Mensaje 8
En este mensaje quisiera decir algo más sobre la señal de la encarnación de Cristo dada a Acaz, el rey de Judá (Is. 7:14). Consideraremos esta señal con relación al hecho de que Satanás usa a Babilonia para oponerse a Dios y a Su economía. El Nuevo Testamento comienza con la señal de una virgen que concibe y da a luz un hijo, cuyo nombre es Emanuel, Dios con nosotros (Mt. 1:22-23). Como veremos, esta gran señal abarca toda la Biblia, desde Génesis 11 hasta Apocalipsis 22.
Según la revelación divina contenida en la Biblia, Dios hizo un plan, y este plan es Su economía eterna. El plan de Dios, la economía de Dios, consiste en obtener para Sí un pueblo de entre los seres humanos creados por Él. El llamamiento que Dios hizo a Abraham contribuye al cumplimiento del deseo de Dios respecto a obtener un pueblo para Sí, un pueblo que fue escogido, llamado y apartado para Dios como Su tesoro. Con la venida de Cristo, Dios dio un paso adicional a fin de obtener otro pueblo: la iglesia. Para Dios, la iglesia es un gran tesoro. Por tanto, Dios posee dos pueblos elegidos: Israel en el Antiguo Testamento y los creyentes en el Nuevo Testamento. Corporativamente, los creyentes son la iglesia, los elegidos de Dios en el Nuevo Testamento. Es a fin de cumplir Su propósito eterno que Dios desea obtener estos dos pueblos elegidos.
Sin embargo, Dios tiene un enemigo, Satanás, y este enemigo ha intervenido a fin de causar mucho daño con la intención de impedir que Dios lleve a cabo Su economía eterna. La manera de proceder de Satanás consiste en valerse de las naciones —los seres humanos creados por Dios, mas no escogidos por Él— a fin de impedir el cumplimiento del propósito eterno de Dios.
La revelación divina siempre se ciñe a su propio principio, y conforme al principio rector de la revelación divina, la primera nación usada por Satanás para impedir que Dios cumpla Su economía eterna fue Babel en Génesis 11. Babel es el nombre antiguo de Babilonia. En Babel, la gente rebelde edificó una torre y una ciudad a fin de hacerse de un nombre para sí (Gn. 11:4). Con el tiempo, después de muchos siglos, Babel creció hasta convertirse en Babilonia. Conforme al Antiguo Testamento, todas las naciones gentiles usadas por Satanás en contra de Dios tuvieron su comienzo en Babilonia. Esta clase de oposición humana a Dios está representada por la gran imagen humana descrita en Daniel 2. Esta imagen incluye a Babilonia (la cabeza de oro), seguida por los medo-persas (el pecho y los brazos de plata), los griegos (el vientre y los muslos de bronce) y los romanos (las piernas de hierro).
La historia nos muestra que muchas guerras libradas por las naciones han girado en torno al Oriente Medio, en particular, el área ubicada entre el mar Mediterráneo y el río Éufrates. La tierra de Emanuel (Is. 8:8) se encuentra en esta área. Ésta es la tierra que Cristo heredará para establecer Su reino milenario con dos pueblos: el Israel escogido que conformará Su pueblo terrenal y los creyentes escogidos que conformarán Su pueblo celestial. Hoy en día todavía se sigue combatiendo por esta tierra, pues durante el siglo XX la situación mundial ha girado en torno al Oriente Medio.
En el Antiguo Testamento, aquellos que invadieron la tierra de Emanuel eran pueblos concretos, tales como los babilonios, los persas, los griegos y los romanos. En el Nuevo Testamento, los invasores, si bien proceden también de Babilonia, son entidades espirituales. La Babilonia del Antiguo Testamento era una entidad física, pero la Babilonia del Nuevo Testamento es una entidad espiritual. Hacia el final del Nuevo Testamento, encontramos la revelación de esta Babilonia en sus dos aspectos: el aspecto religioso (Ap. 17:1-18) y el aspecto material (Ap. 18:1-24).
