Mensaje 8
(8)
Lectura bíblica: Jac. 3:1-18
En este mensaje llegamos al capítulo 3 de la Epístola de Jacobo. En los versículos del 1 al 12 de este capítulo se nos habla de refrenar la lengua, y en los versículos del 13 al 18, de conducirnos con sabiduría.
Es extremadamente difícil refrenar nuestra lengua. Por ejemplo, tal vez nos sorprenda descubrir que no somos capaces de dejar de hablar ni siquiera por una hora. Si no somos capaces de refrenar nuestra lengua, demostraremos que somos necios; pero si restringimos nuestra lengua, demostraremos que somos sabios. Con respecto a la perfección cristiana práctica, la sabiduría tiene que ver con restringir nuestra lengua.
En Jacobo 3, dos palabras son cruciales: lengua y sabiduría. Por muchos años yo no podía entender la última parte de este capítulo, donde se hallan los versículos que hablan de la sabiduría. La razón por la cual no podía entenderlos era que no tenía la clave. Pero ahora he visto que la clave es que la manera de obtener sabiduría es restringir nuestra lengua. La necedad tiene que ver con hablar en demasía, mientras que la sabiduría tiene que ver con refrenar nuestra lengua.
En 3:1 Jacobo dice: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos un juicio más severo”. Los maestros tienden a introducir diferentes enseñanzas, produciendo así diferentes opiniones y causando problemas y divisiones (véase 2 Timoteo 4:3; 1 Timoteo 1:3-4, 7; y Efesios 4:14).
En el versículo 1 Jacobo dice que los maestros recibirán un juicio más severo. Todo lo que digamos será juzgado, y nosotros seremos juzgados por nuestras palabras (Mt. 12:36-37).
Aunque debemos aprender a refrenar nuestra lengua en nuestra vida diaria, por otra parte, debemos animarnos a hablar en las reuniones de la iglesia. Si hacemos de esto nuestra práctica, la condición de nuestras reuniones se elevará notablemente, vendrá la bendición y los problemas serán resueltos.
Los problemas en la vida matrimonial a menudo son causados por nuestra lengua. Si el esposo y la esposa refrenaran su lengua, muchos de sus problemas se resolverían. Pero debido a que algunos tienen una lengua ingobernable, ésta crea serios problemas, los cuales podrían terminar incluso en divorcio.
Según mi experiencia en la vida humana, puedo testificar que la mejor forma de evitar los problemas es restringir nuestra lengua. Con respecto al asunto de cómo usar debidamente nuestra lengua, debemos pedirle a Dios sabiduría. La sabiduría de la que habla Jacobo en el capítulo 3 da continuidad al tema de la sabiduría iniciado en el capítulo 1. Necesitamos sabiduría para saber cómo usar nuestra lengua.
En 1:19 Jacobo dice: “Que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. Muchas veces lo que hablamos puede despertar la ira. Pero si restringimos nuestra lengua, limitaremos la expresión de nuestro enojo. Por ejemplo, supongamos que usted está un poco molesto con cierta persona y le señala algo que ella ha hecho mal. Simplemente por hablarle de esa manera usted podría estar friccionando el “fósforo” que podría encender un gran “fuego”. Pero si se abstiene de hablarle de ese asunto, no despertará su ira. Por consiguiente, Jacobo en su sabiduría nos dice que seamos prontos para oír, tardos para hablar, tardos para airarnos.
Los hermanos casados deben practicar esto con sus esposas. Ellos deben ser prontos para escuchar a sus esposas, pero tardos para hablarles. Por ejemplo, si su esposa le presenta una queja de algo, usted será sabio si la escucha y es tardo para hablar. Pero si se apresura a hablar, podría provocar un incendio que podría acarrear serios problemas.
En 3:5 y 6 Jacobo compara la lengua con el fuego: “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, todo un mundo de injusticia. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama el curso de la vida, y ella misma es inflamada por la Gehena”. La Gehena representa el lago de fuego, el infierno (Ap. 20:15). El “fuego” mencionado en el versículo 5 es un incendio destructivo con poder para extenderse, y el “fuego” que se menciona en el versículo 6 es un fuego maligno que proviene de la Gehena y que nos contamina. Tal como un incendio destructivo, la lengua propaga destrucción, y como fuego maligno, contamina todo nuestro cuerpo con males que proceden de la Gehena.
