Mensaje 28
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Lectura bíblica: Hch. 9:31-43
En este mensaje, abordaremos 9:31-43.
En Hechos 9:31 dice: “Entonces la iglesia tenía paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada; y se multiplicaba andando en el temor del Señor y con el consuelo del Espíritu Santo”. Este versículo habla de Judea, Galilea y Samaria, que eran provincias del imperio romano. Judea se hallaba en la parte sur de la tierra judía, Galilea se encontraba al norte, y Samaria se hallaba entre estas dos, ocupando la posición central. Existían iglesias en estas tres provincias. Puesto que en esos tiempos la iglesia sólo se había extendido a las provincias de Judea, Galilea y Samaria, y dado que la palabra toda abarca todos los lugares donde existía la iglesia, la palabra iglesia en singular se usa en el sentido universal, aunque sin duda había varias iglesias locales en las respectivas ciudades de estas tres provincias. Visto desde esta perspectiva, podríamos hablar de iglesias, en forma plural.
Según el versículo 31, la iglesia en toda Judea, Samaria y Galilea, tenía paz. La iglesia tenía paz interiormente a pesar de las persecuciones externas.
La iglesia tenía paz en medio de las persecuciones y era edificada. La edificación se llevó a cabo después del establecimiento de la iglesia.
También vemos que las iglesias andaban en el temor del Señor. Pese a las persecuciones, la iglesia no temía a los hombres. Antes bien, la iglesia andaba en el temor del Señor, lo cual indica que temía ofenderlo al permitir ser reprimida o subyugada, y que también temía ofenderlo en otras cosas.
Hechos 9:31 también nos enseña que la iglesia andaba en el consuelo del Espíritu Santo. Esto indica que la iglesia sufría aflicción por las persecuciones, en medio de las cuales temía al Señor y disfrutaba del consuelo del Espíritu Santo.
Los judíos consideraban a Judea como la mejor provincia. Menospreciaban a Galilea y consideraban a Samaria como una región llena de mezclas. Por tanto, los judíos de Jerusalén menospreciaban a Galilea y rechazaban a Samaria, pero en 9:31, vemos que las iglesias en estas tres provincias eran consideradas como una sola. Este versículo habla de “la iglesia por toda Judea, Galilea y Samaria”. Es posible que el Espíritu inspirara a Lucas para que escribiera de una manera particular e indicara que pese al desprecio y el rechazo que tenían los judíos de Jerusalén por Galilea y Samaria, se habían levantado iglesias en esas regiones y debían ser consideradas como una sola iglesia. En el sentido local, había iglesias, pero en el sentido universal, todas estas iglesias son la iglesia. Por consiguiente, en este versículo tenemos una revelación fundamental con respecto a la unidad de la iglesia en el aspecto universal.
Algunos lectores de Hechos piensan que en el capítulo nueve, cuando Saulo de Tarso fue probado por el Señor, Pedro había desaparecido del escenario. No obstante, en 9:32-43, se describe la propagación del ministerio de Pedro de Jerusalén a Lida. Leamos Hechos 9:32: “Aconteció que Pedro, yendo por todas partes, vino también a los santos que habitaban en Lida”. Lida era una ciudad ubicada a unos dieciocho kilómetros al sudeste de Jope, llamado Lod en el Antiguo Testamento (1 Cr. 8:12; Esd. 2:33). Durante su estancia en Lida, Pedro sanó a “uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico” (v. 33). Pedro le dijo: “Eneas, Jesucristo te sana, levántate y haz tu cama”. Eneas se levantó en seguida, y “le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor” (vs. 34-35).
En Hechos 9:36-43, tenemos la sanidad, o la vivificación, de Dorcas en Jope. Leamos el versículo 36: “Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía”. “Dorcas” es el equivalente griego de la palabra aramea “Tabita”, la cual significa gacela. Cuando los discípulos oyeron que Pedro estaba en Lida, una ciudad cercana a Jope, “le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros” (v. 38). Pedro bajó a Jope y sanó a Dorcas. Sería más exacto decir que Dorcas fue vivificada.
