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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Isaías»
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Mensaje 36

UN SANTUARIO PARA LOS POSITIVOS, Y UNA PIEDRA CONTRA LA CUAL SE GOLPEAN, UNA ROCA DE TROPIEZO, UNA TRAMPA Y UN LAZO PARA LOS NEGATIVOS

  Lectura bíblica: Is. 8:14-15; Jn. 1:14; 2:19, 21; Ap. 21:2-3, 22; Mt. 21:44a; 1 P. 2:7-8; 1 Co. 1:22-23

  En el mensaje anterior vimos la revelación de Cristo contenida en Isaías 7:14 y 9:6. En esos versículos Él es revelado en calidad de niño que posee tanto la naturaleza divina como la humana nacido de una virgen humana y también en calidad de Hijo en la naturaleza divina dado por el Padre Eterno. En este mensaje queremos ver la revelación de Cristo contenida en Isaías 8:14-15. En estos versículos Cristo es revelado como un santuario para los positivos. Él también es visto como una piedra contra la cual se golpean, una roca de tropiezo, una trampa y un lazo para los negativos.

I. UN SANTUARIO PARA LOS POSITIVOS

  Cristo es un santuario para los positivos (Is. 8:14a). A fin de profundizar en esta revelación necesitamos ver que el Dios Triuno es nuestra morada. En Salmos 90:1, Moisés dijo: “Oh Señor, Tú has sido nuestra morada / en todas las generaciones”. Nuestro Dios es nuestra morada eterna. Debido a que Él es nuestra morada, podemos descansar dentro de Él. Además, encontramos alimento y bebida dentro de Él. Una morada adecuada también debe contar con luz, aire, un muro que proteja a sus moradores y puertas de entrada. Nuestro Dios es tal morada a la que podemos entrar, la cual cuenta con todos estos aspectos.

  El Antiguo Testamento muestra que Dios ganó para Sí un pueblo colectivo, el pueblo de Israel. Él los llevó al monte Sinaí y allí les encargó edificar un tabernáculo. Con el tiempo, cuando ellos entraron en la buena tierra, edificaron el templo a fin de reemplazar el tabernáculo. El tabernáculo y el templo no solamente fueron la morada de Dios, sino también la morada de quienes le servían: los sacerdotes. Ellos vivían y servían en el templo de Dios. Ellos vivían junto con Dios. Dios era su “compañero de habitación”. Debemos comprender que Dios no es solamente nuestro Salvador, Redentor, Amo, Señor y vida, sino también nuestra morada. Él es también uno de los moradores, por lo cual es nuestro compañero de habitación. Dios mismo, en quien hemos creído, es nuestro compañero de habitación, con quien vivimos todos los días.

A. El templo interior donde Dios mora

  Tenemos que ver el pensamiento central de Dios para con los positivos, Su pueblo escogido. Los positivos son aquellos que han sido escogidos, llamados, redimidos y salvos por Dios, aquellos que han sido regenerados y ahora están siendo transformados a la imagen divina. Para estas personas, Dios no es cualquier morada. Dios es un santuario para ellos, y el santuario es el templo interior donde Dios mora. La parte más interna del templo es el Lugar Santísimo, la morada de Dios. La morada de Dios llega a ser nuestra morada. Tal revelación de Dios como nuestro santuario debería hacer que aspiremos a llevar una vida en la que Dios es nuestro compañero de habitación todo el tiempo. Debemos tener tiempos de comunión definida, íntima y dulce con Dios como nuestro compañero de habitación. Debemos vivir, permanecer y morar todo el tiempo junto con Dios y en Dios mismo.

B. El Lugar Santo donde los sacerdotes permanecen y sirven a Dios

  Cristo es el santuario, el Lugar Santo, donde nosotros, los sacerdotes, permanecemos y servimos a Dios.

C. El Cristo encarnado es un tabernáculo para el pueblo de Dios

  Cuando Dios se encarnó para ser un hombre, Él fijó tabernáculo entre los hombres aquí en la tierra. El Cristo encarnado es un tabernáculo para el pueblo de Dios (Jn. 1:14). Él es el tabernáculo de Dios.

