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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hebreos»
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Mensaje 64

EL CONCEPTO FUNDAMENTAL DE LA REVELACIÓN DIVINA QUE SE ENCUENTRA EN LA BIBLIA ES LA PROPAGACIÓN DE LA LEY DE VIDA EN NUESTRAS PARTES INTERNAS

  Si hemos de comprender y aprehender en detalle lo que es la ley de vida, es necesario que primeramente entendamos cuál es el concepto fundamental de la revelación divina que se encuentra en la Biblia. El concepto fundamental y central de la Biblia es que Dios se ha propuesto forjarse en nosotros a fin de hacernos Su expresión viviente. Dios desea forjarse en Sus escogidos a fin de que ellos nazcan de Él y le contengan como su vida, y lleguen a ser Su expresión. Éste es el deseo y propósito de Dios. Y la única manera en que Dios puede obtener tal expresión viviente es impartiéndose y forjándose en nosotros. Aunque este concepto fundamental podemos encontrarlo en toda la Biblia, se ha perdido casi por completo en el cristianismo fundamentalista. Este cristianismo recalca principalmente la redención. Pero la redención no es la meta, sino más bien el camino o el procedimiento para llegar a la meta. La meta es que Dios se forje en nuestro ser, de modo que nosotros nazcamos de Él y Él llegue a ser nuestra vida. Él es nuestro Padre y nosotros somos Sus hijos. Por ser hijos Suyos, todos le tenemos a Él en nuestro interior como nuestra vida. Finalmente, esta vida nos transformará y conformará a Su misma imagen, y nos hará Su expresión viviente en el universo.

  Aunque este concepto básico se ha perdido casi por completo, nosotros agradecemos a Dios porque ahora, en estos últimos días, Él nos ha revelado este asunto en Su Palabra. Por más de cuarenta años, hemos sentido la urgencia de ministrar este concepto básico al pueblo de Dios. Es por eso que falsamente nos han acusado de enseñar herejías, esto es, de predicar y enseñar algo que no concuerda con la Biblia. Nuestros opositores dicen esto porque su entendimiento de la Biblia es deficiente e inadecuado. Tener sólo un poco de conocimiento de la Biblia es peligroso, debido a que esto hace a la gente miope e incluso le imparte muerte. Alabamos al Señor porque en Su misericordia hemos podido ver la revelación básica contenida en las Escrituras. No se trata simplemente de algo relacionado con la redención, sino de algo mucho más profundo y elevado. Dios ahora se esta forjando en nosotros para que nosotros tengamos Su vida y podamos ser uno con Él, y también para que Él pueda ser uno con nosotros.

EL HIJO DE DIOS VIENE A NOSOTROS COMO VIDA

  Quisiera repetir una vez más que Dios lleva a cabo Su propósito al entrar en nosotros con el fin de que nazcamos de Él. Para que podamos nacer de Él, Dios viene a nosotros en el Hijo, Jesucristo. Jesucristo, quien es el Hijo de Dios y Dios mismo, es la imagen de Dios. Colosenses 1:15 dice que Cristo es la imagen del Dios invisible. El Hijo es la imagen, la expresión, del Padre. De manera que cuando vemos al Hijo, vemos al Padre. Cuando creímos en Él, el Hijo de Dios entró en nosotros. Esto no quiere decir que Dios nos hubiera dado algo, sino que Él mismo entró en nosotros. Debemos desechar el concepto de que cuando creímos en el Señor Jesucristo, Dios nos dio Su vida. Este entendimiento es incorrecto. Cuando creímos en el Señor Jesús, Dios no nos dio algo desde los cielos y lo depositó en nosotros. ¡No! En vez de eso, el Hijo de Dios, quien es Dios mismo, entró en nosotros como vida. De manera que Dios no nos dio Su vida, sino que Él mismo entró en nosotros como vida. ¡Que gran diferencia hay entre estos dos conceptos!

  Cuando Dios entra en nosotros, Él viene en el Hijo y como el Hijo, no como el Padre. Esto implica la participación de la Trinidad. Es por esto que nos han acusado de enseñar herejías. Pero nosotros no enseñamos herejías; más bien, hablamos la verdad de acuerdo con la palabra pura de Dios. La persona que entró en nuestro ser es Dios mismo. Pero cuando Él entra en nosotros, no lo hace como el Padre, sino como el Hijo. El Padre es la fuente, y el Hijo es la expresión de dicha fuente. La expresión y la fuente son uno.