Si leemos el Nuevo Testamento cuidadosamente, veremos que la guerra entre Satanás y Dios finalizará con la batalla que Cristo y Sus fieles seguidores librarán contra el anticristo y sus seguidores (Ap. 17:12-15). El anticristo, el césar venidero del Imperio romano, será aquel que forme una alianza con los diez dedos de los pies de la imagen humana descrita en Daniel 2 y se convertirá en su líder. En un sentido espiritual, el anticristo formará parte de Babilonia. La cabeza de la gran imagen humana es Babilonia, y el líder de los dedos de los pies de esta imagen también es Babilonia. Esto indica que la oposición a Dios comenzó con Babilonia y finalizará con Babilonia. Cuando Babilonia haya sido aniquilada y destruida, el reino vendrá. Este reino estará compuesto por los dos pueblos elegidos de Dios: Israel y los creyentes.
Debemos ver claramente que la señal de una virgen que concibe y da a luz un hijo abarca toda la Biblia, desde Génesis 11 hasta Apocalipsis 22. Hoy en día todavía estamos en la etapa que corresponde al cumplimiento de esta señal, la señal de un hijo, la cual halla su consumación en Emanuel. Mientras esta señal continúa siendo cumplida, la guerra entre Babilonia y Jerusalén todavía arrecia. Hoy en día Babilonia tiene dos aspectos: el aspecto espiritual o religioso, que es la Iglesia Romana, y el aspecto material, que será la ciudad de Roma.
En Isaías, Cristo es revelado primero como el Renuevo de Jehová (4:2a) y después como el fruto de la tierra (4:2b), como un dosel que cubre todos los intereses de Dios en el universo (4:5) y como un tabernáculo que brinda sombra al pueblo escogido por Dios (4:6). Finalmente, este Cristo se convierte en el centro de una señal todo-inclusiva: la señal de una virgen que concibe y da a luz un hijo.
El verdadero cumplimiento de esta señal fue la encarnación del Señor (Mt. 1:20-23). Cuando Cristo vino, Él era Emanuel, que quiere decir: Dios con nosotros (Mt. 1:23). Cristo es Dios con nosotros. Esto es revelado no solamente en Mateo 1, sino también en Mateo 28, donde el Señor Jesús dice: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del siglo” (v. 20). En realidad, todo el Nuevo Testamento es un Emanuel, y nosotros ahora formamos parte de este gran Emanuel, cuya consumación será la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad.
Cristo como Emanuel, el Hijo nacido de una virgen, es nuestro santuario. Este santuario es el lugar donde podemos vivir, morar y adorar a Dios. Nosotros somos los sacerdotes de Dios, Sus adoradores, y el santuario es el lugar donde moramos con Dios. Cuando Cristo se encarnó, Él se hizo un tabernáculo (Jn. 1:14). Tabernáculo es un término general usado para denotar el santuario. Para nosotros hoy, el santuario es la parte más recóndita del templo, donde nosotros, como sacerdotes de Dios, adoramos a Dios, le servimos y moramos con Él.
Cristo tiene mucho opositores, incluyendo a las naciones gentiles que han invadido Su tierra. Estas naciones en su conjunto componen la imagen humana descrita en Daniel 2. Para ellas, Cristo será la piedra que hiere. Según Daniel 2:34-35, Él será la piedra que aplastará aquella gran imagen desmenuzándola.
En los cuatro Evangelios podemos ver que cuando Cristo estaba en la tierra, hubo otra categoría de personas que se le opuso. Esta categoría de personas incluye a los fariseos, los saduceos, los herodianos, los escribas, los ancianos y ciertos sacerdotes. Para quienes pertenecían a esta categoría de personas, Cristo era una roca de tropiezo (Is. 8:14b). Aquellos que caían sobre esta roca, eran despedazados.
Más aún, muchos de los que se opusieron a Cristo eran astutos y maliciosos, y en su astucia intentaron ponerle trampas o lazos al Señor Jesús. Durante la última visita del Señor a Jerusalén, los fariseos, los saduceos, los herodianos, los escribas y otros más intentaron durante cuatro días ponerle una trampa y hacer que cayera en un lazo. Pero en lugar de conseguirlo, el Señor hizo que finalmente fuesen ellos quienes cayeran en la trampa y el lazo. Para esta clase de persona, Cristo fue una trampa y un lazo (Is. 8:14c).
Damos gracias al Señor que para quienes creemos en Él, Cristo, como Emanuel, es nuestro santuario. En Él tenemos la presencia de Dios, y la presencia de Dios es nuestra morada, el lugar donde adoramos a Dios y le servimos.