Mensaje 32
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Lectura bíblica: Is. 64; Is. 65; Is. 66; 61:6
En este mensaje abarcaremos del capítulo 64 al 66. Estos capítulos revelan la segunda venida de Cristo en calidad de Siervo de Jehová, que trae la restauración de Israel así como de todas las cosas, lo cual consuma en el cielo nuevo y la tierra nueva. Lo más destacado en estos capítulos es el cielo nuevo y la tierra nueva.
Isaías 64:1-5a y 66:15-16 revelan la segunda venida de Cristo en calidad de Siervo de Jehová (cfr. 31:4-5). Isaías 64:1 dice: “¡Oh, que rasgaras los cielos y descendieras!”. Esto hace referencia a la consumación de la venida de Cristo de los cielos a la tierra, de Dios al hombre.
La Biblia nos muestra que Cristo no tiene la intención de permanecer en los cielos para siempre; más bien, Él se ha propuesto descender a la tierra y permanecer en la tierra por la eternidad. Sin embargo, antes de que Él pueda hacer esto, Él tiene que llevar a cabo Su obra de renovar la tierra. Él quiere permanecer no en la tierra vieja, sino en la tierra nueva.
En 64:5b-12 encontramos la oración del profeta. Isaías conocía el corazón de Dios y oró conforme al corazón de Dios. Primero, él confesó los pecados, fracasos, iniquidades, corrupción y degradación de Israel. Después, él le pidió a Jehová que los mirase a ellos como a Su pueblo.
Jehová se deja buscar por los que no preguntaban por Él. Extendió Sus manos todo el día a un pueblo rebelde, que anda por camino que no es bueno, en pos de sus propios pensamientos, un pueblo que le provoca a ira y que son humo en Su nariz, fuego que arde todo el día (65:1-7, 11-12; 66:1-6, 17).
Jehová bendecirá a Israel con la bendición del “vino nuevo”, e Israel poseerá el monte de Dios (Sion), habitará en él y allí comerá, beberá y se regocijará (65:8-10, 13-16). En la restauración, habrá vino nuevo que alegrará a Dios y a Su pueblo; más aún, en lugar de trabajar o laborar, Israel comerá, beberá y se regocijará.
Isaías 65:18-25 revelan que vendrá la restauración tanto de Israel como de todas las cosas. El versículo 18 dice: “Mas regocijaos y exultad para siempre / en las cosas que Yo creo, / porque estoy creando a Jerusalén como objeto de exultación / y a su pueblo como objeto de regocijo”. Jerusalén será objeto de gozo y exultación, y su pueblo se regocijará. Incluso Dios mismo exultará en Jerusalén y se regocijará en Su pueblo, y nunca más se oirán en ella voz de lloro ni voz de clamor (v. 19).
A continuación, el versículo 20 dice: “No habrá más en ella / niño que viva pocos días / ni viejo que sus días no cumpla; / porque el niño morirá de cien años, / y el pecador de cien años será maldito”. Durante la restauración, ningún niño morirá antes de alcanzar la madurez, y el que muera a los cien años de edad habrá muerto joven.
Los versículos 21 y 22 proceden a decir: “Edificarán casas y habitarán en ellas, / plantarán también viñas y comerán de su fruto. / No edificarán para que otro habite / ni plantarán para que otro coma, / porque como los días del árbol así serán los días de Mi pueblo, / y Mis escogidos disfrutarán plenamente de la obra de sus manos”. ¿A qué obra se hace referencia aquí? La única obra llevada a cabo por el pueblo de Dios en la restauración será cantar, alabar, adorar y regocijarse.
“No trabajarán en vano / ni darán a luz hijos para desgracia, / porque son descendencia de los benditos de Jehová, / y su prole con ellos. / Y sucederá que antes que clamen, Yo responderé; / mientras aún hablan, Yo habré oído” (vs. 23-24). La ocupación de ellos consistirá en invocar al Señor. E incluso antes que ellos clamen, Él responderá.
El versículo 25 concluye: “El lobo y el cordero pacerán juntos, / y el león comerá paja como el buey, / y el polvo será el alimento de la serpiente; / no harán daño ni destruirán / en todo Mi santo monte, dice Jehová”. Estas expresiones son muy similares a las de 11:6-9, donde también se habla de la restauración traída por medio de Cristo. En esta restauración la muerte estará bajo ciertos límites, y habrá abundancia de vida así como mucha alabanza y regocijo.
Isaías 66:7-14 habla sobre la restauración de Sion y Jerusalén. Estos versículos indican que el tiempo de la restauración será un tiempo maravilloso. Por ejemplo, el versículo 12 dice: “Ahora Yo extiendo hacia ella / paz como un río, / y la gloria de las naciones / como torrente que desborda”. Aquí la gloria denota las riquezas y productos de las naciones (cfr. Gn. 31:1, 16; Est. 1:4), los cuales serán traídos a Jerusalén; más aún, mientras que la mano de Jehová se dará a conocer a Sus siervos, Él se indignará contra Sus enemigos (v. 14).
Jehová congregará a las naciones para que adoren en Jerusalén, y estas naciones traerán consigo a los hijos de Israel que estaban dispersos presentándolos como ofrenda de harina a Jehová, de la cual Jehová tomará a unos para sacerdotes (cfr. 61:6) y a otros para levitas (66:18-21). Hoy en día nosotros ofrecemos pecadores a Dios a manera de sacrificios (Ro. 15:16), pero en la restauración las naciones traerán a los israelitas que estaban dispersos, presentándolos como ofrenda de harina a Dios. Igual que en tiempos antiguos, algunos de los israelitas serán designados para servir como sacerdotes y otros para realizar el servicio levítico.
Según Isaías 65:17 y 66:22-24, la restauración de Israel y de todo lo introducido por Cristo como Siervo de Jehová tienen por consumación el cielo nuevo y la tierra nueva. El libro de Isaías abarca muchas cosas, incluyendo la disciplina y el juicio de Dios, pero alcanza su consumación en el cielo nuevo y la tierra nueva. Después que tantas cosas hayan dejado de ser, lo que permanecerá será el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén.
En el reino milenario los judíos serán los sacerdotes sobre la tierra, y los creyentes serán los sacerdotes en los cielos. Durante ese tiempo la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, estará compuesta únicamente por los santos vencedores del Antiguo y Nuevo Testamento, pero no por los israelitas que serán salvos al retorno del Señor. Al final del milenio Satanás instigará opositores, principalmente procedentes de Gog y Magog, para que ataquen la ciudad de los judíos y el campamento de los santos, pero descenderá fuego del cielo y los devorará. En el cielo nuevo y la tierra nueva, después del milenio, los judíos que fueron salvos al retorno del Señor Jesús se mezclarán con la Nueva Jerusalén. Por tanto, en el cielo nuevo y la tierra nueva habrá únicamente dos pueblos. Primero, estará la Nueva Jerusalén, compuesta tanto por creyentes como por judíos, quienes serán los hijos de Dios que compondrán la familia real que regirá sobre las naciones así como los sacerdotes que servirán a Dios para siempre. Segundo, estarán las naciones, cuyos miembros no habrán sido regenerados pero que habrán sido restaurados y vivirán en la tierra nueva como el pueblo de Dios que morará fuera de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:3).