Mensaje 31
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Lectura bíblica: Hch. 1:5, 8; 2:1-4; 10:44-48; 11:15-16
En este mensaje vamos a considerar un asunto que nos ayudará a entender la economía de Dios presentada en el Nuevo Testamento. Veremos que ciertos asuntos contenidos en la economía de Dios, en especial, el bautismo en el Espíritu Santo, se han cumplido una vez y para siempre.
El Dios Triuno tuvo que pasar por la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión para que se llevaran a cabo los pasos que exigían la justicia, la santidad y la gloria de Dios. Además de estos cuatro pasos, se mencionan el soplo del Espíritu Santo en los discípulos (Jn. 20:22) y el derramamiento del Espíritu sobre ellos.
La encarnación, la crucifixión, la resurrección, el soplo del Espíritu en los discípulos, la ascensión y el derramamiento del Espíritu sobre los discípulos, son hechos eternos. No son hechos temporales, es decir, no están limitados por el elemento del tiempo. Considere por ejemplo la crucifixión. Nosotros entendemos que Cristo fue crucificado hace diecinueve siglos, pero Apocalipsis 13:8 habla del “Cordero que fue inmolado desde la fundación del mundo”. Esto indica que para Dios, Cristo fue inmolado desde la fundación del mundo, desde el tiempo en que el mundo fue creado. Cristo fue crucificado desde el momento en que el mundo material vino a existencia, puesto que Su redención debe abarcar todo este universo. Hebreos 9:12 confirma que Cristo ha cumplido una redención eterna. Su redención no es temporal, sino eterna.
Tracemos un círculo que represente la eternidad y en cierta parte del círculo dibujemos una cruz que represente la crucifixión de Cristo. Tomando la cruz como punto de referencia, ¿dónde ubicaría usted a los santos del Antiguo Testamento, tales como Abraham y Moisés, y dónde colocaría a todos los creyentes en Cristo a través de los siglos? Resultaría difícil determinar en este diagrama quién se halla antes o después de la cruz. Lo que queremos recalcar es que la crucifixión es eterna y que ella llena todas las necesidades que han surgido desde el comienzo de este universo, desde la fundación del mundo. Desde que todas las cosas llegaron a existir, se ha necesitado la muerte de Cristo. Por tanto, a los ojos de Dios, la muerte de Cristo empezó desde la fundación del mundo. Por esta razón, Apocalipsis 13:8 declara que el Cordero fue inmolado desde la fundación del mundo.
Debemos leer cuidadosamente las Escrituras cuando dice que el Cordero fue inmolado desde la fundación del mundo. Por una parte, Cristo fue inmolado desde la fundación del mundo; por otra, Dios ya lo conocía desde antes de la fundación del mundo. Respecto a esto 1 Pedro 1:20 declara: “Ya conocido desde antes de la fundación del mundo”. Esto indica que ya Cristo había sido dispuesto, preparado, por Dios para ser el Cordero redentor a favor de Sus escogidos desde antes de la fundación del mundo según Su presciencia. Esto significa que Cristo fue conocido y preparado en la eternidad, pero que Su muerte se efectuó desde la fundación del mundo, es decir, en la esfera del tiempo. Aunque Su muerte se llevó a cabo en el tiempo, Su redención, no obstante, es eterna. Debido a que la muerte de Cristo cumplió algo eterno, se le llama en Hebreos 9:12 eterna redención. Antes de la crucifixión tenemos la encarnación y después de la crucifixión siguen la resurrección, el soplo del Espíritu en los discípulos, la ascensión y el derramamiento del Espíritu. Todos estos pasos se cumplieron en el tiempo pero sin el elemento del tiempo. Por lo cual, son eternas. (Véanse los dos diagramas en las páginas siguientes).
Puesto que la crucifixión de Cristo es eterna; Pablo pudo decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado” (Gá. 2:20). Tal como Pablo, nosotros también podemos declarar que fuimos juntamente crucificados con Cristo. Esto significa que este hecho sucedió mucho antes de nuestro nacimiento. ¿Cuándo fuimos crucificados con Cristo? Fuimos crucificados con El desde la fundación del mundo. Por tanto, fuimos crucificados antes de nacer.
