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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hechos»
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Mensaje 33

La propagacion en jerusalen, judea y samaria mediante el ministerio de la compañia de pedro

(25)

  Lectura bíblica: Hch. 11:19-30

  En este mensaje abarcaremos 11:19-30. En esta sección de Hechos vemos la propagación del evangelio a Fenicia, Chipre y Antioquía por medio de los discípulos que habían sido esparcidos (Hch. 11:19-26) y la comunicación entre la iglesia en Antioquía y las iglesias de Judea (Hch. 11:27-30). Primero estudiaremos estos versículos en forma general. Luego prestaremos especial atención a la manera en que el Señor preparó a Saulo.

LA PROPAGACION DEL EVANGELIO A FENICIA, CHIPRE Y ANTIOQUIA POR MEDIO DE LOS DISCIPULOS QUE HABIAN SIDO ESPARCIDOS

Se cumple la palabra del Señor

  Leamos Hechos 11:19: “Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la tribulación que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin hablar a nadie la palabra, sino sólo a los judíos”. Por la soberanía del Señor, los creyentes que habían sido esparcidos de Jerusalén a otras localidades a causa de la persecución (8:4), propagaron el evangelio cumpliendo así lo dicho por el Señor en 1:8.

  Conforme a 11:19, los que llegaron a Fenicia, Chipre y Antioquía hablaron la palabra únicamente a los judíos. Esto demuestra cuán estrictos eran los judíos en la observancia de sus tradiciones. Ellos no se acercaban a los gentiles (10:28). Esta condición continuó aún después de que Pedro le predicara a Cornelio, un italiano. Indudablemente, esto restringió el mover del Señor en la propagación de Su evangelio conforme a la economía neotestamentaria de Dios.

Un paso adicional del mover del Señor

  Leamos Hechos 11:20: “Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando llegaron a Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús”. Ciertamente los hombres de Chipre y de Cirene eran creyentes judíos de la dispersión (véase 1 P. 1:1). Cuando hablaron a los griegos, se dio un paso adicional en el mover del Señor al extender Su evangelio a los gentiles después de lo sucedido en la casa de Cornelio en el capítulo diez y antes de que empezara el ministerio de Pablo a los gentiles, lo cual ocurrió en el capítulo trece. Veamos Hechos 11:21: “Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor”.

Un representante con autoridad

  Hechos 11:22 nos muestra que “llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía”.

  La palabra griega traducida “enviaron” literalmente denota la idea de ser enviado (en una misión) como representante autorizado. Bernabé fue enviado desde Jerusalén para visitar a los creyentes de otros lugares con autoridad por los apóstoles, y no por la iglesia, porque los apóstoles estaban en Jerusalén.

  Saulo fue salvo directamente por el Señor sin que nadie le predicara (9:3-6), y fue identificado con el Cuerpo de Cristo por medio de Ananías, un miembro del Cuerpo de Cristo (9:10-19). Sin embargo, fue introducido a la comunión práctica con los discípulos de Jerusalén mediante Bernabé (9:26-28). Luego Bernabé fue enviado de Jerusalén a Antioquía para alentar a los creyentes, y fue a Tarso para traer a Saulo a Antioquía (11:25-26). Esto constituyó un gran paso, pues inició a Saulo en el mover del Señor de propagar el evangelio de Su reino al mundo gentil (13:1-3).

Ve la gracia de Dios

  Hechos 11:23 nos muestra que cuando Bernabé llegó a Antioquía “y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen unidos al Señor”. Ya mencionamos en otra ocasión que la gracia es Dios en el Hijo como nuestro disfrute. Esta gracia es el Cristo resucitado quien se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para, en resurrección, introducir en nosotros al Dios procesado, a fin de que sea nuestra vida y suministro de vida para que nosotros vivamos en resurrección. Por tanto, la gracia es el Dios Triuno que llega a ser nuestra vida y nuestro todo. La gracia vista por Bernabé indudablemente consistía en que los creyentes recibieran y disfrutaran al Dios Triuno y lo expresaran en su salvación, su cambio de vida y su santo modo de vivir y en los dones que ejercitaban en sus reuniones, todo lo cual podía ser visto por otros.

Llenos del Espíritu Santo

  Leamos Hechos 11:24: “Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor”. La palabra griega traducida “lleno” es pléres, una forma adjetiva de pleróo conforme al uso en este versículo y en 6:3, 5; 7:55 y Lucas 4:1. Estar lleno del Espíritu es la condición que resulta de ser lleno del Espíritu de manera interna y esencial, como se menciona en Hechos 13:52.

