Mensaje 48
(14)
Lectura bíblica: Hch. 18:1-22
En Hechos 18, Pablo llega a Corinto, donde conoce a Aquila y Priscila (vs. 1-4), les predica a los judíos y encuentra oposición de parte de ellos (vs. 5-17). En 18:18-21a, Pablo viaja a Efeso, y en 18:21b-22, regresa a Antioquía, concluyendo así su segundo viaje ministerial.
Leamos Hechos 18:1 y 2: “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma”. Claudio era un César del Imperio Romano. Lo que este César hizo fue usado por el Señor para llevar a cabo Su ministerio de edificar Su iglesia, tal como el decreto de César Augusto fue usado para cumplir la profecía acerca del lugar de nacimiento de Cristo (Lc. 2:1-7).
Leamos el versículo 3: “Y como era del mismo oficio, se quedó con ellos y trabajaba; pues el oficio de ellos era hacer tiendas”. Esto indica que Pablo trabajaba, y a la vez llevaba a cabo el ministerio del Señor. El se refiere a esto en 1 Corintios 4:12, donde dice: “Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos”. Además, en 1 Tesalonicenses 2:9 y 2 Tesalonicenses 3:8, el apóstol declara que laboraba día y noche para no ser gravoso a ninguno de los santos.
La práctica de Pablo era muy distinta a de la de muchos obreros cristianos de hoy. A menudo cuando una persona llega a ser un ministro o un misionero, piensa que ya no tiene que sostener un empleo; sin embargo, en contraste con esto, vemos que Pablo ministraba la palabra y a la vez trabajaba con sus propias manos para ganarse el sustento, y no sólo eso, sino que además, él sostenía a sus colaboradores. En Hechos 20:34 y 35 declara al respecto: “Vosotros mismos sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he dado ejemplo, mostrándoos cómo, trabajando así, se debe sostener a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”. Una vez más, vemos que Pablo nos dejó un buen ejemplo.
En pasajes como 1 Corintios 9:3-15 vemos que las iglesias y los santos no cuidaron fielmente de las necesidades de Pablo, un siervo del Señor, y debido a ello, él se vio obligado a trabajar. Algunos creyentes de Corinto incluso lo acusaron de buscar ganancias aprovechándose de ellos, a lo cual Pablo respondió que prefería morir antes que tomar algo de los corintios (1 Co. 9:15).
Aquellos que sirven al Señor de tiempo completo, no deben tomar su servicio al Señor como una profesión. De hecho, siempre que sea necesario, deben trabajar para sostenerse. Todo depende de cuánto tiempo nos demande la obra que realizamos. Si la carga de la obra se agolpa sobre usted y lo ocupa completamente, y las circunstancias le proveen para su sustento, en tal caso debe laborar tiempo completo para el Señor. De lo contrario, deberá trabajar para sostenerse a sí mismo e incluso a sus colaboradores, especialmente a los más jóvenes.
Si ni siquiera Pablo recibía el apoyo económico necesario, ¿cómo podrían recibirlo sus colaboradores más jóvenes? Así que, debido a la necesidad de obtener el sustento para sí mismo y para otros, Pablo se vio obligado a trabajar en la fabricación de tiendas. Esto constituye un buen modelo para nosotros hoy en día.
En cuanto al apoyo económico, la situación de Pablo y de sus colaboradores en el Nuevo Testamento difería de la de los sacerdotes y levitas del Antiguo Testamento. Según las regulaciones levíticas, los sacerdotes y levitas debían vivir de las ofrendas del pueblo de Dios, pero en el Nuevo Testamento, esta regulación terminó.
Conforme a Lucas 8:1-3, vemos que un grupo de hermanas ministraba de sus bienes al Señor Jesús y a los doce. Los doce discípulos seguían al Señor todo el tiempo, y necesitaban apoyo financiero. Así que, algunas mujeres que amaban al Señor y tenían los medios, suministraban al Señor y a Sus seguidores, cubriendo así sus necesidades materiales.
En los primeros años de la iglesia en Shangái, el apoyo financiero provino principalmente de las hermanas. Muchas de ellas eran enfermeras en un hospital importante, y apoyaban a la iglesia y a los colaboradores de Shangái. He observado lo mismo en otros lugares.