En el versículo 6, la palabra griega traducida “curso” es trocós, y se refiere generalmente a cualquier objeto redondo o circular que se mueve o gira como una rueda. En sentido figurado, denota una pista de carreras, un recorrido circular, tal como la órbita que describe la tierra al girar alrededor del sol. La palabra griega traducida “vida” es génesis, y significa “origen, nacimiento, generación”. Por consiguiente, es “la rueda del nacimiento”, lo cual se refiere figurativamente a nuestra vida humana, la cual es puesta en movimiento al nacer y rueda hasta llegar a su fin. La lengua, como fuego maligno procedente de la Gehena, enciende nuestra vida humana, la rueda, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, de modo que el curso de toda nuestra vida está totalmente bajo la contaminación y corrupción maligna de la lengua.
En los versículos 7 y 8a Jacobo añade: “Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de reptiles, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua”. Toda naturaleza de bestias sobre la tierra, de aves en el aire, de reptiles que se arrastran en el polvo, y de seres del mar, ha sido domada por la naturaleza del hombre, la cual es más fuerte que todas las naturalezas animales. Sin embargo, ni siquiera la naturaleza humana, siendo tan fuerte, es capaz de domar la lengua.
En el versículo 8b Jacobo dice que la lengua es un “mal turbulento, llena de veneno mortal”. Por ser un mal turbulento, la lengua nunca cesa de hacer el mal. Está llena de veneno mortífero. Aquí, el mal y la muerte van a la par con la lengua, la cual difunde mal y muerte, para contaminar y envenenar a todos los seres humanos. Lo mismo ocurre aun entre los cristianos.
En los versículos del 3 al 12, al hablar del problema que representa la lengua, Jacobo muestra su sabiduría con respecto a la vida humana y usa como ejemplo veinte cosas diferentes: los frenos de los caballos, los timones de las naves, un incendio destructivo, un mundo de injusticia, el fuego que proviene de la Gehena, la rueda del nacimiento, las bestias, las aves, los reptiles, los seres del mar, la naturaleza humana, un mal turbulento, un veneno mortal, una fuente, una higuera, las aceitunas, una vid, los higos, el agua salada (amarga) y el agua dulce. Jacobo era rico en la sabiduría de la vida humana, quizás como Salomón, el rey sabio del Antiguo Testamento (1 R. 4:29-34), pero no lo era en la sabiduría de la economía divina.
En el versículo 13 Jacobo dice: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría”. Conforme al contexto, “la mansedumbre de la sabiduría” seguramente denota el hecho de restringirse al hablar. Esto corresponde a Proverbios 10:19. Tal mansedumbre equivale a la comprensión y a la condescendencia de Jacobo 3:17, las cuales están en contraste con los celos amargos y la ambición egoísta, manifestados al jactarse y al mentir, lo cual se menciona en el versículo 14.
En el versículo 13 Jacobo menciona primero el ser sabio y después el poseer entendimiento. Si no tenemos sabiduría, no podemos ser entendidos. Pablo, consciente de esto, oró en Efesios 1 para que Dios nos diera un espíritu de sabiduría. Un hombre sabio posee entendimiento, mientras que una persona necia no puede entender a los demás.
¿Qué es la sabiduría? Es muy difícil explicar lo que es la sabiduría, debido a que es abstracta. El entendimiento está relacionado con nuestra mente, pero ¿con qué órgano está relacionada la sabiduría? Según mi experiencia, la sabiduría está relacionada con nuestro espíritu. Esto significa que la sabiduría no se halla en nuestra mente, parte emotiva, voluntad, alma o corazón, sino en la parte más recóndita de nuestro ser. Si ejercitamos nuestro espíritu, permanecemos en el espíritu en cada situación y actuamos conforme al espíritu, tendremos sabiduría.
