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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jacobo»
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Mensaje 2

LAS VIRTUDES PRÁCTICAS DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA

(2)

  Lectura bíblica: Jac. 1:1-12

  En el versículo 2 del capítulo 1, Jacobo nos exhorta a tener por sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas. En el versículo 3 él añade: “Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce perseverancia”. Aquí la palabra fe se refiere a la fe cristiana, la cual Dios dio en Cristo (2:1; Ef. 2:8).

LA PRUEBA DE LA FE PRODUCE PERSEVERANCIA

  Jacobo dice en el versículo 3 que la prueba de nuestra fe, el examen y evaluación de nuestra fe, produce perseverancia. Puedo testificar que mi perseverancia ha aumentado como resultado de la oposición y la prueba. Las pruebas que sufrimos producen perseverancia.

  La perseverancia es diferente de la paciencia. Es posible ser pacientes y no tener mucha perseverancia. Tal vez nuestra paciencia sea frágil. Por consiguiente, lo que necesitamos es una paciencia duradera. Esta paciencia duradera es la perseverancia.

  Cuando alguien nos maltrata, es posible que al principio ejercitemos paciencia. Pero pronto nos damos cuenta de que la paciencia por sí sola no es suficiente, ya que al sufrir las pruebas también necesitamos perseverancia. La perseverancia es producida por la prueba, la evaluación, el examen, de nuestra fe.

PERFECTOS Y CABALES

  En el versículo 4 Jacobo continúa diciendo: “Mas tenga la perseverancia su obra perfecta, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. Aunque es posible que Jacobo no haya tenido una visión clara en cuanto a la diferencia que existe entre la gracia y la ley, su epístola se distingue y destaca en su presentación de la conducta cristiana, pues da énfasis a la perfección cristiana práctica a fin de que los creyentes sean “perfectos y cabales, sin que [les] falte cosa alguna”. Éste puede considerarse el tema principal de esta epístola. Tal perfección en el comportamiento cristiano requiere las pruebas de la disciplina gubernamental de Dios y la perseverancia de los creyentes por la virtud del nacimiento divino, obtenido mediante la regeneración por la palabra implantada (vs. 18, 21).

  ¿Cuál es la diferencia entre ser perfecto y ser cabal? Para contestar esta pregunta, usemos el ejemplo de un rompecabezas. Afirmamos que un rompecabezas es perfecto si tiene todas las piezas. Si tan sólo le faltara una, no sería perfecto. Por consiguiente, ser perfecto significa que se tiene todas las piezas de una unidad completa. Nuestro cuerpo no sería perfecto si le faltara algún miembro. Así, pues, ser perfecto significa tener todas las partes o piezas de cierta unidad.

  ¿Qué significa ser cabal? Usando el ejemplo del rompecabezas, podríamos afirmar que cuando se juntan todas las piezas, el resultado es una unidad íntegra y cabal. Supongamos que el rompecabezas es de cien piezas. Si tenemos todas las piezas, diríamos que el rompecabezas es perfecto. Pero si después juntamos las piezas y las ponemos en el lugar correcto, podremos decir que el rompecabezas es una unidad entera y cabal. Por lo tanto, la palabra cabal, que aparece en 1:4, denota el todo, la totalidad, de una unidad.

  En 1:4 Jacobo no usa las palabras perfectos y cabales como sinónimos. Lo que Jacobo quiere decir aquí es que necesitamos tener todos los elementos de la perfección cristiana práctica. Si tenemos todos estos elementos, seremos perfectos. Luego, una vez que tengamos esto, tendremos la perfección cristiana en un sentido cabal; es decir, tendremos la perfección cristiana práctica como un todo.

  Al referirse a la perfección cristiana práctica, la Epístola de Jacobo es muy descriptiva y detallada. Por un lado, esta perfección debe ser perfecta, es decir, debe contar con todos los elementos; por otro, debe ser una unidad completa, una unidad cabal. Ésta es la razón por la cual Jacobo concluye el versículo 4 con las palabras “sin que os falte cosa alguna”. Su deseo era que los destinatarios de su epístola fuesen perfectos y cabales en cuanto a su perfección cristiana práctica, sin que les faltase cosa alguna.

