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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hechos»
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Mensaje 30

La propagacion en jerusalen, judea y samaria mediante el ministerio de la compañia de pedro

(22)

  Lectura bíblica: Hch. 10:34-48

  En este mensaje, consideraremos tres asuntos: el mensaje que Pedro le presentó a los que estaban reunidos en casa de Cornelio (Hch. 10:34-43); el descenso del Espíritu Santo sobre la casa de Cornelio, a saber, el bautismo de los creyentes gentiles en el Espíritu Santo (Hch. 10:44-46); y el bautismo en agua de los que estaban reunidos en la casa de Cornelio (Hch. 10:47-48).

EL MENSAJE DE PEDRO

El Señor de todos

  En Hechos 10:34-36 dice: “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación le es acepto el que le teme y hace justicia. La palabra que Dios envió a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo (El es Señor de todos)”. Primero Pedro declara que Dios no hace acepción de personas. Luego continúa diciendo que en toda nación los que temen a Dios y hacen justicia, le son aceptos. No obstante es necesario aclarar que los que temen a Dios y hacen justicia aún forman parte de la humanidad caída. Dios los acepta basándose en la redención de Cristo. Aparte de Cristo, ningún hombre caído es justificado por sus obras (Ro. 3:20; Gá. 2:16).

  En Hechos 10:36, Pedro declara que Jesucristo es el Señor de todos. Algunos lectores de Hechos interpretan la palabra “todos” en este versículo como todas las personas y todas las cosas. Sin embargo, para ser exactos, debemos ver que esta palabra denota únicamente personas, y no cosas. Por tanto, esta palabra se refiere a todos los hombres (1 Ti. 2:4), es decir, no solamente a los judíos sino también a los gentiles. Las palabras de Pedro indican que él ya sabía que Dios hizo a Cristo Señor de los judíos como también de los gentiles. Con El no existe acepción de personas.

El vivir y el ministerio del Señor Jesús

  En su mensaje, Pedro habló también de la vida y ministerio terrenal del Señor Jesús. El dijo a los que estaban en la casa de Cornelio que ellos conocían “la palabra que Dios envió a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo ... la palabra que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que proclamó Juan: Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con El” (vs. 36-38). El término griego traducido “palabra” en el versículo 37 es réma. En estos versículos, Pedro declara que el Señor Jesús cumplió milagros para liberar y rescatar a los que se encontraban bajo la opresión del diablo.

La resurrección de Cristo

  En los versículos del 39 al 41, Pedro habla de la resurrección de Cristo: “Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con El después que resucitó de los muertos”. La palabra griega traducida “manifestase” en el versículo 40 significa literalmente “hacerse visible”. En el versículo 40 Pedro declara que Dios levantó a éste, pero en el versículo 41 dice que el Señor resucitó de los muertos. En cuanto al Señor como hombre, el Nuevo Testamento declara que Dios lo levantó de los muertos (Ro. 8:11), pero considerándolo como Dios, nos dice que El mismo resucitó (Ro. 14:9).

El Juez de vivos y muertos

  En Hechos 10:42, Pedro continúa: “Y nos mandó que proclamásemos al pueblo, y testificásemos solemnemente que El es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos”. Cristo fue designado Juez de toda la humanidad. El juzgará a los vivos y a los muertos. Cuando el Cristo resucitado venga antes del milenio, juzgará a los vivos en Su trono de gloria (Mt. 25:31-46). Esto está relacionado con Su segunda venida (2 Ti. 4:1). Después del milenio, juzgará a los muertos, en el gran trono blanco (Ap. 20:11-15).

El perdón de los pecados

  En 10:43 Pedro añade: “De El dan testimonio todos los profetas, de que por Su nombre, todos los que en El creen recibirán perdón de pecados”. Esto prueba que Cornelio, aunque temía a Dios y hacía justicia, y aunque sus oraciones y limosnas habían sido aceptadas por Dios, necesitaba que sus pecados fueran perdonados al creer en Cristo el Redentor. Pese a que él era un hombre devoto, no podía decir que no había pecado, en otras palabras, él seguía siendo una persona pecaminosa y, por tanto, necesitaba la redención y el perdón de sus pecados.

EL ESPIRITU SANTO DESCIENDE SOBRE LA CASA DE CORNELIO: LOS CREYENTES GENTILES SON BAUTIZADOS EN EL ESPIRITU SANTO

  Leamos Hechos 10:44: “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían la palabra”. En este versículo, oír la palabra incluye el creer en el Señor (v. 43; Jn. 5:24; Ro. 10:14; Ef. 1:13).

El Espíritu todo-inclusivo

  Mientras Pedro hablaba, el Espíritu todo-inclusivo cayó sobre los que estaban en la casa de Cornelio. Indudablemente, este Espíritu es el Espíritu todo-inclusivo. Después de que el Espíritu todo-inclusivo cayera sobre los que estaban en la casa de Cornelio, ellos empezaron a hablar en lenguas y a magnificar a Dios (v. 46). Magnificar a Dios significa alabarle. Cuando Pedro y los que lo acompañaban vieron lo que había sucedido, sabían que no se podía prohibir el bautismo en agua a los que estaban en la casa de Cornelio (v. 47).

