Mensaje 10
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Lectura bíblica: Is. 9:8-21; 10:1-34; Ro. 9:27
En los capítulos 4, 6, 7, 8 y 9 de Isaías se nos revelan dieciocho ítems de Cristo. En el capítulo 4 Cristo es el Renuevo de Jehová, el fruto de la tierra (v. 2), el dosel (v. 5) y el tabernáculo (v. 6) para dar sombra, refugio y cubierta al pueblo escogido de Dios. En el capítulo 6 Cristo es Aquel que está sentado en el trono en gloria (v. 1). En el capítulo 7 Cristo es el niño llamado Emanuel (v. 14), y en el capítulo 8 Cristo es el santuario para Su pueblo, pero piedra que hiere, roca de tropiezo así como una trampa y un lazo para los que se le oponen (v. 14). En el capítulo 9 Cristo es la gran luz (v. 2), un niño que nos es nacido, un Hijo que nos es dado, el Dios fuerte, el Maravilloso Consejero, el Padre eterno y el Príncipe de paz (v. 6).
Los capítulos 9 y 11 de Isaías revelan a Cristo de manera maravillosa, pero el capítulo 10 trata sobre el juicio de Jehová (no meramente Su disciplina) sobre el reino de Israel y Su juicio sobre Asiria. El capítulo 10 es una sección parentética ubicada entre estos dos capítulos a fin de mostrarnos cómo podemos poseer y disfrutar las buenas cosas de Cristo presentadas en los primeros capítulos de Isaías.
Si hemos de saber cómo disfrutar a Cristo, primero tenemos que conocer nuestra verdadera condición. La situación en la que nos encontramos no es buena, pues estamos bajo el juicio de Dios. Si hemos de disfrutar a Cristo como nuestra salvación, tenemos que darnos cuenta de que estamos bajo el juicio de Dios.
Este mismo principio se aplica a la predicación del evangelio. Al predicar el evangelio, es mejor no presentar las buenas cosas primero, sino las malas. Si ustedes únicamente presentan las buenas cosas, tal vez no logren tocar la conciencia de las personas. La mejor manera de tocar la conciencia de la gente es decirles algo sobre su verdadera condición con el debido tacto.
Isaías 10 nos muestra que tanto los oprimidos, el reino de Israel, como los opresores, el reino de Asiria, estaban bajo el juicio de Dios. Israel alguna vez había sido una sola nación, pero después del tiempo de Salomón, esta nación fue dividida en el reino norteño de Israel y el reino sureño de Judá. Debido a que el reino de Israel había caído al grado de encontrarse en el mismo nivel que las naciones gentiles e, incluso, aliarse al rey de Aram, Israel no solamente se encontraba bajo la disciplina de Dios, sino también bajo Su juicio. La disciplina de Dios para con Israel se convirtió en Su juicio sobre Israel. Por esta razón, ahora es correcto hablar no solamente de la disciplina de Dios sobre Israel, sino también de Su juicio sobre Israel. Además, los dos juicios que encontramos en este capítulo —el juicio sobre Israel y el juicio sobre Asiria— en realidad son uno solo (vs. 22-23). Israel se había hecho uno con los gentiles; por tanto, estos dos juicios eran ambos de una misma naturaleza.
En 9:8—10:4 vemos la disciplina que Dios aplica al reino de Israel.
La disciplina de Dios vino a causa del orgullo y la altivez de Israel (9:9-10). Efraín (el reino de Israel) y los habitantes de Samaria (la capital de Israel) dijeron en orgullo y en altivez de corazón: “Los ladrillos han caído, pero edificaremos con piedras labradas; / han sido talados los sicómoros, pero en su lugar pondremos cedros” (v. 10). En su orgullo, ellos dijeron que edificarían con algo más fuerte que ladrillos y que reemplazarían los sicómoros con cedros.
Jehová levantó a los adversarios de Rezín contra Israel e incitó a sus enemigos (9:11). Aram desde el oriente y Filistea desde el occidente devoraron a Israel a boca llena. Ni con todo esto se apartó la ira de Jehová, sino que Su mano continuaba extendida contra ellos (v. 12).
La disciplina de Jehová vino a causa de que ellos no se convirtieron a Jehová ni le buscaron. El versículo 13 dice: “Pero el pueblo no se convierte a Aquel que los hiere, / ni busca a Jehová de los ejércitos”.
Jehová cortaría de Israel cabeza (el anciano y el venerable de rostro) y cola (el profeta y maestro de falsedad) y a aquellos que extravían al pueblo (vs. 14-16). A causa de esto el Señor no se regocijaría en sus jóvenes ni tendría compasión de sus huérfanos y viudas. Todos ellos eran profanos y malhechores, y toda boca hablaba necedades. Ni con todo esto se apartó la ira de Jehová, sino que Su mano continuaba extendida contra ellos (v. 17).
La disciplina de Jehová también vino a causa de la maldad de ellos. Su maldad ardió como fuego que devora cardos y espinos; ardió en la espesura del bosque, y como remolino sube en columna de humo (v. 18).
Por la ira desbordante de Jehová fue quemada una tierra, y el pueblo fue como combustible para el fuego (v. 19a). Nadie perdonaba ni a su hermano (v. 19b). Uno cortó de un tajo lo que estaba a la derecha, pero seguía con hambre; otro comió a la izquierda, pero no se sació. Cada cual comió la carne de su propio brazo: Manasés a Efraín, y Efraín a Manasés, y ambos contra Judá. Ni con todo esto se apartó la ira de Jehová, sino que Su mano continuaba extendida contra ellos (vs. 20-21).