EL HIJO PRIMOGÉNITO Y LOS MUCHOS HIJOS

  Debido a que Dios entró en nosotros como el Hijo, nosotros hemos nacido de Dios en el Hijo y se nos ha concedido la filiación. Esto significa que todos nosotros hemos llegado a ser hijos de Dios. No solamente somos pecadores que han sido salvos, sino también hijos nacidos de Dios. Esto no es nada insignificante. Antes de que Jesucristo resucitara de los muertos, Dios tenía solamente un Hijo, a quien la Biblia llama el Hijo unigénito (Jn. 3:16). Antes de Su resurrección, Cristo era el único Hijo de Dios, pero después de Su resurrección, Él dejó de ser el Hijo unigénito de Dios, ya que en la resurrección Él vino a ser el Primogénito entre muchos hermanos (Ro. 8:29).

  ¿Cuántos hijos tiene Dios? Por una parte, Juan 3:16 habla del Hijo unigénito de Dios; pero Hebreos 2:10 dice que Dios está llevando muchos hijos a la gloria, y Romanos 8:29 dice que Cristo es el Primogénito entre muchos hermanos. ¿Tiene Dios entonces dos clases de hijos? No, Él tiene una sola clase de hijos. En China, a los fukienses les gusta tener muchos hijos. Si no pueden engendrar el número de hijos que desean, compran algunos más. Un hombre, por ejemplo, puede engendrar sólo dos hijos y más adelante comprar otros diez, para tener un total de doce hijos. Sin embargo, él tendrá dos clases de hijos: los que engendró y los que compró. En lo profundo de su corazón, él sabe que sólo dos de sus hijos son hijos biológicos, hijos en realidad, mientras que los otros diez son simplemente hijos de nombre. ¿Tiene Dios dos clases de hijos, el Hijo unigénito como una clase y los muchos hijos como otra clase distinta? No, la Biblia revela que el Hijo unigénito de Dios se ha convertido en el Primogénito entre muchos hijos, lo cual demuestra que Dios sólo tiene una clase de hijos. El Primogénito es el Hijo de Dios, y los muchos hijos son también hijos de Dios. El Hijo primogénito y los muchos hijos son todos hijos de un mismo Padre (He. 2:11).

LA NECESIDAD DE QUE CRISTO SE PROPAGUE A NUESTRA MENTE, PARTE EMOTIVA Y VOLUNTAD

  Al decir que Dios tiene una sola clase de hijos, ¿estamos diciendo con esto que nosotros, los muchos hijos, somos exactamente iguales a Jesucristo? Si Dios tiene una sola clase de hijos, y nosotros somos hijos de Dios, ¿no seremos entonces iguales a Jesucristo? ¿Cómo contestar esta pregunta? ¿Es usted exactamente igual a Jesucristo, el Hijo de Dios? Jesucristo entró a nuestro espíritu (2 Ti. 4:22; 1 Co. 6:17). En lo que se refiere a nuestro espíritu, nosotros somos exactamente iguales a Cristo; pero, como seres humanos, tenemos también un alma que se compone de la mente, la parte emotiva y la voluntad. Aunque en nuestro espíritu somos iguales al Hijo de Dios, en nuestra mente, parte emotiva y voluntad, aún no los somos.

  El Hijo de Dios completo está en nosotros, y no sólo una parte de Él. La Persona completa del Hijo de Dios está en nosotros. Él no se dividió en muchos pedazos para luego depositar un pedacito de Él en cada uno de nosotros. La Persona íntegra y completa de Cristo, el Hijo de Dios, entró en nosotros. A pesar de que la Persona completa de Cristo está en nuestro espíritu, muy a menudo nuestros pensamientos no provienen del Cristo que está en nuestro espíritu, sino de nuestra mente detestable. Quizás hace algunas horas usted estuvo pensando en cierto hermano, y se dijo a sí mismo: “No me cae bien ese hermano fulano. Él debería ser expulsado y cortado”. Sin embargo, mientras se trate de un hermano, sea bueno o malo, usted no debe expresar que no le cae bien. Este pensamiento proviene de su mente detestable, y no del Cristo que está en su espíritu.

