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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Isaías»
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Mensaje 45

EL SIERVO DE JEHOVÁ Según es tipificado por Ciro el rey de Persia, por Israel y por Isaías el profeta

  Lectura bíblica: Is. 41:2, 41:8-16, 25; 1, 45:13; 48:14, 48:16; 46:11, 46:13; 44:1-5, 21, 44:28; 42:1; 43:10; 49:1-4, 49:3; 50:4-9

  En este mensaje queremos ver a Cristo como Siervo de Jehová según es tipificado por tres personas: primero, por un rey gentil, Ciro el rey de Persia; segundo, por el pueblo elegido de Dios, una entidad corporativa: Israel; y tercero, por un típico, auténtico y destacado profeta de Jehová: Isaías. Los tres eran siervos de Dios en calidad de tipos. Debido a que Cristo es tan grande, se necesitan muchos tipos de Cristo para describirlo. En el Antiguo Testamento abundan los tipos de Cristo. En el Nuevo Testamento, los cuatro Evangelios presentan a Cristo en cuatro aspectos, pero Él tiene muchísimos aspectos. En el libro de Isaías podemos ver muchos aspectos del Cristo todo-inclusivo.

  Isaías era un maravilloso escritor poético. Su escrito es largo. Señalamos anteriormente que las secciones de Isaías son muy significativas. Los primeros treinta y nueve capítulos de Isaías simbolizan todos los significados contenidos en el Antiguo Testamento, el cual está compuesto por treinta y nueve libros. Los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento pueden ser considerados como el elemento, y los primeros treinta y nueve capítulos de Isaías son la esencia extraída de este elemento. Los últimos veintisiete capítulos de Isaías conforman la segunda sección de este libro, y ellos corresponden a los veintisiete libros del Nuevo Testamento. Esta sección de veintisiete capítulos puede ser considerada como la esencia del Nuevo Testamento, el extracto del verdadero significado del Nuevo Testamento. Este extracto concierne a una sola persona. Hoy en día nosotros llamamos a esta persona el Señor Jesucristo, lo cual equivale al Señor Jehová en el Antiguo Testamento. El Señor Jehová es el Señor Jesucristo antiguotestamentario, y el Señor Jesucristo es el Señor Jehová neotestamentario.

  El primer capítulo de la segunda sección de Isaías es el capítulo 40, donde Cristo es revelado como Jehová el Salvador. Este capítulo trata sobre la revelación del Señor Jehová. Revelación significa manifestación. Mientras una persona está escondida, oculta y cubierta, no podemos verla. Cuando aquello que la cubre es quitado, entonces esta persona nos es revelada. Esto quiere decir que dicha persona es manifestada. La revelación es la manifestación. El capítulo 40 trata sobre la revelación del Señor Jehová, que es la manifestación del Señor Jesucristo. En este capítulo, Isaías declara: “¡He aquí, vuestro Dios!” (v. 9). La revelación del Señor Jehová es la aparición de Dios mismo, y este Señor Jehová, Dios mismo, es el Señor Jesucristo. Jehová, el Señor Dios, aparece como el Señor Jesucristo, el Salvador.

  En los capítulos del 41 al 66, Cristo es revelado como el Siervo de Jehová. Estos veintiséis capítulos tratan sobre una sola persona. En este mensaje queremos abordar la revelación de Cristo como Siervo de Jehová contenida en los capítulos del 41 al 50. En estos diez capítulos hay cuatro siervos de Dios: Ciro, el rey gentil; Israel, el pueblo escogido de Dios, una entidad corporativa; Isaías, el maravilloso profeta de Dios; y Cristo. Son cuatro, pero finalmente son uno solo; así que, son cuatro en uno.

  Ahora debemos considerar qué hicieron estos siervos en calidad de tipos de Cristo y qué es lo que Cristo hace hoy en calidad de Siervo de Jehová. Ellos ciertamente eran uno con Dios para llevar a cabo Su comisión de edificar el templo como centro y realidad de los intereses de Dios sobre la tierra. El templo hoy en día, según el Nuevo Testamento, es la iglesia (1 Co. 3:16-17). La iglesia no es un edificio material con una torre y un campanario. Pablo nos dice que la iglesia es Dios manifestado en la carne (1 Ti. 3:15-16).

  Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan sobre la iglesia. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, Pablo nos dice que la iglesia estaba escondida en el Antiguo Testamento; ella era un misterio (Ef. 3:4-5, 9). Aunque en el Antiguo Testamento la iglesia estaba escondida en cuanto a apariencia, ella no estaba escondida en cuanto a tipología. Por ejemplo, Eva, la esposa de Adán, es tipo de la iglesia como complemento de Cristo. Si queremos conocer la iglesia, debemos conocer el tipo de Eva. Eva, como complemento de Adán, presenta una serie de aspectos muy significativos. Eva fue edificada de la costilla de Adán (Gn. 2:22). Dios usó esta costilla para edificar una mujer. Eva procede de Adán. Esto significa que la iglesia es algo que procede de Cristo. Por tanto, la iglesia no es algo que haya sido creado. La iglesia es edificada con aquello que procede de Cristo. Si no tuviéramos el tipo de Eva, no podríamos comprender cabalmente lo que es la iglesia. Eva procedió de Adán y, a la postre, regresó a Adán para ser una sola carne con él. Éste es un buen cuadro de la iglesia presentado en tipología. El Antiguo Testamento está lleno de tipos de la iglesia.

  El Nuevo Testamento habla sobre la iglesia como reino de Dios (Ro. 14:17) y casa de Dios, la familia de Dios (Ef. 2:19). La casa, la morada, es también la familia, compuesta por los moradores de la casa. La iglesia como familia está compuesta por los hijos de Dios (Gá. 3:26), los miembros de Cristo (1 Co. 12:12). La iglesia es también el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23) y el nuevo hombre (2:15). Por tanto, la iglesia es el reino de Dios, la casa de Dios, la familia de Dios, los hijos de Dios, los miembros de Cristo, el Cuerpo de Cristo y el nuevo hombre. Finalmente, la iglesia alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2). El nuevo hombre es agrandado hasta llegar a ser la Nueva Jerusalén, y la Nueva Jerusalén es la ciudad santa, el tabernáculo de Dios y el templo de Dios. Todos estos aspectos de la iglesia pueden ser vistos en tipología en el Antiguo Testamento. Pablo dijo que la iglesia estaba escondida como un misterio, pero la iglesia no estaba escondida en cuanto a sus tipos en el Antiguo Testamento.

  Debemos ver la revelación del Cristo todo-inclusivo con base en los tipos presentados en el libro de Isaías. En Isaías, Dios tiene cuatro siervos: Ciro, Israel, Isaías y Jesucristo, el Mesías venidero. ¿Qué fue lo que ellos hicieron? Ellos edificaron una ciudad, esto es, el reino de Dios. La ciudad es un símbolo del reino. Ellos también edificaron el templo, y el templo es un símbolo de la casa de Dios con el pueblo de Dios como familia de Dios. Israel fue el pueblo de Dios, y tanto Isaías como Cristo formaron parte de Israel. Ambos eran judíos. En Oseas 11:1 Israel hace referencia a Cristo (Mt. 2:15).

I. TIPIFICADO POR CIRO, REY DE PERSIA

  Ciro fue levantado por Jehová (Is. 41:2a, 25a; 45:13a; Hch. 3:26a), ungido por Jehová (Is. 45:1a; Lc. 4:18a) y amado por Jehová (48:14b; Mt. 3:17). Él realizó el beneplácito de Dios al destruir a Babilonia, que simboliza la Iglesia Católica Romana en Apocalipsis 17. Él era el consejero de Dios (Is. 46:11b; He. 10:7) para subyugar a las naciones y tener dominio sobre los reyes (Is. 41:2b, 25c; 45:1b; Esd. 1:2a; Hch. 5:31a; Ap. 1:5a). Él también fue el pastor de Jehová para el cumplimiento de Su deseo al edificar la ciudad (que simboliza el reino) y el templo de Dios, así como al liberar a los cautivos de Dios (Is. 44:28; 45:13b; Esd. 1:2-3; Jn. 10:11; 5:30b; 2:19; Lc. 4:18b). En todos los aspectos arriba mencionados, Ciro era un tipo de Cristo como Siervo de Jehová.

