Mensaje 47
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Lectura bíblica: Hch. 17:16-34
En este mensaje estudiaremos la predicación de Pablo en el Areópago. El Areópago era la Colina de Marte (en Atenas), sede de la antigua y venerable corte ateniense, la cual juzgaba los problemas religiosos más solemnes.
Leamos Hechos 17:22: “Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, observo que en todo sois muy respetuosos de vuestras deidades”. La palabra griega traducida “muy respetuosos” significa literalmente temer a un demonio, a un espíritu sobrenatural; así que, significa estar entregado a la adoración de demonios, reverenciar mucho a las deidades. La misma palabra se usa en forma de sustantivo en 25:19, donde se traduce “religión”. Los atenienses eran muy religiosos, no en relación con el verdadero Dios, sino en cuanto a la adoración de ídolos. Como vimos en el versículo 16, el espíritu de Pablo “fue provocado viendo la ciudad llena de ídolos”.
En el versículo 23, Pablo añade: “Porque pasando y observando atentamente los objetos de vuestra adoración, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio”.
En los versículos 24 y 25 Pablo declara: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es servido de manos de hombres, como si necesitase de algo; pues El es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas”. Lo dicho por el apóstol en estos versículos constituyó una vacuna eficaz tanto contra los epicúreos ateos, quienes no reconocían al Creador ni a Su providencia sobre el mundo, como contra los estoicos panteístas, quienes con respecto a su destino, se sometían a la voluntad de muchos dioses (véase v. 18). En el versículo 24, Pablo habló acerca del Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, y dirigió sus palabras principalmente contra los ateos epicúreos. Ellos no creían ni en el Creador ni en la provisión divina. Por tanto, Pablo, al dirigirse contra los epicúreos, declaró que Dios es el Señor de los cielos y de la tierra, el mismo Dios que los epicúreos desconocían por completo. Además, Pablo indicó que Dios es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Todas éstas son provisiones divinas. Dios provee todas estas cosas para que el hombre pueda subsistir. Los epicúreos no creían en el Creador, el Señor de los cielos y de la tierra, quien provee a los seres humanos de todo lo necesario para su subsistencia.
La predicación de Pablo en Hechos 17 fue sobresaliente. Cuando discutió con los judíos en las sinagogas, él se basó en las Escrituras, pero cuando les predicó a los filósofos epicúreos, aludió a la creación.
Lo que Pablo hizo en 17:2, y en 17:24 y 25 fue semejante a lo que hizo en los capítulos trece y catorce. En el capítulo trece, él se basó en las Escrituras judías al predicar acerca del Cristo resucitado. Por otra parte, en el capítulo catorce, se basó en la creación de Dios al dirigirse a los gentiles paganos. No obstante, hay una diferencia entre los capítulos catorce y diecisiete en cuanto a la forma en que Pablo se basó en la creación; las palabras de estos pasajes son más bien distintas. En el capítulo catorce, él les dijo a los gentiles que el “Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay ... si bien no se dejó a Sí mismo sin testimonio, haciendo el bien de daros lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría vuestros corazones” (14:15, 17). Dichas palabras no eran tan filosóficas; en cambio, las palabras que dirigió a los epicúreos en el capítulo diecisiete, las cuales constituyeron una vacuna eficaz contra sus enseñanzas, fueron bastante filosóficas. En esa ocasión Pablo declaró que hay un Creador, Señor del cielo y de la tierra, quien da a todos vida y aliento y todas las cosas necesarias para la subsistencia humana en la tierra.
En 17:26, Pablo agrega: “Y de uno solo ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los linderos de su habitación”. Las palabras “de uno solo” se refieren a Adán. Dios hizo de Adán todas las naciones, para que morasen sobre la faz de la tierra.
En el versículo 26 Pablo declara que Dios prefijó el orden de los tiempos y los linderos de la habitación de todas las naciones. Esto revela la autoridad soberana de Dios. El ejerce Su providencia sobre toda la tierra. No solamente creó a todas las naciones de uno solo, Adán, sino que también les prefijó los tiempos y el lugar donde debían morar. Las emigraciones hacia América, y los tiempos y linderos en que éstas se efectuaron, constituyen una gran evidencia de lo dicho en este versículo y en la primera parte del versículo 27. Aparentemente Colón abrió el camino de Europa hacia América; pero en realidad, fue Dios quien lo hizo, pues El prefijó los tiempos del descubrimiento del nuevo mundo. Además, El es quien señala los límites de todas las naciones.