Es un hecho real que las hermanas aman al Señor mucho más que los hermanos. Entre los doce discípulos estaba Judas, pero no hubo ningún “Judas” entre las hermanas. Judas no sabía cómo amar al Señor, pero sí sabía contar el dinero. Los que aman el dinero jamás apoyarán a los demás; cuanto más lo cuentan, más lo aman y desean conservarlo para sí mismos.
El Señor dispuso soberanamente que algunas mujeres de la Biblia se casaran con hombres adinerados. Tomemos el caso de Ester, que se casó con un rey gentil. Ella ejerció influencia sobre su marido, y de ese modo apoyó al pueblo judío.
Entre las mujeres de Lucas 8:1-3 se encontraba “Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes” (v. 3). Los políticos romanos perseguían al Señor Jesús, pero la esposa de un oficial romano usó el dinero de su esposo para apoyarlo. He conocido casos de hermanas que han usado el dinero de su esposo para apoyar la obra del Señor.
En Hechos 18:3 queremos subrayar que aquellos que tengan la carga de servir al Señor a tiempo completo, deben hacerlo siempre y cuando el entorno y la situación económica se los permita. De otro modo, deben ser diligentes en trabajar para cubrir sus necesidades, sin abandonar su carga, sino llevándola a cabo, tal como lo hizo Pablo en Hechos.
Hechos 18:4 declara que Pablo “discutía en la sinagoga todos los días de sábado, y persuadía a judíos y a griegos”. Por supuesto, Pablo iba a la sinagoga judía para aprovechar la oportunidad de anunciar la palabra de Dios. No iba allí para observar el sábado, sino para predicar el evangelio, y así persuadir a judíos y a griegos. La mención en cuanto a los griegos en 18:4 indica que algunos griegos asistían a las sinagogas judías para escuchar la palabra de Dios.
En 18:5-17, Pablo predicó a los judíos y encontró oposición de parte de ellos. Leamos el versículo 5: “Y cuando Silas y Timoteo descendieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando solemnemente a los judíos que Jesús era el Cristo”. Las palabras griegas traducidas “entregado por entero a la palabra” pueden traducirse también “presionado o constreñido por la palabra”.
Fue mientras estaba en Corinto y después de la llegada de Silas y Timoteo con noticias de la iglesia en Tesalónica, que Pablo escribió su primera epístola a los Tesalonicenses (1 Ts. 1:1). Desde Corinto, Pablo escribió esta carta maravillosa a los queridos santos de Tesalónica para alentarlos.
En Corinto, Pablo testificaba a los judíos que Jesús era el Cristo. “Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles” (v. 6). La situación con los judíos de Corinto era similar a la de los judíos de Antioquía de Pisidia, los cuales desecharon la palabra de Dios y se juzgaron indignos de la vida eterna (13:46). En esa situación, Pablo declaró lo mismo: “He aquí nos volvemos a los gentiles”.
Hechos 18:7 y 8 declaran: “Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Tito Justo, que adoraba a Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados”. Al igual que en 16:31, la palabra “casa” en 18:8 indica que la familia del creyente es una unidad completa para la salvación de Dios, como por ejemplo, la familia de Noé (Gn. 7:1), las familias que participaron de la Pascua (Éx. 12:3-4), la familia de Rahab la ramera (Jos. 2:18-19), la familia de Zaqueo (Lc. 19:9), la familia de Cornelio (Hch. 11:14), y la familia de Lidia (16:15).
En 18:9 y 10, leemos: “Entonces el Señor dijo a Pablo durante la noche por visión: No temas, sino habla, y no calles; porque Yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque Yo tengo mucho pueblo en esta ciudad”. Al igual que en 16:9 y 10, esta visión en la cual el Señor habló a Pablo durante la noche, no fue un sueño ni un éxtasis. En dicha visión, los objetos definidos son visibles a los ojos humanos.
Hechos 18:11 dice que Pablo “se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios”. Como veremos más adelante, Pablo se quedó en Efeso durante tres años. Esto indica que la iglesia en Efeso era la iglesia principal de Asia Menor. Asimismo, el hecho de que Pablo permaneciera en Corinto un año y medio indica que la iglesia en Corinto era la iglesia de mayor importancia en Acaya. Indudablemente, durante el tiempo que Pablo estuvo en Corinto, laboró incansablemente.