Los discípulos son llamados cristianos

  Leamos Hechos 11:25 y 26: “Después fue a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año en la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”. La palabra griega traducida “cristianos” es cristianós, una palabra derivada del latín. La terminación ianós, denota un partidario de alguien, y se usaba con respecto a los esclavos que pertenecían a las grandes familias del Imperio Romano. A los que adoraban al emperador, al César o kaisar, se les llamaba kaisarianos, que significa partidario del kaisar, una persona que pertenece a kaisar. Cuando las personas creyeron en Cristo y vinieron a ser seguidores Suyos, algunos en el imperio consideraron que Cristo era rival de su kaisar. Entonces en Antioquía, empezaron a usar, como vituperio, el sobrenombre christianoi (cristianos), es decir, partidarios de Cristo, refiriéndose a Sus seguidores. El hecho de que a los discípulos en Antioquía les fuera dado tal sobrenombre, un término de reproche, indica que deben de haber llevado un firme testimonio a favor del Señor, un testimonio que los hacía distintos y especiales a los ojos de los incrédulos.

  Hoy en día la palabra cristiano debe llevar un significado positivo, es decir, un hombre de Cristo, una persona que es uno con Cristo; no solamente alguien que pertenece a El, sino que tiene Su vida y Su naturaleza en una unión orgánica con El, que vive por El y hasta lo vive a El en su vida cotidiana. Como lo declara 1 Pedro 4:16, si sufrimos por ser esta clase de persona, no debemos sentir vergüenza. Por el contrario, debemos ser valientes y magnificar a Cristo en nuestro testimonio por medio de nuestra manera santa y excelente de vivir y glorificar a Dios en este nombre.

LA COMUNICACION ENTRE LA IGLESIA EN ANTIOQUIA Y LAS IGLESIAS EN JUDEA

  En 11:27-30, se describe la comunicación que había entre la iglesia en Antioquía y las iglesias en Judea. Leamos Hechos 11:27: “En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía”. En el Nuevo Testamento, los profetas son personas que hablan por Dios y le proclaman por la revelación de Dios y quienes a veces predicen por inspiración.

  Hechos 11:28 nos revela que uno de estos profetas “llamado Agabo, indicó por el Espíritu, que vendría una gran hambre por toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio”. Claudio era un césar del Imperio Romano. En el cuarto año de su reinado, cerca del año 44 d. de C., hubo hambre en Judea y las regiones cercanas.

  Leamos Hechos 11:29 y 30: “Entonces los discípulos, cada uno según había prosperado, determinaron enviar bienes para ministrar a los hermanos que habitaban en Judea; y lo hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo”. El versículo 30 indica que en los primeros días de la iglesia las finanzas estaban bajo la administración de los ancianos. Según 1 Timoteo 3:3 un anciano no debe ser amador del dinero. El dinero es una prueba para todos los hombres. Un anciano debe ser puro en los asuntos relacionados con el dinero, y con mayor razón sabiendo que los fondos de la iglesia están bajo la administración de los ancianos.

  En Hechos 11:30, vemos que los bienes de la iglesia en Antioquía fueron enviados a los ancianos en Jerusalén por mano de Bernabé y de Saulo. De esta manera Saulo fue introducido por medio de Bernabé en el servicio entre las iglesias.

EL SEÑOR CONTINUA PREPARANDO A SAULO

  Dios fue soberano al preparar a Saulo, quien llegaría a ser otro vaso que llevaría a cabo Su economía neotestamentaria al mundo gentil. Dios sabía que necesitaba prepararlo.

  La preparación de Saulo de Tarso empezó en el capítulo seis de Hechos. Si leemos este libro detenidamente, vemos que los capítulos del dos al seis forman una sección que presenta el ministerio de Pedro para la propagación de Cristo. Luego en el capítulo seis, empieza la preparación de otro vaso. En Hechos 6, vemos la elección de siete hombres llenos del Espíritu Santo, en medio de los cuales se encontraba Esteban, cuyo martirio introdujo a Saulo en la escena.

Producido por medio de Jerusalén

  Como un nuevo vaso, Saulo fue producido por medio de Jerusalén. Esto significa que él no era un vaso extraño producido aparte de Jerusalén.