La predicación de Pablo en el capítulo diecisiete es muy filosófica. Después de hablar sobre la creación de los cielos y de la tierra, y de cómo Dios sustenta a todos los hombres, el apóstol prosigue a hablar de la existencia del linaje humano. Debemos aprender a predicar el evangelio como lo hizo Pablo. Quizás empecemos hablando sobre la creación, pero no debemos detenernos allí; debemos avanzar y hablar de la vida humana. Al hacer esto, tocamos directamente la necesidad del hombre. Pablo, con su predicación en 17:26, llegó al tema de la existencia del hombre en la tierra.
Conforme al versículo 27, Dios formó las naciones y prefijó el orden de los tiempos y los linderos de la habitación de ellas “para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros”. Puesto que Dios es el Espíritu omnipresente, El no está lejos de cada uno de nosotros. Esto implica la Trinidad. El Espíritu divino es Triuno. ¿Cree usted que este Espíritu es solamente el Espíritu sin incluir al Padre y al Hijo? El Dios que no está lejos de nosotros ciertamente es el Espíritu omnipresente, el cual es el Dios Triuno. El Espíritu es el Dios completo: el Padre, el Hijo y el Espíritu.
En la primera parte del versículo 28, Pablo explica: “Porque en El vivimos, y nos movemos, y somos”. Esto denota que la vida y la existencia, y hasta las acciones del hombre están en Dios. Esto no significa que los incrédulos tengan la vida de Dios, y que vivan, existan y actúen en Dios como lo hacen los que creen en Cristo, quienes nacen de Dios, poseen Su vida y naturaleza divinas, y viven, existen y actúan en la persona de Dios. En lugar de esto, lo que Pablo quería decir es que todos los seres humanos, tanto los epicúreos como el resto de los incrédulos, viven, se mueven y existen en Dios.
En el versículo 28, Pablo declara: “Como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje Suyo somos”. Estos poetas eran probablemente Arato (270 a. de C.) y Cleantés (300 a. de C.), quienes expresaron las mismas palabras en sus poemas a Zeus (Júpiter), el cual ellos consideraban el Dios supremo. En los escritos de ambos poetas, el pronombre “Suyo” se usó para referirse a Zeus como Dios supremo.
Según los poetas a los cuales Pablo aludió en el versículo 28, todos los seres humanos somos el linaje de Dios. La humanidad entera es el linaje de Dios, en el mismo sentido en que se creía que Adán era hijo de Dios (Lc. 3:38). Declarar que Adán era hijo de Dios no implica que naciera de El, ni que poseyera Su vida. Adán fue creado por Dios (Gn. 5:1-2), es decir, Dios fue su origen. Sobre esta base, se le consideraba hijo de Dios, así como los poetas paganos consideraban que toda la humanidad era el linaje de Dios. La humanidad fue solamente creada por Dios, mas no regenerada por El. Ser hijo de Dios como lo fue Adán es absoluta e intrínsecamente diferente de ser hijos de Dios como lo somos los creyentes de Cristo. Los creyentes hemos nacido de Dios, hemos sido regenerados y poseemos Su vida y Su naturaleza (Jn. 1:12-13; 3:16; 2 P. 1:4). Puesto que Dios es el Creador, el origen, de todos los hombres, El es el Padre de todos (Mal. 2:10) en un sentido natural, y no en un sentido espiritual, según el cual Dios es Padre de todos los creyentes (Gá. 4:6), quienes hemos sido regenerados por El en nuestro espíritu (1 P. 1:3; Jn. 3:5-6).
Debemos considerar lo que significa que toda la humanidad es el linaje de Dios. Algunos teólogos han enseñado que todo ser humano es hijo de Dios, apoyándose en Lucas 3:38, donde dice: “Adán, hijo de Dios”. Ellos argumentan que así como Adán, el primer hombre, era hijo de Dios, también deben serlo todos sus descendientes. Según ellos, Pablo confirma este concepto en Hechos 17, cuando dice que toda la humanidad es linaje de Dios. No obstante, si estudiamos la Biblia con detenimiento, veremos que dicho concepto es erróneo.
