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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hechos»
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Mensaje 6

LA PROPAGACION EN JERUSALEN, JUDEA Y SAMARIA MEDIANTE EL MINISTERIO DE LA COMPAÑIA DE PEDRO

(1)

  Lectura bíblica: Hch 2:1-13

  Después de hablar de la introducción (Hch. 1:1-2) y de la preparación (Hch. 1:3-26), llegamos a la tercera sección de este libro, la propagación, una sección bastante extensa que abarca desde 2:1 hasta 28:31. Recordemos que el tema de Hechos es la propagación del Cristo resucitado en Su ascensión, por el Espíritu, mediante los discípulos, para producir las iglesias, el reino de Dios. La propagación del Cristo resucitado empieza en Jerusalén, se extiende luego a Judea, Samaria y finalmente llega al mundo entero. En el capítulo dos, vemos el inicio de la propagación en Jerusalén, Judea y Samaria mediante el ministerio de la compañía de Pedro.

DOS COMPAÑIAS DE MINISTERIO

  En Hechos vemos dos compañías de ministerio: la de Pedro y la de Pablo. En los capítulos del dos al doce, vemos el ministerio que llevan a cabo Pedro y sus colaboradores. Luego, en los capítulos del trece al veintiocho tenemos el ministerio que llevan a cabo Pablo y sus colaboradores. Ambas compañías propagaron al Cristo resucitado en Su ascensión.

EL DERRAMAMIENTO DEL ESPIRITU SANTO

  El derramamiento del Espíritu Santo fue lo primero que ocurrió en la sección de propagación. Este derramamiento fue el bautismo en el Espíritu Santo que efectuó la Cabeza celestial sobre Su Cuerpo.

  En cuanto al bautismo en el Espíritu Santo existen diversas enseñanzas, las cuales durante siglos han causado confusión entre los cristianos. Por lo tanto, debemos regresar a la Palabra pura, desechar toda otra enseñanza y sólo prestar atención a la revelación que presenta la Palabra santa de Dios.

EL DIA DE PENTECOSTES

El quincuagésimo día desde la resurrección el Señor

  Hechos 2:1 dice: “Al cumplirse, pues, el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.” La palabra “Pentecostés” significa quincuagésimo y se refiere en este caso al día cincuenta después de la resurrección del Señor. Este día concluía un período de siete semanas, el cual comenzó dos días después (el primer día de la semana: Lc. 23:54-24:1) de la Pascua en la que el Señor fue crucificado (Jn. 19:14). El día de Pentecostés fue el cumplimiento de la fiesta de las semanas (Dt. 16:10), que se llamaba también la fiesta de la siega (Éx. 23:16), para la cual se contaban siete semanas, comenzando desde el día en que se ofrecía una gavilla de las primicias de la siega hasta el día posterior al séptimo sábado (Lv. 23:10-11, 15-16). La gavilla de las primicias ofrecida ante Dios era un tipo del Cristo resucitado ofrecido a Dios en el día de Su resurrección (Jn. 20:17), que fue el día posterior al sábado (Jn. 20:1). Desde ese día hasta el día de Pentecostés pasaron exactamente cincuenta días.

  La fiesta de la siega tipifica el deleite que tenemos del rico fruto producido por el Cristo resucitado. Este fruto es el Espíritu todo-inclusivo del Dios Triuno procesado, el Espíritu que El dio a Sus escogidos como bendición del evangelio (Gá. 3:14), para que disfrutaran al Cristo todo-inclusivo (la corporificación del Dios Triuno) como buena tierra. Esto significa que cuando los creyentes recibieron el Espíritu abundante el día de Pentecostés, no solamente entraron a la buena tierra, sino que también participaron de las abundantes riquezas del Cristo todo-inclusivo (Ef. 3:8) en Su resurrección y ascensión, quien es la porción que Dios les asignó en Su economía neotestamentaria.

  Como ya dijimos, el día de Pentecostés fue el quincuagésimo día después de la resurrección del Señor. Sabemos que la resurrección del Señor ocurrió tres días después de Su muerte. No obstante, éstos no fueron tres días completos. El primero de los tres días, el viernes, fue el día en que crucificaron al Señor Jesús. El Señor estuvo en la cruz desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde. Después lo bajaron de la cruz y fue sepultado. El tiempo que faltaba para terminarse ese día se contó como un día entero. Según la manera judía de contar los días, un día empezaba por la tarde, y no por la mañana. Por ejemplo, Génesis 1:5 declara: “Y fue la tarde y la mañana un día”. Por tanto, los tres días se contaron tomando la última parte del viernes como día entero.

  Si consideramos la parte del día viernes como un día entero, entonces podemos decir que hay tres días, desde la tarde del viernes, en la que el Señor Jesús fue crucificado, hasta la mañana de Su resurrección. La última parte del viernes se cuenta como un día; el sábado, el segundo día, fue un día entero; y parte del domingo construye el tercer día. Por lo tanto, el tiempo que en realidad el Señor estuvo en la tumba fue menos de cuarenta horas. Luego, en la primera parte del tercer día, después de menos de cuarenta horas de haber muerto, el Señor Jesús resucitó.

