Mensaje 16
Lectura bíblica: Is. 28; Is. 29; Mt. 15:7-9; 1 Co. 14:21; 2 R. 17:3-18; 2 S. 5:20; 1 Cr. 14:11; Jos. 10:10, 12; 1 Cr. 14:16; He. 7:26; Hch. 3:22-23; 1 Co. 1:24, 30; Jn. 1:17; 4:23-24
Este mensaje trata sobre el reino norteño de Israel y el reino sureño de Judá. Con frecuencia el reino del norte es representado por Efraín, y el reino del sur, por Jerusalén. En el capítulo 28 vemos que el juicio que Jehová ejecuta sobre los borrachos de Efraín tiene como resultado que Jehová lleve a cabo Su restauración e introduzca al Cristo fidedigno. En el capítulo 29 vemos que el juicio que Jehová ejecuta sobre la hipocresía de los adoradores de Jerusalén tiene como resultado la restauración. Antes de abordar estos capítulos, quisiera decir algo que nos ayudará a entenderlos mejor.
Según el Nuevo Testamento, cuando Cristo vino, con Él vino la realidad (Jn. 1:14, 17) y la sabiduría (Mt. 11:19; 1 Co. 1:24, 30). En la adoración hipócrita descrita en Isaías 29 había vanidad en vez de realidad, y se manifestaba ceguera en lugar de sabiduría. Mediante Su encarnación, Cristo nos trajo la realidad misma del universo, esto es, el Dios Triuno, la Trinidad Divina, corporificado en una persona: Jesucristo. Si nosotros quitásemos la Trinidad Divina de este universo, el universo se convertiría en nada. En el universo entero, únicamente la Trinidad Divina es real, y la Trinidad Divina se ha corporificado en un hombre llamado Jesús. Este hombre vino con Dios; por tanto, Él es Emanuel. Con este Emanuel tenemos la realidad universal. Cuando tenemos esta realidad, nuestros ojos, nuestros oídos y nuestro entendimiento son abiertos, y entonces podemos entender y ser sabios. Obtenemos sabiduría. Esta sabiduría es la realidad corporificada —la Trinidad Divina en Cristo— aprehendida por nosotros. Cuando nosotros aprehendemos la Trinidad Divina corporificada en Cristo, esto nos trae sabiduría. Entonces poseemos tanto la realidad como la sabiduría. Quisiera pedirles que tengan esto presente mientras consideramos Isaías 28 y 29.
En 28:1-4, 7-15 y 17-29 vemos el castigo que Jehová inflige a los borrachos de Efraín.
Los borrachos se bamboleaban por causa del vino y se tambaleaban por culpa del licor (v. 7a). El sacerdote y el profeta se tambaleaban por el licor; el vino los consumía, y ellos se bamboleaban en sus visiones y titubeaban en sus juicios (v. 7b). Todas las mesas estaban llenas de vómito y suciedad; no había lugar limpio (v. 8).
Isaías 28:1 dice: “¡Ay de la orgullosa corona de los borrachos de Efraín / y de la flor caduca de su hermosura gloriosa, / que está sobre la cabeza del valle de grosura de los vencidos por el vino!”. El versículo 2 dice que el Señor tiene uno que es fuerte y poderoso, como granizada y tempestad destructora, como tormenta de recias aguas desbordadas. Creo que esta persona fue, primero, el rey de Asiria y, después, el rey de Babilonia. La orgullosa corona será hollada; y la flor caduca, como el primer higo maduro antes del verano, será tragada por el primero que la vea (vs. 3-4).
En primer lugar, Efraín fue turbado por la lengua extranjera de los invasores gentiles (v. 11; cfr. 1 Co. 14:21). Los que invadieron Efraín hablaban en su propia lengua, y para Efraín esto no fue una gloria, sino una vergüenza.
En segundo lugar, a Efraín le turbaba el hecho de que los mandatos y estatutos de Jehová fueran presentados de manera dispersa y reiterada, como por pedazos (Is. 28:10). Estos mandatos y estatutos formaban parte de la ley. El versículo 13 dice: “Por tanto, la palabra de Jehová les será: / Mandato sobre mandato, mandato sobre mandato; / renglón sobre renglón, renglón sobre renglón; / un poquito aquí, un poquito allá; / para que vayan y caigan de espaldas, / y sean quebrantados, enlazados y apresados”. El Señor les dijo: “Éste es el descanso; dad descanso al cansado; / y: Éste es el reposo” (v. 12). Si ellos hubieran guardado todas las partes de la ley, habrían tenido descanso y reposo. Dios quería que Su pueblo tuviera descanso y reposo, pero ellos no escuchaban Su palabra.