  Isaías dice que Ciro fue escogido por Dios, levantado por Dios, llamado por Dios, ungido por Dios, amado por Dios y aquel que cumpliría el deleite de Dios para alegrar a Dios todo el tiempo. Ciro fue amado por Dios y laboró para complacer a Dios, para realizar Su beneplácito. El beneplácito de Dios es Su pueblo, Israel. Israel era el complemento de Dios. Jeremías 2 habla sobre el amor nupcial, el amor de la luna de miel, entre Jehová e Israel. El versículo 2 dice: “Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me acuerdo de ti, de la bondad de tu juventud, / del amor de tu noviazgo, / cuando me seguías en el desierto, / en tierra no sembrada”. En la Biblia, el amor de la luna de miel es llamado el amor del noviazgo, el amor de los esponsales. Jehová se había casado con Israel y había tenido una luna de miel con Su pueblo. En aquel tiempo ambos habían disfrutado del amor de los esponsales. Es realmente asombroso que estos términos tan románticos hayan sido pronunciados por Jehová Dios. Él se enamoró de Israel. Dios es el Esposo, y Su pueblo redimido es Su esposa. En Jeremías 3:14 Dios dijo que Él era el Marido de Israel.

  Dios ama a Israel, ama Su reino, representado por la ciudad, y ama Su casa, representada por el templo. Ciro se ocupó de estas tres cosas. Nabucodonosor, el rey de Babilonia, hizo algo que desagradó mucho a Dios. En primer lugar, puso al pueblo de Dios en cautiverio. En segundo lugar, quemó el templo. En tercer lugar, destruyó la ciudad. Estos tres tesoros en el corazón de Dios, que conforman Su deseo, fueron devastados por Nabucodonosor. Por tanto, a lo largo de la Biblia, Dios aborrece a Babilonia.

  Ciro vino a liberar a los cautivos de Israel. Él no quiso recibir compensación alguna por haberlos liberado (Is. 45:13). Él les brindó sustento e hizo posible que regresaran a la tierra de sus padres (Esd. 1). Ése era el primer deseo de Dios. Después, Ciro les encargó retornar a edificar el templo de su Dios. Ése era el segundo deseo de Dios. Él también les encargó edificar la ciudad, lo cual era el tercer deseo de Dios. Dios amaba a Ciro porque hizo las cosas que estaban en el corazón de Dios. Lo que él hizo tocó el corazón de Dios.

  Jehová despertó a este hombre, Ciro, del oriente (Is. 41:2a) y del norte (v. 25a). Este hombre era como ave de rapiña (46:11). Él habría de conseguirlo todo de parte del Señor con el propósito de liberar al pueblo de Dios a fin de que ellos pudieran reedificar Su templo y erigir Su ciudad. Ciro fue usado por Dios para liberar a los elegidos de Dios que estaban en cautiverio, para edificar Su casa, Su familia, y para establecer Su reino en la tierra.

  ¿Qué hacemos nosotros hoy en día? Debemos ser aquellos que salen para ganar a los pecadores. Esto es lo que significa liberar al pueblo escogido de Dios. En la eternidad pasada Dios escogió a millones de personas, pero todos ellos fueron capturados por Satanás, quien está tipificado por aquel maligno Nabucodonosor. En Isaías 14, Isaías combina a Satanás con Nabucodonosor, el rey de Babilonia (vs. 12-23). Todos los pecadores son cautivos de Satanás. Toda vez que traemos un pecador a la salvación, este pecador es liberado del cautiverio de Satanás. Si ganamos cien pecadores para Cristo, esto significa que rescatamos a cien cautivos para Dios.

  Todos los ángeles se regocijan cuando incluso un solo pecador es salvo, cuando un cautivo es liberado (7, Lc. 15:10). La primera estrofa de Himnos, #489 dice:

  Cansado del pecado,     Buscome con amor; Me trajo al rebaño     En hombros, el Señor. Los ángeles con su cantar Hacen los cielos resonar.

  Esta estrofa dice que cuando un pecador es salvo, el canto de los ángeles resuena en todo el cielo. Los ángeles se regocijan en los cielos toda vez que un pecador es salvo.