  El día que el Señor resucitó, un domingo, fue el primer día después del día de reposo; por supuesto, éste corresponde con el sábado. El Señor resucitó el primer día de la semana, un día después del sábado. Si contamos cincuenta días a partir del segundo día después de la Pascua en la que el Señor fue crucificado, vemos que el día de Pentecostés coincidió con el quincuagésimo día después de Su resurrección. Por tanto, siete semanas separaban la resurrección del Señor y el día de Pentecostés, que también era domingo, el primer día de la semana.

El cumplimiento de la fiesta de la siega

  El día de Pentecostés fue el cumplimiento de la fiesta de las semanas; esta fiesta también se conocía como la fiesta de la siega (Éx. 23:16). Por tanto vemos que el Pentecostés se relaciona estrechamente con la siega, la cosecha del rico fruto de la buena tierra. Como hemos dicho, el Pentecostés se celebraba cincuenta días después de que se ofrecía la gavilla de las primicias de la siega. Levítico 23:10-11 dice: “Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado a la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega. Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos; el día siguiente del día de reposo la mecerá”. Luego, el pueblo debía contar siete sábados desde el día en que se ofrecía la gavilla por primicia de los primeros frutos de la siega: “Y contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová” (Lv. 23:15-16). Levítico 23 indica que se debía ofrecer al Señor una gavilla de los primeros frutos de la siega como ofrenda mecida el día siguiente al día de reposo. Esta gavilla tipificaba a Cristo como primicia en resurrección (1 Co. 15:20, 23). En el Antiguo Testamento, cuando la siega estaba madura, una gavilla de las primicias de esa cosecha se ofrecía a Dios. Esta gavilla es un tipo del Cristo resucitado, quien se ofreció a Dios el día de Su resurrección.

  El hecho de que Cristo se ofreciera como primicia en resurrección se relaciona con Su ascensión secreta al Padre. Cuando María quiso tocarlo, El le dijo: “No me toques porque aún no he subido a Mi Padre; más ve a Mis hermanos, y diles: Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios” (Jn. 20:17). En el día de la resurrección, el Señor ascendió al Padre. Esta fue una ascensión secreta, la cual ocurrió cuarenta días antes de Su ascensión pública, ante los ojos de Sus discípulos. En la madrugada del día de resurrección, El ascendió para satisfacer al Padre. El Padre debe ser el primero en disfrutar la frescura de la resurrección, así como en tipología las primicias de la siega eran traídas primeramente a Dios.

  Pocos cristianos saben que Cristo ascendió secretamente al Padre en la madrugada del día de Su resurrección. Por supuesto, El ascendió públicamente cuarenta días después. Pero el día de Su resurrección, el Señor fue al cielo para ofrecerse a Sí mismo como primicias de la siega de Dios, a fin de satisfacer a Dios el Padre. Esta fue una ascensión secreta. El día de Pentecostés vino cincuenta días más tarde.

El deleite de las riquezas del Cristo resucitado

  Como ya mencionamos, la fiesta de Pentecostés fue el cumplimiento de la fiesta de las semanas, a la que también se le llamaba la fiesta de la siega. Esta fiesta tipifica el deleite que tenemos del rico fruto que el Cristo resucitado nos brinda. Pocos de los que leen la Biblia prestan la debida atención al hecho de que el Pentecostés se refiere en realidad a la siega, y que ésta tipifica el deleite que tenemos de todas las riquezas del Cristo resucitado. Este rico fruto es en realidad el Espíritu todo-inclusivo.

  ¿Sabe usted qué sucedió en el día de Pentecostés? Ese día fue derramado el Espíritu todo-inclusivo. Este Espíritu representa el rico fruto que el Dios Triuno procesado dio a Sus escogidos como bendición del evangelio. Gálatas 3:14 declara al respecto: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. Esto significa que la bendición única del evangelio no es los cielos, ni el perdón de los pecados, sino el Espíritu todo-inclusivo del Dios Triuno procesado. Este Espíritu como bendición del evangelio se nos dio para que disfrutemos al Cristo todo-inclusivo, quien es la corporificación del Dios Triuno como nuestra buena tierra.

  En tipología, tenemos la fiesta de la Pascua y la fiesta de Pentecostés, llamada también la fiesta de las semanas y la fiesta de la siega. La fiesta de la siega tipifica el deleite que tenemos de Cristo en Su resurrección, mientras que la Pascua tipifica a Cristo como Cordero de Dios en Su crucifixión. Por tanto, la Pascua se refiere a la crucifixión de Cristo, la cual llega a ser una fiesta, llamada la fiesta de la Pascua. En esta fiesta disfrutamos a Cristo en Su crucifixión como Cordero redentor. Tres días después de ser crucificado, El se levantó de entre los muertos, y cincuenta días más tarde, el Cristo ascendido se derramó sobre Sus creyentes como Espíritu todo-inclusivo, la consumación máxima del Dios Triuno. Este derramamiento del Espíritu es el deleite de la siega.

