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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hechos»
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Mensaje 19

La propagacion en jerusalen, judea y samaria mediante el ministerio de la compañia de pedro

(14)

  Lectura bíblica: Hch. 6:1-7

  En este mensaje estudiaremos 6:1-7. En 6:1-6 se narra el nombramiento de siete diáconos y en el versículo 7 vemos el crecimiento de la palabra de Dios y la multiplicación de los discípulos.

EL NOMBRAMIENTO DE LOS SIETE DIACONOS

Surge un problema en la vida de iglesia

  Leamos Hechos 6:1: “En aquellos días, al multiplicarse el número de los discípulos, hubo murmuración de los helenistas contra los hebreos, porque las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria.” Los helenistas eran judíos que hablaban griego y los hebreos eran judíos que hablaban hebreo. Desde el principio de la vida práctica de iglesia, hubo problemas causados por los diversos idiomas. Para solucionar estos problemas, se tomaron las medidas necesarias.

  A menudo se presentan problemas en la vida de iglesia. Estos problemas no son causados por extraños sino por los que están en la iglesia. El primer problema mencionado en Hechos fue causado por una pareja, Ananías y Safira, quienes eran ambiciosos y deshonestos. Dios resolvió este problema con Su juicio soberano. Esto demuestra que no debemos tratar de resolver ciertos problemas de la iglesia, pues el Señor en Su soberanía los puede solucionar. En el capítulo seis de Hechos, encontramos otra clase de problema: un problema de idiomas o razas. Aparentemente el problema de la iglesia en Jerusalén se debió a diferencias de idioma entre los que hablaban hebreo y los que hablaban griego, pero en realidad, fue causado por diferencias de raza.

  En Hechos 2 se nos dice que muchos judíos habían venido de su dispersión a Jerusalén para celebrar la fiesta de Pentecostés. Estos judíos, dispersos entre otras razas, paulatinamente llegaron a hablar los idiomas de ellas. Por esta razón, los que venían a Jerusalén para celebrar la fiesta de Pentecostés, no hablaban hebreo, sino su propia lengua. Por ejemplo, los helenistas hablaban griego. Esta diferencia de lenguas llegó a constituirse un problema. Sin embargo, la verdadera causa no fue el idioma sino la raza. Si todo el linaje humano perteneciera a una sola raza, entonces es probable que hubiera un solo idioma. Los distintos idiomas son el resultado de las distintas razas. En Génesis 11 vemos que la fuente de este problema fue Babel.

  Por experiencia, sabemos que los diferentes idiomas son causa de problemas en la vida de iglesia. Por ejemplo, entre los que fueron salvos por medio de nuestra predicación en la isla de Taiwán, hubo personas que hablaban distintos idiomas incluyendo el dialecto local. Debido a esto, ciertamente sufrimos problemas.

  Cuando llegamos a Estados Unidos, no llevamos a cabo una obra exclusiva para los chinos. No obstante, puesto que emigran tantos chinos a este país fue necesario empezar una obra entre ellos, la cual el Señor ha bendecido grandemente. Agradecemos al Señor porque a pesar de que entre nosotros hay tantos diferentes idiomas y razas no hemos tenido problemas por ello. Le damos gracias al Señor por Su misericordia y por todo lo que hemos aprendido en cuanto a esto en el pasado. ¡Lo alabamos porque las razas y los idiomas han dejado de ser un problema!

Siete varones llenos del Espíritu Santo

  En Hechos 6, los apóstoles enfrentaron un problema causado por diferencias de lengua y de raza. Sin embargo, ellos obraron sabiamente para solucionar el problema y brindar cuidado a todos los santos.

  Hechos 6:2 dice: “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es conveniente que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas”. Este versículo nos muestra que en la vida de iglesia debemos dar más atención a unas cosas más que a otras. Ministrar la palabra y orar son asuntos que tienen mayor prioridad que servir a las mesas.

  En los versículos 3 y 4 los apóstoles añadieron: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu y de sabiduría, a quienes encarguemos de este menester. Y nosotros perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra”. La palabra griega traducida “llenos” en el versículo 3 es pléres, una forma adjetiva de pleróo, según el uso aquí y en 6:5; 7:55; 11:24 y Lucas 4:1. Estar lleno del Espíritu es la condición que resulta de ser lleno del Espíritu de manera interna y esencial, como se menciona en 13:52. Esto se refiere a la vida, no a la obra. La palabra “sabiduría” en 6:3 indica también que estar lleno del Espíritu tiene como fin la vida, según Lucas 2:52.

