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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hechos»
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Mensaje 69

LA PROPAGACION EN ASIA MENOR Y EUROPA MEDIANTE EL MINISTERIO DE LA COMPAÑIA DE PABLO

(35)

  Lectura bíblica: Hch. 26:1-32

  En este mensaje continuaremos analizando la defensa de Pablo ante Agripa (26:1-29). Luego, hablaremos sobre la opinión que dio Agripa acerca del caso de Pablo (26:30-32).

  En su defensa ante Agripa, Pablo testificó que el Señor se había aparecido a él y le había dicho: “Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto de Mí, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío” (vs. 16-17). Vemos que Pablo fue designado como ministro y testigo de Cristo. Posteriormente, según el versículo 17, el Señor dijo a Pablo que El lo libraría de su pueblo y de los gentiles.

LA COMISION DE PABLO

Abrir los ojos de la gente

  En el versículo 18 vemos en qué consistía la comisión de Pablo: “Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados por la fe que es en Mí”. Abrir los ojos de la gente cumple el jubileo de Dios, el año aceptable del Señor, que el propio Señor Jesús proclamó en Lucas 4:18-21, conforme a la economía neotestamentaria de Dios. El año aceptable del Señor que se menciona en Lucas 4:19 se refiere a la era del Nuevo Testamento, tipificada por el año de jubileo (Lv. 25:8-17). Es el tiempo en el que Dios acepta a los cautivos del pecado que regresan (Is. 49:8; 2 Co. 6:2), y en el cual los que están oprimidos bajo el cautiverio del pecado disfrutan la liberación de la salvación. El primer aspecto de las bendiciones espirituales y divinas del jubileo neotestamentario, las cuales son las bendiciones del evangelio de Dios, consiste en abrir los ojos de los que están en una condición caída, y hacer que se conviertan de las tinieblas a la luz para que vean las cosas divinas que están en la esfera espiritual, lo cual requiere discernimiento espiritual y luz divina.

  Muchos hemos tenido la experiencia de escuchar ciertos mensajes y ser conducidos a las tinieblas, y de escuchar otros, y ser conducidos a la luz. Supongamos que usted escucha un sermón de cierto ministro, pastor o predicador. Cuanto más escucha, más siente que es llevado a las tinieblas y que todo se hace oscuro. En cambio, es posible que escuche otro mensaje, y tenga la sensación de que cuanto más escucha, más resplandece la luz divina en usted. Siente que el día amanece, que sus ojos son abiertos y que comienza a ver las cosas espirituales. Esta es la clase de mensajes que abren los ojos de la gente.

Convertir a las personas de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios

  Hechos 26:18 habla no solamente de abrir los ojos de las personas, sino también de convertirlas de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios. Es a esta conversión a la que nos referimos cuando usamos el término traslado. Convertirse de las tinieblas a la luz equivale a ser trasladado de las tinieblas a la luz, y pasar de la potestad de Satanás a Dios es ser trasladado de la potestad de Satanás a Dios. ¡Qué traslado más importante!

  Las tinieblas son señal de pecado y muerte, mientras que la luz es señal de justicia y vida (Jn. 1:4; 8:12). La potestad de Satanás alude al reino de Satanás (Mt. 12:26), el cual pertenece a las tinieblas. Satanás es el príncipe de este mundo (Jn. 12:31) y el príncipe de la potestad del aire (Ef. 2:2). El posee autoridad y tiene sus ángeles (Mt. 25:41), los cuales son sus subordinados, entre los que están los principados, potestades y los gobernadores de las tinieblas de este mundo (Ef. 6:12). Así que, él tiene su reino, que es, la potestad de las tinieblas (Col. 1:13).

  Conforme a Hechos 26:18, somos trasladados de la potestad de Satanás a Dios. En realidad, ser trasladados a Dios equivale a ser trasladados a la potestad de Dios, la cual es el reino de Dios, que pertenece a la luz. Anteriormente, estábamos en tinieblas y bajo la potestad de Satanás, pero un día fuimos trasladados a la luz, es decir, a Dios mismo.

  Las tinieblas son en realidad la potestad de Satanás. Cada vez que nos encontramos en tinieblas, estamos bajo la potestad satánica. La luz es Dios mismo (1 Jn. 1:5); por ende, cuando estamos en la luz, estamos en Dios. Así como Satanás y las tinieblas son una sola entidad, así también lo son Dios y la luz. El traslado más importante que podemos experimentar es el de las tinieblas a la luz.

  En el capítulo veintiuno de Hechos vimos que Jacobo promovía las prácticas antiguas del judaísmo, lo que indica que se encontraba en tinieblas. El dijo a Pablo: “Ya ves, hermano, cuantos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley” (21:20). Sus palabras provenían de las tinieblas e indican que estaba ciego y en oscuridad, y por ende, bajo la potestad de Satanás. No creo que seamos demasiado severos con él cuando afirmamos esto.

  Pablo, por el contrario, no estaba ciego. Sin embargo, en Hechos 21, estuvo en peligro de regresar a las tinieblas. De hecho, cuando estaba en el templo cumpliendo el voto nazareo junto con los otros hermanos, estaba en tinieblas.

