Mensaje 1
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Lectura bíblica: Jac. 1:1-12
En el estudio-vida de la Biblia que hemos venido abordando, hemos abarcado todos los libros del Nuevo Testamento excepto los libros de Jacobo, Marcos, Lucas y Hechos. De los veintitrés libros que hemos abarcado hasta ahora, diez son particularmente estratégicos: Mateo, Juan, Romanos, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Hebreos, 1 Juan y Apocalipsis. También podríamos considerar 1 y 2 Corintios entre los libros estratégicos del Nuevo Testamento, lo cual hace que se aumente el número de dichos libros a doce.
Quisiera animar a todos los santos a que hagan un repaso completo de los veintitrés libros del Nuevo Testamento que hemos abarcado en nuestro estudio-vida. Les animo a que lean la Versión Recobro con las notas y las referencias marginales, y que lean también los mensajes del Estudio-vida que hemos dado sobre cada libro. Si hacen esto, se enriquecerán a sí mismos y enriquecerán también al recobro del Señor. Si nos saturamos de estas riquezas, podremos compartirlas con otros en tres maneras: predicando el evangelio, presentando la verdad y ministrando vida. Así, si llegamos a encontrarnos con alguno de los opositores del recobro del Señor, no necesitaremos defender ni argumentar nada. En lugar de ello, hagamos estas tres cosas: predicar el evangelio, presentar la verdad y ministrar vida. Pero para ello, primeramente nosotros mismos debemos equiparnos.
No hay duda de que los santos que están en el recobro aman al Señor. Pero aunque aman al Señor Jesús, es posible que aún no tengan la destreza ni el capital espirituales con los cuales predicar el evangelio, presentar la verdad y ministrar vida. Por tanto, les animo a obtener la educación espiritual y a saturarse de todas las riquezas contenidas en los mensajes sobre los diversos libros del Nuevo Testamento que hemos abarcado. Cuanto más se saturen de estas riquezas, más equipados estarán para predicar el evangelio de diferentes maneras y a diferentes tipos de personas. También podrán presentar la verdad a otros cristianos. Todo cristiano genuino ama la verdad. Si le presentamos la verdad a otro creyente, él será atraído por ella. Muchos de nosotros vinimos al recobro del Señor porque fuimos atraídos por la verdad. Por último, además de saber cómo predicar el evangelio y presentar la verdad, podremos ministrar vida al testificar a otros de cómo hemos experimentado a Cristo, el Cristo todo-inclusivo, como nuestra vida y nuestro suministro de vida.
El número de los santos que están en el recobro del Señor en los Estados Unidos es aún muy reducido; aproximadamente ocho mil. Pero si todos los santos que están en el recobro se saturaran de las riquezas de la Palabra, se convertirían en testigos vivientes. Así el recobro del Señor tendría miles de reporteros, miles de santos que predican el evangelio, presentan la verdad y ministran vida. ¡Imagínense la obra que podría llevarse a cabo si todos fuéramos equipados de esta manera!
Sin embargo, hay un buen número de santos que aún no ha sido equipado para predicar el evangelio, presentar la verdad y ministrar vida. Cuando estos santos se encuentran con otros, da la impresión de que la palabra que deben presentarles no esté presente con ellos, aunque ellos sí quieren darles algo. Incluso hay aún más santos que no tienen la capacidad de ministrar vida a otros. Es por eso que animo a los santos a saturarse de las riquezas que el Señor nos ha dado a través de los años. Estas riquezas están disponibles a nosotros en los mensajes del Estudio-vida.
En este mensaje daremos comienzo al Estudio-vida de la Epístola de Jacobo. Los creyentes han tenido diferentes opiniones con respecto a este libro. Martín Lutero, el gran reformador usado por el Señor para iniciar la obra de recobro, dijo que la Epístola de Jacobo era una “epístola de paja”. Sin embargo, algunos cristianos, especialmente algunos cristianos chinos, valoran mucho este libro porque concuerda con su formación ética, en la que se recalca mucho la perfección ética y moral. Estos cristianos valoran especialmente el libro de Jacobo del Nuevo Testamento y el libro de Proverbios del Antiguo Testamento. En el Occidente, cuando se imprime sólo el Nuevo Testamento, por lo general se imprime con el libro de Salmos. Pero en el Oriente, cuando se imprime el Nuevo Testamento, por lo general se incluye el libro de Proverbios. Pareciera que a los cristianos del Occidente les agrada más el libro de Salmos, mientras que a los cristianos del Oriente les agrada más el libro de Proverbios.
