Mensaje 7
(5)
En este mensaje abarcaremos los capítulos 7 y 8 de Isaías. En estos capítulos encontramos la señal de la encarnación de Cristo dada por Dios al tomar medidas con respecto a la incredulidad de Acaz, el rey de Judá, quien era amenazado por Rezín, rey de Aram, y Peka, rey de Israel, quienes fueron derrotados por el rey de Asiria, el cual había invadido la tierra de Judá.
En 7:1—8:8 vemos las medidas que Dios tomó con respecto a la incredulidad de Acaz, el rey de Judá.
Rezín, rey de Aram, y Peka, rey de Israel, subieron a Jerusalén para atacar a Acaz, y el corazón de Acaz y el de su pueblo temblaron como tiemblan los árboles del bosque ante el viento (7:1-2).
Jehová envió a Isaías para que le dijera a Acaz: “Cuídate y ten calma; no temas, ni se turbe tu corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean, ante la ira encendida de Rezín y de Aram, y del hijo de Remalías” (v. 4). El hijo de Remalías era Peka, rey de Israel. Isaías prosiguió anunciando que el plan maligno ideado contra Acaz no se mantendría ni acontecería (vs. 5-7). Después, Isaías afirmó que Rezín y Damasco de Aram así como el hijo de Remalías y Samaria de Efraín, serían quebrantados (vs. 8-9a). Finalmente, Isaías le dijo a Acaz: “Si vosotros no creéis, ciertamente no permaneceréis firmes” (v. 9b). Aquí vemos el principio según el cual permanecemos firmes al creer.
Jehová deseaba que Acaz pidiera señal (7:10-25). Esta señal está relacionada con la venida de Cristo, quien nació de una virgen.
Acaz dijo que no pediría ni pondría a prueba a Jehová (v. 12). Isaías consideró que esto era agotar la paciencia de su Dios (v. 13).
El versículo 14 dice: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Emanuel significa “Dios con nosotros”. Esta palabra, en la que se hace referencia a una virgen que da a luz un hijo, es citada en Mateo 1:23 y aplicada al Señor Jesús.
En ese tiempo, el cumplimiento de esta señal fue el nacimiento de un hijo concebido por la esposa de Isaías (8:3). Este hijo fue llamado Maher-salal-has-baz, que significa “veloz es el botín, se apresura la presa”. Este nombre indica el arrebatamiento de las riquezas de Damasco y el botín de Samaria delante del rey de Asiria (8:4).
Hasta que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, comerá cuajada y miel. Esto indica que las tierras de los dos reyes a quienes Acaz temía serían abandonadas, desoladas, a causa del rey de Asiria (7:15-16).
Isaías 7:17-25 y 8:5-8 habla sobre la invasión del ejército del rey de Asiria. Hasta aquí, tenemos cuatro entidades: los de Aram, los del reino norteño de Israel, los del reino sureño de Judá, cuyo rey era Acaz, y los de Asiria. Dios envió al ejército desde Asiria en el noroeste a fin de lidiar con el rey de Aram y el rey de Israel, quienes amenazaban a Acaz.
El pueblo de Judá rechazó “las aguas de Siloé, que corren mansamente” en Jerusalén, aguas que representan las tiernas bendiciones de la provisión divina (8:6a). Más aún, el pueblo exultaba en Rezín y en el hijo de Remalías (v. 6b). Por tanto, el Señor anunció que traería sobre ellos “las aguas impetuosas y abundantes del Éufrates” (que representa al grande y fuerte ejército), el rey de Asiria y toda su gloria (v. 7), río que se desbordaría de todos sus cauces y se saldría de todas sus riberas. Tal río pasaría arrolladoramente por Judá; desbordaría y seguiría creciendo hasta llegarle al cuello; y extendiendo sus alas, llenaría la anchura de la tierra de Emanuel (v. 8). Aquí se nombra la quinta entidad: Emanuel.
