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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Isaías»
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Mensaje 35

UN NIÑO QUE POSEE TANTO LA NATURALEZA DIVINA COMO LA HUMANA NACIDO DE UNA VIRGEN HUMANA Y UN HIJO EN LA NATURALEZA DIVINA DADO POR EL PADRE ETERNO

  Lectura bíblica: Is. 7:14; 9:6-7; Mt. 1:20, 21, 23; Jn. 3:16

  En este mensaje abordaremos dos de las profecías bíblicas más grandes con respecto a Cristo, las cuales se encuentran en Isaías 7:14 y 9:6. Estas profecías dicen que un niño nos es nacido y un Hijo nos es dado. La palabra niño en estos versículos implica a Dios, implica al hombre, implica que Dios se hizo hombre e implica que Dios y el hombre se mezclaron como uno solo. Tal niño fue un Dios-hombre. Este niño que posee tanto la naturaleza divina como la humana nacido de una virgen humana también fue un Hijo en la naturaleza divina dado por el Padre Eterno.

  El primer par poético de ítems revelados en cuanto a Cristo en el libro de Isaías es que Él es el Renuevo de Jehová y el fruto de la tierra (4:2). El segundo par de ítems respecto a Cristo son producto del primer par. Este segundo par es Cristo como dosel de gloria que cubre y como tabernáculo de gracia que brinda sombra (4:5-6). Estamos cubiertos por la gloria y estamos bajo la sombra de Su gracia. Cristo como gracia es un tabernáculo que nos brinda sombra, y Cristo como gloria es un dosel que nos cubre. Muchas de las riquezas de Cristo vistas en Isaías no son señaladas en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, los escritos de Pablo no hablan específicamente de Cristo como Renuevo de Jehová y fruto de la tierra. Sin embargo, el Cristo que Pablo nos ministró y al cual nos ayudó a seguir es el Renuevo de Dios con miras a la ramificación de Dios y el fruto de la tierra con miras a Su multiplicación y reproducción. La ramificación de Dios tiene como finalidad que Él se extienda desde la divinidad, y con ella, a la humanidad. En la eternidad pasada y antes de la encarnación, Él meramente estaba en el ámbito de la divinidad; pero mediante Su encarnación, Él se ramificó extendiéndose a otro ámbito, el ámbito de la humanidad.

  La segunda revelación que Isaías vio con respecto a Cristo fue la visión de Cristo en Su gloria divina con Sus virtudes humanas sostenidas en Su santidad (6:1-10). Su gloria divina es representada por el humo, Sus virtudes humanas son representadas por la orla de Su manto y Su santidad es sostenida por los serafines. Isaías fue enviado por el Cristo que está lleno de la gloria divina y las virtudes humanas en Su santidad.

  En este mensaje abordaremos la tercera revelación importante de Cristo hallada en Isaías, la cual se ve en Isaías 7:14 y 9:6. Este par de ítems respecto a Cristo es un niño nacido de una virgen humana y un Hijo dado por el Padre Eterno. Isaías 7:14 dice: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Isaías 9:6 dice: “Porque un niño nos es nacido, / un Hijo nos es dado; / y el gobierno / está sobre Su hombro; / y se llamará Su nombre / Maravilloso Consejero, / Dios Fuerte, / Padre Eterno, / Príncipe de Paz”. El niño nacido en 9:6 es Aquel nacido de una virgen y llamado Emanuel en 7:14.

I. UN NIÑO NACIDO DE UNA VIRGEN HUMANA

  El niño nacido de una virgen humana es Emanuel, Dios con el hombre (Is. 7:14; 9:6a). Él era un niño humano nacido de una virgen humana; no obstante, Él era también Dios mismo. Isaías fue escrito cerca de setecientos años antes de la encarnación de Cristo, pero nos habla de un niño que nace, el cual sería Dios mismo. Este niño era “un niño Dios-hombre”, un niño de naturaleza dual, esto es, la naturaleza divina y la naturaleza humana. Él era un niño divino-humano.

A. Primero, Dios es engendrado en la virgen María por obra del Espíritu Santo

  En primer lugar, Dios fue engendrado en la virgen María por obra del Espíritu Santo. Mateo 1:20 dice que el ángel del Señor habló con José y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es”. Antes que Jesús naciera de una virgen, Dios fue engendrado en ella, nació en su vientre. Aquello que fue engendrado en María era del Espíritu Santo. La esencia divina que procede del Espíritu Santo fue generada en el vientre de María antes que ella diera a luz al niño Jesús. Dios nació dentro de María y permaneció en su vientre durante nueve meses.

