Mensaje 11
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Lectura bíblica: Is. 11; Is. 12
En este mensaje consideraremos la restauración introducida por medio de Cristo (cap. 11) y la salvación disfrutada por el pueblo amado de Jehová (cap. 12).
La mayoría de los que estudian Isaías prestan mucha atención al capítulo 11, el cual presenta un cuadro muy placentero de restauración.
Del versículo 5 al 10 se nos revela al Cristo venidero en la restauración.
En la restauración, el Cristo que viene será un retoño que brotará del tocón de Isaí y será un vástago de sus raíces (v. 1). Israel, especialmente la casa de David, era como un árbol muy elevado. Pero, debido a que Israel cayó en degradación, ese árbol fue talado y sólo quedó un tocón. Esto fue lo que sucedió con los descendientes de David. Tanto María como su prometido, José, eran descendientes de los hijos de David. Ellos pertenecían a la familia real, pero habiendo empobrecido pasaron a formar parte de la clase humilde y residían en Nazaret, una ciudad menospreciada, ubicada en Galilea, una región menospreciada. Esto nos muestra que la casa de David había sido cortada de raíz.
Un día, un retoño brotó de aquel tocón que había quedado. Cristo brotó como retoño del tocón, por encima de la tierra, lo cual significa que la restauración es realizada por la vida y es propio de la vida. Además, como vástago, Cristo procedía de las raíces, por debajo de la tierra, lo cual representa la profundidad de la vida restauradora, y brotó como ramificación de Dios mismo y llevó mucho fruto.
Tanto el vástago como el retoño son una sola entidad. En Su nacimiento, Cristo era un retoño. A medida que Él crecía, se convertía en un vástago. Debido a que Él se ramificó, el mundo entero está lleno de Su fruto.
En lo referente a Cristo como el retoño y el vástago, el versículo 2 continúa diciendo: “Y sobre Él reposará el Espíritu de Jehová, / el Espíritu de sabiduría y de entendimiento, / el Espíritu de consejo y de poder, / el Espíritu de conocimiento y temor de Jehová”. El Espíritu de consejo y de poder corresponde con la sabiduría y el poder mencionados en 1 Corintios 1:24, donde dice que Cristo es la sabiduría y el poder de Dios. Él es la sabiduría para dar consejo y el poder que nos da fuerzas.
La ramificación de Jehová es un asunto íntegramente vinculado al Espíritu. Cristo nació del Espíritu, lo cual significa que Él fue constituido del Espíritu. Después, Él fue bautizado, ungido, con el Espíritu. El Espíritu estaba con Él todo el tiempo y era uno con Él. Él anduvo por el Espíritu y llevó una vida en el Espíritu, con el Espíritu, por el Espíritu y a través del Espíritu. Por tanto, como Juan 14 revela, el Espíritu es la realidad de Cristo.
“Se deleitará en el temor de Jehová” (Is. 11:3a). La expresión se deleitará indica que Cristo gustará del temor de Jehová. Además, “no juzgará por lo que vean Sus ojos, / ni decidirá por lo que oigan Sus oídos, / sino que juzgará con justicia a los pobres, / y decidirá con equidad a favor de los afligidos de la tierra”. A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, en ese tiempo no habrá carencia de justicia y equidad. El versículo 4b continúa: “Herirá la tierra con la vara de Su boca, / y con el aliento de Sus labios matará al impío”. Aquí, como es común en los escritos poéticos de Isaías, encontramos un par: la vara de Su boca y el aliento de Sus labios.
La justicia será lo que ciña Sus lomos, y la fidelidad será lo que ciña Sus caderas (v. 5). Ceñirse los lomos hace que uno tenga fuerza para moverse, actuar y, especialmente, luchar. La justicia y la fidelidad son dos de las virtudes de Cristo necesarias para mantenerse firmemente parado y combatir. Él permanece firme con fidelidad y combate con justicia.
Isaías 11:10 dice: “En aquel día, la raíz de Isaí / se pondrá por estandarte para los pueblos, / y le buscarán las naciones, / y la gloria será Su lugar de reposo”. Aquí vemos que Cristo es también la raíz de Isaí y que la gloria será Su lugar de reposo. Allí donde Él halla reposo, está presente la gloria. La gloria es la expresión de Dios. Allí donde Cristo está, encontramos la expresión de Dios. Dios mismo expresado es el lugar de reposo de Cristo.