  Predicamos el evangelio a fin de liberar a los cautivos. Luego edificamos la iglesia, la casa y familia de Dios, con los pecadores liberados que fueron salvos mediante nuestra predicación. También establecemos el reino de Dios. Todos los pecadores salvos mediante nuestra predicación serán miembros de la casa de Dios y del reino de Dios. Además, ellos llegarán a ser miembros del Cuerpo de Cristo y constituyentes del nuevo hombre. Finalmente, ellos alcanzarán su consumación en la Nueva Jerusalén venidera. Un día tras otro, y una semana tras otra, debemos laborar así en procura del beneplácito de Dios para tocar el corazón de Dios.

  Es necesario que todos nosotros seamos los “Ciros” de hoy. Al igual que Ciro, debemos ser como aves de rapiña que salen a buscar pecadores para el reino de Dios. Los pecadores salvos son nuestras presas. Todas estas personas salvas son los cautivos que fueron liberados, los cuales han sido hechos hijos de Dios y miembros de Cristo. ¡Cuán bueno es esto! Jamás debiéramos cansarnos de realizar esta labor tan placentera. Nuestro único interés debiera ser alegrar a Dios. El encargo de Dios debiera ser algo dulce y placentero para nosotros. Si comprendemos que hacemos esto por causa del beneplácito de Dios, nos sentiremos felices.

  Ciro no pidió recompensa alguna por liberar a Israel. Nabucodonosor capturó a Israel, pero Ciro quería enviarlos de regreso a casa. Esto complacía a Ciro, y esto también complacía a Dios. Dios en los cielos podría haber aplaudido a Ciro como buen siervo. Dios pudo haberle dicho a Ciro: “Tú estás haciendo algo conforme al beneplácito de Mi corazón. Estoy feliz de ver que liberas a Mi pueblo para que ellos puedan edificar el templo y erigir la ciudad santa nuevamente”.

II. TIPIFICADO POR ISRAEL

  Israel como tipo de Cristo es aún más subjetivo. Por ser el pueblo escogido de Dios, ellos conforman el reino de Dios, la casa de Dios y la familia de Dios. Israel como tipo de Cristo, el Siervo de Jehová, fue escogido por Jehová y sustentado con la diestra de Su justicia. Al igual que Cristo, Israel venció a los enemigos por Jehová y se regocijó y glorió en Él, el Santo de Israel (Is. 41:8-16; 42:1a; Ro. 8:37; 1 Ts. 2:19-20). Israel también tipifica a Cristo como Testigo de Jehová (Is. 43:10; Ap. 1:5a; 3:14). Así como el Espíritu fue derramado sobre Cristo, el Espíritu de Jehová fue derramado sobre Israel para la bendición de su descendencia (Is. 44:1-5, 21; Mt. 3:16; Lc. 4:18-19). Además, Jehová fue glorificado en Israel, del mismo modo que Dios fue glorificado en Cristo (Is. 49:3; 46:13b; Jn. 17:1; 12:28). Ciro el rey de Persia trabajaba para Israel como siervo de Israel. Ciro no solamente servía a Dios, sino que también los servía a ellos. El grato servicio que él les brindó consistió en hacerles retornar a la tierra de sus padres y sustentarlos en el camino. En tiempos antiguos era un viaje muy largo ir de Babilonia, el Irak actual, a Jerusalén. Los cautivos que retornaron requerían de mucha protección en el camino. De otro modo, podrían robarles y matarlos. Ciro atendió a todas sus necesidades, y ellos retornaron a la tierra de sus ancestros, la Tierra Santa, con toda seguridad. En esto consistió el servicio de Ciro. Hoy en día, por un lado, nosotros somos Ciro, y por otro, somos Israel.