El perdón de pecados

  En 26:18 vemos que cuando nuestros ojos son abiertos y nos convertimos, es decir, cuando somos trasladados de las tinieblas a la luz y de la potestad satánica a Dios, recibimos el perdón de pecados. El perdón de pecados es la base de todas las bendiciones del jubileo neotestamentario. Somos verdaderamente perdonados cuando nuestros ojos son abiertos y cuando somos trasladados de Satanás a Dios. Es por eso que necesitamos que nuestros ojos sean abiertos y ser trasladados de la potestad de Satanás a Dios. Sólo entonces recibimos el perdón completo y perfecto de nuestros pecados.

La herencia divina

Cristo, la corporificación del Dios Triuno

  Una vez que nuestros ojos son abiertos y somos trasladados de la potestad de Satanás a Dios, no sólo recibimos el perdón de los pecados, que tiene que ver con el aspecto negativo, sino que además recibimos una gran herencia, por el lado positivo. Esta herencia es el propio Dios Triuno, junto con todo lo que El tiene, ha hecho y hará por Su pueblo redimido. El Dios Triuno está corporificado en el Cristo que lo es todo (Col. 2:9), quien es la porción asignada como herencia a los santos (Col. 1:12). El Espíritu Santo, quien ha sido dado a los santos, es el anticipo, las arras o garantía de esta herencia divina (Ro. 8:23; Ef. 1:13-14), de la cual ahora participamos y disfrutamos a manera de anticipo, en el jubileo neotestamentario de Dios, y de la cual disfrutaremos plenamente en la era venidera y por la eternidad (1 P. 1:4). En el tipo del jubileo descrito en Levítico 25:8-13, las mayores bendiciones eran la libertad proclamada y el regreso de todo hombre a su propia posesión. Ahora, en el cumplimiento del jubileo, las principales bendiciones son la liberación de la potestad de las tinieblas y el hecho de recibir la herencia divina.

  A los cristianos comúnmente se les enseña que la herencia mencionada en Hechos 26:18 es una mansión celestial. Eso fue lo que me enseñaron cuando llevaba poco tiempo de cristiano, pero después de dedicar más de cincuenta años a estudiar la Biblia, me di cuenta de que esta herencia es el propio Cristo, la corporificación del Dios Triuno procesado. Dicho Cristo es la porción de los santos. En Colosenses 1:12 Pablo declara que, el Padre nos hizo aptos “para participar de la porción de los santos en la luz”.

  En el Antiguo Testamento, cada una de las doce tribus de Israel recibió como herencia una porción de la tierra de Canaán, la cual es un tipo del Cristo todo-inclusivo que obtenemos por herencia. Por lo tanto, Cristo, quien es la corporificación del Dios Triuno procesado, es nuestra herencia. Dicha herencia es el Dios Triuno procesado plenamente corporificado en la persona todo-inclusiva de Cristo, quien mediante la resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante.

Entre los que han sido santificados

  Conforme a Hechos 26:18, la herencia divina está entre los que han sido santificados por la fe en Cristo. Esta santificación no sólo tiene que ver con la posición sino también con el carácter de ellos (Ro. 6:19, 22). La santificación no sólo implica un cambio de posición, es decir, que uno es apartado de una posición común y mundana, para estar en una posición en la que somos útiles a Dios, como se describe en Mateo 23:17 y 19, donde vemos que el oro era santificado por el templo y la ofrenda por el altar, y en 1 Timoteo 4:3-5, donde los alimentos son santificados por la oración del creyente. Más que esto, la santificación implica una transformación en el carácter, es decir, una transformación en la inclinación natural, a un modo de ser espiritual, como lo mencionan 2 Corintios 3:18 y Romanos 12:2. Este es un largo proceso, que empieza a partir de la regeneración (1 P. 1:2-3; Tit. 3:5), continúa a lo largo de la vida cristiana (1 Ts. 4:3; He. 12:14; Ef. 5:26), y concluye con el arrebatamiento, es decir, con la madurez en vida (1 Ts. 5:23).

  Ser santificados en cuanto a posición, consiste en tener un cambio en posición y propósito, mientras que ser santificado en cuanto al carácter consiste en ser transformado en nuestra naturaleza, por la naturaleza santa de Dios y con ella. Ser santificados es ser saturados de Dios como nuestra posesión para que le disfrutemos hoy. Nuestra santificación tendrá su consumación cuando lleguemos a la madurez en la vida divina, a fin de parecernos a Dios y estar capacitados para poseerle y disfrutarle plenamente como nuestra herencia en la era venidera y por la eternidad.

NO FUE DESOBEDIENTE A LA VISION CELESTIAL

  En 26:19 y 20, Pablo testifica: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y en Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento”. En el versículo 19 Pablo usó la palabra “visión”; no habló de ser obediente a una doctrina, teoría, credo religioso ni teología alguna, sino a una visión celestial, en la cual el apóstol vio las cosas divinas relacionadas con la impartición del Dios Triuno en Su pueblo escogido, redimido y trasformado. Todo lo que Pablo predicó en este libro, y lo que escribió en sus catorce epístolas, desde Romanos hasta Hebreos, constituye una descripción detallada de la visión celestial que recibió.

