Mensaje 8
En este mensaje consideraremos la encarnación, crucifixión, resurrección, glorificación y exaltación del Señor Jesús. Estos términos son muy significativos y tal vez ya estemos familiarizados con ellos, pero mi carga en este mensaje es mostrarles cómo el capítulo He. 2 contiene estos cinco temas. No existe ningún otro capítulo o pasaje de la Palabra que haga lo mismo. En algunos capítulos vemos la crucifixión de Cristo. En otros capítulos vemos Su resurrección, Su glorificación y Su exaltación; pero no existe otro pasaje tan breve como Hebreos 2 en el que se nos presenten al mismo tiempo la encarnación, la crucifixión, la resurrección, la glorificación y la exaltación. Estos cinco temas centrales que nos hablan de todo lo que Cristo tuvo que pasar, así como de todo lo que Él logró, se presentan en este capítulo de una manera particular, muy distinta de cómo se presentan en los Evangelios, en el libro de Hechos o en las otras Epístolas. A través de los años el Señor me ha ido mostrando todos los detalles de este capítulo. Ya vimos en el mensaje 4 cómo Hebreos 1 revela a Cristo en muchas etapas: en la eternidad pasada, en la creación, en la encarnación para la redención mediante la crucifixión, en la resurrección que imparte la vida, en la exaltación, en Su segunda venida, en el reino y en la eternidad futura. Ningún otro capítulo nos proporciona una revelación de Cristo como Hijo de Dios, desde la eternidad pasada y hasta la eternidad futura. La secuencia que notamos en este capítulo es más que maravillosa. El capítulo 2 de Hebreos se rige por el mismo principio; no existe otro capítulo que nos presente simultáneamente estos cinco aspectos relevantes de Cristo. En Hebreos 2 estos asuntos se revelan de una manera muy particular e incluso muy peculiar. Por lo tanto, es necesario que estos aspectos relevantes de nuestro Cristo dejen una profunda impresión en nosotros.
Desde mi juventud escuché a los pastores decir que Cristo se encarnó simplemente porque Dios nos amó y que Él envió a Su Hijo a esta tierra maligna para morir en la cruz por nuestros pecados para que así pudiéramos ser salvos del infierno. Esto fue todo lo que en ese entonces pude ver acerca de la encarnación de Cristo. Aunque esto es cierto, es muy superficial. Las personas más cultas y de alta condición social no aceptan muy bien esta clase de predicación. Ellos dirían que esto es muy pobre y que carece de propósito o de meta. Sólo las personas menos educadas están dispuestas a aceptar una predicación tan pobre del evangelio. Aunque el evangelio no es bajo, ha sido predicado de una manera muy baja. Yo nunca escuché a ningún predicador decir que Cristo se hizo hombre para participar de sangre y carne al igual que nosotros. Este pensamiento es mucho más elevado. El propósito de la encarnación de Cristo era que Él pudiese participar de la sangre y carne de los hijos (He. 2:14). En términos humanos, podemos decir que esto tiene un contenido muy filosófico. Este tipo de predicación elevada podrá convencer a las personas que tienen una mente filosófica. A ellos les parecerá muy profunda esta clase de predicación.
En la década de los veinte, en respuesta a las oraciones de muchos queridos misioneros, el Señor hizo una obra maravillosa en las universidades de toda China. A raíz de ello, muchos jóvenes universitarios serios fueron salvos. Yo mismo fui salvo en aquella época. Después de ser salvos, comenzamos a predicar a Cristo de una manera mucho más alta. Los jóvenes chinos de aquel tiempo conocíamos muy bien el pensamiento filosófico chino; consecuentemente, sabíamos cómo convencer a las personas. Así que predicábamos el evangelio más elevado, no según nuestros conceptos humanos sino según la “filosofía divina”. Dios es más que filosófico. ¿Qué queremos decir con la palabra filosófico? Simplemente queremos decir que nos lleva a reflexionar. Dios no es simple ni superficial ni elemental. Él es profundo; hace todo con consideración, propósito y sentido. Nuestro Dios es un Dios de propósito. ¿Quién podría ser más filosófico que Él? Así pues, como resultado de esa predicación elevada del evangelio, muchos médicos, enfermeras, catedráticos y otras personas cultas fueron conducidos al Señor.
