Mensaje 27
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Lectura bíblica: Is. 53; Is. 54; 42:6; 49:8
Isaías 53 es un dulce capítulo que nos muestra la redención dinámica efectuada por Cristo mediante Su muerte vicaria y Su resurrección reproductora. El capítulo 54 presenta la redención efectuada por Cristo en relación con el hecho de que Él sea el pacto para la seguridad de Israel. Tanto la muerte vicaria de Cristo como Su resurrección reproductora son cruciales para la seguridad de Israel.
Isaías 53:1 habla sobre la revelación y anuncio de Cristo como brazo de Jehová, el Redentor dinámico. “¿Quién ha creído a nuestro anuncio? / ¿Y a quién se ha revelado el brazo de Jehová?”. Aquí la palabra brazo significa el poder dinámico de Cristo en Su divinidad.
Los versículos 2 y 3 proceden a hablarnos con respecto al humilde nacimiento de Cristo y Sus sufrimientos en Su humanidad.
El versículo 2 dice: “Porque creció como planta tierna delante de Él, / y como raíz de tierra seca. / No tiene aspecto atractivo ni majestad para que le miremos, / ni apariencia hermosa para que le deseemos”. En la Biblia, las plantas con frecuencia tipifican a la humanidad. Que Cristo haya crecido como planta tierna delante de Jehová significa que Cristo creció delante de Él en Su humanidad. En Su divinidad, Cristo siempre fue perfecto y completo, por lo cual no había necesidad de que Él creciera en Su divinidad. Su crecimiento tuvo lugar en Su humanidad. Primero, Él era un niño, después creció hasta llegar a ser un muchacho, y luego, un hombre. Después que llegó a ser perfecto y completo en Su humanidad, a los treinta años de edad Él salió a ministrar en representación de Dios.
Cristo no solamente creció como planta tierna, sino también como raíz de tierra seca. Las palabras tierra seca denotan un entorno difícil. Para el Señor Jesús, esta tierra seca incluía el hogar pobre de José y María, la ciudad menospreciada de Nazaret y la región menospreciada de Galilea. Como raíz de tierra seca, Cristo creció en medio de circunstancias difíciles.
El versículo 2 también dice que Cristo, en Su humanidad, no tenía aspecto atractivo ni majestad; Él no tenía una apariencia hermosa.
“Fue despreciado y desechado de los hombres, / varón de dolores y experimentado en aflicción; / y como uno de quien los hombres esconden el rostro, / fue despreciado; y no lo estimamos” (v. 3). La palabra hebrea traducida dolores en los versículos 3 y 4 literalmente significa malestar, ya sea físico o mental. Según el comentario bíblico de Keil y Delitzsch, Cristo era un “hombre cuya principal característica distintiva era llevar una vida de soportar incesante dolor”. Él, como varón de dolores, era una persona despreciada por los demás.
La muerte de Cristo fue una muerte vicaria (vs. 4-10a, 12b). Esto quiere decir que Él no murió por Sí mismo, sino por nosotros. Él murió en nuestro lugar. La muerte de Cristo no fue la muerte de un mártir; Dios hizo morir a Cristo en beneficio nuestro (v. 4b). Por tanto, Su muerte fue una muerte vicaria.