Jehová silbaría a las moscas (que representan a los soldados) que están en los confines de los ríos de Egipto y a las abejas (que representan a los soldados) que están en la tierra de Asiria; y todas ellas vendrían y morarían en diversos lugares de la tierra de Judá (7:18-19).
En aquel día el Señor raería con la navaja alquilada del otro lado del río Éufrates, es decir, valiéndose del rey de Asiria, raería la cabeza, el pelo de las piernas y aun la barba (7:20). El cabello sobre la cabeza representa gloria, y el pelo sobre las otras partes del cuerpo representa fuerza. Por tanto, la gloria y la fuerza de Judá le serían quitadas mediante la “navaja” del rey de Asiria.
En aquel día todos los que sean dejados en aquella tierra comerán cuajada y miel, pues las vides así como toda la tierra y todos los collados darán espinos y cardos y se convertirán en lugar para soltar las reses y para ser pisoteado por las ovejas, el cual no es bueno para que crezca la mies y sea producido grano que las personas puedan comer (7:21-25). Esto indica que la tierra de Judá sería devastada y destruida.
La expresión la tierra de Emanuel (8:8) indica que la tierra de Judá, la Tierra Santa, es el territorio de Cristo que fue invadido por el ejército conquistador del rey de Asiria. Ésta es la tierra que Cristo heredará para edificar Su reino milenario con Sus dos pueblos elegidos: los judíos escogidos y los creyentes escogidos.
La tierra de Emanuel ha estado ocupada por invasores durante veintiséis siglos. Estuvo ocupada por los asirios, por los babilonios, por los medos y persas, por los griegos bajo el mando de Alejandro Magno, por los sucesores de Alejandro Magno, por los romanos y por los musulmanes. Si somos personas que conocen la Biblia, debemos orar por la situación actual en el Medio Oriente diciendo: “Señor Jesús, Tú eres Emanuel. Señor, recuerda la buena tierra prometida por Dios a Su pueblo. Ésa es Tu tierra. Oh Emanuel, los invasores han tomado Tu tierra. ¿Por cuánto tiempo, Señor, permitirás que esto continúe?”. Espero que comencemos a orar de este modo.
En Isaías, las medidas tomadas por Dios con respecto a las naciones comenzaron principalmente con Babilonia (13:1—14:23). Esto corresponde a la gran imagen humana que el rey de Babilonia vio en Daniel 2. El rey de Babilonia era la cabeza de oro. Babilonia en realidad comenzó con Babel en Génesis 11. Ambas palabras, Babel y Babilonia, significan confusión por causa de la división. Los enemigos del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento comienzan con Babilonia. En el Nuevo Testamento, al enemigo del pueblo escogido de Dios, la iglesia, se le continúa llamando Babilonia: Babilonia la Grande (Ap. 17—18). Babilonia era la cabeza que tomó la delantera para invadir y devastar la Tierra Santa. A la postre, Babilonia será la última en causar perjuicio a los elegidos de Dios en el Nuevo Testamento. Sin embargo, tanto la Babilonia religiosa (la apóstata Iglesia Romana) como la Babilonia material (la ciudad de Roma) serán destruidas. Incluso la aniquilación de Babilonia está incluida en la señal de una virgen que da a luz un hijo llamado Emanuel.
No debiéramos pensar que la profecía en Isaías 7 y 8 trata únicamente sobre cosas del pasado. Por el contrario, la señal de Emanuel sigue cumpliéndose hoy en día. ¿Dónde está Emanuel? Según Isaías 6, Emanuel, lleno del esplendor de Sus virtudes humanas, está en los cielos sentado en el trono. La verdadera estrategia con respecto al Medio Oriente está en Sus manos, y Él sabe cuál será el resultado final.
La señal en Isaías 7:14 tiene tanto un cumplimiento histórico como un cumplimiento verdadero. Como vimos, el cumplimiento histórico de esta señal fue el nacimiento de un hijo concebido por la esposa de Isaías. El cumplimiento verdadero de la señal dada por Dios a Acaz, el rey de Judá, fue la encarnación del Señor (Mt. 1:20-23), que tuvo como fruto a Emanuel, o sea, Dios con nosotros, para la salvación del pueblo de Dios. Todo el pueblo de Dios, aquellos que son de Israel y los que son de la iglesia, es salvo por medio de Emanuel.