Según el concepto de algunos, el libro de Jacobo es semejante al libro de Proverbios. Esta similitud puede verse en los ejemplos que Jacobo usa en su epístola: el oleaje del mar (1:6), la flor de la hierba (v. 10), el sol que se levanta con calor abrasador (v. 11). Como veremos más adelante en el capítulo 3, al tratar con el problema de la lengua, Jacobo emplea veinte cosas diferentes en sus ejemplos (vs. 3-12). En 4:14 él usa el vapor como un ejemplo de la vida humana, y en 5:7 usa el ejemplo de un labrador que espera a que madure su cosecha. Estos ejemplos dan a la Epístola de Jacobo un carácter proverbial. Es por eso que aquellos que valoran de manera especial el libro de Proverbios valoran también esta epístola. Como veremos más tarde en este estudio-vida, yo también valoro esta epístola, pero la valoro por una razón muy diferente.
La Epístola de Jacobo empieza diciendo: “Jacobo, esclavo de Dios y del Señor Jesucristo”. Jacobo era hermano del Señor en la carne (Mt. 13:55) y también de Judas (Jud. 1:1). No fue uno de los doce apóstoles que el Señor escogió mientras estuvo en la tierra, pero llegó a ser apóstol después de la resurrección del Señor (Gá. 1:19), y vino a ser el anciano principal de la iglesia en Jerusalén (Hch. 12:17; 15:2, 13; 21:18). Era considerado, junto con Pedro y Juan, una columna de la iglesia, y Pablo lo menciona como la columna principal entre estas tres columnas (Gá. 2:9).
En 1:1 Jacobo se refiere a sí mismo como “esclavo de Dios y del Señor Jesucristo”. Jacobo consideraba al Señor Jesús igual a Dios. Esto era contrario al judaísmo, el cual no reconocía la deidad del Señor (Jn. 5:18).
Cuando Jacobo estuvo con el Señor Jesús, mientras estuvo en la carne, probablemente no le hizo mucho caso, y, al menos hasta cierto punto, lo menospreció. Un ejemplo de esto lo encontramos en Juan 7. Pero después de la crucifixión, la resurrección y la ascensión del Señor, este hermano del Señor Jesús en la carne llegó a ser tal creyente Suyo que consideró que su hermano mayor estaba en el mismo nivel que Dios. Fue por ello que Jacobo se refirió a sí mismo como esclavo de Dios y del Señor Jesucristo.
Jacobo reconoció claramente la deidad del Señor Jesús. Yo admiro a Jacobo por reconocer que Jesús, su hermano en la carne, era Dios, y por decir que él era esclavo de Dios y del Señor Jesucristo. Esta parte de la Epístola de Jacobo es maravillosa.
En 1:1 Jacobo añade: “A las doce tribus que están en la dispersión: ¡Regocijaos!”. Aquí la frase las doce tribus se refiere a las tribus de Israel, lo cual indica que esta epístola fue escrita a los judíos cristianos, quienes tenían la fe de nuestro Señor Jesucristo, el Señor de gloria (2:1), quienes fueron justificados por la fe (v. 24), regenerados por la palabra de verdad (1:18) y en quienes moraba el Espíritu de Dios (4:5), y quienes también eran miembros de la iglesia (5:14), los cuales esperaban la venida del Señor (vs. 7-8). Sin embargo, el escritor, al llamar a estos creyentes de Cristo “las doce tribus”, tal como fue llamado el pueblo escogido por Dios en Su economía antiguotestamentario, tal vez indique que no tenía una visión clara con respecto a la diferencia entre los cristianos y los judíos, entre la economía neotestamentaria de Dios y la dispensación del Antiguo Testamento. Quizás no veía que en el Nuevo Testamento Dios libró de la nación judía a los judíos que creían en Cristo y los separó de ella, a la cual en ese entonces Dios consideró una “perversa generación” (Hch. 2:40). Dios, en Su economía neotestamentaria, no considera que estos creyentes sean judíos apartados para el judaísmo, sino cristianos apartados para la iglesia. Ellos, como miembros de la iglesia de Dios, deben ser distintos y estar separados de los judíos al mismo grado que de los gentiles (1 Co. 10:32). Con todo, Jacobo, una columna de la iglesia, en su epístola a los hermanos cristianos seguía llamándolos “las doce tribus”. (Ésta tal vez sea la razón por la cual dirigió las palabras en 5:1-6 a la clase rica de los judíos en general). Esto era contrario a la economía neotestamentaria de Dios.