La Biblia declara que Dios creó al hombre. Como Creador, Dios es el origen del hombre. Leamos Génesis 2:7, que dice: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente”. Dios usó el polvo para formar el cuerpo físico del hombre y luego sopló en ese cuerpo aliento de vida, lo cual hizo que el cuerpo cobrara vida. Como resultado, el hombre llegó a ser un alma viviente. En Génesis 2:7 tenemos una gran evidencia de que Dios es el origen de la vida humana. En este sentido, el hombre no fue simplemente creado por Dios, sino que fue producido por El. Las Escrituras no nos dicen que Dios hubiera soplado aliento de vida en los animales. Unicamente al crear al hombre, Dios sopló aliento de vida en él. La palabra que se tradujo “espíritu” en Proverbios 20:27 es la misma palabra hebrea que fue traducida “aliento” en Génesis 2:7. Esto revela que el aliento de vida que Dios sopló en el hombre es el elemento del espíritu humano. De hecho, el aliento de vida llegó a ser el espíritu del hombre. Lo que queremos subrayar nuevamente es que la Biblia indica claramente que Dios produjo al hombre. No podemos decir que el hombre nació de Dios cuando fue creado por El, pero sí podemos afirmar que el hombre fue producido por Dios. Dios formó el cuerpo del hombre, sopló el aliento de vida en él, y así el hombre fue hecho un ser viviente. De este modo, Dios produjo al hombre, y en este sentido, el hombre es el linaje de Dios.
La Biblia también revela que cuando nos arrepentimos y creemos en el Señor Jesús, nacemos de Dios. Una cosa es ser producidos por Dios, y otra muy distinta es nacer de El. Todos los seres humanos son el linaje de Dios por haber sido producidos por El, pero los creyentes son hijos de Dios porque nacieron de El. La Biblia en ningún lugar indica que el linaje de Dios, los seres humanos que El produjo, tengan la vida y la naturaleza divinas; mientras que el Nuevo Testamento sí revela que los creyentes, aquellos que han nacido de Dios, poseen la vida divina y son participantes de la naturaleza divina (2 P. 1:4). Por tanto, debemos hacer una distinción entre el linaje de Dios y los hijos de Dios. Todos los seres humanos son el linaje de Dios, ya que fueron producidos por El, pero los creyentes son los hijos de Dios debido a que nacieron de El por medio de la regeneración. Juan 1:12 y 13 recalcan este hecho claramente: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
En Hechos 17:28 y 29 Pablo declara que, como linaje de Dios, todos los seres humanos viven, se mueven y existen en El. ¿En qué sentido los humanos viven, se mueven y existen en Dios? En el sentido de que la vida humana se produjo a partir del aliento que El infundió en el primer hombre. Debido a que poseemos tal vida humana, todos vivimos, nos movemos y somos en Dios; sin embargo, debido a que nosotros los creyentes nacimos de Dios y poseemos la vida y naturaleza divinas, vivimos, nos movemos y somos en Dios, no solamente por el aliento que Dios sopló en el hombre, sino también porque actuamos en la Persona divina.
Espero que nos impresione el hecho de que todos los humanos son el linaje de Dios por haber recibido el aliento de vida procedente de Dios. Como resultado de esto, ellos viven, se mueven, y son en Dios. En cambio, los creyentes han nacido de Dios y El mismo mora en ellos como su vida y naturaleza. Por consiguiente, ellos viven, se mueven y son en Dios, no solamente por poseer el aliento de vida procedente de Dios, sino también por conducirse en la persona de Dios. Todos los seres humanos son el linaje que Dios produjo, pero nosotros los que creemos en Cristo, somos los hijos de Dios que El regeneró. Debemos entender la diferencia que existe entre el linaje de Dios y los hijos de Dios.
