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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Isaías»
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Mensaje 53

EL SIERVO DE JEHOVÁ COMO LAS MISERICORDIAS FIRMES MOSTRADAS A DAVID, UN REDENTOR PARA SION Y LA LUZ DE ISRAEL

  Lectura bíblica: Is. 55:3-4; 59:20; 60:1-3

  Oración: Señor, continuamos adorándote. Te adoramos como Aquel poseedor de todas las realidades de Dios. Gracias Señor. Tú eres la corporificación de la plenitud de Dios, Tú eres la Palabra y Tú eres el Espíritu. Señor Jesús, te damos toda la gloria y confiamos en Ti para la reunión de esta noche. Señor, Tú sabes que no podemos hacer nada. Confiamos en Ti para recibir Tu hablar. Señor, Tú eres tan viviente e incluso vives dentro de nosotros como la Palabra viviente y como el Espíritu vivificante. Señor, haz que Tu Persona y Tu Nombre reciban toda la honra en medio nuestro. Señor, bendice a todos los que están aquí en esta reunión. Danos un corazón que te busque y ojos que te vean. Señor, recuerda a Tu enemigo. Lo denunciamos delante de Ti; te lo entregamos. Cúbrenos. Nos escondemos bajo la sangre preciosa, que prevalece en contra del enemigo. Amén.

I. LAS MISERICORDIAS FIRMES MOSTRADAS A DAVID

  El Cristo todo-inclusivo, el Siervo de Jehová, es las misericordias firmes mostradas a David (Is. 55:3b-4). La historia nos dice que David era un rey maravilloso. Por tanto, es difícil entender cómo un rey majestuoso, maravilloso y excelente pudiera necesitar que se le muestre misericordia. Según nuestro concepto, la gente pobre, la gente de clase baja, necesita que se le muestre misericordia. David podría ser considerado como el mejor rey que ha existido en la historia humana. ¿Cómo podría una persona tan elevada necesitar de misericordia?

  David escribió muchos salmos maravillosos. Resulta difícil creer que quien escribió tales salmos asesinó a una persona y le arrebató a su esposa (2 S. 11). Este rey cometió homicidio y fornicación. ¿No necesitaba de misericordia? Entre todos los buenos salmos escritos por David, está el salmo 51. En este salmo vemos el arrepentimiento y la confesión de David después que él hubo cometido fornicación y homicidio. Este salmo nos muestra que incluso David necesitaba de la misericordia de Dios. Esto indica que todos en el linaje humano necesitamos de la misericordia de Dios.

  Los libros de 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes y 1 y 2 Crónicas hablan sobre la historia de los hijos de Israel y de sus reyes. En gran medida, el relato de los ciudadanos del reino de Israel y sus reyes es un relato terrible. Muy pocos de sus reyes fueron buenos; la mayoría de ellos fueron malvados al máximo. Ante tal situación, había necesidad de la misericordia de Dios.

  El libro de Isaías está lleno de las condenas pronunciadas por Isaías en contra de los hijos de Israel. Él los comparó con los perversos pobladores de Sodoma y Gomorra (1:9-10; 3:9). Jeremías es otro profeta que fue muy severo en su condenación de Israel. Jeremías nos muestra cuánto necesitaban de la misericordia de Dios los reyes que pertenecían a la familia de David. Jeremías habla, por ejemplo, de Sedequías, el último rey de Judá. Jeremías le hizo serias advertencias, pero Sedequías no prestó oído. Finalmente, fue capturado. Después que Jerusalén cayó en manos de sus enemigos, Sedequías intentó escapar, pero fue capturado por los soldados de Babilonia y llevado delante de Nabucodonosor, rey de Babilonia. Entonces, Nabucodonosor mató a los hijos de Sedequías, y a Sedequías le arrancó los ojos, lo ató con cadenas y lo llevó a Babilonia (Jer. 39:1-7; 52:1-10). Esto muestra la situación lamentable del pueblo del Señor en aquellos tiempos. Por encontrarse en tal situación, ellos necesitaban de la misericordia de Dios.

A. Cristo es las misericordias firmes de Dios mostradas a David

  Cuando Isaías llega al capítulo 55, después de haber escrito tantos capítulos con respecto a Cristo, nos habla de un aspecto de Cristo sobre el cual nosotros jamás habríamos soñado ni imaginado. Este aspecto de Cristo es que Él es “las misericordias firmes mostradas a David” (v. 3b). La palabra mostradas no está en el texto hebreo de Isaías 55:3. Algunas traducciones dicen “las misericordias firmes de David”, pero esto podría interpretarse como refiriéndose a que David manifestó misericordia en muchas ocasiones. Esto no es correcto. Estas misericordias le son mostradas a David o le son prometidas a él.

