Mensaje 10
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Lectura bíblica: Jer. 7; Jer. 8; Jer. 9; Jer. 10
En este mensaje sobre el pecado que Israel comete contra Jehová y el castigo que Jehová inflige a Israel, comenzaremos a considerar la adoración hipócrita de Israel ofrecida a Jehová.
La adoración hipócrita de Israel (en realidad, de Judá, 7:21; 9:26) ofrecida a Jehová su Dios era una adoración falsa y supersticiosa.
En su adoración supersticiosa, Israel confió en palabras de falsedad que decían: “Templo de Jehová, templo de Jehová, estos edificios son templo de Jehová” (7:4). Para ellos, incluso el templo se había convertido en un ídolo y algo relacionado con la superstición. Por tanto, Jeremías les dijo que no dijeran estas palabras con respecto al templo de Jehová.
Por un lado, el pueblo de Israel adoraba a Dios; por otro, se dedicaba a hurtar, asesinar, cometer adulterio, jurar en falso, quemar incienso a Baal y andar tras otros dioses. Después de hacer tales cosas, ellos venían y se presentaban delante de Jehová en la casa que es llamada por Su nombre y decían: “¡Somos librados!” (vs. 9-10). Al decir esto, ellos se estaban engañando a sí mismos y embaucándose ellos mismos.
Israel confió en la casa que es llamada con el nombre de Jehová, la cual se había convertido en cueva de ladrones delante de sus ojos (vs. 11, 14; Mt. 21:13; Mr. 11:17; Lc. 19:46). Esto indica que su adoración a Dios se había convertido por completo en falsedad.
La adoración que Israel le rendía a Jehová era también una adoración vana.
Al rendir una adoración vana, Israel confiaba en palabras de falsedad que no les aprovechaban (v. 8).
Jehová ordenó al profeta Jeremías que no orara por ellos ni intercediera por ellos ante Él, pues Él no le oiría (v. 16).
Israel ofrecía a Jehová muchos holocaustos y sacrificios; pero debido a que ellos no oyeron la voz de Jehová ni anduvieron en todo el camino que Él les mandó, a Jehová no le importaban sus holocaustos ni sacrificios (vs. 21-23).
Como adoradores hipócritas de Dios, Israel (en realidad, Judá) cometió muchas maldades.
Ellos oprimieron al peregrino, al huérfano y a la viuda; además, derramaron sangre inocente. Ellos también anduvieron en pos de otros dioses para su propia ruina (v. 6).
Jeremías 7:9 dice que Israel hurtó, asesinó, cometió adulterio, juró en falso, quemó incienso a Baal y anduvo tras otros dioses que no habían conocido.
En el versículo 18 Jehová dice: “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para derramar libaciones a otros dioses a fin de provocarme a ira”. Aquí la reina del cielo es la esposa de Nimrod, Semiramis, que después sería conocida como Artemisa en Éfeso (Hch. 19:27). Es difícil de creer que el pueblo elegido de Dios, Su pueblo escogido, pudiera degradarse a tal grado que hiciera tortas para la esposa de Nimrod. Esto era tanto fornicación espiritual como idolatría.
“Esto les mandé, diciendo: Oíd Mi voz, y seré vuestro Dios, y vosotros seréis Mi pueblo; y andad en todo el camino que os mandé, para que os vaya bien” (v. 23). Sin embargo, Israel no oyó ni inclinó su oído a la voz de Jehová, sino que caminó en los consejos y en la obstinación de su malvado corazón, y fue hacia atrás y no hacia adelante (v. 24).
Ellos endurecieron su cerviz e hicieron peor que sus padres (v. 26).
Israel no escuchó la voz de Jehová su Dios ni admitió corrección. La verdad pereció y fue cortada de la boca de ellos (v. 28). Ellos abandonaron la verdad y no volvieron a hablar de ella.
Israel hizo lo malo ante los ojos de Jehová. Ellos pusieron sus cosas detestables en la casa que es llamada por el nombre de Jehová, para contaminarla (v. 30). Esto significa que ellos pusieron ídolos en la casa de Jehová.
Israel incluso llegó al extremo de edificar los lugares altos de Tofet para quemar en el fuego a sus hijos y a sus hijas (v. 31).
Israel se desvió en apostasía perpetua. Ellos se aferraron al engaño y rehusaron volverse (8:5). La apostasía de Israel no fue algo temporal, sino que fue perpetua.
Ellos no hablaron rectamente (v. 6a), y ninguno se arrepintió de su mal diciendo: “¿Qué he hecho?” (v. 6b); más bien, cada cual se volvió a su propia carrera, como caballo que arremete con ímpetu a la batalla (v. 6c).
Israel no conoció las ordenanzas (de la ley) de Jehová. Ellos no fueron como la cigüeña, que conoce sus tiempos señalados, ni como la tórtola, la golondrina y la grulla, que guardan el tiempo de su venida (v. 7). Estas aves conocían el tiempo de sus idas y venidas, pero Israel no tenía conocimiento con respecto a los tiempos propios de la intención de Dios.
“Los sabios son avergonzados; / están turbados y atrapados; / he aquí, han desechado la palabra de Jehová; / ¿y qué sabiduría tienen?” (v. 9). Al haber desechado la palabra de Jehová, Israel carecía de sabiduría.
Todos sacaban ganancias deshonestas. Desde el profeta hasta el sacerdote, todos obraban con falsedad (v. 10). Tanto los profetas como los sacerdotes se habían vuelto corruptos.
El pueblo provocó a Jehová a ira con sus imágenes talladas y con ídolos extraños (vanidades, v. 19).
Todos ellos fueron adúlteros y asamblea de pérfidos (9:2). Doblaron su lengua como su arco; la falsedad, y no la verdad, prevaleció en la tierra, pues ellos procedieron de mal en mal y no conocieron a Jehová (v. 3). Enseñaron a su lengua a hablar falsedad y cometieron iniquidad hasta extenuarse (v. 5). Su lengua fue como flecha mortífera y habló engaño (v. 8a). Todos le hablaban pacíficamente a su prójimo, pero en su corazón le ponían asechanzas (v. 8b).
Finalmente, en el versículo 26, Jehová dice que toda la casa de Israel era incircuncisa de corazón.
Con base en los versículos abarcados en este mensaje hemos visto un vívido cuadro de la corrupción de Israel. Israel era corrupto tanto con Dios como los unos con los otros; era corrupto en todo aspecto.