En 1:1 Jacobo no se dirigió a los creyentes de entre las doce tribus, sino simplemente a las doce tribus. Estas doce tribus denotan la nación judía. Sin embargo, en el día de Pentecostés, Pedro llamó a la nación judía “perversa generación”: “Y con otras muchas palabras testificaba solemnemente y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación” (Hch. 2:40). Esta perversa generación se componía de las doce tribus de Israel. No obstante, quizás algunos hagan notar que en 1:1 Jacobo se dirige a las doce tribus que estaban en la dispersión, y que esta dispersión debe de haber incluido el esparcimiento de los creyentes judíos desde Jerusalén, causado por la persecución que sobrevino después de Pentecostés (Hch. 8:1, 4). Pero la verdad es que no todos los que fueron dispersados eran judíos cristianos. Por consiguiente, es un hecho que Jacobo usa un término dado por Dios a Su pueblo escogido en la economía del Antiguo Testamento. En la dispensación del Antiguo Testamento, Dios consideró a los judíos las doce tribus. Sin embargo, en el día de Pentecostés, Pedro, hablando por el Espíritu Santo, los consideró una perversa generación y los exhortó que fueran salvos de ella.
¿Será que se equivocó Jacobo al dirigir su epístola a las doce tribus que estaban en la dispersión? Sin duda alguna, él no pensaba que esto fuera un error. No obstante, como hemos señalado, esta manera de dirigirse a los destinatarios podría indicar que Jacobo no tenía claridad acerca de la distinción entre cristianos y judíos, ni entre la economía neotestamentaria de Dios y la dispensación del Antiguo Testamento.
En 1 Corintios 10:32 vemos tres categorías de personas: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios”. Aquí vemos que en los tiempos del Nuevo Testamento había tres clases de personas: los judíos, quienes eran el pueblo escogido por Dios; los griegos, quienes eran los gentiles incrédulos; y la iglesia, compuesta por los que creen en Cristo. Esto indica que los creyentes judíos deben ser considerados cristianos apartados para la iglesia, la cual es distinta y está separada tanto de los judíos como de los gentiles. Por lo tanto, los judíos que creían en Cristo eran parte de la iglesia y no debían ser clasificados con aquellos judíos que aún eran parte de la perversa generación. En el último capítulo de su epístola, Jacobo consideró a los destinatarios de la misma miembros de la iglesia. ¿Cómo, pues, pudo él clasificar a los miembros de la iglesia junto con los judíos que constituían la perversa generación? Esto ciertamente indica que él no tenía una visión clara en cuanto a la economía dispensacional de Dios.
Al final del 1:1 Jacobo les dice a los destinatarios de su epístola que se regocijen. La palabra regocijaos es una traducción de la palabra griega cairein, que significa “alegraos, regocíjate, salve”, la cual se usaba como saludo o despedida.
El tema de la Epístola de Jacobo es la perfección cristiana práctica. Jacobo no escribe simplemente acerca de la perfección cristiana, sino acerca de la perfección cristiana en términos prácticos, es decir, una perfección que no es teórica, sino que se aplica de un modo práctico a nuestra vida diaria. En efecto, uno de los asuntos sobresalientes de esta epístola es el hecho de que Jacobo enseña acerca de la perfección cristiana práctica. Las numerosas virtudes que él abarca en este libro están relacionadas con esta perfección. En 1:2 Jacobo empieza a presentarnos estas virtudes.
En 1:2 Jacobo dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Aquí vemos que la primera virtud relacionada con la perfección cristiana práctica de las que habla Jacobo es la de soportar pruebas por la fe.