En 17:29 Pablo agrega: “Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que lo divino sea semejante a oro, o plata, o piedra, semejante a una escultura de arte y a la imaginación de hombres”. La palabra griega traducida “lo divino” es théion (véase theiótes, divinidad, en Ro. 1:20), y significa lo que es divino; es un término más vago y abstracto que theótes, usado en Colosenses 2:9, el cual se refiere a la deidad, a Dios mismo. En 17:29, el vocablo théion indica que el hombre puede conocer la divinidad de Dios a partir de Sus obras, pero no a Dios mismo. Sólo podemos conocer a Dios por medio de la revelación de Su Palabra eterna, que es el Cristo encarnado, la corporificación misma de la Deidad.
En el versículo 29, Pablo dijo a los atenienses que no debían “pensar que lo divino sea semejante a oro, o plata, o piedra, semejante a una escultura de arte y a la imaginación de hombres”. La palabra “imaginación” significa también pensamiento o diseño. Los ídolos son obras de arte producto de la imaginación del hombre.
En 17:30 y 31, Pablo continúa diciendo: “Dios, pues, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando de esto a todos una prueba cierta, con haberle levantado de los muertos”. El día que Dios ha establecido para juzgar la tierra habitada será el mismo en el que Cristo juzgará a los vivos desde el trono de Su gloria antes del milenio (Mt. 25:31-36). Esto probablemente no incluye el día en el que juzgará a los muertos en el gran trono blanco después del milenio (Ap. 20:11-15), como en Hechos 10:42, 2 Ti. 4:1 y 1 P. 4:5, porque en el día mencionado en este pasaje El juzgará al mundo, lo cual quizá sólo se refiera a los vivos. El día en que Cristo regrese, comenzará a juzgar al mundo. Dios dispuso que Cristo lleve a cabo este juicio, y lo demostró claramente al levantarlo de entre los muertos. Al predicarle a los gentiles, tanto Pedro en 10:42 como Pablo aquí y en 24:25, dieron énfasis al juicio que Dios efectuará.
La palabra griega traducida “prueba” en el versículo 31, puede traducirse también fe, certeza o garantía. La resurrección de Cristo comprueba y garantiza que El volverá para juzgar a todos los habitantes de la tierra. Esto está garantizado para que tengamos fe en ello y para que nos guíe al arrepentimiento (v. 30).
Lo dicho por Pablo acerca de Cristo como el varón a quien Dios designó y acerca de Su resurrección, indican que el apóstol estaba plenamente constituido de esta persona y Su resurrección. El Espíritu de Jesús siempre lo dirigía. Debido a que Pablo estaba constituido del Espíritu de Jesús, no importa qué tema tratara, su meta era siempre predicar a Cristo y Su resurrección.
Leamos Hechos 17:32-34: “Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. Y así Pablo salió de en medio de ellos. Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos”. Estos versículos muestran que Pablo no solamente ganó a algunos dirigentes entre los judíos, sino también a personas destacadas de entre los griegos. A pesar de que el Nuevo Testamento no menciona que se hubiese establecido una iglesia en Atenas, la obra que Pablo llevó a cabo en esa ciudad fue muy prevaleciente.
La predicación de Pablo en Hechos 17 se aplicaba perfectamente a la situación de los griegos en Atenas. El apóstol dirigió la mayoría de sus palabras a los epicúreos y a los estoicos. Hemos dicho que los epicúreos no reconocían al Creador ni Su providencia sobre el mundo, sino que buscaban placeres sensuales, especialmente en la comida y la bebida. Por su parte, los estoicos eran panteístas, creían que todo era gobernado por la fortuna, y que todos los sucesos dependían de la voluntad divina. En su predicación en el Areópago, Pablo se refirió primeramente a Dios como Creador de una manera objetiva, como Aquel que está fuera de nosotros y con quien no tenemos una relación directa. Pero después de hablar del Creador, declara que todos los seres humanos son el linaje de Dios, quienes viven y existen en El. Después continuó hablando del día en que Cristo juzgará a los vivos. Al hablar de todo esto, Pablo se refería a los epicúreos.