ALIADO CON DIOS

  En 26:21 y 22, Pablo añade: “Por causa de esto, ciertos judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme. Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, me he mantenido firme hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder”. La palabra griega traducida “auxilio” en el versículo 22 significa también “asistencia”. La raíz de este vocablo es alianza, lo cual implica que el apóstol estaba aliado con Dios, y que podía ver la asistencia de Dios en esta alianza.

TESTIFICO QUE EL CRISTO HABIA DE PADECER Y DE ANUNCIAR LUZ

  En 26:22, Pablo no dijo: “He logrado sobrevivir hasta el día de hoy”, sino: “Me he mantenido firme hasta el día de hoy”. El se había mantenido firme ante el tribuno romano, y también ante Félix y Festo. Ahora, permanecía firme delante de Agripa. Mientras comparecía ante éste, se mostraba valiente y afirmaba haber dado testimonio a pequeños y a grandes. Entre los grandes se encontraban Félix, Festo y el rey Agripa.

  Pablo testificó ante Agripa que no había hablado nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: “Que el Cristo había de padecer, y que siendo el primero en resucitar de entre los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles” (v. 23). Las palabras griegas traducidas “había de padecer” significan literalmente “iba a estar sujeto a padecimiento”. Las palabras griegas traducidas “siendo el primero en resucitar de los muertos, había de anunciar” pueden traducirse también “por la resurrección de los muertos, El debía ser el primero en anunciar” o “El, siendo el primero en levantarse de los muertos, debía anunciar”.

  En 26:23, Pablo declara que el Cristo anunció luz al pueblo y también a los gentiles. La palabra “luz”, alude a la iluminación de Dios, quien es la luz (1 Jn. 1:5) que resplandece en Cristo, quien a su vez es la luz del mundo (Jn. 8:12; 9:5), mediante la predicación del evangelio de la gloria de Cristo (2 Co. 4:4, 6). En este pasaje el apóstol habló de la luz en lugar de hablar de la vida, debido a que los religiosos y los políticos romanos se hallaban en tinieblas. Puesto que ellos se encontraban en una “celda” oscura, Pablo dijo que Cristo, siendo el primero en resucitar de entre los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles.

LA REACCION DE FESTO Y LA RESPUESTA DE PABLO

  Hechos 26:24 agrega: “Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco”. La palabra griega traducida “loco” en los versículos 24 y 25 significa también demente, completamente fuera de sus cabales. Festo dijo a gran voz que las muchas letras volvían loco a Pablo, pero dado que él era el anfitrión, no le correspondía decir nada.

  Luego, en los versículos 25 y 26, Pablo contestó: “No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda libertad; porque estoy persuadido de que nada de esto ignora, pues no se ha hecho esto en un rincón”. Pablo primero le dijo a Festo que no estaba loco, que estaba en su sano juicio, y que declaraba palabras de verdad y de cordura. Luego añadió que el rey Agripa sabía todas estas cosas. Puesto que Agripa era judío de religión, estaba familiarizado con el Antiguo Testamento y con la verdad de la resurrección. Así que, esto era como si Pablo hubiera dicho: “Agripa sabe estas cosas por cuanto es judío”.

  En el versículo 27, Pablo se dirige a Agripa: “¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees”. Por ser judío de religión, Agripa ciertamente creía lo que decían los profetas.

  En el versículo 28, Agripa le responde: “¿Con tan poca cosa me persuades a ser cristiano?” La palabra griega traducida “cosa” también se puede traducir “tiempo”. Pablo contestó a la pregunta de Agripa y dijo: “¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que me oyen, fuesen hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!” (v. 29). Las palabras de Pablo en este versículo son muy elocuentes.

LA OPINION DE AGRIPA

  Leamos Hechos 26:30-32: “Entonces se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos; y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna de muerte ni de prisión ha hecho éste hombre. Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César”. La opinión de Agripa fue que Pablo podía ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César. Pero de no haberlo hecho, los judíos se habrían aprovechado del dictamen injusto de Festo y le habrían dado muerte (25:9). Además, si éste hubiera sido el caso, Pablo no habría tenido la oportunidad de escribir las epístolas a los Efesios, Colosenses, Filipenses y Hebreos, las cuales son tan cruciales.

  La sección de Hechos que abarca de 21:27 a 26:32, relata de forma detallada la última persecución que padeció el apóstol por parte de los judíos, y pone de manifiesto las características de todos los involucrados. En primer lugar, vemos las tinieblas, la ceguera, el odio y la hipocresía de la religión judía. En segundo lugar, vemos la injusticia y la corrupción de la política romana. Tercero, vemos la trasparencia, el brillo, la fidelidad y el denuedo del apóstol. Por último, vemos el cuidado que mostró el Señor al infundirle ánimo a Su testigo y al ejercer Su providencia en su entorno, lo cual tenía como fin cumplir Su propósito divino.

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