Mensaje 46
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Lectura bíblica: Hch. 17:1-34
En este mensaje llegamos a 17:1-34. En los versículos del 1 al 9, Pablo visita Tesalónica; en los versículos 10-13, llega a Berea; y en los versículos del 14 al 34, va a Atenas.
Hechos 16:11-40 relata el establecimiento de la iglesia en Filipos. Esta iglesia fue levantada por medio de dos personas no muy comunes. La primera era “una mujer llamada Lidia, vendedora de telas de púrpura, de la ciudad de Tiatira” (16:14). El segundo era un carcelero. Según nuestra experiencia y observación, las iglesias a menudo son establecidas por medio de personas poco comunes, como las de este caso.
Después de estar un tiempo en Filipos, Pablo y sus colaboradores viajaron por Anfípolis y Apolonia, y luego “llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos” (17:1). Tesalónica era otra ciudad principal, que se hallaba asentada en un golfo de la provincia de Macedonia.
En Tesalónica había una sinagoga de los judíos, un lugar donde los judíos buscaban adquirir el conocimiento de Dios estudiando las Santas Escrituras. Conforme a su costumbre, Pablo “fue a ellos, y por tres días de sábado discutió con ellos basándose en las Escrituras” (v. 2). ¿Sobre qué discutía Pablo con ellos? ¿Sobre asuntos teológicos o sobre la ley de Moisés? ¿Les hablaba de tipología y profecías? No, él no se basó en las Escrituras para discutir sobre esta clase de asuntos; en lugar de ello, Pablo discutía acerca de Cristo, “explicándoles y demostrándoles que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo” (v. 3).
En mi vida cristiana he conocido a mucha gente que discute sobre muchos asuntos que no tienen nada que ver directamente con Cristo. Por ejemplo, algunos discuten acerca del bautismo por inmersión. Otros argumentan que los creyentes deben ser sumergidos de frente; otros afirman que debe ser hacia atrás o directamente hacia abajo, en forma vertical. Cada uno de ellos provee razones para sustentar su opinión. Incluso algunos otros más razonan si se debe sumergir a los creyentes una sola vez o tres veces, pues según ellos, la primera vez debe sumergirse en el nombre del Padre; la segunda, en el nombre del Hijo; y la tercera, en el nombre del Espíritu Santo.
Cuando Pablo estuvo en la sinagoga de Tesalónica, él no discutió acerca de la ley con los que allí se encontraban, sino acerca de Cristo, y lo hizo basándose en las Escrituras. El les explicó que era necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos, y en seguida añadió: “Jesús, a quien yo os anuncio, ... es el Cristo”.
Debido a que Pablo estaba constituido del Espíritu de Jesús, este Espíritu lo guiaba y lo dirigía en todo. El no tenía ningún interés en discutir sobre genealogías, profecías ni de tipología. El sólo tenía una carga, la cual provenía de su constitución espiritual. Y puesto que se encontraba plenamente constituido del Espíritu de Jesús, sólo ministró al Cristo todo-inclusivo a los de Tesalónica. Muchos rabinos estudiaban el Antiguo Testamento, pero no veían nada acerca de Cristo. Pablo, en cambio, pudo ver al Cristo que revelan las Escrituras.
Debemos aprender a estudiar la Biblia y a usarla tal como lo hizo Pablo. Además, debemos procurar ministrar los asuntos divinos al igual que él. En la actualidad existe mucha discusión, debate y contienda acerca de ciertas verdades bíblicas, pero prácticamente ninguna de dichas discusiones trata del Cristo todo-inclusivo. Por tanto, debemos esforzarnos por aprender a discutir únicamente sobre el Cristo todo-inclusivo, basándonos tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo.
En 17:3, Lucas afirma de manera sencilla que Pablo anunció a Cristo a los que se encontraban en la sinagoga, pero en realidad, él debió de haber discurrido con ellos acerca de Cristo de una manera extensa y detallada. Sin duda, el debió presentar el hecho de que Cristo es tanto Dios como hombre. Según el versículo 3, Pablo dijo que era necesario que el Cristo padeciese. Los sufrimientos de Cristo implican Su encarnación, la cual a su vez alude a Su doble condición, esto es, a Su divinidad y a Su humanidad. Además, los sufrimientos de Cristo también incluyen Su muerte. En 17:3, Pablo habló explícitamente de la resurrección de Cristo al decir que “era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos”. Por tanto, el apóstol debió haber disertado sobre el Cristo encarnado en Su divinidad, humanidad, vivir humano, sufrimientos, muerte y resurrección.
El hecho de que Pablo hubiera discutido con los que estaban en la sinagoga durante tres días de sábado, demuestra que les habló acerca de Cristo de manera detallada. No creo que hubiera estado con ellos solamente por una hora cada sábado. Es muy probable que disertara acerca de Cristo durante varias horas, e incluso por medio día.