En Su muerte vicaria, Cristo llevó nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores. “Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, / y cargó con nuestros dolores; / pero nosotros le tuvimos por azotado, / por herido de Dios y afligido. / Mas Él herido fue por causa de nuestras transgresiones, / molido por causa de nuestras iniquidades; / el castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, / y por Sus llagas fuimos nosotros sanados. / Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, / cada cual se apartó por su propio camino, / y Jehová hizo que la iniquidad de todos nosotros / cayera sobre Él” (vs. 4-6). Estos versículos usan las palabras enfermedades y dolores junto con las palabras transgresiones e iniquidades (esto es, pecados). Esto hace que nos preguntemos: Nuestras enfermedades y dolores, ¿hacen necesaria la redención efectuada por Cristo? Las enfermedades y los dolores son mencionados junto con las transgresiones y las iniquidades debido a que nuestras enfermedades y dolores proceden de una sola cosa: el pecado. Si nunca hubiéramos pecado, jamás nos enfermaríamos ni padeceríamos dolores. Nuestras transgresiones y pecados ciertamente hacen necesaria la redención efectuada por Cristo. Puesto que nuestras enfermedades y dolores tienen su origen en el pecado, también hacen necesaria la redención efectuada por Cristo. Isaías 53 dice claramente que Cristo llevó nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores en Su muerte vicaria. Por tanto, cuando estamos enfermos, es apropiado orar: “Señor, debido a que al morir por mí Tú llevaste mis enfermedades, puedo pedirte que me sanes completamente de esta enfermedad”.
“Fue oprimido y afligido, / pero no abrió Su boca; / como cordero que es llevado al matadero, / y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, / no abrió Su boca” (v. 7). Él no manifestó reacción alguna hacia los que le perseguían.
A continuación, el versículo 8a dice: “Por medio de opresión y de juicio Él fue arrebatado”. Aquí la palabra opresión se refiere a ser perseguido. Primero, Cristo fue perseguido, y después, fue juzgado. Por medio de estas dos cosas Él fue arrebatado.
El versículo 8b dice luego: “Y en cuanto a Su generación, ¿quién entre ellos pensó / que Él había sido cortado de la tierra de los vivientes / por la transgresión de mi pueblo, a quien correspondía la herida?”. Esto quiere decir que nadie entendió que era por nosotros que Cristo padeció persecución y juicio para ser muerto. Incluso los que acompañaron al Señor Jesús mientras moría en la cruz no entendieron que Él moría por ellos. La herida que correspondía al pueblo de Dios, fue sufrida por Él. Él murió por nosotros.
El versículo 10a dice: “A Jehová le complació aplastarlo, sujetándole a padecimiento”. Las palabras hebreas traducidas sujetándole a padecimiento literalmente quieren decir “hizo que se enfermara”.
Este versículo continúa con la frase: “Cuando Él se entregue como ofrenda por el pecado”. La expresión hebrea también podría traducirse: “Su alma será una ofrenda por el pecado”. Levítico 4 y 5 indican que la ofrenda por las transgresiones puede ser considerada como parte de la ofrenda por el pecado. Cristo nos redimió del pecado. “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn. 1:29). La redención se efectúa por el pecado del hombre caído, el cual incluye las transgresiones. Mientras Cristo estuvo en la cruz, le complació a Dios aplastarlo, sujetándole a padecimiento, a fin de que Él fuese hecho ofrenda por el pecado. Éste es un indicio adicional de que Cristo murió una muerte vicaria con el propósito de llevar a cabo la redención en favor nuestro.
Mientras que Isaías 53:10 dice que Dios dio muerte a Cristo, con lo cual hizo que Su alma fuese una ofrenda por el pecado, el versículo 12 dice que Él “derramó Su vida hasta la muerte”. Si Cristo meramente hubiera decidido morir en la cruz y Dios no lo hubiera aceptado como ofrenda por el pecado, la muerte de Cristo no hubiera sido una muerte vicaria en nuestro favor, sino que simplemente habría sido la muerte de un mártir. Asimismo, si Dios hubiera querido hacerlo morir y Él no hubiera estado dispuesto a morir, entonces Su muerte tampoco habría sido una muerte vicaria. La muerte vicaria de Cristo depende tanto de que Dios quiso hacerlo morir como de que Cristo estuvo dispuesto a morir de ese modo. Más aún, si Cristo hubiera pecado, Su muerte no podría ser considerada una muerte vicaria; Él habría tenido que morir por causa de Sí mismo y no podría haber muerto en nuestro lugar.