Puesto que Cristo fue crucificado desde la fundación del mundo, el pecador arrepentido no necesita pedirle al Señor Jesús que muera por él. De ser así, entonces el Señor necesitaría morir continuamente. El fue crucificado una vez y para siempre; El murió una sola vez.
Este mismo principio se aplica a la encarnación, a la resurrección, a la ascensión de Cristo, al soplo del Espíritu en Sus discípulos y al derramamiento del Espíritu sobre Sus discípulos. Cuando alguien cree en el Señor Jesús, no es necesario que El nuevamente sople el Espíritu en ese creyente y derrame el Espíritu sobre él. Por el contrario, el soplo del Espíritu en los creyentes se efectuó una vez y para siempre en Juan 20. Del mismo modo, Cristo, la Cabeza del Cuerpo, bautizó en dos etapas a todos Sus creyentes, los miembros del Cuerpo, en el Espíritu una vez y para siempre. El primer paso tuvo lugar el día de Pentecostés, cuando los creyentes judíos fueron bautizados en el Espíritu Santo, y el segundo, ocurrió en la casa de Cornelio, cuando los creyentes gentiles fueron bautizados en el Espíritu Santo.
Supongamos que estamos por bautizar a un nuevo converso. Al bautizarlo, debemos saber que el aliento del Espíritu esencial y el derramamiento del Espíritu económico se efectuaron una vez y para siempre. Por tanto, no debemos decirle: “En el momento en que usted creyó en el Señor Jesús, recibió al Espíritu esencial. Más adelante, el Espíritu económico descenderá sobre usted”. No debemos considerar al Espíritu esencial y al Espíritu económico de esta manera.
Tomemos el ejemplo de preparar y comer un emparedado para ilustrar cómo se aplican a nosotros hoy la encarnación, crucifixión, resurrección, aliento del Espíritu esencial, ascensión y derramamiento del Espíritu económico. Al preparar un emparedado, tomamos dos pedazos de pan. Luego, esparcimos la mayonesa sobre el pan y después le ponemos pavo, queso, tomate y lechuga. La preparación se lleva a cabo paso por paso, pero cuando nos lo comemos, no ingerimos primero el pan, luego el pavo y después los demás ingredientes. Por el contrario, nos comemos todos los ingredientes al mismo tiempo. Asimismo, los seis asuntos de la encarnación, la crucifixión, la resurrección de Cristo, el soplo del Espíritu, la ascensión y el derramamiento del Espíritu se aplican todos a nosotros al mismo tiempo. A pesar de que se cumplieron paso a paso, se aplican simultáneamente a nosotros. Basándonos en este ejemplo nuevamente, suponga que la encarnación es el pan, que la crucifixión es el pavo, y que la resurrección, el soplo del Espíritu, la ascensión y el derramamiento del Espíritu son los demás ingredientes. Cuando comemos este “emparedado” todo-inclusivo, no “ingerimos” primeramente el “pan” de la encarnación y luego el “pavo” de la crucifixión. Más bien, ingerimos todo el emparedado al mismo tiempo, sin considerar cuál ingrediente va primero ni cual va después.
Hemos presentado en muchos mensajes lo que el Dios Triuno ha cumplido. El Dios Triuno se hizo carne en el Hijo. Esta fue la encarnación. La encarnación se llevó a cabo una vez y para siempre, y no es necesario que se repita de nuevo. Asimismo, Cristo fue crucificado y murió una vez. Además, El resucitó, se impartió como Espíritu vivificante en Sus discípulos, ascendió y se derramó como Espíritu todo-inclusivo una vez. Cristo cumplió todo esto una vez y para siempre. Ahora el nombre del Señor incluye todos estos elementos. Por lo tanto, cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, recibimos todos estos elementos.
No necesitamos analizar lo que recibimos cuando invocamos el nombre del Señor Jesús. No debemos preguntarnos: “¿He recibido al Espíritu esencial? ¿Ha descendido sobre mí el Espíritu económico? Quizá el Espíritu esencial esté en mí, pero me pregunto si tengo también al Espíritu económico. Tal vez el Espíritu económico me deje, aunque el Espíritu esencial quede conmigo. Si el Espíritu económico me deja, ¿cuando volverá?” No es saludable que analicemos estos asuntos de esta manera.