Al oír que la sabiduría se halla en nuestro espíritu, es posible que algunos digan: “Jacobo fue un hombre que insistió mucho en la sabiduría en relación con la perfección cristiana práctica. ¿Por qué no dijo él que la sabiduría está relacionada con nuestro espíritu?”. Aunque Jacobo no dice esto explícitamente, sí nos deja entrever que la sabiduría se halla en nuestro espíritu, pues en 3:17 él habla de “la sabiduría que es de lo alto”. La frase de lo alto se refiere a Dios; y todo lo que llega a nosotros de parte de Dios, tiene que ver con nuestro espíritu. Juan 4:24 dice que Dios es Espíritu y que los que le adoran, deben adorar en espíritu. Esto indica que si queremos tener contacto con Dios, tenemos que usar nuestro espíritu. Asimismo, cuando Dios tiene contacto con nosotros, Él toca nuestro espíritu. Por lo tanto, la sabiduría que viene de lo alto, de Dios, ciertamente debe de venir a nuestro espíritu. No viene a nuestra mente, alma o corazón, sino a nuestro espíritu, el órgano con el cual tenemos contacto con Dios. Por lo tanto, es correcto afirmar que aquí se nos deja entrever que la sabiduría se halla en nuestro espíritu.
Puesto que la sabiduría se halla en el espíritu, podemos tener sabiduría únicamente si permanecemos en nuestro espíritu. Dios es la fuente de la sabiduría, y Él es quien da la sabiduría. Pero la sabiduría que viene de Dios llega a nuestro espíritu. Así como necesitamos usar los órganos correctos para poder ver, oír y comer, también necesitamos usar el órgano correcto, nuestro espíritu, para obtener sabiduría.
En los versículos 14 y 15 Jacobo continúa diciendo: “Pero si tenéis celos amargos y ambición egoísta en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, anímica, demoníaca”. Con la frase esta sabiduría del versículo 15, Jacobo se refiere a la sabiduría de tener celos amargos y ambición egoísta, que se manifiesta al jactarse y mentir contra la verdad (v. 14). Además, en el versículo 15, terrenal se refiere al mundo; anímica, al hombre natural; y demoníaca, al diablo y sus demonios. Estos tres siempre están ligados.
El versículo 17 dice: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, comprensiva, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía”. Esta sabiduría incluye la mansedumbre mencionada en el versículo 13, y las virtudes humanas mencionadas en el versículo 17. Todas estas virtudes son características de la perfección cristiana práctica según el punto de vista de Jacobo. Es posible que su punto de vista en cierto modo estaba bajo la influencia de los preceptos del Antiguo Testamento que están relacionados con el comportamiento, la moralidad y la ética del hombre (Pr. 4:5-8). Tal sabiduría no llega a la altura de la sabiduría tocante al misterio escondido de la economía neotestamentaria de Dios con respecto a Cristo y la iglesia (1 Co. 2:6-8; Ef. 3:9-11).
En el versículo 17 Jacobo dice que la sabiduría que es de lo alto es comprensiva. Ser comprensivo significa ser manso, clemente, gratamente razonable (Fil. 4:5). Ser comprensivo también implica ceder ante los demás. Con esto vemos que la virtud de ser comprensivo incluye otras virtudes. La primera virtud que se incluye en la virtud de ser comprensivo es la de restringir nuestra lengua. Cuando un hermano se siente tentado a discutir con su esposa, debe ser comprensivo y ceder. Si él es pronto para oír y tardo para hablar, será comprensivo. Ser comprensivo es una de las virtudes más sobresalientes de la perfección cristiana práctica.
Jacobo también dice que la sabiduría que es de lo alto es condescendiente o flexible; es decir, está dispuesto a ceder, se contenta con menos de lo que merece, y es accesible. Ser comprensivo y condescendiente equivale a la mansedumbre mencionada en el versículo 13. Ser condescendiente es ser flexible, capaz de acomodarse a cualquier situación.
En el versículo 17 Jacobo nos dice también que la sabiduría que es de lo alto está llena de misericordia y de buenos frutos, y es imparcial y sin hipocresía. Puesto que esta sabiduría es imparcial, ella no se pone del lado de nadie. El hecho de que esta sabiduría sea sin hipocresía significa que es honesta, veraz, fiel, fidedigna y no fingida. Éstas son virtudes que emanan de la sabiduría que viene a nuestro espíritu de lo alto. Si deseamos obtener esta sabiduría, debemos orar para recibirla. Esto es lo que enseña Jacobo.