  El Espíritu Santo cayó sobre los que oyeron la palabra ese día, de manera exterior y económica. En la casa de Cornelio, el Espíritu Santo entró en los creyentes en el aspecto esencial de vida y al mismo tiempo cayó sobre ellos en el aspecto económico para impartir poder, cuando creyeron en el Señor. Sin embargo, en el versículo 44 solamente se menciona el hecho de que el Espíritu cayó sobre ellos en el aspecto económico porque esto dio por resultado que hablaron en lenguas y magnificaron a Dios, un suceso que otros pudieron constar; mientras que el Espíritu entró de manera silenciosa e invisible. Ellos recibieron ambos aspectos del Espíritu Santo directamente de Cristo, la Cabeza del Cuerpo, sin que hubiese ningún intermediario, antes de que otros miembros del Cuerpo de Cristo los bautizaran en agua. Esto indica claramente que la propagación del evangelio del reino de Dios a los gentiles provino del Señor, y que la Cabeza del Cuerpo bautizó a los creyentes gentiles directamente en Su Cuerpo, sin que ningún miembro de éste les impusiera las manos. Esto contrasta con el caso de los creyentes samaritanos y el de Saulo de Tarso (8:17; 9:17).

El don del Espíritu Santo

  Hechos 10:45 dice: “Y los creyentes de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo”. Aquí el don del Espíritu Santo se refiere al Espíritu Santo mismo y no a algo del Espíritu Santo dado a los creyentes como un don. Ellos no recibieron ningún don distribuido por el Espíritu, como lo menciona Romanos 12:6; 1 Corintios 12:4; y 1 Pedro 4:10. Por el contrario, recibieron el don que es el Espíritu Santo mismo, que Dios da a los creyentes en Cristo como el don único que produce todos los dones mencionados en Romanos 12, 1 Corintios 12 y 1 Pedro 4.

  Hechos 10:45 habla del derramamiento del Espíritu Santo. Este don fue vertido por Dios y provino del Cristo todo-inclusivo, resucitado y ascendido. El derramamiento del Espíritu después de la ascensión de Cristo fue en realidad el descenso del Cristo resucitado y ascendido como Espíritu todo-inclusivo que lleva a cabo Su ministerio celestial en la tierra para edificar Su iglesia (Mt. 16:18) como Su Cuerpo (Ef. 1:23), con miras a la economía neotestamentaria de Dios.

Hablan en lenguas y magnifican a Dios

  Leamos Hechos 10:46: “Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios”. Hablar en lenguas no fue el único resultado de recibir al Espíritu Santo económicamente, porque en este caso el magnificar, es decir, el alabar a Dios, fue un resultado, como también lo fue el profetizar en el caso de los doce creyentes de Efeso (19:6). Por tanto, el hablar en lenguas no constituye la única evidencia de recibir al Espíritu Santo en el aspecto económico, tampoco es una evidencia necesaria, porque hay por lo menos un caso en el cual se recibe al Espíritu económicamente, el de los creyentes samaritanos (8:15-17), donde no se menciona el hablar en lenguas. Tampoco en el caso de Saulo de Tarso (9:17) se hace mención del hablar en lenguas, aunque más tarde, en 1 Corintios 14:18, él nos dijo que sí hablaba en lenguas.

El bautismo en el Espíritu Santo

  Los creyentes gentiles que estaban en la casa de Cornelio recibieron al Espíritu Santo en el aspecto económico directamente de la Cabeza ascendida, al igual que los primeros apóstoles y los creyentes judíos lo recibieron en el día de Pentecostés (2:4). Sólo estos dos ejemplos del Nuevo Testamento son considerados como el bautismo en el Espíritu Santo (1:5; 11:15-16). Mediante estos dos pasos, la Cabeza del Cuerpo bautizó a todos Sus creyentes, tanto judíos como gentiles, una vez y para siempre en un solo Cuerpo (1 Co. 12:13). Por tanto, el bautismo en el Espíritu fue un hecho ya cumplido que el Cristo ascendido llevó a cabo el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio. Ninguno de los demás casos —los creyentes samaritanos en el capítulo ocho, Saulo de Tarso en el capítulo nueve, y los doce creyentes efesios en el capítulo diecinueve— es considerado el bautismo en el Espíritu Santo conforme a la revelación del Nuevo Testamento. Estos casos sólo fueron experiencias que los creyentes tuvieron del bautismo efectuado una vez y para siempre en el Espíritu Santo.