D. El Dios-hombre, Cristo, es el templo interior de Dios

  Cuando Jesús salió para ministrar, le dijo a los judíos que Él era el templo de Dios (Jn. 2:19, 21). El Dios-hombre, Cristo, es el templo interior de Dios. En Juan 1, Él es el tabernáculo de Dios; en Juan 2, Él es el templo de Dios. El libro de Isaías, escrito unos setecientos años antes de la encarnación de Cristo, profetizó que Aquel que venía sería el santuario del pueblo escogido de Dios para que ellos vivieran con Dios, tomando a Dios como su compañero de habitación.

  Cuando le disfrutamos a Él como nuestra morada y nuestro compañero de habitación, obtenemos luz, aire, agua, alimentos y todo cuanto necesitamos. Cuando estoy lejos de mi casa, es posible que el lugar donde esté tenga muchas cosas, pero no tiene lo mismo que tengo en casa para atender a mis necesidades. Simplemente no hay lugar en la tierra mejor que nuestro hogar. Siempre que regreso a mi hogar, tengo el sentir de que éste es “hogar, dulce hogar”. Hoy en día nuestro hogar es una persona: Cristo, quien es también la morada de Dios.

E. Cristo junto con todos los miembros de Su Cuerpo logra Su consumación como tabernáculo expandido y templo de Dios: la Nueva Jerusalén

  En el Nuevo Testamento, nosotros llegamos a formar parte de este santuario, así que en las Epístolas se nos dice que somos templo de Dios (1 Co. 3:16). Cristo como la Cabeza y nosotros como los miembros de Su Cuerpo conformamos el templo de Dios. A la postre, este templo alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén, que es el santuario de Dios agrandado y extendido. Cristo junto con todos los miembros de Su Cuerpo logrará Su consumación como tabernáculo expandido y templo de Dios: la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2-3, 22).

  En Apocalipsis 21 Juan declaró no haber visto el templo en la Nueva Jerusalén, porque Dios y el Cordero son el templo. En el cielo nuevo y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será la mutua morada de Dios y nosotros por la eternidad. La ciudad santa como tabernáculo de Dios tiene por finalidad que Dios more allí, y Dios y el Cordero como templo tienen por finalidad que nosotros moremos allí. Dios mora en nosotros, y nosotros moramos en Él. Dios es nuestra morada, nuestro sol resplandeciente, nuestro aire, nuestra agua, nuestro alimento, nuestro descanso y nuestro todo. Nosotros también llegamos a ser Su disfrute, satisfacción y descanso. En la Nueva Jerusalén, todos los hijos de Dios a lo largo de las eras llegarán a ser Sus compañeros de habitación por la eternidad. Todos aquellos que siguieron a Satanás serán sus compañeros de habitación en el lago de fuego. La vida de iglesia es una vida en la que tomamos a nuestro Dios, nuestro Señor, nuestro Cristo, como nuestro santuario y como nuestro compañero de habitación.

  En el Nuevo Testamento, el Señor Jesús nos encarga permanecer en Él (Jn. 15:5). La palabra permanecer no solamente significa quedarse en un lugar, sino también morar allí. En Juan 14:23 el Señor dijo: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. La morada es el lugar donde habitamos. Ésta es una morada mutua en la que el Dios Triuno permanece en los creyentes y los creyentes permanecen en Él. En Efesios 3 Pablo oró pidiendo al Padre que nos fortalezca en nuestro hombre interior a fin de que Cristo pudiese hacer Su hogar en nuestros corazones (vs. 16-17). Éste es Cristo que hace de nosotros Su hogar para que nosotros hagamos de Él nuestro hogar. Si Cristo nos hace Su hogar, podemos estar seguros de que Cristo será nuestro hogar. Entonces Él vivirá con nosotros, y nosotros viviremos con Él. Esto es Dios y el hombre que viven juntos como compañeros de habitación. A la postre, la conclusión de la revelación divina es la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es la totalidad formada por Dios y el hombre que viven juntos. Por la eternidad, Dios amará al hombre, el hombre amará a Dios, y Dios y el hombre vivirán juntos como compañeros de habitación.