El martirio de Esteban

  El martirio de Esteban fue el primer paso que Dios dio para producir a Pablo por medio de Jerusalén. Cuando Esteban fue martirizado, Saulo escuchó una parte del evangelio. Quizás haya oído a Esteban decir: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios” (7:56). Ciertamente, Saulo oyó a Esteban “mientras él invocaba al Señor y decía: ¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!” (7:59). Saulo oyó también a Esteban clamar a gran voz: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (7:60). Saulo había rechazado a Esteban y aprobaba su muerte, pero él debe de haber considerado las palabras de Esteban.

  Saulo era una persona muy inteligente y sensata; él había recibido una educación muy elevada. Ciertamente él debe de haber pensado en las palabras pronunciadas por Estaban mientras éste sufría la persecución y el martirio. Por medio de Estaban, Saulo oyó la predicación del evangelio. Por tanto, Saulo aparece por primera vez en el relato de la persecución y del martirio de este creyente fiel.

El Señor le predica a Saulo

  Después del martirio de Esteban, hubo una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén (8:1), y Saulo asolaba la iglesia (8:3). Conforme a 9:1 y 2, “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén”. Mientras Saulo se acercaba a Damasco, el Señor vino y lo disciplinó. Al disciplinarlo, el Señor le predicó a Saulo. Si comparamos lo que el Señor le predicó a Saulo con las palabras que Esteban pronunció al ser martirizado, nos daremos cuenta de que Saulo ciertamente fue producido por medio de Jerusalén.

Confirmado por Ananías

  Después de salvar a Saulo, el Señor usó a Ananías para confirmarlo e iniciarlo en la identificación con el Cuerpo de Cristo por la imposición de las manos (9:17). El Señor no mandó a Pedro ni a Juan a Damasco para llevar esto a cabo. En lugar de esto, El usó a Ananías, quien probablemente era un creyente de Jerusalén que había emigrado a Damasco. Esto también demuestra que Saulo llegó a ser un vaso del Señor a través de Jerusalén.

Traído a la comunión del Cuerpo por medio de Bernabé

  En Damasco, Saulo proclamó con denuedo que Jesús es el Hijo de Dios y el Cristo (9:20, 22). La predicación de Saulo fue tan prevaleciente que en poco tiempo tuvo discípulos (9:25). No obstante, el Señor en Su soberanía no permitió que Saulo permaneciera en Damasco. Así vemos que Pablo tuvo que escapar de los judíos que habían resuelto en consejo matarle (9:23), e irse a Jerusalén (v. 26). La razón por la cual él fue a Jerusalén, era porque ésta era la fuente que lo había producido. No obstante, los santos le tenían miedo, pues no creían que su conversión fuera genuina. “Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado con denuedo en el nombre de Jesús” (9:27). En ese momento Bernabé, el hijo de consolación, trajo a Saulo a la comunión del Cuerpo. Ananías identificó a Saulo con el Cuerpo, pero en realidad fue Bernabé quien lo introdujo a la comunión del Cuerpo.

  Después de considerar todos estos puntos, podemos ver que Saulo fue un vaso producido por Jerusalén. El no fue producido aparte de Jerusalén. El estaba relacionado con Jerusalén, pero el entorno no le permitió permanecer allí. Puesto que algunos intentaban matarlo, los hermanos “le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso” (9:30).

Antioquía y Jerusalén

  En 10:1—11:18, Lucas relata la propagación del evangelio a los gentiles por medio de Pedro. En 11:19 el relato continúa, y vemos que los santos esparcidos por la tribulación que se produjo después de la muerte de Esteban fueron a Fenicia, Chipre y Antioquía. Por tanto, vemos que la emigración partió de Jerusalén y llegó hasta Antioquía, donde se llegó a formar una iglesia. Por tanto, la iglesia en Antioquía fue producida a través de Jerusalén. Debemos tomar esto en cuenta al leer el relato de Hechos.

  Cuando “llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén”, enviaron a Bernabé a Antioquía (11:22). Bernabé fue enviado a visitar las iglesias en otras partes.

  En 11:19 vemos que los santos esparcidos hablaban la palabra únicamente a los judíos, pero cuando algunos santos llegaron a Antioquía, anunciaron el evangelio también a los griegos (v. 20). Esto nos ayuda a ver que la intención del Señor consistía en propagarse hacia los gentiles.