Para evitar ser confundidos con un análisis innecesario, debemos ver la revelación divina contenida en el Nuevo Testamento. La Biblia nos presenta la encarnación, la crucifixión, la resurrección, el aliento del Espíritu esencial, la ascensión y el derramamiento del Espíritu económico como hechos cumplidos. El Antiguo Testamento contiene tipos, figuras y sombras, mas no nos muestra los hechos cumplidos. Por otra parte, el Nuevo Testamento nos enseña que en menos de treinta y cuatro años, se cumplieron seis hechos eternos. Como ya hemos dicho de forma enfática, estos seis asuntos eternos, los cuales han sido ya cumplidos, son la encarnación, la crucifixión, la resurrección, el soplo del Espíritu vivificante, la ascensión y el derramamiento del Espíritu todo-inclusivo. Por esto cada vez que un pecador se arrepiente, cree en el Señor Jesús y es bautizado en agua, la cual representa al Dios Triuno, a Cristo y la muerte de Cristo, él lo recibe todo. Esto significa que él participa de la encarnación, de la crucifixión, de la resurrección de Cristo, del soplo del Espíritu Santo, de la ascensión y del derramamiento del Espíritu. Si un nuevo creyente percibe esto, estará lleno de alabanzas al Señor.
Es posible que los creyentes intenten analizar su experiencia del Espíritu Santo debido a la influencia que ejerce su trasfondo religioso o a las diferentes enseñanzas que prevalecen entre ciertos cristianos de hoy. No debemos entrar en razonamientos en cuanto a cuál ha sido nuestra experiencia, ni seguir enseñanzas inexactas sobre el bautismo en el Espíritu Santo. En lugar de esto, debemos alabar al Señor por todo lo que hemos recibido.
Suponga que alguien le pregunta si usted ya recibió al Espíritu Santo. Esta pregunta en realidad se aplicaría a un caso extraordinario, como el de los doce creyentes en el capítulo diecinueve de Hechos. Los otros dos casos extraordinarios que Hechos nos presenta son el de los creyentes samaritanos y el de Saulo de Tarso. Sin embargo, hoy en día no existe ningún caso extraordinario. Por tanto, si alguien le pregunta si ya recibió al Espíritu Santo, usted debe contestar con denuedo: “¡Sí, yo ya recibí al Espíritu Santo!” Al contestar de esta manera, debemos entender que en realidad recibimos al Espíritu Santo hace más de diecinueve siglos y que ahora, día a día, lo estamos disfrutando por la fe.
El Nuevo Testamento nos presenta un cuadro de hechos cumplidos. Ahora estos hechos constituyen legados en el testamento. En este testamento, la encarnación, la crucifixión, la resurrección de Cristo, el soplo del Espíritu en nosotros, la ascensión y el derramamiento del Espíritu sobre nosotros, son legados para nosotros. Por supuesto, Cristo mismo y el Dios Triuno forman parte de los legados de ese testamento, y ahora todos ellos se han convertido en nuestra herencia. Por tanto, debemos apropiarnos de ellos simplemente por la fe y disfrutarlos. Cada vez que sintamos necesidad del aspecto esencial o económico del Espíritu, debemos decir: “¡Amén! En el testamento que recibí tengo al Espíritu esencial y al Espíritu económico. Todo lo que yo necesito me ha sido legado”.
El relato del Lucas en el libro de Hechos acerca del bautismo en el Espíritu Santo es claro y está completo. Este tema se encuentra en distintas partes de los veintiocho capítulos de Hechos. Debido a esto, debemos estudiarlo muy cuidadosamente.
Aunque Hechos nos presenta muchos casos de conversiones, sólo dos son llamados el bautismo en el Espíritu Santo. Como ya vimos, el primer caso es el de los creyentes judíos el día de Pentecostés, y el segundo es el de la casa de Cornelio. La Cabeza desde los cielos usó estos dos casos para llevar a cabo el bautismo de Su Cuerpo en el Espíritu Santo.