El libro de Hebreos no es un libro superficial. Por el contrario, es un libro muy profundo y elevado; se ubica en la categoría más alta. Hebreos no nos dice que Cristo vino a salvarnos debido a nuestra condición caída y pecaminosa, sino que, en lugar de ello, nos dice que así como los hijos participan de sangre y carne, Cristo vino a participar de nuestra naturaleza. Este pensamiento es profundo y muy elevado. Un día el Hijo de Dios, nuestro Dios y Salvador, llegó a ser exactamente igual a nosotros en naturaleza. Él se hizo un ser humano al participar de nuestra sangre y carne. ¡Esto es maravilloso! No tenemos un Salvador que sea de una naturaleza distinta a la nuestra. No, nuestro Dios y Salvador se hizo exactamente igual a nosotros. Puedo dar testimonio que en China muchos intelectuales fueron convencidos solo con este hecho. Una vez que comenzaron a meditar sobre esto, les pareció algo muy lógico. Entendieron que Dios vino en carne, no para decirnos lo que debíamos hacer, sino para hacerse uno con nosotros. Él no vino en Su condición de Dios para rescatarnos, ya que esto nos habría aterrorizado. Tampoco vino como un ángel para abrazarnos, porque no lo hubiéramos podido aceptar. Así que Él vino, en realidad, como uno de nosotros, es decir, participó de nuestra naturaleza, de nuestra sangre y carne. Este pensamiento ciertamente convencerá a las personas más instruidas; les causará admiración y dirán: “Éste verdaderamente es un pensamiento muy elevado: que Dios mismo haya llegado a ser igual a nosotros en naturaleza al participar de sangre y carne”. En esto consiste la encarnación; éste es el pensamiento más profundo y ésta es la más alta “filosofía”.
No debiéramos asociar la encarnación con la Navidad. Debemos quemar todo lo relacionado con la Navidad. Si ustedes fueran a China a predicar el evangelio a las personas cultas y mencionaran la Navidad, ellos no les prestarían la menor atención. Dirían que cosas tales como árboles de Navidad, calcetines repletos de dulces y un personaje como Papá Noel son cosas demasiado superficiales e infantiles. Éste no es el evangelio que nos presenta la Palabra de Dios. Al contrario, esas son cosas paganas; son la levadura de la que el Señor Jesús nos profetizó en Mateo 13:33, que fue introducida al catolicismo por la “mujer”. Con esta clase de mensajes, ¿cómo podríamos convencer a las personas más cultas? Quizá estos mensajes resulten convincentes para niños indigentes, pero no para personas intelectuales.
El cristianismo ha predicado la gran salvación del Señor de una manera muy pobre. Por tanto, es necesario que aquellos que han experimentado esta salvación elevada vayan a predicar a las personas más cultas. De inmediato ellas serán convencidas, ya que ellas también buscan la verdad, puesto que ellas también fueron creadas por Dios. En su naturaleza tienen una búsqueda por Dios. Pero el cristianismo les ha presentado el evangelio de una manera superficial e inadecuada. La encarnación no tiene nada que ver con la Navidad. La encarnación consiste en que Dios mismo, el Dios todopoderoso, se hizo carne. Juan 1:14 dice: “El Verbo se hizo carne”. ¿Quién es el Verbo? Es Dios mismo quien creó todas las cosas. Este Verbo, quien es Dios el Creador, se hizo carne. Esto es muy significativo y profundo. ¿Por qué Él se hizo carne? Simplemente para hacerse igual a nosotros. Nosotros somos hombres de sangre y carne, y Cristo participó de lo mismo. Mediante la encarnación Él vino como hombre; Él descendió a nuestro nivel. Aunque Cristo es Dios mismo, Él descendió a nuestro nivel y participó de nuestra naturaleza. Éste es el tipo de predicación que los estudiantes universitarios necesitan oír. Ellos ciertamente prestarán atención a esta clase de mensajes. Con este evangelio uno puede captar el interés de ellos noche tras noche. Los estudiantes y en general las personas instruidas, no tienen el menor interés de escuchar una predicación pobre del evangelio. Ellos la consideran como algo muy superficial y egoísta, que carece de propósito. Por tanto, debemos hablarles del propósito de Dios, es decir, que Dios vino como hombre con el fin de establecer Su empresa, que es Cristo y la iglesia.
No les estoy hablando de una predicación que yo mismo no haya puesto a prueba. En China predicamos el evangelio de esta manera. Cuando predicábamos acerca del propósito de Dios en cuanto a Cristo y la iglesia, algunos de los catedráticos y estudiantes nos dijeron: “Tenemos que profundizar en esto. Por muchos años hemos buscado respuestas acerca del significado de la existencia del hombre, del verdadero sentido de la vida humana y del propósito por el cual fue creado el universo”. Después de esto, les dimos un mensaje acerca del propósito de Dios. Ésta es la predicación más elevada del evangelio más elevado.