PEDIR A DIOS SABIDURÍA

  En el versículo 5 Jacobo dice: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos con liberalidad y sin reproche, y le será dada”. Fue en Su sabiduría que Dios en Cristo concibió y llevó a cabo Su plan eterno (1 Co. 2:7; Ef. 3:9-11; Pr. 8:12, 22-31). Asimismo, en Su economía neotestamentaria, Dios hizo que Cristo fuera hecho primeramente nuestra sabiduría (1 Co. 1:24, 30). La sabiduría de Dios es necesaria para alcanzar la perfección cristiana práctica. Por lo tanto, debemos pedírsela a Dios.

  Según el contenido de esta epístola, parece que Jacobo no tenía una visión clara con respecto a la economía neotestamentaria de Dios. No obstante, sí tuvo sabiduría para presentar los asuntos relacionados con la vida cristiana práctica.

  Jacobo era considerado un hombre de oración. Aquí él exhorta a los destinatarios de su epístola a orar pidiendo sabiduría, lo cual da a entender que Dios le dio sabiduría en respuesta a la oración. En su epístola, Jacobo recalca la oración (5:14-18). La oración es una de las virtudes de la perfección cristiana práctica.

  En el versículo 5 Jacobo nos dice que si nos falta sabiduría, se la pidamos a Dios. Para alcanzar perfección en cuanto a nuestro comportamiento, la necesidad básica es tener sabiduría. Una persona necia no puede alcanzar perfección. Pero si estamos llenos de sabiduría, en cada actividad de nuestra vida diaria nos conduciremos de manera perfecta. Esto nos muestra que la perfección se obtiene primordialmente mediante la sabiduría. Una persona sabia puede alcanzar perfección; pero si nos falta sabiduría, es posible que ofendamos a los demás con palabras necias. Nuestras palabras pueden dar a conocer que no tenemos la debida sabiduría. Así que, si estamos faltos de sabiduría, debemos pedírsela a Dios.

  Jacobo dice que si le pedimos sabiduría a Dios, Él nos la dará con liberalidad y sin reproche. Dar con liberalidad es dar con simplicidad, generosamente, sin reserva (Ro. 12:8; 2 Co. 8:2).

  Lo que dice Jacobo aquí da a entender que él es una persona piadosa y que conoce a Dios. En este versículo Jacobo no dijo: “Si les falta sabiduría, deben aprender de mí. Déjenme darles algunas pláticas o algunos libros para leer. Entonces tendrán sabiduría”. En vez de hablar así, Jacobo, una persona piadosa, animó a los que leerían su epístola a pedírsela a Dios. Él conocía a Dios y en particular sabía que Dios es generoso. Por eso dijo en este versículo que cuando Dios da, da sin reproche. En contraste con esto, un hombre mezquino no desea dar nada; si diera algo, lo daría con reproches, con palabras que demuestran su mezquindad. El Dios generoso no es como tal hombre; Él da con liberalidad y sin reproche alguno. Puesto que Jacobo era un hombre piadoso, un hombre que conocía a Dios, sabía esto.

PEDIR CON FE

  En el versículo 6 Jacobo dice además: “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante al oleaje del mar, que es arrastrado por el viento y echado de una parte a otra”. Las palabras griegas traducidas “dudando” y “duda” también significan “titubeando” y “titubea”. Alguien que titubea en la oración es semejante al oleaje del mar, que es arrastrado por el viento y echado de una parte a otra.

UNA PERSONA DE DOBLE ÁNIMO

  Los versículos 7 y 8 dicen: “No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor, siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos”. Cuando Dios creó al hombre le dio solamente un alma, que tiene una sola mente y una sola voluntad. Cuando un creyente duda en la oración, se convierte en una persona de doble ánimo, semejante a un barco con dos timones, inestable en su rumbo. La fe en la oración es otra de las virtudes de la perfección cristiana práctica.