III. TIPIFICADO POR ISAÍAS EL PROFETA

  Isaías también laboró como tipo de Cristo, el Siervo de Jehová, para cumplir el deseo del corazón de Dios. Su profetizar contribuyó a la liberación de Israel así como a la reedificación del templo y la ciudad. Ciro, el rey gentil, Israel, el pueblo escogido de Dios, e Isaías, el profeta que Dios estableció como tal, todos ellos hicieron lo mismo para agradar a Dios: ellos sirvieron para la liberación del pueblo de Dios, la edificación de la casa de Dios y la edificación del reino de Dios, representado por la ciudad. Cuando Jesús vino, Él hizo lo mismo. Lucas 4:18 dice que Cristo fue ungido por Dios para liberar a los cautivos. Él también edificó la iglesia como templo de Dios y estableció la iglesia como reino de Dios. Esto nos muestra que Ciro, Israel, Isaías y Jesucristo eran, todos ellos, siervos de Dios que hicieron una misma cosa. Ellos eran cuatro en uno, y los primeros tres —Ciro, Israel e Isaías— estaban completamente involucrados con el último, Cristo. En ellos tres podemos ver a Cristo. En Ciro podemos ver a Cristo, en Israel podemos ver a Cristo y en Isaías podemos ver a Cristo.

  Hoy en día nosotros somos los siervos de Dios. Necesitamos recibir una visión para ver que Ciro, Israel e Isaías tipifican a Cristo como Siervo de Jehová. Debemos comprender que nosotros somos el Ciro, el Israel y el Isaías de hoy, pues somos uno con nuestro Señor Jesucristo. Todos somos siervos de Dios dedicados a realizar una sola cosa en este universo: liberar al pueblo de Dios, edificar Su templo, la casa, y edificar Su reino, la ciudad. Siempre que considero lo que he hecho, lo que hago y lo que seguiré haciendo para realizar el beneplácito de Dios, me siento feliz. Si nos dedicamos a cumplir el deseo del corazón de Dios, somos los hombres más sabios de la tierra. Poseemos el mejor trabajo con el mejor de los destinos. Debemos darnos cuenta de que nuestro trabajo como enviados de Dios es el más elevado de todos los trabajos.

  Isaías dijo que él fue enviado por Jehová con el Espíritu de Jehová (Is. 48:16b). Dios no envió a Isaías solo. Él fue enviado por Dios con Dios el Espíritu. El Nuevo Testamento dice que cuando el Señor Jesús fue enviado por el Padre, el Padre lo envió con el Espíritu de Dios (Lc. 4:14). El Espíritu siempre estuvo con Jesús. Más aún, el Padre que envió al Hijo también vino con el Hijo. Jesús dijo que no estaba solo, sino que el Padre estaba con Él (Jn. 8:29). Cuando Jesús vino, los tres en la Deidad vinieron. Es imprescindible que tengamos plena certeza que cuando salimos a visitar a las personas, el Espíritu y Cristo van con nosotros; además, puesto que Cristo es la corporificación del Padre, el Padre va con nosotros. Cuando salimos a predicar el evangelio, el Dios Triuno va con nosotros. Debemos experimentar esto así como Isaías lo experimentó.

  Isaías tipifica a Cristo como aquel a quien Jehová hizo Su portavoz para que proclamara Su palabra (Is. 49:1-2; Jn. 3:34a). Me siento feliz porque soy un portavoz de Dios que anuncia Su palabra. Todos debemos sentirnos felices por la misma razón. Todos somos portavoces de Dios que anuncian la palabra de Dios. Si no somos Sus portavoces, no somos siervos de Dios. Todo siervo de Dios habla por Dios. Tenemos que aprender a hablar Cristo a favor de Dios en muchas maneras y en muchos aspectos.

  Isaías, como tipo de Cristo, se consideraba a sí mismo un siervo de Jehová, parte de Israel, para la gloria de Dios (Is. 49:3; Os. 11:1; Mt. 2:15). Nosotros también debemos comprender que formamos parte del Israel de hoy. Gálatas 6:16 dice que la iglesia es el verdadero Israel de Dios. Nosotros liberamos a otros pecadores para la edificación de la iglesia, y también somos la iglesia. Cuando edificamos la iglesia como Cuerpo de Cristo, somos edificados conjuntamente para la gloria de Dios.