  ¿Qué podemos decir de nuestra parte emotiva? Al amar a otros, ¿ama usted con su espíritu, donde está el Hijo de Dios, o con su parte emotiva? No estoy preguntándole qué ama usted, sino de dónde se origina su amor, ¿se origina en su parte emotiva o procede del Cristo que mora en su interior? Si nosotros, al igual que Cristo, somos hijos de Dios, entonces, ¿por qué nuestra parte emotiva difiere de la Suya? Porque Cristo únicamente está en nuestro espíritu y no se ha extendido a nuestra parte emotiva, y, por tanto, nuestra parte emotiva sigue actuando independientemente de Él.

  Ahora hablemos acerca de nuestra voluntad. No importa si su voluntad es reacia o dócil, ésta sigue siendo su voluntad. Cuando usted sale de compras, debe analizar dónde se originó la decisión de salir de compras. ¿Se originó en el Cristo que mora en su espíritu, o en su voluntad natural? Hermanas, cuando ustedes deciden salir de compras, ¿cuántas veces toman su decisión en Cristo, y cuántas veces deciden esto en su propia voluntad? De diez veces que salen de compras, quizás sólo una vez hayan tomado esta decisión en Cristo, quien mora en su interior. Esto comprueba que esta actividad no es pura. Más bien, es una mezcla, que proviene principalmente de su propia voluntad. ¿Y qué puede decir con respecto a las decisiones que usted toma diariamente? ¿Cuántas veces toma usted decisiones en Cristo y no en su propia voluntad? Como un hijo de Dios que usted es, ¿dónde se originan sus decisiones, en Cristo o en su propia voluntad? No estoy hablando de si somos buenos o malos, ni de nada religioso. Más bien, estoy preguntando si sus decisiones se originan en su espíritu, donde está el Hijo de Dios, o en su propia voluntad. Si bien es cierto que somos hijos de Dios, tenemos que reconocer que casi todas nuestras decisiones las tomamos en nuestra propia voluntad, y no en Jesucristo el Hijo de Dios, quien está en nuestro espíritu. Cuando cantamos himnos en las reuniones lo hacemos de una manera, pero cuando tomamos decisiones en nuestra vida cotidiana, lo hacemos de otra manera, esto es, valiéndonos de otras fuentes que no son Cristo mismo. Por consiguiente, pese a que Cristo está en nuestro espíritu, no podemos expresar a Dios, debido a que Cristo se halla confinado en nosotros. Después de entrar en nosotros, Él ha estado encarcelado en nuestro interior, y no ha tenido libertad para extenderse desde nuestro espíritu.

LO QUE SIGNIFICA LA LEY DE VIDA

  Esto nuevamente nos lleva a la ley de vida. En el mensaje anterior hicimos notar que la ley de vida no es otra cosa que Cristo mismo. El Cristo que mora en nuestro espíritu es nuestra vida. ¿Qué es entonces la ley de vida? Es la vida en su función. Una ley es una regla constante e invariable y que siempre opera de forma automática. Cada vez que usted lance un objeto al aire, éste caerá a tierra. Ésta es la ley de la gravedad, la cual es constante e invariable y opera automáticamente.

  Cada vida posee una ley que la regula. A menudo he usado el ejemplo del árbol del durazno. Si usted tiene plantado un duraznero en su jardín, no tiene que preocuparse porque vaya a producir melones, ni necesita decir: “Me encanta la forma y el color de los duraznos. No quiero que este árbol me produzca melones. Para asegurarme de que el fruto de este árbol adquiera la forma del durazno, haré algunos moldes de durazno, luego los pondré en las ramas del árbol y le ordenaré que produzca fruto conforme a ese molde y no de otra forma”. Sería absurdo hacer algo así. Sin embargo, eso es precisamente lo que hace el cristianismo. Los ministros y maestros del cristianismo fabrican moldes, meten a la gente en ellos y le dicen que tiene que vivir de cierta manera. Eso es una tontería. Si usted le hiciera esto a un duraznero y ese árbol pudiera hablar, le diría: “Quítame esos moldes. No necesito regulaciones externas. La vida que me regula es la misma por la cual crezco y produzco frutos con forma de duraznos. Esta vida es la que le da forma al fruto”. Ésta es una ley. Cada año, el duraznero produce frutos que tienen forma de durazno. El mismo principio se aplica al manzano. La vida del manzano posee una ley que regula su desarrollo. A medida que el manzano crece, espontáneamente produce frutos que tienen la forma de una manzana. Éste es el resultado de la operación de la ley que corresponde a la vida del manzano. Esto es algo que el cristianismo ha pasado por alto.