  Los versículos del 6 al 8 nos muestran que Jacobo era ciertamente un hombre piadoso. Sin duda alguna, él era un hombre sabio, un hombre de fe y un hombre de oración; y como tal, conocía a Dios.

GLORIARSE AL SER EXALTADO Y AL SER HUMILLADO

  En los versículos 9 y 10 Jacobo añade: “El hermano de humilde condición, gloríese en su exaltación; y el rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba”. La palabra griega traducida “gloríese” del versículo 9 también significa “jáctese” o “regocíjese”. Cuando un hermano de condición humilde se gloría y se regocija en su exaltación, esto le lleva espontáneamente a alabar al Señor (5:13). Él no debe gloriarse de una forma secular, es decir, sin alabar al Señor. Es fácil que un hermano de condición humilde se gloríe, se regocije y alabe al Señor en su exaltación, o sea, en su condición elevada, pero no es fácil que un rico haga esto cuando es humillado. En cualquier manera, regocijarse y alabar tanto en la exaltación como en la humillación es una virtud de la perfección cristiana práctica.

  Todos debemos comprender que no importa cuán ricos seamos, nuestro entorno puede cambiar. Tal vez una persona sea rica hoy, y después de poco tiempo llegue a ser pobre. Por ejemplo, es posible que un hermano ocupe un cargo alto en su trabajo, y que luego, de forma repentina e inesperada, lo cambien a un puesto más bajo o incluso lo despidan. Ya que tales cosas suceden, no debemos poner nuestra confianza en nuestras circunstancias, riquezas, posición o educación.

  En el versículo 11 Jacobo explica: “Porque el sol se levanta con calor abrasador y seca la hierba, y su flor se cae, y la hermosura de su apariencia perece; así también se marchitará el rico en todas sus empresas”. ¡Qué palabras tan solemnes dirige a los que van en pos de las riquezas! Pero al mismo tiempo, son palabras de consuelo para los ricos que son humillados por la pérdida de sus riquezas.

  En el versículo 6 Jacobo habla del oleaje del mar como ejemplo de un corazón que duda, y en el versículo 10 usa la flor de la hierba para describir al hombre rico que se marchita. Ahora, en el versículo 11, presenta el sol que brilla en el cielo con su calor abrasador para mostrar el factor que hace que las riquezas del hombre se marchiten bajo el juicio gubernamental de Dios. Más adelante, en el versículo 17, alude a la rotación de los planetas para mostrar la variabilidad, la cual está en contraste con la invariabilidad de Dios el Padre. Al tratar el problema de nuestra lengua en 3:3-12, usa veinte ejemplos. Además, en 4:14 menciona el vapor para describir la brevedad de nuestra vida, y en 5:7-8 evoca la longanimidad del labrador para enseñarnos a esperar la venida del Señor. Él era un hombre sabio y experimentado que poseía no solamente la experiencia de la vida humana, sino también la sabiduría de la fuente divina obtenida mediante la oración (v. 5; 3:13, 15, 17). Sin embargo, parece que su simpatía y transigencia para con el judaísmo le impidió tener una visión completa de la sabiduría tocante a la economía neotestamentaria de Dios, una visión que Pablo tuvo y reveló en sus epístolas.

RECIBIR LA CORONA DE VIDA

  En el versículo 12 Jacobo dice: “Bienaventurado el varón que soporta la prueba; porque una vez aprobado, recibirá la corona de vida, que el Señor ha prometido a los que le aman”. Los versículos del 2 al 12 abarcan el asunto de las pruebas. Las pruebas provienen de las circunstancias de los creyentes y ponen a prueba su fe (vs. 2-3) por medio del sufrimiento (vs. 9-11). Los creyentes deben perseverar en las pruebas con sumo gozo (v. 2) debido a su amor por el Señor, a fin de recibir la bendición de la corona de vida. En el versículo 12, la palabra aprobado se refiere a la aprobación de la fe de los creyentes (v. 3).

  La corona de vida es la gloria, la expresión, de la vida. Los creyentes soportan las pruebas por medio de la vida divina, lo cual llegará a ser su gloria, su expresión, la corona de vida, que es el galardón que recibirán en la manifestación del Señor para el disfrute suyo en el reino venidero (2:5).

