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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Isaías»
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Mensaje 19

UN EJEMPLO DE BUSCAR A JEHOVÁ Y CONFIAR EN ÉL

(1)

  Lectura bíblica: Is. 36; Is. 37; Is. 38; Is. 39

  En este mensaje y en el siguiente consideraremos los capítulos del 36 al 39. Primero, en este mensaje, debemos ver algunos aspectos cruciales referentes a la persona del rey Ezequías. Después, en el mensaje siguiente, consideraremos los detalles de estos cuatro capítulos, que incluyen: Ezequías busca a Jehová con respecto a su situación, Ezequías busca a Jehová por causa de su salud, y el fracaso de Ezequías cuando disfrutaba de una situación apacible y de buena salud.

EL PRINCIPIO RECTOR Y EL EJEMPLO

  Al leer el libro de Isaías tal vez nos preguntemos por qué Isaías insertó los capítulos del 36 al 39. Los primeros treinta y cinco capítulos de este libro tratan sobre la disciplina amorosa que Dios aplica a Su amado Israel y el justo juicio que Él ejecuta sobre las naciones, todo ello con la finalidad de que Sus elegidos se vuelvan a Él con miras a que las cosas creadas puedan ser restauradas y pueda ser introducido el Cristo todoinclusivo. En esta coyuntura, todos y todo han sido desechados por Dios, y Cristo, el Único que es apto, ha venido. ¿Por qué, después de haber abordado todos estos asuntos, dedicó Isaías cuatro capítulos a hablar de un breve período de la vida de una persona? Después de reflexionar por mucho tiempo sobre este asunto, creo que el Señor me ha mostrado el motivo. En los capítulos del 36 al 39, Isaías provee un ejemplo valiéndose de Ezequías, el rey de Judá. Podríamos afirmar que en los primeros treinta y cinco capítulos de su profecía, Isaías nos comunica un principio rector y que en los siguientes cuatro capítulos nos presenta un ejemplo de dicho principio.

LA PERSONA DE EZEQUÍAS: UN HOMBRE PIADOSO, MAS NO UN HOMBRE DE DIOS

Es librado milagrosamente

  Después de leer estos capítulos, es bueno considerar qué clase de persona era Ezequías. Ezequías ciertamente era un hombre piadoso, pero no diría que era un hombre de Dios, un Dios-hombre. Cuando él se vio amenazado por el rey de Asiria, Senaquerib, y fue injuriado por las palabras del siervo de aquel rey, Ezequías, en su sufrimiento, trajo este problema al Señor y le hizo una oración muy buena (36:1-20; 37:9-20). Puesto que Ezequías era el rey designado por Dios y puesto que era una persona piadosa, Dios hizo algo por él. Dios respondió a su oración y realizó uno de los milagros más grandes en la historia humana, matando ciento ochenta y cinco mil asirios en una sola noche (37:22-38).

Dios le añade quince años a la vida de Ezequías

  Después que Ezequías experimentó esta liberación milagrosa, contrajo una enfermedad mortal. Isaías vino a él y le dijo: “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque estás a punto de morir, y no vivirás” (38:1). Entonces Ezequías oró nuevamente una oración muy piadosa diciendo: “Oh Jehová, te ruego que te acuerdes de que he andado delante de Ti en verdad y con corazón perfecto, y que he hecho lo bueno ante Tus ojos” (v. 3). Dios escuchó la oración de Ezequías y la respondió sanándolo y anunciándole, por medio de Isaías, que le añadiría a su vida quince años (vs. 4-5).

  El número de años que le fueron añadidos a la vida de Ezequías es significativo. Cuando Ezequías contrajo esa enfermedad mortal, era de edad mediana y tenía quizás unos cuarenta años de edad. Que Dios le concediera a Ezequías otros quince años significaba que él viviría hasta cumplir cincuenta y cinco años de edad aproximadamente. Puesto que Dios estaba dispuesto a sanar a Ezequías, ¿por qué no le dio otros treinta años de vida permitiéndole así alcanzar los setenta años de edad? Creo que la razón por la cual Dios extendió la vida de Ezequías sólo por quince años fue que, a los ojos de Dios, Ezequías no era una persona a la que se le pudiera confiar la realización del propósito de Dios. Si a Ezequías se le permitía vivir más tiempo, podría haber causado más problemas al reino de Dios de los que causó en el capítulo 39. Durante sus últimos quince años, Ezequías cometió un error tan grave que causó la pérdida del reino de Dios sobre la tierra.

