Mensaje 12
Lectura bíblica: Isaías 13—23; Ef. 6:12b; Dn. 10:13, 20; Ap. 3:7
En este mensaje abordaremos once capítulos, del capítulo 13 al 23, un pasaje largo referente al juicio de Jehová sobre las naciones y su fruto, que es la venida de Cristo y la restauración que sigue. Estos capítulos nos muestran un punto principal: que las naciones son usadas por el enemigo de Dios para turbar al pueblo escogido de Dios e impedir que Dios lleve a cabo Su economía; por tanto, Dios se ve obligado a venir a juzgarlas. Todos estos juicios resultan en una sola cosa, esto es, la venida de Cristo.
Cuanto más reflexionamos sobre los juicios ejecutados por Dios sobre los rebeldes, más vemos cuánto el hombre necesita de la salvación de Dios, y esta salvación es Cristo mismo. Cuanto más estudio la situación mundial, más claramente comprendo que la única manera de resolver los problemas del mundo actual consiste en que Cristo venga. Y tenemos que creer que Él viene. Mientras Él espera, Él prepara todas las cosas, incluso a todos y cada uno de nosotros, para Su venida. Todas las cosas operan conjuntamente para conducir nuestro pensamiento, nuestro concepto y nuestro entendimiento sobre la vida humana y el linaje humano a confluir en una profunda aspiración: “Señor Jesús, tienes que regresar. Si Tú no estás aquí, es imposible proseguir. Es necesario que todo sea juzgado por Ti. Señor, tienes que volver”.
En primer lugar, consideraremos el juicio de Jehová sobre las naciones, y después, el fruto de dicho juicio.
El juicio de Jehová sobre las naciones consistió en destruir a Babilonia valiéndose del ejército de los medos (14:22-23; 13:17-19, 3-4; 21:2, 9a) debido a que Babilonia había destruido cruelmente a muchas naciones (14:5-6, 16-17) y tenía muchos ídolos (21:9b).
Según la imagen humana vista por Nabucodonosor en Daniel 2, Dios considera a Babilonia como la cabeza, pues fue la invasión babilónica la que destruyó el templo, llevó cautivo al pueblo de Dios y tomó algunos de los utensilios sagrados del templo. Aunque fue Asiria, no Babilonia, la primera nación en causar problemas a Dios en Su economía, a los ojos de Dios todas las naciones, incluyendo Asiria, forman parte de Babilonia. Antes que fuésemos salvos, nosotros también formábamos parte de Babilonia. Incluso después de haber sido salvos, con frecuencia hemos seguido formando parte de Babilonia, pues en cierto número de ocasiones hemos causado problemas a la iglesia y hemos perjudicado a los elegidos de Dios. Siempre que criticamos a los santos, formamos parte de Babilonia, con lo cual le causamos perjuicio a los elegidos de Dios.
Los asirios habían puesto un yugo y una carga sobre Israel. Por tanto, el juicio de Jehová consistió en quebrantar a Asiria debido al yugo y carga que impuso a Israel (14:24-27).
El juicio de Jehová también consistió en destruir a Filistea debido al daño que causó a Sion (vs. 29-32).
El juicio de Jehová también consistió en devastar a Moab (15:1) debido a su soberbia (16:6).
El juicio de Jehová también le sobrevino a Damasco, la capital de Aram. Damasco sería convertida en ruina y abandonada (17:1-4) debido a que invadió a Israel (vs. 12-14).
Al ejecutar Su juicio, Jehová también atacaría y asolaría a Egipto (19:1, 5-7, 22a) debido a sus ídolos y consejeros (vs. 1b, 11b-12). Aquí vemos que Dios clasifica en una misma categoría a los sabios y a los ídolos.
En 20:4-6 vemos que el juicio de Jehová consistió en llevar a Egipto al cautiverio y enviar a Cus al destierro por medio del rey de Asiria, debido a que la esperanza de Israel era Cus y su jactancia era Egipto. En lugar de poner su confianza en Dios, Israel esperaba recibir ayuda de Cus y obtener algo de Egipto de lo cual pudiera jactarse. Dios aborreció esto y juzgó a las naciones a causa de ello.
Dios no juzgará a Duma (21:11-12). Duma significa silencio; tiene un sonido similar al de Edom y se parece a Edom en la desolación que le aguarda. Por tanto, aquí el llamado que se le hace al profeta procede de Seir, que se encuentra en la cadena de montañas de Edom y es la capital de Edom. La profecía con respecto a Duma en el versículo 12 significa que ella es la misma en el día como en la noche y que nada sucede allí.
Isaías 21:13-17 revela que Jehová asolará a Arabia con el peso de la batalla debido a su belicosidad.
Incluso Jerusalén fue incluida en el juicio de Jehová sobre las naciones. Al ejecutar Su juicio, Jehová hollaría la ciudad de Jerusalén —el valle de la visión (22:5-7)— debido a su iniquidad imperdonable, esto es: ella no miró al Señor ni lo consideró (vs. 11b-14). El pueblo escogido de Dios debía haber tomado en cuenta a Dios y debía haber mostrado respeto por Él. Pero ellos se rehusaron a hacer esto, y su error en este asunto era imperdonable.
Finalmente, estos capítulos revelan que el juicio de Jehová consistió en destruir a Tiro mediante los asirios (23:1, 13-14) debido a su soberbia de toda hermosura (gloria) y a causa de todos sus hombres honorables (v. 9).
Ahora debemos ver cuál fue el fruto del juicio de Jehová sobre las naciones.