Jehová destruyó el reino norteño mediante el ejército asirio (vs. 14-15, 17-20, 22; 2 R. 17:3-18). Esto fue hecho a manera de advertencia para Jerusalén.
Jehová reaccionó combatiendo contra los asirios, quienes habían causado destrucción excesiva en Israel. Aquí dice que Jehová se levantará como en el monte Perazim (Is. 28:21a; 2 S. 5:20; 1 Cr. 14:11) y que se perturbará como en el valle de Gabaón (Jos. 10:10, 12; 1 Cr. 14:16). Jehová se levantará y se perturbará para hacer Su tarea, Su extraña tarea, y para hacer Su obra, Su obra insólita (Is. 28:21b).
Finalmente, en Isaías 28:23-29 vemos que Jehová, como agricultor, trata con las personas como labranza Suya, valiéndose para ello de diferentes utensilios en conformidad con Su extraordinario consejo y gran sabiduría. Un agricultor sabio tiene diferentes clases de herramientas. Dios es un Agricultor sabio, y Él sabe cómo tratar con cada uno de Sus cultivos. Él trata con una persona de un modo y con otra de otro modo. Valiéndose de diferentes utensilios, Dios trató con Isaías de un modo, con Jeremías de otro modo y con Daniel aun de otro modo. Él tiene muchas maneras de proceder y muchos utensilios.
El castigo infligido a Efraín tuvo como resultado que Jehová llevase a cabo Su restauración.
El día de la restauración, Jehová llegará a ser corona de gloria y diadema de hermosura al remanente de Su pueblo (v. 5).
Jehová llegará a ser espíritu de juicio al que se sienta en juicio y fuerza a los que rechazan la batalla en la puerta (v. 6).
El castigo de Jehová a los borrachos de Efraín también introducirá al Cristo fidedigno.
El Cristo fidedigno es una piedra que el Señor Jehová puso en Sion por fundamento, una piedra probada. Debido a que Cristo fue probado, Él puede ser el fundamento (v. 16a).
El Cristo fidedigno es también una preciosa piedra angular puesta por fundamento firmemente asentado (v. 16b). En Mateo 21:42 el Señor Jesús se refiere a Sí mismo como la piedra angular; más aún, tanto Pablo como Pedro se refieren a Cristo como la piedra angular. En Efesios 2:20 Pablo dice que en la edificación de las dos partes que conforman el edificio de Dios, los judíos y gentiles, el propio Cristo Jesús es la piedra angular. En Hechos 4:11 Pedro dice: “Este Jesús es la piedra menospreciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo”. Después, en su primera epístola, Pedro dice: “Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa” (1 P. 2:4).
Isaías 28:16c dice que aquel que crea no se apresurará a huir.
En contraste con el sacerdote y el profeta descritos en el versículo 7, el Cristo fidedigno es el fiel Sumo Sacerdote y el Profeta fidedigno para los redimidos de Dios (He. 7:26; Hch. 3:22-23).
El capítulo 29 revela que el juicio de Jehová sobre la hipocresía de los adoradores de Jerusalén (llamado “Ariel”, que significa un león de El; es un nombre simbólico de Jerusalén, y representa el reino sureño de Judá) tiene como resultado la restauración.
El reino norteño de Israel estaba lleno de borrachos, y el reino sureño de Judá estaba lleno de quienes adoraban hipócritamente. Año tras año se celebraban fiestas carentes de toda realidad (29:1b). Los adoradores hipócritas se acercaban al Señor con sus bocas y le honraban con sus labios, pero alejaban su corazón de Él, y su temor del Señor no era más que un mandamiento humano aprendido (v. 13). Lo que ellos habían recibido era meramente mandamiento de hombres, y lo que ellos practicaban en su adoración era por completo falso.
Esta clase de adoración continuó hasta los tiempos de Cristo. Por tanto, en Mateo 15, que es el cumplimiento de Isaías 29, el Señor Jesús trató con los adoradores judíos hipócritas (vs. 1-14). En Mateo 15:8 y 9, Él citó Isaías 29:13 para indicar que la gente adoraba a Dios de una manera falsa.