  El relato que Lucas presenta, no solamente muestra la tendencia de la propagación del Señor hacia los gentiles, sino que revela también la manera en que Saulo fue producido como un vaso que llevaría el ministerio de Dios al mundo gentil. Saulo fue producido a través de Jerusalén. El no fue el resultado de algo nuevo aparte de Jerusalén. La emigración de Jerusalén llegó hasta Antioquía, y una iglesia fue establecida en esa ciudad. Más adelante Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía como un representante autorizado. Cuando él vio la gracia del Señor, se regocijó. El se alegró de ver la condición maravillosa de la iglesia en Antioquía. No obstante, también percibió una necesidad específica: la necesidad del ministerio. Los santos esparcidos habían ido a Antioquía para establecer una iglesia, pero entre ellos hacía falta el ministerio. Fue debido a esto que Bernabé “fue a Tarso para buscar a Saulo” (11:25). Cuando Bernabé halló a Saulo, le trajo a Antioquía, y “se congregaron allí todo un año en la iglesia, y enseñaron a mucha gente” (v. 26). Esto formó parte del inicio del ministerio de Saulo.

  Durante el tiempo de gran hambre, los santos de Jerusalén y Judea padecieron necesidades. Así que se les envió ayuda material de parte de la iglesia en Antioquía por intermedio de Bernabé y Saulo (11:29-30). Como ya dijimos, esto indica que por medio de Bernabé, Saulo fue introducido al servicio de las iglesias. El Señor introdujo a Saulo paso a paso. Indudablemente, él fue bien recibido en Jerusalén. Después de cumplir su cometido, Bernabé y Saulo volvieron a Antioquía.

Guardan la unidad del Cuerpo

  Cuando Bernabé y Saulo volvieron a Antioquía, Saulo estaba plenamente preparado como vaso. El era un fruto de Jerusalén, pues fue por medio de ella que Dios lo preparó. Ya hemos recalcado el hecho de que Saulo no fue el producto de un nuevo inicio aparte de Jerusalén. La razón por la que insistimos tanto en este asunto es porque ésta fue la manera soberana en la que el Señor guardó la unidad del Cuerpo.

Una sola corriente

  En el folleto titulado La corriente divina, mencionamos que en el libro de Hechos existe una sola corriente. Esta corriente empezó en Jerusalén y fluyó a través de Samaria hasta Antioquía. De Antioquía, se tornó a Asia Menor y luego fluyó a Europa. El Señor no tenía dos corrientes, una originada en Jerusalén, por medio de Pedro, y otra iniciada en el mundo gentil con Saulo. No, el Señor tenía una sola corriente, la cual se inició en Jerusalén.

  El Señor sabía que se necesitaba un vaso especial, un nuevo vaso. Pedro no reunía los requisitos para ser este vaso, ni tampoco podía reemplazarlo. El Señor obró sabiamente en Su soberanía para relacionar debidamente a Saulo, Su vaso escogido, con la iglesia en Jerusalén. Reiteramos que Saulo en realidad fue producido a través de Jerusalén.

El ministerio de Pedro y el ministerio de Saulo

  En los primeros capítulos de Hechos, vemos que el Señor usó mucho a Pedro. Aunque Pedro era bueno, la iglesia católica romana está equivocada al exaltarlo de la manera en que lo hace. En el capítulo seis de Hechos, no se habla nada de Pedro, tampoco se le menciona en el capítulo siete. En el capítulo ocho, Pedro y Juan descendieron a Samaria para confirmar a los creyentes como parte del Cuerpo. Luego, en el capítulo nueve, Saulo, un vaso escogido, es levantado. Ya vimos que en este capítulo, Saulo, poco tiempo después de ser salvo, tenía discípulos; sin embargo, el Nuevo Testamento no dice que Pedro tuviera discípulos.

  Conforme al relato de Hechos 9, Saulo llegó a destacarse en Damasco, pero el Señor en Su soberanía, llevó a este creyente prominente a Jerusalén, donde llegó a ser alguien insignificante. Los creyentes de allí ni siquiera lo reconocían como discípulo. Si nosotros fuéramos Saulo, hubiéramos pensado: “En Damasco, yo era alguien muy importante, y tenía muchos discípulos. Ahora estoy aquí en Jerusalén, y vosotros no queréis reconocerme. Por tanto, no quiero saber más de vosotros, y regresaré a Damasco para empezar una nueva obra allí”. Esta es la práctica que tienen muchos cristianos hoy.