La disciplina de Jehová también vino a causa de la injusticia de ellos. Al respecto, 10:1-2 dice: “¡Ay de los que promulgan decretos de iniquidad, / de los escritores ocupados en escribir decisiones vejatorias, / a fin de apartar del juicio a los pobres, / y de quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; / para que sean las viudas su botín, / y para despojar a los huérfanos!”. Estos versículos indican que no había equidad en Israel.
Isaías 10:3 dice: “¿Y qué haréis para el día de la visitación, / y para la devastación que vendrá de lejos? / ¿A quién huiréis en busca de auxilio? / ¿Y dónde dejaréis vuestra gloria?”. Aquí el día de la visitación se refiere al día del juicio, y gloria se refiere a las riquezas del hombre. El versículo 4 continúa hablando de aquel que se encorva tras los prisioneros y cae tras los muertos. Ni con todo esto se apartó la ira de Jehová, sino que Su mano continuaba extendida contra ellos.
En 10:5-34 también vemos el juicio de Jehová sobre Asiria.
Los versículos del 5 al 19 y del 28 al 34 hablan sobre el juicio que Jehová ejecuta contra la altivez del rey de Asiria.
Aunque Asiria fue la vara de la ira de Jehová, Él pronunció la siguiente aflicción contra Asiria: “¡Ay de Asiria, vara de Mi ira! / El bastón en sus manos es Mi indignación. / Los envío contra una nación profana, / y contra el pueblo de Mi ira desbordante les doy órdenes, / para despojar el despojo y saquear el saqueo, / a fin de convertirlos en campo pisoteado, como el lodo de las calles” (vs. 5-6).
Sin embargo, Asiria no lo pensaba así, ni su corazón lo imaginaba de esta manera (v. 7a); más bien, en su corazón estaba el destruir y cortar naciones no pocas (vs. 7b-11). Esto significa que debido a que Israel se había corrompido, Dios usó a Asiria como vara y bastón para juzgar a Israel. Pero Asiria, sobrepasando los límites puestos por Dios, no quiso entender el asunto de esta manera, ni su corazón lo concibió así; así que, Asiria cometió excesos al actuar.
Los versículos 13 y 14 ponen al descubierto la altivez del rey de Asiria. El versículo 12 revela que esta altivez sería castigada por Jehová. “Pero cuando el Señor haya acabado toda Su obra en el monte Sion y en Jerusalén, dice: Castigaré el fruto de la altivez del corazón del rey de Asiria y la gloria de sus ojos altivos”.
El versículo 15 dice: “¿Se glorificará el hacha contra el que con ella corta? / ¿O se magnificará la sierra contra el que la maneja? / Sería como si la vara blandiera al que la levanta, / como si el bastón levantara al que no es leño”. Aquí Dios afirma que fue Él quien se valió de Asiria como un hacha para cortar a Su pueblo, pero que ahora esta hacha se glorificaba contra Aquel que la usó. Jehová, por tanto, juzgaría al rey de Asiria, tal como se describe del versículo 16 al 19. Él enviaría flaqueza a los robustos del rey de Asiria, y debajo de su gloria encendería una hoguera, como hoguera de fuego. Más aún, la Luz de Israel se convertiría en fuego, y Su Santo en llama; y quemaría y devoraría sus espinos y sus cardos en un solo día. Jehová destruiría la gloria de su bosque y de su fértil huerto, tanto el alma como el cuerpo; y el rey de Asiria sería entonces como hombre enfermo que se está consumiendo.
El rey de Asiria pasó por muchas naciones aterrorizándolas hasta que, finalmente, agitó su mano contra el monte de la hija de Sion, contra la colina de Jerusalén (vs. 28-32).
El Señor Jehová de los ejércitos desgajaría las ramas con terrible estrépito. Los árboles de gran altura serían talados, y los altos serían humillados. Él talaría con hacha de hierro la espesura del bosque, y el Líbano caería ante las manos del Majestuoso (vs. 33-34).
Isaías 10:20-27 habla del retorno y liberación de Israel. Después del juicio sobre Israel y el juicio sobre Asiria, se produciría el retorno y liberación de Israel.
En aquel día el remanente de Israel y los de la casa de Jacob que hayan escapado nunca más se apoyarán en el que los hiere —el rey de Asiria—, sino que se apoyarán en Jehová, el Santo de Israel, en verdad (v. 20). Apoyarse en Jehová en verdad equivale a poner nuestra confianza en Él en honestidad.
A continuación, los versículos 21 y 22 dicen: “Un remanente volverá, el remanente de Jacob, al Dios fuerte. Porque aunque tu pueblo, oh Israel, sea como la arena del mar, sólo el remanente de él volverá”. Este pasaje es citado por Pablo en Romanos 9:27. La razón por la cual sólo un remanente volverá es dada en Isaías 10:22b-23. “La aniquilación está estrictamente decidida, rebosando justicia. Porque el Señor, Jehová de los ejércitos, hará destrucción total y una decisión estricta en medio de toda la tierra”.
En el versículo 24 Jehová le dice a Su pueblo, morador de Sion, que no tema a Asiria, el cual hiere con vara y alza su bastón contra ellos a la manera de Egipto. Después, en los siguientes versículos, Jehová dice: “Porque de aquí a muy poco tiempo se habrá cumplido Mi indignación, y Mi enojo se volverá para destrucción de ellos. Y levantará Jehová de los ejércitos azote contra ellos como cuando hirió a Madián en la peña de Oreb; Su bastón estará sobre el mar, y Él lo levantará como lo hizo en Egipto. Y en aquel día su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz; y el yugo será quebrado a causa de la grosura” (vs. 25-27). Esto nos muestra que el juicio de Dios a la postre tendrá como resultado el retorno de Su pueblo.