En Juan 4, el Señor Jesús nuevamente trató con este asunto de la adoración hipócrita. Cuando Él le habló a la mujer samaritana sobre su marido, ella de inmediato le preguntó sobre la manera de adorar, diciéndole: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). En Su respuesta, el Señor Jesús dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (v. 23). Claramente, la mujer samaritana no era una adoradora genuina, sino una adoradora hipócrita. Así que el Señor Jesús la corrigió indicándole que ella necesitaba recibirle a Él como la realidad de su adoración a Dios.
En Isaías 29:1-12, 14-16 vemos el juicio que Jehová ejecuta sobre la hipocresía de los adoradores en Jerusalén.
Según los versículos del 2 al 8, Jehová pondrá en angustias a Israel. Las naciones combatirán contra ella y su fortaleza.
El versículo 9 dice que ellos están borrachos, pero no de vino; y se tambalean, pero no de licor. Jehová ha derramado sobre ellos espíritu de sueño profundo y ha cerrado sus ojos, los profetas, y ha cubierto sus cabezas, los videntes (v. 10). Toda la visión será para ellos como palabras de un libro sellado (vs. 11-12).
El versículo 14 dice que el Señor hará algo maravilloso con este pueblo, algo prodigiosamente maravilloso; perecerá la sabiduría de sus sabios, y será escondido el entendimiento de sus entendidos. Después, los versículos 15 y 16 dicen: “¡Ay de los que esconden profundamente / su consejo de Jehová!, / cuyas obras están en tinieblas, / y dicen: ¿Quién nos ve? ¿Quién nos conoce? / ¡Lo volteáis todo boca abajo! / ¿Acaso como barro ha de estimarse el alfarero, / para que lo que está hecho diga de su hacedor: Él no me hizo; / o lo que está formado diga del que lo formó: Él no tiene entendimiento?”. Estos versículos revelan que los adoradores hipócritas estaban en tinieblas y carecían de sabiduría. Ellos incluso habían volteado todo boca abajo.
El juicio de Jehová sobre la hipocresía de los adoradores de Jerusalén tiene como resultado la restauración (vs. 17-24).
En la restauración, el Líbano se convertirá en campo fructífero, el cual será considerado bosque (v. 17). Esto indica que el Líbano será floreciente.
Los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán desde la oscuridad y las tinieblas (v. 18).
Los afligidos aumentarán su gozo en Jehová, y los menesterosos de los hombres exultarán en el Santo de Israel (v. 19).
Se acabará el que atemoriza, y el escarnecedor será consumido; y serán exterminados todos los que se desvelan para hacer iniquidad (v. 20).
Los que en espíritu hayan errado, entrarán en razón, y los murmuradores aprenderán la instrucción (v. 24). Esto significa que ellos adquirirán sabiduría.
La casa de Jacob no será avergonzada, ni su rostro se pondrá pálido (v. 22). Ellos santificarán el nombre de Jehová, al Santo de Jacob (v. 23). Esto significa que ellos anunciarán, a la distancia, al Cristo venidero que es la sabiduría y realidad del pueblo redimido de Dios (1 Co. 1:24, 30; Jn. 1:17b) a fin de que lleguen a ser los verdaderos adoradores de Dios (Jn. 4:23-24).
Si somos limpios, vemos claramente y poseemos pleno entendimiento, nos percataremos de que la situación imperante en la humanidad hoy en día tiene dos aspectos. En primer lugar, todos están borrachos. La gente se embriaga con la moda y estilo modernos. Ellos no aman al Señor, sino que aman otras cosas. En segundo lugar, la gente no es genuina, no es veraz, sino falsa. Ésta es la situación en la que se encuentra la humanidad caída. Incluso entre los elegidos de Dios es posible que la embriaguez y la hipocresía estén presentes. Si no oramos con un espíritu vigilante, es posible que estas dos cosas sean introducidas en la vida de iglesia. El pueblo de Dios puede embriagarse al amar otras cosas que no son el Señor y puede ser hipócrita tanto en sus oraciones como al dar testimonio. Siempre que tal situación se infiltra entre los elegidos de Dios, Él tiene que intervenir ejecutando Su juicio sobre los borrachos y sobre la hipocresía en la adoración a Él.