No era una persona reflexiva y cuidadosa, sino precipitada

  Isaías 39 muestra que en lugar de ser una persona reflexiva y cuidadosa, Ezequías era una persona precipitada. Sus oraciones indican que poseía una mente sensata y que era bastante sabio. Sin embargo, después que fue sanado por Dios, cometió una necedad cuando los visitantes de Babilonia vinieron a él trayéndole un regalo. Al recibir su regalo, Ezequías mostró a los visitantes la casa de su tesoro, todo su arsenal y todo cuanto tenía bajo su dominio (v. 2). En esto él actuó neciamente y cometió un grave error. Tal exhibición de estas riquezas, las cuales habían sido acumuladas por los antepasados de Ezequías desde los tiempos de David y Salomón, se convirtió en una tentación para el rey de Babilonia. Poco más de cien años después, el rey de Babilonia vino y arrebató esas riquezas. Ezequías no consideró cuidadosamente sus acciones ni tampoco oró al respecto. Él debía haber sido más cuidadoso, sabiendo que Babilonia era el enemigo de Judá y que, tarde o temprano, el ejército babilónico vendría a destruirlo. Sin embargo, Ezequías no pensó en lo que el rey de Babilonia podría hacer. Esto muestra que Ezequías se condujo precipitadamente, y no reflexionó lo suficiente ni fue cuidadoso.

Se preocupa únicamente por sí mismo

  A primera vista, a algunos lectores les podría parecer que Ezequías era alguien que se preocupaba absolutamente por Dios y no por sí mismo. Pero en realidad, Ezequías era muy egoísta. Esto es demostrado por la manera en que él respondió a lo que Isaías le dijo en Isaías 39:5-7. “Entonces Isaías dijo a Ezequías: Oye la palabra de Jehová de los ejércitos: Vienen los días cuando todo lo que está en tu casa, y todo lo que tus padres han atesorado hasta hoy, será llevado a Babilonia; nada quedará, dice Jehová. Y tomarán algunos de tus hijos, que saldrán de ti, que tú has de engendrar, y los convertirán en eunucos en el palacio del rey de Babilonia”. Cuando Ezequías escuchó esto, él respondió a Isaías: “La palabra de Jehová que has hablado es buena [...] Ciertamente habrá paz y verdad en mis días” (v. 8). Esto indica que Ezequías era egoísta.

  Más aún, Ezequías era el rey no de un reino mundano, sino del reino de Dios. El reino de Judá en realidad era el reino de Dios sobre la tierra, y Ezequías no debía haberlo considerado como su propio reino. Que Ezequías perdiera su propio reino no sería significativo, pero que Dios perdiera Su reino ciertamente era de gran trascendencia. La respuesta de Ezequías registrada en el versículo 8 indica que él no pensaba en Dios ni en el reino de Dios, y que a él no le importaban ni siquiera sus propios hijos. Él estaba por completo preocupado consigo mismo.

  Si no tenemos la perspectiva apropiada de los capítulos del 36 al 39, podríamos pensar que Ezequías era una persona muy buena. Él se enfrentó a dos grandes problemas —la invasión de Asiria y una enfermedad mortal—, y les hizo frente de una manera aparentemente piadosa. Por tanto, podría parecernos que si nosotros también hacemos frente a los problemas de la manera en que lo hizo Ezequías, podemos ser considerados personas muy buenas. Sin embargo, al darnos este ejemplo en estos capítulos, Isaías nos muestra cómo una persona como Ezequías, que fue designado rey en el reino de Dios, una persona piadosa, uno que oraba y recibía respuestas milagrosas de parte de Dios, a la postre no fue un éxito sino un fracaso. Él fracasó debido a que se gloriaba en sí mismo y buscaba sus propios intereses; su yo prevaleció, y él no fue capaz de restringirlo. Por ser una persona egoísta, él cometió un grave error, llegó a ser un fracaso y, finalmente, fue desechado por Dios.

PREGUNTARNOS QUÉ CLASE DE PERSONA HEMOS DE SER

  A la luz de este ejemplo, debemos pasar algún tiempo a solas con el Señor y preguntarnos qué clase de persona hemos de ser. ¿Seremos como Ezequías, quien era una persona precipitada y se preocupaba mucho por sí mismo? Al considerar este asunto, tenemos que aprender a decir: “Señor, no quiero ser ninguna clase de persona; simplemente he de ser nada. Quiero tomarte como mi persona y mi vida, como Aquel que vive en mí para que yo te viva a Ti. Si he de ser alguien, que sea esta clase de persona”. Si todos hacemos tal clase de oración, el recobro del Señor experimentará un gran avivamiento.

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