Algunos consideran la resucitación de Dorcas un caso de resurrección. Dorcas quizás había muerto el día anterior de la llegada de Pedro a Jope. Luego leemos que Pedro oró y “volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó” (v. 40). Aparentemente esto fue un caso de resurrección; sin embargo, la palabra “resurrección” es una expresión muy crucial y no debería usar- se en este caso. Por tanto, en lugar de decir que Dorcas fue resucitada, prefiero decir que ella fue sanada o vivificada por Pedro.
En 9:32-42, vemos a Pedro ejerciendo su ministerio fuera de Jerusalén y aun más allá de Judea, en una región muy relacionada con los gentiles, pues no lejos de Jope se encontraba Cesarea, que era un centro del gobierno romano. Esto significa que Pedro había salido de Jerusalén, la capital judía, a Cesarea, en donde residía uno de los gobernadores romanos. El hecho de que Jope se encontrara cerca de Cesarea sirvió para que Pedro abriera la puerta del reino a los gentiles. Como veremos más adelante, su estancia en Jope lo preparó para ir a la casa de Cornelio, en donde usaría la segunda llave dada por el Señor y con ella abrir la puerta del reino a los gentiles.
Tanto en el caso de Saulo como en el de Cornelio, el Señor obró a través de visiones. Fue en visión que el Señor se apareció a Ananías: “Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y el respondió: Heme aquí, Señor” (9:10). Antes de esto, Saulo de Tarso había tenido una visión del Señor, en la cual el Señor se le aparecía y le hablaba. Más adelante Saulo tuvo otra visión, en la cual vio que Ananías le imponía las manos. Así que el Señor le dijo a Ananías: “[Saulo] ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que reciba la vista” (9:12). Por tanto, hubo visiones en el caso de Saulo y de Ananías. Esto nos muestra cómo sirvieron las visiones para llevar adelante la obra del Señor.
En el caso de Cornelio, el Señor obró también por medio de visiones. Primero Cornelio “vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio” (10:3). Al día siguiente, Pedro recibió otra visión mientras estaba orando en la azotea de una casa (10:9-10, 17). Por tanto, en el caso de Cornelio encontramos dos visiones más: la visión que tuvo Cornelio y la que recibió Pedro.
Vimos que los casos de Saulo y de Cornelio involucraron visiones. Saulo recibió una visión; luego Ananías tuvo otra. Asimismo, Cornelio recibió una visión y después Pedro tuvo otra. Entre estos dos casos, en los que se mencionan visiones, se relatan dos milagros, los cuales fueron realizados por Pedro. El primero fue la sanidad de Eneas, y el segundo, la vivificación de Dorcas. En nuestro estudio del libro de Hechos, debemos juntar diferentes pasajes como éstos y luego considerar lo que describen. No debemos estudiar el capítulo nueve de una manera aislada, sino más bien, tratar de encontrar la relación que éste tiene con el capítulo anterior y con el siguiente.
El capítulo uno de Hechos es un capítulo especial, el cual se relaciona con la preparación que tuvieron los discípulos. Luego, en el capítulo dos, vemos el inicio de la propagación. Los capítulos del dos al cinco constituyen una sola sección. Estos cuatro capítulos giran en torno a la obra de propagación por el ministerio de Pedro. En el capítulo dos, vemos el primer mensaje de Pedro, el cual dio el día de Pentecostés; y en el capítulo tres, tenemos el milagro del hombre cojo. Pedro usó este milagro como base para dar otro mensaje, el cual se narra en los capítulos tres y cuatro. Este mensaje se relaciona con lo que se produjo en el capítulo cinco. Por lo tanto, estos cuatro capítulos conforman una sección relacionada con la propagación que efectuó el ministerio de Pedro.
Hechos 6 empieza con la designación de siete servidores. Entre estos siete hombres se encontraba Esteban, el cual era un maestro de la Palabra. En el capítulo siete, tenemos el relato de la enseñanza que dio Esteban. El capítulo ocho nos presenta la obra de predicación que efectuó Felipe el evangelista, quien también era uno de los siete servidores.