Los epicúreos niegan la existencia de un Creador y Sustentador. Además, afirman que el hombre puede entregarse a los placeres sensuales sin preocuparse por el futuro. Es muy probable que Pablo se refiriera a los epicúreos cuando escribió: “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Co. 15:32). Esto parece ser la cita textual de un proverbio epicúreo. Si no hay resurrección, los creyentes no tendríamos ninguna esperanza para el futuro y seríamos los más dignos de conmiseración de todos los hombres (1 Co. 15:19). De ser así, nos valdría más disfrutar la vida ahora, olvidando el futuro, como lo hacían los epicúreos.
En su predicación de Hechos 17, Pablo parecía decir a los epicúreos: “Sí hay un Creador y un Sustentador de todo; El es quien da vida, aliento y todas las cosas. Vosotros sois linaje de Dios, porque El os creó, y porque en El se originó vuestra vida humana. La vida humana que vosotros poseéis os permite vivir, moveros y ser. Además, debéis saber que habrá un juicio en el futuro. Este juicio tiene que ver con la resurrección del Hombre Jesús. Dios ha dispuesto que Jesús sea el juez de todos, lo cual demostró al levantarlo de entre los muertos. En el pasado, Dios os permitió seguir vuestro propio camino, pero ahora El me ha enviado para deciros que debéis arrepentiros”. Las palabras de Pablo seguramente trajeron mucha revelación a los estoicos panteístas. ¡Cuán maravillosa fue la predicación de Pablo a los atenienses!
En Hechos 17, vemos que la predicación de Pablo era apropiada y llena de conocimiento, pues él era una persona erudita que conocía la cultura hebrea y la cultura griega. Esto le permitió llevar a cabo un ministerio en el cual pudo confrontar tanto a judíos como a griegos. Cuando tenía que afrontar a los judíos, se basaba en las Escrituras de ellos para predicarles a Cristo, indicando en qué lugar lo revelaban las Escrituras. Pablo predicaba a Cristo, no solamente como Mesías, sino también como el Dios encarnado, Aquel que poseía humanidad, que había llevado una vida humana en la tierra por treinta y tres años y medio, que había sufrido una muerte todo-inclusiva para solucionar los problemas entre el hombre y Dios, y que además había resucitado para propagar la vida divina, impartiéndola en Sus creyentes, y que finalmente había ascendido a los cielos, donde fue hecho Señor y Cristo. Pablo hizo frente a los judíos usando las mismas Escrituras de ellos de esta forma. No sólo conocía la letra escrita del Antiguo Testamento, sino también tenía la revelación y el discernimiento que le permitían entrar a las profundidades del Antiguo Testamento, y conocer a Cristo en Su doble condición de Dios y hombre, Su vivir humano, Su muerte todo-inclusiva, Su resurrección que propaga la vida y Su autoridad como el Cristo ascendido.
Por otra parte, cuando Pablo tuvo que afrontar a los griegos, lo hizo basándose en la cultura griega. Su predicación se apoyaba en la creación. De acuerdo con Hechos 17, Pablo indicó que Dios había creado los cielos y la tierra, y que El es quien da vida a todos y les provee su sustento; además declaró que Dios produjo el linaje de todos los hombres y que en El todos los seres humanos viven, se mueven y son. De esta forma, el apóstol demostró a los griegos que necesitaban a Dios y que este Dios era Jesucristo.
La manera en que Pablo predicó revela que él era un vaso instruido. En su ministerio, él fue capaz de afrontar a los judíos conforme a las Escrituras y a los griegos filosóficos basándose en la creación del universo y del hombre. No creo que Pedro, un pescador galileo, hubiera podido con esta responsabilidad. Sólo una persona como Saulo de Tarso podía realizar esta tarea, pues había sido instruido en la religión judía, y adiestrado en la cultura filosófica griega, y además, vivía en el ambiente de la política romana. Por tanto, él estaba plenamente capacitado para desempeñar el ministerio que se describe en Hechos.
Aunque Pablo era un hombre educado conforme a las culturas hebrea, griega y romana, lo que más le hacía apto no era su educación, sino su constitución espiritual. El apóstol Pablo estaba constituido del Espíritu Santo y del Espíritu de Jesús, y debido a ello, no predicaba la religión hebrea ni la filosofía griega, sino únicamente al Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido. Por muy instruido que fuera, jamás predicó basado en su educación; antes bien, proclamó al Cristo todo-inclusivo, cuya realidad es el Espíritu que todo lo incluye.