Ahora quisiéramos comparar lo que Jacobo dice tocante a la sabiduría con lo que dice Pablo en sus epístolas. La sabiduría enseñada por Pablo era, de hecho, el propio Cristo. En 1 Corintios 1:30 Pablo dice que Cristo nos fue hecho sabiduría de parte de Dios. Jacobo, por su parte, no dice que la sabiduría que viene a nosotros de parte de Dios es Cristo. En vez de ello, habla acerca de la sabiduría de una manera muy similar a la de Salomón en el libro de Proverbios. Jacobo estaba saturado de la atmósfera del Antiguo Testamento, y es por eso que la manera en que habla acerca de la sabiduría tiene “el sabor” y “el color” del Antiguo Testamento. Cuando Jacobo nos habla acerca de la sabiduría, no nos deja la impresión de Cristo. Cuando nos dice que la verdadera sabiduría proviene de lo alto, de Dios, sus palabras no tienen “el sabor” ni “el color” del Nuevo Testamento, no tienen “el sabor” de Cristo. Pablo, en cambio, enseña que la sabiduría es Cristo mismo.
Jacobo dice que si nos falta sabiduría, se la pidamos a Dios, y que Él nos la dará con liberalidad. Esto quiere decir que, según Jacobo, la sabiduría es algo dado por Dios. La perspectiva de Pablo al respecto es muy diferente, pues en lugar de decir que Dios nos da sabiduría, dice que Cristo nos ha sido hecho sabiduría de parte de Dios. Esto implica una transmisión de Dios a nosotros. Podemos usar como ejemplo la transmisión de la electricidad desde la central eléctrica hasta nuestros hogares. La central eléctrica no nos da cierta cantidad de electricidad en un recipiente, sino que, más bien, nos la transmite a nuestros hogares continuamente. Esto significa que se da una especie de “comunión” entre nuestros hogares y la central eléctrica. Si la electricidad fuera dada de alguna otra manera, no sería necesaria esta “comunicación” entre nuestros hogares y la planta eléctrica. De la misma manera, en vez de que nos sea dada la electricidad celestial, ésta nos es transmitida al interior de nuestro ser continuamente. A fin de recibir esta transmisión, simplemente debemos activar el “interruptor” de nuestro espíritu. Si se desactiva el interruptor, esta transmisión cesará; pero si permanece activado, dicha transmisión se llevará a cabo continuamente. Esto muestra el entendimiento que tenía Pablo en cuanto a que Cristo es nuestra sabiduría.
El entendimiento que Pablo tenía acerca de la sabiduría ciertamente era mucho más profundo que el de Jacobo. Podemos afirmar con toda certeza que Jacobo estaba saturado del elemento del Antiguo Testamento. Por un lado, la Epístola de Jacobo nos ayuda a ver nuestra necesidad de la perfección cristiana práctica; por otro, es preciso que veamos en los escritos de Pablo que la manera apropiada de recibir sabiduría es orar de modo que nuestro espíritu “sea activado”. Una vez que nuestro espíritu sea activado, el Espíritu de Dios nos será transmitido. Además el Espíritu no nos transmitirá la sabiduría como algo aparte de Cristo, sino que, más bien, nos transmitirá a Cristo mismo como nuestra sabiduría.
De hecho, ni siquiera es necesario usar el término sabiduría en nuestra oración ni pedirla por nombre. Lo único que tenemos que hacer es activar nuestro espíritu y permitir que el Espíritu de Dios transmita las riquezas de la Trinidad Divina a nuestro ser. Esto debe de dar por resultado que llevemos una vida que sea Cristo mismo, una vida que es la sabiduría misma. Esta sabiduría no es algo que Dios nos da, sino que es la persona viva de Cristo, la misma sabiduría que Dios transmite a nuestro espíritu. Todo lo que nos es transmitido de esta forma, de hecho, es Cristo mismo como Espíritu vivificante. Cuando vivimos a este Cristo, al ser un solo espíritu con el Señor, nuestro vivir será la totalidad de la sabiduría.