Esteban fue perseguido y finalmente murió apedreado. Un joven llamado Saulo participó en esta persecución. El caso de Esteban incitó a los líderes judíos a perseguir a los seguidores de Jesús. Leamos lo que 8:1 declara al respecto: “En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén”. Después leemos: “Saulo asolaba la iglesia” (8:3). Esto indica que Saulo era uno de los principales líderes de la persecución que se desató en contra de los seguidores de Jesús. Mientras este perseguidor iba camino a Damasco, fue salvo. Además de ser salvo, él llegó a ser un predicador prevaleciente como lo relata 9:20-30.
La conversión de Saulo y el hecho de que llegara a ser un predicador prevaleciente no determina el fin del ministerio de Pedro. Inmediatamente después del relato de la predicación de Saulo, Pedro vuelve al escenario. No obstante, el escenario ya no se encuentra en Judea, sino en un lugar cerca de Cesarea. Como dijimos anteriormente, este lugar le sirvió de puente a Pedro, pues le permitió ir al mundo gentil y abrirle la puerta de entrada al reino de Dios.
Los lectores del libro de Hechos quizás tengan dificultad para dividir este libro en secciones. En nuestro estudio de Hechos, podemos considerar los capítulos del seis al once como una sección. En esta sección de Hechos, vemos que el ministerio de Saulo, en su fase inicial, está intercalado con el ministerio de Pedro. Pese a que estos dos ministerios se encuentran juntos, el ministerio de Pedro es el que más sobresale en estos capítulos.
Como veremos más adelante, el ministerio de Saulo se introdujo gradualmente. Pedro fue a Jope, lugar que le sirvió de puente para alcanzar a los gentiles de Cesarea. Todo esto fue una preparación para que los gentiles fuesen ganados y que Saulo, el futuro apóstol de los gentiles, empezara su ministerio entre ellos. En los capítulos del seis al once, Pedro, a pesar de poseer el ministerio principal, empieza a desaparecer del escenario, en tanto que Saulo comienza a aparecer. La primera vez que se menciona Saulo es al final del capítulo siete, donde leemos que los testigos del apedreamiento de Esteban “pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo” (7:58). Esto indica que cuando Pablo entró al escenario era un perseguidor. Luego, en el capítulo nueve, vemos que este perseguidor se convirtió en un predicador prevaleciente y que empezó su ministerio al final de dicho capítulo. Como lo veremos, su ministerio para el mundo gentil empezó de manera clara y prevaleciente en el capítulo trece. Para aquel tiempo Pedro desaparece, y Pablo asume el papel principal.
En estos capítulos, vemos que el Señor fue soberano para propagarse a Sí mismo en Su pueblo elegido. El Señor tardó un poco más de tres años y medio para preparar a Pedro. Luego el Señor dedicó otro período de tiempo para preparar a Saulo. Al leer Hechos, debemos darnos cuenta que entre el final del capítulo nueve y el inicio del capítulo trece hay un intervalo. En este intervalo, Saulo recibió mucho del Señor. No obstante, las Escrituras no mencionan lo que sucedió. Sólo sabemos que Pablo estuvo un tiempo en Arabia (Gá. 1:17). Sin embargo, creemos que durante este tiempo, Pablo recibió mucho más del Señor. Por esta razón, vemos que su predicación fue mucho más rica en el capítulo trece que en el capítulo nueve. Su manera de predicar en el capítulo nueve de Hechos era sencilla y breve. Según este capítulo, él puso énfasis en que Jesús era el Hijo de Dios y el Cristo, lo cual recalcaba la Persona y la obra de Cristo, pero en los capítulos del trece al veintiocho, su predicación abarcó muchos otros aspectos.
Al estudiar Hechos, vemos que el Señor ejerció Su soberanía para preparar a un vaso escogido como lo era Saulo de Tarso. El Señor convirtió a este principal perseguidor en una persona que llegó a ser una gran bendición para los creyentes.