B. Después, un niño humano poseedor de la naturaleza divina nace de una virgen humana, con lo cual llega a ser un Dios-hombre

  Después, lo que fue nacido de Dios el Espíritu dentro de María fue dado a luz por ella. Jesús, Emanuel, salió del vientre de María. Primero, Dios fue engendrado en la virgen María por obra del Espíritu Santo. Después, un niño humano poseedor de la naturaleza divina nació de una virgen humana, con lo cual llegó a ser un Dios-hombre (v. 23a).

C. Es llamado Jesús: Jehová el Salvador

  Esta Persona fue llamada Jesús: Jehová el Salvador (v. 21). Jesús no solamente es un hombre, sino también Jehová; Él es Jehová que llega a ser nuestra salvación, nuestro Salvador.

D. Aquellos que lo experimentan le llaman Emanuel: Dios con nosotros

  Aquellos que lo experimentaron le llamaron Emanuel: Dios con nosotros (v. 23b). El niño nacido de María era un niño Dios-hombre. Jesús es un Dios-hombre. Sobre esta tierra había un niño que era un Dios-hombre. Dios no creó tal hombre. Él creó a Adán aproximadamente cuatro mil años antes del nacimiento de Jesús. Antes de Su nacimiento, jamás hubo tal clase de ser humano, un hombre mezclado con Dios. Jesús fue el nombre dado por Dios, mientras que Emanuel fue el nombre dado por el hombre. Este Dios-hombre es Emanuel, y Él es también Dios el Salvador.

  Él es Dios procedente de la divinidad y con la divinidad que entra en la humanidad para ser Jehová el Salvador quien, por el lado negativo, nos salva del pecado, y por el lado positivo, nos salva para Dios. Nosotros fuimos creados por Dios y para Dios, pero caímos y dejamos a Dios. Dios puso al hombre frente a Él, el árbol de la vida, pero la caída del hombre hizo que le diéramos la espalda a Dios. Por tanto, Dios vino para ser tanto Dios como hombre a fin de llegar a ser Jehová el Salvador con miras a salvarnos del pecado para Sí mismo. La meta final de nuestra salvación es Dios mismo. Antes que fuésemos salvos, estábamos en pecado. Ahora que somos salvos, estamos en Dios y Dios está en nosotros (1 Jn. 4:15). Al haber sido puestos en Dios, fuimos regenerados con Su vida para ser hechos hombres de Dios, Dios-hombres. Antes que un hermano fuese salvo, es posible que este hermano procediera de Hong Kong, es decir, era “un hombre de Hong Kong”. Pero ahora que es salvo, él es un Dios-hombre, uno que está en Dios y que tiene a Dios dentro de él. Ahora nosotros poseemos a Jesús, Jehová nuestro Salvador, y a Emanuel, Dios con nosotros.

II. UN HIJO DADO POR EL PADRE ETERNO

  El niño nacido de una virgen humana es el Hijo dado por el Padre Eterno (Is. 9:6a; Jn. 3:16).

A. Se llamará Su nombre Maravilloso Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz

  Isaías 9:6 dice que esta Persona se llamará “Maravilloso Consejero, / Dios Fuerte, / Padre Eterno, / Príncipe de Paz”. Hasta ahora hemos visto que esta Persona es tanto Jesús como Emanuel. Isaías 9:6 revela cuatro ítems más de lo que Cristo es. Algunas traducciones han separado las palabras Maravilloso y Consejero con una coma, con lo cual indican que se trata de dos títulos separados. Sin embargo, debido a que los otros ítems en 9:6 se componen de un sustantivo junto con un adjetivo, es lógico afirmar que “Maravilloso” debe modificar a “Consejero”. Cristo es el Maravilloso Consejero, el Dios Fuerte, el Padre Eterno y el Príncipe de Paz.

  El cumplimiento de la profecía enunciada en Isaías 7:14 con respecto a Emanuel puede verse en Mateo 1:20-23. El cumplimiento de la profecía enunciada en Isaías 9:6 con respecto a Cristo, quien es Maravilloso, puede verse en Juan 3:16. Isaías 9:6 dice que “un niño nos es nacido, / un Hijo nos es dado”. Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito”. Juan 3:16 está basado en Isaías 9:6. Un Hijo fue dado mediante el nacimiento de un niño. En el nacimiento de ese niño hubo un regalo dado por Dios: Su Hijo. Ese niño era tanto un niño-hombre como un niño-Dios, es decir, un niño Dios-hombre. El Padre Eterno nos dio un regalo, y ese regalo era Su Hijo, quien llegó a ser el Dios-hombre.