  La palabra vida del versículo 12 indica que el pensamiento implícito en los versículos del 12 al 27 consiste en que la vida divina es crucialmente necesaria. El Padre que engendra —junto con la acción por parte Suya de engendrarnos y hacernos primicias de Sus criaturas (vs. 17-18, 27)—, la palabra de vida que ha sido implantada (v. 21) y la perfecta ley de vida (v. 25), confirman este pensamiento.

  En el versículo 12 Jacobo dice que la corona de vida es prometida a los que aman al Señor. Al creer en el Señor recibimos la vida divina para ser salvos, mientras que al amar al Señor crecemos en la vida divina para madurar, a fin de ser hechos aptos para recibir un galardón —la corona de vida— y disfrutar la gloria de la vida divina en el reino.

LA MANERA DE SOPORTAR LAS PRUEBAS

  En el versículo 2 Jacobo dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Luego, en el versículo 12, donde concluye esta sección que trata acerca de soportar por fe las pruebas, él dice: “Bienaventurado el hombre que soporta la prueba”. En los versículos del 3 al 11 Jacobo muestra la manera de soportar las pruebas. Si hemos de soportar las pruebas, primeramente debemos pedirle sabiduría a Dios. Si no soportamos las pruebas, esto podría indicar que nos falta sabiduría, porque un hombre sabio siempre soporta las pruebas. Por ejemplo, supongamos que un hermano que lleva poco tiempo de casado es ofendido por su esposa. Él, entonces, comienza a considerar la posibilidad del divorcio. Éste es un pensamiento tonto. Si el hermano fuera sabio, jamás consideraría el divorcio. Una persona sabia no piensa de esta manera. Así que, este hermano necesita sabiduría para poder comportarse debidamente con su esposa.

  Sin sabiduría, nuestro comportamiento como cristianos no puede alcanzar la perfección. Para alcanzar la perfección, y en particular, para soportar las pruebas, necesitamos sabiduría. Si hemos de soportar las pruebas, lo primero que debemos hacer es orar pidiendo que el Señor nos dé sabiduría. Por supuesto, esta oración debe hacerse con fe.

  En segundo lugar, si hemos de soportar las pruebas, no debemos tener ninguna confianza en nuestro entorno, pues éste puede cambiar. Ya sea que seamos exaltados o humillados, nuestra actitud hacia nuestro entorno debe ser la misma.

  A fin de soportar las pruebas, debemos pedir sabiduría, orando con fe. Luego, necesitamos un genuino entendimiento de lo vana que es la vida humana. Independientemente de si somos ricos o pobres, de condición alta o baja, la vida humana es vana. Si comprendemos esto, podremos soportar las pruebas y seremos bienaventurados.

  Jacobo dice que el hombre que soporta las pruebas es bienaventurado porque, una vez aprobado, recibirá la corona de vida. Esto nos muestra claramente que Jacobo consideraba que la perfección cristiana práctica era algo que provenía de la vida divina, la cual recibimos en el momento de nuestra regeneración, nuestro nacimiento divino. La vida que hemos recibido mediante la regeneración debe ahora desarrollarse y convertirse en una corona. ¿De qué manera se desarrolla la vida divina hasta convertirse en una corona? Se desarrolla al pedir nosotros sabiduría a Dios y al entender lo vana que es la vida humana. Por consiguiente, necesitamos sabiduría, oración, fe y una comprensión de lo vana que es la vida humana. Pero el asunto que reviste crucial importancia es la vida divina.

  Si no tuviéramos la vida divina, no podríamos soportar las pruebas. La vida divina se desarrollará y llegará a ser una corona en los santos que se percaten de que tienen la vida divina y que ejerciten esta vida. Esta corona es la gloriosa expresión de la vida divina que está en nosotros, la cual recibimos mediante nuestro nacimiento divino. Esta corona será el galardón que el Señor dará a los que le amen.