El mundo entero está en el maligno, Satanás (1 Jn. 5:19). Satanás se opone a Dios continuamente y de cualquier manera posible. Satanás se disgusta cada vez que las personas se vuelven a Dios, y no tolera que ellas lo hagan. Cada vez que una persona se vuelve a Dios, Satanás instiga a otros a que la persigan. Pablo dijo una vez que a nosotros los cristianos se nos ha concedido sufrir persecución (Fil. 1:29). La persecución, por lo tanto, es la porción que nos ha sido asignada a nosotros los creyentes en Cristo. Por consiguiente, el primer aspecto de la perfección cristiana práctica es la de soportar las pruebas, lo cual incluye la persecución.
La persecución es un sufrimiento, mientras que las pruebas no son simplemente un sufrimiento sino un sufrimiento que sirve al propósito de probarnos, de ponernos a prueba. Usemos como ejemplo los exámenes finales que se dan en la escuela. Los estudiantes saben que los exámenes finales pueden ser un verdadero sufrimiento y una prueba. Pero tal prueba es realmente una ayuda para los estudiantes. Si no hubiera exámenes finales en la escuela, los estudiantes probablemente serían negligentes en cuanto a sus estudios. Pero cuando saben que la fecha de un examen final se acerca, ellos se concentran en sus estudios con mucha diligencia. Por lo tanto, el examen final ayuda al estudiante a aprender el material necesario. Por esta razón, los padres de los estudiantes deben sentirse agradecidos por los exámenes finales, sabiendo que esto les ayuda a sus hijos a sacar más provecho de su educación.
De la misma manera, hay también “exámenes finales” y otros tipos de “evaluaciones” en la “escuela de la educación espiritual”. El “director” de esta escuela es nuestro Padre celestial. Él nos ha preparado diversas pruebas, diversos exámenes. Todas estas pruebas son muy beneficiosas para nosotros. Así como los exámenes son de beneficio para los estudiantes, del mismo modo las diversas pruebas que afrontamos como cristianos nos son de mucho provecho.
Probablemente después de haber creído en el Señor Jesús, usted llegó a pensar que en la vida cristiana no habría ni sufrimientos ni pruebas. Tal vez se dijo a sí mismo: “Temo a Dios, amo al Señor Jesús y soy un hijo de Dios. Ciertamente Dios me ama y no permitirá que nada malo me pase”. Éste es el concepto de muchos creyentes. Pero con el tiempo vienen las pruebas. Un tipo de prueba es la oposición por parte de la familia y los amigos; sin embargo, tal prueba es más que una simple persecución, porque si bien la persecución cumple el propósito del perseguidor, las pruebas Dios las usa para cumplir Su propósito. Tal vez alguien lo persiga a usted, pero Dios usa esa persecución como una prueba para examinarlo, para probarlo.
Así como un examen final cumple el triple propósito de evaluar, examinar y probar al estudiante, de la misma manera las diversas pruebas por las cuales tenemos que pasar como creyentes cumplen el propósito de evaluarnos, examinarnos y ponernos a prueba. Estas pruebas ciertamente son de mucha ayuda para nuestra perfección cristiana práctica, pues Dios las usa para perfeccionarnos.
Dios usa las pruebas para perfeccionarnos. Si vemos esto, daremos gracias a Dios por perfeccionarnos a través de las pruebas. Las pruebas no solamente nos ayudan en cuestiones de nuestra educación espiritual y experiencia de vida, sino que además nos ayudan en cuanto a nuestro carácter y comportamiento en nuestra vida diaria. Antes de creer en el Señor, es posible que usted haya sido como un león salvaje. Pero después de cierto período de prueba, el “león” es domado. Puedo testificar que Dios ha usado las pruebas para “domarme”, y por ende, para perfeccionarme de manera práctica en mi vida cristiana.
En 1:2 Jacobo aun nos anima a “tened por sumo gozo” cuando nos hallemos en diversas pruebas. La razón por la que podemos tener por gozo cuando nos encontramos en pruebas es que estas pruebas nos perfeccionan. Nótese que en 1:2 Jacobo no habla solamente de pruebas, sino de “diversas pruebas”. Esto indica que deberíamos tener todas las pruebas por gozo, y no sólo algunas. Por un lado, a ninguno de nosotros no nos gusta las pruebas, la oposición ni la persecución; pero, por otro, debemos tener por sumo gozo cuando experimentemos tales cosas, sabiendo que Dios las usa para perfeccionarnos.