  En Isaías 49:4, Isaías nos dijo que él llegó a considerar que había trabajado en vano, que había gastado sus fuerzas en nada y en vanidad; no obstante, él tenía la certeza de que su derecho estaba con Jehová, y su recompensa con su Dios. En el pasado, a mí también me sobrevino esta clase de sentimientos y he tenido esta clase de experiencia. Con frecuencia sentía que vivía en vano y que había gastado mis fuerzas en nada y en vanidad. Después de servir al Señor por cierto tiempo, tal vez sintamos que hemos trabajado en vano. Tal vez nos sintamos exhaustos y pensemos que hemos gastado nuestras fuerzas en nada y en vanidad. Todos los siervos del Señor han tenido este sentir. Es posible que, por un lado, en la mañana nos hayamos sentido muy felices y hayamos alabado al Señor por permitirnos desempeñar el trabajo más elevado de todos. Más tarde, durante el día, sin embargo, podría parecernos que trabajamos en vano para nada. Pese a esto, Isaías dijo que tenía la plena certeza de que su derecho estaba con Jehová. Puedo testificar que aunque la gente me ha condenado y difamado, en lo profundo de mi ser tengo la certeza de que mi derecho está con Cristo. Él sabe si trabajo en vano o si trabajo por la realidad misma. Mi derecho está con Jehová, y mi recompensa con mi Dios.

  Isaías 50:4 y 5 hablan de la instrucción recibida por Isaías como siervo de Jehová: “El Señor Jehová me ha dado / lengua de discípulo, / para que sepa sostener con una palabra al cansado. / Mañana tras mañana me despierta; / despierta mi oído / para que escuche como discípulo. / El Señor Jehová me abrió el oído; / y yo no fui rebelde, / ni me volví atrás”. No debemos ir a hablar a los demás como si fuéramos profesores. Debemos hablar con los demás como aprendices, como entrenantes, como discípulos y aquellos que reciben enseñanza. Para poder hablar palabras que sostengan al cansado, es imprescindible que tengamos lengua de discípulo. A veces, me preocupo un poco por mí mismo y por los entrenadores en el Entrenamiento de Tiempo Completo. Quizás hablemos como maestros que saben algo. Esto en realidad significa que no sabemos nada. Debemos hablar con lengua de discípulo, de aprendiz. Aunque les estoy enseñando, debo hacerlo con toda humildad, considerando y confesando que yo mismo no sé mucho.

  Como discípulos, debemos ser despertados por el Señor mañana tras mañana. Éste es el verdadero avivamiento matutino. Él despierta nuestro oído para que escuchemos como discípulos. Cuando el Señor Jehová abre nuestro oído y nos habla, no debiéramos ser rebeldes ni darle la espalda; más bien, debiéramos recibir Su palabra y obedecerla. Ésta fue la actitud de Isaías como aprendiz al servir a Jehová. Esto también tipifica a Cristo. Los cuatro Evangelios nos muestran que el Señor Jesús tenía tal actitud.

  Isaías 50:6-9 muestran la vida que llevó Isaías como siervo de Jehová. En estos versículos Isaías, como siervo de Jehová que tipifica a Cristo, dijo: “Di mis espaldas a los que me herían, / y mis mejillas a los que me mesaban el cabello; / no escondí mi rostro / de injurias y de esputos. / El Señor Jehová me ayuda; / por eso no he sido avergonzado; / por eso he puesto mi rostro como pedernal, / y sé que no seré avergonzado. / Cerca está de mí el que me justifica; ¿quién contenderá conmigo? / ¡Comparezcamos juntos! / ¿Quién es mi adversario en el juicio? / Acérquese a mí. / He aquí, el Señor Jehová me ayuda, / ¿quién hay que me condene? / He aquí, todos ellos como una vestidura se desgastarán; / la polilla se los comerá”. Estos versículos también describen la vida que Jesús llevó en la tierra (Mt. 26:67; 1 P. 2:23). Éstas no sólo son las palabras de Isaías, sino también las palabras del Señor Jesús. Isaías tipificó a Cristo al recibir instrucciones de Dios. En la vida que llevó Isaías, él fue un verdadero tipo de Cristo.

  En Isaías 41—50 podemos ver tres siervos que tipifican a un solo Siervo. Estos tres siervos —Ciro, Israel e Isaías— están completamente involucrados con el cuarto Siervo, el Cristo todo-inclusivo. Todos ellos son uno solo, sirviendo a Jehová Dios para Su beneplácito al liberar y establecer a los elegidos de Dios a fin de que el templo de Dios y la ciudad de Dios sean edificados y el reino de Dios sea afirmado, reino que será agrandado hasta consumar en la Nueva Jerusalén. Esto es exactamente lo que hacemos hoy en día.

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