NO NECESITAMOS ENSEÑANZAS

  Tanto en Jeremías 31:33-34 como en Hebreos 8:10-11 se nos dice que no necesitamos que nadie nos enseñe. Si usted tratara de enseñarle a un duraznero que produzca duraznos, el árbol le diría: “No hay nadie más tonto que tú. Tú no tienes que enseñarme lo que tengo que hacer. Yo no necesito de tus enseñanzas”. Desde que vine a este país, especialmente durante mis primeros dos años, adondequiera que iba les decía a las personas que no necesitaban que nadie les enseñara. Les decía: “Ustedes no necesitan enseñanzas porque en su interior tienen una vida, y ésta no requiere de enseñanzas”. Díganme, ¿quién les enseñó a respirar? ¿Acaso tomaron clases de respiración en alguna escuela y se graduaron allí? Ninguna madre enseña a sus hijos a respirar, porque esto tiene que ver con la vida. De igual modo, nadie tiene que decirle a un manzano que produzca manzanas, porque esa es la función que cumple la vida del manzano. Un manzano espontáneamente produce manzanas. Durante mis primeros dos años en este país, sentí la carga de decir a las personas que debían desechar las enseñanzas y dejar que la vida operara en ellas. Sin excepción, adondequiera que fui me rechazaron. Muchos se acercaron a mí con sus Biblias, y me dijeron: “Hermano Lee, en su mensaje usted dijo que no necesitamos de ninguna enseñanza, ¿acaso no se encuentra la palabra enseñanza en las Escrituras?”. En lugar de ponerme a discutir con ellos, simplemente les dije: “Si a ustedes les gustan las enseñanzas, quédense con ellas. A mí no me interesan las enseñanzas; lo que prefiero es la vida. Alabo al Señor porque tengo la vida y porque esta vida está creciendo en mí. Si a ustedes les gustan las enseñanzas, quédense entonces con las letras muertas”. En algunos lugares tuve incluso la osadía de decirle a la gente: “Ustedes están completamente muertos. Las enseñanzas les han impartido muerte. Debido a que están llenos hasta el tope de enseñanzas, ustedes están muertos”.

UNA SOLA LEY SE CONVIERTE EN MUCHAS LEYES

  Ya vimos que Cristo está en nosotros. Cristo es equivalente a la vida, y a esta vida le corresponde su propia ley de vida. Así que, dentro de nosotros, está Cristo, la vida y la ley de dicha vida. El Cristo que mora en nosotros es vida, y esta vida tiene una ley. En Jeremías 31:33 el Señor dice: “Daré mi ley en sus partes internas, y la escribiré en su corazón” [heb.]. Pero en Hebreos 8:10, donde se cita Jeremías 31:33, dice: “Pondré Mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré”. Observemos que la ley mencionada en Jeremías 31:33 se convierte en leyes, en Hebreos 8:10. Además, en el mismo pasaje de Hebreos se usa la palabra mente en lugar de partes internas, lo cual indica que la mente es una de nuestras partes internas. Nuestras partes internas por lo menos incluyen la mente, la parte emotiva y la voluntad. ¿A qué se deben las diferencias que hallamos en estos dos pasajes? Jeremías 31:33 y Hebreos 8:10 dicen que Dios imparte Su ley o leyes, en nuestras partes internas o en nuestra mente, y que Él escribiría Su ley o leyes en nuestro corazón. Nuestro corazón se compone de la mente, la parte emotiva, la voluntad y la conciencia. Hebreos 8:10 no dice que Dios imparte Sus leyes en nuestro corazón y que las escribe en nuestra mente. Más bien, dice que Dios imparte Sus leyes en nuestra mente y que las escribe en nuestro corazón. Eso significa que Cristo entra primero a nuestro espíritu, y que este Cristo es la ley que debe propagarse a nuestra mente. La propagación de esta ley en nuestra mente es el impartir de esta ley, es decir, es el impartir de Cristo en nuestras partes internas. Además de nuestra mente, esta ley también debe propagarse en nuestra parte emotiva y voluntad. A medida que se propaga en nuestras partes internas, esta única ley se convierte en muchas leyes. Así, cada vez que se lo permitamos, esta ley se propagará en nuestro interior. Esta ley se imparte a medida que se propaga en nosotros y, a medida que se imparte, va siendo escrita. Es así como el Señor imparte Su ley en nuestras partes internas y la escribe en nuestro corazón. A medida que el Señor continúe extendiéndose, impartiéndose y escribiéndose en nosotros, la imagen de Cristo se expresará en nuestra alma y seremos conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios.

