimos el camino angosto. Algunos entonces nos dijeron: “Estás cometiendo suicidio”. Sí, al abandonar nuestra obra estábamos como terminándonos. Sin embargo, al mismo tiempo, después de haber abandonado dicha obra que hacíamos por el Señor, sin permitir que la labor de salvar almas o enseñar la Biblia creara una distancia entre nosotros y el Señor, entramos de inmediato en la presencia del Señor y comenzamos a disfrutar del maná escondido. ¿Por qué no debemos participar en tantos tipos de obra? Porque toda esa obra se encuentra lejos de la presencia de Dios. Dicha obra es mundana, y es una señal de que la iglesia que se ha casado con el mundo y se ha vuelto mundana. Es por eso que después que abandonamos ese tipo de obra, aún a costa de nuestras vidas, obtuvimos acceso inmediato a la presencia del Señor. Muchos hemos tenido esta experiencia.
En 1932 empezamos a practicar la vida de iglesia en mi pueblo natal. Después de aproximadamente un año, comenzamos a afrontar oposición. Yo era muy respetado entre los cristianos y la mayoría de ellos me apreciaban mucho; pero, debido a la vida de iglesia, aun los hermanos más cercanos dejaron de saludarme cuando me veían en la calle. Me sentí confundido con tanta oposición y ataques, y comencé a pensar que yo estaba equivocado al seguir al Señor de esta manera, y me preguntaba por qué los hijos del Señor me trataban así. Sin embargo, al preguntarle al Señor al respecto, lo sentí tan cerca de mí como nunca antes. No tengo palabras para describir esto. Ahora que considero esta experiencia, me doy cuenta de que aquello fue el disfrute que tuve del maná escondido.
El maná escondido es igual al maná visible, sólo que está en una situación distinta. Cuando el maná estaba afuera, al aire libre, era el maná visible, el maná que era accesible a todo el pueblo. Pero cuando se encontraba en la presencia del Señor, oculto tras varias “capas”, vino a ser el maná escondido. En naturaleza, en propósito y en cualquier otro aspecto, el maná escondido era igual al maná visible. La diferencia no radicaba en su naturaleza o propósito, sino en el lugar donde se hallaba. El maná visible era accesible a todo el pueblo, pero el maná escondido no era tan accesible. Todos debemos preguntarnos si queremos seguir la corriente de los cristianos mundanos o si deseamos estar con Dios. Si nos dejamos arrastrar por el cristianismo mundano, tal vez disfrutemos únicamente del maná visible, del Cristo que está disponible para todos. Pero no podremos disfrutar del Cristo escondido, ya que este Cristo está siempre escondido en Dios.
Cuanto más lejos estemos de Dios, menos podremos servirle. Pero cuanto más cerca estamos de Él, más servicio le rendiremos. No obstante, una vez que entramos en la presencia de la gloria divina en el Lugar Santísimo, cesa todo servicio. Allí sólo disfrutamos de la presencia del Señor y del Cristo escondido, el maná escondido. Es allí donde tenemos comunión directa con el Señor y conocemos lo que Él anhela y desea en Su corazón. Es allí donde se infunde en nosotros Su carga, Su deseo y todo lo que Él quiere que hagamos. De esta manera llegamos a ser personas que conocen Su corazón y Su propósito. Cuando llegamos a ser tales personas, Su carga llega a ser la nuestra. ¿Por qué llegamos a tener la misma carga de Dios? Porque estamos en Su presencia. ¿Cómo sabemos que estamos en la presencia de Dios? Porque percibimos esto en lo más profundo y porque sentimos que no hay ninguna distancia entre Él y nosotros. También lo sabemos porque en lo profundo de nuestro ser estamos disfrutando al Cristo escondido como la porción más excelente de los productos de la buena tierra. Éste es el significado del maná escondido. ¡Alabado sea el Señor!