La discusión que Pablo condujo en la sinagoga indica que el Espíritu Santo lo dirigía y que el Espíritu de Jesús lo regulaba. El era esta clase de persona. Debido a que el apóstol estaba bajo la dirección del Espíritu Santo y la regulación del Espíritu de Jesús, pudo presentar, transmitir y ministrar al Cristo todo-inclusivo a los demás. No les ministró la ley, ni genealogías, profecías o tipología, sino al Cristo viviente que lo es todo. Este es el significado intrínseco de este pasaje de la Palabra. Al llegar a estos versículos de Hechos, debemos leerlos y estudiarlos detenidamente.
Hechos 17:4 declara: “Y algunos de ellos fueron persuadidos, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos devotos gran número, y mujeres nobles no pocas”. Estos griegos devotos deben de haber sido griegos convertidos a la religión judía. La gran multitud que se juntó con Pablo y Silas, incluía a muchas mujeres nobles. Es muy significativo que en Hechos, las mujeres nobles entre los griegos a menudo fueran las primeras en creer en el evangelio. Esto indica que muchas mujeres griegas buscaban a Dios.
Hechos 17:5-7 describe la oposición por parte de los judíos: “Entonces los judíos, teniendo celos, tomaron consigo a algunos hombres malvados de entre los ociosos de la plaza, y juntando una turba, alborotaron la cuidad; y presentándose en la casa de Jasón, procuraban llevarlos ante el pueblo. Pero no hallándolos, arrastraron a Jasón y algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús”. La palabra “mundo” del versículo 6 significa literalmente en griego, la tierra habitada. Es probable que los apóstoles hayan enseñado que Jesús es el Rey. Los opositores usaron las mismas palabras dichas por ellos para acusarlos, y de una manera sutil, relacionaron todo esto con el César. Los opositores a menudo presentan esta capacidad, la cual seguramente proviene del adiestramiento que reciben del diablo, el maligno que los instiga.
En 17:5-7 podemos ver cuán fuerte fue la influencia que ejercía el judaísmo. Dicha influencia no solamente prevalecía en Jerusalén, sino también en el mundo gentil, e incluso en Europa oriental. Según el versículo 8, los judíos “alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, que oían estas cosas”. Esto deja ver la sutileza de ellos, quienes se unieron con la política local, e incluso se valieron de ella para perseguir a los apóstoles. Satanás, el enemigo de Dios, había usurpado la religión judía de modo que ésta se opusiera a la economía de Dios. En principio, la situación es la misma hoy en día. La religión se une a las autoridades mundanas con la intención de frustrar el mover genuino de Dios en la tierra.
Leamos Hechos 17:10: “Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos”. ¿Por qué los hermanos enviaron inmediatamente a Pablo y a Silas a Berea? Porque los apóstoles estaban en peligro de muerte. Si ellos se hubieran tardado, los opositores los habrían matado.
Una vez más, al llegar a Berea, Pablo y Silas, como de costumbre, “entraron en la sinagoga de los judíos”. Ellos hacían esto para aprovechar la oportunidad de predicar el evangelio. Pablo y Silas eran osados al dirigirse a tal fortaleza judía; no obstante, era necesario que lo hicieran, a fin de ganar a los llamados de Dios que se hallaban atrapados en el redil del judaísmo.
Leamos Hechos 17:11 y 12: “Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos; y mujeres griegas de distinción y hombres, no pocos”. Vine afirma que la palabra griega traducida “más noble” indica que los de Berea tenían una mente más noble. F. F. Bruce declara que esta palabra significa ser amplio de criterio, sin ningún prejuicio.
Los de Berea ciertamente no eran obstinados, sino bastante prudentes. Mientras seamos tercos, nos será imposible ser nobles. Una persona noble es siempre sabia. Los de Berea mostraron nobleza al recibir la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
Hechos 17:13 describe la oposición que se propagó desde Tesalónica hasta Berea: “Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes”. Tal parece que estos judíos eran opositores de profesión, dedicados exclusivamente a perseguir a los apóstoles y a oponerse a la economía de Dios. No sabemos quién los contrataba ni quién cubría sus gastos. En realidad, éstos habían sido “contratados” por el diablo.
Debido a la oposición que surgió en Berea, “inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí” (v. 14). Al igual que en el versículo 10, en este versículo se usa el adverbio “inmediatamente” al describir cómo los hermanos enviaron a Pablo fuera de la ciudad.
El versículo 15 declara: “Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron”. Atenas era la capital de Acaya, una provincia del Imperio Romano. Era el centro del conocimiento de la ciencia, la literatura y el arte del mundo antiguo. Mediante la visita del apóstol Pablo a tal lugar, el evangelio del reino de Dios llegó a las personas más cultas.