  Ciertamente Saulo recibió misericordia de parte del Señor. El no sólo fue considerado insignificante en Jerusalén, sino que el Señor tampoco le permitió que predicara allí mucho tiempo. Si Saulo hubiera permanecido y predicado más tiempo en Jerusalén, ciertamente él habría superado a Pedro, y los santos en Jerusalén habrían dicho: “No somos de Pedro de Galilea, somos de Saulo de Tarso”. Si nosotros hubiéramos estado presentes en aquel tiempo, tal vez habríamos dicho: “Yo soy de Saulo. Pedro me ayudó de una manera elemental, pero ahora estoy recibiendo una educación más avanzada de parte de Saulo”. Esta es la actitud que prevalece entre muchos creyentes de hoy.

  Saulo no era muy respetado ni estimado en Jerusalén. Además, el Señor propició un entorno que lo obligó a abandonar Jerusalén. Finalmente, la mano soberana del Señor usó a Bernabé para hallar a Saulo en Tarso y traerlo a Antioquía.

  Después de relatarse en el capítulo nueve la predicación tan prevaleciente que tuvo Saulo, el texto regresa nuevamente a Pedro y a su ministerio. Este relato muestra cuán poderoso aún era Pedro. El dio los mensajes de los capítulos dos, tres y cuatro, y una breves palabras en el capítulo cinco. Cuando el relato retoma el ministerio de Pedro en el capítulo nueve, se describen dos milagros: la sanidad de Eneas y la sanidad, o vivificación, de Dorcas. Pedro todavía estaba en el ministerio; el Señor lo seguía usando. En el mismo capítulo, no vemos a Pedro en Jerusalén, sino muy cerca de Cesarea, donde usaría la segunda llave que le había dado el Señor Jesús en Mateo 16, para abrir la puerta del reino de Dios a los gentiles. Por una parte, vemos que el Señor preparó un vaso para el mundo gentil y por otra, vemos lo que el Señor hizo por medio de Pedro para abrir la puerta del reino a los gentiles.

  Como lo veremos, en Hechos 12, el relato de Lucas regresa a Pedro. No obstante, esta vez no menciona su ministerio; más bien habla de su encarcelamiento. Este hecho indica que su ministerio se apartaría de la propagación del evangelio hacia el mundo gentil. Luego, en el capítulo trece, vemos que el vaso para el mundo gentil ya está plenamente preparado y que la puerta está totalmente abierta a los gentiles. En otras palabras, tanto el vaso como el entorno están listos. En Hechos 13, el ministerio hacia el mundo gentil empieza plenamente. Después del capítulo doce, ya no se menciona a Pedro.

  Hemos visto que Bernabé, un creyente de Jerusalén, ayudó a producir a Saulo. Bernabé y Saulo salieron juntos en un viaje ministerial. Antes de emprender el segundo viaje, se produjo una contienda entre ellos acerca de Marcos (15:35-39), y Bernabé se separó de Saulo. Después de este incidente, no se vuelve a mencionar a Bernabé. Esto nos confirman nuevamente que Saulo ciertamente era el vaso escogido para el mundo gentil.

  Según el cuadro que presenta el libro de Hechos, vemos que el Señor tiene una sola corriente, la corriente que se inició en Jerusalén; El no inició otra corriente con Saulo. El Señor obró sabia y soberanamente para apartar a Pedro del ministerio al mundo gentil y a su vez para levantar para este fin el ministerio de Saulo. Espero que todos veamos lo que se describe en este cuadro.

Se preserva la unidad al haber una sola corriente

  En Hechos vemos las actividades que realizó el Cuerpo del Señor. Estas actividades, las cuales constituyen el fluir de la corriente, empezaron en Jerusalén, pasó por Samaria y fluyó a Antioquía. De Antioquía, la corriente se tornó al mundo gentil. En esta corriente única, la unidad del Cuerpo fue preservada.

  Cuando lleguemos al capítulo quince, veremos que algunos judaizantes de Jerusalén causaron problemas en Antioquía, lo cual obligó a Pablo y a Bernabé a ir a Jerusalén. Su visita a Jerusalén preservó la unidad y aun la fortaleció.

  Es crucial que todos veamos la unidad que Hechos describe y aprendamos a guardarla. De lo contrario, se producirán entre los que estamos en el recobro del Señor nuevos “inicios”, que causarán divisiones. Por tanto, es necesario que veamos que en Hechos el Señor mantuvo soberanamente todos los ministerios bajo un solo ministerio y en una sola corriente con miras a un solo Cuerpo, a fin de preservar la unidad del mismo.

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