  Hicimos notar que los sesenta y seis capítulos de Isaías se dividen en dos secciones. La primera sección, de treinta y nueve capítulos, corresponde a los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento; y la última sección de veintisiete capítulos corresponde a los veintisiete libros del Nuevo Testamento. El contenido de estas dos secciones también corresponde con el pensamiento expresado en el Antiguo y Nuevo Testamento respectivamente. La segunda sección, en correspondencia con el Nuevo Testamento, consiste por completo en palabras de consuelo. No hay más condenación ni reprensión. En estas palabras de consuelo hay un pasaje en el cual se nos dice que Cristo, Aquel que es todo-inclusivo, es las misericordias firmes mostradas a David y prometidas a David. Dios prometió que Cristo mismo, quien saldría de los descendientes de David, sería también las misericordias firmes de Dios para con la familia real de David.

  Es por causa de Cristo, quien es las misericordias firmes de Dios, que nadie pudo hacer desaparecer por completo a toda la familia real de David. Cristo, uno de los descendientes de David, se convirtió en las misericordias firmes mostradas a David. Jeremías dijo que así como las leyes del sol para luz del día y las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche jamás faltarán, asimismo la descendencia de Israel y de David no dejaría de ser nación delante de Dios para siempre (Jer. 31:35-36; 33:24-26). En otras palabras, nada podría anular el sentir de Dios hacia la familia real de David. En 1 y 2 Reyes se menciona a muchos reyes entre los descendientes de David. El último rey de la familia real de David será Jesucristo, la corporificación de las misericordias firmes de Dios. Él es las misericordias firmes mostradas a la casa de David. Estas misericordias incluyen muchas bendiciones y acciones llenas de gracia hechas por Dios en beneficio de la casa de David.

  Las Escrituras hablan sobre el amor de Dios, la gracia de Dios y la misericordia de Dios. Lucas 15 relata que cuando el hijo pródigo retornó, el padre, quien lo estaba esperando, fue movido a compasión (v. 20). La compasión es una manifestación tierna de la misericordia. La tierna misericordia del padre fue activada a causa de que el hijo pródigo que había retornado se encontraba en una condición tan pobre, al punto de ser como un mendigo. Él era completamente indigno de merecer el amor del padre. El amor del padre era algo muy elevado, y su hijo había caído muy bajo. Por tanto, el padre fue movido a compasión.

  En Romanos 12, el apóstol Pablo exhortó a los santos por las compasiones, las misericordias, de Dios (v. 1). ¿Por qué Pablo no exhortó a los santos por el gran amor de Dios? Esto se debe a que el gran amor de Dios está muy lejos de nosotros al encontrarnos nosotros en una situación y condición tan lamentable. Al encontrarnos en tal pobre estado, el amor y la gracia de Dios son demasiado elevados para ser experimentados por nosotros. Pero, ¡aleluya!, Dios posee otro atributo llamado misericordia. La misericordia llega más lejos. Nosotros nos encontramos en una condición tan pobre, pero las misericordias de Dios pueden llegar hasta nosotros aun en una situación lamentable y una posición miserable. Con frecuencia, en mis oraciones antes de ministrar la palabra, le digo al Señor: “Confiamos en Tu misericordia”. No me atrevo a decirle al Señor que confiamos en Su amor. Siendo tan pobre, no me encuentro en el nivel apropiado que corresponde al amor de Dios. Pero Dios llega hasta nosotros alcanzándonos en el lugar más bajo por medio de Sus misericordias.

  Es probable que muchos cristianos hablen del gran amor de Dios en Cristo, pero me preocupa que lo que ellos dicen no sea cabal. Si ellos conocieran a Dios de manera cabal en Sus atributos en diferentes niveles, hablarían mucho sobre la misericordia de Dios. Esto sería así porque la situación actual en la que nos encontramos día a día no corresponde con el nivel propio del amor de Dios. La verdadera situación práctica en la que nos encontramos ciertamente corresponde con el nivel más elemental de los atributos de Dios, es decir, con la misericordia de Dios.

  El amor de Dios y la gracia de Dios corresponden con un nivel más elevado que el de Su misericordia. La gracia es un don. El corazón de Dios está lleno de amor por nosotros, y Él, motivado por tal corazón, prepara un regalo para nosotros. Este don es la gracia. Sin embargo, debido a que no somos dignos de este don, Dios desciende para alcanzarnos en Su misericordia. En Su atributo de misericordia, Él puede llegar hasta nosotros en el nivel más bajo. Sin embargo, muy pocos hijos de Dios se han percatado de que necesitan de la misericordia de Dios. En mis oraciones durante los primeros días de mi vida cristiana, yo solía hablar del amor de Dios. Hoy en día, después de muchos años de experiencia, confío más bien en la misericordia de Dios. Esto se debe a que mi pobre situación no corresponde con el nivel elevado del amor de Dios.