  En el versículo 4, los apóstoles dijeron que perseverarían en la oración y en el ministerio de la palabra. Orar no consiste solamente en rogarle al Señor que haga cosas por Su mover, sino también en ejercitar y fortalecer nuestro espíritu. Por tanto, la oración debe preceder al ministerio de la palabra, tal como lo practicaban los apóstoles. Sin la oración, el ministerio de la palabra no puede ser vivificado ni revestido de poder.

  Los apóstoles pidieron a la multitud que escogieran de entre ellos a siete varones de buen testimonio, quienes se encargarían de esta necesidad. Leamos los versículos 5 y 6: “Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, después de orar, les impusieron las manos”. Puesto que fueron escogidos para servir a las mesas, se les puede considerar diáconos, como los que Pablo y sus colaboradores designaron más adelante en las iglesias (Ro. 16:1; Fil. 1:1; 1 Ti. 3:8).

  Según el versículo 6, los apóstoles impusieron las manos sobre los siete diáconos. En la Biblia, la imposición de manos tiene dos funciones: una para identificación como en Levítico 1:4; y la otra para impartir algo, como en 1 Timoteo 4:14.

Un modelo que debemos seguir hoy

  Pedro y los demás apóstoles delegaron el servicio de las mesas a otros discípulos, debido a que tenían la responsabilidad de ministrar la palabra. Este es un modelo que debemos seguir hoy. No debemos acaparar todas las responsabilidades, sino delegarlas a los demás hermanos. Esto representa un principio importante. Hemos aprendido mucho a través del modelo que nos presenta Hechos, y lo hemos seguido en la vida de iglesia durante más de cincuenta años.

  Permítanme darles un testimonio basado en mi experiencia en cuanto a delegar responsabilidades a los demás. Algunos piensan que soy capaz de hacer muchas cosas. Aunque es cierto que puedo hacer muchas cosas, he aprendido que es mejor delegar las responsabilidades a otros santos. Mientras estuve en Chifú, el Señor bendijo bastante la obra que hicimos allí. No obstante, cuando llegó el momento en que tuve que partir, me fue muy fácil hacerlo. No tuve necesidad de hablar con los hermanos acerca de la obra, del servicio de la iglesia ni de otras cosas, porque había aprendido a no hacer las cosas por mí mismo. Durante el tiempo que estuve allí, siempre delegué los asuntos de la iglesia y de la obra a los hermanos y hermanas, y ellos llevaron la responsabilidad. Así que cuando tuve que irme, me resultó muy sencillo hacerlo.

  Tuve una experiencia similar en la iglesia en Shanghái. Algunos creían que yo tenía a mi cargo muchos asuntos de la iglesia, pero en realidad, no era así. De hecho, cuando el hermano Nee me pidió que me fuera de la China continental, yo me fui a los dos días. Las responsabilidades de la iglesia ya habían sido entregadas a los hermanos.

  Este principio también lo hemos puesto en práctica en este país. Si ustedes consultan a los hermanos que conocen nuestra historia, ellos les dirán que no he llevado las responsabilidades de la iglesia solo. Por el contrario, he dejado las responsabilidades en manos de otros. Por esta razón, existen muchas cosas que desconozco en cuanto al servicio práctico. Si usted me preguntara al respecto, tendría que referirlo a los ancianos o a la oficina de servicios de la iglesia. Lo que deseo recalcar es que por la misericordia del Señor, hemos aprendido a delegar responsabilidades.

  Por naturaleza, todos tenemos una de dos tendencias; o nos desentendemos de toda responsabilidad, o bien, procuramos guardarnos todo en nuestro “bolsillo”. Al principio nuestro bolsillo quizás esté “vacío”, pero finalmente se llenará de las cosas que nos reservamos para nosotros mismos. Por consiguiente, quiero recalcar el hecho de que necesitamos aprender a delegar responsabilidades. Primero, podemos hacer que cierto hermano se haga responsable de cierto asunto; luego, debemos darle otra responsabilidad a otro hermano. Es primordial que aprendamos a delegar responsabilidades si deseamos que el testimonio del Señor se extienda.

  Hay quienes piensan que soy una persona muy capaz y que he llevado a cabo una gran obra en todo el mundo. Pero yo les diría: “Por favor, no piensen esto. En realidad, he hecho muy poco. Deben más bien darle el debido reconocimiento a todos los santos por su ardua labor y su fidelidad. Yo sólo he cumplido con mi parte.” Espero que todos aprendamos, así como los apóstoles en Hechos, a cumplir con nuestra parte y a delegar los demás asuntos a los demás santos.

  Debemos ver que todo lo que se relata en Hechos es un modelo que debemos seguir. Desde el comienzo de la vida de iglesia, encontramos el modelo de delegar responsabilidades. La designación de los siete diáconos, la cual llenó una necesidad específica, es un buen modelo que debemos seguir hoy en la vida de iglesia.