Al leer el libro de Hechos, vemos la resistencia, la oposición y el intenso ataque de parte de los judíos. En varias ocasiones intentaron matar al apóstol (9:23; 23:12-15, 21; 25:3). Adondequiera que Pablo iba, los judíos le resistían y se oponían a él. En Tesalónica, “alborotaron la ciudad” (17:5). En cuanto a la oposición de los judíos de Corinto en contra de Pablo, 18:12 y 13 declaran: “Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal, diciendo: Este incita a los hombres a adorar a Dios contra la ley”. En términos modernos, el procónsul mencionado en el versículo 12 era el gobernador. Los judíos trajeron Pablo ante Galión y lo acusaron de enseñar a los demás a adorar a Dios de una manera contraria a la ley de Moisés.
Pero cuando Pablo iba a abrir su boca, “Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, sería de razón que yo os tolerara. Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas, y los echó del tribunal” (vs. 14-16). Galión parecía decir: “Si se ha cometido algún crimen, entonces serviré de juez; de lo contrario, no me interesan vuestras querellas y disputas acerca de nombres, terminologías o de vuestra ley. No tengo tiempo para tales asuntos. Ocupaos de ello vosotros mismos”.
En cierto sentido, la actitud de Galión ayudó a Pablo, pero al mismo tiempo lo puso en peligro, pues después de que aquél expresó su actitud de una manera tan clara, los judíos se tornaron aun más agresivos: “Entonces todos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero a Galión nada se le daba de ello” (v. 17). En esto vemos que la situación podía representar un gran peligro para Pablo.
El Sóstenes que se menciona en 18:17 probablemente no es el mismo que aparece en 1 Corintios 1:1, porque esta epístola fue escrita en Efeso (1 Co. 16:8) poco después de que el apóstol saliera de Corinto, donde el Sóstenes de este pasaje era dirigente de la sinagoga cuando Pablo fue perseguido allí. El Sóstenes de 1 Corintios 1:1, siendo un hermano creyente, debe de haberse unido al apóstol mientras éste viajaba llevando a cabo su ministerio.
Leamos Hechos 18:18: “Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto”. Este era un voto privado que los judíos, rapándose la cabeza, hacían en cualquier lugar como acción de gracias. Difería del voto nazareo, el cual se tenía que llevar a cabo en Jerusalén, rasurándose la cabeza (21:24; Nm. 6:1-5, 18 véase también 1 Co. 11:6, donde vemos que hay una diferencia entre raparse y rasurarse). Pablo era judío y guardaba el voto, pero no lo imponía a los gentiles.
Conforme al principio de su enseñanza con respecto a la economía neotestamentaria de Dios, Pablo debió haber renunciado a todas las prácticas judías, las cuales pertenecían a la dispensación del Antiguo Testamento. Sin embargo, guardó ese voto, y al parecer Dios lo toleró, probablemente por tratarse de un voto efectuado en privado, en un lugar que no era Jerusalén, y que no tendría mucho efecto en los creyentes.
Algunos expositores de Hechos han intentado explicar por qué Pablo cumplió el voto mencionado en 18:18. Durante el tiempo del voto, se dejaba crecer el cabello, y cuando el voto terminaba, la cabeza debía ser rapada. Según consta en 18:18, Pablo se rapó la cabeza mientras estaba en Cencrea, lo que indica que los días de su voto se cumplieron allí. Algunos expositores explican que Pablo realizó este voto porque estaba agradecido con el Señor por preservarle la vida. Pablo, como ser humano, quizá haya temido perder la vida en manos de los judíos. El predicaba y ministraba constantemente, así que siempre estaba expuesto a perder la vida. Por una parte, él estaba dispuesto a morir por causa del Señor, pero por otra, aún era humano y sentía miedo. Tal vez por esta razón, como afirman algunos expositores, Pablo realizó este voto de agradecimiento.
Es posible que esta comprensión acerca del voto efectuado por Pablo en 18:18 sea acertada. Cuando un judío tenía algún motivo de dar gracias al Señor, podía hacer un voto de agradecimiento. Conforme al contexto, Pablo debió de haber estado agradecido con el Señor por haberle protegido y preservado la vida. En Asia Menor, Macedonia y Acaya, los judíos se opusieron a él e incluso procuraron darle muerte, pero el Señor siempre lo protegió y lo guardó. Debido a esto, Pablo debió de estar muy agradecido.