  Es asombroso que setecientos años antes de que Cristo naciera, Isaías profetizó que esta Persona —el Renuevo de Jehová mediante el cual Jehová, en Su divinidad, se ramifica extendiéndose a la humanidad— sería el santuario de todos Sus escogidos. Cuando estamos en Dios como nuestro santuario, disfrutándole como nuestro compañero de habitación, le vemos en todas partes. Él es nuestro sol resplandeciente, el agua que bebemos, nuestro alimento y el aire que respiramos. ¡Es maravilloso que podamos respirar profundamente a Dios como aire fresco! Disfrutamos a Dios en todos estos aspectos cuando moramos en Él como nuestro santuario, nuestra morada.

II. UNA PIEDRA CONTRA LA CUAL SE GOLPEAN, UNA ROCA DE TROPIEZO, UNA TRAMPA Y UN LAZO PARA LOS NEGATIVOS

  Isaías fue muy honesto y fiel al mostrarnos lo que Cristo es tanto para los positivos como para los negativos. Cristo es inmensamente maravilloso para los positivos, pero es desagradable para los negativos. Para los positivos, Él es un santuario todo-inclusivo; para los negativos, Él es una piedra contra la cual se golpean, una roca de tropiezo, una trampa y un lazo (Is. 8:14b-15).

A. Una piedra contra la cual se golpean y una roca de tropiezo

  Los líderes fariseos y judíos se golpearon contra Cristo como piedra (Mt. 21:44a), y los incrédulos tropezaron en Cristo como roca (1 P. 2:7-8; 1 Co. 1:22-23). Cristo fue despreciado por los líderes fariseos y judíos. Debido a que ellos le despreciaron, chocaron contra Él, mas no pudieron moverlo. En lugar de ello, Él se convirtió para ellos en tropezadero (Ro. 9:33), y ellos cayeron a causa de Él (Mt. 21:44a). Muchas personas negativas a lo largo de los siglos han tropezado en Cristo.

  Hay muchas cosas sobre Cristo que hacen que la gente tropiece. El Antiguo Testamento profetizó que Él procedería del linaje de David (2 S. 7:12-14a) y que vendría de la ciudad de David, Belén (Mi. 5:2). Su madre, María, era descendiente de Natán, hijo de David (Lc. 3:31b), y José era descendiente de Salomón, otro hijo de David (Mt. 1:6b). José y María eran personas pobres que vivieron en la región menospreciada de Galilea, en la ciudad de Nazaret. Debido al censo decretado por César Augusto, José tuvo que regresar a la ciudad de David, Belén, pues pertenecía a la casa y familia de David (Lc. 2:1-5). A causa de este censo, María y José tuvieron que ir de Nazaret a Belén a fin de que el Salvador naciera allí, con lo cual se cumplió la profecía referente a Su lugar de nacimiento. Después de Su nacimiento, Él fue acostado en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón (Lc. 2:7). Después, José y María regresaron a Nazaret, donde Jesús se crió como nazareno (Mt. 2:23). Esto causó tropiezos a los judíos incrédulos, pues ellos pensaban que Él procedía de Nazaret (Jn. 7:41-42, 52). Él nació en Belén, pero de una manera tal que causó tropiezo a algunos.

  Incluso hoy en día muchas cosas con respecto a Cristo son de tropiezo para los negativos. A lo largo de los siglos miles de personas han tropezado en Cristo. La mayoría de las personas que son muy sabias, inteligentes, poderosas y de posición social elevada no se interesan por Cristo (Mt. 11:25; 1 Co. 1:26-29). La iglesia de Dios está compuesta no principalmente por aquellos de posición social elevada, sino por los de humilde condición y que son menospreciados por el mundo. Sentir aprecio por quienes tienen una posición elevada en la sociedad va en contra de la manera de pensar de Dios y es una vergüenza para la iglesia. Debido a que el hermano Nee comprendió esto, él solía visitar los hogares de los santos pobres, y no el de los más adinerados. Dios escogió mayormente a lo necio, lo débil, lo innoble y lo menospreciado de este mundo a fin de que nadie se jacte delante de Él.