El Señor Jesús, refiriéndose al bautismo en el Espíritu Santo dijo en 1:5: “Porque Juan bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. Este bautismo se cumplió en dos partes. En la primera, todos los creyentes judíos fueron bautizados en el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Más adelante, todos los creyentes gentiles fueron bautizados en la casa de Cornelio (10:44-47; 11:15-17). Mediante estos dos pasos todos los creyentes genuinos en Cristo fueron bautizados en el Espíritu Santo en un solo Cuerpo una vez y para siempre universalmente (1 Co. 12:13). Por tanto, lo que sucedió el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio fue el cumplimiento de Hechos 1:5.
Las palabras de Pedro en Hechos 11 demuestran que lo sucedido en la casa de Cornelio constituyó el segundo paso de este bautismo. Pedro declaró: “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo” (vs. 15-16). Por tanto, el relato de Hechos indica claramente que sólo estos dos casos pueden considerarse como el bautismo en el Espíritu Santo. En ambos casos, Cristo, la Cabeza, hizo algo directamente para Su Cuerpo, sin ningún intermediario.
Cuando leemos el libro de Hechos, vemos que Lucas menciona tres casos extraordinarios de algunos que recibieron al Espíritu Santo económicamente. El primer caso fue el de los creyentes samaritanos. Los creyentes judíos, consideraban extraños a los creyentes samaritanos. Su trasfondo judío les impedía reconocer a los creyentes samaritanos. Por lo tanto, dado que este caso era extraordinario, la Cabeza tuvo que hacer algo para indicar y confirmar que había aceptado a los creyentes samaritanos como miembros de Su Cuerpo. Esta fue la razón por la cual Cristo, la Cabeza, retuvo al Espíritu económico hasta que los apóstoles Pedro y Juan fueran de Jerusalén a Samaria para imponer sus manos sobre los creyentes samaritanos y éstos recibiesen al Espíritu Santo (8:14-17). De este modo, el Espíritu económico descendió sobre ellos, lo cual fue una evidencia de que los creyentes samaritanos habían sido aceptados como miembros del Cuerpo. Dado que éste era un caso extraordinario, se necesitó la imposición de manos por parte de un miembro del Cuerpo de Cristo.
El segundo caso extraordinario fue Saulo de Tarso, quien había sido uno de los principales perseguidores de los seguidores de Jesús. Aunque ya hemos estudiado algunos detalles de este caso, queremos mencionar nuevamente que nadie habría creído que Saulo era miembro del Cuerpo de Cristo porque él había sido un perseguidor y había sido salvo directamente por el Señor sin ningún intermediario. Por tanto, fue necesario que otro miembro del Cuerpo le impusiera las manos a fin de que el Espíritu económico descendiera sobre él. Puesto que el caso de Saulo era extraordinario, exigía que un miembro representante del Cuerpo le impusiera las manos.
El último de los tres casos extraordinarios mencionados en Hechos es el de los creyentes de Efeso (19:1-7). En este caso puede notarse la necesidad que había de compensar la deficiencia del ministerio de Apolos. Su ministerio carecía de una revelación completa de la economía neotestamentaria de Dios. Estos creyentes habían oído solamente la predicación inadecuada de Apolos y conocían únicamente el bautismo de Juan; por consiguiente, ellos necesitaban que un miembro del Cuerpo les impusiera las manos a fin de que recibieran al Espíritu económico. Estos tres casos extraordinarios que menciona el libro de Hechos revelan una necesidad especial, a saber, la imposición de manos por parte de un miembro del Cuerpo.
En el libro de Hechos, aparte de estos cinco casos de conversiones —el de los creyentes en el día de Pentecostés, los samaritanos, Saulo de Tarso, la casa de Cornelio y los creyentes en Efeso—, existen muchos otros. Sin embargo, en ninguno de ellos se menciona la imposición de manos para recibir al Espíritu económico. Esto se debe sencillamente a que todos estos casos son normales. No obstante, ciertas enseñanzas pentecostales de hoy pretenden hacer que todos los casos sean extraordinarios. Nosotros no somos como los samaritanos, ni como Saulo de Tarso, ni como los creyentes efesios; no somos casos extraordinarios que exijan la imposición de manos. Por el contrario, de una manera normal y por la fe podemos participar del bautismo en el Espíritu Santo, el cual la Cabeza del Cuerpo efectuó una vez y para siempre.