Mensaje 9
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Lectura bíblica: Is. 9:1-7; Mt. 4:12-17; Is. 7:14; Lc. 2:12; Jn. 3:16; Jue. 13:18; Ro. 9:5; Is. 63:16; Ef. 2:14
En este mensaje consideraremos que la revelación de Cristo como la gran luz y como Aquel que es admirable surge a raíz de que Jehová disciplina al reino de Israel y juzga a Asiria.
En Isaías 9:1-5 Cristo es revelado como la gran luz.
“No habrá siempre lobreguez donde había angustia: en tiempos pasados Él trató con desprecio a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí, pero después trata con gloria el camino del mar, que está al otro lado del Jordán, Galilea de las naciones” (9:1). El mar que aquí se menciona es el mar de Galilea. El Señor ahora trata con gloria aquella parte del mundo llamada “el camino del mar”. Esta parte del mundo también es llamada “Galilea de las naciones”.
El primer grupo de seguidores de Cristo, el comienzo del pueblo neotestamentario elegido de Dios, los ciento veinte en Hechos 1 y 2, eran todos de Galilea (Hch. 2:7). Galilea de las naciones era un lugar menospreciado, pero hoy en día tenemos que respetar Galilea porque fue allí donde tuvo origen la iglesia. Es difícil decir si los ciento veinte eran judíos o gentiles. En realidad no eran ni judíos ni gentiles; ellos eran la iglesia. Lo mismo se aplica en la actualidad a nosotros, los creyentes en Cristo. Nosotros, los miembros de la iglesia, somos todos de Galilea, una región menospreciada donde tuvo origen la iglesia.
Aunque Isaías no habla sobre la iglesia, hay algunos indicios en su profecía con respecto a la iglesia. Uno de estos indicios es lo que se dice sobre los creyentes galileos procedentes de Galilea de las naciones en Isaías 9:1.
Isaías 9:2 dice: “El pueblo que andaba en tinieblas / vio gran luz; / sobre los que moran en tierra de sombra de muerte, / luz ha resplandecido”. Esta profecía se cumplió en Mateo 4. Cuando Cristo vino a Galilea, el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz, y a los asentados en región y sombra de muerte, luz les amaneció (Mt. 4:16).
El cumplimiento de la profecía en Isaías 9:2 continúa actualmente. Jesús continúa visitando a los “galileos”; Él sigue visitando “Galilea”, la región menospreciada, a fin de ganar a los menospreciados. Por tanto, es una bendición estar en Galilea. Si los que ocupan altas posiciones en la sociedad fueran salvos, ellos tendrían que convertirse en personas que están en la región menospreciada de Galilea.
A continuación, Isaías 9:3 declara: “Has multiplicado la nación; / has aumentado su alegría; / se alegran delante de Ti como se alegran en la siega, / como se regocijan los hombres cuando reparten el botín”. Esta profecía se refiere a Pedro, Juan, Jacobo y a todos los primeros apóstoles, y también nos concierne a nosotros. Nosotros somos agricultores en la siega y combatientes que obtienen el botín. Esto se refiere al aumento, la propagación y el crecimiento de Cristo en la tierra.
El versículo 4 continúa: “Porque Tú quiebras el yugo de su carga, / y el bastón de sobre su hombro, / la vara de su opresor, / como en el día de Madián”. Esto indica que Cristo es la gran luz que quiebra el yugo que estaba sobre nosotros.
Por último, el versículo 5 dice: “Porque todas las botas / de los que con ellas pisotean en medio del tumulto de la batalla, / y las vestiduras / revolcadas en sangre, / serán quemadas, / serán combustible para el fuego”. Esto indica que se libra una batalla. Hoy en día Cristo está combatiendo, y nosotros, Sus seguidores, también combatimos.
En 9:6-7 vemos la revelación de Cristo como Aquel que es el Maravilloso.
Isaías 9:6a dice: “Porque un niño nos es nacido, / un Hijo nos es dado”. Una vez más, esto involucra la señal de una virgen que concibe y da a luz un hijo. En 9:6 el niño que nos es nacido es tanto humano como divino, y el Hijo que nos es dado es divino. Sin el nacimiento de un niño humano y divino, Dios no habría podido darnos a Su Hijo divino. El Hijo divino nos fue dado (Jn. 3:16) mediante el nacimiento del niño humano.
Isaías 9:6b dice: “Y el gobierno / está sobre Su hombro”. Esto quiere decir que la administración divina está puesta sobre los hombros de este niño que nos es nacido y este Hijo que nos es dado.
Isaías 9:6c dice: “Y se llamará Su nombre / Maravilloso Consejero, / Dios Fuerte, / Padre Eterno, / Príncipe de Paz”. Al traducir este versículo, es difícil determinar si debe haber una coma entre las palabras Maravilloso y Consejero. Como niño humano y divino que nos es nacido e Hijo divino que nos es dado, Cristo es el Maravilloso Consejero, y Él es, además, Maravilloso (Jue. 13:18) y el Consejero; más aún, Él es Dios fuerte (Ro. 9:5), el Padre eterno (Is. 63:16) y el Príncipe de paz (Ef. 2:14). Cristo es maravilloso en todos los ítems de lo que Él es. Jamás podremos agotar todo lo que Él es. Él es la maravilla del universo; por tanto, Él es maravilloso.
Cristo es maravilloso principalmente como Consejero. Puedo testificar que le experimenté como tal Consejero cuando, en China, me encontraba prisionero del ejército invasor japonés. Durante aquel mes de encarcelamiento, fui interrogado dos veces al día. Cada interrogatorio duraba unas tres horas. Se me hicieron muchas preguntas difíciles. Mientras reflexionaba sobre la mejor manera de contestar a estas preguntas, ponía mi mirada en el Señor buscando Su consejo. Al recibir Su consejo, yo le experimenté como el Maravilloso Consejero.
Isaías 9:7 dice: “El aumento de Su gobierno / y Su paz no tendrán fin, / sobre el trono de David / y sobre Su reino, / de modo que sea establecido / y sostenido / en equidad y en justicia / desde ahora y por la eternidad. / El celo de Jehová de los ejércitos / hará esto”. Desde que, en Génesis 11, la humanidad desechó a Dios como su Gobernante y ellos mismos se hicieron gobernantes, el asunto del gobierno ha sido un gran problema para el hombre. Pero cuando venga la restauración, Cristo será el único Gobernante, y el gobierno del Dios Triuno estará sobre Su hombro. Este gobierno crecerá hasta llenar todos los rincones de la tierra.
El aumento del gobierno de Cristo y Su paz no tendrán fin. La paz es indicio de que la equidad y la justicia están presentes. En el cielo nuevo y la tierra nueva, todo será justo y recto (2 P. 3:13). Cuando Cristo se convierta en el Gobernante de esta tierra, la tierra estará llena de paz.