Cuando el Señor se apareció a Pablo de noche en una visión, le dijo: “No temas”. Esta palabra indica que había temor en Pablo, por lo cual el Señor tuvo que venir a él de noche de modo extraordinario. Tal vez algunos digan: “¿Acaso Pablo no tenía al Señor en él? ¿No tenía el Espíritu esencial y el Espíritu económico?” Claro que sí, Pablo tenía al Señor en él, y tenía al Espíritu esencial y al Espíritu económico; no obstante aún necesitaba ser fortalecido y aquietado. Para suplir esta necesidad, el Señor vino a Pablo en una visión, y le dijo: “No temas ... porque Yo estoy contigo” (18:9-10).
Pablo quizá haya hecho este voto como una forma de agradecer al Señor por Su protección y por haberlo preservado. Esta debió de haber sido la razón por la que permaneció en Cencrea hasta cumplir su voto, mientras iba en camino de Acaya a Siria.
Después de recibir una visión en la que el Señor le habló, Pablo permaneció un año y medio en Corinto, enseñando la palabra de Dios. Ciertamente cumplió su comisión en esa ciudad y con el tiempo, se estableció allí una iglesia numerosa.
Mientras iba en camino a Siria, volvió a detenerse en Efeso. Y como acostumbraba en otros lugares, “entrando en la sinagoga discutía con los judíos” (v. 19). A pesar de que allí le rogaron que se quedase más tiempo, él no accedió, sino que despidiéndose de ellos, les dijo: “Otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere” (v. 21).
Después zarpó de Efeso (v. 21b). “Habiendo descendido a Cesarea, subió a Jerusalén para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía”. Este versículo indica que Pablo fue a Jerusalén (véase 21:15); luego descendió a Antioquía, con lo cual concluía su segundo viaje ministerial, que había emprendido en 15:40.
Quizás nos preguntemos por qué Pablo no se fue directamente de Cesarea a Antioquía, sino que primero subió a Jerusalén. El descendió a Cesarea y luego subió a Jerusalén para saludar a la iglesia. ¿Por qué lo hizo así? A causa del problema solucionado en el capítulo quince, después de lo cual había iniciado su segundo viaje ministerial, y ahora, al término de éste, decidió ir a visitar a la iglesia en Jerusalén.
Lucas no nos proporciona en detalle lo ocurrido durante esta visita, pero si indagamos en las profundidades de la Palabra, descubriremos que con esto Pablo procuraba conservar la unidad del Cuerpo, y a su vez, mantener una relación agradable con todos los santos de Jerusalén, y en especial con Pedro y con Jacobo.
Pablo pudo haber seguido directamente a Antioquía. Aparentemente no había necesidad de que fuese a Jerusalén. No obstante, viajó de Cesárea hacia el sur para visitar a la iglesia en Jerusalén, y después hizo otro largo viaje hasta Antioquía. En 18:22, Lucas ni siquiera menciona a Jerusalén; quizás porque pensaba que todos entenderían lo que indicaba con la palabra “subió”, a saber, que Jerusalén era el único lugar adonde uno podía subir.
Debe causarnos una profunda impresión el hecho de que Pablo subiera a Jerusalén en 18:22, con lo cual demostraba su deseo de mantener la unidad del Cuerpo de Cristo en una atmósfera agradable y placentera. El hizo con entusiasmo todo lo que estaba a su alcance con tal de preservar la unidad del Cuerpo y mantener una relación cordial con los santos de Jerusalén. Estaba consciente de que él era el factor para que tantos creyentes judíos hablaran en contra suya y de sus prácticas. El era la causa de una situación desagradable. De no haber existido una persona como Pablo, quien predicó el evangelio a los gentiles, la gran mayoría de los creyentes habrían sido judíos y no se hubiera presentado ningún problema en cuanto a la circuncisión. Así que, consciente de ser el causante de esta situación desagradable, puso todo su empeño para mantener la unidad con todos los santos. Pablo procuraba especialmente mantener una buena relación con los que estaban en Jerusalén. Por lo tanto, pese a lo largo y difícil del viaje, subió a Jerusalén para visitar a la iglesia, y después regresó a Antioquía, concluyendo así su segundo viaje. Esto nos proporciona mucha luz en cuanto a llevar a cabo el ministerio del Señor de forma práctica. Debemos aprender de Pablo, quien se esforzó por preservar la unidad del Cuerpo y por mantener una relación dulce con todos los santos.