Cristo participó de nuestra naturaleza al participar de sangre y carne también con el propósito de compadecerse de nosotros. Él es el Hijo primogénito de Dios, y nosotros Sus muchos hermanos. No obstante, todos somos débiles y frágiles en cuanto a la carne. Así que, Él llegó a ser un hombre en la carne, igual que nosotros. Es debido a que somos débiles y frágiles que necesitamos que Él se muestre compasivo con nosotros. Si usted quiere mostrarse compasivo con alguien, debe hacerse igual a esa persona. Si yo no me encuentro en el mismo nivel ni en la misma situación que usted, jamás podré identificarme con usted. Pero si me hago igual a usted, podré comprenderlo. Otro aspecto de Su encarnación es el hecho de poder mostrarse compasivo con nosotros. Esto nos lo indica Hebreos 2:17. El Señor debía ser en todo hecho semejante a Sus hermanos a fin de poder compadecerse de ellos.
Cuando era joven escuché muchas veces que Cristo murió en la cruz por nuestros pecados, pero nunca oí que Él hubiera gustado la muerte por todas las cosas (2:9). Cristo gustó la muerte no sólo por los seres humanos, sino también por todas las cosas, por todas las criaturas. ¿Había usted escuchado esto antes? ¿Alguna vez llegó a oír que Cristo gustó la muerte por los animales? Aunque esto pueda sonar muy duro, si consulta el texto griego de Hebreos 2:9, comprobará que la expresión todas las cosas está allí. Si Cristo no hubiese gustado la muerte por todas las cosas, ¿cómo podría Dios reconciliar consigo mismo todas las cosas? Colosenses 1:20 dice que Dios reconcilió todas las cosas consigo mismo por medio de la muerte de Cristo. El arca de Noé tipifica claramente esto, ya que en el arca no sólo había personas sino también otras criaturas. El arca no sólo salvó a las personas, sino también a las demás criaturas que se encontraban en ella. En este aspecto el arca era un cuadro, un tipo, de Cristo. El significado de esto es demasiado profundo y requeriría mucho tiempo para cubrirlo adecuadamente. Ésta es una revelación muy profunda. Debemos quedar impresionados con el hecho de que Cristo no sólo gustó la muerte por el hombre, sino también por todo. Es por eso que afirmamos que la muerte de Cristo fue una muerte todo-inclusiva.
Al morir, Cristo hizo propiciación por los pecados del pueblo de Dios (2:17). La palabra griega que aquí se traduce “propiciación” es hiláskomai, la cual significa apaciguar, reconciliar a alguien satisfaciendo las demandas de la parte ofendida, es decir, propiciar. El Señor Jesús hizo propiciación por nuestros pecados para reconciliarnos con Dios, satisfaciendo Sus justas demandas. Por tanto, Él ha apaciguado a Dios por nosotros.
Cristo murió en la cruz para gustar la muerte por nosotros y para apaciguar a Dios a nuestro favor. Al gustar Él la muerte, la muerte fue anulada (2 Ti. 1:10). Por medio de Su obra propiciatoria, Él apaciguó plenamente a Dios en beneficio nuestro. Ahora ya no estamos bajo el dominio de la muerte ni del pecado. Aunque la muerte y el pecado están presentes en el universo, debido a la muerte de Cristo, es decir, a Su crucifixión todo-inclusiva, ya no tenemos nada que ver con la muerte ni con el pecado. No preste atención a sus sentimientos; no diga que aún no siente que la muerte y el pecado hayan sido anulados. Nuestros sentimientos son una mentira. Dios es quien así lo declara. ¿Va usted a confiar en sus sentimientos o en la Palabra de Dios? Yo no hago caso a mis sentimientos, sino solamente a la Palabra de Dios. La Biblia nos dice que la muerte fue anulada y que Cristo hizo propiciación por nuestros pecados.
Además de la muerte y el pecado, tenemos otro problema: el diablo. En Su crucifixión Cristo también destruyó al diablo (2:14).
La palabra griega que en este versículo se traduce como “destruir”, también puede traducirse como “reducir a nada, dejar sin efecto, suprimir, abolir, anular, descartar”. Después que el diablo, la serpiente, sedujo al hombre y lo hizo caer, Dios prometió que la simiente de la mujer vendría para aplastar la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15). En la plenitud de los tiempos el Hijo de Dios vino y se hizo carne (Jn. 1:14; Ro. 8:3) al nacer de una virgen (Gá. 4:4), para destruir al diablo en la carne del hombre por medio de Su muerte en la carne sobre la cruz. Esto tenía como fin abolir a Satanás. ¡Aleluya, Satanás ha sido abolido y suprimido!