LA NECESIDAD DE RECIBIR UNA VISIÓN CLARA ACERCA DE LA ECONOMÍA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS

  Hemos visto que Jacobo era un hombre piadoso, un hombre que conocía a Dios y amaba al Señor. Además, Jacobo era un hombre sabio, un hombre de oración y fe, un hombre que entendía la verdadera condición de la vida humana, y que podía soportar los sufrimientos con gozo y estaba dispuesto a hacerlo. Sin embargo, aún es posible que un hombre así carezca de una visión clara de la economía de Dios. A lo largo de los siglos ha habido muchos creyentes que fueron personas piadosas como Jacobo, no obstante, uno tras otro carecía de una visión clara en cuanto a la economía de Dios. Asimismo, es posible que hoy en día haya miles de creyentes así. Hay cristianos que creen que es suficiente con ser piadosos como Jacobo. Piensan que basta con conocer a Dios y amarle, ser un hombre de oración y fe, y ser capaz de soportar las pruebas con gozo. Pero nosotros diríamos que no es suficiente ser tal persona piadosa, porque aun un hombre como Jacobo podría carecer de la debida visión acerca del mover que Dios lleva a cabo en las diferentes dispensaciones.

  La razón por la cual tengo tanto aprecio por el libro de Jacobo es que esta epístola nos muestra que es posible ser personas que conocen a Dios, le aman, y están llenas de sabiduría y fe, y al mismo tiempo carecer de una visión clara de la economía de Dios. Todos debemos saber qué es el recobro del Señor. El recobro del Señor es simplemente el recobro de la economía de Dios.

  Muchos creyentes son piadosos como Jacobo. Aman a Dios, confían en Él y oran con fe; pero no saben nada acerca de la economía de Dios. Esta clase de creyentes no puede satisfacer el deseo de Dios. El deseo que Dios tiene en Su corazón lo pueden cumplir únicamente personas que conozcan a Dios y sean piadosas y que, al igual que Pablo, tengan una visión clara acerca de la economía de Dios para esta era.

  Hemos señalado que Jacobo usa muchas figuras en su epístola: el oleaje del mar, las flores de la tierra, el sol con su calor abrasador, los planetas, el vapor y la longanimidad del labrador. Jacobo ciertamente fue un hombre sabio y experimentado. Él no solamente tenía experiencia en cuanto a la vida humana, sino que, por medio de la oración, también obtuvo sabiduría de la fuente divina. No obstante, al parecer su simpatía y transigencia para con el judaísmo le impidieron tener una visión completa de la economía neotestamentaria de Dios.

  Jacobo era hijo de María, una mujer devota y piadosa. La alabanza ofrecida por María y narrada en el capítulo 1 del Evangelio de Lucas indica que ella tenía conocimiento de la Palabra de Dios, pues en su alabanza citó varios versículos del Antiguo Testamento. No hay duda de que ella les dio a sus hijos, incluyendo a Jacobo, una educación piadosa. Por lo tanto, Jacobo fue criado en la atmósfera del judaísmo, y es muy probable que debido a ello amara el judaísmo.

  El hecho de que Jacobo estaba a favor del judaísmo y era transigente en esto, puede verse en el capítulo 21 de Hechos. Jacobo y los otros ancianos le dijeron a Pablo que había miles de creyentes judíos que eran celosos por la ley. Al leer este capítulo podemos ver que, con respecto a Jacobo y los que estaban con él en Jerusalén, el cielo espiritual no estaba despejado; al contrario, estaba muy nublado. En el caso de Jacobo, el cielo puede haber estado nublado a causa de su piedad. Él era considerado, junto con Juan y Pedro, una columna de la iglesia, y sin lugar a dudas él era el principal entre ellos. Con todo, aunque Jacobo era tan altamente estimado, en él había mezcla y ambigüedad en cuanto al mover de Dios. Esta mezcla fue también una de las razones por las cuales Dios envió a Tito, un príncipe del Imperio Romano, con el ejército romano para que destruyera la ciudad de Jerusalén, incluyendo el templo. Si esto no hubiera ocurrido, la mezcla del judaísmo con la economía neotestamentaria de Dios habría continuado por siglos. No obstante, Dios jamás toleraría ni justificaría tal mixtura.

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