  Tal vez nos consideremos damas y caballeros, pero en realidad, somos “escorpiones” y “topos”. Las personas consideraban a David como un rey encumbrado, pero él se consideraba a sí mismo un gusano (Sal. 22:6). A esto se debe que él clamó ante Dios pidiendo Su misericordia (51:1; 52:8b). A la postre, el descendiente de David será el Rey de reyes de esta tierra a fin de ser las misericordias firmes de Dios para toda la familia real de David.

  Las misericordias son algo parecido a la benignidad y a la compasión. Las misericordias de Dios (Su benignidad y compasión), las cuales son el inicio de la gracia de Dios en Su amor, llegan más lejos a fin de alcanzarnos. La misericordia es el inicio con miras a que la gracia de Dios venga trayendo el amor de Dios. No podemos separar la gracia de Dios del amor de Dios. Sus misericordias nos introducen en la gracia de Dios. Cuando participamos de la gracia de Dios, obtenemos Su amor. La misericordia de Dios llega más lejos a fin de alcanzarnos. Muchas veces, en nuestra experiencia, nos encontramos muy lejos de Dios. No estamos lo suficientemente cerca de Dios. Por tanto, necesitamos que este atributo de Dios, Su misericordia, llegue hasta nosotros.

  Jeremías y Lamentaciones verdaderamente nos muestran la lamentable situación en que se encontraba Israel. Dios no podía asistirlos en Su amor o en Su gracia. Dios debía ejercer Su misericordia. Si careciera de tal misericordia, Él no habría podido alcanzar a Su pueblo. Según Jeremías, los hijos de Israel en el tiempo de su exilio en Babilonia se encontraban en una situación lamentablemente pobre. Es difícil incluso describir cuán pobre era la condición en la que se encontraban. Fue por eso que Dios los abandonó por setenta años. Pero después de setenta años, Dios volvió a ellos en Su misericordia.

  En el Nuevo Testamento, el Señor Jesús vino en misericordia. Él vino de una manera muy humilde a fin de mostrar misericordia hacia los israelitas caídos; no obstante, la mayoría de ellos le rechazó. A la postre, el Señor clamó y lloró por ellos. En Mateo 23:37-38 el Señor dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisisteis! He aquí vuestra casa os es dejada desierta”. El Señor predijo que Jerusalén sería destruida. En referencia a las edificaciones del templo, Él dijo a los discípulos: “De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (24:2). Esto se cumplió en el año 70 d. C. cuando Tito y el ejército romano destruyeron Jerusalén. En sus relatos históricos, Josefo cuenta de la terrible destrucción infligida a Jerusalén por Tito.

  En los Evangelios, la casa de Israel ofendió al Hijo. En Hechos, ellos ofendieron al Espíritu. El Espíritu estaba con los apóstoles, especialmente con Pablo. Poco después que Pablo murió como mártir, Tito, el príncipe romano, vino con su ejército para arrasar a Jerusalén. Esto significó el exilio final y consumado del pueblo de Israel. Desde entonces, ellos han sido dispersados por casi veinte siglos. El primer exilio suscitado por el Imperio babilónico duró apenas setenta años, pero este exilio final ha durado unos dos mil años. Fue por la misericordia de Dios que en 1948 un pequeño número de israelitas pudo retornar para restaurar la nación de Israel.

  Hoy en día existe una controversia entre Israel y los países árabes vecinos sobre cuánto territorio debería tener Israel. Israel conquistó los Altos del Golán en la guerra de los Seis Días librada en 1967. Ahora, algunos quieren que Israel renuncie a los Altos del Golán. Sin embargo, de acuerdo con la profecía bíblica, no podemos concordar con ello; tales territorios forman parte de la buena tierra. Según las Escrituras, la buena tierra se extiende desde las orillas del mar Mediterráneo hasta el río Éufrates (Dt. 11:24; Jos. 1:4), donde está Irak actualmente. ¡La buena tierra es muy vasta! Según lo dispuesto por Dios, Israel seguramente conservará los Altos del Golán. Esto representa la misericordia del Señor para con Israel. Además, la familia real será recobrada. ¿Quién será el último rey de la familia real de David? El Señor Jesús será tal Rey. Él es las misericordias firmes que Dios prometió y mostró a David.