Quizá usted diga: “¿Cómo puede el diablo haber sido destruido cuando todavía él es tan prevaleciente?”. Es una mentira decir que el diablo todavía prevalece. La Biblia en ninguna parte nos dice esto. No debemos creer esa mentira. La Biblia afirma categóricamente que el diablo fue herido y destruido. Su cabeza ha sido aplastada. ¿Va usted a creer en sus sentimientos o en la Palabra de Dios? La Palabra de Dios nos dice que Cristo, mediante Su muerte en la cruz, ha destruido al diablo. Éste es un hecho consumado, un hecho que forma parte de la santa Palabra como el testamento que nos ha sido legado. Debemos aceptar por fe este legado, conforme a la Palabra santa.
La muerte de Cristo también nos libró de la esclavitud a la que estábamos sujetos por el temor de la muerte (2:15). Ya que por medio de Su muerte Cristo gustó la muerte por nosotros y destruyó al diablo, quien tenía el imperio de la muerte, Su muerte nos ha librado de la esclavitud a la que estábamos sujetos por el temor de la muerte. Hemos sido liberados de esta esclavitud. Debido a la crucifixión todo-inclusiva de Cristo, ya no existe la muerte, ni el pecado, ni el diablo, ni el temor de la muerte, ni la esclavitud. Por Su misericordia, el Señor ha abierto nuestros ojos y nos ha mostrado todos los aspectos que se hayan incluidos en Su muerte. Y por medio de nuestra experiencia podemos constatar que la muerte, el pecado, el diablo, el temor de la muerte y la esclavitud fueron verdaderamente eliminados en la crucifixión de Cristo.
Después de Su muerte, Cristo fue resucitado. En el aspecto de la vida, la resurrección es lo más significativo que existe, pero lamentablemente ni siquiera los cristianos genuinamente regenerados lo han entendido apropiadamente. Debido a que a las personas más instruidas no se les dio la enseñanza adecuada sobre la resurrección de Cristo, Satanás ocupó sus mentes con el pensamiento modernista de que la resurrección es algo supersticioso. En 1936 me invitaron a predicar a los estudiantes en la universidad más importante de China. Una de esas noches, en la casa de un catedrático, un estudiante muy inteligente que había crecido en un hogar cristiano me hizo una pregunta. Él me dijo que desde una perspectiva científica, le era imposible creer en la resurrección. Me dijo que para él la resurrección era una superstición y me pidió que le explicara mejor este asunto. Sentí que el Señor estaba conmigo, pues pude mostrarle que la resurrección era algo muy común en la naturaleza. La residencia del catedrático tenía muchas ventanas desde las cuales podíamos ver campos de trigo. Así que le dije: “Mire los campos. ¿Ve el trigo que crece allí? ¿No ve la resurrección en esos trigales? Después que una semilla es sembrada, la semilla muere y finalmente brota. Esa es la resurrección. Todos los días y en cualquier parte uno puede ver la resurrección. Por ejemplo, cuando una gallina empolla sus huevos, se rompe el cascarón y nace el pollito. ¿No alude esto a la muerte y a la resurrección? No piense que lo que digo procede de mi mente filosófica, porque yo no soy tan inteligente. Más bien, esto es lo que la Biblia enseña”. Cuando él me preguntó dónde se hallaba este pensamiento en la Biblia, le dije que en 1 Corintios 15 Pablo nos dice que la semilla que muere y crece de nuevo es un cuadro de la resurrección. Aquella noche ese joven estudiante fue salvo y hoy es uno de los principales colaboradores en la isla de Taiwán. Una predicación pobre y deficiente jamás habría convencido a un estudiante universitario tan serio como él.
Hebreos 2:11-12 indica que en Su resurrección Cristo engendró muchos hermanos. Por medio de Su resurrección, nosotros fuimos regenerados (1 P. 1:3). Su muerte liberó la vida divina desde Su interior, y Su resurrección impartió la vida de Dios en nosotros para que llegásemos a ser los muchos hijos de Dios y Sus muchos hermanos. Él fue el grano de trigo que cayó en tierra, murió y brotó, a fin de producir muchos granos, los cuales somos nosotros (Jn. 12:24). Él fue el único grano y nosotros ahora somos los muchos granos, Sus muchos hermanos, producidos por Él en Su resurrección. Ésta es la razón por la que inmediatamente después de resucitar Él nos llamó Sus hermanos (Jn. 20:17).
En Su resurrección, Cristo no sólo produjo a los muchos hermanos, sino que vino a ellos y les anunció el nombre del Padre (2:12). ¿Cuál es el nombre del Padre? Éste es un tema muy importante. El nombre del Padre es, simplemente, el Padre. El Padre es Su nombre.