  En el Antiguo Testamento, tenemos primero la Pascua, luego la ofrenda de la gavilla de las primicias de la cosecha, y en tercer lugar, la fiesta de la siega, o, de Pentecostés. En la Pascua, Cristo fue crucificado por nuestra redención para que lo disfrutáramos. Tres días después, el día de Su resurrección, El se ofreció a Dios como primicia. El no permitió que María lo tocara porque iba ascender para ofrecerse al Padre y satisfacerlo con la frescura de Su resurrección. El día de Su resurrección, el Señor subió al cielo y apareció a los discípulos en la tarde del mismo día. Después de revelarse a ellos, sopló y se infundió en ellos como Espíritu vivificante.

  El día de la resurrección, se cumplió el tipo de las primicias de la siega. Cincuenta días más tarde, el día de Pentecostés, se disfrutaban los frutos de la buena tierra. Esto tipifica al Cristo que llegó a ser el pleno disfrute de Su pueblo redimido al derramarse sobre ellos como Espíritu vivificante. Esto hizo posible que el pueblo de Dios disfrutara al Cristo que lo es todo, como su buena tierra. Cuando los creyentes recibieron el Espíritu abundante el día de Pentecostés, no solamente entraron en la buena tierra, sino que también participaron de las abundantes riquezas del Cristo todo-inclusivo en Su resurrección y ascensión, la porción que Dios les asignó en Su economía neotestamentaria.

  Leamos Exodo 23:19a: “Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios”. Hemos visto que la gavilla de las primicias de los primeros frutos tipifica a Cristo en Su resurrección. Como primicias, Cristo es nuevo y fresco. En la mañana de Su resurrección, el Señor deseaba ir directamente al Padre y presentarse ante El como primicias. Sin embargo, fue detenido por María, quien lo disfrutaba como “gavilla” en resurrección. Esto significa que ella disfrutó al Cristo resucitado antes de que Dios el Padre lo disfrutara.

Disfrutar a Cristo como las primicias y como la siega

  Debe impresionarnos el hecho de que la ascensión de Cristo tiene un aspecto secreto y un aspecto público. El aspecto secreto ocurrió en la mañana del día de Su resurrección, mientras que el aspecto público sucedió cuarenta días después, cuando El ascendió ante Sus discípulos desde el monte del Olivar. La ascensión secreta tenía como fin que Cristo se presentara ante el Padre como primicias de Su resurrección. Más tarde, ese mismo día, El regresó a Sus discípulos y se infundió en ellos. De este modo, ellos disfrutaron a Cristo como gavilla de las primicias de la siega.

  Después de disfrutar a Cristo como primicias, los discípulos lo disfrutaron como la siega el día de Pentecostés. Por lo tanto, disfrutar al Espíritu esencial de vida significa disfrutarlo como gavilla de las primicias, mientras que disfrutar al Espíritu económico equivale a disfrutar a Cristo como siega de una manera pública.

  Cristo es nuestra siega y no debemos dejar de disfrutarlo como tal. Algunos quisieran tener la experiencia que tuvo María, quien se encontró con el Señor en la mañana de Su resurrección, o por lo menos la que tuvieron los discípulos, quienes se reunieron con El por la tarde. No obstante, todos necesitamos disfrutar a Cristo de una manera plena como la fiesta de la siega.

  El disfrute que tenemos de Cristo no podía ser completo sino hasta cuando El, como Cabeza de la iglesia, se derramara sobre Su Cuerpo como Espíritu económico de poder. Al derramarse como tal el día de Pentecostés, nuestra disfrute de Cristo llegó a ser completo. Este disfrute de Cristo como la siega, es en realidad el Espíritu todo-inclusivo y vivificante, quien es la consumación del Dios Triuno procesado que llega a nosotros. Además, este Espíritu es la bendición del evangelio, tal como lo menciona Gálatas 3:14.

  En Filipenses 1:19, Pablo habla de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. La suministración que recibimos de Cristo como primicias de la siega es fresca, pero no abundante. Sin embargo, con la fiesta de la siega tenemos la suministración abundante. Esto significa que el pueblo de Dios disfrutó plenamente a Cristo sólo después de que El se derramó como Espíritu económico de poder sobre el Cuerpo de Cristo. Desde entonces, nuestro disfrute de Cristo llegó a ser abundante y por eso hoy nosotros podemos recibir la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, que es la bendición del evangelio. Esta bendición es en realidad el Dios Triuno, quien se procesó y llegó a ser el Espíritu todo-inclusivo y vivificante que llega a todos Sus creyentes. Tal es el disfrute abundante que tenemos de Cristo en Su ascensión.

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