Emanuel es todo-inclusivo. En Él está incluido el Salvador, el Redentor, Aquel que da vida y el Espíritu todo-inclusivo. Emanuel es primero nuestro Salvador, luego nuestro Redentor, luego Aquel que nos da vida y luego el Espíritu todo-inclusivo que mora en nuestro ser. Tenemos que darnos cuenta de que el Espíritu todo-inclusivo es Emanuel. Por un lado, este Espíritu todo-inclusivo es el Renuevo de Jehová; por otro, es el fruto de la tierra (Is. 4:2). Él es tanto Dios como hombre. Tal persona es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45).
En Isaías 8:9-22 encontramos una revelación con respecto a Cristo como Emanuel.
Cristo es Emanuel para que prevalezcamos sobre las naciones en sus preparaciones, planes y palabras (vs. 9-10). Dios está con aquel que venza de este modo; Él es Emanuel para esta persona. La última parte del versículo 10 dice: “Porque Dios está con nosotros”. Las palabras Dios está con nosotros son la traducción de la expresión hebrea immanu El.
Además, Cristo es Emanuel para que seamos instruidos por Jehová a no andar por el camino de este pueblo, ni participar en su conspiración, ni temer lo que ellos temen ni mostrarles respetuoso temor (vs. 11-12). Debido a que el pueblo había caído en degradación, aquel que fue instruido por Jehová no debía seguirlo; por el contrario, dicha persona debía santificar a Jehová de los ejércitos, estimándolo como Aquel al cual hay que temer y Aquel al cual hay que mostrar respetuoso temor (v. 13).
En 8:14 y 15 encontramos otro indicio de que Cristo es todo-inclusivo. En el versículo 14, Cristo el Emanuel se convierte para el pueblo de Dios en un santuario; como tal, Cristo es nuestra morada. Cristo es un santuario para nosotros, pero Él es la piedra que hiere, la cual desmenuza la gran imagen humana descrita en Daniel 2. Él también llega a ser roca de tropiezo para ambas casas de Israel. Es posible que los cristianos conozcan a Cristo como Aquel que es una peña hendida en beneficio nuestro, mas no le conozcan como roca de tropiezo. Muchos judíos han tropezado por causa de Cristo. Más aún, Cristo es una trampa y un lazo a los habitantes de Jerusalén.
Cristo como Emanuel hace que el profeta ate el testimonio, es decir, la ley, selle la instrucción entre sus discípulos, espere en Jehová, quien esconde Su rostro de la casa de Jacob, y le aguarde con anhelo (vs. 16-17).
Cristo como Emanuel también hace que el profeta y los hijos que Jehová le dio, los cuales tipifican a Cristo y Sus creyentes (He. 2:13b), sean por señales y prodigios en Israel de parte de Jehová de los ejércitos, que mora en el monte Sion (Is. 8:18).
Finalmente, Cristo como Emanuel hace que el pueblo de Dios no consulte a los nigromantes ni a los espíritus familiares, sino a Dios, y que no consulte a los muertos por los vivos (v. 19). El pueblo de Dios debía acudir a la ley y al testimonio, hablando conforme a estas palabras habiéndoles amanecido, y no pasar por la tierra presionados y hambrientos, de modo que se enojan y maldicen a su rey y a su Dios, pues levantando su rostro en alto y mirando a la tierra, no encuentran sino aflicción, tinieblas, lobreguez de quienes están en angustia y de quienes son arrojados en la oscuridad (vs. 20-22). No debiéramos prestar oído a nada más que a Dios y a Sus instrucciones. Este Dios hoy en día es Emanuel. Por tanto, tenemos que acudir al Nuevo Testamento y prestar oído a los cuatro Evangelios, al libro de Hechos, a las Epístolas y a Apocalipsis.