Por un lado, Cristo como retoño, vástago y raíz de Isaí está vinculado con la humanidad. Por otro, Cristo está estrechamente vinculado con Dios, pues donde Él está, allí está la expresión de Dios. Este cuadro nos muestra a Cristo como Dios y como hombre, es decir, como el Dios-hombre.
Según el versículo 6, en la restauración introducida por medio de Cristo, el lobo morará con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro, el leoncillo y el carnero engordado andarán juntos; y un niño los conducirá. En ese tiempo imperará la paz y el amor.
En la restauración, la vaca y la osa pacerán juntas, y sus crías se echarán juntas. Y el león, como el buey, comerá paja (v. 7).
El versículo 8 continúa diciéndonos que en la restauración el niño de pecho jugará al lado del agujero de la cobra, y el niño recién destetado extenderá su mano sobre la guarida de la víbora. El versículo 9a continúa diciendo que no dañarán ni destruirán en todo el santo monte de Jehová.
Más aún, según la segunda parte del versículo 9, en la restauración introducida por medio de Cristo, la tierra estará llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.
Al leer estos versículos, la pregunta que se suscita en mí es por qué en la restauración los diferentes animales vivirán juntos tan apacible, placentera y amorosamente. Creo que aun cuando Dios no creó a las bestias con un elemento negativo en ellas, como resultado de la caída del hombre, un elemento negativo fue introducido. Cuando Adán cayó, el pecado entro en él. Puesto que él, la cabeza de todas las criaturas, se volvió un ser caído, algo de Satanás también entró en las criaturas. En la restauración, este factor negativo será quitado, haciendo que en ellas se produzca un cambio no solamente en sus acciones externas, sino también en su naturaleza interna. La razón para este cambio aparece en el versículo 9, a saber: el conocimiento de Dios, esto es, conocer a Dios, lo cual llenará toda la tierra. El poder restaurador de Cristo libertará a todas las criaturas del elemento venenoso de Satanás; como resultado de ello, la situación imperante entre ellos será placentera, pacífica y llena de amor.
Los versículos del 11 al 16 hablan del retorno del remanente restaurado de Israel.
En aquel día el Señor recobrará de nuevo, con Su mano, por segunda vez, al remanente de Su pueblo que haya quedado, recobrándolo de Asiria, Egipto, Patros, Cus, Elam, Sinar, Hamat y de las islas del mar (v. 11).
El Señor alzará bandera a las naciones y juntará a los desterrados de Israel. Él reunirá a los dispersos de Judá de los cuatro ángulos de la tierra (v. 12). Esta bandera que será alzada es Cristo mismo.
La envidia de Efraín será disipada, y los adversarios de Judá serán exterminados. Efraín (el reino del norte) no tendrá envidia de Judá (el reino del sur), ni Judá hostilizará a Efraín (v. 13). El Señor eliminará el factor divisivo, y los dos reinos volverán a ser uno solo.
El remanente restaurado de Israel se lanzará sobre los hombros de los filisteos al occidente. Juntos saquearán a los hijos del oriente. Edom y Moab estarán bajo su dominio, y los hijos de Amón se les someterán (v. 14).
Jehová destruirá por completo la lengua del mar de Egipto. Además, agitará Su mano sobre el río Éufrates con el ardor de Su viento, y lo herirá, partiéndolo en siete arroyos, y hará que se pueda pasar por él a seco (v. 15). Actualmente, el río Éufrates es un gran impedimento y separación para Israel; pero con miras al retorno de Su pueblo disperso a la Tierra Santa, el Señor hará que ese río se convierta en pequeños arroyos que la gente podrá cruzar fácilmente.
Según el versículo 16, habrá calzada desde Asiria para el remanente del pueblo de Jehová que haya quedado, así como hubo un camino para Israel el día que subió de la tierra de Egipto. En la restauración, Dios hará todas estas cosas a fin de facilitar el retorno de los hijos de Israel a la tierra de sus padres para congregarse allí.
El capítulo 12 de Isaías describe la salvación disfrutada por el pueblo amado de Jehová. La manera en que podemos disfrutar la salvación de Dios que se describe aquí corresponde exactamente con la manera de hacerlo revelada en el Nuevo Testamento.
El versículo 1 presenta lo que Israel dirá en aquel día. Israel dirá: “Te alabaré, oh Jehová. Estabas airado conmigo, / pero se ha apartado Tu ira, y me has consolado”. La palabra hebrea que aquí se tradujo alabaré también puede traducirse daré gracias.