  Estas misericordias nos fueron legadas por pacto; esto significa que se hizo un contrato para concedernos estas misericordias. Un pacto no es solamente una promesa, sino un contrato, y este pacto es Cristo. Isaías muestra que Cristo es un pacto eterno (Is. 55:3b; 61:8b) y el pacto de paz (54:10) para el pueblo. Cristo es también Aquel que promulgó dicho pacto. Esto significa que Cristo mismo garantiza que Él será las verdaderas misericordias. Una promesa verbal e, incluso, una promesa escrita, no tienen la misma fuerza, pero un pacto es una obligación inalterable. Dios no solamente prometió a Israel las misericordias firmes mostradas a David, sino que Él hizo un pacto. Isaías 55:3b dice: “Y Yo haré con vosotros pacto eterno, / aun las misericordias firmes mostradas a David”. Este pacto eterno es las misericordias firmes.

  Sabemos que las misericordias firmes se refieren a Cristo por lo que dijo Pablo en Hechos 13:34-39 (véase la nota 1 del versículo 34 en la Versión Recobro). Allí Pablo indica que las misericordias firmes mostradas a David son el Cristo resucitado, el cual jamás vio la corrupción propia de la muerte. La palabra griega que equivale a la palabra hebrea para misericordias (chesed) es traducida “las cosas santas y fieles de David” (en plural) o “Santo” (singular) en Hechos 13. El versículo 34 habla de “las cosas santas y fieles de David”, y el versículo 35 habla de Cristo como el “Santo”. Las cosas santas de David, las cosas fieles, son las misericordias firmes mostradas a David. El Santo es Cristo, el Hijo de David, en quien están centradas y son transmitidas las misericordias de Dios. Cristo es las misericordias firmes, y Él también es Aquel que es santo. Esto muestra que dichas misericordias firmes realizarán la obra de santificar a todos los que disfruten de ellas.

  Según la parábola relatada en Lucas 15, las compasiones del Padre santifican al hijo que retorna. El hijo pródigo regresó a su hogar como un mendigo, pero la compasión del padre hizo que él fuese separado del mundo. La compasión del Padre santifica al hijo que retorna, lo hace santo, separándolo por completo para el Padre.

  Aunque anteriormente dije que todos probablemente somos “topos” y “escorpiones”, debo también decir que todos somos santos (1 Co. 1:2). En cuanto a nuestra posición delante de Dios, somos santos; hemos sido santificados. Cristo es las misericordias firmes, y estas misericordias nos han santificado. Cristo nos hizo santos por Sus misericordias. Hoy en día puedo predicar la palabra santa de Dios al pueblo santo de Dios. Puedo declarar todas las cosas santas de Dios. Ésta es una obra realizada por las misericordias firmes de Dios.

  Estas misericordias firmes nos han sido pactadas mediante un pacto eterno. Este pacto es el Cristo que promulgó el pacto (Is. 42:6b; 49:8b) y el pacto de paz (54:10). Paz significa que todos los problemas fueron resueltos. Cuando afirmo ser un santo, esto implica que no tengo problemas. Debemos tener la paz que nos permite declarar: “No tengo problemas porque soy un santo”. Si tenemos incluso un pequeño problema, no somos tan santos.

B. El Cristo resucitado que no vio la corrupción propia de la muerte y llegó a ser la base de la justificación provista por Dios a Sus creyentes

  Las misericordias firmes de Dios son el Cristo resucitado que no vio la corrupción propia de la muerte y llegó a ser la base de la justificación provista por Dios a Sus creyentes. Éste es el lenguaje celestial hablado en Hechos 13:34-39. Debemos estudiar estos seis versículos una y otra vez. De otro modo, no podremos adquirir el entendimiento apropiado de los mismos. Todos nosotros fuimos santificados, pero tal santificación requería de una base, y la base de la santificación es la justificación. Si usted no fue justificado, jamás podría ser santificado.

  Cristo es las misericordias firmes de Dios con miras a nuestra santificación. Por esta causa, Él también llegó a ser la base de la justificación en Su resurrección. Pablo dijo en Hechos 13 que es por este Hombre, Jesús, quien es las misericordias firmes de Dios, que podemos ser justificados. Por tanto, la justificación tiene como base el Cristo resucitado que jamás vio la corrupción propia de la muerte. Hechos dice que la muerte no pudo retenerlo; esto quiere decir que la muerte no pudo tocar a Aquel que resucitó. Aquel que resucitó, Jesús, es el fundamento, la base, de nuestra justificación. Sobre la base de tal justificación en la resurrección de Cristo, ahora nosotros disfrutamos a Cristo como las misericordias que nos santifican.