  Su Hijo, el don dado a nosotros, es llamado el Maravilloso Consejero. Él es también el Dios Fuerte y el Padre Eterno. El Evangelio de Juan revela tanto al Hijo como al Padre Eterno. El Hijo y el Padre son mencionados muchas veces en este Evangelio. Esto nos muestra que el Hijo y el Padre son uno solo (Jn. 10:30; 14:9-10). Él también es el Príncipe de Paz. Este título se relaciona con el gobierno. Isaías 9:6 dice: “El gobierno / está sobre Su hombro”, y el versículo 7 dice: “El aumento de Su gobierno / y Su paz no tendrán fin”. En Lucas 1 el ángel Gabriel le anunció a María que Él “reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y Su reino no tendrá fin” (v. 33).

  Esta Persona era un niño nacido de una virgen humana y un Hijo dado por el Padre Eterno. Juan 1:14 dice que Él era la Palabra, Dios mismo, quien se hizo carne. Juan 1:14 no usa las palabras nacido ni dado; más bien, dice que la Palabra se hizo carne. Él era la Palabra y, después, se hizo carne. Al hacerse carne Él vino lleno de gracia y de realidad. Hacerse carne fue la encarnación de Dios, en la cual Él llegó a ser la corporificación de Dios (Col. 2:9). Dios vino como gracia y realidad para que nosotros le recibiéramos, le ganáramos y le disfrutáramos. Este Dios, quien es gracia para nosotros como nuestra porción, también es nuestra realidad. No teníamos nada real hasta que recibimos al Dios encarnado. Cuando le disfrutamos, Él llega a ser nuestra porción, y esta porción es nuestra realidad. Cuando la Palabra se hizo carne, Él vino como gracia y realidad.

  El niño nacido de la virgen es Jesús y Emanuel, y este niño es el regalo dado como Hijo. Este Hijo, este regalo, es el Maravilloso Consejero, el Dios Fuerte, el Padre Eterno y el Príncipe de Paz. Cuando recibimos a Cristo, le recibimos como todos estos ítems maravillosos. Él es Jehová nuestro Salvador, quien nos salva del pecado para Sí mismo, y Él es Emanuel, Dios con nosotros. Nosotros disfrutamos de esta Persona como gracia, la cual es Dios mismo como nuestra porción para nuestro disfrute. Disfrutarle como nuestra porción tiene como resultado que Él llegue a ser nuestra realidad. Entonces nosotros llegamos a ser verdaderos hombres. Ahora, nada en nosotros es falso o irreal.

  También disfrutamos a Cristo como nuestro Consejero todos los días. A veces, cuando acudimos a nuestro cónyuge para hacerle alguna consulta, él o ella nos dirá que en ese momento no tiene tiempo para contestarnos. Pero siempre que acudimos a Jesús, Él jamás nos dice que está demasiado ocupado, sino que inmediatamente nos aconseja. En nuestras relaciones con los demás, Él es nuestro Consejero, el cual nos puede dar el mejor consejo. Nuestro Consejero es el Dios Fuerte. Sin Él, no tendríamos el poder ni la fuerza para cumplir con Su consejo. Él nos aconseja y, luego, Él es el poder y la fuerza requerida para implementar Su consejo.

  También le disfrutamos como Padre Eterno y como Príncipe de Paz, el cual reina y rige en nuestro ser en paz. Cuando le tenemos, tenemos también Su reinado, Su gobierno, Su paz. Cuando un esposo está molesto con su esposa, no se encuentra sujeto a ningún gobierno, por lo cual no hay paz. Si esta persona, en silencio, recibiera la cruz y recibiera a Cristo como Príncipe que le gobierna, de inmediato tendría paz en su interior. Esta paz proviene del gobierno de Cristo en nuestro interior.

  La Persona maravillosa que poseemos y disfrutamos hoy en día es Jesús, Jehová el Salvador, y Emanuel, Dios con nosotros. Él es la gracia, la realidad, el Maravilloso Consejero, el Dios Fuerte, el Padre Eterno y el Príncipe de Paz. ¡Jesús lo es todo! Tenemos un solo Dios, pero nuestro Dios es un Dios todo-inclusivo. Él es todo cuanto necesitamos y todo cuanto nos hace falta.

B. El gobierno está puesto sobre Su hombro

  El gobierno está puesto sobre el hombro de Cristo, Aquel que es el Maravilloso (Is. 9:6). El gobierno que está puesto sobre Su hombro será agrandado, al igual que Su paz, los cuales no tendrán fin. Él se sentará en el trono de David para regir sobre Su reino estableciéndolo y sosteniéndolo en equidad y en justicia, primeramente durante el milenio y, después, en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (Is. 9:7).

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