El versículo 2 continúa: “Dios ahora es mi salvación; / confiaré y no temeré; / porque Jah Jehová es mi fortaleza y mi cántico, / y Él se ha hecho mi salvación”. Este versículo revela claramente que la salvación es el Señor mismo. Jamás debiéramos pensar que la salvación que recibimos y disfrutamos es algo diferente al propio Señor.
Después, los versículos 3 y 4a dicen: “Con regocijo sacaréis aguas / de los manantiales de salvación, / y diréis en aquel día: / Dad gracias a Jehová; invocad Su nombre”. La manera en que podemos recibir al Señor como nuestra salvación consiste en sacar aguas de los manantiales de salvación. Como nuestra salvación, el Señor es agua para nosotros. Esto se recalca mucho en el Nuevo Testamento, especialmente en Juan 4 y 7. En Juan 4:14 el Señor Jesús dice: “El agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna”. En Juan 7 esta fuente de agua se ha convertido en ríos de agua viva (vs. 37-39). Esto indica que tener al Señor como nuestra salvación significa que Él es agua viva para nosotros.
En Apocalipsis 22:1 y 2 encontramos el río de agua de vida y el árbol de la vida. Estos versículos describen el fluir del Dios Triuno. Dios y el Cordero están en el trono, y el río de agua de vida, un símbolo del Espíritu, sale del trono. El árbol de la vida, que representa a Cristo, vive y crece en el río de agua de vida. Si el río no llega hasta nosotros, el árbol de la vida tampoco llegará hasta nosotros. Puesto que el árbol de la vida está en el agua de vida, la manera en que disfrutamos del árbol consiste en beber del agua. Cuando bebemos del agua de vida, disfrutamos al Dios Triuno. Hoy en día no solamente debemos hablar de Cristo y enseñar Cristo a otros, sino que también tenemos que beber de Cristo como Espíritu vivificante.
En un mensaje reciente que di sobre Efesios 4 hice notar que Cristo es el elemento del Cuerpo y que el Espíritu es la esencia del Cuerpo. Si solamente tenemos el elemento y carecemos de la esencia, tendremos meramente algo objetivo para nosotros, lo cual no tiene relación alguna con nuestra experiencia personal. No importa cuánto sepamos sobre Cristo como elemento, si no tenemos la esencia, no habrá ninguna relación entre dicho elemento y nosotros subjetivamente y en experiencia. Pero si poseemos al Espíritu como esencia, también poseeremos a Cristo como elemento. La esencia del árbol de la vida está en el agua de vida. Si disfrutamos a Cristo como árbol de la vida, como elemento de la vida, también tenemos que beberle como agua de vida, como esencia de la vida.
Incluso en tiempos del Antiguo Testamento, Isaías nos reveló que la manera de disfrutar al Señor como nuestra salvación consiste en invocar Su nombre con regocijo y alabanza. Invocar Su nombre es como respirar profundamente. Si invocamos: “¡Oh Señor Jesús! ¡Señor Jesús!”, seremos refrescados y avivados, y llegaremos a ser personas muy vivientes. A fin de disfrutar de la salvación, debemos darnos cuenta de que el propio Señor es nuestra salvación, nuestra fortaleza y nuestro cántico, y que al invocar Su nombre podemos sacar aguas con regocijo de los manantiales de salvación.
Isaías 12:4b dice: “Dad a conocer entre los pueblos Sus obras; / haced recordar que Su nombre es exaltado”. Esto se relaciona con predicar el evangelio, con dar a conocer a otros lo que hemos disfrutado al hablarles sobre Cristo y sobre lo que Él ha hecho por nosotros. Al hablarle a otros, debemos decirle a la gente que el nombre de Cristo ha sido exaltado, que Él ascendió y ahora está en los cielos.
Los versículos 5 y 6 concluyen: “¡Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho algo majestuoso! / ¡Sea sabido esto por toda la tierra! / Clama y da grito resonante, oh habitante de Sion, / porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”. El versículo 3 habla de regocijarnos, y el versículo 6, de dar gritos resonantes. Dar un grito resonante significa dar gritos de sonido prolongado. El gozo es algo interno, pero regocijarse implica cierta actividad que expresa el gozo interno. Regocijarse de esta manera guarda relación con el hecho de dar un grito resonante, o sea, regocijarse de manera continua.