El Padre representa la fuente de la vida y la fuente de la existencia. ¿De dónde recibió usted la vida que posee? La recibió de su padre. ¿De dónde recibió su existencia? También de su padre. El Padre es la fuente. Todos provenimos de Él. Tanto Aquel que santifica, el Primogénito, como los que son santificados, los muchos hijos, proceden del único Padre. El día de Su resurrección el Señor declaró el nombre del Padre a Sus discípulos. Fue desde ese día que Pedro comenzó a entender que tenía la naturaleza divina. Por eso en su segunda epístola él nos dice que somos “participantes de Su naturaleza divina”, y que “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” nos han sido concedidas (3, 2 P. 1:4). ¿Cómo llegamos a recibir la naturaleza divina y cómo nos fueron dadas todas las cosas que pertenecen a la vida divina? Debido a que todos nacimos del Padre. El nombre del Padre significa mucho para nosotros.
En Su resurrección, Cristo no sólo declaró el nombre del Padre a Sus hermanos, sino que también alabó al Padre en medio de la iglesia (2:11-12). Cuando el Señor declaró el nombre del Padre a Sus hermanos, Él alabó el nombre del Padre en la iglesia. Los hermanos son la iglesia. Individualmente ellos son Sus hermanos y colectivamente ellos son la iglesia que Él produjo en Su resurrección. En la noche del día de Su resurrección, Sus hermanos estaban congregados y Él vino a reunirse con ellos. Aquella fue la primera reunión de la iglesia. La primera reunión de la iglesia no se efectuó en el Día de Pentecostés. Ese día la iglesia se expandió, pero la primera reunión de la iglesia fue en la noche del día de la resurrección del Señor. En esta reunión de la iglesia el Señor no sólo declaró el nombre del Padre a Sus hermanos, sino que también alabó al Padre en medio de la iglesia.
Después de Su resurrección, Cristo fue glorificado, no sólo al manifestar Su naturaleza divina, sino también al ascender a la gloria de Dios. En Su ascensión, Cristo como el Capitán de nuestra salvación ha entrado en la gloria en la cual está Dios. Puesto que el deseo de Dios es llevar muchos hijos a la gloria (2:10), Cristo fue el primero en entrar en esta gloria en Su condición de Pionero (6:20). Aquel Jesús que en la tierra fue menospreciado por el hombre, fue glorificado por Dios en los cielos. Ahora todos debemos verlo en gloria.
Cristo no solamente entró en la gloria, sino que además fue coronado de gloria y de honra (2:9). La gloria es Su esplendor divino, y la honra es el valor inapreciable relacionado con la dignidad y el valor de Jesús, el cual está relacionado con Su posición. El hombre le puso una corona de espinas para avergonzarlo (Jn. 19:2), pero Dios lo coronó de gloria y de honra para glorificarlo. En la tierra lo vimos con una cruz y una corona de espinas, pero ahora lo vemos en el trono en los cielos coronado de gloria y de honra. Éste es el Jesús revelado en el libro de Hebreos.
La ascensión de Cristo, que vino después de Su resurrección, fue en realidad una exaltación. Desde la perspectiva terrenal fue la ascensión del hombre; pero desde la perspectiva celestial fue una exaltación efectuada por Dios.
Después de que Cristo fue coronado de gloria y de honra en Su ascensión, Dios le dio señorío sobre todas las cosas en Su exaltación (2:7). Esto es semejante a lo que Dios hizo con Adán. Adán perdió el señorío que Dios le había conferido; pero, conforme a la profecía del salmo 8, Cristo ha recobrado lo que Adán perdió. Ahora el mismo señorío le ha sido otorgado al segundo hombre. ¿Se encuentra usted en el primer hombre o en el segundo hombre? Todos debemos contestar: “Nacimos en el primer hombre, pero renacimos en el segundo hombre”. Nacimos en el primer hombre y con él lo perdimos todo; pero debido a que renacimos en el segundo hombre, volvimos a recuperarlo todo. El segundo hombre ha sido glorificado, coronado de gloria y de honra, y se le ha confiado el señorío divino que el primer hombre perdió.
En Su exaltación, Cristo fue hecho Cabeza de todas las cosas (2:8). Dios ha sujetado todo bajo Sus pies. Ahora Él espera sólo una cosa: que el astuto Satanás y todos Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies.
Así, pues, hemos visto a Jesús en los aspectos de Su encarnación, crucifixión, resurrección, glorificación y exaltación. No lo vemos de una manera pobre, según la tradición, sino en la manera alta de Hebreos 2.