  No debemos olvidar que hoy en día el Cristo resucitado es para nosotros las misericordias firmes de Dios. Él llegó a ser la base para nuestra justificación, y sobre esta justificación algo fue edificado, esto es, la santificación. Además, la santificación es algo edificado con las misericordias firmes de Dios y por éstas. Estas misericordias firmes son el propio Cristo.

C. Dado por Testigo a los pueblos (las naciones)

  Cristo, como las misericordias firmes de Dios, fue dado por Testigo a los pueblos, las naciones (Is. 55:4a). Apocalipsis 1:5a dice que Cristo, la segunda persona de la Trinidad Divina, es el Testigo fiel de Dios. Él es el Testigo de toda la Deidad. Apocalipsis 3:14a también dice que Él es el Testigo fiel y verdadero. Cristo es el Testigo que testifica del Dios verdadero.

D. Dado por Líder y Comandante a los pueblos

  Él fue designado como Líder y Comandante a los pueblos (Is. 55:4b; Hch. 5:31a). Él es el Líder de todos los reyes, el Líder de todos los gobernantes; esto tiene por finalidad Su administración. Él también fue designado como Comandante; como tal, Él es el General que combate en la batalla. Cuando retorne, Él combatirá en la guerra que se llevará a cabo en Armagedón (Ap. 19:11-21). Él será el Comandante, el General combatiente, que derrotará al ejército más grande que hubo sobre la tierra, el cual estará comandado por el anticristo.

II. UN REDENTOR PARA SION

  Cristo, como Siervo de Jehová, también será un Redentor para Sion (Is. 59:20). Él vendrá, y podrá retornar, como Redentor a Sion porque Él es las misericordias firmes. Si Él no fuera las misericordias firmes de Dios, jamás podría ser un Redentor para los podridos y corruptos hijos de Israel. Únicamente el Dios misericordioso con todas Sus misericordias podría redimirlos. Por tanto, Cristo no solamente es las misericordias firmes de Dios, sino también el Redentor de Dios que viene a redimir a Sion a Su retorno.

  Él será tal Redentor para el remanente de Israel, el cual se volverá a Él dejando atrás sus transgresiones. En Zacarías 12 hallamos el relato del arrepentimiento del remanente de Israel al retorno del Señor (vs. 10-14).

III. LA LUZ DE ISRAEL

  Cristo será la luz de Israel (Isa. 60:1-3). Él vendrá como la luz (la gloria de Jehová) que resplandecerá sobre Israel a Su retorno (v. 1). Hoy en día la tierra entera, incluyendo a Israel, está sumida en tinieblas. Pero cuando Cristo venga como Redentor a Israel, Él será su luz a fin de iluminarlos, y esta luz es la gloria de Dios. Hoy en día la luz que nos alumbra en nuestros hogares procede de la electricidad, pero cuando el Señor retorne, la luz de Israel será la gloria de Jehová. No será la luz del sol ni tampoco la luz artificial, sino la luz que es Dios mismo en Su gloria. Israel tendrá tal luz en virtud de que Cristo es las misericordias firmes de Dios.

  En el tiempo de Su retorno, cuando Cristo resplandezca como luz sobre Israel, tinieblas cubrirán la tierra, y densa oscuridad cubrirá a los pueblos, a los gentiles (v. 2a). Las tinieblas cubrirán a todas las naciones gentiles. Únicamente Israel tendrá luz, y esa luz es la manifestación de Dios en Su gloria. Cristo, quien es Jehová, amanecerá sobre Israel, y Su gloria será vista sobre Israel (v. 2b). Hoy en día la nación de Israel padece sufrimientos bajo la presión de las naciones, pero cuando Cristo regrese, Israel será levantado.

  Las naciones, los gentiles, acudirán a la luz de Israel, y los reyes acudirán al resplandor de su amanecer (v. 3). Las naciones anhelarán ser iluminadas por Israel, pues se encontrarán en tinieblas. En aquel día Israel “amanecerá”, pero hoy en día ellos son oprimidos por las naciones. Israel ha sido oprimido una y otra vez durante más de dos mil años. Especialmente en la actualidad, ellos padecen sufrimientos, pero cuando Cristo retorne, se levantarán.

  Debido a que nosotros, los creyentes, tenemos a Cristo en nosotros, nos levantamos. No podemos ser oprimidos. Hoy en día Cristo es nuestras divinas misericordias; Él es nuestro Redentor; y Él es nuestra luz. Con base en Él, nos levantamos.

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