Dos hermanos especialmente dotados

  Entre los siete diáconos seleccionados, sólo dos, Esteban y Felipe, tenían dones especiales. Por la manera en que Esteban se expresa en el capítulo siete podemos deducir que él era un gran maestro. Su prolongado discurso nos deja ver que él conocía muy bien la Palabra de Dios. El ciertamente era apto para enseñar las Escrituras. Su enseñanza era rica, poderosa y profunda en contenido. Ciertamente, él era un excelente maestro. Felipe también tenía un don especial; él finalmente demostró ser un gran evangelista.

  Esteban y Felipe tenían dones especiales, pero cuando fueron escogidos para servir a las mesas, lo hicieron con agrado. Aquí tenemos un gran ejemplo. Los que tienen dones especiales a veces no están dispuestos a servir a las mesas. Por ejemplo, supongamos que un hermano es un excelente maestro y lo escogen para servir como diácono. Quizá no se sienta feliz y diga: “¿No se da usted cuenta de que soy un maestro de la Palabra? ¿Por qué me pide servir como diácono?” Otro hermano que tenga el don de predicar el evangelio dirá: “Usted debe percatarse de que soy evangelista, de que tengo el don de predicar el evangelio. Usted me está menospreciando al pedirme que sirva a las mesas”. El ejemplo que nos dan Esteban y Felipe nos enseña que por muy especial que sea nuestro don, si somos escogidos para servir a las mesas, o aun si nos encargan la limpieza de los baños, debemos hacerlo con agrado. Según el modelo de Hechos 6, Esteban y Felipe no murmuraron cuando les pidieron servir a las mesas. Esteban no dijo: “Soy un gran maestro, ¿cómo me pueden pedir que sirva como diácono?” Asimismo Felipe no dijo: “Soy un evangelista extraordinario. ¿Por qué me piden que sirva a las mesas?” En lugar de murmurar, Esteban y Felipe desempeñaron una buena labor al servir a las mesas.

  En la vida de iglesia, estamos bajo la gracia del Señor y también bajo Su soberanía. Por lo tanto, debemos aceptar la soberanía del Señor y no murmurar del entorno en que El nos haya puesto. Si hacemos esto y seguimos el modelo de Hechos 6, llevaremos una agradable vida de iglesia.

  Esteban sirvió a las mesas y finalmente también llegó a ser un gran maestro de la Palabra. Esto indica que lo que seamos en el Señor no permanecerá escondido, sino que tarde o temprano se manifestará. Esteban era un maestro capaz, pero fue escogido para servir a las mesas. No obstante, el libro de Hechos hace poca mención de su servicio a las mesas, mientras que sí incluye sus enseñanzas. Como mencionamos, el capítulo siete presenta un relato extenso de lo que él enseñó. El ejemplo de Esteban indica que el don que tengamos no se perderá, sino que finalmente se manifestará. Tarde o temprano el Espíritu Santo usará nuestro don, así como también usó la habilidad que tenía Esteban para enseñar.

No designan ningún líder

  En la designación de los siete diáconos, hallamos un hecho muy llamativo y sobresaliente: entre ellos no se designó ningún líder. Esto indica que no consideraron necesario ningún rango ni posición. Todos los servidores son siervos de los santos. Este en un buen modelo a seguir y del cual necesitamos aprender para evitar caer en un liderazgo de rangos y posición.

EL CRECIMIENTO DE LA PALABRA Y LA MULTIPLICACION DE LOS DISCIPULOS

  Hechos 6:7 dice: “Y crecía la palabra de Dios, y se multiplicaba grandemente el número de los discípulos en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”. La palabra “crecía” se refiere al crecimiento en vida, lo cual indica que la palabra de Dios es vida y crece como una semilla sembrada en el corazón del hombre (Mr. 4:14).

  El versículo 7 declara que muchos sacerdotes obedecían a la fe. Esta fe es la fe objetiva, la cual se refiere a lo que los creyentes creen tocante a Cristo. Toda la revelación del Nuevo Testamento con respecto a Cristo y Su obra redentora constituye la fe de la economía neotestamentaria de Dios (Ro. 16:26). Por lo tanto, esta fe, la cual es el contenido del evangelio completo de acuerdo con la economía neotestamentaria de Dios, es objetiva. La fe objetiva se menciona también en 1 Timoteo 1:19; 2:7; 3:9; 4:1, 6; 5:8; 6:10, 12, 21; 2 Timoteo 2:18; 3:8; 4:7 y Tito 1:13.

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