Lo escrito por Isaías en este capítulo presenta una clara defensa en el tribunal celestial, testificando que Dios quiso que Cristo muriera, que Cristo estuvo dispuesto a morir por los demás y que Él estaba completamente exento de todo pecado (v. 9). Por tanto, Su muerte fue verdaderamente una muerte vicaria.
El versículo 12b dice: “Por cuanto derramó Su vida hasta la muerte / y fue contado con los transgresores, / pero Él solo llevó el pecado de muchos / e intercedió por los transgresores”. Mientras Cristo estaba en la cruz, Él oró por los que le habían crucificado (Lc. 23:34).
Isaías 53:9 nos dice: “Y se dispuso con los malvados Su sepultura, / mas con un rico fue en Su muerte, / aunque no había hecho violencia / ni había engaño en Su boca”. Este versículo revela que Cristo no tenía pecado y que Su muerte no fue a causa de ningún pecado que Él hubiera cometido. Si él hubiera hecho violencia o si hubiera engaño en Su boca, entonces Él habría tenido pecado y no podría haber muerto por nosotros. Cristo estaba completamente exento de todo pecado. Debido a que Cristo no tenía pecado, Él no murió por Sus propios pecados; Su muerte vicaria fue por nosotros.
Isaías 53:10b-12a habla sobre la resurrección reproductora de Cristo.
“Verá descendencia, prolongará Sus días, / y el deleite de Jehová será en Su mano prosperado” (v. 10b). Aquí la descendencia es la iglesia, que abarca a todos los creyentes producidos como los muchos granos por la muerte de Cristo en calidad de único grano y por Su resurrección reproductora (Jn. 12:24; 1 P. 1:3). Él fue el único grano que murió para que muchos granos fueran producidos. Aunque Él murió como único grano, resucitó juntamente con muchos otros granos. Su resurrección, por tanto, fue muy productiva.
Isaías 53:10b no solamente dice que Cristo verá descendencia, sino también que prolongará Sus días. Hoy, Cristo prolonga Sus días al vivir en Sus creyentes. Sus creyentes son Su extensión. Por tanto, podemos cantar diciendo: “Como aumento de Tu vida / Somos Tu propagación; / Eres Tú nuestra Cabeza, / Somos Tu continuación” (Himnos, #93).
“El deleite de Jehová será en Su mano prosperado” (v. 10c). El deleite de Dios es ver muchos hijos nacidos de Él para que lleguen a ser miembros de Cristo, quienes constituyen la iglesia como expresión corporativa de Cristo. Éste es el mayor beneplácito de Dios, y esto depende por completo de la muerte y resurrección de Cristo.
El versículo 11a dice “Verá el fruto de la aflicción de Su alma, / y quedará satisfecho”. ¿Qué es lo que Cristo verá y con qué quedará satisfecho? Cristo verá la iglesia y será satisfecho con ella, tal como Adán vio a Eva y quedó satisfecho con ella (Gn. 2:22-23).
Isaías 53:11b continúa diciendo: “Por el conocimiento de Él, el Justo, Siervo Mío, hará justos a muchos, / y llevará sobre Sí las iniquidades de ellos”. Cristo no nos justificó necia o ciegamente, sino conforme a Su conocimiento ilimitado. Esto indica que ser justificados por Cristo es una gran cosa. Cuando Cristo nos justificó, Él se valió de Su conocimiento y consideró asuntos tales como la manera en que nosotros podríamos relacionarnos con Dios y cómo esto afectaría el reino de Dios. Después de mucha consideración en conformidad con Su conocimiento infinito y Su discernimiento completo y perfecto, Él nos justificó. Que Él nos justificara significa que Él nos aceptó.
Puesto que Cristo nos ha justificado por Su conocimiento, Él ciertamente llevó sobre Sí nuestras iniquidades. Él se hizo responsable de nosotros en el tribunal celestial. Nosotros tenemos muchos pecados muy graves, pero debido a que Cristo decidió justificarnos, aceptarnos, Él está dispuesto a llevar todos nuestros pecados.