B. Una trampa y un lazo

  Cristo también es revelado en Isaías 8:14 como una trampa y un lazo. Él es una trampa para los negativos como animales que corren, y es un lazo para los negativos como aves que vuelan. Un león es atrapado, mientras que un ave es enlazada. Los líderes fariseos y judíos pueden ser comparados con animales que corren, quienes fueron atrapados por el Señor Jesús. Aunque intentaron atrapar al Señor Jesús, fueron atrapados por el Señor. Mateo 22 relata cómo los fariseos, los herodianos y los saduceos trabajaron juntos para enfrentarse al Señor formulándole preguntas y esforzándose por atraparlo. Ellos eran como cazadores que salían de caza juntos con el propósito de atrapar a Jesús. Después de responder todas sus preguntas y evitar sus trampas, Jesús les hizo una pregunta. Por medio de esa única pregunta Él los atrapó a todos ellos (vs. 41-46). Cristo fue una trampa para ellos.

  El libro de Hechos relata que los judíos que se le oponían a Pablo lo seguían por todas partes. Podríamos decir que estos opositores y perseguidores judíos habían puesto lazos para Pablo. Debido a su gran capacidad, Pablo pudo valerse de su sabiduría para escapar de tales lazos. Él tenía un Salvador que siempre estaba librándolo de las manos de los opositores. En lugar de que ellos pusieran lazo a Pablo, Cristo fue un lazo para ellos.

  Todo el que piense ser más hábil o sabio que Jesús siempre terminará por padecer sufrimientos. Para los negativos, los incrédulos, Cristo es una piedra contra la cual se golpean y que les hace caer. Él es roca de tropiezo para quienes no lo toman en cuenta. Él también es una trampa y un lazo para quienes son negativos. Nadie puede escaparse de Cristo. Todos tienen que relacionarse de alguna manera con Cristo. Podemos adoptar ya sea una actitud positiva o una actitud negativa hacia Él. Tal vez digamos que Él no nos importa, pero nosotros le importamos a Él. Él es el Señor y el Creador de todo hombre. Incluso entre los cristianos de hoy, algunos son positivos y otros son negativos. Muchos tal vez reconozcan que Jesús es su Señor, su Salvador y su Redentor, pero aun así puede ser que ellos sean indiferentes hacia Él, sin darle la debida importancia. No obstante, Él se interesa por nosotros y tomará ciertas medidas con respecto a nosotros.

  Para los positivos, Él es un santuario. Podemos vivir en Él como nuestro santuario, y al estar en Él podemos recibirle como nuestra provisión abundante y suministro todo-inclusivo. Sin embargo, para los negativos, los incrédulos, Él es una piedra contra la cual se golpean, una roca de tropiezo, una trampa y un lazo. Un día todos tendrán que comparecer delante de Él para ser sometidos a Su juicio (Ap. 20:11-15). Incluso nosotros, los cristianos, tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo después de nuestro arrebatamiento a los aires (2 Co. 5:10). En aquel tiempo, tendremos que rendirle cuentas a Él con respecto a nuestra vida y nuestro servicio.

  Esperamos ser contados entre los positivos en nuestra relación con Cristo. Queremos morar en Él y disfrutarle como nuestra morada, incluso como nuestro Lugar Santísimo. Él es nuestro santuario, en quien podemos disfrutar de todas las riquezas divinas. Al estar en Él podemos disfrutarle como nuestro divino sol resplandeciente, nuestro aire divino, nuestra agua divina y nuestro alimento divino. Toda la rica provisión que se halla en Él como nuestro santuario es divina. Esto quiere decir que Dios está aquí para que le disfrutemos como nuestro todo. La única manera de disfrutar a Dios en todo aspecto consiste en vivirle, tomándole como nuestro santuario y viviendo con Él como nuestro compañero de habitación.

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