El primer fruto del juicio de Jehová es poner al descubierto el reino de las tinieblas de Satanás (Ef. 6:12b; cfr. Dn. 10:13, 20) que opera detrás de las naciones y la unidad de Satanás con quienes gobiernan las naciones, tales como Nabucodonosor, quien es figura de Satanás (Is. 14:12-15), y a quien Isaías considera uno con Satanás. Según Daniel 10, hay un príncipe, un ángel caído, un espíritu maligno, sobre cada nación. Estos ángeles caídos forman parte del reino de las tinieblas de Satanás.
El juicio de Jehová sobre las naciones muestra Su gobierno soberano y justo sobre ellas (13:17; 14:22, 24-25; 19:1). Este gobierno es visto particularmente durante tiempos de crisis y guerras; por ejemplo, dicho gobierno fue manifestado en la decisión tomada por Hitler de invadir Rusia en vez de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial. En Su soberanía, el Señor gobierna las naciones. Por esta razón, el Señor Jesús es llamado “el Soberano de los reyes de la tierra” (Ap. 1:5).
Uno de los resultados del juicio de Jehová sobre las naciones es la restauración y el establecimiento de Su amado Israel.
Jehová tendrá compasión de Jacob, escogerá de nuevo a Israel, los establecerá en su tierra y les dará reposo de su dolor y turbación y de la dura servidumbre en que sirvieron como esclavos (Is. 14:1-3, 32b).
Moab, habiendo cambiado, ofrecerá sacrificios a Sion, pues buscará el consejo y la protección de Israel (16:1-4).
Israel mirará a su Hacedor, sus ojos contemplarán al Santo de Israel y no olvidará más al Dios de su salvación y a la Roca de su baluarte, quien le brindará protección (17:7, 10).
Cus, en el tiempo de su florecimiento, traerá un don a Jehová, al monte Sion, al lugar del nombre de Jehová (18:1, 7).
Según 19:19-25, Egipto edificará un altar como señal y testimonio a Jehová en su tierra así como también edificará una estela a Jehová cerca de su frontera. Jehová se dará a conocer a los egipcios; y ellos lo adorarán con sacrificio y ofrenda, y harán voto a Él y lo cumplirán. Jehová los sanará, y ellos se convertirán a Él y clamarán a Él. En aquel tiempo, los egipcios adorarán a Jehová junto con los asirios, e Israel será tercero con Egipto y Asiria, una bendición en medio de la tierra. Jehová bendecirá a Egipto, Asiria e Israel, diciendo: “Bendito sea Egipto, pueblo Mío, y Asiria, obra de Mis manos, e Israel, Mi heredad” (v. 25).
El fruto final del juicio de Jehová sobre las naciones consiste en proveerles el Cristo todo-inclusivo como Salvador a fin de satisfacer la necesidad del amado Israel y de las naciones juzgadas.
Cristo se sentará en verdad sobre el trono establecido en benevolencia amorosa en la tienda de David, a fin de regir sobre Moab en equidad y justicia (16:5).
Jehová enviará a los egipcios a Cristo como Salvador y Poderoso, el cual los librará (19:20b).
Jehová hará a Cristo (tipificado por Eliaquim, siervo de Jehová) un Padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá y pondrá la llave de la casa de David sobre Su hombro (22:20-25). Cuando Él abra, nadie cerrará; y cuando Él cierre, nadie abrirá (v. 22). Y Jehová lo hincará como clavija en lugar seguro, y Él será por trono de gloria para la casa de Su Padre. Ellos colgarán de Él toda la gloria de la casa de Su Padre, prole y posteridad, todos los vasos más pequeños, desde los tazones hasta los jarros.
Isaías 22:25 dice: “En aquel día, declara Jehová de los ejércitos, la clavija hincada en el lugar seguro será quitada, será quebrada y caerá; y la carga que sobre él se puso será derribada, porque Jehová ha hablado”. ¿A quién se refiere este versículo? Esto no se refiere a Cristo, sino a Sebna (v. 15), quien fue reemplazado por Eliaquim. El versículo 19, refiriéndose a Sebna, dice: “Yo te arrojaré de tu cargo, / y de tu puesto Él te derribará”. Los versículos 20 y 21 dicen que Sebna sería reemplazado: “Llamaré a Mi siervo Eliaquim, hijo de Hilcías, / lo vestiré con tu túnica, / lo fortaleceré con tu banda / y entregaré en sus manos tu dominio; / y él será padre para los habitantes de Jerusalén / y para la casa de Judá”. Estos versículos indican claramente que el cargo de mayordomo sobre la casa del rey había estado ocupado por Sebna, pero que el Señor quería despedir a Sebna y reemplazarlo con Eliaquim, quien tipifica a Cristo. El hecho de que Eliaquim es un tipo de Cristo está demostrado por Apocalipsis 3:7, que aplica a Cristo lo dicho en Isaías 22:22. La llave de David le ha sido dada a Cristo; Él abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. Al poner estos versículos juntos, vemos que Eliaquim tipifica a Cristo como Mayordomo sobre la casa de Dios.
Los versículos 23 y 24 también hablan sobre Eliaquim como tipo de Cristo. El versículo 23 dice: “Lo hincaré como clavija en lugar seguro, / y será por trono de gloria para la casa de su padre”. A continuación, el versículo 24 procede a describir todo lo que habría de colgar de Cristo como clavija: “Colgarán de él toda la gloria de la casa de su padre, prole y posteridad, todos los vasos más pequeños, desde los tazones hasta los jarros”. Los tazones y los jarros tipifican las diversas maneras y medios por los cuales somos partícipes de Cristo en Sus riquezas. La gloria de Dios, todo el pueblo de Dios y todas las diversas maneras y medios por los cuales somos partícipes de Cristo y le disfrutamos cuelgan de esta Persona única. Esto nos muestra nuevamente que el libro de Isaías revela a Cristo de una manera muy particular. ¡Cuán rico es Isaías al revelarnos a Cristo!