Leamos Hechos 17:16: “Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu fue provocado viendo la ciudad llena de ídolos”. La palabra “espíritu” se refiere al espíritu humano de Pablo (Zac. 12:1; Job. 32:8; Pr. 20:27), regenerado por el Espíritu de Dios (Jn. 3:6), en el cual moraba el Señor, el Espíritu (2 Ti. 4:22; Ro. 8:10-11), y el cual actuaba junto con el Espíritu (Ro. 8:16). En este espíritu Pablo adoraba y servía a Dios (Jn. 4:24; Ro. 1:9). Tal espíritu fue provocado porque en Atenas había muchos ídolos.
Ni siquiera la cultura más elevada impedía que estas personas adorasen ídolos. Dentro de ellos, como en todo ser humano, había un espíritu creado por Dios, el cual hace que el hombre le busque y adore (véase Hechos 17:22). Sin embargo, debido a la ceguera y a la ignorancia, ellos adoraban objetos que no debían adorar (v. 23). Pero ahora, el Dios verdadero, el creador del universo y de ellos, enviaba a Su apóstol para que les anunciara lo que debía ser el verdadero objeto de adoración (vs. 23-29).
¿Por qué era tan prevaleciente el culto a los ídolos en Atenas, siendo una ciudad tan culta? La razón de esto es que todo ser humano posee un espíritu que busca a Dios y desea adorarle. Por supuesto, muchos no buscan ni adoran al Dios verdadero; en lugar de ello, prefieren adorar objetos que no deben adorar. Pero en cualquier caso, el hecho de que la gente busque algún objeto de adoración, es una clara evidencia de que el hombre necesita a Dios, y que en él, particularmente en su espíritu humano, existe la necesidad de buscar a Dios, el verdadero objeto de adoración.
Hechos 17:17 continúa el relato acerca de Pablo: “Así que discutía en la sinagoga con los judíos y devotos, y en la plaza cada día con los que allí se encontraban”. Vemos que Pablo discutía en la sinagoga con los judíos y devotos, los cuales eran probablemente griegos que adoraban a Dios. Luego, además de discutir en la sinagoga, también discutía cada día en la plaza con todo aquel que se encontrara allí. Así, vemos que Pablo discurría en dos lugares: en la sinagoga, con los judíos; y en la plaza, con los griegos.
Leamos Hechos 17:18: “Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es anunciador de divinidades extranjeras; porque les anunciaba el evangelio de Jesús y de la resurrección”. Los filósofos epicúreos eran seguidores del filósofo griego Epicuro (341- 270 a. de C.), cuya filosofía de vida era el materialismo. Ellos no reconocían al Creador ni Su providencia sobre el mundo, sino que buscaban los placeres sensuales, especialmente en la comida y en la bebida. Una parte de lo dicho por Pablo a los filipenses (Fil. 3:18-19) y a los corintios (1 Co. 15:32) se refiere a ellos.
Los filósofos estoicos pertenecían a una escuela filosófica que había sido fundada por Zenón (340-265 a. de C.). Eran panteístas, es decir, que creían que todo era gobernado por la fortuna, que todos los sucesos dependían de la voluntad divina, y que por lo tanto, el hombre debía aceptarlos serenamente, libre de pasión, pena o gozo. Ellos recalcaban que el bien más sublime es la virtud, y que la virtud es la recompensa del alma. Una parte de lo que Pablo dijo en la Epístola a los Filipenses se refiere a ellos (Fil. 4:11).
Conforme a Hechos 17:18, algunos decían de Pablo: “¿Qué querrá decir este palabrero?” La palabra griega traducida “palabrero” literalmente comunica la noción de “un ave que recoge las semillas en las calles y en los mercados; por extensión se refiere a alguien que recoge y distribuye fragmentos de noticias” (M. R. Vincent).
En 17:18, otros decían de Pablo: “Parece que es anunciador de divinidades extranjeras”. Esto era debido a que el apóstol llevaba las buenas nuevas de Jesús y de la resurrección. La predicación de Pablo indicaba claramente que él estaba constituido de Jesús y de Su resurrección. El Jesucristo todo-inclusivo y Su resurrección eran lo que constituía su ser. El apóstol era una persona que se hallaba impregnada del Espíritu de Jesús, por lo cual, predicó únicamente a Jesús y Su resurrección.
Leamos los versículos 19-21: “Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo)”. El Areópago era la Colina de Marte (en Atenas), sede de la antigua y venerable corte ateniense, la cual juzgaba los problemas religiosos más solemnes. El hecho de que Pablo fuera llevado al Areópago indica que su predicación era muy prevaleciente, que despertaba el interés de toda la ciudad, y que la consideraban como las noticias más recientes. Como veremos, Pablo se puso en pie en medio del Areópago, desde donde se dirigió a los atenienses. En el siguiente mensaje estudiaremos el contenido de las palabras que profirió Pablo en el Areópago.