En 1 Corintios 2:6 y 7a Pablo dice: “Pero hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que son reducidos a nada. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio”. Esta sabiduría es para los que han alcanzado madurez. En 1 Corintios 1:24 Pablo dice que Cristo es la sabiduría de Dios. Luego, en Colosenses 2:3, dice que en Cristo “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. Ya que la sabiduría es un tesoro que está almacenado en Cristo, si no tenemos a Cristo, no podemos tener sabiduría.
Por el Antiguo Testamento sabemos que Salomón también habló acerca de la sabiduría. La Biblia dice que Dios dio a Salomón sabiduría. Sin embargo, a diferencia de nosotros hoy, a Salomón no le fue transmitido Cristo como su sabiduría. Debido a que Jacobo estaba saturado del Antiguo Testamento, lo que él escribió acerca de la sabiduría tenía el sabor característico del Antiguo Testamento. Por ello, cuando leemos lo que él dice tocante a la sabiduría, debemos tener presente lo que Pablo enseñó al respecto. La enseñanza de Pablo se centraba en la economía de Dios. Así, pues, cuando leemos lo que Jacobo dice acerca de la perfección cristiana práctica, especialmente lo que dice en cuanto a la sabiduría, debemos tener presente que Pablo enseña que Cristo es la sabiduría que viene a nosotros de parte de Dios, la cual es transmitida a nuestro espíritu por el Espíritu vivificante. La Epístola de Jacobo, por consiguiente, no sólo nos ayuda a mantener el equilibrio en nuestra vida cristiana y nos sirve de advertencia, sino que además nos recuerda que debemos prestar atención a la economía de Dios.
Hemos señalado que Jacobo nos alienta a pedir sabiduría. Sin embargo, mientras ejercitemos nuestro espíritu para tener contacto con el Señor mediante la oración, no será necesario de que pidamos específicamente por sabiduría, sino que, al tener contacto con el Señor en el espíritu, Cristo nos será hecho sabiduría. A fin de tener contacto con el Señor, debemos ejercitar nuestro espíritu y orar sin cesar.
Orar como es debido equivale a respirar espiritualmente. Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu de modo que respiremos al Señor. Sin importar la actividad específica en la cual nos hallamos, debemos tener contacto con el Señor inhalándole. Si hacemos esto, la transmisión divina proseguirá continuamente, y las riquezas del Dios Triuno serán transmitidas a nuestro espíritu. De esta manera, Cristo mismo llega a ser nuestra sabiduría.
Hace poco algunos hermanos me preguntaron la razón por la cual el libro de Jacobo fue incluido en la Biblia. Ellos se preguntaban si esta epístola había sido inspirada por Dios, ya que parece contener tanto de la propia sabiduría de Jacobo. Yo les expliqué a estos hermanos que debíamos entender qué significa afirmar que la Biblia ha sido inspirada por Dios. El hecho de que la Biblia haya sido divinamente inspirada no significa que cada palabra de la Biblia sea de Dios. Por ejemplo, las palabras que habló la serpiente a Eva en Génesis 3 no eran palabras de Dios. Del mismo modo, en Mateo 16, algunas de las palabras que habló Pedro tampoco fueron palabras de Dios, sino palabras de Satanás que procedieron de la boca de Pedro. ¿Qué quiere decir, entonces, que la Biblia en su totalidad ha sido inspirada por Dios, palabra por palabra? Significa que es de Dios que se haya incluido en la Biblia todo lo que está escrito en ella. Por consiguiente, las palabras que habló la serpiente en Génesis 3 y las palabras que Satanás habló por medio de Pedro en Mateo 16 fueron incluidas en las Escrituras por inspiración de Dios. El hecho de que se escribieran estas cosas fue completamente por inspiración de Dios, aunque las palabras habladas por la serpiente y por Satanás no fueron en sí inspiradas por Dios. Si entendemos claramente esta diferencia, veremos que en la Epístola de Jacobo ciertas palabras, tales como doce tribus y sinagoga, las habló Jacobo; aun así, fueron escritas por inspiración de Dios con un propósito específico.
Además de las catorce epístolas de Pablo, necesitamos la Epístola de Jacobo para mantener el equilibrio en nuestra vida cristiana con respecto a la perfección cristiana práctica, y también para que nos sirva de advertencia en cuanto a la necesidad de tener una clara perspectiva de la economía neotestamentaria de Dios.