LA MANERA DE SER TRANSFORMADOS Y CONFORMADOS A LA IMAGEN DEL HIJO PRIMOGÉNITO

  Ahora sabemos qué responder si nos preguntan si somos iguales al Hijo de Dios. Debemos decir: “El Hijo de Dios está en mi espíritu. Pero mi mente, parte emotiva y voluntad aún no han sido conformadas al Hijo de Dios. No obstante, aunque mi mente, parte emotiva y voluntad aún no hayan sido conformadas a Su imagen, agradezco a Dios porque me encuentro en el proceso de la conformación. A medida que esta ley única se propaga en mi mente, la va transformando y conformando a la imagen del Hijo de Dios. Después que Él se haya propagado en mi mente, ésta será exactamente igual a la Suya. De la misma manera, Él se extenderá a mi parte emotiva y voluntad, para que éstas sean iguales a las Suyas. Finalmente, todo mi ser será exactamente igual a Él y, de esta manera, seré la imagen de Dios”.

  Una vez que recibamos esta visión, aborreceremos las enseñanzas religiosas. No me enseñen qué debo hacer y qué no debo hacer. No me interesan esas enseñanzas. Lo único que sé es que Jesucristo es el Hijo primogénito de Dios que está en mi espíritu, y que está esperando por la oportunidad de extenderse a mi mente, parte emotiva y voluntad. Yo simplemente deseo abrir mi ser a Él una y otra vez, sin esforzarme por hacer nada. Simplemente debo abrir mi ser a Él, y decirle: “Señor Jesús, extiéndete a mi mente, parte emotiva y voluntad. Señor, haz que esta única ley se convierta en muchas leyes en mis partes internas. Deseo que te extiendas en mí hasta que poseas cada parte de mi ser. No quiero amar ni odiar, ni quiero esforzarme por hacer nada. Lo único que quiero es que te extiendas en mi ser”. De esta manera, seremos transformados y conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios. Esto es lo que Dios está haciendo en nosotros hoy en día, lo cual difiere totalmente de la religión, pues se trata de la obra que realiza la vida divina. Esta vida es Cristo mismo quien, junto con la ley de vida, opera en nosotros, nos regula, nos gobierna y se propaga en cada parte de nuestro ser interior.

  Cuánto necesitamos recibir esta visión y desechar todo concepto religioso. Yo estoy dispuesto a abandonar todas las enseñanzas y a amar únicamente al Cristo viviente que está en mí como mi vida y mi única ley, extendiéndose en mi ser. No me interesa amar ni odiar, ni tampoco me interesa hacer lo bueno y no hacer lo malo. No me interesa nada que sea religioso. Lo único que me interesa es el Cristo viviente que está en mi espíritu. ¡Alabémosle porque Él está en nuestro espíritu! Y ahora esta esperando por la oportunidad de entrar a nuestra mente, parte emotiva y voluntad, a fin de saturar nuestro ser con Su elemento, al grado en que Él mismo llegue a ser el elemento constitutivo de nuestro ser. De esta manera, Él nos hace iguales a Él. Incluso podríamos decir que Él está llegando a ser nosotros. Es así como opera la ley de vida en nosotros. Ésta es la economía de Dios y el concepto fundamental de la revelación divina hallada en la Biblia. Que el Señor tenga misericordia de nosotros, para que podamos ver esta visión.

CÓMO CRISTO SE EXTIENDE EN NOSOTROS

  ¿Cómo se extiende este Cristo en nosotros? Únicamente al comerle como el maná escondido. El maná escondido del cual nos alimentamos llegará a ser el elemento que nos hará reverdecer. A medida que este elemento reverdezca en lo más profundo de nuestro ser, reverdecerá también en nuestra mente y se manifestará por medio de ella. Es así como la ley de vida opera en nosotros con el fin de transformarnos y conformarnos a la imagen de Cristo, y hacer de todos nosotros Su expresión viviente.

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