En el versículo 12a Jehová dice: “Por tanto, Yo le daré porción con el Grande, / y Él con el Fuerte repartirá el botín”. Aquí tenemos dos partes: Dios y Cristo. Debido a la muerte vicaria de Cristo y a Su resurrección reproductora, y debido a que Él decidió aceptar a los creyentes y llevar sobre Sí sus iniquidades, Dios le dará porción con el Grande, y Cristo mismo repartirá el botín con el Fuerte. ¿Quién es el Grande y quién es el Fuerte? Aquí la palabra Grande se refiere a Dios, y la palabra Fuerte también se refiere a Dios. Esto indica que Dios dará a Cristo porción con Dios, el Grande, y que Cristo repartirá el botín con Dios, el Fuerte. Por tanto, Cristo y Dios, quien es el Grande y el Fuerte, reparten el botín.
La palabra botín indica que se libró una guerra. Cristo combatió en la batalla, logró la victoria y arrebató el botín a Satanás. Toda la Nueva Jerusalén será un botín arrebatado por Cristo de manos de Satanás. Por un lado, la Nueva Jerusalén será un gran deleite, un gran disfrute, el cual será compartido por Dios y Cristo; por otro, la Nueva Jerusalén será un botín arrebatado por Cristo de manos de Satanás.
Isaías 54 revela que la redención dinámica efectuada por Cristo mediante Su muerte vicaria y Su resurrección reproductora guarda relación con el hecho de que Él sea el pacto para la seguridad de Israel.
Los versículos del 1 al 3 dicen que Cristo es el pacto para la multiplicación y propagación de Israel.
Los versículos del 4 al 8 dicen que Jehová retorna a Israel y lo recoge.
En los versículos 9 y 10 vemos que Cristo es el pacto para la seguridad de Israel. El versículo 9 dice: “Porque esto es para Mí como las aguas de Noé, / cuando juré que las aguas de Noé / jamás pasarían sobre la tierra; / así he jurado que no me enojaré contigo / ni te regañaré”. En el versículo 10 se usó la palabra pacto. “Porque los montes podrán apartarse, / y los collados temblar, / pero no se apartará de ti Mi benevolencia amorosa / ni Mi pacto de paz vacilará, / dice Jehová, el que tiene compasión de ti”. Cristo, como Siervo de Jehová, es la realidad de este pacto a fin de ser una garantía para Israel en cuanto a su seguridad (42:6; 49:8).
En 54:11-17 vemos que Jehová edifica hermosamente a Israel y que Israel disfruta en paz.
A quien se encontraba afligida, sacudida por la tempestad y sin consuelo, Jehová le dice que Él mismo cimentará sus piedras en argamasa oscura y echará sus fundamentos con zafiros (v. 11). La palabra hebrea traducida argamasa oscura literalmente significa antimonio, lo cual se refiere a una amalgama oscura usada para acrecentar la brillantez de las piedras preciosas. En el versículo 12, Jehová continúa diciendo: “Tus almenas haré de rubíes, / y tus puertas de carbunclos, / y todos tus bordes de piedras preciosas”.
Todos sus hijos serán enseñados por Jehová, y grande será la paz de sus hijos (v. 13). En justicia ella será establecida. Estará lejos de opresión, porque no temerá, y lejos del terror, porque no se acercará a ella (v. 14). El versículo 15 dice: “He aquí, bien pueden atacarte ferozmente, pero no será de parte Mía; / cualquiera que te ataque, por causa de ti caerá”.
Jehová ha creado al herrero que sopla el fuego de las brasas y forja armas para un uso determinado; Él ha creado al destruidor para arruinar (v. 16). Por tanto, Él declara: “Ninguna arma forjada contra ti prosperará, / y condenarás toda lengua que se levante para juzgarte. / Ésta es la herencia de los siervos de Jehová, / y su justicia que viene de Mí, declara Jehová” (v. 17). Ésta es la declaración hecha por Jehová al universo entero de que la seguridad de Israel es mantenida por Cristo, quien es el pacto para ellos.