  En este libro se mencionan sólo cinco casos relacionados con el hecho de que los creyentes recibieran al Espíritu Santo en el aspecto económico, es decir, con el hecho de que el Espíritu Santo cayera sobre ellos. Dos de ellos tienen como fin la realización del bautismo en el Espíritu Santo. Estos son los casos que ocurrieron el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio. Los otros tres —el caso de los creyentes samaritanos, el de Saulo de Tarso y el de los doce creyentes de Efeso— son considerados extraordinarios, dado que fue necesario que algunos miembros del Cuerpo de Cristo, mediante la imposición de manos, los identificaran con el Cuerpo. Aparte de estos cinco casos, en muchas conversiones, no se hace mención de que los creyentes recibieran al Espíritu Santo en el aspecto económico, de que el Espíritu Santo cayera sobre los creyentes, como por ejemplo en los tres mil (2:41), los cinco mil (4:4), el eunuco etíope (8:36, 38-39a), la multitud de Antioquía que creyó (11:20-21, 24), los diversos casos de los capítulos trece y catorce bajo el ministerio de la predicación de Pablo, a saber, Lida en Filipos (16:14-15), el carcelero de Filipos (16:33), los creyentes de Tesalónica (17:4), los creyentes de Berea (17:10-12), los creyentes de Atenas (17:34), el principal de la sinagoga y muchos otros creyentes de Corinto (18:8), y los creyentes de Efeso (19:18-19). No se habla de que recibieran al Espíritu Santo en el aspecto económico, debido a que en todos esos casos los creyentes fueron introducidos en el Cuerpo de Cristo de una manera normal al creer y no había necesidad de que algún miembro del Cuerpo de Cristo los ayudara a identificarse con el Cuerpo mediante la imposición de manos. Conforme al principio de la economía neotestamentaria de Dios, todos debieron haber recibido al Espíritu Santo en el aspecto esencial de vida y en el aspecto económico de poder de una manera normal al creer en Cristo.

LOS CREYENTES DE LA CASA DE CORNELIO SON BAUTIZADOS EN AGUA

  En el versículo 47, Pedro contestó: “¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido al Espíritu Santo también como nosotros?”.

  En el siguiente versículo Pedro manda a los que estaban en la casa de Cornelio a bautizarse “en el nombre de Jesucristo”. Esto indica que debemos prestar atención al bautismo en agua, el cual representa la identificación de los creyentes con la muerte y resurrección de Cristo (Ro. 6:3-5; Col. 2:12), así como al bautismo en el Espíritu. El bautismo en el Espíritu representa la realidad de la unión que los creyentes tienen con Cristo en vida esencialmente y en poder económicamente, mientras que el bautismo en agua es la afirmación de los creyentes acerca de la realidad del Espíritu. Ambos son necesarios y el uno no puede reemplazar al otro. Todos los que creen en Cristo deben poseer ambos aspectos.

  Cornelio y su casa fueron bautizados en el nombre de Jesucristo. Ser bautizados en el nombre de Jesucristo significa ser bautizados en la esfera del nombre de Jesucristo, la cual encierra la realidad del bautismo.

  En el versículo 48, el “nombre” denota la persona. Por consiguiente, ser bautizados en el nombre de Jesucristo equivale a ser bautizados en la Persona de Cristo (Ro. 6:3; Gá. 3:27) para tener una unión orgánica con El por medio de la fe.

LA CABEZA BAUTIZA AL CUERPO EN EL ESPIRITU SANTO UNA VEZ Y PARA SIEMPRE

  En este mensaje hemos abarcado muchos asuntos, pero el punto esencial que debemos ver es que la Cabeza del Cuerpo bautizó Su Cuerpo en el Espíritu todo-inclusivo, quien es El mismo. Ya mencionamos que el día de Pentecostés, Cristo, la Cabeza del Cuerpo, bautizó a los creyentes judíos en el Espíritu. Esta fue la primera etapa, el primer paso mediante el cual Cristo bautizó al Cuerpo en el Espíritu. Luego en la casa de Cornelio, El como Cabeza del Cuerpo, bautizó a todos los creyentes gentiles en el Espíritu. Esta constituyó la segunda etapa, el segundo paso. Mediante estos dos pasos, Cristo, la Cabeza del Cuerpo, bautizó a todo Su Cuerpo en el Espíritu.

  Por más de cincuenta años, hemos estudiado el tema del bautismo en el Espíritu Santo. En 1933, el hermano Nee y yo tuvimos una conversación profunda al respecto. Llegamos a ver que entre los cinco casos que menciona Hechos en los que el Espíritu Santo cayó sobre los santos, sólo dos pueden considerarse como el bautismo en el Espíritu. Como ya vimos, el primer caso es el de los creyentes judíos el día de Pentecostés, y el segundo es el de los creyentes gentiles en la casa de Cornelio. Mediante estos dos casos se efectuó el bautismo en el Espíritu Santo. Los otros tres casos en los que el Espíritu Santo descendió sobre los creyentes —el caso de los creyentes samaritanos, el de Saulo de Tarso y el de los creyentes efesios— no fueron el bautismo en el Espíritu Santo. Además, hubo muchísimos casos de conversiones en Hechos, en los que no se menciona que el Espíritu Santo cayó sobre los creyentes en el aspecto económico. Espero que todos veamos que en Hechos sólo hay dos casos que pueden llamarse el bautismo en el Espíritu Santo y que mediante ellos, Cristo, la Cabeza del Cuerpo, bautizó a Su Cuerpo en el Espíritu Santo una vez y para siempre.

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